Día 23: "Betados"
Shipp: Afrodita x Shaka
Universo Alterno.// Modern AU.// Referencia a temas que podrían resultar sensibles, como la homofobia, bifobia, el fanatismo religioso y la intolerancia.
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"No te acostarás con varón como los que se acuestan con mujer; es una abominación."
"Si alguno se acuesta con varón como los que se acuestan con mujer, los dos han cometido abominación; ciertamente han de morir. Su culpa de sangre sea sobre ellos."
"¿O no sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os dejéis engañar: ni los inmorales, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los difamadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios."
Toda su vida había crecido escuchando frases como esas. Al haber tenido la mala suerte de nacer Beta, para colmo, con apariencia de Omega, dentro de una familia extremadamente conservadora y con un fanatismo insano por la religión, desde que tenía uso de razón, se le había hablado de esa manera.
Toda su vida le dijeron que debía unirse a una mujer para ser agradable a los ojos del dios al que adoraban. Lo peor que podía hacer era unirse a un hombre, sin importar la casta que éste fuera.
Durante toda su infancia jamás cuestionó absolutamente nada de eso, creyendo que sus padres solo querían lo mejor para él. Después de todo, los Betas siempre eran dejados de lado por su naturaleza más frágil que la de un Alpha, pero incapaces de procrear como un Omega. Pero conforme fue creciendo, fue dándose cuenta de muchas cosas y comenzó a cuestionar.
¿Por qué un dios que todos que amaba a todos, castigaría tan cruelmente a alguien solo por amar?, ¿por qué hasta el más despiadado asesino podía ser perdonado y salvarse del infierno si se arrepentía, pero un Beta que amaba a otra persona de su mismo sexo, no tenía perdón alguno?...
Afrodita vivía atormentándose con esas preguntas día y noche, pero su preocupación iba cada vez más en ascenso cuando se dió cuenta que jamás se había enamorado de una chica, y a lo mucho las veía como amigas.
Vivía al borde de la angustia. Siempre rezando, pidiéndole a su dios que lo arreglara, pidiendo perdón, culpándose a sí mismo, y negándose a creer que era uno de esos que arderían en el infierno.
Vivió gran parte de su adolescencia negandose a sí mismo, pero bien dicen que puedes correr más nunca escapar de quién eres realmente. Y todo cambió cuando a los 16 años lo conoció.
Shaka, un Beta igual que él. Originario de la India, rubio, de largos y suaves cabellos, piel lechosa y unos hermosos ojos azules.
Shaka era hijo de un matrimonio de un Alpha y un Omega, una pareja biracial, su padre Alpha era griego, y su madre Omega indio. Se mudaron a la casa de enfrente, y como era costumbre de la familia de Afrodita, fueron a saludar a los nuevos vecinos.
Ahí fue cuando cruzaron palabra por primera vez, y desde ahí, Afrodita no pudo sacarse a ese rubio de la cabeza. El hecho de que Shaka fuera al mismo instituto, y en el mismo salón que él, y para colmo, que el otro Beta se acercara a él, tampoco fue de ayuda.
No quería admitir que sentía algo por otro hombre, y quiso convencerse de que era solo nerviosismo por tener un nuevo amigo de otro país, y hacer o decir algo ofensivo para él. Así que pensó que acercándose lograría sacarse todas esas tonterías de la cabeza.
Su amistad con su vecino fue creciendo cada vez más, a tal grado que incluso iba a su casa de vez en cuando a estudiar, hacer las tareas o simplemente pasar el rato. Sus padres parecían felices por esa amistad, decían siempre que Shaka era un buen chico, obediente con sus padres, respetuoso, sin vicios, ni malas compañías, ni malos hábitos. Era el amigo perfecto para su hijo.
Sin darse cuenta, los años pasaron volando, y quedaba solo un año antes de que el instituto terminara y fuera hora de ir a la universidad, o más bien, al seminario para formarse cómo sacerdote en el caso de Afrodita.
A decir verdad, desde que conoció a Shaka y su familia, dejó de sentirse tan sólo. Esa casa se volvió su lugar seguro, ahí no se sentía juzgado hasta por la forma en que respiraba y podía estar en paz.
Los padres de Shaka eran completamente diferentes a los suyos. Asmita era abiertamente ateo, y no lo ocultaba. Defteros sí era creyente, de la misma religión que sus padres, pero no apoyaba esas ideas radicales sobre las castas y otras cuestiones. Shaka había crecido en un hogar libre de imposiciones religiosas, no había hecho ningún sacramento religioso y su educación había sido completamente laica, sus padres le dieron la libertad de decidir por su cuenta si elegía o no una religión y la que él quisiera. Así que el Beta rubio había elegido el budismo, una religión por demás curiosa y algo extraña para Afrodita.
Menos mal que sus padres no sabían que Shaka y Asmita no creían en dios, sino, de seguro con eso bastaba para que no lo dejaran volver a estar cerca.
Haber pasado casi tres años cerca de esa familia lo había hecho cuestionarse aún más ciertas cosas. Siempre le habían dicho que los ateos y miembros de otras religiones eran personas horribles y peligrosas, pero Asmita era ateo, y si bien, podía ser algo sarcástico y algo hiriente con su honestidad, no era una mala persona, al contrario. Shaka había elegido como guía de vida una religión sin dios, pero aunque era algo similar a su madre Omega, tampoco era una mala persona. Asmita y Shaka no creían en dios, y sin embargo, poseían muchas virtudes agradables a ojos de él, cómo la prudencia, la sobriedad, el apoyo a los más necesitados, y la caridad.
¿Por qué entonces dios querría castigar a buenas personas, cuyo único error sería elegir otra religión, y premiar a quiénes cometieran actos horribles, solo por arrepentirse?, ¿acaso le habían mentido?, ¿eso era lo que dios realmente haría?
Definitivamente, crecer en una familia tan radical no era fácil, especialmente siendo un adolescente, una persona aún en busca de su identidad.
Otra cosa que lo intrigó, fue ver a Shaka hablando con un chico Alpha de otro grupo durante la hora de la salida. El Alpha le entregó una carta en la que alcanzó a ver un corazón dibujado. Shaka le dijo algo, y después se dieron un corto abrazo, para después irse.
Intentó ignorar ese hecho, tratando de convencerse que no había visto bien, o había malinterpretado las cosas. Pero al final, terminó por preguntarle a Shaka.
La respuesta que obtuvo, lo dejó en shock. Ese chico se le había declarado y Shaka lo había rechazado. ¿Acaso...?
- No. No soy gay.- Respondió el rubio.- La vida no es solo blanco y negro, hay una enorme gama de grises en medio. Los bisexuales también existimos.
- ¿Qué?- Murmuró nervioso.- ¿T-Tú...?, ¿por qué nunca me dijiste?
- Jamás me preguntaste.- Se encogió de hombros Shaka.- Los heterosexuales no van por la vida diciéndole a todos: "Soy heterosexual." ¿Por qué yo sí tengo que hacerlo?
Afrodita se quedó sin palabras. No vió venir una respuesta así, y menos que Shaka lo hablara tan natural como si fuera lo más normal del mundo.
- Y no. No soy gay con miedo de admitir serlo, ni estoy confundido, ni es una fase, tampoco es un fetiche, ni quiero un trío ni una orgía, y tampoco es una degeneración, y no, nunca he sido infiel.- Añadió Shaka, cómo si pudiera leerle la mente.- Y sí, he salido tanto con hombres como mujeres de todas las castas, y sí, mis padres lo saben, incluso conocieron a varios de ellos, y sí, los están bien con eso.
Toda esa información fue como una bomba explotando de golpe, haciéndole dar vueltas. Era demasiado para procesar de golpe, no logró asimilarlo, y simplemente se retiró a toda velocidad.
Al llegar a casa, no le dió explicaciones a sus padres y no dijo nada de lo que había pasado. Ahora estaba aún más confundido que antes.
Al día siguiente, se marchó más temprano al escuela para evitar toparse con Shaka. Intercambió lugar con un compañero, y pasó todo el día ignorando al rubio.
Para sorpresa suya, Shaka no parecía afectado por su distanciamiento, el rubio parecía seguir con su vida como si nada. Y por alguna razón, eso lo hizo sentir un poco herido. Esperaba que Shaka lo extrañara al menos un poco, quizás que intentara buscarlo, pero nada.
El distanciamiento duró mucho más de lo que creyó. Pasaron los días, las semanas, los meses, hasta que, sin darse cuenta, la graduación estaba a menos de una semana.
Intentó no darle importancia, esperando que con el tiempo, todos esos sentimientos impuros se fueran, pero al final, la tentación fue más fuerte que él, y terminó yendo a la casa de Shaka a medianoche, después de que sus padres se fueran a dormir. Al otro día era la graduación y era su última oportunidad para tratar de arreglar las cosas y calmar su consciencia.
Se coló en el patio trasero y lanzó unas pequeñas piedras a la ventana de Shaka. El somnoliento y algo adormilado rubio se asomó, pero al verlo, despertó de inmediato.
Shaka no dijo nada, solo bajó para abrirle la puerta y hacerlo pasar a la sala. El silencio era sumamente incómodo para Afrodita, pero Shaka lucía bastante tranquilo.
- ¿Necesitas algo?- Preguntó Shaka, cruzandose de brazos.
- Y-Yo... No.
- Será mejor que vuelvas a casa. Mañana es la graduación y debemos llegar puntuales a la ceremonia.
- Shaka...- Murmuró, sujetándolo de la muñeca.- Lo siento... Es que... No quise lastimarte, pero...
- No te preocupes. Estoy acostumbrado.- Respondió con calma.- Me han dicho cosas peores, y entiendo que para ti esto es una abominación.
Afrodita no pudo evitar agachar la cabeza, mientras unas cuantas lágrimas brotaban involuntariamente de sus ojos.
- No hay rencores de mi parte.- Mencionó Shaka.- Ahora ve a casa.
Sin saber porqué, antes de que siquiera reaccionara, terminó robándole un beso a Shaka. Un beso torpe y bastante inexperto, pero que decía más que mil palabras.
Shaka no lo apartó, al contrario, lo abrazó, acercándolo un poco más.
Ese fue el inicio de su camino a la libertad...
Al otro día, asistió a la graduación como si nada, pasándola toda la ceremonia cerca de su "amigo", pero al terminar todo, ya una vez en casa, les dijo a sus padres que había cambiado de opinión respecto al seminario.
No estaban contentos, pero lo aceptaron.
Shaka se iría a otra ciudad para estudiar la universidad, y fue la excusa perfecta para ir a probar suerte a otro lugar por su cuenta.
Sus padres dudaban un poco, pero la madre de Shaka sería capaz de convencer a un pastelero de comprar pasteles, y consiguió que lo dejaran ir, después de hablar con ellos.
Dos semanas después de la graduación, todo estaba listo, y ambos se embarcaron en esa aventura.
No fue un camino fácil descubrir y aceptar quién era en realidad, pero al menos ahora tenía a Shaka a su lado.
Lejos de todas las palabras y discursos de odio radicales de sus padres y su comunidad, y con ayuda de algunas personas, finalmente logró aceptarse como era.
Sus sentimientos por su amigo eran más fuertes que simple amistad, se había enamorado de él, y después de varios meses, logró aceptarlo. Para suerte suya, Shaka le correspondía, y aunque las cosas no siempre eran fáciles, ambos ponían todo de su parte para que las cosas funcionaran.
Cuando pasó un año, finalmente había decidido qué quería hacer de su vida, y eso era estudiar algo que nada tenía que ver con el sacerdocio, tener a su lado al Beta al que amaba, y tener una vida a su lado.
Se quedó en la ciudad por varios años más, igual que Shaka, hasta terminar sus estudios, trabajando y manteniendo una beca para poder lograrlo. Sus padres no adoraban noticia de que no estudiaría el sacerdocio, pero aceptaron su decisión y lo ayudaban un poco.
Al terminar sus estudios, mantuvo su empleo en esa tienda departamental, dónde fue ascendido por llevar años siendo de los mejores vendedores. Ahora, con su título y los años de experiencia, era fácil otorgarselo. No era precisamente para lo que había estudiado, pero estaba felíz con ese trabajo.
Ahora ambos tenían cierta estabilidad y más libertad financiera, su relación era mejor cada día, eran felices juntos... Ahora solo quedaba un asunto pendiente.
Sabía que sus padres no tomarían nada bien la noticia de tener un hijo Beta homosexual. Sabía que lo odiarían y despreciarían de por vida, pero ya estaba harto de negar a Shaka y negarse a sí mismo cada vez que hablaba con ellos.
Así que reunió todo el valor que tenía, y después de años de evitarlos, fue a hacerles una visita al lado de Shaka.
Sus padres no tardaron en hacer mil comentarios sobre su nuevo corte de cabello, hace años que había decidido dejarlo crecer, y vaya que eso era "afeminado" para sus padres... Lo que siguió fue mucho peor. No había una forma de hacer menos impactante la noticia para ellos, así que simplemente lo dijo todo.
Sus padres se quedaron en shock unos segundos, pero después, su padre le dió un puñetazo.
De no haber sido por la intervención de Shaka, que fácilmente logró apartarlo, seguramente lo mataba a golpes ahí mismo.
Su madre se puso a llorar, y salió corriendo probablemente a su habitación, sin decir nada. Su padre le gritó que se iba a arrepentir por seguir un camino tan impuro y pecaminoso, que se largara y nunca volviera, que a partir de ese día estaba muerto para él... Nada que no esperara.
Contuvo las lágrimas hasta llegar a la casa de los padres de Shaka, pero ahí no pudo resistir más y terminó llorando.
Se había preparado mentalmente para esa respuesta, pero no hacía que doliera menos. Dentro de él mantenía la pequeña esperanza de que sus padres dijeran algo diferente, pero se equivocó. Seguían siendo los mismos de siempre.
- ¿Sabes algo, Dita?- Lo consolaba su suegro Omega.- Yo no soy creyente de ninguna religión, y firmemente las considero innecesarias y una estafa legal. Pero entiendo que para tí ha sido difícil deconstruir todo lo que eras y rehacerte desde cero, empezando por aceptar quién eres, y sentirte orgulloso de ello. Y también entiendo lo que se siente ser rechazado y denigrado por personas que deberían amarte incondicionalmente.
Afrodita no dijo nada, y solo aceptó el abrazo que Asmita le ofreció. Él se había convertido en una segunda y ahora única madre para él.
- ¿Sabes?, Defteros y yo tambien crecimos en familias religiosas cómo la tuya. Defteros solía ser como tú, aceptando todo sin replicar, pero yo... Bueno, desde que tengo memoria, he cuestionado todo y jamás me he quedado callado ni dudado en expresar lo que realmente pienso.- Añadió.- Sabes que para ellos, nacer con una condición como la mía, es signo de un castigo por alguna mala acción de los padres, o quizás una prueba de dios para ellos... En cualquiera de los casos, no dejaba de ser denigrante que se refirieran a mí como una carga. Así que apenas pude, me largué de casa, y me las arreglé para conseguir los documentos necesarios para dejar de formar parte de su negocio mundial. Defteros, probablemente por mi "mala influencia", también empezó a cuestionar varias cosas, y dejó de ser tan radical.
Asmita ya le había contado en un par de ocasiones toda su historia y porqué había dejado atrás todo lo relacionado con la religión. Pero no dejaba de sorprenderle y a la vez inspirarse.
- Soy muy consciente de mi ceguera, pero sé que no me hace inferior a nadie. No soy un ángel, ni una prueba, ni un castigo, y mi hijo tampoco.- Añadió Asmita.- Cuando diagnosticaron a mi hijo con epiléptico, todos se la pasaron diciendo que era un castigo por haber negado "mi fé", y por "haber alejado a mi hijo de dios"... Vaya estupidez, querer curar una enfermedad neurológica con rezos y dando diezmo al sacerdote.
Esa fue una de las razones por las que se mudaron ahí años atrás. Asmita y Shaka se hartaron de soportar a ambas familias sobre ellos días y noche, y Defteros prefirió a su Omega y su hijo por encima de cualquier cosa.
- Ahora sé que no hago nada malo.- Suspiró, hipando un poco.- Pero... Esto no deja de doler.
- Lo sé.- Suspiró Asmita.- Pero piensa en las cosas buenas de tu relación. Se lo dije a Shaka en su momento, te lo dije a tí, y te lo repito: "Vergüenza ser un ladrón por haragán, un asesino por diversión, un estafador, un violador o cualquier lacra que hiera a inocentes por su propio bienestar. Eso sí me daría vergüenza, no que mi hijo sea gay, bisexual, pansexual, o lo cualquier otra cosa. Yo lo aceptaré, amaré y protegeré siempre, sin importar qué." Y ahora, tú eres como un hijo para mí también.
Definitivamente, ser un Beta en un mundo donde todo era regido por Alphas era duro, y encima no encajar en lo que la gente considera "normal", solo empeoraba las cosas. Siempre tan invisibilizados, forzados a esconder quiénes eran en realidad, temiendo no ser aceptados, viviendo a diario la discriminación y los prejuicios...
Pero así como había personas que jamás entenderían que los tiempos cambian, y no todo debe ser interpretado de forma literal. También había personas que no temían irse en contra del sistema y apoyar a sus seres queridos y personas dispuestas a desaprender todo lo que sabían y reeducarse.
Asmita tenía razón. No iba a ser fácil, pero una parte de él estaba feliz por al fin ser abiertamente quién era en realidad. Al menos aún tenía a su lado a ese Beta de cabello rubio al que tanto amaba, tenía una nueva familia, y eso era suficiente para no retroceder.
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Pues, nada. Al ver el prompt de este día, se me ocurrió ésta idea, especialmente tomando en cuenta que en el Omegaverse, los Betas son prácticamente humanos normales.
La verdad, esto fue en parte también un desahogo de ciertas cosas que me ha tocado vivir, y de otras que mi mejor amigo me ha contado, al inspirarme en ellas. Como dicen: "Si del cielo te llueven limones, has limonada."
Y si te llueven comentarios de bifobia, y a tu amigo de homofobia, ármate un fic basándote en todo eso XD
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