🌸 Capitulo 7 🌸
Maratón 1/3
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Nirei estaba en la cocina, sosteniendo un vaso de agua con las manos ligeramente temblorosas. Sus padres estaban trabajando y agradecía profundamente su ausencia. No quería preocuparlos más de lo necesario, especialmente porque las marcas y chupetones en su cuerpo aún no desaparecían del todo. Cada vez que se miraba al espejo, los recuerdos lo asaltaban con una brutalidad clara. Su cuerpo y mente se estremecían al unísono, el dolor parecía haberse instalado en cada rincón de su cuerpo: la cadera, las piernas, los brazos... pero, sobre todo, las piernas.
El simple acto de sentarse se había convertido en una tortura; cada movimiento brusco intensificaba la punzada de dolor. Aun así, Nirei no tenía intención de contarles a sus padres cómo había llegado a ese estado. No quería causarles más preocupación y mucho menos enfrentarse a las inevitables preguntas que seguirían si lo hacia, por lo que decidio que lo mejor era enfrentar aquella situación solo, como siempre lo hacia.
Mientras sostenía el vaso de agua, su rostro se tiñó de rojo al recordar lo sucedido con los alfas. El simple pensamiento de ellos lo hacía sentirse débil, su corazón latía con fuerza al revivir esos momentos. Recordaba las caricias, los besos, la forma en que su cuerpo había reaccionado ante el toque de ellos, aun podia sentir su interior siendo llenado y su entrada palmito, apreto tus piernas y se golpeo las mejillas con las palmas de sus manos, para alejar aquellos pensamientos impuros de su mente. Sabia que aquello solo habia sido a causa de las circunstancias, pero no podia negar que le habia gustado y mucho, aunque tambien le habia dolido. El dolor que había sentido esa mañana cuando todo se desmorono había sido una tormentosa mezcla de deseo, miedo y placer.
Sin embargo, lo que más lo atormentaba era cómo se sintió después de eso. A pesar de todo lo ocurrido, no podía evitar desear más de ellos. Ese anhelo lo avergonzó sobre todo por las reacciones que su cuerpo tenia, ante el pensamiento de querer mas que una amitad de ellos, algo que no le habia ocurrido antes y mas porque su Omega era el mas afectado, esa parte vulnerable y sensible de su ser, seguía llorando en silencio, buscando consuelo en unos recuerdos que, aunque eran agridulces, le habían gustado.
Se obligó a detener esos pensamientos. Sabía que si seguía recordando, el dolor en su interior físico y emocional solo crecería. No estaba listo para enfrentar lo que había sucedido ni para asumir las consecuencias que aquello podría traer. Aunque comprendía que no podía seguir huyendo de sí mismo para siempre, en ese momento, lo único que deseaba era que el dolor cesara, aunque fuera por un breve instante. Tal vez, con el tiempo, lograría comprenderlo todo. Pero, por ahora, lo único que podía hacer era esperar.
El sonido de la puerta retumbó en toda la casa, como un eco que recorrió cada rincón de la habitación. Con el corazón golpeando contra su pecho, Nirei contuvo el aire mientras se acercaba a la puerta. No quería abrirla, pero el ruido persistente lo obligó a hacerlo. Al girar la manija y al abrir la puerta, su respiración se detuvo al instante al ver a los dos alfas justo frente a él. Sus ojos se encontraron y el mundo pareció desvanecerse por un momento, solo quedando el rostro de ellos, imponentes y desafiantes.
El corazón de Nirei comenzó a bombear con frenesí, cada latido resonaba con fuerza en sus oídos. Su cuerpo temblaba, incapaz de contener la oleada de emociones que lo atravesaban. Su omega, que hasta ese momento había permanecido en una profunda depresión, pareció despertar de golpe, vibrando con una energía inesperada. En cuanto percibió aquellos dulces aromas, cálidos y embriagadores, fue como si todo el sufrimiento anterior se hubiera desvanecido, como si los recuerdos dolorosos no fueran más que una sombra lejana de lo que había pasado.
Pero, mientras su omega reaccionaba con una mezcla de anhelo y alivio, Nirei no podía evitar sentirse completamente fuera de lugar. Sus manos sudaban, sus piernas temblaban y el nudo en la garganta apretaba incapaz de poder decir algo. Su mente se llenó de preguntas y dudas: ¿Qué debía hacer? ¿Qué debía decir? ¿Era correcto sentir esto después de todo lo que había pasado?
El nerviosismo lo consumía, y por más que intentaba calmarse, las emociones lo superaban. No sabía si era el instinto de su omega o la intensidad de esos aromas lo que lo hacía sentirse tan vulnerable, pero algo dentro de él susurraba que no podía escapar. El deseo de huir y el impulso de acercarse chocaban en su interior, dejándolo atrapado en un estado de confusión absoluta.
Ambos alfas permanecieron en silencio al principio, sus miradas fijas en Nirei, quien, atrapado en un estado de parálisis, no podía hacer más que devolverles una mirada vacilante. Su mente estaba en blanco y aunque intentó moverse o siquiera articular una palabra, su cuerpo parecía haberse rendido bajo la tensión del momento. El aire a su alrededor se volvió denso y pesado, como si la simple presencia de los alfas hubiera alterado todo el espacio.
—¿Qué... qué hacen aquí? —logró preguntar Nirei finalmente, su voz apenas salió en un susurro, cohibida y temblorosa. Un calor incómodo se acumulaba en su pecho, extendiéndose hasta sus mejillas mientras sentía la intensidad de aquellas miradas sobre él.
Los alfas reaccionaron de inmediato. Sus ojos se entrecerraron ligeramente, sus expresiones endureciéndose por un momento, pero no pudieron evitar que un leve sonrojo coloreara sus mejillas al observar la apariencia del omega.
Su cabello rubio estaba desordenado, como si no hubiera tenido fuerzas para peinarlo y llevaba puesta una sudadera grande que caía de manera holgada sobre su delgado cuerpo. Esa prenda, lejos de ocultarlo, dejaba al descubierto su cuello y parte de sus clavículas, donde leves chupetones todavía marcaban su piel pálida. Eran señales de algo reciente, de algo que ellos mismos habían provocado.
Las miradas de los alfas descendieron, casi sin darse cuenta, hasta detenerse en las piernas descubiertas de Nirei. Su piel clara contrastaba con la tela holgada de la sudadera y aunque él intentó disimularlo cruzando las piernas de manera torpe, su vulnerabilidad era más que evidente. Esa imagen, tan íntima y frágil, provocó que el rubor en los rostros de los alfas se intensificara de inmediato, un calor inesperado recorriéndolos desde el pecho hasta el cuello.
Pero no era solo su apariencia lo que los afectaba. Ambos sabían perfectamente lo que escondía aquella sudadera tan grande. Los recuerdos, vívidos y embriagadores, se colaron en sus mentes como una tormenta. Fragmentos de caricias, gemidos y suspiros se mezclaron con la sensación del cuerpo cálido de Nirei contra el suyo. Fue suficiente para que el control que ejercían sobre sus alfas internos comenzara a tambalearse. Sus instintos, primitivos y dominantes, rugían en su interior, deseando saltar sobre el omega que estaba tan cerca, tan desprotegido y, a la vez, tan atrayente.
Por mucho que intentaran mantener la compostura, sus ojos los delataban. En ellos se mezclaban el nerviosismo, el deseo más puro y una emoción profunda que ni siquiera ellos mismos podían nombrar, pero que los hacía sentirse inexplicablemente conectados a Nirei.
Nirei, por su parte, sintió cómo el calor subía rápidamente a su rostro. Sus mejillas ardían como si acabara de cometer un error vergonzoso y la sensación de sus miradas, fijas y penetrantes, hacía que su corazón latiera con fuerza. La vergüenza lo invadió por completo, deseando con todas sus fuerzas poder desaparecer de la vista de los alfas.
Sin embargo, mientras él se debatía con su incomodidad, su omega interior tenía una reacción completamente diferente. Ese lado instintivo de él, que siempre había permanecido más discreto, ahora se revoloteaba de felicidad. La imagen de su omega aparecía clara en su mente: una criatura pequeña y encantadora, con un pelaje suave y brillante, echándose sobre sus patas traseras mientras movía la cola con entusiasmo. Su omega incluso dejó escapar un suave gemido de satisfacción, feliz de estar en presencia de los alfas que reconocía como suyos.
La dualidad de emociones era desconcertante para Nirei. Mientras su omega disfrutaba del momento, él estaba muriéndose de la vergüenza. Sabía que no podía controlar aquella parte de sí mismo, pero deseaba poder apagar ese instinto por un momento, solo lo suficiente para recuperar la compostura.
—Yo... —Sakura intentó hablar, pero sus palabras se ahogaron en su garganta antes de poder salir. Bajó la mirada rápidamente, su rostro teñido de un rojo intenso que delataba su nerviosismo. Era evidente que no quería incomodar más a Nirei.
Suo, por otro lado, intentó tomar el control, aunque su postura rígida y su voz ligeramente temblorosa lo traicionaban. Tragó saliva antes de hablar, su tono fue más suave de lo habitual.
—¿Podemos pasar? —preguntó, con un aire de inseguridad que no pasaba desapercibido. Su rostro también estaba teñido de rojo y evitaba mirar directamente a Nirei. Sus ojos parecían buscar un punto fijo en el suelo o las paredes, cualquier cosa que no fuera el omega frente a él.
Nirei no respondió de inmediato. Su mente estaba atrapada entre la necesidad de protegerse y ese extraño impulso que lo instaba a dejarlos entrar y permitirles acercarse. Su omega, inquieto, parecía estar de acuerdo con la segunda opción, pero su lado racional gritaba que se alejara de ellos, que pusiera distancia antes de que fuera demasiado tarde.
—S-sí, claro... —murmuró finalmente, con la voz apenas audible. Su mirada se mantuvo fija en ellos por un instante más antes de apartarla rápidamente, incapaz de soportar la intensidad del momento.
Con ese simple permiso, los alfas cruzaron el umbral de la puerta, llevando consigo una presencia tan abrumadora que hizo que Nirei sintiera cómo el aire volvía a volverse pesado. El omega sabía que aquello no terminaría bien, pero, aun así, no pudo evitar quedarse quieto, observándolos entrar, como si algo en su interior lo obligara a permanecer cerca.
Al ingresar a la casa, los dos alfas no pudieron evitar que sus nervios aumentaran con cada paso que daban. El ambiente dentro era tenso, casi eléctrico y el sonido de sus movimientos parecía amplificarse en el silencio que dominaba la habitación. A pesar de su intento de mostrarse tranquilos, la incomodidad se reflejaba en sus expresiones y en la forma en que sus miradas evitaban cruzarse con la de Nirei durante demasiado tiempo.
Finalmente, al llegar a la sala, ambos se sentaron en uno de los sillones. Mantuvieron cierta distancia, tanto entre ellos como respecto al sofá en el que Nirei había decidido acomodarse. El rubio, sin embargo, se sentó al borde del asiento. Aquel simple acto de sentarse fue un desafío para Nirei. Apenas su cuerpo se acomodó, un dolor punzante recorrió su cadera y sus piernas, obligándolo a ajustar su postura varias veces. La incomodidad era evidente, aunque él intentaba disimularla. Una leve mueca de dolor cruzó su rostro por un segundo, lo suficiente para delatarlo ante las miradas atentas de los alfas.
Ambos notaron el gesto al instante. Sus ojos se oscurecieron, no solo con preocupación, sino con una mezcla de culpa y algo más profundo que no podían explicar. Aunque ninguno de los dos dijo nada al principio, la tensión en el ambiente aumentó. Sus miradas se desviaron hacia la sudadera que Nirei llevaba puesta, los bordes apenas cubriendo lo suficiente para dejar volar su imaginación.
Suo fue el primero en desviar la mirada hacia el suelo, intentando contener sus pensamientos y calmar el latido acelerado de su corazón. Sakura, por otro lado, se inclinó ligeramente hacia adelante, como si estuviera a punto de decir algo, pero se detuvo al ver cómo Nirei apretaba sus manos sobre sus rodillas, claramente incómodo.
El silencio entre ellos se hizo casi insoportable, como si las palabras que querían decir estuvieran atrapadas en algún lugar, negándose a salir. Pero incluso sin hablar, sus presencias eran demasiado intensas y Nirei no podía evitar sentirse rodeado por ambos.
El rubio apretó los labios y respiró profundamente, tratando de ignorar el dolor en su cuerpo y la confusión en su mente. Sabía que los alfas estaban observando cada uno de sus movimientos, atentos a cada detalle y eso solo hacía que el calor en su rostro se intensificara. Aunque no podía culparlos, una parte de él deseaba que rompieran ese silencio que lo estaba consumiendo.
Finalmente, fue Suo quien reunió el valor suficiente para hablar.
—¿Estás... bien? —preguntó, su voz apenas un susurro, cargada de cautela y algo más que Nirei no logró identificar de inmediato.
El rubio levantó la vista, sorprendido por la pregunta, pero la intensidad en los ojos de Suo lo hizo desviar la mirada rápidamente.
—Estoy bien —respondió Nirei en voz baja, aunque el leve temblor en sus palabras lo traicionó.
Sakura apretó los puños sobre sus rodillas, luchando contra el impulso de acercarse. Ambos alfas sentían que, aunque Nirei decía estar bien, su cuerpo y sus gestos decían lo contrario. Pero ninguno sabía cómo acercarse sin empeorar la situación.
—Lo siento, debí... debimos ser más cuidadosos —explicó Sakura, visiblemente arrepentido. Sus palabras salieron con pesadumbre, como si cada una de ellas pesara más de lo que había anticipado.
—Sentimos haberte lastimado así, Nirei —añadió Suo, su voz cargada de preocupación y remordimiento. El dolor reflejado en el rostro del omega lo había afectado más de lo que imaginaba.
Nirei suspiró y bajó la mirada, evitando hacer contacto visual con los dos alfas. No quería que su vergüenza fuera tan evidente, pero no podía evitar sentirlo al hablar de lo sucedido. La incomodidad seguía viva en su pecho, y no podía dejar de recordar cada momento, cada sensación.
—Ambos fueron muy cuidadosos... —murmuró Nirei con suavidad, casi avergonzado por sus palabras. No quería que los alfas se sintieran aún más culpables, pero tampoco podía negar que el dolor seguía ahí, constante. —Es normal que me duela... era... bueno, fueron dos, y digamos que no estaban... mal proporcionados.
Los tres se quedaron en silencio un momento, procesando las palabras de Nirei. La tensión en el aire aumentó y el rostro de los tres se tiñó de rojo. El comentario de Nirei había sido demasiado directo y ahora nadie sabía cómo continuar. Nirei se mordió el labio inferior, sintiendo que su propia sinceridad lo había metido en un terreno aún más incómodo.
Suo, incapaz de soportar más el silencio, miró a Sakura antes de hablar con tono suave.
—Lo... lo siento mucho, Nirei. No quería que esto te pasara. Si pudiéramos... —se detuvo, sin saber cómo seguir, sintiendo que sus palabras no alcanzaban a arreglar el daño.
Sakura también asintió, con la cabeza agachada. Era evidente que ambos se sentían culpables, pero al mismo tiempo, querían hacer algo para calmarlo.
Nirei levantó la mirada, forzando una pequeña sonrisa, pero la incomodidad seguía presente.
—No fue completamente su culpa, saben... —Nirei volvió a bajar la mirada, sus dedos nerviosos jugueteando con el dobladillo de su sudadera. —Yo... también la tuve.
El silencio pesó de nuevo en el aire. Sakura suspiró, frunciendo el ceño mientras se frotaba la cabeza con una mano.
—Sí, pero si no hubiéramos entrado en celo, esto no habría pasado —respondió Sakura, casi como si se estuviera disculpando consigo mismo.
Suo, que hasta ese momento había permanecido quieto en su lugar, se levantó del sofá y se acercó a Nirei con paso firme. Al principio, el rubio no entendió qué intentaba hacer, pero el instinto lo alertó de inmediato. Se tensó y un escalofrío recorrio su columna vertebral cuando Suo se sentó a su lado, observándolo detenidamente.
—¿Qué pasa, Suo? —preguntó Nirei, algo preocupado. No estaba seguro de lo que el alfa quería, pero algo en la mirada de Suo lo hacía sentirse incómodo.
Suo no respondió, pero lo que hizo a continuación le quitó el aliento. Se inclinó hacia él, acercándose peligrosamente a su cuello. Inhaló profundamente, como si estuviera absorbiendo el aire a su alrededor.
—Vainilla —murmuró en voz baja, pero lo suficientemente alto para que los chicos pudieran escuchar.
Nirei se puso tenso al instante, sus ojos se abrieron con sorpresa, sus alarmas se activaron y su sangre se helo al escuchar la palabra "vainilla". Se levantó de golpe, alejándose rápidamente de él, sintiendo que el espacio se cerraba a su alrededor.
—¿Qué? —preguntó, nervioso, su voz temblorosa mientras se apartaba de Suo.
Pero antes de que pudiera procesarlo, sintió una presencia detrás de él. Sakura, sin previo aviso, se acercó y con una rapidez sorprendente, también inhaló el aroma cerca de su cuello.
—Hueles muy bien... —murmuró Sakura, con una voz suave. La sensación de sus palabras le provocó otro escalofrío a Nirei, quien, aún con el nerviosismo, no pudo evitar sonrojarse profundamente.
El rubio se quedó congelado, atrapado entre los dos alfas que lo rodeaban. Nirei intentó dar un paso atrás, pero la cercanía de ambos lo dejaba sin escapatoria.
—Chicos... —su voz salió quebrada.
—Omega —dijeron al unísono, tanto Sakura como Suo, sus voces llenas de una mezcla de sorpresa. Ambos alfas se miraron, como si estuvieran haciendo una conexión instantánea en sus mentes.
Nirei, completamente avergonzado, negó rápidamente con la cabeza, maldiciéndose por no haberse puesto los supresores. Su cuerpo se sentía tenso, incómodo y todo su ser le pedía escapar de la situación.
—No... yo... —intentó decir, pero las palabras se atoraron en su garganta, incapaz de articular lo que realmente quería expresar.
Sakura y Suo lo observaron fijamente, el rostro de Suo se endureció al conectar los puntos. La sensación en el aire cambió de inmediato.
—Me lo imagine, por eso nos descontrolamos —dijo Suo, su tono de voz ahora grave mientras sus ojos se enfocaban en Nirei, con una intensidad difícil de ignorar. —Eres un Omega.
El rubio sintió que sus piernas flaqueaban. El aire que había estado tan cargado de tensión se volvió denso, casi pesado. El reconocimiento de Suo le caló hondo y su mente comenzó a dar vueltas. ¿Qué implicaba esto? ¿Qué pasaría ahora?
—No... yo no... —musitó Nirei, con el rostro pálido, tratando de procesar lo que acababan de decir. Cada palabra de Suo parecía resonar dentro de él con una fuerza inexplicable.
Sakura se acercó lentamente, su rostro serio, pero con una mirada que expresaba algo más, algo entre la preocupación y la curiosidad.
—Lo es, Nirei —dijo con una calma, que el Omega se sintió aún más pequeño.
Nirei tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza. La última cosa que quería, eran que ellos se enteraran, pero era inevitable. Ellos lo sabían. Lo habían reconocido.
—Pero... yo... no soy como ellos —intentó justificarse, alzando la vista para mirarlos, aunque sus ojos temblaban ligeramente. —No es lo que piensan.
Nirei comenzó a llorar mientras negaba, sus manos temblorosas tratando de secar las lágrimas que caían sin control.
—Yo... no me aproveché de ustedes, lo juro —decía con la voz entrecortada, la angustia en sus palabras tan evidente como el dolor que sentía.
En su mente solo retumbaban las mismas ideas. Lo sabían, ya se habían dado cuenta. Si sus alfas lo descubrieron, era cuestión de dias para que ellos se enterar tambien. Todo esto había pasado por no haberse puesto los supresores. Se maldijo y se odiaba a sí mismo. Ahora pensarían que él los había provocado, que había sido su culpa. Estaba tan frustrado consigo mismo que no se percató cuando Sakura lo tomó por los hombros, obligándolo a centrar la atención en él.
—Nirei, cálmate —dijo Sakura con una calma que contrastaba con el estado de agitación del omega. Ambos, tanto él como Suo, habían sospechado, pero ante la reacción de Nirei, lo confirmaron.
Suo se acercó también, su presencia más calmada, pero aún con un dejo de preocupación en los ojos. Los dos alfas se miraron brevemente antes de liberar sus feromonas, con la esperanza de que el omega se tranquilizara.
El aire se llenó de su aroma, y Nirei, por algún motivo, comenzó a calmarse. Su respiración se hizo más lenta y sus lágrimas cesaron poco a poco. Aun así, su cuerpo temblaba levementey su mirada permaneció baja, avergonzada.
—Nirei, no te estamos culpando —comentó Suo con suavidad, su tono lleno de comprensión, aunque su mirada seguía siendo seria—. Solo que se nos hacía raro. Sabíamos que algo no estaba bien, pero nunca imaginamos... esto.
Las palabras de Suo fueron como una leve brisa que despejaba la tormenta en la mente de Nirei. Sin embargo, la confusión seguía ahí y el miedo de ser malinterpretado aún lo consumía.
—Yo... no quería que esto pasara —susurró, sintiendo el peso de su confesión.
—Lo sabemos —respondió Sakura, su voz tambien llena de calma, pero también de una extraña sinceridad que Nirei no había anticipado.
El ambiente se llenó de una inquietud incómoda, como si el tiempo se hubiera detenido por un momento. Los ojos de Nirei y Sakura se entrelazaron en confusión, sin saber qué decir. Suo suspiró profundamente, como si estuviera liberando todo el peso de la situación y luego se dirigió nuevamente a Nirei.
—Sabes, me alegra que haya sido contigo —dijo Suo con una expresión seria pero suavemente cálida.
Las palabras de Suo dejaron a Nirei y Sakura en completo shock. Ninguno de los dos se esperaba tal respuesta.
—¿Qué? —fue lo único que Nirei logró articular, claramente desconcertado.
Sakura miró a Suo como si hubiera perdido la razón. Su rostro pasó de la incredulidad al entendimiento, como si las piezas del rompecabezas empezaran a encajar.
—Es cierto —dijo finalmente Sakura, dirigiéndose a Nirei, aunque su tono seguía teniendo una ligera mezcla de incomodidad y comprensión—. Bueno, que haya sido contigo, Nirei.
Ahora sí, Nirei se sentía completamente perdido. Su mente no podía procesar lo que estaba escuchando.
—¿Qué se supone que significa eso? —preguntó, aún sin entender, sus ojos fijados en Suo, buscando alguna pista que le ayudara a comprender lo que acababa de decir.
Suo se acomodó en el sofá, sonriendo levemente, una sonrisa que, aunque cálida, tenía un toque de melancolía.
—Somos amigos, Nirei —dijo con suavidad, como si estuviera revelando algo profundamente sincero—. No estoy orgulloso de lo que pasó, y sé que no debió ocurrir así, pero... me alegra que haya sido contigo. Eres un omega tan bonito, tan especial, que, si había que pasar por esto, preferiría que fuera contigo.
Las palabras de Suo hicieron que el rubor se apoderara de las mejillas de Nirei, mientras su corazón latía más rápido de lo normal. No sabía si sentirse avergonzado o agradecido, pero lo que sí sabía es que todo aquello lo hacía sentirse... diferente.
—Es cierto, además de que también nos ayuda a estar preparados para que no vuelva a pasar —respondió Sakura, mirando a Nirei con una mezcla de preocupación y comprensión.
—Pero tengo dos preguntas más, Nirei —dijo Suo, con tono serio, mientras se inclinaba un poco hacia él. Su mirada era intensa, reflejando la duda que lo consumía—. Estuvimos íntimamente y me imagino que no fue solo una vez... así que... ¿estás embarazado?
El ambiente se volvió denso y cargado de tensión. Nirei se quedó en completo silencio, con la mirada fija en el suelo. Sus pensamientos se desbordaban, llenos de miedo y vergüenza.
—No lo estoy —respondió finalmente, con una voz temblorosa, pero firme al mismo tiempo. A pesar de la tensión que lo envolvía, se sintió aliviado al poder finalmente soltar esas palabras.
Suo y Sakura intercambiaron una mirada de alivio, pero la tensión seguía flotando en el aire. Nirei, que se había quedado en silencio durante unos segundos, finalmente rompió el hielo con una pequeña sonrisa.
—No lo estoy... —repitió, su voz temblorosa pero firme—. Aunque... no voy a mentir, el pensamiento pasó por mi cabeza. Pero no, no estoy embarazado.
—¿Cómo es que estás tan seguro? —preguntó Sakura, su voz cargada de una ligera incredulidad mientras lo observaba fijamente.
Nirei, sintiendo que la tensión comenzaba a disiparse, respiró hondo y levantó la mirada, intentando transmitir más seguridad de la que realmente sentía.
—Yo tomo supresores —respondió con calma, aunque su voz tembló ligeramente. Su corazón latía con rapidez al ver la expresión preocupada de los alfas. A pesar de su alivio, sabía que la situación seguía siendo complicada.
Suo asintió, pensativo, mientras Sakura parecía relajarse un poco, aunque todavía quedaba una inquietud en sus ojos.
—¿Esos supresores no te hacen daño?—preguntó Suo, buscando confirmar lo que Nirei acababa de decir. La preocupación seguía latente, aunque más sutil.
—No lo hacen.
—Mi segunda pregunta. ¿Por qué ocultas tu casta? —preguntó Suo, con una expresión intrigada y curiosa, pero también algo seria.
Nirei los observó en silencio por un momento, sabiendo que finalmente tendría que compartir algo que había guardado con tanto recelo. Sus ojos se bajaron al suelo, buscando las palabras adecuadas.
—Ya saben cómo tratan a los omegas... —empezó a decir, su voz fue un poco vacilante— No quería que me trataran así. Sabía que no podía aparentar ser un alfa, así que... fue más fácil ser un beta.
La confesión hizo que tanto Suo como Sakura se quedaran en silencio, procesando las palabras de Nirei. El rubio sintió un nudo en su estómago, pero también una especie de alivio al soltar la verdad. Sabía que la sociedad tenía una forma muy dura de tratar a los omegas, especialmente a los vulnerables y él no quería ser otro blanco de esa discriminación.
Suo y Sakura intercambiaron miradas, sus rostros reflejaban una mezcla de comprensión y sorpresa, pero sus lobos, que se mantenían al margen del conflicto, ahora parecían tranquilos y felices, casi saltando de alegría dentro de sus mentes.
—No tenías que esconderlo, Nirei —dijo Sakura suavemente, acercándose a él con una sonrisa cálida. Su voz era suave, casi reconociendo el peso de sus palabras. —Te trataríamos igual, ya sabes que no importa qué seas. Eres... importante para nosotros.
Suo asintió, su expresión también suavizándose. Se acercó un poco más y, sin pensarlo, puso una mano sobre su hombro en un gesto de apoyo.
—Nos gusta que seas tú, Nirei. Y te vamos a cuidar, no importa qué casta tengas —agregó Suo con una sonrisa sincera, mostrando que lo que realmente importaba era quién era él, no su casta.
Las palabras de ambos alfas fueron un bálsamo para el alma de Nirei, que, aunque aún inseguro, sentía por primera vez un peso levantado de sus hombros.
Nirei sonrió de felicidad al escucharlos, sintiendo una cálida sensación de alivio al ver que sus temores no eran compartidos por los alfas. El peso de su mentira, de su ocultación, comenzaba a desvanecerse con cada palabra que le decían.
—Gracias, chicos —respondió con voz suave, dejando que una pequeña sonrisa se formara en su rostro. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía que no tenía que ocultar quién era realmente. Que podía ser él mismo sin miedo a ser juzgado.
Suo y Sakura sonrieron de vuelta, satisfechos de ver la expresión más tranquila en el rostro de Nirei. El ambiente en la sala, que antes estaba cargado de tensión, se volvía cada vez más relajado.
—Siempre estaremos aquí para ti —dijo Sakura, dándole un pequeño golpe en el hombro, como un gesto de complicidad.
—Eso es lo que hacen los amigos, ¿no? —añadió Suo, con una sonrisa traviesa. —Nos cuidamos entre nosotros, sin importar nada más.
Nirei asintió, sintiéndose más cerca de ellos que nunca. Su corazón latió con fuerza, pero esta vez por una razón positiva. Al menos ya no tendría que enfrentar sus miedos y dudas en solitario.
—Lo sé... y eso significa más para mí de lo que creen —respondió, su voz temblando un poco de emoción.
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Si no veo comentarios no sigo 🤣 mentira, a petición de ustedes aquí esta el maratón
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