VI. Un atardecer en San Rafael
Cuando los humanos son felices una aura de luz posee sus almas. No puedo explicarlo, pero es tan hermoso, que ni siquiera parecieran ser los seres más insoportables, ruines y embusteros. Los humanos son moldeables, una pequeña exposición a la maldad y ya estarán sucios, quizás de por vida.
Los humanos llamaron mi atención desde el minuto uno. Pensé desde siempre que eran bestias egoístas, llevada por sus instintos que, al final y al cabo, no eran más que estelas de pecado en un riel de libre albedrío. Son una completa decepción, y más que eso, son aborrecibles.
Sin embargo, son... Enigmáticos, por así decirlo. Tienen tantas historias, tanta magia que, para vivir nada más que una vida, tienen demasiado que contar.
Mientras que yo... Yo solo soy un ángel que los ve desde lejos, queriendo vivir algo parecido.
De la nada, escuchó los pasos de sus converses azules retumbar cerca de mí. Me toma de la mano y pone su rostro pegado a mí brazo. Es más pequeña que yo, pero si dulzón olor a Coco y almendras es suficiente presencia.
—¿Me invitas a algo?
Me debe casi la vida desde que la conozco, y todavía se atreve a preguntar.
—Toma lo que quieras rápido, ya voy a pagar.
Salió corriendo a buscar lo que quería, mientras yo le ponía la tapa a mi café con crema. Giré y la ví, traía papás y una bebida energizante en lata. Me pare frente a ella.
—¿Almorzaste? —Ella negó—. ¿Al menos desayunaste? —Volvió a negar.
Me dirigí a la caja, le pedí una rebanada de pizza y pagué todo. Ella me siguió.
Andrea —O Andy, como muchos la llamaban— era la pequeña luz de mis ojos. Entre todos los humanos ella tenía algo especial, ella es simplemente cautivante. Quizás no por que fuera mejor que todos ellos; seguía siendo como todos los demás, la seducían los placeres y, sin embargo, ella me seducía a mí.
Es loco, ¿no?. Una guerrera de Dios, cuya presencia destruye demonios, quien lleva luz, quien protege, a manos de una simple humana, que sobrevive a base de energizante y papas fritas.
—¿Vas a la biblioteca?—Hablo, mientras mordía su pizza.
—Sí, como todos los días.
—¿No te aburres?
—Para nada.
Nuevamente tomo mi mano. Una corriente de electricidad me recorrió de la punta de los pies hasta la última fibra de mi cabello cuando sus dedos se entrelazaron con los míos. La mire, sus ojos avellanados brillaron y mi corazón empezó a saltar como loco por toda mi caja torácica.
De verdad, estaba completamente mal. Esto no era correcto. Yo era un ángel y ella una humana. Más que si castigo, era el mío. Yo no podía estar con ella. Era mi cruz, y nada más que mía.
—Ven conmigo —Salió de sus labios.
—¿A dónde?
—A un lugar menos aburrido.
Me deje llevar por ella, como muchas veces había hecho. Y como muchas veces haré por ella. Mis pasos la seguían, y si, la seguirían donde fuese que fuere, por todos lados. Por que mi poca naturaleza humana fue profanada por ella. Llegamos hasta la iglesia, entramos y ella me guío hasta unos andamios.
La detuve. Era peligroso, además de estar prohibido. Así como lo que siento.
—Andy, creo que no podemos subir ahí.
Soltó mi mano, me miró desafíante y se subió al andamio. Pero como dije anteriormente, la seguiría a cualquier lado, sin importar dónde. Igual que esposa renegada, puse mi pie en una de las barras de hierro que sostenían las tablas. Luego de ese, siguió el otro.
Empece a subir, y con un poco de miedo llegue a la cima. Estábamos en el campanario, debajo del hermoso cielo púrpura que cubria todo san Rafael.
San Rafael no era más que un pueblito lindo, era pequeño, escondió entre la zona norte del país. Las personas podían vivir en paz, sin muchos escándalos, ni presiones. Su fe en Dios, y sus tradiciones era hermoso. Podías sentir el amor que le tienen.
Nos pusimos a la orilla, para verlo mejor. Ver sus casita, su parque lleno de chicos jugando, señoras, niños, enamorados. Más que eso, podías sentir humanidad.
Cosa que al principio me daba indiferencia, a decir verdad.
Ella miraba el cielo, y yo la miraba a ella. Me arriesgué, llevada de todo lo que sentí, y puse mi mano sobre la suya.
Humanidad...
Eso, eso aterraba más que cualquier demonio. La humanidad es compleja y hermosa a la vez. Muy pocas veces la entendía. Pero, quizás, esa era una de las cosas que me enamoraban de Andy. Esa humanidad que desprendía con esa sonrisa encantadora y una risita orgullosa, podía opacar todo lo divino de mí.
No dejaba de verla. No podía.
Me había enviciado de ese hermoso Iris de explosión verdosa, que me hacía sentir tan pero tan pequeña, pero que, por alguna razón, me encantaba tanto. Quizás, como la primera vez que me vio y pude ver reflejada en sus enormes pupilas.
Sus ojos volvieron a mí y me aprisionaron. Su postura cambio, estaba totalmente frente a mí. Sus manos se acercaron a mis hombros, se puso de puntillas y en un parpadeo, sus caliente labios chocaron con los míos.
Carnalidad, cosa que para un ángel obviamente estaba prohibido. Jamás se cruzo por mi mente poder tener esa sensación. Poder contemplar como sus labios y adorarlos. Besarlos, como las estúpidas películas románticas que le gustan, o los torpes enamorados que caminan como nada por las calles.
Jamás. Ni un millón de años. Ni en un millón de siglos. A mí se me cruzo el poder tener el placer que ella me daba.
Derrepente, algo se encendió. Una chispa que en mi alma de hizo un caos. Algo enorme. Gigante. Una explosión de dinamita. Era un beso lento, calmado pero dominante. Era hambriento, como si tal fuera que llevábamos siglos deseandonos.
Quien sabe, su el infierno podría sentirse así. Pero lo que había en mi interior, eran llamaradas de pasión. Era luz. Era perdición...
Pero no todo fue bonito en ese momento. Mi espalda, especialmente mis alas, empezaron a arder. No solo era el fuego en mi interior. Había fuego a mis espaldas. Me separé bruscamente de ella. Apoye mis brazos en el muro, tratando de contener el dolor.
—¿Ángela, estás bien?
—Sí, sí, estoy bien. —Dije entre dientes.
—No creo que lo estés —trato de tocarme pero la detuve. Esto era malo—. Déjame ayudarte.
—No puedes.
Un grito de dolor salió de mi garganta, mis alas rompieron mi camiseta, las agité, pero parecían no responderme. Las sentí quemarme, como si se estuvieran desgarrando por completo.
Mis alas...
Mis alas de deshicieron ante mis ojos. En nada más que cenizas.
Entonces en ese momento, dejó de doler, al menos un poco.
—¿Estás bien? —Andy estaba tan en shock como yo—. Ángela... Tus alas.
Ella sabía que yo era un ángel. Creo que desde que la conozco no logró guardarle ningún secreto.
Reí herida, y sin saber cómo reaccionar.
Sus ojos, ese hermoso paraíso. El Edén de mi alma. Me vieron con tristeza. Era desgarror para mí, pero también para Andy.
—Los ángeles no podemos tener ese tipo de contacto con los humanos —dije—. Veo que esas son las consecuencias.
Ella tomó mi rostro entre sus manos, preocupada.
—¿Ahora eres humana?
—Eso creo.
—Mierda, todo esto es mi culpa —Dijo, soltando mi rostro, alejándose de mí.
—Niña, estoy bien —la tome por la cintura—. Estoy bien, ahora que puedo estar completamente contigo.
Me miró preocupada.
—¿Ellos que harán? ¿Vendrán a buscarte?
Realmente, no. Fui un ángel travieso. Ellos no saben que me escape de casa. Supuestamente, solo soy un mensajero. Pero, ahora sin alas. Ya no tengo lugar en el cielo.
—No. Podremos estar juntas.
Andy se pegó a mi pecho, sin embargo, estaba llorando, muy por lo bajo.
—Lo siento mucho... —su voz sonaba rota—. Jamás quise esto... Yo solo arruinó las cosas—
—Andy —la interrumpí—, de verdad que estoy bien. No necesito ser un ángel, estoy completamente bien.
—No es justo, tú siempre arriesgas todo por mí, y yo... ¡Yo soy un puto desastre!
Tome la parte trasera de su cabeza. Silencie sus palabras con un beso. Más romántico que el anterior.
—Andy, si eres un puto desastre, quiero que seas mi puto desastre. Amaba mis alas, pero te amo más a tí. Y si ya no puedo volar, aprenderé a caminar contigo.
Después de todo, cada cosa llega a su fin. Me divertí con ellas, pero ya no me pertenecen. Mi camino con ella ya no existe. Es este momento solo somos Andy, yo y un atardecer en San Rafael
FIN.
Al igual que Ángela, yo me despido de esta carrera Queer. Era hace una vez en Wattpad. Y gracias a esto, mis cuentos favoritos han salido a la luz. ¡Muchísimas Gracias!
—K.
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