26| La terquedad y sus consecuencias
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Busan, Corea Del Sur.
El auto parecía estar sumergido en la intriga, obviamente una que tenía el pelinegro desprendiendo de sus poros.
— Si está nervioso por ir ¿Para que vamos? — YoonGi habló sin despegar la mirada de la carretera.
— No estoy nervioso por Lalisa; ella me vale mierda. — dijo en un tono profundo.— mi única preocupación es EunJi... Se ha desmayado hace unas horas y aún no sé qué ha pasado. — masajeó su frente con su mano y suspiró frustrado.
— ¿Por qué no la llama? — propuso y el pelinegro menor resopló.
— Lo haré. — metió la mano en el bolsillo de su saco y sacó el móvil.— A este punto ya el doctor debió revisarla. — tecleó en su teléfono y presionó para llamar; llevando así el aparato a su oído.
Un sonido de espera lo desesperó, pero al poco tiempo su llamada fue contestada.
— Hola, JungKook. — habló su voz femenina favorita. El nombrado no evitó soltar una sonrisa aliviada.
— EunJi, mi amor. ¿Cómo te sientes, preciosa? — preguntó preocupado; escuchando un suspiro al otro lado de la línea.— Supe que te desmayaste... Por favor dime que estás bien. — suplicó al final para esperar por la respuesta que necesitaba.
— Estoy bien ahora, no te preocupes...
— ¿Cómo que no me preocupe? Te desmayaste y escuché tu voz antes, estabas demasiado débil. — dijo un tanto molesto y preocupado.— ¿No has descansado bien? ¿Has comido las tres comidas?
— JungKook de verdad ya estoy bien. — insistió con su voz baja y él sabía que sólo eran sus trabas para no preocuparlo.
— ¿Te revisó el doctor? — preguntó cambiando de tema. Ella suspiró nuevamente.
— Sí... Dice que tengo la presión baja y por eso me desmayé... Pero ya, de verdad me siento mejor. Me han estado hidratando y he tomado un jugo antes de dormir un poco. — el pelinegro asintió para sí mismo y resopló.
— Estoy tranquilo porque sé que tú abuelo te protege. — dijo seguro.— Nena... No había podido hablar contigo, pero de verdad me vine para que tú y YuGyeom estuvieran tranquilos y fuera del peligro al menos hasta que todo se solucione.
— Descuida, entiendo... Solo espero que de verdad vuelvas. YuGyeom te necesita. — mencionó ella y JungKook carraspeó.
— ¿Él cómo está? Lo escuché muy asustado. — rascó su cabeza mirando hacia la carretera; notando la vía muy larga.
— Está más tranquilo... Se quedó dormido un rato pero volvió a despertarse y salió a jugar en el jardín con JongIn. — contó.
— Él ya no tiene nada que hacer allí... — dijo celoso y no pudo captar como la rubia negó al otro lado rodando sus ojos.
— Toma un vuelo hoy en la noche. Tu calmado. — dijo en un reproche suave y JungKook volvió a carraspear su garganta. Jugó con su lengua en su mejilla y suspiró nuevamente.
— Te prometo que todo acabará pronto... — murmuró queriendo sonar íntimo. Sólo ellos dos aunque era casi imposible estando a tantos kilómetros de distancia.
— ¿Por qué suenas tan seguro? ¿Qué está pasando? — preguntó preocupada y JungKook vio a lo lejos la salida de la ciudad.
— Estoy a punto de llegar al lugar donde Lalisa se oculta.
— ¿¡Qué!? ¿¡Estás loco, acaso!? — se exaltó y él escuchó su tono angustiado.
— Amor, no te preocupes... Estoy yendo junto a YoonGi. — intentó calmar pero no funcionó.
— Eres un tonto... Esa mujer está loca, te puede hacer daño... — se vio interrumpida por su voz cortada y luego continuó.— Si te hace algo yo me muero, JungKook. — murmuró dolida y el mayor ahora sí lo azotaron los nervios.
— Preciosa. — llamó.— Lalisa a mí no me hará nada, ella me quiere a mí. — intentó nuevamente calmarla pero aún así escuchó sus sollozos.
— JungKook pero llama a la policía para que te acompañe. — pidió entre sollozos que le dolieron al pelinegro.
— Tardarán demasiado... Deben esperar una orden y toda esa mierda. Yo de verdad necesito refundirla.
— ¿No sabes acaso que me angustias más así? — volvió a exclamar y JungKook mordió su labio inferior.
— Está tranquila, amor. Te llamo cuando esté de regreso. — dijo observando de cerca la salida.— Me quedaré sin señal, te amo.
— JungKook... — no escuchó más nada y se exasperó.— ¡JungKook! — llamó fuerte entre lágrimas, pero ya él no estaba en la línea.
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Las Vegas NV, U.S.A
— ¿Querida, qué haces? — preguntó el mayor viéndola sacar su ropa del armario.
— No puedo más, abuelo... Voy a Busan. — dijo temblorosa.
— Pero si aún no te recuperas, cariño. — dijo este en reproche suave pero la rubia comenzó a soltar lágrimas.
— Necesito estar con JungKook, en estos momentos hará una locura, y aunque no pueda evitar que llegue necesito estar en el mismo lugar que él. — murmuró afligida y desesperada.
— EunJi no te hace bien exaltarte. — dijo suavemente para tomarla de los hombros.— No puedes irte así, estás muy alterada. — le acarició el cabello y ella siguió llorando a cántares.
— Lo amo, es el papá de mi hijo y... — enmudeció antes de poder decir lo otro.— No estaré tranquila lejos de él. — se quejó en un susurro.
— ¿Y YuGyeom? — ella lo pensó y suspiró.
— No lo quiero dejar. — dijo en un suspiro ahogado.
— No estás pensando en él, EunJi; lo mejor será que lo dejes conmigo.— aconsejó suave.
— No me quiero separar de él. — volvió a quejarse. Pero la mirada suavizada de su abuelo la calmó un poco.— Cuídalo, por favor, abuelo. — suplicó y el mayor asintió.
— Ese niño también es mi vida; así que no te preocupes que lo cuidaré muy bien. — le calmó viéndola asentir.— Lo único que te pido es que antes de que te vayas vayamos al médico para que te revise ¿Si? No quiero quedarme preocupado por tu salud. — la rubia le asintió y tomó su bolso junto a su teléfono.
— Vamos de una vez, así aprovecho de reservar un boleto.
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EunJi miraba la hora en su reloj de manera nerviosa, intercambiando su mirada con el letrero anunciante, impaciente porque la hora de abordar su vuelo llegase de una vez.
— Debiste hacerle caso a tu abuelo. — JongIn la miró de soslayo y ella suspiró.— JungKook te dejó aquí para mantenerte a salvo ¿Por qué lo contradices? — preguntó suave y la rubia, que ahora vestía un conjunto deportivo; lo miró con seriedad.
— Nos hemos casado, somos uno. Si él se va yo voy con él... A donde sea que vaya. — contestó convencida.
— Pero ambos han dejado a su hijo solo. — reprochó.
— Con mi abuelo está más que seguro. Yo me encargaré ahora de que mi familia permanezca unida, JongIn; y no permitiré que volvamos a estar separados.
El mayor asintió y desvió su mirada a la puerta de abordar. Se quedaron en silencio nuevamente y siguieron esperando por su vuelo.
EunJi había acordado con el doctor en que le enviara los resultados por mensaje, y luego ella lo llamaría para que le explicara lo que le pasaba. Esperaba que no fuera algo grave; aunque él le aseguró que los síntomas no habían sido de algo muy fuerte, puesto que sólo había sufrido un desmayo tras la presión baja; igualmente la preocupación persistía tras la espera de los resultados.
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Busan, Corea Del Sur.
YoonGi miró a JungKook salir del auto al ver la amplia casa a lo lejos. No quisieron llegar muy cerca y por eso se quedaron a unos veinte metros de distancia con las luces apagadas entre los árboles gigantes y arbustos que ocultaban el automóvil en la oscuridad de la madrugada.
Él mayor abrió la guantera y metió su mano antes de salir y posicionarse a un lado de su jefe. Este lo miró incrédulo mientras el pálido preparaba su arma.
— ¿Estás armado? — le preguntó en un murmullo.
— No. Es una pistola de agua. — respondió sarcástico y JungKook le alzó una ceja. Divertido por verlo con más confianza.— Soy un guardaespaldas, es obvio que estoy armado. — corrigió y el menor asintió de acuerdo.
— No se ven luces encendidas. ¿Estará dormida? — mencionó bajo y YoonGi dejó su arma lista para disparar.
— Jefe, con todo el respeto que le tengo a veces suele ser muy estúpido. — confesó resoplando. JungKook lo miró ofendido.— Los psicópatas no duermen...
— Eso es verdad. ¿Pero por qué estás liberando tus personalidades ahora? — preguntó extraño.
— Usted me ha puesto en tensión. Cuando estoy bajo presión suelo decir las cosas sin filtros, mostrando mi verdadera personalidad. — contestó algo frío y JungKook asintió.
— Está bien, necesito a alguien sensato y frío como tú en mi vida... Cuidarás bien de mí. — sonrió burlón y el pálido rodó los ojos.— llevamos aquí más de una hora porque no quisiste que fuera tan de prisa, ahora ya entremos de una vez.
— ¿Sabe manejarlas? — preguntó moviendo un poco su arma.
— No mucho. — contestó sincero, observando el arma de color plateado que YoonGi poseía.
— Entonces deje a los que sabemos hacerlo manejar la situación. — respondió cansado de la insistencia del menor.
JungKook esperó algo frustrado y caminó detrás de YoonGi cuando este comenzó a hacerlo.
No llegaron muy lejos cuando escucharon un auto llegar detrás de ellos. Ambos miraron el auto a oscuras — como ellos llegaron hace un tiempo atrás — y cuando se detuvo salieron de allí dos hombres vestidos de forma oscura. Se acercaron a ellos y vio como YoonGi bajó su arma.
— ¿Quiénes son? — preguntó el menor.
— Son BaekHyun y ChanYeol. — respondió YoonGi desinteresado. JungKook lo miró en quejas y el mayor resopló cansado.
— Somos guardaespaldas, amigos de YoonGi. — respondió el pelinegro alto de ojos redondos.
— Vinimos en cuanto YoonGi nos escribió, estábamos cerca y decidimos ayudar. — respondió el otro, un castaño.
— ¿Terminaron? Es hora de ir. — interrumpió el más bajo y todos asintieron. Al avanzar todos en posición de defensa volvió a susurrar detrás de una pared.— JungKook toca la puerta y aplica distracción. Nosotros estaremos afuera a la mínima señal de peligro.
— Esta bien. — susurró en respuesta y caminó hacia la puerta.
Estando frente a ésta aspiró inflando sus mejillas y botó el aire para luego tragar fuerte. Tocó la puerta y tras unos segundos no recibió respuesta, volvió a tocar más fuerte y nada.
— ¡Lalisa, soy yo! ¡Abre la puerta! — llamó fuerte y luego vio una luz encenderse.
La puerta se abrió y una mujer cuyo cabello era de un rubio casi blanco se dejó ver. Pero era ella, la mujer que ahora se encontraba en el primer y único puesto de la que más odiaba. Ella lo miró confundida y JungKook notó como debajo de sus ojos habían unas marcas oscuras; unas ojeras profundas típicas de alguien atormentado.
— ¿Qué estás haciendo aquí? — preguntó temblorosa. Parecía muy nerviosa y paranoica.
— Supe que estabas aquí y decidí venir a verte. — le dijo con suavidad sin borrar la neutralidad de su rostro. Ella sacó su cabeza y miró a los lados de la casa sin notar nada.
— ¿Cómo llegaste aquí? — preguntó desconfiada mientras sus ojos se entrecerraron con la duda.
— Vine en taxi para que nadie me siguiera. — mintió rápidamente y ella se lo creyó cuando él la vio asentir.
— Pasa. — indicó y el pelinegro caminó al interior de la casa que parecía deshabitada.
Tenía todos sus muebles cubiertos por unas sábanas blancas a excepción de un sillón y una mesa que lo dejó sorprendido por lo que contenía. Él la volvió a mirar confundido y la vio tragar fuerte.
— ¿Te drogas? — preguntó y ella no contestó. Decidió ir hasta la mesa la cubrió con una sábana blanca que estaba tirada en el piso.
— ¿Para qué viniste? No me digas que a tomar el té porque sé muy bien que me aborreces. — soltó algo molesta por haber sido descubierta por él. Se sentó en el sillón y lo miró con intensidad.
— Yo no te aborrezco, Lalisa. — negó suave y se acercó a ella.— Comprendo que me amas, lo veo en tus ojos. — murmuró colocándose de cuclillas sin despegar su vista de esos ojos grandes que tenía a unos cuarenta centímetros de él.
— Siempre te he amado. Pero tú nunca te dignaste a ceder al amor que tenía para ofrecerte... — dijo en un casi susurro dolido.— Pero apareció la zorra de EunJi y te volviste loco con su agujero, uno que ha recibido tantas pollas que se pierde la cuenta. — siseó con rabia y JungKook tuvo que morder su lengua para no soltarle una maldición en su cara. Pero debía ser paciente.
— Cometí un error... Me dejé llevar por la calentura. — murmuró suave para colocar sus manos en las rodillas de ella, acariciando sus muslos con suavidad.
— ¿Te cambio por otro como te dije? — preguntó con su ceja alzada y el pelinegro se quedó mudo.— lo sabía... Pero los hombres son tan calientes que piensan siempre con la de abajo. — habló suave y luego colocó sus manos en el cuello de él, acariciando esa parte que JungKook sintió arder al mínimo toque.— Pero estoy aquí... Para tí... Como siempre te lo he dicho. — Susurró acercándose a su boca.
Sus labios se encontraron y se besaron de manera apasionada y salvaje. JungKook sentía cada movimiento como un infierno, sentía como quemaba sus labios con simplemente tocarlos, pero debía arriesgarse y seguirle el juego.
Suspiraron entre el beso y él le tomó de la cintura. Se separaron un poco a los segundos y se miraron fijamente, él vio sus labios entreabiertos y volvió a brincar a estos como un salvaje, bajando sus manos a los glúteos de ella para luego meterlas en su entrepierna cubiertas por sólo un vestido. Tocó su intimidad por encima de las bragas y la sintió suspirar en sus labios, mordiendo él su labio inferior. Siguió masajeando su parte íntima mientras rogaba internamente que YoonGi entrase de una vez.
— Se siente tan bien sentirte de nuevo. — soltó en un gemido y le dejó un beso en sus labios.— Pero a mí no me engañas. — susurró.
Y cuando la iba a mirar falsamente confundido sintió un fuerte golpe en su cabeza, cayendo de lleno hacia el piso. Ella se levantó y susurró luego de cuclillas en su oído, mientras él veía todo dar vueltas y sentía ya la humedad debajo de su cabeza.
— Te ví llegar con tu pandillita. Además en Estados Unidos se levantó una orden contra mí, y tú eras el único que pudo hacerlo cuando ví a JongIn en casa de EunJi... Es una lastima que ahora seas mi enemigo, mi amor. — dijo con molestia y se levantó.
Apagó la luz de la lámpara y él escuchó luego como los pasos se oían corriendo a lo lejos. Vio la oscuridad misma entre respiros agitados, ya no sabía si estaba desmayado o aún en la oscuridad; sólo sentía un fuerte dolor de cabeza. Tocó la parte golpeada y sintió una humedad en sus dedos, escuchó la puerta ser golpeada fuertemente y luego el sonido de un auto huir junto a unos gritos masculinos que no eran entendibles para él.
Cuando escuchó la puerta caer y pasos apresurados y confundidos en la oscuridad se dejó derrotar por la oscuridad de su mente y su vista.
Había perdido el conocimiento.
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