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Quería apagar tu luz, eso podía saberlo cuando; al visitarte escuché múltiples golpes que aumentaron la ira en mi cabeza. Tu no gritabas, ni llorabas por piedad. Mantenías la cabeza alta y el cuerpo tenso para evitar que te derrumbara y eso molestaba tanto a aquel demonio que no se detenía. Tu podía ayudar a desenmascararlo pero sin tu fuerza celestial, no podrías defenderte, además de que sabía que si lo hacías todo lo que habías logrado en su contra se iba a arruinar.
Deje el pequeño ramo de rosas blancas en la puerta, mientras empezaba a tocar la madera con insistencia y los golpes paraban
—Agradece que tuviste suerte — lo escuché murmurar. Nunca subestimen el odio de un demonio enojado. Tome algo de aire intentando no destruir todo el pueblo a mi paso, espere impaciente a que la puerta se abriera y cuando finalmente lo hizo le di un fuerte golpe en su cara que lo hizo caer varios metros lejos. Ese demonio soltó un gruñido, me miro como si fuera su peor enemigo y le dediqué una mirada serena con la ira contenida. Incluso pude verte desde la escalera con algo de miedo en tus ojos pero que ya no estabas dispuesta a intervenir
Un día tuve que ayudarte a luchar solo para impulsarte a levantarte
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