one
EL SOMBRERO SELECCIONADOR
LA PUERTA SE ABRIÓ DE INMEDIATO. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo.
—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.
—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.
Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era tan grande que Adelyn podría haber metido la casa de sus padres dos veces allí. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.
Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Adelyn podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha, el resto del colegio debía estar ahí, pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.
—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasarán el tiempo libre en la sala común de la casa.
»Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que les toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor
posible.
Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron. Con nerviosismo, Adelyn trató de alisar su túnica.
—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperen tranquilos.
Salió de la habitación. Adelyn tragó con dificultad.
—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —un niño de gafas preguntó a un pelirrojo.
—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.
El corazón de Adelyn dio un vuelco. ¿Una prueba? ¿Delante de todo el colegio? No esperaba algo así, justo en el momento en que acababan de llegar. Miró a su alrededor y vio que los demás también parecían aterrorizados. Nadie hablaba mucho, salvo Hermione Granger, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría. Adelyn intentó no escucharla. Nunca había estado tan aterrada, ni siquiera cuando tuvo que oír la historia de su padre, el único brujo de la familia, quien se había enfrentado al peor mago tenebroso que el mundo mágica hubiera visto una década atrás. Mantuvo los ojos fijos en la puerta. Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás gritaron.
—¿Qué es...?
Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:
—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda
oportunidad...
—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué están haciendo todos ustedes aquí?
El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año. Nadie respondió.
—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Están esperando la selección, ¿no?
Algunos asintieron.
—¡Espero verlos en Hufflepuff—continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya saben.
—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.
La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.
—Ahora formen una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y siganme.
Adelyn se puso detrás de un chico de pelo rubio. El pelirrojo y el azabache con gafas se pararon detrás suya. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Adelyn levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrar a Hermione: «Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts».
Adelyn bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar. Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.
—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron Weasley a Harry—. Voy a matar a Fred.
Harry Potter sonrió débilmente. Sí, probarse el sombrero era mucho mejor que tener que hacer un encantamiento, pero habría deseado no tener que hacerlo en presencia de todos. El sombrero parecía exigir mucho, y Harry no se sentía valiente ni ingenioso ni nada de eso, por el momento. Si el sombrero hubiera mencionado una casa para la gente que se sentía un poco indispuesta, ésa habría sido la suya.
La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.
—Cuando yo los llame, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!
Todos comenzaron a pasar. Muchos iban a Hufflepuff, otros tantos a Ravenclaw. Había algunos orgullosos de ir a Gryffindor, y otros aterrados de acabar en Slytherin. Cuando Adelyn oyó su nombre, soltó un suspiro, y avanzó. Tembló cuando sintió todas las miradas sobre ella, pero se armó de valor y se sentó sobre el taburete. La sala se sumió en silencio, y Adelyn pudo oír al sombrero hablarle solo a ella.
—Hmm... estás dispuesta a trabajar duro, Hufflepuff apreciaría eso. Pero, también siento una gran ambición, al igual que tu padre. Slytherin podría llevarte a la grandeza —divagó el sombrero—. Ya sé, te pondré en... ¡GRYFFINDOR!
La mesa roja y dorada estalló en vitores y aplausos. La castaña sonrió ampliamente y se dirigió hacia ellos, feliz de haber acabado en la misma casa que su padre.
—¡Potter, Harry!
Adelyn reconoció al chico azabache de gafas, y recordó cuando su padre le habló de Lily y James Potter. Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.
—¿Ha dicho Potter?
—¿Ese Harry Potter?
Lo último que Harry vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.
—¡GRYFFINDOR! —el sombrero exclamó. Harry se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Gryffindor.
Estaba tan aliviado de que lo hubiera elegido y no lo hubiera puesto en Slytherin, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento. Percy el prefecto se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los gemelos Weasley gritaban: «¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!». Harry se sentó en el lado opuesto al fantasma que había visto antes. Éste le dio una palmada en el brazo, dándole la horrible sensación de haberlo metido en un cubo de agua helada.
Su mirada se cruzó con la café de Adelyn, quien le sonrió antes de desviar sus ojos hacia los que aún debían ser sorteados en sus casas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro