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Seis

Shinichiro no podía evitar embelesarse por las escenas de Wakasa junto a Manjiro.

El omega transformaba completamente su faceta cuando trataba con el niño. Su semblante frívolo y sombrío cambiaba por uno suave y sonriente, siempre buscando contagiar al niño de entusiasmo y asegurándose de compensarle el tiempo sin verlo con muchos mimos y horas de juego.

Manjiro cumplió los dos años y ya era un pequeño demonio que rondaba por la casa con pasos más estables y un sinfín de demandas adheridas a su nuevo vocabulario aún algo deficiente que, además, parecía tener cierta fijación con su papá Shinichiro para desquitar todas sus molestias del día.

-¡No me gusta! -Se había hecho costumbre la proclamación a la hora de la comida, dónde no importaba qué le sirvieran, siempre alegaba que aparentemente odiaba esa comida; aún si había comido lo mismo pocos días antes.

A Shinichiro ya se le habían agotado los folletos y páginas web sobre la "mini adolescencia" y no obtenía resultados de ninguna.

-Ten paciencia. Está aprendiendo sobre independencia y decisiones -Wakasa le comentó mientras ambos veían al niño engullir las porciones de carne y papas desde el otro lado del comedor.

Mismo plato que apenas hace tres días había dicho que odiaba.

-Soy pésimo en esto -lloriqueó con pesimismo-. Me odia, lo sé.

-Sí, también creo eso.

El omega carcajeó por la reacción de sorpresa e indignación que consiguió del alfa.

-Ya, era solo una broma. -Trató de menguar sus risas-. Es un bebé. No sabe lo que es odiar.

No le dio tiempo a Shin para replicar alguna otra paranoia tonta y se acercó al niño para bajarlo de la sillita alta ahora que había acabado de comer.

Podía entender perfectamente el apego de su hijo con él. Wakasa, aunque no vivía con ellos, conseguía estar completamente pendiente del niño y había estado allí en varias de sus primeras veces, como su primera risa y sus primeros pasos. La esencia paternal que destilaba era cálida y sumamente agradable. Manjiro siempre estaba demasiado gustoso de dormir en sus brazos.

Había perdido la cuenta de cuantas veces deseó secretamente que esa fuera la imagen completa de su familia, de la familia que quería para su niño. Cuando miraba a Wakasa contemplar a Manjiro con tanto amor y dulzura, la delicadeza de sus movimientos, la suavidad de su voz... Él en serio le gustaba demasiado.

-Muéstrale a papá que esta vez sí comiste todo -alentó mientras lo sostenía en brazos. El pequeño levantó su plato de plástico vacío y lo presumió a su papá.

-¡Todo, todo! -confirmó.

Se derretía por todos esos momentos.

-Muy bien -canturreó exagerando entusiasmo-. Si continuas así, compraremos dorayakis el sábado.

Automáticamente los ojitos del niño se encendieron en un vigoroso fulgor, pataleando y aplaudiendo entre los brazos del omega.

-¡Dodakis, papi, Dodakis!

El "pa" de antes en algún punto evolucionó a "papi" y ninguno de los dos quiso corregirlo tampoco. Shinichiro tenía presente que en algún momento en la vida del niño debía surgir la conversación acerca de su padre omega biológico, pero la visión de Wakasa en ese lugar era tan etérea que no tenía ganas de deshacerla... Aunque, eventualmente lo haría una vez que Wakasa encontrara algo más a qué aferrarse, como una familia real.

La vibración en uno de sus bolsillos interrumpió sus cavilaciones. Atendió la llamada aún con los ruidos de las balbuceantes frases que su hijo trataba de formular para poder conversar con Wakasa. El omega solía comentarle que lo más probable era que el niño había aprendido a hablar tanto de todos los monólogos que le había recitado prácticamente desde que nació.

"Seguramente atosigabas al pobre niño con divagues en voz alta. Ahora él se está vengando"

Y sí lo creía probable de ese pequeño demonio.

-Ey, Wakasa -le llamó, devolviendo su celular a su bolsillo-. Me pidieron ayuda para una revisión de la motocicleta de un amigo de Takeomi. ¿Puedes quedarte con Manjiro hasta que vuelva?

No acostumbraba a trabajar fuera de su taller, en primera por ser el lugar donde contaba con todas sus herramientas y repuestos, en segunda por poder tener una completa constancia del rastro de Manjiro en un entorno que sabía dónde podría haber peligro y dónde no. Ir a otro lugar requería llevar al niño con él y no iba a poder estar tan pendiente como le gustaría a que no hiciera travesuras o no decidiera tragarse un tornillo. Tampoco confiaba en nadie lo suficiente para que le siguiera el paso y lo vigilara.

Bueno, sí había alguien.

-Sí, claro -el omega sonrió entusiasmado-. Vete tranquilo, yo cuido de él el tiempo que necesites.

Cuando se alistó y preparó en un bolso todo lo que creyó podría necesitar, Wakasa lo esperaba junto a Manjiro en la entrada para despedirse.

-Dile adiós a papá -instruyó al pequeño en sus brazos.

-¿Te vas? -preguntó en su lugar. Shinichiro sonrió con ternura antes de acariciar su cabeza.

-Sí, Manjiro, tengo que hacer un trabajo. Volveré pronto. -Se acercó para dejar un beso sobre las mechas rubias-. Wakasa se quedará contigo, ¿está bien?

El niño se mostró algo dudoso, pero al final asintió. Por mucho que quisiera aparentar renuencia a su papá, era difícil para él no tenerlo a su vista. El mismo Wakasa había notado como se inquietaba si de pronto el alfa desaparecía de campo de visión demasiado tiempo.

-Estaremos bien. Nos aprovecharemos tu ausencia al máximo.

Shin puso los ojos en blanco mientras reía.

-Seguro. Solo no dejes que el niño destruya la casa.

-No prometo nada.

Shinichiro resopló ante la respuesta. Mientras cerraba la puerta tras él, observó desde la abertura la sonrisa cálida de Wakasa que le ofrecía como despedida. Al estar sosteniendo al niño, la imagen desprendía una abrasadora energía hogareña que el alfa quiso conservar en su memoria por siempre.

Quizá si no se hubiera detenido a beber ese par de cervezas, hubiera llegado más temprano a casa. Pero, en su defensa, hacía años que no bebía, pues con un bebé en casa nunca era un momento apropiado. De todas formas, conservaba la sobriedad suficiente para volver sólo a casa y en sus cinco sentidos. Tampoco iba a permitir que su bebé lo viera ebrio solo por un capricho, por mucho que Takeomi le insistió alegando que probablemente el niño ni siquiera lo recordaría en el futuro; Shin no quería darle esas malas experiencias aún si incluso no lograba entender la situación.

Vaya que Manjiro logró lo que ninguna pareja logró con él: hacerlo madurar.

La casa estaba en silencio y a oscuras, entonces el niño ya debía estar dormido. Caminó con sumo sigilo entre la sala, cauteloso de no pisar algún juguete tirado en el suelo (los legos regados eran mucho más usuales últimamente), pero todo estaba despejado. Wakasa también se había encargado de ese detalle.

Estaba por subir a su habitación cuando de reojo captó a la figura que destacaba en la oscuridad, desplomado relajado en el sofá: Wakasa dormía sereno, con un brazo sobre su frente y el otro cayendo sobre su abdomen. Sus labios estaban ligeramente entreabiertos, dejando fluir el aliento que se escapaba con cada respiración. Con tan solo acercarse un par de pasos ya podía deleitarse con el exquisito rastro de chocolate que la presencia del omega ya había dejado en la casa.

Consideraba que su imagen era el verdadero significado de belleza.

Pero, por mucho que le hubiera gustado contemplarlo hasta que la oscuridad mitigara, no sería apropiado.

Cubrió el cuerpo del omega con una de las mantas de Manjiro, siendo minucioso en no tocarlo por accidente. Se merecía dejarlo descansar, sabiendo lo revoltoso que su hijo pudo haber sido o por si le habría hecho algún berrinche. Y él iría a su propia habitación luego de comprobar que su bebé estaba en la suya.

Pero justo cuando estaba por subir a la segunda planta, lo detuvo los gimoteos que escuchó detrás de sí y que lograron ponerle los pelos de punta al olvidar esporádicamente que era Wakasa quien estaba allí.

-¿Shin? ¿Eres tú? ¿Ya estás aquí?

-Lamento despertarte -le dijo en tono bajo y suave-. Puedes quedarte a dormir. O si gustas, puedes ir a mi habitación y yo dormiré aquí... Te agradezco mucho por cuidar de Manjiro hoy.

En medio de un bostezo, Wakasa alzó su mano en señal de renuencia. Aún se le notaba demasiado somnoliento.

-No me agradezcas... Sabes que me gusta estar con el niño y contigo.

Shin abrió la boca para responder, pero apenas procesó la última frase aplanó los labios de golpe al sentir como le ardían las mejillas y le hormigueaban las manos. No supo dilucidar si el repentino flaqueo de sus rodillas fue producto del alcohol o de la emoción tan fuerte como súbita que lo embargó.

-En realidad pensé que llegarías más tarde -Wakasa se puso de pie y estiró sus extremidades en su lugar. Inhaló profundamente un par de veces antes de mirar inquisitivo al alfa-. Hueles a alcohol.

-Tranquilo, solo fueron un par de latas. No estoy ebrio -sonrió despreocupado-. Vivo con un bebé, así que debo ser cuidadoso con estas cosas.

Una sutil sonrisa se asomó por los labios del omega, aunque entre la bruma no fue notoria para el alfa. Eran estas pequeñas consideraciones las que lo conmovían y abrazaban su alma sanando. Anteriormente habían conversado sobre su vida antes de trasmutar a la paternidad, y le sorprendió enterarse que la vida de Shin no fue tan diferente a la suya: drogas, alcohol, sexo con desconocidos, noches perdidas en fiestas, peleas callejeras; aunque por lo que le narró, él llevaba un cierto control y moderación, el suficiente para poder llevar una vida decente. Y al igual que él, abandonó todo por un bebé no planeado. Al final del relato, Wakasa le había preguntado si extrañaba su vida de antes.

"-Tal vez. -Se había encogido de hombros-. Seguramente fumar en el desayuno sea más placentero que cambiar pañales y limpiar vómito de mis camisas. -Hubo un largo silencio después. Wakasa no se atrevió a juzgarlo ni siquiera internamente-. Aunque... en este punto ya es complicado imaginar mi vida sin esa personita en miniatura que todos los días me sonríe mientras me llama papá... Sí, seguro extraño mi vida de antes; pero sé que extrañaría muchísimo más a ese niño".

-Aún no es tan tarde, ¿se te antoja un té?

Era casi medianoche, pero Shinichiro no podía negarle nada a él.

Se sirvieron una taza de té en el sofá de la sala, dejando descansar las tazas humeantes en la mesita central. No encendieron las luces, se conformaron con dejar la ventana abierta y que se colara la iluminación de los faros de la calle. Dieron un primer sorbo casi simultáneamente mientras todo era silencio.

Shinichiro se fijó en los dibujos enmarcados de la mesita, apenas iluminados también, solo lo suficiente para distinguir un par de trazos de acuarela. Sus amigos lo llamaron "bobo sentimental" por haber enmarcado algunos de los primeros dibujos de su hijo, y en realidad tenían razón porque la primera vez que Manjiro dibujó los garabatos que según él era su familia (Wakasa y él, sosteniéndolo de la mano), Shin rompió a llorar y decidió que quería conservarlo hasta el día de su muerte, así que lo enmarcó cuidadosamente y ahora lo presumía a cualquiera que pisara su sala.

Y eso que ni siquiera Wakasa sabía que tenía una caja dedicada exclusivamente a conservar cada garabato que Manjiro hiciera.

-No puedo creer que ya tenga dos años. Apenas ayer aún usaba gorritos de lana... Y ahora los odia.

-No lo culpo. Son espantosos, especialmente los que tú eliges.

Armaron un pequeño pleito en el que Shinichiro argumentaba para defender su gusto en moda, y Wakasa solo se enfocó en molestarlo con afán burlón. Fueron un par de minutos de risas y enojo dramatizado. El té a la mitad se enfriaba lentamente ignorado por ambos.

Llegó un momento en el que se quedaron en silencio. Wakasa tenía la mirada gacha, ensimismado también en los dibujos. Para Shinichiro era fácil reconocer esa expresión nostálgica junto a esa sonrisa empapada de dejes apesadumbrados.

-Aún me sigo preguntando si ella y Manjiro pudieron haber sido amigos -de pronto soltó, en un murmullo.

Shinichiro le concedió un par de segundos de silencio, lo que le dio tiempo también para reflexionar su respuesta y evitar cometer una estupidez.

-Manjiro la hubiera aterrorizado, de seguro.

Logró quebrar ese semblante triste para dar paso a una carcajada amortiguada. El alfa sonrió por su logro.

-Han pasado dos años, pero aún son difíciles las noches en las que me pregunto cómo luciría ella ahora si aún estuviera aquí.

Aunque la voz no se le quebraba como en años pasados, los matices de incertidumbre aún eran notorios, y su expresión alicaída lo recalcaba. Shin pensó que esta vez no correspondería un comentario broma. Se quedó en silencio, aguardando por si Wakasa tenía más para soltar; él escucharía atentamente toda la noche de ser necesario.

-Recuerdo lo emocionado que estaba Benkei... Me sentí culpable de haberle arrebatado esa felicidad.

En un impulso acelerado, Shin apresó la mano más cercana del omega con la suya, apretando sus dedos lo suficientemente fuerte, pero al mismo tiempo suave como para decirle de forma tácita "estoy aquí".

-¡No digas eso, Waka! -espetó-. Si hay un culpable, te aseguro que ese no eres tú.

El omega ni siquiera pareció inmutarse por el atrevimiento de ahora tener prácticamente su mano inmovilizada por el alfa, pero sí lo miro desconcertado por el repentino arrebato de cólera que tuvo.

-Por favor no te culpes. Estoy seguro de que Benkei odiaría eso.

Waka agachó la mirada, cavilando en lo antes dicho. La culpa fue un hecho constante desde el accidente donde perdió a su bebé. Aunque su estado de ánimo fue mejorando, cuando se permitía pensar en ello lo suficiente la culpa siempre terminaba alcanzándolo.

-Una parte de mí lo tiene claro -susurró-, pero hay otra que... Insiste en hacerme ver cosas que pude haber hecho, como darme cuenta antes o ir por otro camino ese día, o pedir a Benkei que me acompañara. Pequeñas cosas que pudieron haber hecho una diferencia enorme...

-Lo sé. Atormentarte con los "hubiera" es inevitable y difícil de superar -le respondió, con mucha suavidad en su voz-. Pero, solo sufrir con eso no cambiará nada.

-Lo sé -susurró en medio de un suspiro-. Supongo que aún me queda algo de tiempo para superar esto... Es extraño, considerando que ni siquiera nacía aún.

Shin no pudo evitar sonreír-. Aprendiste a amarla incluso antes de eso. Yo tuve que aprender a amar a mi hijo con el tiempo. La paternidad en general es un asunto demasiado extraño. Los primeros días no lo sentía como mi hijo ¿sabes? Era como tener un tamagochi tangible con muchísimas opciones más gráficas de cuidado y... Perdón, empecé a divagar otra vez.

Mientras Shinichiro hablaba, Wakasa lo observaba atentamente sintiendo como su labio se alzaba en una sonrisa involuntaria que quiso escalar a carcajada con la disculpa final. Como siempre, voluntario o no, Shinichiro sabía qué decirle, cómo cuando. Nunca pensó que realmente un monólogo sin coherencia pudiera hacerle tanto bien, pero Shinichiro lo había logrado. Siempre él. Siempre era él.

-Shin...

-¿Sí?

Y de pronto tenía al omega pegando su frente a su pecho. Podía oírlo incluso respirar.

-¡¿Wa-Wa-Waka?! -Mientras él sentía hundirse en pánico, sin saber dónde colocar los brazos o cómo moverse.

-¿Puedo quedarme así? -susurró tan bajo que, si no hubiera ese silencio absoluto probablemente Shin ni lo hubiera oído-. Por favor.

Era tan fácil percibir su aroma a esa distancia. El dulzor del chocolate deleitando su nariz, junto al olor de su champú, incluso aún tenía vestigios del aroma a leche de Manjiro. Una complicación plenamente exquisita que hizo desear a Shinichiro permanecer así toda la noche.

-Todo lo que necesites.

Y envolvió los brazos alrededor del torso de Wakasa, sintiendo el calor de su piel en sus dedos, lo que le provocó un súbito vuelco al corazón. No podía observar su rostro en esa posición, pero se contentó con poder pasar sus dedos entre su cabello.

Pasaron varios minutos sin moverse. Aunque Wakasa se hubiera quedado dormido, para Shin era imposible cuando la persona que le gustaba estaba tan pegado a su cuerpo, impregnando su ropa con su aroma. Había permanecido contemplándolo, recorriendo con sus dedos los pliegues de su camisa o las hebras de su cabello. Probablemente sería el contacto más cercano que podría tener con Wakasa, así que se aseguró de grabar en su memoria hasta el más mínimo detalle.

Aunque sí había considerado pedirle una cita, temía las repercusiones del posible rechazo. Si lo intentaban y terminaban mal, nada volvería a ser como antes, y quiso priorizar su amistad.

-Waka...

Atormentarte con los "hubiera".

-¿Sí? -su voz salió algo raspada, probablemente por el sueño que ya debía estar acarreando.

Shin casi se arrepiente por el mero hecho de haberle arruinado su sueño.

Quizá sí había bebido más de lo que debía esa noche.

-¿Quieres salir conmigo?

Y ahora sí llegó el arrepentimiento. Quiso retractarse, pero de su boca solo salían balbuceos ininteligibles que empeoraban con las expresiones inquisitivas del omega y el pánico que le inspiraba.

-¡N-n-no, olvi-vida eso! Quería de-decir, ah yo, que-quería...

Lo siguiente de lo que fue consciente era que las palabras ya no salían de su boca, porque Wakasa las había frenado cuando unió sus labios.

Fue tan repentino que Shinichiro se inmovilizó, y solo podía observar al omega con grandes ojos de sorpresa; preguntándose internamente si en realidad sí se había quedado dormido y todo era un simple sueño.

Wakasa tuvo que separarse para poder reír de la falta de reacción del alfa.

-Ey, Shin, ¿sigues conmigo?

Realmente tuvo que pellizcarse un brazo para estar seguro.

-S-s-sí, yo... -Se estaba mareando, ¿era la presión arterial siendo él tan joven?

-Me preguntaba cuando me lo pedirías finalmente -el omega dijo en voz baja, sonriendo sutilmente y algo abochornado-. Quería que fueras tú quien lo hiciera.

-¿D-d-de verdad esto... E-esto está pasando? -Shinichiro estaba en las nubes. No era para menos después de que vislumbrara finalmente una oportunidad con el que consideraba el omega de sus sueños.

Wakasa se encogió de hombros, divertido-. No lo sé, quizá solo estás soñando y en tres minutos sonará tu alarma.

Ese comentario y un par de respiraciones bastaron para recomponer medianamente a Shinichiro, sonriendo con vergüenza, pero sin poder evitar poner en evidencia lo jodidamente feliz que lo había puesto.

-Entonces será mejor que aproveche lo más que pueda.

El omega no esperaba que el alfa se adaptara tan rápido para volverse atrevido, aunque igual vaciló un poco antes de inclinarse para volverlo a besar. Sonrió aún con sus labios pegados a los del alfa y envolvió su cuello con sus brazos, permitiéndose acercar sus cuerpos un poco más.

Wakasa despertó horas después sobre el pecho del alfa, quién había mantenido toda la noche un brazo envuelto en sus hombros en un abrazo cálido.

Fue la primera vez, después de mucho tiempo, que Wakasa encontró gratificante despertar.

PUEDO EXPLICARLO 😭😭

Existen varias versiones de este capítulo porque, o sentía que era muy insulso o que me apresuraba demasiado. De hecho, opté por usar la versión que inicialmente iba a ser el capítulo seis como un capítulo posterior, y ese ya lo tenía casi terminado, por eso tardé 😞

Quiero avisar de una vez que en este momento en específico entre Shin y Waka NO OCURRIÓ ALGO MÁS, solo lo que se narró.

Sin embargo, tengo planeado el +18 para el siguiente, así que están avisados por si quieren evitarlo.

Ah, para los que les guste el Soukoku estoy profundizando más en este fandom, por si le quieren dar un vistazo a mis demás fics 😀

Sin más qué decir, me despido por ahora.

¡Gracias por leer! ❤

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