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Día 30: "Nuestra familia"

Shipp: Alberich x Mime

Universo de Saint Seiya.// Headcanon.// Leves cambios en el cannon.// What if...?.// Final alternativo.

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Todo había terminado finalmente. Athena y sus santos de bronce habían logrado revelar la verdad y salvar Asgard de su destrucción.

Él había sido el único dios guerrero sobreviviente, todos los demás perecieron en batalla... Incluído él.

Fénix le había perdonado la vida, dejándolo herido de gravedad, pero vivo. Y aunque le llevó semanas recuperarse por completo de sus heridas, volvió a ponerse en pie.

Siendo un Omega, su vida jamás fue fácil. Siempre tuvo que luchar el doble por lo que quería, siempre creyó que su padre era un malvado y eso lo impulsaba a seguir adelante, pero... Cuando fénix le mostró la verdad... Todo su mundo se derrumbó.

Por eso se enfrentó a ese Alpha, decidido a vencerlo o morir, pero al final, no logró ni una opción ni la otra. Quedando vivo, y ahora completamente sólo.

¿Que si las muertes de todos sus compañeros de armas le habían dolido?, por supuesto que sí. No le importaba si lo llamaban sentimental por eso, después de todo, era el único dios guerrero Omega.

Pero había una en específico, que a diario sentía que le escocía hasta el alma: Alberich...

Ese Delta de cabellos rosados y esos hipnóticos ojos verdes, que logró deshielar un poco su corazón frío, y que él creyó diferente al resto, pero después de la batalla, conocía su verdadera cara.

Conoció a Alberich hace años, cuando fueron seleccionados cómo dioses guerreros. Recordaba que en ese entonces, todos los asgardianos lo subestimaban por ser un Omega y casi nadie lo creía capaz de portar una armadura.

Para sorpresa suya, Alberich jamás lo subestimó ni hizo de menos por ser un Omega, llegando incluso a halagar su fuerza y hasta a regalarle un colgante de amatista, el último recuerdo que tenía de él.

Alberich era arrogante, frívolo y bastante manipulador cuando quería, pero con él... Con él era diferente. Con él bajaba sus barreras y se mostraba tal cual era. Le mostró su lado más vulnerable, sus miedos, sus ideales y sus sueños.

Alberich le dijo que quería tener una familia con él. Se prometieron que una vez terminara la guerra contra Athena, buscarían casarse para estar juntos y tendrían dos o tres cachorros... Pero Alberich no cumplió su promesa y murió a manos de su oponente.

Ahora, que la verdad había salido a la luz, y sabían que Alberich todo el tiempo supo que el verdadero enemigo era Poseidón, que Hilda estaba siendo controlada, que Athena solo trataba de ayudar, y que sus verdaderos planes eran eliminar a Athena e Hilda para quedarse con Asgard... No sabía cómo sentirse.

¿Acaso Alberich le mintió todo el tiempo?, ¿él también era un peón más en su tablero de ajedrez para lograr su propósito?, ¿por qué no le dijo nada?...

Decir que se sentía traicionado era poco. Se sentía destrozado, usado, engañado, herido, manipulado, un tonto por haber creído ciegamente en él... Confió en ese Delta, lo amó, quería un futuro a su lado, y él le hizo todo eso.

- ¿Estás bien, Mime?

Al escuchar la voz de Hilda a sus espaldas, rápidamente se limpió las lágrimas, y se giró.

- Sí, señorita Hilda.- Respondió.- No es nada.

- ¿Estás así por Alberich?

Solo pudo bajar la cabeza y apretar los ojos ante esa pregunta. Realmente no quería hablar de eso.

- Mime, sé que todo lo que pasó va a ser difícil de asimilar y superar para todos.- Suspiró la peli-plata.- Pero... ¿Sabes?, pude ver ciertas cosas cuando estuve bajo el control de Poseidón. Y por eso, me consta que tú eras la única persona a la que Alberich amaba. ¿Por qué crees que estás vivo en todo caso?. Es por ese colgante de amatista que Alberich te dió.

Ese colgante... Ese colgante quedó hecho añicos durante su último ataque en el que fénix logró derrotarlo y por poco lo mata. Pero, ¿qué tenía que ver eso?

- No era un colgante cualquiera, Mime.- Explicó Hilda.- Alberich encontró la forma de dejar una parte de su cosmos en él, y usando las propiedades místicas de la amatista, le puso un hechizo de protección. Si esa piedra se rompía, significaría que estabas en peligro, y el cosmos de Alberich que había en ella, saldría para darte fuerzas y protegerte.

- Entonces... Alberich...

- Sí. Realmente te amaba, y quería que sobrevivieran.

- ¿Qué?

- Creí que ya lo sabías.- Sonrió levemente la representante de Odin.- Desde hace un par de meses, siento una pequeña energía creciendo en tu vientre. Parece que serás madre de un futuro dios guerrero.

- Supongo que no lo oculté tan bien entonces.- Admitió con una leve sonrisa.

Sí sabía de su embarazo, de actualmente poco más de tres meses. Alberich también lo sabía, pero quizás sabía que él no iba a quedarse fuera de la batalla, así que lo dejó participar.

Ahora, eso era lo único que le quedaba de Alberich.

- Mime, sé que todo ésto fue un trago amargo para tí, y que va a ser muy difícil perdonar o siquiera creer que lo que te digo es verdad.- Añadió Hilda.- Pero, si así te sientes mejor, puedes tomarte un tiempo a solas para pensar en todo.

- Pero yo-

- No te preocupes. Estaremos en paz por un buen tiempo, y de todos modos, debes estar tranquilo y en paz al dar a luz.

Mime finalmente suspiró y aceptó la oferta de Hilda. Al otro día, dejó en palacio Valhalla, y volvió a aquella casa en medio del bosque, dónde creció.

Definitivamente, iba a ser un largo proceso volver a poner su vida y sus sentimientos en orden. Pero ya no estaba solo, en unos meses más, tendría su propia familia.

[...]

Años después, cuando finalmente logró sanar sus heridas, y después de investigar un poco por su cuenta, caminaba al lado de una pequeña niña Alpha de cabellos rosados y unos lindos ojos color salmón. Era día de visitar a Alberich, cómo cada semana desde que su hija nació.

Hilda no mentía, Alberich realmente lo amaba, y buscando en la casa de Alberich, encontró varias cartas que el Delta nunca le entregó. Se podía ver en ella su indecisión sobre su decirle o no, por miedo a que lo dejara, pero también el amor que había en ellas y como no quería que él saliera herido.

Decidió perdonarlo, y no contarle cosas malas a su hija. Ella era muy joven para que su tierna mente fuera envenenada de odio, él sabía más que nadie lo que eso podría causar. Así que decidió ser para su hija la familia que a él le habría gustado tener.

Una llena de amor, comprensión, mutua confianza, calidez y cariño. Su pequeño retoño había decidido que en el futuro trataría de obtener un lugar como diosa guerrera. Él sabía que ella apenas tenía seis años, y a futuro podría cambiar de opinión, pero sin importar qué, la apoyaría en todo.

Su hija era realmente una pequeña copia de Alberich, y no solo en el físico. Ella era tan fuerte y tan inteligente como lo fue su padre, y siempre estaba orgullosa de decir que era hija de dos dioses guerreros de Asgard.

Bueno, ¿quién lo diría?, al final, si tenían que querían. Aunque no precisamente de la forma que esperaban.

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