Capítulo 5
El lugar cambio una vez más, esta vez era un lugar del presente. JungKook apareció con NaRi en la habitación del hospital, se acercó viendo al cuerpo que descansaba en esa camilla conectado a muchos aparatos que emitían sonidos, el pelinegro sintió escalofríos al verse así mismo, el JungKook frente a él tenía rasguños en los brazos y el rostro, una mascarilla de oxígeno ocupaba parte de su rostro, sus párpados estaban cerrados, los latidos del aparato eran constante indicando su estabilidad. Miró a NaRi quien se mantuvo a los pies de la cama.
—Tienes que volver—dijo ella esperando que comprendiera—Hay personas esperándote.
—Si vuelvo entonces no te veré de nuevo.
Justo en ese momento a la habitación entraron dos personas, JungKook las identificó por supuesto.
—¿Mamá?, ¿Papá?
Ellos no podían verlos ni escucharlos.
—Buenos días, cariño—su madre se acercó a su lado tomando su mano. El chico sintió ese tacto, miró sus dedos teniendo la sensación cálida de su mano tocándolo. ¿Significaba que estaba más vivo que muerto?—Fue una noche difícil, ¿Cierto?—sonrió tristemente—Sé que puedes escucharme, JungKook. Estamos aquí contigo.
—¿Por qué puedo sentirla incluso en este estado?—miró a NaRi.
—Porque tu cuerpo sigue respirando.
—Pero antes no sentía nada.
—Mientras más cerca estés de tu cuerpo más sentirás—se acercó a él—Si lo tocas...—hizo que llevara su mano al brazo del chico en la camilla. En vez de traspasarlo una luz blanca apareció por segundos—Podrás volver.
—No quiero.
—Dios mío, JungKook, tus padres están preocupados...
—¿Qué pasará cuando vuelva?, ¿De nuevo debo sobrevivir a cada día?—insistió—No puedo superarte y tampoco quiero hacerlo, no voy a irme, NaRi.
La castaña observó la escena frente a ellos. Debía convencerlo, aunque...al mismo tiempo sabía que haría lo mismo si la situación fuera lo opuesto.
—Puede que ustedes no tuvieran mucha comunicación, pero puedo ver que te quieren como el hijo que nunca tuvieron—JungKook apretó su mandíbula—Si te quedas, ellos sobrevivirán al día a día, ¿Enserio serás egoísta?
—Si me quedo con ellos...no seré feliz—hizo una pausa—¿Enserio quieres eso?, ¿No quieres estar conmigo?
—Siempre quisiera estar contigo—aclaró tocando su brazo—Y te apoyaría de no ser porque hay personas aquí preocupándose por ti. Mira a tus padres.
—Eso no...
—Sólo míralos—indicó—Dijiste que no encajaste con ellos nunca, aparecí en tu vida de manera inesperada, nos aferramos al otro y por eso no quieres dejarme ir—JungKook inhaló profundo—Fui la única persona en tu vida a la cual te aferraste, no quieres soltarme porque te da miedo estar solo de nuevo.
Guardó silencio. No quería discutir, miró a su padre acariciar su cabello como muchas veces hizo cuando era niño, de hecho, un recuerdo vino a su mente.
Todavía faltaban unas horas para amanecer, el señor Jeon se había levantado encontrando una corriente de agua en la ventana de la habitación debido a la lluvia esa noche. Sin despertar a su esposa salió de la cama dirigiéndose al corto pasillo llegando a la nueva habitación del nuevo miembro de la familia, al pasar por ella encontró al niño de cinco años de pie junto a la ventana mirando detenidamente como llovía a cántaros.
Empujó la puerta con lentitud acercándose despacio, al llegar a su lado se colocó a su altura observando lo que él veía.
—¿Te gusta la lluvia, JungKook?—El niño se encogió de hombros—¿No puedes dormir?—volvió a tener la misma respuesta—¿Sabes?, iba a la cocina para prepararme algo de leche tibia, ¿Quieres un poco?, puedo decirte donde guardamos las galletas—susurró.
El niño no respondió esta vez simplemente mirando la ventana. Sus ojos redondos estaban fijos en el cristal, el señor Jeon se levantó dándose por vencido, cuando caminó a la puerta se detuvo al sentir una mano tomar la suya, una pequeña mano.
—Me gusta la leche tibia—dijo con su dulce vocecita. El hombre sonrió al escucharlo, acarició su cabello con su otra mano—¿Enserio me dirá dónde tienen galletas?
—Claro que sí. Pero debes guardar el secreto, ¿Está bien?
El pequeño asintió con una inocente sonrisa.
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—Señora Kim—la madre del chico se atrevió a hacer una pregunta...quizás difícil—¿Cómo su esposo y usted...lograron superar lo de su hija?
Ninguna de las dos sabía que sus hijos escuchaban y veían todo en esa habitación.
—No lo he hecho—suspiró—Cada día la recuerdo, no dejo de pensar en ella ni un segundo—forzó una sonrisa—NaRi siempre estará presente.
—Si pierdo a JungKook...no sé si podré soportarlo.
—Ahjumma—colocó su mano sobre la suya—Su hijo es un hombre muy fuerte, estoy segura que intenta aferrarse a la vida tanto como puede, no dude de ello.
La señora Jeon no pudo contener sus lágrimas mucho tiempo.
—Cuando me casé quería experimentar lo que era ser madre, adoptamos porque no podíamos tener hijos, recuerdo que en el orfanato había un niño alejado de todos, mientras los demás jugaban en el patio, él estaba sentado en un banco mirando—su voz se volvió temblorosa. Miró al chico en la camilla sintiendo dolor en su corazón—JungKook era el indicado, lo supe apenas lo vi.
NaRi miró al pelinegro quien escuchaba aquello con tristeza. JungKook parpadeó varias veces intentando ocultar las ganas de llorar, ver a su madre así dolía, le hacía sentir como un ser miserable.
—Le dieron lo que necesitaba, un hogar, una familia, amor...
—En el orfanato nos dijeron que sus padres biológicos lo dejaron cuando tenía días de nacido, eran muy jóvenes y no podían hacerse responsables—apartó sus lágrimas—Dijeron que cuando era bebé lloraba mucho, necesitaba una familia, necesitaba una madre, yo...me sentí capaz de serlo—volvió a sollozar—No quiero verlo así, ahjumma.
JungKook se acercó a ella, tocó su espalda sin hacerlo del todo, pues ésta traspasó a la mujer.
—Fuiste una buena madre—ellas no podían verlo—Nunca dudes de ello, ¿Sí?—esta vez tocó su mano logrando que ella sintiera escalofríos.
Estamos a mitad de la mini historia.
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