Golden Notebook
Taekook.
Osaka, Japón.
No podia.
Definitivamente no podía mirarle a los ojos. Era tan... Agh, tan malditamente atractivo que daba miedo el solo hecho de respirar a su lado.
No podía, en definitiva no podía pasar más de un simple hola al pasar por su lado y seguír mi camino hasta la sala de teatro.
Justo donde ambos trabajamos. Él y yo siendo compañeros de trabajo, solo eso. Trabajo. No, amigos, no parientes, tampoco cercanos. Conocidos.
La primera vez que lo vi me descubrí recogiendo la baba que por el piso se escurría desde mi boca, hace dos años. Fue tan inerte la forma en la que se presentó como actor principal para nuestra siguiente obra. El papel lo había ganado él, por su impecable actuación como protagonista de una vieja novela de los ochenta. Novela de la cual me había encargado de rehacer y reacomodar algunos guiones.
No me hallé cuando relamió sus labios y su nombre dijo en el centro de la tarima.
—Soy Kim Taehyung, recién graduado de la academia de artes de Londres, espero llevarnos bien en este nuevo camino. Mucho gusto.
Había dicho reverenciando con una mano en su espalda y la otra cayendo con gracia hacia el frente.
Fueron dos años de simple tortura adornados de agradecimiento por poder velar su presencia. Sus actos, sus palabras, sus agraciados movimientos.
Justo como ahora, dónde con una mano en mi mentón dejo salir suspiros repletos de incoherencias.
No entendí.
Ni el extraño sentimiento que se albergó en mi pecho, el cosquilleo en mi barriga. Mucho menos el mareo que se precipitó haciendo que me tambaleara y fuera caer directamente en el suelo. No caí, y me sorprendí con mis manos sujetas a un fornido pecho él tomándome en sus brazos, suaves y fuertes. No demasiado para ser exagerado pero lo suficiente para deleitar a cualquiera que tenga ojos.
—Deberías ser mas cuidadoso, Jungkook. ¿Te sientes bien?
Sentí mi cara arder justo cuando inspección mi rostro completo, relamiendo sus labios al tiempo que veía mis ojos. Tragué duro.
—L-lo tendré. Perdón y- muchas gracias Taehyung-hyung.
—¿Seguro que está todo bien? –asentí a la vez que él me dejaba de pie en el suelo. —Deja de estar en las nubes, son tangibles si te descuidadas.
Dijo removiendo mis cabellos, estirando una sonrisa tan limpia que quise llorar en el instante en que desapareció tras la puerta que daba a un lado del telón. Suspiré y seguí mi camino hacia uno de las sillas del teatro a seguir editando algunos guiones más.
No soy actor. Nunca se me dio la actuación, demasiado tímido, demasiado nervioso para recordar las líneas. No es para mí. Soy guionista y amo lo que hago, amo también la manera en que mis líneas son expresadas por aquella bonita boca en forma de corazón.
Me gusta.
Me gusta la forma en que sonríe, en la que habla, la forma en que la gracia rodea su aura. El natural rosado de sus mejillas, también el color canela de su piel. Es encantadora. Es inmaculado. La manera en que danza, camina y se sumerge completamente en un personaje.
Me gusta.
Kim Taehyung me gusta. Me encanta.
Pero no hay valor suficiente para expresar mi amor. No hay forma coherente en que mi boca diga lo que mi mente piensa sin ser un retórico, viejo y averiado disco que repite lo mismo sin cesar.
No hay manera en que le mantenga la mirada por más de dos segundos. No existe razón. Mentira.
La hay.
No es propio de mí sentir tal limerencia.
Es superfluo decir que no fue sólo su físico la razón de mi elocuencia hacia su persona.
Es superfluo y a la vez índigo expresar todas mis palabras y sentimientos a través de mi pequeña y dorada libreta. Aquella que acompaña mis anhleaciones más profundas, mis deseos más pecaminosos y puros a la par.
Mi pequeño diario. No me gusta llamarlo de esa manera. Así que opté por decirle libreta dorada.
Dorada por su cabello. Y por su alma en si.
He escrito cada detalle de su persona, cada palabra etérea dicha de su boca, cada suspiro al ver el arrébol adornar las nubes. He también escrito y de cierta manera descrito las cualidades más sofisticadas de su persona.
Es una obsesión, pero no rebasando lo demente. Es una obsesión perenne por su belleza astral.
Ella guarda mis secretos. Él es mi musa cada que reverencia al público.
Pronto con una mano a su costado y otra a su espalda agradece y los aplausos llenan el teatro. La orquesta tocando la sonata que indica el final de la obra. Y yo, que humildemente he admirado cada trazo de su persona, puedo decir sin tacho alguno que fue perfecta.
Mondo. Impecable.
He tomado nota en mi libreta una vez más. Él sonríe y se desliza fuera del teatro con el sonido lejano de las voces aludiendo su persona. De los aplausos siendo la confirmación de algo mondo.
La noche cayó y el sonido de las cigarras acompañan a lo lejos el bullicio de la ciudad, de los autos que se pasean de un tramo a otro despertando la bella noche para más de una. Pasadas las horas donde he regresado a mi puesto y las personas abandonaron el lugar me cruzo de piernas y prosigo a escribir nuevamente en mi libreta.
Esta vez, a trazar un bosquejo de sus expresiones cuando he recordado un pequeño detalle.
Dos. Si caigo en cuenta.
Él no había salido de los vestidores. Ni de su camerino. Lo más probable, se había ido a su hogar y ni cuenta me he dado.
Y...
Olvidé el encargo de mi madre.
Salgo tan rápido como mis pies me permiten deslizándome fuera del lugar y corriendo dos cuadras dónde la panadería estaba a punto de cerrar.
—Señor, ¡Señor desculpe usted! –sostengo mis rodillas con mis manos tomando aire, el hombre frente a mí—No cierre aún, necesito llevar un pedido.
Después de disculparme por quinta vez, el hombre barbudo y ceñudo entrega un pequeño pastel en mis manos y reverenciando una vez más me despido de él regresando el camino por donde llegué.
Al llegar al teatro con algo de dificultad abro la puerta, pues he tenido que devolverme porque en mi nube que llamo mente, dejé mis cosas sobre el escritorio donde había estado sentado anteriormente.
Lo primero que veo me hace paralizar.
Es él.
Yo en la puerta. Él a unos cuantos metros de mí.
Él, Taehyung. Con mi libreta dorada en su mano y abierta de par en par, observándola tranquilamente.
Me congelé y sentí las lágrimas acumularse en mis ojos. El nudo en mi garganta. El pastel deslizándose de mis manos e impactando al suelo directo.
Un sonido, una mirada de su parte una impresión al ser descubierto y dos pasos hacia atrás.
—Jungkook, no...
Pero dejé de escucharlo cuando salí, salí y corrí donde mis pies me llevaran recorriendo las calles oscuras y solitarias con lágrimas en mis ojos y mi pecho doliendo.
Pues aunque no parezca mucho en mis dieciocho años me había enamorado jamás.
Él fue el primero. El primero en descubrir mi más íntimo secreto.
Sollozé mientras regulaba el paso llegando a un parque medianamente grande, las luces de los faroles iluminado mi camino hacia unas bancas, las hojas secas creando un bonito y anaranjado camino, justo pensé en sentarme para seguir reflexionando mi patética existencia y el cómo haría para volver al trabajo sin ver su cara y morirme de vergüenza allí mismo, pero una esbelta figura venia hacia mí, corriendo y llamando mi nombre.
Corrí, nuevamente lo hice y en mi desespero por no ser alcanzado trepé al primer árbol que divisé. El suelo iluminado por los rayos lunares, las hojas secas irradiando color. Me sostuve fuerte de sus ramas abrazando el tronco de estas.
Él estaba allí mirándome desde abajo. Cerré los ojos con fuerza.
—Jungkook, ¿Que haces?
—Huyendo de ti, ¿No es obvio?
—Me refiero a, que haces trepado allí, puedes caerte. ¿Dónde aprendiste hacerlo?
—Ventajas de tener abuelos con granjas.
Seguía con los ojos cerrados, pero mi corazón amenzante daba vuelcos sin parar. Respiré profundo.
—¿Porqué huíste? –me limité a abrazar más fuerte la rama. —Y-yo... Lo siento, no sabía que la libreta contenía tales cosas.
—No por favor...
—Es interesante.
—Por favor no, olvida eso ¿Si? Vamos, deja de mirarme. –dije abriendo los ojos y él no respondió. En su lugar relució una media sonrisa que me hizo marear.—Es enfermo, seguro pensarás que soy un imbécil con transtorno obsesivo compulsivo y que tengo libretas por montones donde describo personas que espio en una esquina mientras no me ven.
—Jungkook...
—Probablemente te doy asco. Ya lo sé, porfavor no digas, no tienes que decir nada.
—¡JungKook basta! –dijo acercándose y apreté el agarre en mis manos, estas sudando. Mis lágrimas saliendo. —No llores, porfavor baja. Te lastimarás.
Me vio fijamente extendiendo su mano en mi dirección desde abajo esperando respuesta de mi parte. El árbol no era tan alto. Sus ojos, sus bonitos ojos brillan por la luz lunar. Le tendí la mano no pudiendo resistirme al simple y elocuente hecho de ser él. Me odié por ser tan fácil.
—Eso es... Despacio, vamos, así.
Chillé cuando jaló mi mano arrastrando mi cuerpo atrayéndolo al suyo quedando en posición nupcial. Parpadeé varias veces con las manos hechas puño. Él se limitó a verme, mis mejillas encendidas a tal punto que sentí toda mi cara arder, mi mirada en el árbol salmón dónde minutos antes había trepado era una buena distracción.
—Cuando lloras, no puedo ver el brillo que adorna tus pupilas, ¿Sabes?
Abrí mis ojos, no entendiendo algo sin mucha ciencia. Habló de nuevo.
—Aunque vale la pena por tus mejillas más rosadas y espolvoreadas de lo usual. –y limpió mis lágrimas pasando sus dedos delicadamente por las mismas quitando todo rastro de llanto. —Pero no, te ves reluciente sin llorar. Llora si, pero de felicidad. Si soy yo quien te hace llorar de tristeza me siento realmente mal. Perdóname.
—H-hyung... ¿Qué...?
—También me gustas, JungKook.
Me congelé, justo ahí en sus brazos. Con una mano bajo mis piernas y otra en mi espalda sentí mi cuerpo desfallecer. No era cierto. Esto no podría estar pasando. Agradecí ser sostenido.
—Tu libreta puedo considerarla como acendrado. Está repleta de sencillez, de bonhomía. Es mas que Interesante.
—¿Tú l-lo supiste todo este tiempo? –pregunté con el calor en mis mejillas a mil.
—Tengo veintiuno, no soy tan despistado como lo parezco. Aunque, ¿Realmente importa eso ahora mismo?
Desvié la mirada no pudiendo sostener esa avellana mirada, el viento sopló levantando algunas hojas, los grillos cantaban y mis pulsaciones aumentaban.
Volvió hablar una vez más.
—Me gustas desde que esos simples saludos se volvieron frecuentes. No tomé iniciativa me disculpo de antemano, pero no sabía si eran precisos tus sentimientos hacia mí. Los míos si, desde que te vi aquél día con esa bonita sonrisa en tus labios fuera del teatro. Anclaste mi ser al tuyo. Mi corazón se sintió cálido, pero no me precipité, tenía que asegurarme. Ver tu libreta me confirmó a ciencia cierta este enamoramiento en más que simples letras y trazos.
Se sentía increíblemente cálido y seguro estar en sus brazos. No me lo creo, pero justo ahora puedo ver claramente la luminiscencia que adorna mi alma.
—Disculpame, por husmear donde no debía. Pero vi la oportunidad y siempre estabas en tu mundo de nubes doradas que tanto quería tocar. Quiero ser parte de aquellas nubes tangibles, déjame ser la nube dorada que ilumine tu perenne estadía en mi corazón.
Y eso fue suficiente para abrazar con fuerza su cuerpo sollozando suave, exhalando despacio después cuando besó mi frente y luego mis mejillas. Me puso de pie y abrazó mi cuerpo una vez más.
Las hojas alumbraron, los árboles igual, encendieron un bonito anaranjado que iluminó el camino de nuestras bocas al colisionar.
Lo escuché suspirar y vi su tierna sonrisa tirar de sus labios antes de enganchar mis brazos en su cuello y susurrar mi secreto descubierto.
—Mi libreta dorada eres tú.
*Perenne: Continuo, incesante que no tiene intermisión
*Mondo: Limpio y libre de cosas añadidas o superfluas.
*Superfluo: No necesario, que está demás.
*Bonhomía: Afabilidad, sencillez, bondad y honradez. En el carácter y en el comportamiento.
Lo saqué de un sueño que una vez tuve. Fue hermoso, les comparto mi momento más hermoso de mis sueños. Sé que le tocaba a otro shipp pero en serio necesitaba subirlo.
Comenten y voten porifs.
Katsu✓❄️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro