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V. Aroma único

Resumen: Diluc conoce el aroma de Kaeya a la perfección. No es el de esa poción. Es más dulce y suave, agradable, solo produce un poco de picor en la nariz que resulta más agradable que molesto.

Advertencias: Diluc alfa x Kaeya Omega.

N/A: ¡Tenía esto sin editar, lo siento, por fin lo terminé, espero les guste~!

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Cuando Kaeya recibió ese regalo de parte de Lisa, luego de una pequeña celebración sobre pociones que hizo con Traveler, él no supo a qué hacía alusión su sonrisa.

Cuando llevó la poción a casa de Diluc (invitado por Adeline) y el frasco de cristal con un tono fuerte de rojo cayó al suelo, entendió todo.

De una conversación donde Diluc había decidido reírse de sus nervios por comportarse tan caballero con Adeline (aludiendo a que se comporta como cuando eran niños) pasó a tener a Diluc encima de su cuerpo, los dos en el suelo, su boca cerca de su cuello que era protegido solo por su ropa.

Una poción de feromonas potenciadores, Kaeya ya sabía que eran potenciadores, pensó que eran de fuerza, resistencia o velocidad, cosas para los aventureros o los caballeros, pero ¿Feromonas de omega? Un aroma artificial que fácilmente podría alterar al alfa más civilizado de Teyvat.

Aunque, Kaeya pensaba, Diluc era inmune a estas cosas, nunca en su vida había visto algún comportamiento parecido a lo habitual en los alfas. A excepción de esa arrogancia a su fuerza o a tener la razón, pero esos rasgos también se nutren de su posición.

Eso y al Kaeya pequeño que alimentaba el ego del Diluc pequeño con halagos y alabanzas. Cada pequeña cosa que hacía era maravillosa a sus ojos.

— Sí, te afectan —Es un susurro contenido, con sorpresa, no hay miedo en sus palabras a pesar de saber que Diluc es peligroso como cualquier otro alfa cuyos instintos son alterados.

Tiene los colmillos fuera, los ojos desorbitados y brillantes, como los de un felino cazando. Los músculos tensos, la respiración entrecortada, parece que tiene un dilema interno entre sus instintos y la razón.

—Que fue eso —Es su única respuesta y no suena para nada tranquila. — ¿Estás loco?

Ahora le grita, alterado, y el rostro asombrado de Kaeya le colma la paciencia.

—Fue un accidente.

—¡Podría hacerte daño...! —Grita de nuevo, y se corta antes de seguir, ya le hizo daño una vez, y el parche en su ojo lo demuestra.

Sin embargo, Kaeya se ríe en su cara, una enorme carcajada que cobrea a Diluc.

—Hace mucho que no me gritas de esta forma, es extraño sentirme feliz por eso.

Kaeya no debería estar tan tranquilo, es ilógico que no se sienta amenazado por un alfa bajo los efectos de un potenciador. Puede ver los ojos de Diluc amenazando su cuello, y, sin embargo, no sentirse mal.

Diluc suspira cansado, deja su frente contra el pecho de Kaeya, piel con piel, un gesto de intimidad entre ambos, generando un extraño cosquilleo en el otro, aquella acción tan cercana calentó las mejillas de Kaeya. Diluc no es así de cercano, nunca fue de tocarlo, y el peso extra sobre su cuerpo le deja la piel con escalofríos.

—¿Diluc?

Se remueve contra Kaeya, Diluc no responde, mueve sus manos por el suelo arañando la alfombra y toca con cuidado la cada de Kaeya, el aroma de la poción inunda sus fosas nasales, es abrumadora, asfixiante y lo peor de todo, le molesta que ese aroma cubra el aroma natural de Kaeya.

Diluc conoce el aroma de Kaeya a la perfección. No es el de esa poción. Es más dulce y suave, agradable, solo produce un poco de picor en la nariz que resulta más agradable que molesto.

Admitir que le gusta ese aroma más que cualquier otro es demasiado vergonzoso para Diluc. Ni a sí mismo está dispuesto a hacerlo. Así que solo se acomoda contra Kaeya, pegando su nariz a su piel expuesta de su pecho, aspirando la piel para calmar la molestia en su nariz por el aroma externo.

Detesta los olores en general, son demasiado invasivos. Pican en su nariz, no como el aroma de Kaeya, lo relaja siempre.

—Diluc... Tú, ¿Qué haces?

Ah, es cierto.

Está sobre Kaeya, en el suelo. Es peligroso.

Diluc se sienta en el suelo, sobre los muslos de Kaeya y a segundo se retira de esa posición comprometedora para arreglar su ropa y esconderse de la mirada de Kaeya.

Si le ve a la cara, va a notar su sonrojo, va a saber que su corazón se altera por su culpa.

—Olvídalo. Abriré las ventanas para que salga ese olor horrible de aquí. —Diluc se levanta del suelo demasiado rápido como para que Kaeya se crea que todo está bajo control, que el gran Maestro Diluc no fue alterado por esa poción.

¿Por qué el corazón de Kaeya late con tanta fuerza? La imagen de Diluc alterado por un aroma y buscando, casi desesperado, su cuerpo para calmar esa forma abrasiva en que le altera todos los sentidos es un hilo del que Kaeya se va a aferrar con uñas y dientes.

—Oh, olor horrible... —Canta cada maldita palabra, un anuncio para Diluc de que no le cree una mierda. Es peligroso. Ese Kaeya es peligroso para el corazón de Diluc.—¿Tan horrible que hundiste tu cara contra mi pecho? Significa que prefieres mi aroma ¿No Maestro Diluc?

Traga saliva, Diluc sabe que responder negativo a eso es enterrarse a sí mismo, Kaeya sabe la repuesta, solo lo está molestando.

Abre la ventana y permite que el aire llene el cuarto en un intento por calmar sus propios instintos, pero siente a la perfección los colmillos contra sus encías. Es molesto. No le gusta perder el control o peor, que Kaeya sepa que lo perdió.

—No deberías jugar con esas cosas con un alfa, es peligroso.

—Pero yo no estaba jugando. Se cayó por qué tú moviste las manos y me hiciste soltarlo.

—No deberías traer eso encima con cualquier alfa.

—Maestro Diluc, tú no eres cualquier alfa.

Es un golpe bajo y profundo en el pecho de Diluc. Kaeya está seguro que jamás ha visto tantas muecas de nerviosismo en él desde que son niños. La forma en que sus ojos tiemblan, en que sus labios no emiten sonido y hasta aprieta la tela de su ropa buscando fuerzas de algún lado para enfrentarse a las palabras de Kaeya.

No puede.

Las mejillas pálidas de Diluc se tintan de rojo, la vergüenza florece en su rostro y desvía la mirada con un claro fruncimiento de ceño.

Diluc perdió. Kaeya camina hasta quedarse frente a él, examinando cada pequeña expresión que gano hoy.

—Realmente, tú...

—Kaeya, hablo en serio. — Traga saliva, pero no retrocede, el aroma de Kaeya se siente más fuerte ahora.

—¿Qué pasa Diluc? ¿Te molesta mi aroma? ¿Prefieres el de la poción?—Y cada pregunta que realiza se acerca más a Diluc, no permitiendo que esquive su mirada, mueve su cuerpo frente a Diluc para captar todas sus expresiones.

Las manos de Diluc le sujetan desde los hombros, Kaeya se ríe, la cara de Diluc es un poema.

—Maldita sea, Kaeya.

—Parecías tan cómodo con tu cara pega a mi pecho, Diluc, cualquiera diría que... Te gusta mucho.

—Te odio tanto.

—Eres tan malo mintiendo cuando puedo ver perfectamente tus colmillos asomando ahí.—Kaeya pone su dedo cerca de sus labios, toca con la punta de su índice el colmillo y lo hunde contra la piel. —Maestro Diluc, un poco de mi aroma y pierdes el control.

Diluc retrocede, cae sobre el sofá y mira desde abajo a Kaeya con su dedo en alto, una gota de sangre cae por el índice y provoca la risa de Kaeya.

Mierda, sus ojos brillan en una mezcla de deseo y control que va a disfrutar demasiado.

—Detente, esto no es divertido. —responde con un gruñido grueso y alto, pero permanece sentado.

La sala completa solo huele a Kaeya, su aroma se pega a las cortinas y golpea su nariz. El invierno le está rodeando, la forma en que todo huele solo a Kaeya le da escalofríos, traga saliva, es la única manera de procesar todo.

Ya no queda rastro de la poción que había iniciado todo.

Solo Kaeya. Su aroma, su voz, sus ojos, sus manos contra sus mejillas, levantando su rostro, el deseo de ambos llenando la habitación.

Diluc está perdido. Estuvo perdido desde el momento en qué su nariz tocó la piel de Kaeya desnuda y lleno sus fosas nasales de él.

Ahora, con Kaeya sentado sobre sus piernas, con Diluc sumido en su cuello, respiración agitada y casi queriendo morderlo. Las manos de Kaeya se quedan en su hombro y suben por su cuello hasta su cabello, donde lo mantiene a una distancia precisa para que no haga nada.

Aunque las manos de Diluc sujetan con fuerza su cadera, lo acercan, quieren arrancar la ropa para poder oler libremente las feromonas que Kaeya, dejando que su instinto alterado por la poción se libere y sacie por el aroma de Kaeya.

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