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IV. The Beta

Resumen: Han sido cuatro años en que no ha tenido noticias de Diluc. Nunca se esperó volver a verlo en su cama, sobre él y llamándole "Mi omega" aunque Kaeya no es nada parecido a eso.

Advertencias: Canon Divergente | non-con | descripción de violencia | hurt no-confort.

N/A: Mi novia va a hacer un fic triste sobre una ship que me gusta, para equilibrar, hice de este one-shot con angustia

Espero lo disfruten~

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Kaeya no tenía una imagen positiva de Diluc.

Después de todo, trató de matarlo hace años, luego se fue de la ciudad sin visarle a nadie, la única señal fue su visión pyro abandonada en la mansión, donde Kaeya trató de ir a buscarlo.

De eso habían pasado unos 4 años.

Ahora lo ve sobre su cama, encima de él, gruñendo como un animal, cubierto de capas de ropa negra y un antifaz extraño, que solo enfatiza lo brillante de sus ojos. Un rojo escarlata, sangriento, furioso y perdido donde se refleja Kaeya.

¿Ha vuelto?

Es lo primero que piensa, una gota de saliva caen en su mejilla, esto debería indicarle que pasó algo extraño o que ahora tiene algún problema.

Hasta que escucha el gruñido.

Ah, es una de esas cosas de alfa. Aquello que Kaeya ignora por qué es solo un beta.

—¿Diluc?

Otro gruñido. Parece un animal enjaulado. Kaeya debería tener miedo. Pero no siente amenaza de su parte, nunca la siente cuando usa su parte alfa para demostrar... lo que sea que intente demostrar ante otros.

Kaeya recuerda en esos momentos que es un beta. Diluc le recuerda su posición en esta sociedad de castas.

—Omega. —Diluc acerca su rostro al cuello de Kaeya buscando su nuca, un rastro de su cuello para morder.

Pero ahí no hay nada.

—No soy un omega, Tonto.—la respuesta se pierde en el gruñido de Diluc, es inútil hablar con él en este estado.

Los dientes de Diluc pasean alrededor de su cuello. Kaeya se queja, pone las manos en sus hombros y trata de apartarlo, pero de nuevo, es inútil. Diluc pesa sobre su cuerpo, le aplasta, lo tiene acorralado.

—Mi omega —volvió a gruñir, su nariz se posó en el espacio entre su cuello y su oreja, olfateando como un animal de caza. Kaeya cierra los ojos con fuerza, esperaba una mordida por el estado actual de Diluc, pero no viene nada.

Humedad y calor, eso es lo que le hace abrir los ojos, un rastro de saliva acacia su nuca donde Diluc tiene sumido su rostro, más lamidas. ¿Por qué está pasando su lengua por su cuello?

Eso solo le hace jadear, remueve sus pies por la cama, lo que alerta a Diluc. Sus brazos sujetan su cadera contra la cama con fuerza, y vuelve a dejarlo quieto.

—Te fuiste por cuatro años... —Regaña entre dientes.

¿Por qué volvió esta noche y actuando como un animal? Y a molestarlo, a recordarle que es un beta, que la vida no solo le quitó a su padre y madre, sino que también ahora lo deja siendo un mero beta en un mundo donde las castas son todo.

¿Qué es esta forma tan jodida de recordárselo?

—¡Cómo te atreves a venir en medio de la noche...!

Un par de colmillos se clavan al fin en su piel, Kaeya grita, se remueve en la cama, el peso del cuerpo de Diluc le obliga a estar quieto. La mordida se hace más fuerte, traspasa la piel y llega a la carne.

—¡Diluc!

No responde, es un gruñido fuerte el que le hace temblar y mantener su cuerpo quieto, sus manos se aferran a las sabanas y el miedo comienza a subir por su cuerpo. Es un beta. Él es un beta, lo que sea que esté haciendo Diluc en su nuca no va a servir para nada, y duele.

Duele demasiado.

Siente cada colmillo afilado traspasar la carne en busca de la glándula para marcarlo, pero ahí no hay nada, solo carne de un beta. La saliva de Diluc comienza a introducirse en la herida abierta, como la mordedura de un depredador con veneno, aquello arde y Kaeya usa su fuerza para no volver a gritar, es inútil, Diluc no lo escucha.

Desde hace cuatro años que no lo escucha para nada.

Golpea sus hombros, tira de la ropa y aprieta la mandíbula con fuerza hasta que los colmillos dejan su cuello y la lengua áspera de Diluc comienza a limpiar la sangre y la saliva.

Es el único gesto de cariño que recibe de su parte, desde hace cuatro putos años.

—No contestas mis cartas y ahora... —Hace una pausa, su cuerpo se relaja, la zona de su nuca comienza a adormecerse.—¿Qué mierda haces Diluc?

Nota como el peso de su cuerpo se levanta, los brazos de Diluc se ponen rectos y por fin vuelve a ver sus ojos, ese brillo escarlata oscurecido por los instintos más básicos de un alfa. Lo están examinando, tiene un hilo de sangre en su labio inferior, Kaeya asume es suyo.

Al menos podría responderle. O dejar de mirarlo como un pedazo de carne que acaba de probar y no le gustó.

—Diluc...—Comienza a frustrarse. No emite sonido, solo su respiración pesada y acalorada, y le sigue mirando extraño.

Pronto una sonrisa adorna los labios de Diluc, pasa su lengua para limpiar el rastro de sangre y su rostro se tuerce.

—¿Por qué no funciona? —Suena decepcionado. Kaeya se ríe con ironía.

Claro que no iba a pasar, no es un maldito omega.

—Eres tonto.

Y antes de que Diluc pudiera entender sus palabras, abre sus fauces y sus colmillos crecen de nuevo, atacando la nuca de Kaeya, justo al lado de la mordida anterior.

Kaeya grita. Nadie viene a ver que le pasa.

.

Diluc está seguro de que no había caminado a la ciudad esa noche, había ido directo a su casa, tal vez una vuelta por la ciudad porque vio algo extraño, es probable, pero lo recordaría, sobre todo el haberse quedado a dormir en otra cama.

Por las paredes parece un hotel, espera que sea uno.

Se da media vuelta en la cama, frotando su mano en su ojo con pereza hasta notar un peso a su lado.

Envuelto en sabanas con manchas de sangre y su abrigo, ve el cabello azul caer por un costado, totalmente enredado y un poco sucio, extraño en Kaeya, siempre cuidó muy bien su cabello.

Espera.

¿Kaeya?

Diluc se sienta en la cama de golpe y le toma del hombro para voltear su cuerpo boca arriba. La imagen de molestia en el rostro del otro le aclara que sigue muy cansado, un extraño alivio inunda a Diluc, es Kaeya, realmente es Kaeya.

¿Por qué hay sangre?

Diluc comienza a inspeccionar su cuerpo, algún lado debe tener una herida, esa sangre no puede ser suya, lo olería, revisa su rostro, sus manos y finalmente, el aroma a sangre lo lleva a su nuca.

Kaeya se queja en sueños, mientras Diluc toca horrorizado la piel morena llena de mordidas profundas que poco a poco cicatrizan. Por eso no recuerda como llegó, el instinto lo trajo al departamento de Kaeya, y trató tan desesperadamente de marcarlo hasta dejarlo así.

—Mierda...

No puede percibir el aroma de la marca.

No hay unión.

Solo olor a sangre en las sabanas.

¿Por qué atacó así a Kaeya?

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