Capítulo Cuatro: Alma Gemela.
— No conozco a ningún Tsukishima Kei. —Murmuró Yamaguchi con un leve sonrisa, Keiji abrazaba a su papi mientras tomaba de su aroma. Estaban en la sala después de haber cenado todos juntos.
— Ah, no. Lo transfirieron hace poco o algo así dijo. —Explicó Hinata sentado en el regazo de su Alfa, Kageyama sólo los veía en silencio.
— Jirafa. —Murmuró el niño, Yamaguchi acarició suavemente sus cabellos.
— ¿Estás aprendiendo de animales con el profesor Sugawara? —Preguntó Yamaguchi con voz dulce a su hijo, éste solo negó con la cabeza sin apartar su rostro del pecho de su papi.
— Le dijo jirafa al tipo, de seguro ve animales en esos programas aburridos que les hace ver Kageyama.
— No son aburridos, idiota. Son de bebés.
— El pequeño Terushima debería ver vóleibol. —Se quejó Hinata, el peliverde riendo suavemente mientras acunaba mejor a su hijo entre sus brazos.
La noche pasó y Yamaguchi llevó a la cama que compartían a su bebé, le puso su pijama y lo acostó, éste ya dormido. Besó su frente con cariño y fué a ponerse su pijama.
Bostezó y maldijo que el día de mañana era lunes y debía ir a la universidad dónde pasó los peores meses de su vida después de perder a Terushima, no lo decía por los compañeros, todos lo apoyaron y le dieron cariño después de la muerte de su alfa, incluso al día de hoy todos los amigos de Yuuji lo iban a visitar y ver al pequeño. Eso hacía muy feliz al omega.
Lo peor solo era que le recordaban una y otra vez que su novio murió y el hijo de puta que lo mató salió libre después de unos míseros meses en prisión.
Luego entendió que olvidar no era la solución, tener presente que su Alfa había muerto el día del nacimiento de su hijo solo lo hacían mantenerse al margen, dejó de llorar como antes, ahora sólo salían lágrimas leves cuando se recordaba bailando con él, cuando veía los dibujos que hacía, cuando escuchaba sus canciones favoritas.
Por Keiji tuvo que aprender a fingir estabilidad emocional, Keiji lo hacía más que feliz, pero cuando eran separados Yamaguchi volvía a recordar que estaba sin el amor de su vida.
Era patético.
Entró a la universidad saludando a todos con una sonrisa, ese día solo llevaba un suéter verde y unos pantalones beige y sus típicas converse blancas. Era lunes después de todo.
Al llegar a la sala de arte se sentó junto a la ventana, aún faltaban unos cuarenta minutos para empezar con sus clases, llegaba temprano solo para pintar su sufrimiento.
Miró el pincel en su mano y luego la blanca hoja sobre el soporte y comenzó a pintar lentamente, su dolor era tan profundo que sus pinturas solían gritar por ayuda a cualquiera que las veía, pintó con negro los tonos claros que había puesto, ese atardecer en el día de campo que habían tenido. Pintó los trigos, los sombreros de paja que llevaban, pinto la espalda de Terushima mientras sus dedos picaban y anhelaban volver a tocar ésta.
Quizá treinta minutos pasaron, había terminado y su vista estaba fija en la pintura, escuchó pasos y rápidamente secó las lágrimas que había dejado caer inconscientemente, un chico apareció en la puerta.
Sus miradas se juntaron, uno sintiendo una descarga eléctrica, identificando a su alma gemela en pocos segundos mientras el otro solo esperaba que hablara.
— Soy Tsukishima Kei. —Murmuró el chico que a los ojos de Yamaguchi parecía una persona que detestaba al mundo.
— Jirafa. —Murmuró inconscientemente acordándose de la palabra con la que su hijo había descrito al otro, rápidamente cubrió su boca. — Dios, perdón. No quise decir eso. —Se inclinó mientras un sonrojo subía sus mejillas, totalmente avergonzado.
— Que curioso, ayer un niño me dijo así también. —Habló el Alfa sentándose al lado de Yamaguchi, viendo la pintura.
— Oh, Keiji... —Murmuró Yamaguchi, riendo en su interior ante la voz de su hijo diciendo esa palabra en su mente.
— Así se llamaba, el tipo de cabello anaranjado también pidió perdón, pero era cero disimulado en su risa. ¿Realmente me parezco tanto a una jirafa? —Preguntó el tipo llevando sus ojos color miel al pecoso, Yamaguchi se mantuvo en silencio.
Un silencio que para Tsukishima fué incómodo, estuvo a nada de hablar hasta que el peliverde respondió.
— La verdad es que no, solo que lo asociamos a tu altura y porque eres rubio. —Respondió jugando con el pincel en sus manos, Tsukishima alzó una ceja. — Oh perdón, una pequeña costumbre el demorar en responder, me gusta pensar antes que responder cualquier estupidez.
— Oh, entiendo. —Murmuró sin dejar de ver al peliverde, su alma gemela era hermosa físicamente, no pudo evitar sentir su pecho inflarse de orgullo y sentir a su alfa dar vueltas dentro de su interior feliz de que por fin su alma gemela estaba a su lado. — Que hermosa pintura.
— ¿Eh? —Murmuró el pecoso, distraído. Luego de unos segundos solo suspiró. — Gracias, muchas de las pinturas aquí son mías, intento pintar mis sentimientos para liberarlos.
— ¿Por qué estás sufriendo tanto? —Yamaguchi alzó la cabeza en cuanto lo escuchó, sus ojos abiertos de par en par. Alguien había hablado de su pintura como si pudiera leer todo su dolor ahí. — Quiero decir... Los colores son opacos aún que las dos personas en la pintura que están de espaldas parecen brillar, el atardecer que para cualquiera se vé hermoso ante mis ojos es como si la noche estuviera cubriendo todo y pasara a ser una noche con una lluvia de estrellas, es... ¿Por qué estás llorando?
Yamaguchi al oírlo no pudo evitar apartar la vista del más alto, limpiando sus ojos mientras reía suavemente pidiendo perdón. Tsukishima en cambio se preocupó. ¿Dijo algo que no debió decir?
— Lo siento, no es nada. —Murmuró Yamaguchi, inhalando y exhalando tanto aire como podía.
— ¿Estás bien?
— Sí, sólo me pareció increíble como pudiste deducir todo eso. Eres increíble, Tsukishima Kei. —Soltó una leve risa mientras firmaba la pintura, se levantó y tomó sus cosas. — Mis clases empiezan ahora, nos vemos Tsukki. —Y con eso salió de la habitación.
Tsukishima miró la pintura, frunciendo su ceño al leer la firma, Yamaguchi.
Su alma gemela era Yamaguchi Tadashi, el pintor de todas las pinturas con las que había sentido algo removerse en su interior.
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