Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPITULO 4

La música sonaba con fuerza dentro del gimnasio. El lugar estaba abarrotado y se escuchaba también el murmullo de voces, indicaciones y quejidos. Genevieve caminó por los pasillos del lugar y se detuvo en el salón donde Darcy impartía la clase de pilates, entró en el lugar y saludó a varias chicas que se encontraban de pie, esperando que apareciera la instructora y comenzar con la rutina del día.

-Buenos días, chicas – Saludó Darcy con una enorme sonrisa – Perdón por hacerlas esperar, ¿están listas? – Preguntó.

Las mujeres asintieron y tomaron sus respectivos lugares. Ese día, la rutina sería en máquinas y todas subieron al trapecio para ejercitar las piernas, el abdomen, las caderas y el pecho. Comenzaron con el ejercicio que duró aproximadamente una hora, al terminar, se despidieron de Darcy para verse al día siguiente.

-¡Recuerden que mañana tendremos rutina sobre el piso!- gritó Darcy – No se les olvide traer su colchoneta y su pelota. – dijo y se reunió con Gene que limpiaba el sudor de su frente con una toalla.

-¡Estoy molida, Darcy! – exclamó Genevieve y bebió más de la mitad de su botellón de agua.

-Adoro las rutinas sobre las máquinas – respondió su amiga - ¿Cómo estuvo tu mañana? ¿Algún problema con tu desayuno?

-¡Lo volví a arruinar! – dijo con tristeza Genevieve – Así que sólo comí un yogurt griego y unas galletas que compré en el centro comercial.

-¡Pensé que ibas a comer algo más sustancioso! – la reprendió Darcy – Si te matas con el ejercicio y sigues comiendo así, vas a enfermarte como el año pasado. Estabas muy delgada y todo por culpa de Nicholas y su obsesión por verte en los huesos.

-Tienes razón – exclamó Gene – Creo que hablaré con Boris para que me dé una dieta y pueda comer algo sustancioso y sabroso. – suspiró – Es que eso de la cocina no se me da, hoy quemé mis huevos fritos y el pan tostado. Pero la señora Robertson se ofreció muy amablemente a darme clases de cocina.

-Tienes que tomarlas – exclamó su amiga – Te ayudarán mucho, porque si no aprendes vas a morir de hambre. ¡Te conozco! Y sé que cuando algo te sale mal, te deprimes y no te esfuerzas por corregir ese error. Al contrario, dices que eres una buena para nada y te hundes. Tú sola llegas al fracaso. – dijo Darcy y la abrazó – Vamos a almorzar, Boris preparó algo delicioso que te va a encantar.

Gene asintió y caminó detrás de su amiga. Darcy tenía razón en sus palabras, necesitaba hacer muchos cambios en su vida, ahora más que nunca y en el fondo le agradecía a la chica por hacerle ver sus errores. Las mujeres entraron a una pequeña habitación localizada en la parte trasera del gimnasio, se trataba de un área de descanso, en ella, Boris terminaba de preparar un delicioso almuerzo.

-¡Hola Gene! – Dijo saludando a la morena - ¿Tienes hambre?

-¡Estamos hambrientas! – Exclamó Darcy abrazando a su marido y besándolo en los labios.

-¡Pues adelante, vamos a almorzar!

Las chicas ayudaron al hombre terminar de poner la mesa y los tres se sentaron a disfrutar de un suculento almuerzo que consistía en un plato de arroz frito con verduras, unos emparedados de ensalada de pollo y unos aguacates rellenos de atún. Como postre, disfrutaron una gelatina de fresa y yogur.

Genevieve comió con ganas, Boris era un excelente cocinero y en el fondo sintió un poquito de envidia. Así que se propuso aprender a cocinar para poder invitar a sus amigos a su casa y prepararles una comida suculenta como aquella.

-Y hasta ahora, ¿cómo ha estado tu día Gene? - Preguntó Boris dejando escapar un suspiro.

-Por ahora, bastante pesado – sonrió la joven y comenzó a narrarle su "aventura" en la cocina y en el centro comercial.

Boris se rió con ganas mientras la chica le contaba porqué se había quemado su desayuno y el hombre le compartió algunos tips para preparar un desayuno rápido. Genevieve también sonrió y después suspiró al recordar a su vecino.

-¿Te pasa algo? – Preguntó Darcy al ver la expresión de ensoñación en el rostro de Genevieve - ¡Anda, compártelo con nosotros! – La alentó.

Gene se llevó una fresa a la boca, la masticó con gusto y se mordió el labio antes de comenzar a hablar.

-¡Hace rato conocí a un chico! – Suspiró de nuevo – Posee un encanto natural y ¡es tan hermoso!

-¿Un chico? – preguntó Darcy con una enorme sonrisa – Algo me dice que ese Nicholas está abandonando tu corazón para dejarle el sitio a otro hombre.

-¿Dónde lo conociste? – exclamó Boris con interés - ¿Vive en este barrio? – preguntó ansioso de saber más al respecto.

-Sí – asintió la chica y se puso colorada – Es mi vecino.

-¿Tu vecino? – preguntó Boris arqueando la ceja - ¿Es el señor Robertson? – dijo lanzando una carcajada - ¡Ese no es un chico!

-¡Basta, Boris! – dijo Darcy – Deja que Gene nos hable sobre ese chico, que por la expresión en su rostro la ha dejado anonadada.

La cara de Genevieve volvió a teñirse de rojo, ¡era cierto lo que había dicho Darcy! Su vecino la había dejado anonadada y eso que únicamente le había dado una vista. El hombre la había impactado y en su interior había crecido la necesidad de conocerlo. ¡Necesitaba saber más de él! No sólo su nombre y que ¡era su vecino! Deseaba saber lo que le gustaba, lo que no, que le molestaba o lo ponía feliz. ¡Todo sobre Thomas Hiddleston!

-Se llama Thomas Hiddleston y vive en el departamento que está junto al mío. – suspiró Genevive y se mordió el labio inferior - ¡Es guapísimo! – dijo emocionada – ¡Es que si lo vieran! – exclamó – También quedarían anonadados. – continuó – Tiene la sonrisa más hermosa que he visto en mi vida, unos ojos expresivos y de un verde intenso. Su cabello es cobrizo, rizado y un poco despeinado. – volvió a suspirar – Su manera de vestir es un poco desaliñada, descuidada, pero no se ve sucio. ¡Es la clase de tipo que quiere pasar desapercibido pero no puede! Inmediatamente llama la atención y ya no puedes quitarle la vista de encima.

-¿Así que ya conociste al profesor Hiddleston? – preguntó Boris sin borrar la sonrisa de su rostro - ¡Es un tipazo!

-¡Todo un caballero inglés! – intervino Darcy – Cautivador, seductor, ¡cómo un príncipe de un cuento!

-¿Ustedes lo conocen? – preguntó Genevieve muy sorprendida.

-¡Claro! – exclamó Boris – Viene entrenar a este gimnasio todos los fines de semana, pero hoy no se presentó.

-¿Y tiene novia? – preguntó de inmediato Genevieve.

-Nadie lo sabe – respondió Darcy – Su vida personal es un misterio.

-¿Y qué te dijo? – añadió Boris queriendo saber más - ¿Te invitó a salir? ¿Lo invitaste a salir? ¡Dilo todo sin mentir!

-No, nada de eso. – respondió Gene – Sólo me ayudó a levantar unas cosas que cayeron al piso, me dijo su nombre y ¡se fue!

Boris y Darcy comenzaron a reír después de escuchar a la chica. Parecía que Thomas había causado una gran impresión en ella a pesar de la manera poco usual de conocerse y que prácticamente no habían intercambiado palabra alguna. Sin embargo, les daba gusto saber que Genevieve tenía posibilidad de comenzar una amistad con él.

-¡Pues entonces aprovecha que ya lo conociste! – Exclamó Darcy – Tú mereces otra oportunidad... ¡aunque digas que vas a olvidarte de los hombres!

-¡Pero es que...!

-Al menos olvídate de los hombres como Nicholas – Intervino Boris – Yo no sugiero que de inmediato te busques un novio y que comiences una relación amorosa con el primero que se te ponga en frente – Comentó el hombre – Pero Darcy tiene razón, puedes darte la oportunidad de conocer otras personas, gente diferente a la que estabas acostumbrada a tratar.

-Es cierto, amiga – Murmuró Darcy – Te hará bien rodearte con gente diferente, personas sencillas y nada glamourosas o superficiales.

-Bueno – Suspiró Genevieve – De momento ya conocí a los señores Robertson – Sonrió la joven – Y ellos son adorables.

Darcy y Boris volvieron a reír, Genvieve los imitó. Su charla se centró ahora en el tema de la cocina y la chica pidió algunos consejos más para no volver a quemar su desayuno.

* * *

Tom llamó a la puerta de los Robertson, en sus manos llevaba una charola repleta con brownies y en otra varios emparedados de salmón al curry. El señor Robertson abrió la puerta y esbozó una enorme sonrisa al ver a su amigo Tom frente a la puerta.

-¡Muchacho! – Dijo el hombre - ¡Qué sorpresa! Vienes temprano – Murmuró ayudando al chico con una charola.

-¡Sé que aún no es la hora! – Suspiró Tom – Pero quería hablar con ustedes.

-¡Tom! – Intervino la señora Robertson que salía de su habitación - ¿Cómo estás? ¿Dónde dejaste a Bobby? – Preguntó.

-Bobby está con Chase y Fiorella – sonrió – Hace rato que salimos a pasear y me di una vuelta por su casa, pero se quedó con ellos.

-Está bien, Tom. – respondió la mujer - ¿Quieres que te sirva un trozo de flan? – preguntó la señora al momento de que le hacía una seña a Tom para que se sentara junto a su marido en la sala.

-Se lo agradezco, pero prefiero esperar a que sea la hora de tomar el té. – exclamó el muchacho – Por ahora me gustaría que me dieran un consejo. –suspiró.

-¡Por supuesto! – respondió el señor Robertson - ¿Qué es lo que te acongoja?

-Se trata de mi madre – continuó Tom y se llevó las manos al rostro – Ustedes saben que es demasiado sobre protectora, ¡creo que exagera! – dijo y los señores asintieron – Ahora se le ha metido en la cabeza el querer mudarse a Los Ángeles, ¡y yo no quiero eso! – exclamó y apretó los puños – Ella quiere controlar mi vida y yo no deseo que ella llegue a este lugar para manipularme a su antojo. ¡Soy feliz estando solo! Pero ella no quiere entender que ya no soy un niño y que ya no necesito de ella. Es mi madre, la adoro, pero soy un hombre adulto que toma sus propias decisiones.

-¿Y por qué no se lo dices? – preguntó Stan Robertson – Habla con ella como lo estás haciendo con nosotros.

-Sí, hijo. – intervino Martha Robertson – Ella tendrá que entender que eres un hombre independiente y que ya no la necesitas de cierta manera. – dijo la mujer – Pero debes demostrarle que la amas, para que no vaya a malinterpretar tus palabras, pues se nota que tu madre es una mujer de carácter fuerte y de armas tomar.

-¡Exacto! – dijo el chico – Mi madre es muy aferrada y tendría que buscar las palabras adecuadas para que no se ofenda y me arme un drama. ¡No quiero discutir! Porque si llegamos a eso, puedo perderla. – suspiró – A pesar de que mi madre es una mujer enérgica y que no acepta un no por respuesta, ¡yo la adoro!

-Es lógico hijo, es tu madre. – respondió el señor Robertson – Pero también ella debe entender muchas cosas y saber darte tu lugar y tu espacio. La comprendo porque yo también soy padre y me preocupo por mis hijos. – dijo el hombre – Y sé que es difícil estar lejos de ellos, pero debemos dejar que abran sus alas y se lancen al vuelo.

-En las próximas vacaciones viajaré a Londres y hablaré con ella – exclamó Hiddleston – Por teléfono no puedo decirle nada y es mejor que nos veamos frente a frente para hablar como se debe. Gracias por escucharme y por los consejos. – dijo el joven – Necesitaba desahogarme.

-No agradezcas, hijo – exclamó Martha Robertson y miró su reloj – Es hora de tomar el té. – dijo la mujer y junto a su esposo se dirigieron a la cocina.

Tom quiso unirse para ayudarles, pero justo en el momento en que caminaba rumbo a la cocina, el timbre de la puerta sonó y él se apresuró a abrir. El hombre quedó boquiabierto al contemplar a Genevieve de pie frente a la puerta. Ella se veía hermosa, en su cabello castaño se dibujaban suaves ondas sobre sus hombros. Los ojos de Hiddleston descendieron sin poder evitarlo por todo el cuerpo de la chica quién llevaba puesto un vestido corto y ajustado en color rojo, estampado con pequeñísimas flores, escote cuadrado y unas pequeñas mangas. Tom de momento, no pudo pronunciar palabra, estaba anonadado al mirar a Genevieve.

La chica esbozó una pequeña sonrisa y se ruborizó al verlo. ¡No esperaba encontrarse con él! Su vecino se veía encantador, ahora que lo miraba con atención, el hombre era muy alto. Su rostro reflejaba sorpresa y se veía encantador; el cabello alborotado, su barba despeinada, ese jean negro ajustado y un suéter del mismo color. ¡Parecía un artista! Un intelectual y esas gafas de montura negra le otorgaban un aire sofisticado y misterioso. ¿Había pensado alguna vez en modelar lentes? El hombre tenía porte, no era una gran belleza, pero era elegante y fino, no se equivocaba al decir que parecía un príncipe. A pesar de su aspecto un poco descuidado. Ella suspiró y aspiró el aroma masculino de su colonia, cítricos, menta y especias. ¡Olía muy bien! Y ese perfume, mezclado con el olor natural del hombre hizo que sintiera una punzada en su vientre.

-¡Genevieve! – Gritó la señora Robertson que salía de la cocina empujando el carrito del té - ¡Adelante, cariño! Llegas a muy buena hora.

-¡Buenas tardes! – Dijo la chica entrando en la casa – Le he traído un pastel de manzana – sonrió y caminó lentamente hasta dónde se encontraba la mujer.

Genevieve pasó junto a Tom, quién experimentó una extraña sensación ante el roce del cuerpo de la chica contra el suyo. Olía delicioso, era una fragancia dulce, sensual y traviesa, olía a chocolate, pastel y frutas. Un aroma muy femenino. A Tom se le erizó la piel y dejó escapar un sonoro suspiro mientras cerraba la puerta del departamento.

-Tommy, ¿ya conoces a Genevieve? – Preguntó el señor Robestson desde la cocina.

-Por supuesto – Murmuró el muchacho – Ya tuve el placer de conocerla – Respondió – Es un gusto volver verla, señorita...

-Blumer – Exclamó ella extendiendo su mano – Genevieve Blumer, es un placer verlo de nuevo, profesor Hiddleston.

-El gusto es mío, señorita – Sonrió él mientras tomaba la mano de la muchacha entre las suyas y depositaba un suave beso en ella – Pero dejémonos de formalidades, puede llamarme Thomas o Tom.

Genevieve se estremeció cuando los cálidos labios de Tom tocaron su piel. Fue un leve roce apenas, pero ella se sintió en las nubes. Él le dedicó una sonrisa y la soltó mientras se reunía con el señor Robertson para ayudarlo a terminar de arreglar algunos bocadillos para tomar el té.

Todos se sentaron en la sala a disfrutar de una deliciosa taza de té, mientras que el señor Robertson se dedicaba a narrar algunas anécdotas de su juventud y discutía con Tom ciertos aspectos sobre las cruzadas.

-¡La película de Orlando Bloom no me gustó nada! – Se quejó el señor Robertson – Es irreal, nada que ver.

-¿Kingdom of Heaven? – Preguntó Genevieve ya que ignoraba por completo el tema – Fue una película muy bonita, a mi parecer.

-Pero la película es totalmente incorrecta – Murmuró Tom acariciando su barba – Como entretenimiento es bastante bueno, pero los errores históricos son un espanto – Rió el hombre – Quizá como base argumental, se toman ciertos hechos de la época, pero se manejan de una manera terrible. Confundiendo demasiado al espectador; un ejemplo de ello es la escena del puerto de Mesina y más tarde en Jerusalén, se ven soldados con escudos y banderas de Castilla y León cuartelados con dos castillos y dos leones, como si ambos reinos se encontraran unidos; algo imposible, pues en ese momento León y Castilla son dos reinos totalmente distintos, con reyes diferentes: Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla, que incluso se enfrentaron en cruentas guerras en los mismos años en los que la película discurre.

-¿Usted sabe mucho de historia, profesor? – Preguntó Genevieve admirada del conocimiento de Hiddleston.

-A eso me dedico, señorita – Respondió el hombre – Soy profesor de historia en la Universidad de California. También soy investigador y estoy por publicar mi tercer libro.

-¡Wow! – Murmuró la joven – No lo hubiera imaginado.

-Los libros de Tom son excelentes – Intervino la señora Robertson, especialmente esa novela épica... ¿cómo era su nombre?

-Tormenta Sempiterna, Martha querida – Exclamó el señor Robertson.

-¡Tienes razón, Stan! – Se rió la mujer – Mi memoria ha estado fallando últimamente.

-Creo que tendré que leerlos – Murmuró Genevieve - ¿Dónde puedo conseguirlos?

-Parece que tengo unas copias en casa, si gusta, le puedo obsequiar una – Sonrió Tom – Porque se está preparando la segunda edición ya que la primera está agotada.

-¡Interesante! – Comentó Gene sin saber que más decir.

-Tom, ¿y por qué no nos cuentas una historia? – Preguntó la señora Robertson – Como cada sábado que tomamos el té – Después se dirigió a la joven - ¡Deberías escucharlo! Es un excelente narrador y cuentista. Lo escuchas y en verdad vives la historia, ¡es algo hermoso!

-¡Para mí sería un honor escucharlo! – Dijo Genevieve mirando embobada a Tom, quién se puso colorado ante tanto halago.

-¡No es para tanto, señora Robert...!

-¡Patrañas! – Comentó el señor Robertson – Es la verdad, sólo que tu pecas de modesto – Dijo levantándose – Iré a buscar el libro de Leyendas de México que me regalaste, hay una en especial que me gustaría que nos leyeras.

-Con todo gusto, señor Robertson – Sonrió Tom.

El hombre asintió y se alejó para tomar el libro que se encontraba en el librero, regresó a toda velocidad y lo entregó a Tom, indicándole cuál era la leyenda que le gustaría escuchar. Tom miró el libro y sonrió al leer el nombre de la historia, mientras que Genevieve se moría de curiosidad y trataba de mirar algo respecto a esa historia. La señora Robertson permanecía tranquila, pues sabía de antemano cuál historia era la elegida por su esposo.

-La Leyenda de los Volcanes – Dijo Tom y comenzó con su narrativa.

"Las huestes del Imperio azteca regresaban de la guerra. Pero no sonaban ni los teponaxtles ni las caracolas, ni el huéhuetl hacía rebotar sus percusiones en las calles y en los templos. Tampoco las chirimías esparcían su aflautado tono en el vasto valle del Anáhuac y sobre el verdiazul espejeante de los cinco lagos (Chalco, Xochimilco, Texcoco, Ecatepec y Tzompanco) se reflejaba un menguado ejército en derrota. El caballero águila, el caballero tigre y el que se decía capitán coyote traían sus rodelas rotas y los penachos destrozados y las ropas tremolando al viento en jirones ensangrentados.

Allá en los cúes y en las fortalezas de paso estaban apagados los braseros y vacíos de tlecáxitl que era el sahumerio ceremonial, los enormes pebeteros de barro con la horrible figura de Tezcatlipoca el dios cojo de la guerra. Los estandartes recogidos y el consejo de los Yopica que eran los viejos y sabios maestros del arte de la estrategia, aguardaban ansiosos la llegada de los guerreros para oír de sus propios labios la explicación de su vergonzosa derrota.

Hacía largo tiempo que un grande y bien armando contingente de guerreros aztecas había salido en son de conquista a las tierras del Sur, allá en donde moraban los Ulmecas, los Xicalanca, los Zapotecas y los Vixtotis a quienes era preciso ungir al ya enorme señorío del Anáhuac. Dos ciclos lunares habían transcurrido y se pensaba ya en un asentamiento de conquista, sin embargo ahora regresaban los guerreros abatidos y llenos de vergüenza.

Durante dos lunas habían luchado con denuedo, sin dar ni pedir tregua alguna, pero a pesar de su valiente lucha y sus conocimientos de guerra aprendidos en el Calmecac, que era así llamada la Academia de la Guerra, volvían diezmados, con las mazas rotas, las macanas desdentadas, maltrechos los escudos aunque ensangrentados con la sangre de sus enemigos.

Venía al frente de esta hueste triste y desencantada, un guerrero azteca que a pesar de las desgarraduras de sus ropas y del revuelto penacho de plumas multicolores, conservaba su gallardía, su altivez y el orgullo de su estirpe.

Ocultaban los hombres sus rostros embijados y las mujeres lloraban y corrían a esconder a sus hijos para que no fueran testigos de aquel retorno deshonroso.

Sólo una mujer no lloraba, atónita miraba con asombro al bizarro guerrero azteca que con su talante altivo y ojo sereno quería demostrar que había luchado y perdido en buena lid contra un abrumador número de hombres de las razas del Sur. La mujer palideció y su rostro se tornó blanco como el lirio de los lagos, al sentir la mirada del guerrero azteca que clavó en ella sus ojos vivaces, oscuros. Y Xochiquétzal, que así se llamaba la mujer y que quiere decir hermosa flor, sintió que se marchitaba de improviso, porque aquel guerrero azteca era su amado y le había jurado amor eterno.

Se revolvió furiosa Xichoquétzal para ver con odio profundo al tlaxcalteca que la había hecho su esposa una semana antes, jurándole y llenándola de engaños diciéndole que el guerrero azteca, su dulce amado, había caído muerto en la guerra contra los zapotecas.

–¡Me has mentido, hombre vil y más ponzoñoso que el mismo Tzompetlácatl, – que así se llama el escorpión; -me has engañado para poder casarte conmigo. Pero yo no te amo porque siempre lo he amado a él y él ha regresado y seguiré amándolo para siempre.

Xochiquétzal lanzó mil denuestos contra el falaz tlaxcalteca y levantando la orla de su huipil echó a correr por la llanura, gimiendo su intensa desventura de amor.

Su grácil figura se reflejaba sobre las irisadas superficies de las aguas del gran lago de Texcoco, cuando el guerrero azteca se volvió para mirarla. Y la vio correr seguida del marido y pudo comprobar que ella huía despavorida. Entonces apretó con furia el puño de la macana y separándose de las filas de guerreros humillados se lanzó en seguimiento de los dos.

Pocos pasos separaban ya a la hermosa Xochiquétzal del marido despreciable cuando les dio alcance el guerrero azteca. No hubo ningún intercambio de palabras porque toda palabra y razón sobraba allí. El tlaxcalteca extrajo el venablo que ocultaba bajo la tilma y el azteca esgrimió su macana dentada, incrustada de dientes de jaguar y de Coyámetl que así se llamaba al jabalí. Chocaron el amor y la mentira.

El venablo con erizada punta de pedernal buscaba el pecho del guerrero y el azteca mandaba furioso golpes de macana en dirección del cráneo de quien le había robado a su amada haciendo uso de arteras engañifas. Y así se fueron yendo, alejándose del valle, cruzando en la más ruda pelea entre lagunas donde saltaban los ajolotes y las xochócatl que son las ranitas verdes de las orillas limosas.

Mucho tiempo duró aquél duelo. El tlaxcalteca defendiendo a su mujer y a su mentira. El azteca el amor de la mujer a quien amaba y por quien tuvo que arrastrarse para regresar vivo al Anáhuac. Al fin, ya casi al atardecer, el azteca pudo herir de muerte al tlaxcalteca quien huyó hacia su país, hacia su tierra tal vez en busca de ayuda para vengarse del azteca.

El vencedor por el amor y la verdad regresó buscando a su amada Xochiquétzal. Y la encontró tendida para siempre, muerta a la mitad del valle, porque una mujer que amó como ella no podía vivir soportando la pena y la vergüenza de haber sido de otro hombre, cuando en realidad amaba al dueño de su ser y le había jurado fidelidad eterna.

El guerrero azteca se arrodilló a su lado y lloró con los ojos y con el alma. Y cortó maravillas y flores de xoxocotzin con las cuales cubrió el cuerpo inanimado de la hermosa Xochiquétzal. Coronó sus sienes con las fragantes flores de Yoloxóchitl que es la flor del corazón y trajo un incensario en donde quemó copal. Llegó el cenzontle también llamado Zenzontletole, porque imita las voces de otros pajarillos y quiere decir 400 trinos, pues cuatrocientos tonos de cantos dulces que lanza esta avecilla.

Por el cielo en nubarrones cruzó Tlahuelpoch, que es el mensajero de la muerte.

Y cuenta la leyenda que en un momento dado se estremeció la tierra y el relámpago atronó el espacio y ocurrió un cataclismo del que no hablaban las tradiciones orales de los Tlachiques que son los viejos sabios y adivinos, ni los tlacuilos habían inscrito en sus pasmosos códices. Todo tembló y se anubló la tierra y cayeron piedras de fuego sobre los cinco lagos, el cielo se hizo tenebroso y las gentes del Anáhuac se llenaron de pavura.

Al amanecer estaban allí, donde antes era valle, dos montañas nevadas, una que tenía la forma inconfundible de una mujer recostada sobre un túmulo de flores blancas y otra alta y elevada adoptando la figura de un guerrero azteca arrodillado junto a los pies nevados de una impresionante escultura de hielo.

Las flores de las alturas que llamaban Tepexóchitl por crecer en las montañas y entre los pinares, junto con el aljófar mañanero, cubrieron de blanco sudario las faldas de la muerta y pusieron alba blancura de nieve hermosa en sus senos y en sus muslos y la cubrieron toda de armiño.

Desde entonces, esos dos volcanes que hoy vigilan el hermoso valle del Anáhuac, tuvieron por nombres Iztaccihuatl que quiere decir mujer dormida y Popocatepetl, que se traduce por montaña que humea, ya que a veces suele escapar humo del inmenso pebetero.

En cuanto al cobarde engañador tlaxcalteca, según dice también esta leyenda, fue a morir desorientado muy cerca de su tierra y también se hizo montaña y se cubrió de nieve y le pusieron por nombre Poyauteclat, que quiere decir Señor Crepuscular y posteriormente Citlaltepetl o cerro de la estrella y que desde allá lejos vigila el sueño eterno de los dos amantes a quienes nunca podrá ya separar.

Eran los tiempos en que se adoraba al dios Coyote y al Dios Colibrí y en el panteón azteca las montañas eran dioses y recibían tributos de flores y de cantos, porque de sus faldas escurre el agua que vivifica y fertiliza los campos.

Durante muchos años y poco antes de la conquista, las doncellas muertas en amores desdichados o por mal de amor, eran sepultadas en las faldas de Iztaccihuatl, de Xochiquétzal, la mujer que murió de pena y de amor y que hoy yace convertida en nívea montaña de perenne armiño."

Tom cerró el libro al terminar con la lectura. Levantó su vista y descubrió a Genevieve, la joven derramaba abundantes lágrimas y miraba atentamente a Tom. La chica se había conmovido tanto con la hermosa leyenda que no pudo evitar llorar ante la pena que debió haber sentido la hermosa Xochiquétzal. Por un instante se sintió identificada con la joven indígena que también fue engañada por un hombre para que este pudiera tomarla y poseerla, arrebatándole la felicidad y su inocencia. Por eso lloraba abundantemente al escuchar la historia.

-¡Ay, niña! – Exclamó el señor Robertson - ¿Te pasa algo?

-¡Lo siento mucho! – gimió la joven limpiándose las lágrimas con una servilleta - ¡Pero es que...! – No pudo terminar de decir lo que tenía pensado pues volvió a estallar en llanto.

-¡Yo también estoy muy conmovida! – Murmuró Martha Robertson.

-¡Fue una historia hermosa! – Exclamó la chica por fin – Además el profesor Hiddleston narró con tanta pasión que no pude evitarlo. Me ha encantado, ¡muchas gracias, profesor!

La chica su puso de pie y se acercó a Tom para abrazarlo con fuerza mientras le besaba la mejilla. Tom estaba atónito ante esa muestra de afecto y agradecimiento por parte de la chica. Nunca en su vida nadie se había emocionado tanto cuando él leía una historia de ese tipo, pero esa joven lo había hecho y él notó su tristeza en su llanto. Había algo más detrás de esa reacción, así que él le correspondió estrechándola entre sus brazos y acariciando su sedosa cabellera castaña.

-¡No llores, bonita! – Murmuró Tom al darse cuenta que la chica volvía a llorar – Fue sólo una historia.

-¡No, no es sólo eso! – Respondió ella apartándose de él para limpiarse las lágrimas – Es difícil de explicar. Simplemente puedo decirle que me llegó al corazón.

Tom no dijo nada más, continuó abrazándola e instintivamente besó su frente. Ella había llamado su atención y en él había nacido el interés por conocer más a esa hermosa mujer.

* * *

¡Fue un capítulo largo! Pero es que la Leyenda de los Volcanes es una historia preciosa. Siempre me ha gustado, desde que la leí me pareció muy hermosa, así que no pude evitar compartirla con ustedes. Tendremos más historias de corte medieval en este fanfic.
Ahora díganme, ¿qué les pareció este capítulo? Se nota que hay un poco de atracción entre ambos, se gustan y ojalá pronto haya algo más que un simple abrazo y un beso en la frente.
¡Gracias y nos leemos la próxima vez!
Maria Decapitated 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro