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feelings.

CASSANDRA Y CLAIRE LLEGARON AL COMEDOR, listas para cenar junto a todos los demás. Cass acompañó a la pequeña hasta su silla, después se encaminó hasta el único lugar que había libre, estaba entre Bronwyn y Jake. Antes de que pudiera tan siquiera acercarse lo suficiente, Enoch habló.

— Olive, levántate.

— ¿Qué?

— Levántate. Ese es el puesto de Cassandra.

— Pero, Enoch, me siento más cómoda aquí.

— Todas las sillas son las mismas, así que no creo que haya mucha diferencia si es que te sientas aquí o en cualquier otra.

Olive asintió cabizbaja, para después levantarse, dejando el puesto libre. Coleman aprovechó y rápidamente lo tomó, dedicándole a Enoch una pequeña sonrisa que nadie más notó.

Un rato después entró la señorita Peregrine, luego, Jake y Emma. Olive invitó a Jake a sentarse a su lado, pero él solo agradeció la oferta y se sentó a un lado de Emma, lugar que antes le pertenecía a Millard, pero este se había retirado por un momento después de que Alma se diera cuenta de que estaba desnudo en la mesa. Claramente, lo mandó a vestirse como una persona decente.

— Vean a Enoch, se nota lo celoso que está —comentó Horace con gracia.

— ¿Por qué debería estar celoso? Olive puede casarse con Jake si es lo que quiere, no me importaría.

La pelirroja se desanimó notoriamente al escuchar tal declaración.

— Enoch, deja de ser tan cruel. Olive no quiere casarse, debe estar simplemente emocionada por tener un visitante —respondió Fiona tratando de aliviar un poco la situación.

— Niños, nadie se casará con nadie. Dejemos de hablar de eso y comencemos a comer, la comida se enfría.

Una vez más, todos empezaron a comer. Fiona y Olive comenzaron a hablar animadamente con Jake, el resto era ajeno a la conversación.

— Claire, ¿por qué no comes? —preguntó Cassandra con cierta preocupación, interrumpiendo accidentalmente a Olive, pero no podría importarle menos.

— Le avergüenza comer frente a Jake —respondió Hugh.

— No, adelante, por favor come —Jake habló, dándole la confianza suficiente como para comer cómodamente.

Pero claro está que su manera de hacerlo tomó desprevenido a Jake, entendiendo porqué Claire no quería comer frente a él.

— Jake, ¿cuál es tu peculiaridad? —Horace no era conocido por poder aguantar su curiosidad.

— No, yo... No soy peculiar.

— Y por eso, amigos míos, es que él no se quedará en el bucle con nosotros.

— Ya hablamos de esto. Jake solo está de visita —Alma intervino.

— Tal vez quiera quedarse. ¿Por qué no te quedas, Jake? —Olive se dirigió a él con una timidez que para Cassandra parecía ridícula, haciéndola rodar los ojos.

— ¿Pero solo por hoy o...?

— ¡Para siempre, quédate para siempre! —Claire exclamó con emoción.

— Claire, no tenemos porqué obligarlo a quedarse. Si no lo quiere hacer, entonces no lo hará —Cassandra entró en la conversación por primera vez.

Enoch asintió, dándole la razón— él puede vivir en su época, envejecer, formar una vida. Se irá, tal y como su abuelo se fue.

Emma lo miró incrédula. Mencionar la huida de Abe era como tocar una fibra muy delicada en ella, por lo que dejó los cubiertos en la mesa bruscamente y se retiró de la habitación, ignorando el reclamo de la señorita Peregrine.

— Enoch, ¡eso fue muy descortés! Sabes perfectamente la razón de Abe para irse de aquí.

— Se fue a la guerra —relató Hugh.

— Y luego conoció a una mujer, tuvieron un pastel de bodas, ¡también un hermoso bebé! —continuó Bronwyn.

Claire estaba dormida en el hombro de Cassandra puesto a que era su hora de dormir, y nunca lograba pasarse ni siquiera por unos minutos, el sueño siempre le ganaba. Enoch la invitó a sentarse a su lado, oferta que por supuesto, no pudo negar.

Horace estaba proyectando uno de sus tantos sueños, el cual seguramente se trataría de ropa, pero todos concordaban en que eso era mucho mejor que escuchar la radio. Y tal como era de esperarse, trató mayormente sobre ropa, pero también mostró una escena inquietante.

Una ymbryne siendo forzosamente trasladada a una habitación, donde se encontraban los que parecían ser el señor Barron y todo su grupo de peculiares resignados.

— Una ymbryne... ¿sabe quién es, señorita Peregrine? —cuestionó Fiona.

— Tranquila, Horace solo tuvo una pesadilla —habló Hugh.

Cassandra se removió incómoda en su asiento. Las palabras atoradas en su garganta la quemaban, pedían salir pero Coleman no cedió. No podía decirlo en ese momento, era inoportuno, y tampoco quería preocupar a nadie.

La tensión que había dejado la escena fue disipada cuando Jake y Emma aparecieron. Estaban en una situación que se veía comprometedora, como si estuvieran por darse un beso. Los chicos empezaron a reír con complicidad mientras Emma se sonrojaba y Jake solo evitaba la mirada de los demás con incomodidad.

Una vez que Alma consideró que era suficiente prendió las luces, haciendo que todos bufaran con fastidio, como si estuvieran protestando por más.

A pesar de que era un día fresco y soleado, lo único que iluminaba la habitación eran las escasas velas que se encontraban esparcidas por todo el lugar. Si había algo que Cass amara, era su habitación. Ese pequeño espacio del mundo era el único al que podía llamar suyo. El único en el que se sentía segura de ser ella misma, de hacer lo que quisiera, decir lo que quisiera y simplemente vivir de la manera en la que más le gustaba, aislada.

Todo parecía angelical y sofisticado dentro de esa habitación, al mismo tiempo era tétrico. Como una estatua de un ángel en un cementerio. Por otro lado, Cassandra se veía aún más inquietante. Sentada perfectamente frente a su ventana, su piel parecía brillar bajo la luz cálida que las velas emanaban, su vestido caía en suaves ondas blancas que se movían con el poco viento que lograba entrar al cuarto, al mismo tiempo, abrazaba su cuerpo de una manera fenomenal. Se veía etérea, como una entidad divina. Era inexplicable ante los ojos de cualquiera.

Pocas eran las veces en las que Coleman salía de allí por voluntad propia. Siempre era Alma, la que entraba y le recordaba que debía ir a tomar el sol. Claire, la que tocaba su puerta y la invitaba al jardín a jugar con ella. Emma, la que le avisaba si era la hora de comer o si había algo importante que hacer. Y pocas veces Enoch, que solo iba para... estar ahí, incluso si era por un momento.

Enoch era posesivo, celoso y ciertamente abusivo, pero la amaba por quien era. Era el único que la buscaba no para avisar algo, tampoco con la intención de sacarla de su lugar, solo llegaba con la intención de acompañar.

O'Connor la entendía bien. Entendía su fragilidad, su sensibilidad, su rechazo hacia el mundo exterior y también sus rasgos especiales, aquellos que la hacían ser Cassandra. Él sabía el porqué de muchas cosas, ya que, a diferencia de muchos otros, él se daba el tiempo de conocerla. Observaba y analizaba su comportamiento silenciosamente, la escuchaba con detenimiento, incluso llegó a oírla secretamente recitando poesía, pero claro estaba que nunca le confesaría que llegó a tal punto de profundidad en su vida.

Cassandra dejó caer su cabeza hacia atrás y cerró los ojos con cansancio. Podía escuchar unas fuertes e inconfundibles pisadas desde su habitación, también el como se acercaba, hasta que las pisadas cesaron y solo se escuchó como la puerta se abría con cierta calma.

— Hola, Enoch —saludó Coleman. El chico solo respondió con un "hey", para después dejarse caer sobre la cama—. ¿Pasa algo?

— No, no pasa nada.

— Entonces, ¿a qué se debe la visita?

— ¿No puedo venir? ¿O te molesta que esté aquí, Cassandra? Según lo que tengo entendido, te gustaba mucho mi compañia.

— Me sigue gustando, Enoch, pero hace meses no vienes... supongo que haz estado ocupado en otras cosas, ¿no?

— ¿Otras cosas? ¿Qué crees que podría ser más importante que tú?

Cassandra pensó antes de responder, y terminó llegando a la conclusión de que no tenía sentido hablar— Olvida lo que dije.

— Deja de hacer eso, Cass. Sabes que odio que me dejes con la duda, así que no aceptaré esa respuesta, quiero algo válido.

— No es importante.

— Lo es. Todo lo que tenga que ver contigo es importante para mí, así que debes responderme, ¿qué otras cosas piensas que podrían ser más importantes que tú?

— Pasas demasiado tiempo con Olive —Enoch asintió complacido.

— Es difícil quitármela de encima, Cassie.

— Nunca te he visto tratando de rechazar su insistencia por estar junto a tí.

— Que nunca lo hayas visto no significa que no lo haya hecho.

— ¿Te gusta, no? —el mayor iba a negarlo, pero Coleman continuó antes de que pudiera hablar—. Te gusta que ella esté detrás de tí, te genera una sensación de superioridad.

— No estamos hablando de eso ahora, Cassandra, eso no viene al caso.

— Por supuesto que sí viene al caso. Esa sensación de poder es lo que no te permite tomar distancia con ella incluso a pesar de que ya me tienes a mí.

Enoch sonrió entendiendo la razón del reclamo— ¿Estás celosa?

— No, solo me parece estúpido que la quieras mantener de esa manera cuando ya estoy yo. Es injusto que yo sea tuya y que tú no parezcas ser mío, Enoch. Deberías serlo.

— Lo soy.

— ¿No te basta conmigo? ¿No sientes que es suficiente con el poder qué ejerces sobre mí? ¿No me he dejado humillar lo suficiente por tí, Enoch? ¿Qué más necesitas que haga?

— Haré que me deje en paz —evitó responder alguna de las tantas preguntas.

— Por favor, responde lo que te pregunté, es en serio.

— Es más que suficiente con lo que haces. No necesito nada más, y sí, me basta contigo, solo no quise ser cruel con Olive.

— Pero eres cruel con todos, ¿por qué hiciste una excepción por ella? —su voz se hizo tan fina como un hilo mientras bajaba su cabeza y veía sus manos, buscando una distracción para no quebrarse frente a Enoch.

— No sé, Cassandra, no lo sé, y lo siento. Me alejaré de ella, está bien.

— Gracias...

O'Connor sintió una pizca de culpa al escuchar la voz quebrada de Cassandra, le rompía el corazón verla llorar, pero al mismo tiempo le causaba un poco de satisfacción.

— Ven, Cassie —abrió los brazos ampliamente, y en menos de treinta segundos Cassandra ya estaba sobre él, aferrándose a su cuerpo y escondiendo la cabeza en su cuello—. Sabes que no me gusta hacerte daño, solo... sí, tienes razón, me gusta esa sensación de poder y es algo que no puedo controlar, perdóname, muñequita —en su mente había una retorcida mezcla de amor y cinismo que solo permitía que palabras vacías salieran de su boca.

Cassandra sabía que esas disculpas eran en vano, y que esas dulces palabras eran como pétalos de dientes de león que se desvanecerían con el viento, pero le gustaba ese sube y baja. La emoción de saber qué seguía la mantenía atada a él, su forma de ser era como un enigma que Cass estaba dispuesta a descifrar cuantas veces fueran necesarias.

Coleman alejó su cabeza del cuello de Enoch en busca de su mirada, pero en cambio, recibió un beso lento y delicado. El sabor salado de sus lágrimas, aquellas que evidenciaban su dolor era como el paraíso para O'Connor, no había nada que le gustara más que el tener a Cassandra de ese modo. Era como tenerla totalmente a su merced, sentía que no había momento más este íntimo que ese, tampoco una situación en la que la castaña estuviera tan vulnerable. Era simplemente increíble, algo deleitante para sus sentidos.

Enoch fue el encargado de llevar el ritmo del beso. Quiso que fuera vacío, pero por primera vez, expresó todo lo contrario. La menor pudo sentirlo cargado de emociones sinceras y declaraciones de amor que no lograban ser expresadas verbalmente. Era pasional, tentador, amoroso, pero al mismo tiempo temeroso, como si los dos tuvieran miedo de transmitir todo lo que sentían.

Al separarse, solo lograron seguir abrazados. No podían mantener el contacto visual, porque sabían que de lo contrario no serían capaces de resistirse el deseo mutuo que llevaban reteniendo por años.































































































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wrote on the folklore cabin
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