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thirteen

LA VERDAD

HOLA, PETER —dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se convirtieran en antiguos compañeros de estudios—. Cuánto tiempo sin verte.

—Si... Sirius. Re... Remus —incluso la voz de Pettigrew era como de rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily, James y Cassandra. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —dijo Pettigrew con voz entrecortada, y Harry vio gotas de sudor en su pálido rostro—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter; si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —chilló Pettigrew señalando a Black, y Harry vio que utilizaba el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos insondables.

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos —dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —chilló Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor; hacia las ventanas cegadas y hacia la única puerta—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —chilló Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No Debe Nombrarse le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre? ¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? —preguntó Black—. No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius —murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

—No te has estado ocultando durante doce años de mí —dijo Black—. Te has estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas. Les he oído gritar en sueños todo tipo de cosas. Cosas como que el traidor les había traicionado. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues vivo...

—No entiendo de qué hablas... —dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona que nunca. Se secó la cara con la manga y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de esa locura...

—Tengo que admitir, Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa doce años convertido en rata —dijo Lupin impasible.

—¡Inocente, pero asustado! —chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

—¿Cómo te atreves? —gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro enorme que había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus, Jackson y yo... y James...

Pettigrew volvió a secarse el rostro, le faltaba el aire.

—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...

—Lily y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se lo recomendé —susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter. Y que por consecuencia, podías entregarle la ubicación de Jackson Carter.

Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Harry captó palabras como «inverosímil» y «locura», pero no podía dejar de fijarse sobre todo en el color ceniciento de la cara de Pettigrew y en la forma en que seguía mirando las ventanas y la puerta.

—¿Profesor Lupin? —dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?

—Por supuesto, Hermione —dijo Lupin cortésmente.

—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien Usted Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

—Eso es —dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué no se lo he hecho?

—Yo te diré por qué —dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a una piltrafa de brujo que ha perdido todo su poder, ¿a que no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

—Eh... ¿Señor Black... Sirius? —preguntó tímidamente Hermione. A Black le sorprendió que lo interpelaran de esta manera, y miró a Hermione fijamente, como si nadie se hubiera dirigido a él con tal respeto en los últimos años—. Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleó magia negra...

—¡Gracias! —dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella: más bien parecía meditar la respuesta.

—No sé cómo lo hice —respondió—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro. Los dementores son ciegos, como saben. —Tragó saliva—. Se dirigen hacia la gente porque perciben sus emociones... Al convertirme en perro, notaron que mis sentimientos eran menos humanos, menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recuperaba fuerzas... —Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado—... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados..., estaba dispuesto a entregarles al último de los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo recibirían con honores... Así que ya ven, tenía que hacer algo. Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo...

Harry recordó lo que el padre de Ron le había dicho a su esposa: «Los guardianes dicen que hacía tiempo que Black hablaba en sueños. Siempre decía las mismas palabras: "Está en Hogwarts."»

—Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores no podían apagarla. No era un pensamiento agradable..., era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Por eso, una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Les resulta tan difícil percibir las emociones animales que se confundieron. Estaba delgado, muy delgado... Lo bastante delgado para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme —añadió Black—. Créeme. Nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto —miró a Adelyn—. Tampoco a tu padre, ni a tu madre. Ellos cuatro eran las mejores personas que jamás haya conocido.

Y Harry y Adelyn le creyeron. Asintieron con la cabeza, con un nudo en la garganta.

—¡No!

Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de el par hubiera sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las manos unidas en actitud de rezo.

—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no...

Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

—¡Remus! —chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

—No si creía que el espía era yo, Peter —dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius —dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.

—Perdóname, Remus —dijo Black.

—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —respondió Lupin, subiéndose las mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?

—Por supuesto —respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?

—Creo que será lo mejor —dijo Lupin con tristeza.

—No lo harán, no serán capaces... —dijo Pettigrew. Y se volvió hacia Ron, arrastrándose—. Ron, ¿no he sido un buen amigo?, ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

—¡Te dejé dormir en mi cama! —dijo.

—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron—. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear —dijo Black con voz ronca.

Ron, palideciendo aún más a causa del dolor, alejó su pierna rota de Pettigrew. Pettigrew giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de Hermione.

—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...

Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada. Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia Harry y Adelyn.

—Harry, Harry.. qué parecido eres a tu padre... igual que él...

—¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?

—Harry —susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas. Adelyn se interpuso.

—¡Aléjate de él! —musitó. Peter se sobresaltó, y esta vez intento apelar al corazón de la bruja.

—Adelyn, Jackson no habría consentido que me mataran... Jackson habría comprendido, Adelyn... Habría sido clemente conmigo...

Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo cogieron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror, mirándolos fijamente.

—Vendiste a Lily, a James, a Jackson y a Cassandra a lord Voldemort —dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo: parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.

—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no pueden imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus, como Jackson y como James. Nunca quise que sucediera... El Que No Debe Nombrarse me obligó.

—¡NO MIENTAS! —BRAMÓ BLACK—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY, DE JAMES Y DE CASSANDRA! ¡ERAS SU ESPÍA!

—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —dijo Pettigrew entrecortadamente—. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?

—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —preguntó Black, furioso—. ¡Sólo vidas inocentes, Peter!

—¡No lo comprendes! —gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! ¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!

Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.

—Tendrías que haberte dado cuenta —dijo Lupin en voz baja— de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.

Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.

—¡No! —gritó Harry Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas—. ¡No pueden matarlo! —dijo sin aliento—. No pueden.

Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.

—Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres —gruñó Black—. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.

—Lo sé —jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.

—¡Harry! —exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

—Suéltalo —dijo Adelyn, con asco. Agitó su varita y Pettigrew se soltó de Harry.

—No lo hago por ti —negó Harry, tomando la mano de Adelyn, quien se había acercado a ellos—. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.

—Ustedes son los únicos que tienen derecho a decidir, Harry y Adelyn —dijo Black—. Pero piensen, piensen en lo que hizo.

—Harry tiene razón —musitó Adelyn—. Que vaya a Azkaban. Si alguien merece ese lugar, es él.

Pettigrew seguía jadeante detrás de él.

—De acuerdo —dijo Lupin—. Háganse a un lado, chicos —Harry dudó—. Voy a atarlo —añadió Lupin—. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio, sin soltar la mano de Adelyn. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.

—Pero si te transformas, Peter —gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Están de acuerdo, chicos?

Harry y Adelyn se miraron. Bajaron la vista para observar la lastimosa figura, y asintieron de forma que lo viera Pettigrew.

—De acuerdo —dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entablillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:
—¡Férula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse en pie. Ron se apoyó con cuidado en la pierna y no hizo ni un gesto de dolor.

—Mejor —dijo—. Gracias.

—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —preguntó Hermione, en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.

—No le pasa nada grave —explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo te pasaste un poco, Adelyn —la nombrada bajó la mirada, avergonzada—. Sigue sin conocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está —luego murmuro—: Mobilicorpus.

El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Lupin cogió la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.

—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.

—Yo lo haré —se ofreció Lupin.

—Y yo —dijo Ron, con furia y cojeando.
Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera identidad de Scabbers como un insulto. Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola alegremente levantada.

Harry no había formado nunca parte de un grupo tan extraño. Crookshanks bajaba las escaleras en cabeza de la comitiva. Lupin, Pettigrew, Hermione y Ron lo seguían, como si participaran en una carrera. Detrás iba el profesor Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por su propia varita, con la que Sirius le apuntaba. Harry y Adelyn cerraban la marcha. Fue difícil volver a entrar en el túnel. Lupin, Pettigrew y Ron tuvieron que ladearse para conseguirlo.

Lupin seguía apuntando a Pettigrew con su varita. Harry los veía avanzar de lado, poco a poco, en hilera. Crookshanks seguía en cabeza. Harry iba inmediatamente detrás de Sirius, que continuaba dirigiendo a Snape con la varita. Éste, de vez en cuando, se golpeaba la cabeza en el techo, y Harry tuvo la impresión de que Sirius no hacía nada por evitarlo.

—¿Saben lo que significa entregar a Pettigrew? —le dijo Sirius a Harry y Adelyn bruscamente, mientras avanzaban por el túnel.

—Que tú quedarás libre —respondió Harry.

—Sí... —dijo Sirius—. No sé si te lo ha dicho alguien, pero yo también soy tu padrino.

—Sí, ya lo sabía —respondió Harry.

—Bueno, tus padres me nombraron tutor tuyo —dijo Sirius solemnemente—, por si les sucedía algo a ellos... —Harry esperó. ¿Quería decir Sirius lo que él se imaginaba?— Por supuesto —prosiguió Black—, comprendo que prefieras seguir con tus tíos. Pero... medítalo. Cuando mi nombre quede limpio... si quisieras cambiar de casa...

A Harry se le encogió el estómago.

—¿Qué? ¿Vivir contigo? —preguntó, golpeándose accidentalmente la cabeza contra una piedra que sobresalía del techo—. ¿Abandonar a los Dursley?

—Claro, ya me imaginaba que no querrías —dijo inmediatamente Sirius—. Lo comprendo. Sólo pensaba que...

—Pero ¿qué dices? —exclamó Harry; con voz tan chirriante como la de Sirius—. ¡Por supuesto que quiero abandonar a los Dursley! ¿Tienes casa? ¿Cuándo me puedo mudar?

Sirius se volvió hacia él. La cabeza de Snape rascó el techo, pero a Sirius no le importó.

—¿Quieres? ¿Lo dices en serio?

—¡Sí, muy en serio!

En el rostro demacrado de Sirius se dibujó la primera sonrisa auténtica que Harry había visto en él. La diferencia era asombrosa, como si una persona diez años más joven se perfilase bajo la máscara del consumido. Durante un momento se pudo reconocer en él al hombre que sonreía en la boda de los padres de Harry. Adelyn también sonrió, pues Harry le había contado sobre los Dursley, y le alegraba saber que un día no tendría que soportar su maltrato nunca más.

Siguieron caminando, y Harry se volteó hacia Adelyn, quien seguía sujetando su mano.

—Gracias —murmuró. Adelyn lo miró.

—¿Por qué?

—Por seguir a mi lado a pesar de todo el mal que he traído a tu vida este año. A pesar de que fui un idiota contigo —Adelyn soltó una corta risa.

—Sí, fuiste un idiota —asintió. Harry también rió—. Confío en ti, Harry —le dió un apretón a su mano—. Te seguiría a cualquier lado, sin importar qué.

Harry sonrió ampliamente. Sirius, quien no se había perdido aquel intercambio, no pudo evitar pensar en cuánto esos dos le recordaban a unos jóvenes Lily y James, y a unos jóvenes Jackson y Cassandra.

No volvieron a hablar hasta que llegaron al final del túnel. Crookshanks salió el primero, disparado. Evidentemente había apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Lupin, Pettigrew y Ron salieron sin que se produjera ningún rumor de ramas enfurecidas, seguidos de cerca por Hermione. Sirius hizo salir a Snape por el agujero y luego se detuvo para ceder el paso a Harry y a Adelyn. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando. A Harry le zumbaba la cabeza. Iba a dejar a los Dursley, iría a vivir con Sirius Black, el mejor amigo de sus padres... Estaba aturdido. ¡Cuando dijera a los Dursley que se iba a vivir con el presidiario que habían visto en la tele...!

Además, ¡seguía de la mano de la chica de sus sueños!

—Un paso en falso, Peter; y... —dijo Lupin delante de ellos, amenazador, apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco. Snape seguía inconsciente, fantasmalmente transportado por Sirius, la barbilla rebotándole en el pecho. Y entonces...

Una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras. La luz de la luna caía sobre el grupo. Snape tropezó con Lupin, Pettigrew y Ron, que se habían detenido de repente. Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo indicó a Harry y a Adelyn que no avanzaran. Le indicó a Hermione que retrocediera.

Harry vio la silueta de Lupin. Se puso rígido y empezó a temblar.

—¡Dios mío! —dijo Hermione con voz entrecortada—. ¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso!

—Corran —gritó Sirius—. ¡Corran! ¡Ya!

Pero Harry no podía correr. Ron estaba encadenado a Pettigrew y a Lupin. Saltó hacia delante, pero Sirius lo agarró por el pecho y lo echó hacia atrás.

—Déjenmelo a mí. ¡CORRAN!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras. A Crookshanks se le volvió a erizar el pelo. Retrocedió. Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció del lado de Harry. Se había transformado. El perro grande como un oso saltó hacia delante. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enzarzados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las zarpas.

Harry se quedó como hipnotizado. Estaba demasiado atento a la batalla para darse cuenta de nada más. Fue el grito de Adelyn lo que lo alertó. Pettigrew había saltado para coger la varita caída de Lupin. Ron, inestable a causa de la pierna vendada, se desplomó en el suelo. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra. Otro estallido: Crookshanks saltó por el aire y volvió a caer al suelo.

—¡Expelliarmus! —exclamó Harry, apuntando a Pettigrew con su varita. La varita de Lupin salió volando y se perdió de vista—. ¡Quédate donde estás! —gritó Harry mientras corría.

Demasiado tarde. Pettigrew también se había transformado. Harry vio su cola pelona azotar el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo oyó huir a toda prisa por la hierba. Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, Harry vio al hombre lobo adentrándose en el bosque a la carrera.

—Sirius, ha escapado. ¡Pettigrew se ha transformado! —gritó Harry. Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de Harry volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió.

Harry, Adelyn y Hermione se acercaron aprisa a Ron.

—¿Qué le ha hecho? —preguntó Hermione.
Ron tenía los ojos entornados, la boca abierta. Estaba vivo. Oían su respiración. Pero no parecía reconocerlos.

—No sé.

Harry miró desesperado a su alrededor. Black y Lupin habían desaparecido... No había nadie cerca salvo Snape, que seguía flotando en el aire, inconsciente.

—Será mejor que los llevemos al castillo y se lo digamos a alguien —dijo Harry, apartándose el pelo de los ojos y tratando de pensar—. Vamos...

Oyeron un aullido que venía de la oscuridad: un perro dolorido.

—Sirius —murmuró Harry, mirando hacia la negrura. Tuvo un momento de indecisión, pero no podían hacer nada por Ron en aquel momento, y a juzgar por sus gemidos, Black se hallaba en apuros.

Harry echó a correr, seguido por Adelyn. El aullido parecía proceder de los alrededores del lago. Corrieron en aquella dirección y Harry notó un frío intenso sin darse cuenta de lo que podía suponer. El aullido se detuvo. Al llegar al lago vieron por qué: Sirius había vuelto a transformarse en hombre. Estaba en cuclillas, con las manos en la cabeza.

—¡Noooo! —gemía—. ¡Noooooo, por favor!

Y entonces los vio Harry. Eran los dementores. Al menos cien, y se acercaban a ellos como una masa negra. Se dio la vuelta. Aquel frío ya conocido penetró en su interior y la niebla empezó a oscurecerle la visión. Por cada lado surgían de la oscuridad más y más dementores. Los estaban rodeando...

—¡Adelyn, piensa en algo alegre! —gritó Harry levantando la varita y parpadeando con rapidez para aclararse la visión, sacudiendo la cabeza para alejar el débil grito que había empezado a oír por dentro...

Se obligó a no pensar más que en Sirius y comenzó a repetir a gritos:
—¡Expecto patronum! ¡Expecto patronum!

Black se estremeció. Rodó por el suelo y se quedó inmóvil, pálido como la muerte.

—¡Expecto patronum! ¡Ayúdame, Adelyn! ¡Expecto patronum!

—¡Expecto...! —susurró Adelyn—. ¡Expecto... expecto!

Pero no era capaz. Los dementores se aproximaban y ya estaban a tres metros escasos de ellos. Formaban una sólida barrera en torno a Harry y Adelyn, y seguían acercándose...

—¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry, intentando rechazar los gritos de sus oídos—. ¡EXPECTO PATRONUM!

Un delgado hilo de plata salió de su varita y bailoteó delante de él, como si fuera niebla. En ese instante, Harry notó que Adelyn se desmayaba a su lado. Estaba solo, completamente solo...

—¡Expecto...! ¡Expecto patronum!

Harry sintió que sus rodillas golpeaban la hierba fría. La niebla le nublaba los ojos. Haciendo un enorme esfuerzo, intentó recordar. Sirius era inocente, inocente...

—¡Expecto patronum! —dijo entrecortadamente.

A la débil luz de su informe patronus, vio detenerse un dementor muy cerca de él. No podía atravesar la niebla plateada que Harry había hecho aparecer, pero sacaba por debajo de la capa una mano viscosa y pútrida. Hizo un ademán como para apartar al patronus.

—¡No... no! —exclamó Harry entrecortadamente—. Es inocente. ¡Expecto patronum!

Sentía sus miradas y oía su ruidosa respiración como un viento demoníaco. El dementor más cercano parecía haberse fijado en él. Levantó sus dos manos putrefactas y se bajó la capucha. En el lugar de los ojos había una membrana escamosa y gris que se extendía por las cuencas. Pero tenía boca: un agujero informe que aspiraba el aire con un estertor de muerte.

Un terror de muerte se apoderó de Harry, impidiéndole moverse y hablar. Su patronus tembló y desapareció. La niebla blanca lo cegaba. Tenía que luchar... Expecto patronum... No podía ver..., a lo lejos oyó un grito conocido..., expecto patronum... Palpó en la niebla en busca de Sirius y encontró su brazo. No se lo llevarían... Pero, de repente, un par de manos fuertes y frías rodearon el cuello de Harry. Lo obligaron a levantar el rostro. Sintió su aliento..., iban a eliminarlo primero a él... Sintió su aliento corrupto..., su madre le gritaba en los oídos..., sería lo último que oyera en la vida.

Y entonces, a través de la niebla que lo ahogaba, le pareció ver una luz plateada que adquiría brillo. Se sintió caer de bruces en la hierba. Boca abajo, demasiado débil para moverse, sintiéndose mal y temblando, Harry abrió los ojos. Una luz cegadora iluminaba la hierba... Habían cesado los gritos, el frío se iba...

Algo hacía retroceder a los dementores... algo que daba vueltas en torno a él, a Sirius y a Adelyn. Los estertores dejaban de oírse. Se iban. Volvía a hacer calor.

Haciendo acopio de todas sus fuerzas, Harry levantó la cabeza unos centímetros y vio entre la luz a un animal que galopaba por el lago. Con la visión empañada por el sudor, Harry trató de distinguir de qué se trataba. Era brillante como un unicornio. Haciendo un esfuerzo por conservar el sentido, Harry lo vio detenerse al llegar a la otra orilla. Durante un instante vio también, junto al brillo, a alguien que daba la bienvenida al animal y levantaba la mano para acariciarlo. Alguien que le resultaba familiar. Pero no podía ser... Harry no lo entendía. No podía pensar en nada. Sus últimas fuerzas lo abandonaron y al desmayarse dio con la cabeza en el suelo.

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