Seguir escribiendo
Pobres almas aquellas que se jactan de tener libertad cuando están encerradas.
¡Qué raudo lamento se oye al interior de su corazón!
Les gusta crear nuevos mundos porque no están satisfechos con su existencia.
Sienten una fascinación por la tinta que corre moribunda en el papel.
Y ahí, solo ahí está su verdadera esencia.
Con las palabras expresan todo aquello que alguna vez quisieron ser.
Pero no son libres, vaya que no lo son.
Son artistas hostigados por las ideas que corren en su mente.
Son seres llenos de imaginación, que florecieron en sitios donde las inventivas marchitan en la mañana.
Nunca llegan a comprender qué los motiva, pero lo hacen.
Siguen ahí, y se esfuerzan por darle una voz minúscula a los gritos que les agobian.
Porque eso es lo que les gusta, crear seres y dales vida, llenarlos del sufrimiento del que alguna vez fueron víctimas y desahogar su frustración en medio de puntos y comas.
Para ellos, en eso se resume la felicidad: una felicidad en la que cada letra es un rayo de esperanza, los cuales ruegan por el cambio que este mundo necesita para salir de la miseria.
Pero en la que cada resplandor, además, dibuja los barrotes de una celda.
Pues es ahí donde todos ellos sueñan despiertos.
Y su condena es seguir escribiendo...
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