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El stream había finalizado.
Aquel de espinas azabaches con vetas rojizas y tez bronceada suspiró de forma ronca, oprimiendo el botón para culminar con lo que había sido otra exitosa noche de relatos paranormales, de aquellos que fácilmente podrían erizar tu piel y hacerte temblar en las penumbras de tu silenciosa habitación, a solas.
No había estado mal, nada mal...
La audiencia de aquella noche había sido particularmente alta, con comentarios a lo menos interesantes, con una buena cantidad de usuarios mayores de edad que destacaban con sus aportes en cuanto a experiencias de índole macabra o reflexiva, complaciendolo gratamente, sorprendiendolo hasta donde podía.
Se reclinó en el espaldar de aquella que era su silla para grabar, editar y jugar, aquella compuesta por cuero azabache con bordes y detalles rojos que aún ante la escasa luz podían notarse, teniendo en el respaldo el nombre “Tendo” en letras plateadas.
Su atuendo por aquella noche no era nada inusual, más bien se había presentado de forma más humilde que en otras ocasiones, omitiendo su chaqueta de cuero con pinchos en los hombros y pecho habitual por algo más... casual.
Aquel erizo de espinas azabaches y vetas rojizas vestía una camisa grisácea con estampado de camuflaje militar, con una chaqueta ligeramente holgada con mangas arremangadas hasta los codos, revelando el tatuaje tribal ascendente de carmesí brillante que adornaba su brazo derecho, portando en parte un par de jeans negros rasgados con un par de zapatos azabaches con suelas, acetatos y detalles de rojo con los números “666” en la parte del talón.
Su habitación en sí tampoco era nada fuera de lo común.
Poseía dos paredes de negro con otras dos puramente de blanco, decoradas por luces que recorrían las esquinas superiores contra el techo, iluminando tenuemente el lugar con un brillo tenue de rojo, reflejándose momentáneamente contra el suelo de madera pulida, mismo que por los momentos se encontraba con prendas de ropa sucia en todo su haber, arrinconada contra las esquinas que daban hacia los muebles y bajo la cama.
Contra las paredes de negro se encontraban posters de juegos de asesinos y temática militar, justo encima de la cama de tamaño matrimonial con sábanas negras y edredones de carmín con almohadas con diseño militar rojizo y negro. Contra las paredes de blanco se encontraba ubicado el gran escritorio en forma de “L” azabache en donde reposaban los dos monitores, con un teclado luminiscente de rojizo con un mouse de aspecto futurista en compañía del CPU de laterales transparents y luces de carmín. Aquel escritorio se encontraba decorado también por figuras de acción articulables de los protagonistas de los juegos que solía frecuentar entre un par de bibliotecas por arriba y por debajo repletas de videojuegos que iban desde las consolas de hace diez años hasta la más actual, teniendo por encima de todo esto un trío de lámparas anexadas a la pared con el diseño de tres fantasmas que brillaban en neón rojizo.
Ante la ausencia de ventanas se encontraba una gran puerta de cristal que daba hacia el balcón que anexaba con la sala, siendo el caso de que por esta ocasión se encontraba escondida detrás de un par de cortinas gruesas de fondo azabache con estampado de triángulos, círculos, equis y cuadrados cayendo mientras se acumulaban en los ruedos inferiores.
En efecto, una habitación común y corriente que a comparación de otras gastaba demasiada energía.
El veteado de orbes rojizas frotó sus ojos con las palmas de sus manos, gruñendo en voz baja mientras se encorvaba hacia adelante.
La puerta de su gran habitación se abrió lentamente, con un par de orbes esmeraldas asomándose de forma tímida tras el humbral, parpadeando un par de veces hasta finalmente ingresar, cerrando silenciosamente la puerta tras de sí para lentamente encaminarse hacia el mayor, posando sus tersas manos sobre los ojos del veteado, jalandolo aproposito hacia atrás mientras contenía su sonrisa.
— ¡Sonic! —estalló, levantándose bruscamente de la silla, librándose del agarre para posteriormente girarse y verlo.
Frente a él se encontraba aquel erizo de espinas cobaltozas y tez pálida, vistiendo una camisa blanca con mangas azul oscuro, con shorts grises y medias blancas que llegaban hasta sus tobillos, completamente casual teniendo en cuenta que había estado en el departamento toda la tarde.
— Estuviste genial hoy —aplaudió el más joven de los dos, sonriéndole de forma amigable mientras hacía a un lado la silla—, hace tiempo que no te escuchaba con ese tono macabro —afirma, haciendo énfasis en la última palabra mientras hacía ademanes en referencia a esta, sonriendo de forma retorcida mientras se acercaba a su pareja cada vez más.
— Fue algo especial —responde el más alto, cruzándose de brazos mientras lo veía fijamente, agotado, con sus cuerdas vocales adoloridas al haberse mantenido por tanto tiempo hablando con un tono al que desde hace algún tiempo ya no estaba acostumbrado.
— Sería genial si esa sección volviera en tu canal de OurTube —agregó mientras se cruzaba de brazos, entendiendo que si deseaba cumplir su objetivo principal de la noche tendría que esforzarse un poco más.
— Ni hablar —espeta, ladeando la cabeza con un semblante de disgusto—, eso es demasiado trabajo, me quedo con el formato que llevo hasta ahora.
— Oh, vamos... —sisea, alzando una ceja mientras lo veía vacilante— Tus fans te lo agradecerían y traería incluso a nuevos seguidores ¿Qué pasó con el Shadow que todos los días subía tops de datos o hechos escalofriantes, eh? ¿Dónde quedó el muchacho que hacía vlogs de invocaciones a mitad del bosque solo para demostrar que tan falsos eran?
— Ese muchacho del que hablas ya creció y entendió que no podía seguir haciendo el ridículo —gruñe, mostrando en el proceso sus bien afilados y relucientes colmillos, con sus orbes de carmín brillando aún en la tenue penumbra que los rodeaba—, créeme. Esos tiempos ya pasaron, tengo otras responsabilidades ahora más allá de pelearme con desconocidos con tal de defender mi ego. Soy mejor que eso —agrega, alzando el mentón en búsqueda de hacerse sentir bien a sí mismo con esa afirmación.
El menor de azul lo ve de arriba abajo, suspirando finalmente, rendido, sin duda no podría avanzar con este tema. En efecto, su novio era un necio de primera en cuanto a ciertos temas.
— Supongo que tienes razón... —murmura, dándole la espalda mientras se encaminaba a la cama— A fin de cuentas... ¿Quién podría extrañar al Shadow que perdía el control cada que perdía en un videojuego contra un hater? —agrega, en lo que se tiraba de rodillas frente a la cama, repasando sus brazos sobre el colchón mientras se aferraba a las sábanas, alzando su traserito mientras ladeaba su azulada cola— ¿Quién podría extrañar al muchacho que le dió un nuevo significado al terror?... ¿Quién podría extrañar...? —susurraba tersamente mientras bajaba sus shorts, revelando la ausencia de boxers en el proceso, mostrando así sus perfectos y redondos glúteos ante él— ¿...al Shadow que solía reclamarme sin pena cada que terminaba de grabar algo para su público?
El mayor de ambos alzó sus orejas, abriendo sus ojos de par en par, sorprendido.
Debía admitir que realmente había pasado algún tiempo desde que se divertían de una forma que fuera más allá de los videojuegos u ocasionales paseos en grupo con sus colegas por la ciudad, puede que incluso lo haya descuidado un poco tras obsesionarse con la idea de reinventarse tras entender el peso de lo que era ser una imagen pública, quizás... esta noche podría volver a esa nostálgica rutina de su yo del pasado.
Mientras el veteado se encontraba divagando en sus decisiones el más joven sonreía de forma ladina, triunfante, travieso, ansioso.
Su plan estaba saliendo a la perfección y si todo marchaba bien puede que finalmente su libido lograse calmarse de una vez por todas. Es que, vamos ¿Quién hubiera podido decir que no importa cuántas veces te masturbaras, si quien te saciaba no era tu novio de lleno nada ni nadie lo haría?
— Supongo que estás de humor para eso hoy... —deduce cuidadosamente el de tez bronceada mientras se acercaba al más joven, procurando esconder su ansiosa sonrisa detrás de aquel semblante frío y de apariencia inexpresiva.
— Es un gran sacrificio que estoy dispuesto a hacer —musita de forma burlesca mientras agitaba su cola de par en par, ansioso para que empezace la verdadera acción.
Aquel de tatuaje carmesí tomó a su pareja desde la cintura, alzandolo del suelo para posteriormente depositarlo sobre la cama, dándole la vuelta para así dejarlo boca arriba, viendo una vez más aquel semblante dulce que tanto lo enloquecía, haciéndole sonreír sin siquiera desearlo.
Juntó sus labios con los suyos en un tierno beso, similar al que se daban en las mañanas después de despertar, para así poco a poco irlo intensificando, pasando de ser algo dulce y casto a algo caliente y deseoso.
Los cambios de tono siempre habían sido lo suyo, a fin de cuentas.
El de tez pálida rodeó a su pareja con ambos brazos, abriendo su cavidad bucal para darle libre acceso a su paladar, mismo que fue correspondido de forma golosa por el más alto y fuerte quien gustoso aceptó la invitación a tan cálido y dulce lugar, degustandolo en su esplendor por una vez más.
Se sentía bien como el de vetas rojizas enredaba su lengua con la del más joven de una forma suave pero a la vez enérgica, se sentía bien, esto estaba tan bien.
Ante las distracciones dadas poco a poco el más fuerte y altos de los dos fue despojando al de azul los shorts con los que había venido, lanzandolos a un lado para así reunirlo con las otras prendas que yacian sin propósito o salvación esparcidas por el suelo.
Aquel de orbes esmeraldas sonrió pícaramente, aprovechando así para morder de forma suave la lengua de su novio, quien ante la sorpresa gruñó de forma grave, empujándolo contra el colchón mientras se separaba de él.
El más joven no pudo contener su sonrisa, no estaba arrepentido, no fue un accidente provocado por las hormonas, nada de eso, esto había sido premeditado y Shadow, oh Shadow, él bien sabía a lo que se refería con esto.
No había de otra más que aceptar el desafío y darle al “niño” lo que quería.
Se volvió a abalanzar otra vez sobre él, rodeando su cabeza con sus fuertes brazos mientras se hundía en el cuello del más joven, propinándole besos húmedos entre mordidas que poco a poco dejaban su reacción, con el azulado gimiendo tímidamente mientras se mordía los labios, disfrutando del momento mientras se aferraba a él, ansioso, urgido.
Su aroma era delicado pero embriagador a la vez, similar a esos engañosos cócteles cuya dulzura esconden el desastre y obsesión al que te llevarían después, así mismo, idéntico, era aquel al que tanto amaba. Cada roce con él, cualquier contacto, sería suficiente para arrastrarlo contra la locura misma, contra el romance mismo, contra el deseo mismo.
La ropa empezó a estorbar, este era el punto del camino donde cada uno debía decidir si avanzar o retroceder, pero... ¿podría ser eso posible? ¿cómo podrías apagar las brazas de aquello que fácilmente consumiría un bosque virgen hasta las cenizas? ¿cómo podrías detener lo inminente? ¿acaso serías capaz de decir “no” ante un deseo en donde tanto mente como corazón y alma están de acuerdo?
No lo creo, no por esta noche.
El de tez pálida coló sus manos por debajo de la camisa de su novio, pasando sus finos y suaves dedos por sus abdominales marcados y pectorales bien definidos, deleitándose ante la imagen mental que solo podía hacerse mejor debido a la excitación que sentía por el momento. Sus manos se detuvieron en el vello blanco y terso que el mayor poseía en medio de su pecho, aprovechandolo así para amasarlo tanto como quisiera, enredando sus dedos en estos mientras se aferraba por momentos, acariciándolo y jalandolo por instantes, sin incomodar, sin lastimar, solo con el fin de provocar.
Poco a poco, sin interrumpir los besos que empezaban a consumirlos como el fuego a una vela en pleno apogeo de luz, el más joven despojó a su novio de la camisa y chaqueta que traía puestas, dándole así una mejor vista de todo el tesoro que en sí era su cuerpo, y aún faltaba más.
El de orbes carmín sonrió de forma ladina, en lo que volvía a encimarse sobre el de azul, juntando su frente con la suya mientras se acomodaba por entre sus piernas, presionando su erección por debajo del pantalón contra los glúteos de su perfecto novio, quien no hacía más que fijarse en eso mientras su propia erección se alzaba libremente ante la ausencia de prendas, oh, realmente quería empezar ya.
Aquel de vetas rojizas no era precisamente alguien que disfrutase de complacer rápidamente, no, no, si por algo se le conocía en general era por lo tardado que era en cumplir las exigencias que le hacían, y no era porque fuera olvidadizo, no, era por el simple hecho de que disfrutaba ver a las personas perder la cabeza con tal de que él hiciera o no algo, era... placentero.
El saber que podían darle el control y poder de darles gusto o enfado era emocionante.
Quitó la camisa blanca que portaba aquel de espinas azules, librandolo finalmente de cualquier prenda que pudiera estorbar, aprovechando aquel nuevo lienzo en blanco que era su terso pecho para así atacar fieramente hacia sus clavículas y pezones, repartiendo besos y mordidas que intercaladas entre lamidas profundas y meticulosas llevaban al de orbes esmeraldas al mismo paraíso.
Oh, de los placeres de tener un novio tan dedicado y atento ¿No?
Aquel joven de tez blanca se removía en su lugar, siendo dominado por el placer mientras gimoteaba sin pena, arqueando su espalda para incentivar más atenciones en aquella que era su zona favorita para recibir atenciones, sí, ésto se sentía bien, pero... lo quería a él, adentro, ya mismo.
Con sus firmes manos el mayor tomó la cintura de su novio, ejerciendo presión para así mantenerlo quieto mientras se dedicaba únicamente chupar y lamer sus sonrozados pezones, saboreando en su paladar el particular sabor dulce que estos siempre poseían.
Imagina que por un momento vez todo en cámara rápida, los segundos no son suficientes para describir tu percepción del tiempo y las luces en sí son solo borrones de lo que realmente deberías estar viendo solo para que, luego, de un momento a otro, te pierdas en una oscuridad placentera, donde todos tus sentidos se alertan y cooperan entre sí para transmitir de una forma sobrehumana las sensaciones que en sí te han arrastrado en la locura...
Imagina un placer tan inmenso a base de algo tan inucuo que hasta para ti es una duda de cómo pudiste acabar así, pero así es, te has sumergido en algo excepcional, algo que se siente eterno, algo que no quieres que pare, algo único que solo puede hacerlo quien te conoce de forma vívida y profunda.
Sonic había perdido la cabeza antes de llegar al acto principal, su lengua yacía fuera mientras sus ojos se volteaban hacia atrás, sintiendo en todo momento como la lengua de su amante humedecía y presionaba su pezón mientras lo succionaba de igual manera en lo que, este mismo, con una de sus manos libres le apretaba y jalaba el otro pezón, llevándolo al límite mientras sus gemidos se hacían cada vez más agudos y altos.
Se sentía bien, demasiado bien...
— ¡Ah, Shadow! —gemía con dificultad mientras se dejaba hacer, perdido en el placer mientras el placer lo seguía arrastrando hacia los confines del lado oscuro de su alma, con su sonrisa torciendose de extremo a extremo hasta retratar el rostro mismo del éxtasis.
No podía contenerlo más, su novio era demasiado bueno en esto, era perfecto.
De forma rápida y sin pesar alguno logró liberarse, corriendose con cierta velocidad mientras emitía un grito agudo, arqueando sus piernas mientras las abría más en el proceso, disparando en sí toda su semilla fuera de su ser, blanqueando sus ojos a más no poder mientras la saliva escurría por las comisuras de la boca.
Todo su joven cuerpo se quedó temblando entre espasmos de vívida felicidad, con el de azul respirando de forma pesada mientras intentaba recuperar el aliento, recuperando lentamente su conciencia, apartándose del cielo que alguna vez fue capaz de tocar, volviendo una vez más al mundo real, al presente.
El veteado se separó del pecho del más joven, propinándole una última lengüetada a aquel sonrosado pezón del que tanto había abusado, sonriendo con sorna tras ver cómo el más joven chillaba y se retorcía ante esto.
— ¿Listo para el acto principal? —habló con su ronca voz, propinándole una nalgada al de orbes esmeraldas quien se sobresaltó tras sentir su palma golpear contra sus pompas.
— ¿Eh? —murmuró, viéndolo con los ojos entrecerrados en lo que su pecho subía y bajaba, sobando con una de sus manos el pezón que le habían chupado hace poco.
— No finjas que lo olvidaste —murmura, en lo que desabrochaba sus pantalones, avanzando para así bajar sus boxers de rojo y de esa forma liberar su larga y gruesa polla palpitante de una vez por todas—, ¿O... es que tienes miedo? —inquiere, viéndolo de soslayo mientras se volvía a acomodar entre sus piernas.
— Miedo —rió, sonriendo de oreja a oreja mientras lo veía de forma desafiante—, ¿Miedo a qué?
— No lo sé, tú dime —ronronea mientras se acercaba hacia él, arrincandolo hasta unir sus labios con los suyos en un hambriento beso en donde sin rodeos se apoderó de su paladar, jugando nuevamente con su lengua mientras tomaba los muslos de su pareja y los separaba hasta el máximo, dándole espacio suficiente para ingresar.
Como todo un caballero aquel de vetas rojizas estaba dispuesto a jugar un poco más con su dulce chico de azul, pero... Cuál sería su sorpresa una vez que nota que, en efecto, la entrada de aquel tierno chico, ya estaba dilatada y lista para él.
Tan pronto como el de vello blanco se dió cuenta de esto se separó abruptamente del beso, dedicando una mirada aturdida hacia abajo, sintiéndose ofendido.
¿Así que aquel descarado de libido insaciable había tenido la osadía de venir preparado? Bien, bien, bien.
Eso solo significaba que, por hoy, tendría todo el derecho a ser una ruda y despiadada bestia sexual.
A fin de cuentas sería pecado no aprovechar aquella prevención ¿Cierto?
El de orbes esmeraldas posó sus manos detrás de su cabeza, sonriendo de lado mientras esperaba pacientemente a que el mayor empezace, suponiendo que sería lo de siempre, suponiendo que sería gentil y romántico como cada noche, suponiendo que sería el mismo caballero moderado que cumpliría sus caprichos... Suponiendo mal.
Aquel de tez bronceada no fue con rodeos, ingresando con fuerza en el estrecho y cálido interior del de espinas azules, llegando de forma directa a su punto dulce, dándole un golpe rudo pero a la vez inmediatamente placentero.
Oh sí, habíamos empezado de forma oficial.
El interior del de orbes esmeraldas se ensanchó rápidamente, sobresaltandolo en su lugar, haciéndole soltar un gemido ahogado mientras intentaba mantener su postura inicial, vaya ¿Acaso esta noche sería aquella en la que el romántico caballero complaciente se ausentaria?
Su vientre se había abultado debido al gran pedazo de carne que yacía dentro de su interior, notandose a simple vista aún entre la tenue penumbra que los guiaba en la noche, asombrando al más joven quien, ya fuera por despistado o exagerado, jamás había notado algo similar en todas las veces en las que habían tenido sexo con anterioridad. ¿Acaso...?
Sin previo aviso el mayor de ambos se posicionó por completo sobre él, empezando una serie de embestidas que buscaban ir más profundo una y otra vez, saliendo hasta la glande para después meterse hasta la base de la polla, una y otra vez, deslizándose con cierta facilidad debido al líquido preseminal que emanaba desde la punta de su pene, lubricando aquel estrecho lugar movimiento tras movimiento.
Poco a poco, el erizo más joven se dió cuenta de que esto no era lo planificado. Entre los gemidos que literalmente le estaban arrancando a la fuerza se dió cuenta de que algo había salido mal, su novio, no era gentil, sus embestidas eran más agresivas que otras veces y, sin duda, su polla estaba alcanzando los lugares correctos sin siquiera buscarlos, alarmandolo de sobremanera ante las estimulaciones masivas que recibía en su “P”.
El veteado gruñía de forma ronca, balanceándose una y otra vez sobre él, llevando al límite las capacidades de su novio para retener el dolor y el placer al mismo tiempo, abusando sin piedad a un ritmo constante y acelerado de aquella sonrosada y jugosa entrada.
El placer que le provocaba al más fuerte el saber que por esta vez era él quien tenía el control de cumplir sus deseos era simplemente excitante, embriagante, glorioso, maravilloso... Cualquier palabra que pudiera describir algo bueno en gran medida era en efecto lo que sentía en este momento.
La cama empezó a sacudirse de lado a lado, con los resortes del colchón y vigas de la cama chirriando de forma aguda en un ajetreo de sonidos húmedos, provocados por el sudor de ambas pieles al chocar de forma agresiva a gran velocidad.
El ambiente poco a poco se tornó cada vez más húmedo y caliente al punto de que con cada minuto costaba más respirar entre el movimiento y el calor.
— ¡Sha-Sha-dow! ¡¡Ahh!! ¡Ah! —gritaba el de tez blanca mientras se aferraba a las sábanas, con todo su cuerpo sudando ante la acción, sin saber cómo sobrellevar el hecho de que su interior se expandía y contraía ante cada movimiento por más rápido que fuera, guiandolo al placer más inusual que hubiera podido imaginar jamás.
Las fuertes manos del veteado soltaron aquellos perfectos muslos para así rodear el cuello del más joven, apretándolo con fuerza sin detener sus embestidas a toda velocidad, entrado y saliendo una y otra vez, llevando al máximo sus energías para encaminar a sus caderas por el ritmo correcto, saciandose mientras daba rienda suelta a su lujuria.
El de espinas cobaltozas gemía de forma ahogada, intentando gritar mientras intentaba alejar al mayor de él, asustado pero sumamente excitado mientras le rasguñaba los brazos, tomando sus escasas fuerzas en el intento de hacer que lo soltase, blanqueando sus ojos mientras entreabría sus boca, apretando los dientes en el proceso, sintiéndose aturdido tras cada embestida que, real o no, iba alcanzando mayor profundidad dentro de él.
Una fuerte nalgada se marcó en su glúteo después de un tiempo, con su mano quedándose adherida ahí mientras clavaba sus uñas, apretando aquella suave y perfecta piel, rasguñandola en el proceso solo para repetir el acto una y otra vez al ritmo de las embestidas.
El placer dentro la agresividad y rapidez de aquel sacro momento era más de lo que el azabache hubiera podido imaginar.
Francamente sí había pasado más tiempo del imaginado para esto, incluso ya había olvidado lo excelente que se sentía estar dentro de él, su voz gimiendo su nombre, sus expresiones faciales que le daban señales de que tan bien lo estaba haciendo, su fuerte rubor que no solo denotaba el esfuerzo si no también el deseo que ardía sobre su piel, el como sus estrechas y húmedas paredes se contraían alrededor de su polla cada que estaba cerca de correrse...
¿Eh?
Progresivamente aquella embriagante entrada empezó a apretar más y más su glande ante las estocadas que ejercía en su interior, aumentando de cierta forma su libido ante lo que solo podíamos decir que se trataba de un instinto salvaje emergiendo del fondo, una necesidad nueva, algo inexplicable, una energía que lo hacía reunir todas sus fuerzas para llegar a su clímax cuanto antes, lo necesitaba, le urgía.
Su mente se nubló por completo, ocultando cualquier pensamiento racional, desintegrando en borrosas memorias lo que era el pensar con puta normalidad mientras follabas, siendo poseído por una bestia que gruñía y gemía de forma ronca mientras continuaba penetrando al más joven, liberando el cuello de este para así posicionar sus manos sobre sus caderas y de esta forma tener total control sobre estas con el fin de así intensificar el placer ante las embestidas dadas.
Aquel de orbes esmeraldas se encontraba sin poder controlarse a sí mismo, arqueando la espalda mientras separaba sus piernas tanto como podía, blanqueando sus ojos mientras sonreía de forma retorcida, respirando de forma irregular, disfrutando de esto, de lo que era su novio en realidad, consumiéndose una vez más en la lujuria, sintiendo como sus límites eran empujados cada vez más y más lejos hasta llegar al punto de desaparecer.
Estaba cerca, se sentía cerca, ya estaba cerca...
Gimió de forma aguda, atrapando a su novio entre sus brazos con un abrazo inesperado, clavando sus uñas en su espalda al punto de dejar su marca en un rojo que poco a poco empezaba a brotar, apresandolo contra él para el gran final, escuchando al veteado gritar de forma ronca y ahogada contra su cuello, erizandole la piel mientras se corría sobre el abdomen de ambos, mordiéndose con fuerza el labio inferior mientras cerraba sus ojos con fuerza.
El de tez bronceada eyaculó con fuerza en aquel estrecho interior, liberando su semen por cada rincón de aquel húmedo y dulce lugar, haciendo que esté mismo desbordase pocos minutos después, entre jadeos y suspiros de cansancio puro.
Vaya, sin duda era una locura lo que la excitación le hacía a tu mente una vez que yacias preso de los manjares del deseo carnal.
El de orbes rojizas parpadeaba constantemente, intentando acostumbrarse a lo que era volver a tener conciencia y razonamiento, desorientado mientras su novio acariciaba su espalda y besaba su cuello de forma suave y casta.
Realmente era todo un caso esto de haber perdido la costumbre al sexo, debía cambiar eso cuanto antes.
— Oh, Shad... —susurró con suavidad el de azul mientras ronroneaba contra el pecho del mayor— Estuviste fantástico...
— ¿Satisfecho? —inquiere, limpiándose un poco el sudr de la cara mientras lo veía con una sonrisa levemente atontada, sintiéndose orgulloso por lo bien que lo había hecho.
— Demasiado —musitó, tomando la mano del más grande para posar la palma en su mejilla y posteriormente besar con dulzura su tatuaje carmesí, rozando su mejilla con este, sin parar de ronronear.
El de vetas carmesí sonreía con paz y tranquilidad, realmente amaba verlo así de cariñoso, tan amigable, tan lindo, todo lo contrario a lo que era a la luz del día...
Quizás era por eso que, antes de hacerse más reconocido, adoraba tanto las horas nocturnas.
— Te adoro, Shadow... —habló con suavidad, viendo al mencionado a los ojos mientras le sonreía con inocencia y paz.
— Yo también te adoro, Sonic —respondió con igual suavidad, depositando sobre su frente un cálido y dulce beso.
Sí, este momento era realmente suyo y nadie podría quitárselo.
«« OMGGGGGGGG POR ESTO ES QUE PAGO MI INTERNET CARAJO »»
Las espinas del erizo azabache se erizaron de golpe, como si hubiera visto al peor de los espectros frente a él, haciéndole abrir los ojos de par en par.
Con voz plana y robótica aquel programa que se encargaba de leer los mensajes anexados a donaciones por parte de sus seguidores había interrumpido de forma poco amena el momento.
Al parecer aquel erizo veteado se había olvidado que el programa para transmitir en vivo tenía una o dos ventanas para cerrarse totalmente, sin mencionar que en ningún momento se había asegurado de que la cámara había quedado encendida, en operación, grabando todo lo que habían hecho de inicio a fin.
El chat se encontraba saturado, explotando con mensajes de todo tipo mientras el número de espectadores subía como la espuma.
<< WhiteIce: O M G nopuedeser >>
<< CattoBlazer: Uuuhh, pero que bonita herramienta Sr Shadow 7 u 7 >>
<< PunchL1ne: Que envidia le tengo al chico de azul! >>
<< Ameliaaa: Se me cayó un ídolo! >>
<< Batttjewel: Esto es mejor que el OurTube naranja >>
<< TomWatch3: Hoy es noche de sexo dicen >>
<< MilesFoxes: Salu2 >>
<< DioMatt: Lo que vas a ver no es un Top, si no una compilación de los 3 videos más excitantes de la historia >>
<< BigB4ng: Oh my god, o sea lol, en plan que mierda XDXDXD >>
<< RedH44t: Tiene onlinefans ¿Verdad? >>
<< D34dmetalll: Esta noche me voy a manosear... >>
La pantalla del chat mostraba mensaje tras mensaje en un torbellino interminable de malos chistes, confesiones amorosas y exigencias de explicaciones que realmente no habían.
De un momento a otro el programa que se encargaba de leer los mensajes que enviaba la gente empezó a saturarse ante la cantidad masiva de donaciones que iban desde cinco dólares hasta cien o doscientos, desatando en sí una locura con mensajes de todo tipo, desde testamentos inocentes hasta sugerencias perturbadoras.
— No, No, No, No, No ¡¡¡Nooooo!!! —exclamó el más alto de los dos, saliendo de golpe del interior de su novio para así correr con los pantalones abajo hacia la mesa con la computadora, intentando ver cómo se las arreglaba para terminar y borrar la transmisión antes de que los moderadores de la plataforma se dieran cuenta, con los nervios a flor de piel, sin saber cómo callar los mensajes que no dejaban de llegar.
Por otra parte el de orbes esmeraldas miraba fijamente a la cámara, sorprendido más no humillado.
De hecho, si éramos sinceros, aún con lo apasionante que había sido la noche su libido no se encontraba totalmente saciado... Se sentía como si su cuerpo y corazón estuvieran exigiendo más de lo que realmente merecía o necesitaba, sin dejarle otra opción más que obedecer ¿Pero cómo? ¿Acaso podría aprovechar la situación para avanzar con sus deseos insaciables?
Tuvo una idea...
— ¡¡Carajo, carajo, carajo!! —sollozaba el de tez bronceada mientras veía como su fina y educada audiencia se iba transformando en un ejército de degenerados que le exigían más contenido de ese tipo, aterrandolo mientras su mente colapsaba ante la ausencia de ideas para poder detener toda esta locura, deseando borrarse a sí mismo de la faz de la tierra en este mismo momento.
— Heyyy —musitó el erizo de azul completamente desnudo mientras se posaba frente a la cámara, tomándola para así irla enfocando en un ángulo donde se le pudiera ver poniéndose de cuclillas frente a la polla de su novio aún erecta—, ¿Así que quieren un segundo round, eh? —inquirió mientras relamia golosamente sus labios, tomando con su mano libre la polla de su pareja.
El chat estalló con respuestas afirmativas entre emoticones y stickers personalizados de lobos aullando o hombres golpeando la mesa con desesperación, animando al joven de esmeralda a seguir con su locura.
— Bien —rió coquetamente mientras besaba maliciosamente la polla que palpitaba frente a su rostro—, comencemos entonces...
Aquel erizo de azabache se le quedó viendo horrorizado, petrificado, con la tensión bajandole de golpe, sin palabras, fuerzas o aliento para confrontar esto.
Algo era seguro, más allá de las donaciones millonarias que recibirían, nadie iba a dormir.
Y eso lo sé, porque yo estuve ahí.
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