Siete
Una relación con Shinichiro terminó siendo más fácil de lo que había contemplado en primer lugar. Wakasa se planteó si quizá era porque incluso antes de formalizarse, ya vivían como un matrimonio criando a un bebé.
Wakasa seguía presente en su casa la mayor parte del día y algunas veces en la noche, al igual que antes. Cocinaba para ambos, pero prefería dejarse complacer por Shin y sus habilidades culinarias, al igual que antes. Cuidaba al niño y lo entretenía cuando Shin estaba ocupado, al igual que antes. Realmente no había variado mucho en sus rutinas, solo fueron incluidas muestras de afecto más íntimas como los besos y los largos abrazos muy pegaditos que siempre conllevaban reproches celosos de Manjiro.
Shin era realmente dulce, tanto que ni siquiera estaba seguro de merecerlo.
Todas las noches que se quedó a dormir con él, podía sentir los besos en la frente que le dejaba antes de salir de la cama sigilosamente para no despertarlo, y cuando Wakasa dejaba de fingir que seguía durmiendo se encontraba con el desayuno listo esperándolo.
El alfa era mucho de muestras de amor físicas. Podían estar solo tumbados en el sofá viendo algo al azar en la tele, y él tomaría su mano para plantar un beso en sus nudillos sin ninguna razón. O podría estar solo jugando con Manjiro cuando lo veía pasar con su traje del trabajo manchado y sucio, y con todo el cuidado de no ensuciarlo, se acercara solo para dejarle un beso en la mejilla; Manjiro estaba aprendiendo a gruñir por sí sólo gracias a esos actos repentinos.
Wakasa no había estado acostumbrado a tanta atención. Sus relaciones anteriores se basaron en sexo y compartir droga, así que en al principio no sabía exactamente cómo sobrellevar ésta, pero se esforzó para poner de su parte también; se esforzó por estar bien. Empezó queriendo no verse como un saco de tristeza y melancolía que tarde o temprano empezaría a pesarle a Shinichiro, él se merecía una pareja estable con la cual convivir; así que empezó su proceso de sanación y superación.
Una de las recomendaciones que recibió fue readquirir sus antiguos pasatiempos favoritos, y aunque las peleas en sí tocaban una fibra sensible de él, tampoco dejaba atrás los momentos más emocionantes de su vida en una sala de entrenamiento. Desde hacía un par de meses lo había retomado, aunque su cuerpo aún se sentía algo flojo por los años de abandono; pero Benkei se aseguró de presionarlo al máximo para volver a retomar su ritmo muy pronto. Esto conllevó a diversas alteraciones en su humor y en su físico: un entrenamiento mañanero siempre lo recargaba de energía y positivismo, preparado para rehacer su vida.
Incluso llevaba consigo a Manjiro algunas veces y Benkei le asignaba ejercicios pequeños y fáciles. El niño se concentraba tanto en mover las piernas en intentos alocados de patadas que ambos empezaron a considerar convencer a Shinichiro de entrenarlo genuinamente cuando cumpliera los tres años.
—¡Ya no tienes nada de flexibilidad! Hace falta abrirte las piernas contra la pared.
—Eso sonó muy mal... ¡Tengo alfa, te lo advierto!
Benkei enrojeció al reparar en el doble sentido de su propia frase y Wakasa ahogó una carcajada.
—¡No me refería a eso! —espetó con bochorno, tropezando con sus palabras—. Y ni siquiera es tu alfa aún, solo son novios.
Wakasa alzó las cejas con una mueca indignada mientras sobaba una toalla contra su enrojecida cara, recogiendo el sudor que resbalaba por ella. A un par de metros de ellos, Manjiro daba todo de sí en patear constantemente la almohadilla que habían atado a un nivel lo suficientemente bajo para él, casi rozando el suelo.
—Aún —recalcó—. Ya lo será muy pronto.
Esta vez fue el turno de Benkei para alzar ambas cejas, pero con el desconcierto empañando el resto de su cara.
—¿Cómo?
—¡Lo estás haciendo bien, Manjiro! ¡Recuerda mover la cadera también!
—Oye, no te atrevas a darme un indicio sin explicaciones. ¡Ahora me dices!
—¿Desde cuándo tan interesado en mi vida sexual? Eres un chismoso. Hay un bebé presente aquí, maldito degenerado.
—Eras un jodido ninfómano y pasaste a ser un mojigato, ¡no te queda!
La discusión perduró varios minutos. Benkei insistía en querer sonsacarle más detalles al omega sobre el comentario que lanzó, y éste se rehusaba únicamente por querer mofarse de su necedad. Planeaba decírselo desde el principio, pero le divertía ver al alfa en su faceta de viejo chismoso agresivo.
—La próxima semana tendré mi celo.
Finalmente cedió y solo bastó esa frase para que Benkei comprendiera todo. Sus labios se abrieron con asombro al igual que sus ojos y seguramente estuvo por gritar algo indecoroso si el golpe que resonó a su lado no lo interrumpía.
—¿Estás bien, niño? —Wakasa miró hacia Manjiro, quien ahora estaba barriga abajo sobre el suelo.
—¡No duele! —respondió de inmediato levantándose cual resorte como si nada hubiera pasado y sobando sus palmas entre sí para aliviar el (supuesto inexistente) dolor.
—¿Seguro? —al omega se le escapó una risita por esa pequeña muestra de audacia que quería aparentar.
—¡Ajá!
—Ese niño es tenaz —Benkei murmuró con genuino asombro al verlo continuar con su "entrenamiento" sin siquiera vacilar, ya sea por dolor o por vergüenza por ese aparatoso resbalón que tuvo—. Será un gran peleador en el futuro.
—Está bien, pero estoy aquí si necesitas algo, ¿sí? —se dirigió al menor antes volver con Benkei para reanudar su tema principal—. Como te comentaba, la próxima semana tendré mi celo y lo pasaré con Shinichiro, así que necesito que seas el niñero del niño.
Y la expresión del alfa cambió.
—Claro que no, consigue una niñera. En mis manos ese niño no durará ni cinco minutos.
—Shinichiro no confía en desconocidos y yo tampoco —espetó de mala gana. Incluso la posibilidad fue desagradable con el sentido territorial que usualmente los omegas y alfas tenían sobre sus cachorros—. No estarás solo, también pensé en el mejor amigo de Shinichiro y él ya es tío, así que sabe tratar con niños.
—Entonces déjale toda la tarea a él —Benkei arrastró las palabras con notoria renuencia—. Si tanta experiencia tiene, estará bien sólo.
—No, porque le falta sentido de prudencia.
Wakasa sabía lo riguroso que era Takeomi incluso con sus pequeños sobrinos (de casi la misma edad de Manjiro) y no estaba seguro de si tendría paciencia suficiente para lidiar con un niño que sería separado de sus dos padres al mismo tiempo por primera vez durante un período tan largo. Su celo duraría al menos dos días y aunque mantuvieran a Manjiro en casa, no podrían vigilarlo adecuadamente ni atenderlo como se debería.
—Vamos. Haz esto por mí, soy tu mejor amigo y sé que me quieres —recurrió a usar sus ojitos de cachorro entre pestañeos raudos—. ¿No que quieres lo mejor para mí?
Benkei gruñó en voz baja, pero el titubeo de su resistencia fue evidente en su cara—. Eres un maldito manipulador.
—Claro que no, tú eres un blando —Wakasa rio, sabiendo que había ganado—. Quiero decir, me quieres demasiado.
—Sí, sí. No me responsabilizo si al mocoso le falta un brazo cuando te lo entregue.
Wakasa soltó una última risa de victoria, que fue eclipsada por un segundo golpe detonado a su lado. Para cuando miro a esa dirección, Manjiro ya estaba caminando hacía él dando pisadas fuertes, con un puchero en su boquita y una manito presionando sobre su frente.
—Ouh, ¿ahora sí dolió? —Reprimió una risa por la mueca compungida del niño por intentar disimular su puchero. Se agachó y le extendió sus brazos. El niño asintió con todo el resentimiento que su infantil semblante podía albergar y se refugió en los brazos del omega—. Está bien, es normal que duela —le susurró contra el oído—. Lo hiciste muy bien, ahora mereces descansar.
—Él sí, pero tú no. Ni se te ocurra usarlo de excusa para irte antes.
Wakasa dejó escapar un pesado suspiró mirando al niño sobre su hombro—. Lo intentamos.
A pesar de tener trabajo, Shinichiro tuvo tiempo para recibirlos con un equipado almuerzo cuyo aroma se extendía hasta la entrada. Incluso Manjiro percibió el exquisito olor del bizcocho del postre recién horneado, y rebotó en los brazos del omega ostentando su regocijo y apremio por comer.
—¿Cómo les fue? —el alfa preguntó tomando al niño de los brazos ajenos.
—Tu hijo está cada vez más cerca de ser un peleador de talla mundial —comentó efusivo mientras tomaba su lugar en el comedor—. Te hará millonario, te lo aseguro.
Shinichiro arrugó las cejas en clara reticencia. Tomó asiento a lado del omega con el menor en su regazo.
—No me agrada mucho la idea, pero si a él le gusta...
Era un logro a medias, al menos.
—Oye, Manjiro, dibujaste algo para papá en el gimnasio ¿no es así? Tráelo para que lo vea.
Al alfa instantáneamente le brillaron los ojos y mantuvo una extensa sonrisa mientras miraba al niño bajar de su regazo para correr hacia dónde había dejado su mochila.
Sin embargo, Wakasa sabía que el dichoso dibujo no estaba acabado aún y lo mencionó con el propósito de orillar a Manjiro a salir temporalmente de escena para terminarlo y poder estar unos minutos a solas con Shinichiro; era hora de abordar el tema.
—Oye, Shin, quiero hablar contigo...
No supo si quizá fue la poco usual timidez en su voz, o la evasión de su mirada, pero terminó de pronunciar la frase y Shin ya tenía estancada una expresión de horror en la cara.
—¡C-cálmate, no es nada malo! —se apresuró en aclarar, resistiendo sus ganas de echarse a reír por la reacción.
El alfa incluso se enderezó en su silla y Waka casi podía escuchar su corazón acelerado al ritmo de su pánico. En otras circunstancias, esa actitud paranoica pudo haber generado sospechas a lo que sea que tuviera tanto miedo, pero Wakasa había aprendido que Shin era simplemente... algo asustadizo.
—Bueno, es sobre nosotros...
—¡Pero, Wakasa!
—¡Déjame acabar!
"Loquiero loquiero loquiero loquiero" el omega empezó a recitarse mentalmente a él mismo, implorando por paciencia ilimitada.
—Mi celo llegará la próxima semana.
La mejor opción era ser directo para no darle cabida a Shinichiro y sus pensamientos intrusivos y atiborrados de paranoia, pero ni así hubo manera de evitarle el vuelco al corazón que seguro debió tener por la expresión que puso.
—Quiero estar contigo —continuó a pesar de que no haber recibido una respuesta, o si siquiera el alfa había procesado correctamente la intención.
Shinichiro suspiró profundamente. Un rubor muy notorio se había instalado en sus mejillas y sus labios se estaban apretando entre sí, tambaleándose en una sonrisa que luchaba por asomarse.
—¿Estás...? Quiero decir, sé que no somos adolescentes —finalmente empezó, pero la reticencia era evidente ahora—, y ambos tenemos, eh, experiencia... Pero, no quiero presionarte tampoco. Sé que has pasado por cosas horribles, y en verdad no me molesta darte el tiempo que necesites.
Wakasa se había imaginado varios escenarios: desde una aceptación hasta un rechazo, y se había preparado para cada uno de ellos; pero no sabía lidiar con esa respuesta tan... Oh, joder, tan gentil, tan dulce, algo debo haber hecho bien para finalmente merecer esto.
Se quedó mudo. Cualquier respuesta quedó atorada en el nudo de su garganta y tampoco podía visualizar una cuando la vista se le nublaba por lágrimas amenazantes. Pellizcó sus propios dedos sobre la mesa, apretando los dientes al sentir como sus labios temblaban.
—Oye, tranquilo —Shin murmuró extendiendo su brazo para alcanzar la mano del omega—. Somos adultos, no adolescentes urgidos. No necesitas hacer esto por alguien más que no seas tú mismo.
—No, no es eso —Waka no tenía la intención, pero su voz salió ahogada—. Eres tan... Joder, en verdad te quiero.
El alfa sonrió, pero pese a sus años y a ya tener experiencia previa en relaciones, seguía sonrojándose sutilmente con las muestras de afecto del omega.
—Yo también, y lo que menos deseo es incomodarte.
Wakasa se secó las lágrimas con algo de brusquedad y tomó una gran bocanada de aire antes de mirarlo con determinación.
—Y yo en verdad quiero hacer esto contigo. —Apretó la mano que Shinichiro tenía puesta sobre la suya y lo miro a los ojos, para asegurarle con cuanta verdad estaba hablando—. Quiero dejar que me tomes...
El alfa pasó saliva y el ligero color en sus mejillas aún no se borraba. La mesa era lo suficientemente angosta para que bastara con solo inclinarse para poder alcanzar la mano del omega con sus labios.
—Voy a cuidarte. Te lo prometo.
Wakasa sonrió, sintiendo sus mejillas arder en una vergüenza extrañamente placentera; de esas que le provocaban cosquillas en el estómago, sensación que no había tenido desde que era un adolescente inexperto e ingenuo en estos temas.
—¡Mira, papá, mira! —Manjiro había vuelto zarandeando una hoja de papel abarrotada de garabatos.
En realidad, no tenían ni la menor idea de cómo descifrar esas complejas gráficas de diversos colores; pero eso no le quitó su Shinichiro el poder de emocionarse por el regalo y guardarlo junto al resto de su colección privada.
Planearon todo con extremo cuidado, pues un período de celo no era algo para tomar a la ligera.
Wakasa se había quedado a dormir la noche previa en la habitación de Shinichiro (aunque ya prácticamente era de ambos). Takeomi retiraría a Manjiro apenas saliera el sol y lo mantendría al menos dos días bajo su tutela, con llamadas constantes de Shinichiro y —quizá, en caso de estar lo suficientemente sobrio— también Wakasa.
Para cuando despertó, el dulzor de las feromonas del omega ya habían comenzado a potenciarse, aunque éste siguiera dormido. Eran casi las 7 AM, pero Takeomi había hecho un esfuerzo enorme para estar allí puntualmente, junto a Benkei y poder recibir al niño aún dormido. Ahora era realmente afortunado que Manjiro no se despertara a una hora menor de las 11 AM.
—Tratamos de explicarle lo que sucedería, pero sabemos que no lo entiende del todo —se dirigió a Takeomi mientras pasaba al bebé a sus brazos con extrema delicadeza—, así que no debe reaccionar muy bien cuando despierte en un entorno desconocido. Por favor, tenle mucha paciencia. Recuerda que es su primera vez.
—Sí, sí. Lo mantendré jugando con Senju y Haruchiyo. Se harán amigos rápido y todo estará bien —el otro alfa respondió con indiferencia, acunando al menor contra su hombro.
—Por favor, cuídenlo mucho. Tiende a buscar cosas pequeñas para meterlas en su boca, aunque creo que sabe lo que hace y le gusta molestar. Ah, no le den biberón más de dos veces al día ¿si? Si pide dulces, empaqué unos chupetines de vitaminas que le pueden dar. No tiene un horario de siesta, solo se duerme cuando quiere, pero sí le molesta mucho que lo despierten antes. Alejen las sonajas porque tiende a golpear a la gente con ellas, y...
—Ya cállate —Benkei sentenció imperioso y ya impaciente.
Shinichiro creyó que podría a soltarse a llorar allí mismo. Era la primera vez que se separaría tanto tiempo de su bebé. Estaba sumamente emotivo y ese par de imbéciles no eran capaces de tener un mínimo de empatía por sus sentimientos.
—Ya vete con él, y más te vale ser muy atento —amenazó una última vez antes de ser el primero en salir, quedando aún Takeomi cargando con el niño.
—Tú relájate, Shin. El niño va a estar bien, tú solo concéntrate en que los nervios no hagan que te falle —el alfa ahogó una carcajada. Reacomodó a Manjiro en sus brazos una vez más antes de voltearse para salir—. Buena suerte.
A pesar de que estaba dormido y no podía verlo, Shin se despidió de su niño agitando la mano y con la expresión más miserable que podía adoptar.
¡Pero, en fin!
Había pasado casi una hora desde que dejó al omega en la habitación, ya con los primeros indicios de la llegada de su celo. Las feromonas se estaban extendiendo hasta alcanzar la sala, y a él por supuesto. Como medida de prevención había cerrado ya todas las ventanas con seguro, y ya solo faltaba la entrada principal y podría dedicarse el omega que lo esperaba.
Subió lentamente, sintiendo su nerviosismo acrecentarse con cada escalón sobrepasado. Si bien ya se había involucrado en el pasado con otros omegas durante sus celos, éste era distinto; pues Wakasa no era un polvo más, era su novio a quién quería demasiado. Una persona que sufrió de eventos muy injustos y nefastos para ser tan joven: relaciones tóxicas, idas constantes a hospitales por peleas callejeras y perder una hija en una de ellas.
Él se merecía ser feliz. Se merecía sentirse amado, y Shinichiro se encargaría de que sucediera.
Al abrir la puerta, el olor lo golpeó con exquisita frescura. Un chocolate tan dulce y apetitoso como sus desayunos cuando aún iba a la primaria. Unos jadeos susurrantes eran apenas audibles, junto al ruido constante de la fricción de piel contra las sábanas.
Wakasa estaba tumbado en medio del revoltijo de sábanas y hasta un par de prendas de ropa. Solo ataviaba una camisa que podría ajustarse con comodidad de no ser por lo larga era (pertenecía a Shinichiro, por supuesto) y se agitaba inquieto sobre el colchón, abrazando algunas de las prendas que había arrastrado hasta allí y hundiendo la nariz en el cuello de la que tenía puesta.
Oh, Dios. Shin simplemente no tenía palabras para describir el nivel de magnificencia de esa imagen.
El omega, ya muy despierto (aunque no sobrio) reparó de inmediato en la presencia del alfa en la entrada del cuarto. Trató de incorporarse como un resorte y gateó entre tambaleos hasta el borde del colchón.
—S-shin...
El alfa pasó saliva, sintiendo el estímulo que significó su diminutivo siendo pronunciado con ese tono abarrotado de lascivia.
Caminó hacia el borde de la cama, ya menos enfocado que antes pues sólo podía concentrarse en el cuerpo sudoroso y sonrosado del omega delante suyo; en sus piernas desnudas y húmedos muslos, en su cuello impoluto y en sus ojos que se perdían entre esos pestañeos embriagados, pero aún sedientos de placer.
—S-Shin... Ven... —Wakasa extendía su mano, queriendo alcanzar la del aludido mientras se acercaba a él.
Shin estuvo frente a él. Tuvo al omega arrodillado en frente suyo y aferrándose a su camisa, denotando su necesidad sin mucho esfuerzo. Enmarcó el sudoroso rostro con sus manos y el omega se derritió ante el toque, como un gato que se restregaba en busca de más mimos.
—Eres muy hermoso —declaró en un susurro mientras el omega ahora pegaba su nariz contra la palma.
Él planeaba avanzar despacio, o al menos a un ritmo cómodo y placentero; pues quería priorizar la comodidad de ambos.
(*)
Según el reloj de pared de su habitación, habían pasado dos horas. Por fortuna, Wakasa aún dormía.
Shin lo cubrió con una sábana limpia antes de salir sigilosamente de la habitación con solo un pantalón de chándal ataviado, y apenas llegó al pie de las escaleras, descendió casi a zancadas y con varias amenazas de caídas, pero al menos se aseguró de aferrarse al barandal.
Primero se sirvió un gran vaso de agua fría en la cocina y luego casi saltó a su móvil en la mesa central. Tecleó rápidamente y se sentó a esperar...
—¡SHINICHIRO, TU MOCOSO ES UNA PESADILLA!
Shin seguro hubiera reclamado, despotricado, incluso insultado a Takeomi luego de semejante acusación; pero el escuchar el angustiante llanto de su bebé de fondo en la llamada, le hizo enfrascarse solo en ello.
Su pobrecito bebé. Su niño estaba llorando por su ausencia y Shinichiro se sintió terriblemente mal.
—¡No jodas y pásamelo ya!
También podía escuchar la voz de Benkei en lo que parecía ser algún tipo de negociación con Manjiro, al cual él solo respondía con gritos y berreos.
—A roto casi todos los juguetes de Haruchiyo y Senju en protesta, ¡además hizo llorar a Senju! ¿Sabes lo que costó calmarla, eh? Con lo sensible que es.
—Otro día me cuentas. Ahora pásame a mí hijo.
Creyó escuchar un insulto mascullado de Takeomi, pero poco le importó.
—Mira, niño, es tu papá.
De inmediato el llanto paró.
—¿P-papi? —le escuchó con voz temblorosa y hasta con hipidos.
Era perfectamente capaz de pedirle perdón de rodillas cuando lo volviera a ver.
—¡Manjiro, es papá! Aquí estoy, bebé —le dijo con ese tono de voz infantilizado y azucarado que se había acostumbrado a usar con él.
—¡Papá, ven! —le exigió amenazando con volver a deshacerse en llanto.
—Aún no, pequeño. Debes portarte bien con tus tíos Takeomi y Benkei hasta que papi y yo vayamos por ti, ¿si?
Por supuesto que ese mocoso mimado no aceptaba un no por respuesta. De inmediato volvió a echarse a llorar en voz alta y, por los golpecitos que también empezaron a oírse, también a patalear.
Shin suspiró.
—Aún no tienes edad para entender, bebé, lo siento. Entiendo que estés molesto... Cuando volvamos por ti te vamos a compensar, te lo prometo.
El lloriqueo fue reduciendo su volumen. Probablemente estaban alejando el móvil del niño.
—Vamos a intentar dormirlo de nuevo. —La voz de Takeomi volvió—. ¡No olvides que tienes que pagarme los juguetes rotos y...!
Cortó. No era momentos de escuchar berrinches de adultos.
Wakasa seguía esperándolo en la habitación.
Holaaaa
Ays, hace tiempo que no escribía algo +18, que nervios, ojalá haberlo hecho decente 😞
Amistades, oficialmente doy paso al ✨d r a m a✨
Así que saboreen de a poquito este capítulo 😋
Ayayay, antes que todoooo, déjenme saber que cositas creen que pasarán en el futuro con los noviecitos y el wawa. Los leo aquí ➩
Hasta aquí mi reporte, Joaquín.
¡Gracias por leer! ❤
EDIT 11 DE ABRIL 2024: Se habrán enterado de las nuevas pautas de wattpad, y neta con este fic no me quiero arriesgar, así que preferí eliminar el +18 que había aquí, a partir del (*). Si quieren leer este capítulo sin censura, vayan a su versión de ao3; allí está completo. El fic está publicado en español con el mismo nombre, bajo el usuario yahmiinmisery.
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