III- La bella y la bestia
La señora en el podio llevaba al manos una hora hablando, pero yo sentía que habían pasado horas. Sus largas y desesperantes líneas del discurso de bienvenida estaban provocando que mis párpados pesaran, incluso más que cuando estaba sonando mi alarma. Era mi primer día de clases, en un sofisticado internado, sin embargo, sus costumbres, tradiciones, valores, y cuanta cosa más, es muy similar a mi anterior colegio.
Estaba aquí, plantada en el húmedo ambiente de Londres, escuchando una hora más a la señora dándonos la bienvenida. Al menos, no estaba sola, mi prima, quien ya había estado aquí en los últimos semestres, estaba a mi lado, muerta del aburrimiento tanto como yo. Sus amigas, a un lado de ella, luciendo fasinadas por cada palabra que salía de la mujer, hasta que se acabó.
—¡Por fin! —Celebró Llum, mi prima, una vez estábamos instaladas en el patio del recinto.
—Siempre es el mismo discurso todos los malditos años —Gala se dirigió a mí con una mirada alzada. Sus profundos ojos verdes me dieron escalofríos—. Espero que no te haya abrumado, preciosa. Pero ya viste que nuestra rectora es un dolor de culo.
—Ovarios —Corrigió, Leonor, la amiga pelirroja y regordeta de Gala.
—Bien, tenemos el día libre antes de volver a las torturas, ¿Vienen a dar una vuelta? —Ofreció la chica de ojos verdes.
—Gala, tus vueltas nos terminan dejando en problemas. —Esta vez, mi prima la que intervino—. Es el primer día de Belle, no quiero estresarla.
—Va a ser tranquilo... Pero, no prometo nada.
Nuestra salida fue tranquila, pero quien sabe que fuera permitida por las reglas del internado. Fuimos hasta un bosque para nada habitado, pasando por unas vallas rotas y un riachuelo con un puente de piedras. Nos sentamos a platicar, mientras Gala, Leonor y Llum compartían un cigarrillo. Yo, por otro lado, no le ponía atención a su conversación sobre sus amores de verano, estaba muy entretenida leyendo por milésima vez como el Señor Darcy le confiesa a Elizabeth sus sentimientos por ella. Y la vena de la emoción se siente como la primera vez.
Antes de que el sol cayera, nos dirigimos a nuestros dormitorios, a cambiar nuestra ropa para la cena. Me plante en la puerta de mi habitación, pero antes de hacer girar la perilla, Leonor me tomo del brazo.
—Gala, mira esto.
La mencionada miró el número en mi habitación, hizo una cara de asco y me vio.
—Yo que tú, pido que me cambien de habitación —Habló, su voz con un desde de desagrado.
—¿Por qué? —El tono de su comentario me alarmó.
—Te vas a quedar con el fenómeno de Beast —respondió, otra vez su muestra de asco.
—Tampoco exageres, Gala —Llum, hizo que Leonor soltará mi brazo—. No les hagas caso, Belle.
—¿Que no exageré? La chica es un fenómeno, y todavía tiene el atrevimiento de tener un carácter de mierda.
—Pues a mí me parece normal, y no es tan grosera como la pintas. Quizás solo en seria.
—¡Chicas, a comer!
La supervisora de los cuartos nos habló, interrumpiendo la discusión de las dos chicas, por no fue de mucha ayuda. Sirviendo la cena y sentadas la mesa seguían hablando de la chica.
—Es una retraída social, lleva dos semestres aquí, y no hace amistad con nadie —Gala enrredo los fideos de pasta en su tenedor para llevarlos a su boca.
—Escuché que sus padres la educaron toda su vida en casa por su enfermedad —Le siguió Leonor.
—Lo hubieran dejado así, es tan horrible que la debieron encerrar en la torre más alta de este internado.
—¡Ya basta! —Llum se pronunció—. Joder, son un par de exageradas, Adeline es peculiar, pero no un fenómeno.
—¿Has visto su piel? Da asco, Llum. Y ni siquiera es amable —Gala marco su semblante—. Su mismo apellido lo dice, es una bestia.
—También escuché que era Lesbiana —Ludmilla, otra vez sacando datos personales.
—Sí, pero se las que dan asco. —Gala, una vez más, apoyando.
Adeline Beast... Que interesante.
Cada palabra que las chicas decían me llenaban de curiosidad sobre ella. ¿Quien era? ¿Por qué no le agradaba a Gala?
Esa noche cené las dudas que ellas me habían dejado. Al abrir la puerta, no vi más que una chica, sentada en uno de los escritorios en la habitación, de espaldas a mí con una capucha que cubría su cabello y parte de su rostro.
—B-buenas noches —Tartamudeé—. Soy Belle, tu compañera de cuarto.
Un ojo, tan azul como los zafiros, se asomó por la oscuridad de la capucha. Volvió a la rosa que estaba dibujando, ignorando completamente a mano que le había extendido. Se tapó aún más con la capucha, pero concentrada en las líneas que hacía con su bolígrafo rojo.
—Adeline Beast —Si voz era profundida, pero serena. Tanto, que llegaba a darme un escalofrío de vez en cuando.
Esa fue mi primera interacción con ella, y una de las más escasas. Siempre que entraba a la habitación por las tardes, no había nadie, pero las cosas cambiadas de lugar, o cosas nuevas en su escritorio me hacían saber que había pasado tiempo ahí. Era mi compañera de cuarto, pero no sabía muchas cosas de ella, casi nunca me dejaba ver su rostro, u otra cosa que no fuera su fea capucha negra. Más allá, de que le encanta dibujar, sobre todo dibujar rosas y leer clásicos de terror; así como Lovecraft, Poe, Stoker. No conocía mucho de Adeline.
La verdad, es que no parecía una mala chica así como la pintaba Gala. Sí, era friki por qué casi nunca se dejaba ver. Sí, a veces contestaba de mala gana. Y sí, era una completa maleducada que apagaba las luces sin mi permiso.
Bueno, sí, Adeline era bastante complicada. Pero había un enigma en ella, que me hacía desear descubrir todo lo que ocultaba. Y ese deseo, se me hizo realidad.
Una madrugada, de esas cuando ella se levantaba temprano para ir a clases, la puerta estaba casualmente entre abierta. El magnetismo en esa situación, me hizo levantarme y echarle un vistazo al cuarto de baño. Me replante una que otra vez, el hecho de lo que estaba haciendo era inmoral. Pero no podía resistirme. ¿Que hay en las profundidades de Beast?
Mis ojos subieron por sus bien formadas piernas, cuyo tono de piel variaba. Habían pequeñas manchas de color blanco en sus pantorrillas. Subí aún más mi vista, su espalda baja y parte de la alta también presentaba esos trazos de piel blanca por toda su extensión, aunado de pecas rojizas, contrastando con algunos partes de piel morena. Su cabello, tenía ebras blancas que se perdían entre el color castaño. Paso por sus brazos las mangas de la camiseta del uniforme, obstruyendo la hermosa vista que tenía.
No me había dado cuenta, cuando mis pies buscaban la forma de abrirse camino en ese cuarto de baño. Pero subir la vista al espejo, hizo que pusiera mi freno de mano, su mirada choco con la mía a través del reflejo. Su ojo derecho, fue el zafiro que mire la noche que nos presentamos, mientras que su ojos izquierdo era de un ámbar precio. Sus cejas tenían partes blancas y castañas igual que su cabello. Y su mejillas y mentón tenían los mismos tonos bicolor de su piel.
Jamás en mi vida había visto algo tan hermoso.
—¿Encontraste algo que te guste? —De nuevo, su voz me dio un escalofrío profundo.
Mierda.
No pude formular palabra, estaba muda por completo. Solo podía retroceder a medida que cortaba mientras distancia pero, en algún punto, la parte trasera de mis rodillas chocó contra mi cama, obligándome a sentarme. Se inclinó hacia mí, estábamos cara a cara, sus grandes manos enterradas en el colchón, apresando mis caderas.
—Dilo, Belle —Habló, con ese tono tenebroso. Su mirada cavando en lo más interno de mi alma—. Di que soy horrible y te doy asco. Di que mi apariencia es completamente igual a mi carácter. Di que soy un fenómeno. Di todo lo que te ha dicho Gala de mí, y que seguro también piensas.
Imaginen mi vista, Cada palabra, era un destello de furia en sus pupilas. Era como el fuego de infierno en un hermoso paraíso. Su camiseta estaba desabotonada, dejando ver el sostén negro que contrastaba con su piel, diminutos boxers igualmente negros aferrándose a su cadera y bajando por sus muslos bien definidos. Más esa piel, esa hermosa piel morena y blanca.
Dios podría morir una y mil veces viendo esto.
Me tomé el atrevimiento de tocar uno de sus mechones blancos que caía al lado de su cara. La suavidad al tacto, el olor frutal. Era maravilloso.
—Eres hermosa... —Mis labios abandonaron la frase con naturalidad.
Fue su turno de retroceder. Tanto yo como ella, no esperábamos esa respuesta, pero no había vuelta atrás.
—¿Es una de las bromas de Gala? —la furia en sus ojos apareció.
—No, Adeline —Me acerque a ella, esta vez pasando la punta de mis dedos por su mejilla—. De verdad, eres preciosa.
—No digas estupideces, Belle. Tú y yo sabemos que te repugno.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Te he escuchado hablar con Gala. Me queda claro que te quedas con su primera impresión.
—Adeline, no te conozco mucho, pero ese es el mejor pretexto para hacerlo —Tomé su cadera, pegándola un poco, omitiendo nuestra diferencia de altura—. Me importa un comino que piense u opine, Gala. Adeline Beast, tengo tantas ganas de conocerte, como Drácula de chupar sangre.
Mi pequeño chiste rancio, hizo que ella suavizará la mirada y sonriera un poco. Me puse de puntillas, para plantar mis labios en su mejilla. Pudiendo ver, como en ella y en esos destellos se bondad; detrás de la fachada de Bestia, estaba la mujer más bella que había visto.
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