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David-Sinistea


David es un personaje original de mi fanfic Serpientes Inefables. Es mitad ángel por parte de madre y mitad demonio por parte de padre. David solía ser muy travieso en su infancia, y en la adolescencia adquirió el gusto por las motos veloces, pero en la actualidad es un hombre más sereno y familiar. Está en una relación poliamorosa con Michael y Liam, y es madre de cinco hijos recién nacidos (Tyler, Paul, Austin, Anthony y Elena).

Sinistea es un pokémon de tipo fantasma perteneciente a la octava generación de pokémon. Se dice que surgió cuando un alma solitaria poseyó una taza de té abandonada, y que forma parte de una vajilla muy valiosa de la cual circulan numerosas falsificaciones. El cuerpo real de Sinistea vendría a ser el líquido violeta, y la taza el objeto al que se aferra para poder moverse.

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Si le hubieran dicho de niño que terminaría trabajando en un pequeño local de té en la Gran Estación de Ciudad Puntera, David se habría reído a carcajadas. Y sin embargo allí estaba, madrugando para abrir el local y servir las primeras tazas de té del día.

David había sido lo que se dice un niño hiperactivo durante buena parte de su infancia, causando bastantes problemas en la escuela y en el barrio. Solía pelearse con otros niños y tener batallas pokémon no autorizadas (puesto que los menores de once años no tenían permiso para llevar sus propios pokémon), y además repetía que ni bien cumpliera la edad requerida se largaría de casa para ser entrenador. Lo que él no sabía era que sus padres le tomarían la palabra, y que apenas cumpliera once ellos le darían dinero, una mochila repleta de objetos necesarios y su bendición para iniciar el viaje de los entrenadores pokémon.

Al principio se ofendió, creyendo que sus padres lo habían echado, y se negó a escribirles cartas o volver a casa en las fiestas. Pero al cabo de un tiempo, después de muchas aventuras y batallas ganadas y perdidas, David comenzó a entender por qué esa decisión había sido buena. Él había empezado a convertirse en un alborotador, uno de esos niños que no estudiaban ni se preocupaban por nada excepto armar barullo. Mientras otros jóvenes de la escuela pokémon se afanaban en estudiar para poder iniciar sus viajes, él se saltaba las clases para vagar por el centro de Puntera con sus amigos. Hablaba mucho de los pokémon, pero lo cierto era que no los entendía ni sabía lo sacrificado que era cuidarlos. Por eso, después de más de seis meses de viaje y habiendo perdido en la primera ronda del Torneo de Medallistas, regresó a casa con lágrimas en los ojos y pidiéndole a sus padres que lo perdonaran.

-Lamento haberme portado como un necio todo este tiempo- balbuceó mientras abrazaba a su madre.- No soy el gran entrenador que creía, no soy más que un tonto. ¡No volveré a portarme mal nunca, lo juro!

-Ay, mi vida, no digas eso, no eres un tonto- lo consoló su mamá con dulzura.- Eres un niño bueno y de corazón noble, solo estabas confundido. No te culpes por tus errores, al fin y al cabo, ¿quién no comete errores?

-Yo a su edad...

-Tú cállate- interrumpió la buena señora a su marido, sin dejar de sonreír.- David, cielo, escucha. Muchos niños son hiperactivos como tú, pero eso no los hace malos. A veces solo necesitan un empujón en la dirección correcta, y tú tuviste ese incentivo al hacer tu viaje de entrenador. ¿Cómo crees que te fue?

-Pues mal, claro. ¡Perdí en la primera ronda!

-Pero para llegar a esa primera ronda tuviste que enfrentar muchos desafíos increíbles, ¿o no? Capturar pokémon, tener batallas, viajar por toda la región en tren y en aerotaxi. Y lo más importante de todo, tuviste que dejar de lado tu rebeldía para cuidar de otros, tus pokémon, que necesitaban tu ayuda y tu amor para mantenerse a salvo. ¿Crees que valió la pena?

David dejó de acomodar las sillas del local y observó a su Sinistea, que revoloteaba feliz encendiendo las luces y las pavas eléctricas que servirían para el agua del té. Con una sonrisa nostálgica, se acercó a él y lo sostuvo en sus manos como a un valioso tesoro. Sinistea parpadeó sorprendido pero feliz.

"Valió muchísimo la pena, mamá" se respondió a sí mismo pensando en lo afortunado que había sido al descubrir un compañero como Sinistea. El fantasmita no solo era adorable sino que tenía buenos poderes en batalla, por lo que en su época de entrenador habían ganado numerosos encuentros juntos. Y ahora, en su época de adulto que debía pagar cuentas y llevar adelante su vida, Sinistea lo ayudaba haciéndole compañía, entreteniendo a los clientes con sus piruetas e incluso usando sus poderes para transportar las bandejas con pedidos a las mesas cuando el local estaba demasiado lleno.

-Sinistea, debemos esforzarnos mucho hoy- le dijo con entusiasmo a su pokémon, que volvió a flotar junto a él.- Si queremos lograr que nos den la concesión de té dentro del Estadio, debemos demostrar que somos los mejores para el puesto. Que tenemos más clientes que nadie, y nuestras bebidas y pasteles son los mejores. ¿Qué dices? ¿Crees que lo lograremos?

-¡Siiiin!- asintió Sinistea dando una voltereta tan grande que su taza casi se estrella contra el suelo. David lo atajó justo a tiempo y lo depositó sobre su cabeza.

-¡Despacio, o tendrás que reponer esa taza por tercera vez en el año! Arceus santo, amigo. Me haces acordar cada vez más a mí mismo de niño...

-¿Sin?

-Sí, me recuerdas a mí porque yo era igual de atolondrado que tú- se burló con cariño el hombre.- Vamos, encendamos esos fuegos y pongámonos a hornear. Si queremos dar de desayunar a los trabajadores de la Liga y la gente de Puntera, debemos estar listos. ¡Y si queremos ganarle la concesión a ese petulante de Jean debemos demostrar que nuestro té es mil veces superior a su café!

-Ese es el espíritu- aplaudió Harvey desde el vano de la puerta, sonriente y elegante ya desde esa hora de la mañana. David se sobresaltó y Sinistea salió volando un metro antes de recobrar su postura normal.

-¡Harvey, amigo! ¿Tan temprano por aquí?

-¿Qué te digo? Voy camino a Macro Cosmos, a tener una cita de negocios con el nuevo presidente, y nada como una buena taza de té en tu local para infundirme ánimos y energía. Sobre todo energía. ¿Te quedan pastelitos de chocolate? A Delphi le encantan...

-Tengo, tengo todo lo que les gusta, por favor siéntense y dénme un minuto. Sinistea, amigo, ¿puedes sacar las tazas y platos de la alacena?

Sinistea asintió y salió flotando rumbo a la cocina, totalmente concentrado en su deber de ayudar a David lo más posible. Él no entendía del todo por qué era importante ganarle a Jean la concesión del local de té del estadio, pero sí entendía que era una meta que haría muy feliz a su amigo. Y si David iba a ser feliz con eso, él trabajaría sin descanso para lograr que hasta el último cliente que entrara por esas puertas se fuera satisfecho y alabando el servicio recibido. 

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