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Día 8: "Dominarte"

Shipp: Hasgard x Asmita

Universo de The Lost Canvas.// Final alternativo.// Cambios en el cannon.// Slash.// Headcanon.// Lemon

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Tras el fin de la guerra santa, que se cobró la vida de varios, finalmente la paz había regresado.

Asmita estuvo al borde de la muerte al estar dispuesto a dar su vida para crear el rosario de las 108 cuentas, pero aquel ritual fue interrumpido por Tenma y Yato, que dieron parte de su energía vital, impidiendo la muerte de Virgo.

Después de esa interrupción, los tres fueron trasladados de inmediato al Santuario por el anciano de Jamir y sus dos discípulos, dónde Athena usó algo de su cosmos para tratar de salvarlos. Aún así, los tres terminaron en coma, y despertar o no, dependía únicamente de ellos.

Yato logró recuperarse un día después. A Tenma le tomó un par de días. Pero Asmita fue quién más preocupó a todos, ya que pasaron tres días y él no despertaba, por momentos, su cosmos parecía estar a punto de apagarse y de pronto volvía a encenderse, pero al final, ese Omega logró sobrevivir.

Con el rosario en su poder, y un guerrero tan fuerte y que ya había hecho frente a algunos espectros con anterioridad como Asmita a su lado, hacerle frente a los espectros de Hades fue un poco más fácil. Evitando así, algunas pérdidas que en otras circunstancias, no habría sido posible salvar.

La guerra costó el sacrificio de Athena y Tenma para sellar el alma de Hades, y las vidas de algunos Santos. De los doce dorados, solo Aries, Tauro, Géminis, Leo, Virgo, Libra y Sagitario sobrevivieron. El resto se dejó la vida en algún momento de la batalla: Manigoldo al inmolarse para sellar a Thanatos. Degel al lanzar una ejecución de aurora suicida y congelarse junto con la Atlántida, pero logrando llevarse con él a Pandora y dejando herido a Radamanthys. Kardia al enfrentarse a Radamanthys en la misma misión que Degel, pero logrando al menos llevarse al juez con él. El Cid al enfrentar a los dioses menores del sueño, dando su vida para evitar que lastimaran a más inocentes en el Santuario. Y Albafica, usando su sangre para acabar con el primer juez del Inframundo que se atrevió a atacar no solo el Santuario, sino la villa cercana.

Habían pasado ya dos años desde el fin de la guerra, y reconstruir todo desde cero no había sido una tarea fácil. Shion había tomado el puesto de Patriarca. Dohko había sido enviado a los cinco picos en China para vigilar el sello de los espectros. Defteros se marchó a la Isla Kanon, dejándole el puesto de Géminis a Aspros, que ahora cargaba con el peso de sus propios pecados, siendo la encarnación de la palabra traidor, señalado por todos, sin el perdón de varios de los sobrevivientes que alguna vez confiaron en él, forzado a esconderse en las sombras de su templo, sintiendo lo que su hermano tuvo que soportar por años. El resto hacía lo mejor que podía en el Santuario, aportando su grano de arena para reparar las secuelas de la guerra, y seguir con sus vidas.

Pero aún en el peor de los infiernos, siempre es posible encontrar una pequeña luz, y la guerra no fue impedimento para que dos almas destinadas se encontraran.

Después de que Asmita fuera llevado de vuelta al Santuario, Hasgard tomó la decisión de hacerse responsable de él y cuidarlo hasta que se recuperase. Así que, cuando Asmita recuperó la consciencia, la voz de Tauro fue la primera que escuchó.

En ese encuentro, Hasgard no dudó en disculparse por todo lo que dijo y cómo lo trató. Asmita se sorprendió. Sí, Hasgard era de los Santos más nobles y bonachones, casi rayando lo ingenuo por momentos, y era lo que hizo que sus personalidades chocaran más de una vez en el pasado, pero definitivamente no vió venir algo así.

A pesar de eso, nunca tuvo algún tipo de odio hacia el segundo custodio, ni nada parecido, simplemente le gustaba fastidiarlo de vez en cuando. Así que aceptó sus disculpas e iniciar de nuevo.

Lucharon codo a codo, apoyándose entre ellos más de una vez, evitando la muerte del otro, hasta que todo terminó y la paz volvió.

Ninguno de los dos sospechó siquiera que esa simple disculpa de Hasgard era apenas el inicio de una larga e intensa historia de amor.

Algunas cosas son simplemente inevitables, y aún en medio de una guerra, los Omegas no dejaban de ser Omegas y entrar en celo cada mes. No podían darse el lujo de ausentarse de la batalla durante al menos tres días, así que, situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Si un Omega entraba en celo, el Alpha, Delta o Beta que estuviera más cerca, debía encargarse de ayudarle.

Al inicio fue totalmente vergonzoso, el hecho de tener que aceptar la "ayuda" de compañeros de armas, a veces mayores, no era precisamente el sueño de muchos Omegas, especialmente los más jóvenes y que no tenían experiencia previa.

Asmita, debido a su entrenamiento, no requirió nunca la compañía de un Alpha, aunque jugó un papel importante al tranquilizar a los Omegas y Alphas más jóvenes y temerosos, incluído el propio caballero de Leo, que se presentó por primera vez como Omega en plena guerra.

Asmita era realmente fascinante, y Hasgard, entre más lo conocía, le era imposible no comenzar a sentir una fuerte atracción por ese Omega. Asmita le recordaba a las gardenias, y no solo por ser su aroma natural.

Igual que esa flor era similar y tan hermosa como la rosa, Asmita no tenía nada qué envidiar al difunto Albafica como el Omega más hermoso. Las rosas necesitaban compañía para protegerse y no morir de tristeza, pero las gardenias eran flores solitarias, capaces de ser su propia familia y no requerir de otras flores que las acompañasen, si lo elegían, sería una decisión no una necesidad. Una gardenia podía lucir hermosa, pero en estado silvestre, era capaz de soportar climas que una rosa no. Una gardenia era a menudo despreciada al lado de una rosa, pero una gardenia no requería la aprobación de nadie, su perfume, capaz de dar paz y confort, hablaba por ella. No necesitaba esconderse tras una gran capa de espinas para defenderse de amenazas, al contrario, las gardenias silvestres siempre parecían querer hacerse ver, emergiendo de entre las hojas apenas alcanzaban su madurez. Parecían querer mostrar todo de sí, aunque no cualquiera se detenía a admirar su belleza.

Sí, definitivamente, Asmita lo cautivó sin siquiera proponérselo. No era solo su belleza, era más bien su fortaleza, su voluntad, su valentía, y hasta ese maldito cinismo que lo caracterizaba, lo que lo atrajo como una abeja a una gardenia.

En plena guerra se asinceraron con sus sentimientos, dándose cuenta de que era algo mutuo. Y apenas terminó todo, decidieron darse una oportunidad como pareja.

Al iniciar una relación romántica, descubrieron muchas cosas uno del otro, que sin duda, nadie siquiera sospecharía. Desde pequeños hábitos y malas costumbres, hasta cosas más íntimas.

Asmita nunca fue un Omega dócil ni débil, pero nadie sospecharía que era un Omega dominante, y descubrirlo fue una gran sorpresa para Hasgard.

- No hagas eso, podría venir alguien.

- Nadie entra aquí sin mi permiso, así que relájate.- Rió suavemente Asmita, paseando sus dedos por el abdomen y pecho de su amante, para después ir retrocediendo lentamente, hasta lograr agacharse.

- Asmita, ¿qué...?

- Shh...- Le sonrió el rubio, con una sugerente sonrisa en los labios.- No seas tímido.

- No es necesario que...

- Soy ciego, no de piedra para no sentir nada.- Bromeó Asmita.- Solo dame el beneficio de la duda, y me encargaré de hacerte tocar el cielo.

No entendía qué rayos tenía Asmita, pero ese rubio era como una sirena que lograba encantarlo y quitarle hasta la más mínima pizca de voluntad, haciéndolo sucumbir ante él.

- Asmita...- Suspiró su nombre al sentir el calor de su boca encargándose de su erección.

El aroma de Asmita inundaba todo el lugar, haciéndolo perderse en las sensaciones y caricias que el Omega le daba.

- Tranquilo. Estás en buenas manos.- Sonrió Asmita, dándole un profundo beso, que rápidamente le fue correspondido.- Para cuando terminemos, vas a olvidar que todos los dioses son Alphas, y vas a creer que el mejor es un Omega.

Los Omegas dominantes eran bastante escasos y difíciles de encontrar. Omegas capaces de hacer comportarse como un gatito al Alpha más agresivo. Poseedores de un aroma embriagante, capaz de someter a cualquier Alpha a su voluntad. Valientes, decididos y con carácter fuerte por naturaleza. Tan dominantes como un Alpha. Los amantes más intensos que cualquiera podría tener... Pero Asmita tenía algo mucho más especial.

- ¿Lo estoy haciendo bien?- Preguntó Asmita con esa sonrisa que tanto lo caracterizaba, moviéndose lentamente sobre él, ambos sin una sola prenda de ropa encima.

- Si...- Jadeó.

- Ni siquiera en momentos como éste dejas de ser tan dulce...- Rió levemente Asmita, antes de darle unos pequeños besos en los labios, sin dejar de frotarse lentamente.- Solo me haces desearte aún más. Haré que gimas mi nombre de nuevo, pidiéndome más... Y estoy seguro de que me harás gemir tu nombre mientras me muevo encima de tí, hasta hacerte terminar dentro.

- Asmita...- Los movimientos tan certeros de Asmita, junto a aquellas palabras y su aroma eran una combinación mortal, capaz de volver loco a cualquier Alpha.

Asmita soltó una pequeña risita en su oído. Sabía que aún con toda la excitación encima, Hasgard seguía sintiendo algo de vergüenza al hablar de ese modo.

El Omega rubio se detuvo un pequeño instante, para sujetar sus largos mechones dorados y atarlos con ayuda de una peineta, dejando completamente expuesto su cuello, intensificando aún más el aroma en la habitación.

- Tengo una pequeña petición para tí hoy.- Dijo, acercando su cuello de una forma bastante tentadora.- Quiero tu marca. Y quiero que tengas la mía.

- Asmita... ¿Estás seguro?

- Ni siquiera te lo mencionaría si no estuviera seguro.- Le sonrió el rubio, antes de volver a fundirse en un nuevo y profundo beso.- En el budismo no se necesita de un ritual, solo que dos personas se amen y quieran estar juntas.

Otra de las cosas que amaba de Asmita: que fuera fiel a todo lo que creía, y eso incluía sus tradiciones. En el budismo no existía algún ritual parecido a una boda, no lo creían necesario. Tal y como dijo Asmita, bastaba que dos personas se amaran y desearan estar juntas. Era curioso lo que el budismo entendía por amor: "Desear el bien, y ser benevolente con el ser amado, pero sin la necesidad de poseerlo, ni de depender de él."

- Ah...- Los suaves gemidos que se le escapaban a Asmita mientras su pecho y cuello eran probados por los labios de Hasgard, poco a poco llenaban el ambiente.- ¿Te gusta cómo me muevo?

- Sí...- Le respondió el Alpha en un jadeo.- ¿Te gusta cómo te toco?

- Sí.- Suspiró el rubio.- Pero ahora quiero montarte...- Jadeó, impulsándose un poco para acomodarse mejor.- Y después quiero que me tomes mientras estoy en cuatro, y entonces me marques... Cuando me anudes, y me termines dentro.

- Asmita...- Murmuró con un enorme sonrojo en las mejillas, desviando la mirada. Odiaba admitirlo, pero era excitante esa faceta de Asmita. Que le dijera exactamente lo que quería y cómo lo quería... Por todos los cielos, ese Omega lo hacía perder la cordura y desconocerse a sí mismo.

Asmita le acarició las mejillas, buscando sus labios, hasta volver a besarse. Un beso mucho más intenso, acompañado de varias caricias atrevidas, y culminado con un par de movimientos de Asmita para empalmarse.

- Ah...- Jadeó al estar a la mitad, antes de volver a alzarse lentamente, hasta dejar solo la punta dentro.

No era la primera vez que estaban juntos, y Asmita ya lo había sorprendido al demostrar que su apariencia física era engañosa. Ese Omega de frágil, no tenía ni las uñas, y era bastante flexible. En ocasiones anteriores había metido todo de un solo sentón, pero era un pequeño juego perverso de él hacer al Alpha desear por más.

- ¿Ansioso?- Inquirió con una pequeña y perversa sonrisa, aún con las gotas de sudor perlando su piel y sus mejillas rojas por la excitación.- ¿Por qué no marcas el ritmo tú ésta vez?

Ésta vez, Asmita dió un solo sentón, metió todo, y casi al instante, besó a Hasgard, ahogando ambos un gemido en ese beso.

- Vamos... No seas tímido.- Murmuró Asmita contra sus labios, guiando las manos de su amante a sus caderas.- Enséñame cómo quieres que me mueva.

- No quiero lastimarte.

- Estaré bien.- Lo calmó el Omega, acariciando sus mejillas y cuello.- Soy demasiado flexible, así que no te preocupes por mí... Quiero que goces ésto, y que sepas que te deseo y me encanta todo de ti. ¿Entiendes?

Asmita sabía cómo hacerlo sentir especial, cómo convencerlo de cosas que en otras circunstancias no se atrevería por miedo o vergüenza, cómo seducirlo y encantarlo por completo.

Finalmente, cedió a los hechizos de Asmita, e hizo lo que el Omega le había pedido, marcandole un ritmo. Primero algo lento, y como ya se veía venir, Asmita no tardó en quejarse por la lentitud, pero no quería arriesgarse a provocarle la menor pizca de dolor. Cuando lo sintió más lubricado y dilatado, fue aumentando el ritmo, provocándole algunos suspiros y jadeos bajos a Asmita, para finalmente arrancarle un sonoro gemido, seguido de varios.

- De eso estaba hablando...- Gimió Asmita con una leve sonrisa, moviéndose en coordinación.- Así lo quiero... Cuando me marques... Quiero que te muevas así.

- Asmita...

- Sí... Ah...- Gimió, robándole un par de besos.- Me gusta que digas mi nombre mientras me tomas.

Un profundo beso, intentando ahogar los gemidos que salían involuntariamente de los labios de ambos, acompañado de movimientos más y más rápidos cada vez, y varias palabras, mayormente de parte de Asmita, fueron lo único en lo que sus mentes pensaban por varios minutos.

Hasta que Asmita se separó unos segundos, tan solo para ponerse en cuatro, tal y como había dicho que quería ser marcado. Hasgard, ya completamente hechizado por Asmita, hizo lo que el rubio le había pedido.

Los brazos de Asmita no tardaron demasiado en perder fuerzas, haciendolo pegar el pecho a los suaves cojines que había en toda la habitación, alzando aún más la cadera.

Los gemidos y jadeos eran cada vez más erráticos y fuertes por parte de ambos. Sus aromas se mezclaban, formando una nueva fragancia.

El interior de Asmita se contraía cada vez más, mientras sentía como la base del miembro en su interior empezaba a hincharse... Ya casi era hora.

- ¡Ya!- Gimió, cuando sintió el nudo comenzar a extenderse.- ¡Ah!- Al sentir la mordida en su nuca, el nudo y su interior siendo llenado, le fue imposible no terminar en medio de un fuerte y sonoro gemido.

Cuando la marca estuvo hecha, y su piel fue liberada, para ser atendida por gentiles lamidas de parte de su ahora Alpha, solo pudo soltar un suspiro.

- ¿Estás bien?- Le preguntó Hasgard, cuando la herida dejó de sangrar.- ¿Te duele algo?

- Estoy bien.- Sonrió, girándose cómo pudo para que lo viera.- Tu nudo no va a matarme. De hecho, se siente bien.

- ¿En serio te gusta sentir dolor?

- Aunque no lo creas, no me duele.- Afirmó con una sonrisa, buscando un beso de parte de Hasgard, mismo que no le fue negado.- Conozco mi cuerpo y mis límites. Y me gusta que te muevas rápido, y me gusta sentirme anudado.- Añadió, dándole varios besos y caricias en el rostro.- Pero me gusta más que te sientas bien, que te sientas deseado, amado, y que disfrutes estar contigo tanto como yo disfruto estar contigo.

- No me malentiendas. Me gusta estar contigo. No sé cómo, pero siempre logras hacerme sentir demasiado bien, y querer probar cosas nuevas.- Explicó el Alpha, correspondiendole los mimos a Asmita.- Pero no quiero lastimarte.

- Pues, no creo que me lastimes.- Rió levemente.- Pero si alguna vez llega a suceder, estarás ahí para cuidarme, ¿no?

- No dudes de eso.

Volvieron a besarse, mucho más lento y calmadamente, mientras la hinchazón del nudo bajaba. Cuando finalmente, el nudo volvió a su tamaño habitual, se acomodaron mejor para lo siguiente.

Ahora era el turno de Asmita de hacer la marca, y logró hacerlo, guiándose por su sentido del olfato. Al igual que Hasgard lo hizo con él, se encargó de atender la herida con suaves lamidas y pequeños besos, hasta que dejó de sangrar.

- Oficialmente, soy tu Omega.- Sonrió Asmita, acomodándose en su pecho, después de besarse.- Y tú eres mi Alpha.

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Nada qué decir más que "¡Hasta que encontré el momento para publicar el Lemmon de estos dos que ya tenía como un mes en mi carpeta de borradores!"

Eso, y que no se note que estuve muy influenciada con la canción "God is a woman" de Ariana Grande, para escribir esto.

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