CAPÍTULO 16
Gene se dejó envolver por los brazos de su madre. Extrañaba tanto esos abrazos, esas muestras de afecto, los besos, sus palabras para alentarla. ¡Extrañaba todo! Incluso los regaños de Kathleen y sus llamadas de atención.
La madre de Genevieve la apretó con fuerza a su cuerpo, parecía que no quería soltarla y deseaba mantenerla por siempre a su lado. Aún no asimilaba completamente que su hija estaba con ella. Pensaba que se trataba sólo de un sueño o de un espejismo.
La chica también abrazó a su mamá. De hecho la notaba más delgada y su semblante era enfermizo. ¿Acaso Kathleen estaría enferma por su culpa? Tenía que preguntarle, pero el llanto se había apoderado de ella y eso le impedía hablar. ¿Y si su madre estuviera enferma de algo muy grave y sin remedio? ¡No, eso no podía ser! Su madre era una mujer fuerte, siempre se lo había demostrado. Pero quizá la pena y el dolor de haber perdido a su única hija lograron quebrar su fortaleza convirtiéndola en una mujer frágil y enfermiza.
-Mamá – gimió la joven - ¿Estás bien? – preguntó la chica por fin.
-Estoy muy bien Ginny – respondió su madre – Feliz de tenerte de nuevo, ¿por qué tardaste tanto? ¡Te extrañé demasiado! No había día en que no pensara en ti y llorara por ti. – sollozó Kathleen.
-Yo también te extrañé, mami. – gimió Gene – Luego hablamos de mí, dime ¿estás enferma? ¿Qué es lo que te pasa? Te noto demacrada y débil, ¡dime que está sucediendo!
La madre de Gene no respondió, sólo agachó la cabeza y miró al piso apretándose las manos. Era obvio que le estaba ocultando algo a su hija, pero no quería decirlo. Ella no deseaba ser una carga para Gene y hasta el momento se las había arreglado sola, como ella había podido para salir adelante y seguir con su tratamiento médico. Pero desgraciadamente, debido a una enfermedad coronaria, la mujer había tenido que dejar de trabajar. Ahora trabajaba eventualmente y desde su casa, pero eso no era suficiente.
-Mamá – exclamó la joven - ¡Contéstame! ¿Por qué has puesto en venta la casa? ¿No tienes dinero? Si lo necesitas, sólo pídelo yo te ayudaré.
-Es más que sólo dinero, Ginny – suspiró Kathleen – No me ha ido bien desde hace unos siete años. – exclamó la mujer – Tengo diabetes, la cual mantengo controlada, pero hace unos cuatro años me diagnosticaron una enfermedad coronaria y necesito una cirugía. Debido a mi estado de salud, no puedo trabajar como yo quisiera y trato de salir adelante con lo poco que obtengo. – dijo su madre – Vendí mi auto, mis joyas, algunos objetos de valor que conservaba y ahora venderé la casa. Me mudaré a un lugar más pequeño y económico.
-¡Ay mamá! – sollozó Genevieve - ¡Todo esto es por mi culpa! – dijo y lloró de nuevo con todas sus fuerzas.
Había sido muy tonta por no volver a buscar a su madre. Si tan solo hubiera seguido sus impulsos sin importar lo que Nicholas dijera. Todo hubiera sido diferente y su madre no había tenido que pasar por tantas penurias. Pero el hubiera no existe y aún era momento de estar cerca de su madre y cuidar de ella. ¡Ella la necesitaba más que nunca!
Kathleen abrazó de nuevo a su hija que continuaba llorando con amargura. Muchas veces sintió deseos de salir a buscarla, pero no tenía idea de cómo llegar a ella. Le había llamado al tal Nicholas y este siempre se la había negado, incluso amenazó con hacerle daño a Gene si continuaba buscándola. ¡Ese hombre era un monstruo! Y aunque lo había denunciado con la policía, estos hacían caso omiso a sus denuncias y sólo ignoraban lo que la mujer decía respecto al señor Duchard.
-¡Ya, tranquila nena! – Dijo la madre de Gene acariciando su espalda – No quiero ser una carga para ti, tú tienes tus asuntos y estos son más importantes que tu madre enferma...
-¡De ninguna manera! – Gritó Genevieve - ¡Tú eres mi más grande prioridad! – Suspiró – Has sufrido mucho por mí y todo lo que te está pasando son las consecuencias de mi abandono... ¡Perdóname, mamá! – Dijo con lágrimas en los ojos y acariciando el rostro de su mamá – Perdóname por el daño que te cause, por las penas y el sufrimiento. Sé que soy una mal hija y que no te merezco – Murmuró pero su voz se quebró estallando nuevamente en llanto.
-¡No digas eso, corazón! – Exclamó Kathleen – Te amo, eres mi tesoro más grande, mi luz, mi niña, mi pequeña bebé – Murmuró la mujer tomando el rostro de Gene entre sus manos y besándola en la frente – Por supuesto que te perdono, mi princesa y no sabes lo feliz que me haces al tenerte aquí, entre mis brazos – Suspiró – Pero no quiero que tengas problemas con tu agente, Nicholas, ¿no es así? – Preguntó la mujer – Y estoy segura que si se entera de que viniste a verme se va a molestar.
-¡Oh, no, no, no! – Exclamó Gene horrorizada – No vuelvas a mencionar a Nicholas... ¡lo he dejado! Él ya no maneja mi trabajo ni mi vida – suspiró - ¡Soy libre! De hecho, dejé el modelaje y ahora tengo un salón de belleza en Los Ángeles – Sonrió – Soy una empresaria independiente. Mi negocio está creciendo poco a poco y como podrás darte cuenta, ¡también tengo un novio! – Murmuró un tanto emocionada.
-¿Ese chico es bueno contigo? – Preguntó su madre acunándola en sus brazos – No quiero que te maltrate o te haga daño...
-¡Tom es un dulce! – Sonrió Gene – Es el hombre más bueno del mundo... es un encanto, un caballero. Tan inteligente, amoroso, culto y... ¡lo amo, mamá! Y él también me ama – Guardó silencio para soltar un hondo suspiro – Fue él quien me alentó a venir a verte porque sabrás, tienes una hija un poco cobarde. Pero él me dio el valor para venir a buscarte y ahora que estoy contigo, ¡no nos vamos a separar jamás!
-¡Estoy orgullosa de ti, mi pequeña Ginny! – Gimió la mujer llenándola de besos – Por fin decidiste dejar ese monstruo.
-En realidad él me dejó, mamá. – exclamó la chica – Pero fue lo mejor que pudo haber hecho. – gimió – Es una de las pocas cosas buenas que hizo por mí, me hizo ver mi realidad y me liberó. A partir de ese momento todo cambió y creo que debo agradecérselo. ¡Mi vida cambió para bien!
-Y sé que seguirás triunfando, hija. – respondió su madre – No necesitas de ese hombre para llegar alto y brillar.
-Tengo muchos planes y entre ellos está llevarte conmigo. – exclamó la chica – No quiero que estés sola, estás enferma y necesitas que te cuiden. – suspiró Gene – Tom y yo podemos cuidar de ti y de Claude. Y por favor, no quiero un no por respuesta. – dijo la mujer mirándola fijamente – No necesitas vender esta casa, que papá y tu compraron. Podemos repararla y ponerla en renta. Esta casa también es mi hogar y no me gustaría que se perdiera.
-Pero yo no quiero ser una carga para ti, hija. – se quejó Kathleen.
-¡No eres una carga! – bufó Gene - ¡Eres mi mamá! Y voy a cuidarte y a estar contigo. ¡Te quiero a mi lado! Ya perdimos diez años de nuestra vida, vamos a tratar de recuperarlos y no separarnos de nuevo, hasta que llegue el momento de partir. – dijo y se le hizo un nudo en la garganta – No me importa que estemos juntas mil años o sólo un mes, lo que importa es que durante todo ese tiempo no estaremos alejadas y trataremos de ser felices como debimos serlo.
Kathleen no respondió, sólo la abrazó de nuevo y la besó. La madre de Gene también se echó a llorar de nuevo junto a su hija. Todas las emociones se agolparon al mismo tiempo, el dolor, la pena, la alegría, el amor. ¡Todo estaba ahí presente!
Tom las observaba desde la cocina, podía ver sus rostros emocionados pero también tristes y desconsolados. Era un choque de emociones y una escena muy conmovedora. Hasta a él le dieron ganas de llorar. Pero sabía que no había rencor por parte de la madre de Gene y que era momento de que estuvieran juntas, que dejaran a un lado sus penas y que tuvieran un nuevo comienzo como madre e hija.
El hombre giró el rostro y buscó con la mirada a Bobby que intentaba entablar amistad con Claude. El gato estaba sobre la mesa y miraba atentamente al can que trataba de alcanzarlo parado en sus patas traseras. El minino lo golpeaba suavemente en la cabeza o clavaba sus uñas logrando que Bobby llorara de dolor.
-¡Ya Bobby! – exclamó el profesor – No lo fastidies o terminarás sin un ojo. – dijo y tomó una charola con galletas y café – Vamos a la sala para tomar café y quizá más tarde encarguemos algo para almorzar.
Tom apareció lentamente en la sala, esperaba no interrumpir, pero parecía que ahora la charla estaba centrada en otros temas. Su charla íntima de madre e hija había cesado, ahora se encontraban más tranquilas. Por lo que alcanzaba a escuchar, Gene tenía planes de remodelar la casa de su madre y también le hablaba sobre llevarla con un médico especialista en una clínica de prestigio en Los Ángeles.
-¿No las interrumpo señoritas? – Preguntó el hombre con una hermosa sonrisa, ofreciéndoles una taza de café.
-¡No, para nada! – Sonrió Kathleen.
-No, al contrario, Tommy – Exclamó Gene – De hecho quiero comentarte que mamá y yo estamos más unidas que nunca – Suspiró – Le he pedido que se mude conmigo a Los Ángeles y ya la convencí para que visite a otro médico. Además, quiero arreglar esta casa, ¡hay tanto por hacer!
-Me alegro escucharlo – Murmuró el hombre sentándose junto a la chica – Yo sabía que tus temores eran infundados y que todo se arreglaría entre tu madre y tú – Exclamó besando la mano de Genevieve.
-Quiero agradecerle, señor Hiddleston...
-Tom, por favor – Sonrió el hombre.
-Tom – Suspiró la madre de Gene – Quiero darte las gracias por devolverme a mi pequeña y por cuidar de ella.
-¡No señora! – Exclamó Tom – No tiene nada que agradecerme. Yo considero que era justo que Gene se reencontrara con usted. Ambas tienen que estar juntas, ¡se necesitan una a la otra!
-¡Gracias Tommy! – Murmuró Genevieve abrazándolo y besándolo dulcemente – Te digo mamá que es un amor, ¿verdad que soy afortunada?
-Muy afortunada – Sonrió la mujer – Hacía tanto tiempo que no te veía así de feliz – Suspiró y casi se echó a llorar - ¡Lo siento!
-No se preocupe, señora Blumer. Si lo cree necesario, llore. El llanto nos ayuda a sentirnos mejor, a liberarnos.
La mujer suspiró y se limpió las lágrimas con una servilleta de papel. A pesar de que había tenido malos momentos y que se había resignado a no volver a ver a su hija, hora estaba muy feliz y se sentía mucho mejor.
-¿Quieren que les prepare algo para almorzar? – Preguntó Kathleen – Puedo preparar un poco de pasta o...
-¡No, tú no harás nada! – Comentó la chica poniéndose de pie – Yo preparo el almuerzo – Sonrió con orgullo – He aprendido a cocinar.
-¿En serio? – Preguntó la mujer visiblemente emocionada - ¡Entonces podemos cocinar juntas!
Tom sonrió al verlas caminar abrazadas rumbo a la cocina y suspiró hondamente. Ambas irradiaban felicidad y él a su vez también estaba feliz de que Gene se hubiera reunido con su madre.
* * *
El domingo por la tarde, después de haber almorzado. Tom tomó las maletas de la señora Blumer y las acomodó en el auto. Regresó por algunas cajas y las colocó sobre el vehículo, asegurándolas con una cuerda. Suspiró y miró su vieja cafetera. No sería mala idea comprarse una camioneta familiar, o un auto más amplio. Regresó a la casa para revisar que no faltara nada más.
-¡Por poco y te dejo, amigo! – Sonrió el hombre mirando la jaula de Claude - ¿Te gusta viajar o detestas estar dentro de esa prisión?
-Le gusta viajar – Murmuró Kathleen – Está acostumbrado a su jaula.
-Menos mal – Sonrió el hombre – Bobby detesta las julas, no le gustan los espacios cerrados.
-Como Claude me acompaña para donde quiera que voy, se ha acostumbrado a los espacios cerrados.
-¿Ya está todo listo? – Intervino Genevieve llevando a Bobby y Tom asintió – Gracias por ayudarnos, Tom – Sonrió y lo besó tiernamente.
-¡Es hora de irnos! – Murmuró el hombre abrazando cariñosamente a Gene - ¿No olvidan nada? ¿Cerraron puertas y ventanas?
Ambas mujeres asintieron y subieron al auto, Gene se sentó junto a su madre y Bobby se acomodó en el asiento del copiloto. Tom miró a su compañero y le sonrió al tiempo que se ajustaba el cinturón de seguridad y echaba a andar su vehículo.
El viaje de regreso a Los Ángeles estuvo más animado que el del día anterior, porque Tom estuvo charlando con la madre de Gene y con la chica, así el viaje transcurrió más rápido y cerca de las seis de la tarde se encontraban llegando al edificio en el que vivían.
-Envié un mensaje a Boris y él y Darcy nos estarán esperando para ayudarnos a subir el equipaje de mamá. – dijo Gene tomando de la mano a su madre – Ahí están – gritó señalando a la pareja que movía sus manos para saludarlos.
Los Fimmel corrieron hacia ellos y Darcy abrazó fuertemente a Kathleen y comenzó a llorar. Estaba feliz por Gene y Kathleen, ¡estaban juntas otra vez! Boris también se acercó a saludar a la señora Blumer y mientras las mujeres charlaban, los hombres bajaron el equipaje del auto y después caminaron hasta el ascensor para subir todo al departamento de Gene.
-¡Estoy tan feliz! – gimió Darcy – ¿Qué pasará con la casa de Fresno? – preguntó mirando a la madre de Gene.
-Ginny va a remodelarla y la pondremos en renta. – respondió la señora Blumer – Yo viviré con ella aquí en Los Ángeles y la ayudaré en su salón de belleza.
-¡Es perfecto! – exclamó Darcy abrazando a Gene.
-Además, mamá podrá seguir con su tratamiento en la mejor clínica de Los Ángeles. – intervino Gene – No quiero que nada malo le suceda, no quiero perderla. – dijo y se le hizo un nudo en la garganta.
Darcy no dijo más, abrazó a la madre de Gene y juntas entraron en el edifico. Boris y Tom ya las esperaban en el departamento junto a Bobby y Claude. El gato ya descansaba sobre uno de los sillones y el perro dormía a sus pies. Las mujeres entraron en el departamento y bebieron limonada que Boris había preparado.
-Parece una zona muy tranquila – dijo la madre de Gene mirando por la ventana – Además es un barrio muy bonito.
-Te va a encantar vivir aquí – exclamó Ginny tomando la mano de su mamá.
El timbre de la puerta sonó y Tom se levantó a abrir. Se trataba de los señores Robertson que le sonrieron a modo de saludo, dándole las buenas noches. Martha llevaba una canasta con deliciosos bocadillos y Stanley sostenía un pastel entre sus manos.
-¡Bienvenidos! – exclamó Gene acercándose al matrimonio – No se hubieran molestado.
-Ayer Stanley y yo hablábamos de la visita que le harías a tu madre y pensamos que regresarías con ella. – dijo la señora Robertson acercándose a la madre de Gene – Es un placer conocerla, Señora Blumer. – exclamó la anciana – Soy Martha Robertson y él es mi esposo Stanley.
-Es un gusto conocerlos – respondió la madre de Gene estrechando las manos de los señores Robertson – Estoy muy agradecida con todos ustedes por cuidar de mi niña.
-Tiene una hija maravillosa – exclamó el señor Robertson – Es una chica dulce y muy amable.
-Es cierto – dijo la señora Robertson – Le tenemos mucho cariño a Gene y a Tom, son como nuestros hijos.
-Pero siéntense – Comentó Tom – Les serviré limonada y unos bocadillos.
La madre de Gene se notaba muy feliz. Su hija ahora estaba rodeada de gente maravillosa que la apreciaban de verdad y se notaba que su hija también era feliz con ese nuevo cambio en su vida y ahora que estaban juntas otra vez, trataría de que cada momento junto a Genevieve fuera especial, se tenía que recuperar todo ese tiempo perdido.
* * *
¡Fue un capítulo corto! Pero Gene por fin hizo las paces con su madre. Ahora todo funcionará de una manera diferente y la chica se ha quitado un peso de encima, el remordimiento y la culpa se han esfumado.
Cada vez estamos más cerca del final. ¿Qué les ha parecido este capítulo?Espero sus comentarios y voto. Muchas gracias.
Maria Decapitated
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