Vía telefónica
Advertencia: Esta historia posee contenido explícito.
Jueves, 3 de Noviembre de 2015. 11:04 p.m.
—¿Hola?
—¡Amiga! Disculpa que te llame a esta hora, debes haberte acabado de recostar. ¿O fue que ya estabas dormida y te desperté? Ay, no. Me sentiría terrible si fuese así. Discúlpame, ¿okay? Es que a veces soy un poco impulsiva...
—Tranquila, Martha. Aún estaba despierta. No tienes por qué preocuparte. ¿Por qué me llamas de esta línea?
—¡No sabes cuánto me alegra eso, Roxanne! Bueno, me dirás que soy una interesada y que solo te pido ayuda tras ayuda, pero es que te necesito súper urgente para que eches una mano.
—Seguro, aquí estoy para lo qué necesites.
—No sabes lo genial que eres, Roxie. En fin, quería saber si aún vives en la casa con el gran patio...
—Ah, sí. Aún vivo aquí. Si me hubiese mudado te lo habría dicho. Por algo nos hablamos diario, ¿no?
—¡Cierto! Oh, qué estúpida. Vale y, ¿será que yo podría llevar algo para ponerlo ahí?
—Sí, claro. ¿Qué es?
—No te lo puedo decir, amiga, pero igual te agradezco infinitamente.
—¿Y por qué no puedes decírmelo?
—Es que, en verdad no puedo. No sé cómo contarte esto, Roxie. Me siento fatal.
—¿Qué tratas de decirme?
—Yo... Bueno... No... ¡Ahh!
—¿Hola?
—...
—¿Martha?
—...
—¡¿Martha?!
Domingo, 6 de Noviembre de 2015. 11:31 p.m.
—Buenas noches, se está comunicando con la línea del departamento de policía. ¿En qué puedo ayudarle?
—Gracias, señorita. Quisiera reportar a una persona desaparecida.
—Lo siento, pero será necesario que venga hasta la comisaría para efectuar el proceso.
—¿Y está segura de que no me harán perder mi maldito tiempo?
—¿Cómo dice?
—Pues sí. Es que me dirigí allá la misma noche en que ocurrió la desaparición, pero me devolvieron y dijeron que debía esperar setenta y dos horas para poder hacer el reporte. Así que, estuve esperando durante todo ese tiempo y aún no hay rastros de mi amiga. ¡¿Será que no me sacan un pretexto estúpido esta vez?!
—Le pido que no me hable con ese tono, señorita...
—Está bien, discúlpeme. Es que, a veces, sus protocolos me sacan de quicio. En un segundo estaré allá, ¿okay?
—De acuerdo. Mantendré mi visión y todos mis demás sentidos alerta para no hacerle perder su preciado tiempo esta vez.
—Gracias. ¡No sabe cuánto le agradezco!
—No es nada y no tarde, por favor.
Lunes, 7 de Noviembre de 2015. 4:28 a.m.
—¡Cielito! Hasta que al fin me contestas. ¿En dónde andas metida?
—¡Jack! Discúlpame por no haber respondido antes. Ya sabes lo despistada que soy y tenía mi celular en silencio...
—Sí, bueno. Eso no importa. ¿Dónde estás?
—Sigo en la comisaría, estoy esperando que me den alguna información.
—¿Es en serio?
—Jack, se trata de mi amiga. La última noche en que escuché su voz fue cuando la llamada se cortó y estoy muy preocupada por ella.
—Pero es de madrugada, cielito.
—Uff, ustedes los hombres siempre tan fallos de empatía.
—Mira, cielito, te doy menos de una hora para que vuelvas a casa, o de lo contrario sufrirás las consecuencias.
—Jack, yo...
—No sabes cuánto me dolía verte andar con esos ridículos lentes de sol y ese cúmulo de maquillaje sobre la parte izquierda de tu rostro durante... casi todo el mes de Octubre. Já, al menos no tuviste que comprar un disfraz para Halloween, ¿o sí?
—¡Ya basta, Jack!
—Me detendré solo si haces lo que te digo... de lo contrario, puedes ir preparando el otro pómulo.
—Uff, estaré allí antes de las cinco, ¿okay?
—Okay.
—Nos vemos.
—¿No vas a decir que me amas, cielito?
—Te amo infinitamente, Jack. No sé qué haría sin ti.
Jueves, 10 de Noviembre de 2015. 1:59 p.m.
—Buenas tardes, ¿con quién tengo el gusto de hablar?
—Buenas tardes, está hablado con Jack Davis. ¿De parte de quién?
—Le estamos llamando desde el departamento de policía, señor Davis. Resulta que estamos haciendo una investigación...
—Sí, sí. Ya sé que quieren dar con el paradero de la amiga de mi mujer. Déjeme decirle algo, señorita, sé tanto como ustedes, por lo que mi ayuda no les va a servir para nada.
—¿Cómo dice?
—Pues lo que acaba de oír, señorita. Mi esposa fue hace unos días a la estación a reportar la desaparición de su amiga. Imagino que les dio todos sus datos, incluyendo mi número, ¿o por qué otra razón estarían llamando?
—Quiere decir que usted es esposo de...
—¡Sí! Soy el amado y maravilloso cónyuge de la mujer que está al pendiente de la desaparición de la señorita Anderson. Creo que me entienden mejor si se las nombro por el apellido...
—Oh, bueno. En ese caso, yo creo que sí nos será útil, señor Davis.
—¿Cómo dice?
—Digo que, su esposa fue la última persona que estuvo en contacto con la víctima antes de que desapareciera. Ella no nos ha dado mucha información al respecto.
—Pues, qué puedo decirle. Mi esposa habló con su amiga, sí, pero justo antes de que ocurriera... lo que sea que haya ocurrido, se cortó la llamada. Es todo lo que sé.
—De acuerdo... entonces, la señora Davis perdió la comunicación con la señorita Anderson y, luego, esta se esfumó sin dejar rastro.
—Así es.
—¿Está seguro de eso?
—Por supuesto.
—De acuerdo, señor Davis. ¿No tiene nada más que nos pueda ser útil?
—Pues, en realidad no sé muchas más cosas fuera de lo que me ha contado mi cielito.
—Sí, señor, entiendo que usted sepa tan solo lo que su esposa le deja saber, pero necesito que mire más allá para que podamos dar con el paradero de Roxanne Anderson.
—¡¿Pero qué quiere le diga, por un carajo?! Martha venía en su auto después de una larga jornada y quería hablar con su amiga. La llamó, charlaron un poco y, luego, la llamada se cortó. Cuando fue a su casa, Roxanne ya no estaba ahí. Mi cielito salió rápidamente a poner la denuncia y luego llegó a casa deshecha en lágrimas. Después de eso, ha estado paseando por aquí y por allá como una prostituta al borde de los nervios ya que ustedes no han logrado encontrar un rastro de... lo que sea. ¡¿Quería oír eso, señorita, que son unos incompetentes de mierda?!
—Le pido que no me hable con ese tono, caballero...
—¡Pero es que ya dije todo lo que sé, maldita sea! No entiendo qué quieren de mí.
—Trataré de ser un poco más directa, señor Davis. La señora Martha nunca nos dejó este número, ni más faltaba. Lo que sucede es que acabamos de encontrar y de desbloquear el celular de Roxanne Anderson y, entre sus registros, el último número con el cual mantuvo contacto es este.
—¿Qué?
—Además, la señorita Anderson tiene cientos de mensajes suyos que demuestran que usted la había estado acosando desde hace un tiempo.
—¡Por favor! Yo ni siquiera hablaba con ella.
—Lo siento, caballero. Eso es lo único que puedo decirle. Me gustaría que hable con la señora Davis de esto antes de que se entere por otros medios...
—¿Me está amenazando?
—Yo solo digo las cosas sin necesidad tapujos ni maquillaje, señor Davis. Me temo que debo finalizar la llamada.
—Pues, señorita, déjeme decirle con mucha amabilidad que... ¡Se pueden ir todos a la mierda!
Sábado, 26 de Noviembre de 2015. 5:17 p.m.
—¿Quién es?
—¡Martha! Qué bueno que estás ahí, cielito. No sabes cuánto miedo tenía de que no me contestaras...
—¿Para qué me estás llamando, Jack? Además, ¿cómo es que me estás llamando?
—Me dijeron que podía llamar a una persona. Cielito, te pido que me dejes hablar. No tengo mucho tiempo.
—Jack... ¿Cómo pudiste?
—Amor mío, tienes que creerme que yo no hice nada, te lo juro.
—¡¿Cómo quieres que te crea?! Vieron que fuiste la última persona en hablar con Roxanne antes de que...
—Cielito, no llores. Por favor, dame una oportunidad.
—No me pidas que me calme, ¿okay? No sabes lo duro que ha sido enterarme que mi esposo asesinó a Roxanne Anderson mientras yo iba muy alegre por la carretera hablando con ella. No sabes lo difícil que es entender que el amor de tu vida es un acosador, que se la había pasando pidiéndole fotos desnuda a mi amiga durante los últimos meses. ¡Y no sabes cuánto me cuesta asimilar que no te puedo dar el beneficio de la duda, porque todas las pruebas apuntan a ti!
—Martha...
—Escucha: Roxanne apareció enterrada en su casa, sin un solo rastro de ADN ajeno al de ella y, luego, encontraron en tu oficina unos guantes gruesos y una sustancia que usaban antiguamente para eliminar los rastros de huellas dactilares. Tu auto fue captado por las cámaras de seguridad rondando cerca a la casa de Roxanne la noche que fue asesinada. ¡Había rastros de la sangre de Roxanne en tu traje negro! ¿Cómo explicas eso, ah?
—Yo... no lo sé. No entiendo cómo fue que pasó nada de esto.
—Jack... ¿Hay policías cerca del lugar en el que estás, o por qué no me dices la verdad?
—No hay nadie aquí, cielito...
—¡Entonces deja de mentirme!
—¡No te estoy mintiendo, mierda!
—Bueno... está bien. Sí. Está bien, te creo. ¿Sabes por qué?
—¿Será por todo ese amor que nos tenemos, quizá? Vamos, cielito, dime que me amas y que me ayudarás a salir de aquí.
—Pff, no seas iluso. Te creo porque, aunque tú no entiendes bien lo que ha ocurrido, yo sí.
—¿Ah?
—Te contaré una historia, ¿okay?: Había una vez una chica, la cual vivía felizmente con su príncipe azul en un matrimonio construido con base en las apariencias y los engaños. Algo muy lamentable. Además, esa chica era víctima de maltrato físico y psicológico por parte de su hombre, quien solía llamarla "cielito", lo que la llevó a soñar durante largo tiempo con ver a ese infeliz rogando por clemencia.
—Tú...
—Déjame terminar. Ella sabía que denunciarlo no era suficiente, pues lo máximo que harían sería ponerle una multa y una orden que lo mantendría lejos; eso no bastaba. Ella quería verlo sufrir, así como ella había sufrido. Por ese motivo, ideó un plan con su mejor amiga y, todas las noches, mientras su pequeño Jack dormía, le enviaba mensajes de texto a Roxanne pidiéndole fotos desnuda, diciéndole cosas que no se le dirían normalmente a una extraña y, obvio, enviando fotos de su triste y necesitado miembro. Fotos que, por cierto, eran reales y objeto de burla entre las muchachas...
—¡Perra!
—Como digas. Retomando: algo que no sabía la confidente de nuestra heroína, es que el plan iba mucho más allá que denunciarlo por acoso y que, cómo no, ella también era parte de todo eso. Una noche, después de asegurarse de que su amiga aún vivía en la casa con el gran patio, se hizo pasar por una débil e indefensa víctima, como siempre lo había sido. Hizo preocupar a su amiga tras hacer parecer que la llamada se había cortado y que ella estaba en riesgo, para luego: ¡zas! Darle con un costoso jarrón en la cabeza, por lo cual Roxanne cayó al suelo con el cráneo destrozado y la sangre fluyendo desde el interior...
—¡Estás loca, maldita!
—...Después de eso, tomó a Roxanne y la arrastró hasta el gran patio, donde empezó a cavar un gran agujero. En el celular, el cual no tenía contraseña, se aseguró de eliminar todos los registros entre: A, la última vez que había hablado con su amiga en esa noche, y B, la última llamada que, aunque también había sido con ella, había sido hecha desde el celular de Jacksito. De casualidad, también había tomado el auto de Jacksito y se había llevado un traje de Jakcsito que, ¡oh! Quedó untado de sangre.
—¡¿Por qué?!
—Esa es la parte más obvia del relato... En fin. ¿Quieres saber qué más hizo nuestra heroína? Roció el cuerpo de su amiga con un líquido que había aprendido a hacer en internet, pues aunque llevaba puestos unos guantes, de los cuales su esposo tenía un par igual, no quería dejar rastro. Terminó de enterrarla y se fue en el auto que, como ya sabes, tiene unas ventanas especiales de las cuales no se ve nada hacía adentro, ¡y por eso fue que la cámara del vecindario captó el auto, pero nunca la captó a ella! Además, había estacionado en el garage de su amiga sin que esta lo notase, y ahí no alcanzaba a filmarla ningún equipo de seguridad.
—Eres una lunática, Martha.
—¡Lo sé! Y para terminar, la chica tiró sus guantes a la alcantarilla y tomó el par idéntico que tenía su esposo, junto con el rociador, los cuales dejó ocultos en su oficina. Luego volvió a su casa, colgó el traje sin siquiera lavarlo y suspiró con alegría. Al fin había logrado ese anhelado deseo de ver a Jack pagando por ser un idiota, un abusivo, un imbécil.
—Eres una...
—Soy todo lo que imaginas y mucho más, cielito.
—¡No! ¡Esperen!.. Aún no termino, necesito hablar con ella... ¡Martha!.. ¡Martha!.. ¡¿Por qué lo hiciste?!
—En definitiva, este es el mejor final que pude haber imaginado para mi bello cuento de hadas. ¡Hasta nunca, amor mío!
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