Cuatro
-Perdón por tomarme el atrevimiento de hacerlo. No quería que tuvieras que pasar por esto también, pero me pedían un nombre para su lápida y yo no...
-Está bien, Benkei. Me gusta, en serio.
Wakasa finalmente había podido librarse de esa horrible bata de hospital y reemplazarla con su ropa normal. La camiseta gris ahora se le ceñía al abdomen plano, como un recordatorio personal de su tragedia y, sobre todo, para no volver a entrar en ese estado somnífero que le privaba recordar que aún le debía lágrimas a alguien.
Benkei había tenido que escoger improvisadamente el nombre de su bebé para poder tener siquiera una lápida que visitar: Sayuri.
Sayuri. Sonaba lindo.
Aparentemente, lo recordó de alguna revista y -según su lógica-, si aparecía en una, debía pertenecer a alguien importante o famoso; un nombre digno para una princesita como la que la suya iba a ser. Era perfecto. Lástima que ahora solamente iba a estar grabada en piedra y adornada con flores que envejecerían cada día más.
-¿Ya estás listo? -preguntó el alfa detrás de él.
Wakasa estaba por asentir, pero se detuvo. Meditó un par de segundos que hicieron preocupar a Benkei.
-No, pero adelántate.
-¿A dónde irás? ¿No quieres que vaya contigo?
Wakasa entendía la preocupación del alfa. La última vez que lo había dejado solo... pues, pasó eso. Era natural que su instinto de protección saltara por el ardor de la herida aún fresca y se rehusara a abandonarlo.
-Solo quiero preguntar algo. Adelántate, te alcanzo después -sentenció con esa voz autoritaria que tácitamente comunicaba que no quería más objeciones.
A Benkei solo le quedó asentir inseguro y esperar afuera al omega el tiempo que fuera necesario.
-Mira, tú y yo conviviremos los siguientes dieciocho años, así que tenemos que llevarnos bien.
En respuesta, Manjiro se soltó a llorar. Shinichiro consideró seriamente resignarse y solo unirse a él.
Era definitivo: su propio hijo lo odiaba. Había cometido el garrafal pecado de separarlo del primer omega con el que tuvo contacto y ahora se deshacía en gritos cada vez que hacia el amague de querer cargarlo; casi como si le reclamara el desprenderlo del omega o incluso a veces, como si le exigiera llevarlo con él; Shinichiro tenía el severo presentimiento de que así era.
-¡Si sigues así, no serán dieciocho, serán quince!
En su defensa, se le habían acabado las opciones.
¡El mocoso no aceptaba fórmulas! A pesar de tratarse de leche extraída de algún omega al que la enfermera que le tuvo compasión debió implorar, no las quería aceptar completas y eso preocupaba a los médicos, pues podría entrar en riesgo de desnutrición.
Lejos de su fachada bufona, Shinichiro tenía miedo. No quería buscar al omega (¿Se llamaba Wakasa?) por miedo a verse como un insensible. No sería decoroso ir y pedirle de nuevo de favor que alimentara a su hijo, después de la crisis de pánico que tuvo la primera vez. Estaba terriblemente mal, no lo estaría dejando sobrellevar su luto por ocuparse de un bebé que no le correspondía, ¿qué estaba pensando cuando lo consideró?
-Yo sé, niño, ¡pero, tampoco tengo la culpa! Yo traté de hacer que tu papá se quedara, pero no me escuchó. Y no, tampoco es culpa tuya. Son cosas que pasan, ya aprenderás con el tiempo...
-¿Acostumbras discutir con bebés?
La voz suave y monótona fue audible aún por encima del llanto.
Wakasa había entrado a pasos lentos, observando de reojo a los demás bebés del cuarto, mordiéndose los labios seguramente para disipar algún nudo en la garganta que el panorama le provocó. No se veía mejor que la última vez, aunque Shinichiro tampoco esperaba que lo hiciera: las ojeras contrastaban contra la lividez de su piel, aunque su cabello lucía algo más pulcro que antes. Ya no ataviaba la bata del hospital, denotando que seguramente ya estaba próximo a irse.
-Ah, no... Pero, supongo que será mi nuevo pasatiempo. Éste niño tiene pulmones diseñados para discutir y ganar, ¿lo oyes?
El atisbo de una sonrisa quiso asomarse por los labios del omega, pero sólo salió desganada y miserable. Su mirada estaba aferrada a la cuna dónde el bebé se agitaba inquieto y protestante. Era muy activo para tener apenas un par de horas de nacido.
-Oye, yo... -El alfa comenzó vacilante, mirando al omega con remordimiento-. En serio, lo siento mucho. Fue desconsiderado se mi parte pedirte algo así en un momento tan difícil para tí. No debí...
-Está bien. Así funciona el amor de padres, ¿no? -Wakasa interrumpió, sin sonar turbado con la disculpa. En realidad, jamás pasó por su cabeza incriminar al alfa de alguna insensatez con él, ni siquiera Benkei lo pensó; después de todo, podía comprenderlo ahora que estuvo cerca de ser papá también. Estaba seguro de que el amor por su hija habría llegado a tales magnitudes que olvidaría cualquier concepto de moralidad o sensatez si se trataría de protegerla.
-Aun así -Shin insistió-. Lamento mucho lo de tu bebé... Si necesitas algo, puedo ayudarte. Ah, ¿cuánto quieres que te pague por amamantarlo ayer?
Esta vez Wakasa sí se sintió disgustado y lo dio a saber frunciendo el ceño y soltando un gruñido bajo.
-No vine a cobrarte nada -aclaró con severidad y ligera molestia, pero casi al instante sus rasgos se destensaron y suavizó su voz-. Mi bebé iba a llamarse Sayuri. Si quieres hacer algo por mí, recuerda su nombre.
-Es realmente lindo -una sonrisa sutil curveó los labios del alfa-. Me alegra verte mejor ahora.
Wakasa desvió la mirada, incómodo. Exhaló agotado, antes de mirar con pesar al alfa.
-Ahora me disculpo yo. Fue... abrumador aceptarlo de esa manera. Pude haber dañado a tu bebé, lo siento.
-¡No, no, no te disculpes, por favor! -Shinichiro se apresuró a aclarar, alzando la voz. Los antes sollozos del niño nuevamente escalaron a llanto-. Quiero decir, realmente fuiste muy amable al aceptar alimentarlo y entiendo que era un mal momento para ti. Solo estabas desahogándote.
Wakasa no quiso responder, pues solamente se le ocurría una objeción y otra insistencia de disculpa y no quería convertir la conversación en una secuencia infinita de disculpas y agradecimientos.
-Yo... ¿Puedo? -señaló la cuna, hacia el bebé que exigía atención mediante berreos y sollozos.
Shinichiro asintió, retrocediendo un paso para permitirle el acceso al omega. Éste se acercó y con extrema delicadeza, tomó al bebé con una mano tras su cabeza y otra tras su espalda. Manjiro inmediatamente reconoció su olor, denotándose en el freno repentino de su llanto y el movimiento presuroso de su cabecita, buscando la índole del aroma.
-Hey, nos volvemos a ver -le susurró cuando lo tuvo contra su pecho, tomando una de sus manitos entre sus dedos; como la primera vez.
-No puedo creer lo caprichoso que saliste. Con él sí estás muy contento, ¿no? -Shinichiro se cruzó de brazos, dramatizando su disgusto.
Wakasa consiguió sonreír.
-Amh, yo -hizo una pausa, reflexionando sus palabras futuras-, estoy por irme de aquí así que quería saber, umh, ¿me dejas...? -Con los ojos apuntó hacia el niño en sus brazos.
-¡Oh, sí, sí, por favor, sí! -Shinichiro ni siquiera tuvo que meditar su respuesta. Si eso le concedería horas de paz a su hijo y, por ende, a él también; estaría más que complacido.
-Gracias -murmuró.
Cuando el omega empezó a alzar su camisa hasta la clavícula, el alfa automáticamente desvió la mirada, como en la primera ocasión. No sabía que tanta privacidad significaba este acto para los omegas, pero prefería hacerse el desentendido por si el mirar implicaba alguna incomodidad.
-¿Qué ocurrió con tu omega? -le escuchó.
-Él... tenía otros planes a futuro, supongo -respondió con la duda clara en su voz.
Wakasa en un principio emitió un tarareo comprensivo, pero casi al instante lo escuchó amortiguar un jadeo sorprendido. Shinichiro casi pudo sentir su mirada arraigarse a su nuca.
-¿Lo obligaste a parir? -casi espetó con dejes claramente desconcertados-. Para que haya huído apenas nació...
-¡No, no! -se apresuró en aclarar, volteando a mirarlo y topándose con el panorama increíblemente conmovedor de su cachorro enganchado a uno de los pezones del omega. Éste no pareció perturbado por ser observado de pronto, pero el semblante consternado por su propia conjetura seguía allí-. Es una larga historia...
Trató de simplificarla lo máximo posible a una historia de no más de tres minutos de narración. Wakasa pareció más comprensivo luego de la explicación y su semblante volvió a suavizarse, asintiendo entre tarareos.
-No puedo juzgarlo. Yo tampoco quería ser padre cuando apenas me enteré y fue muy complicado aceptarlo -murmuró desviando la mirada del penetrante par de orbes negras, permitiendo a su mente divagar entre algunos recuerdos.
-Al final, hicimos un trato y debo respetarlo -Shin suspiró, claramente incorporando algo de obligación en sus palabras-. Solo que... hubiera querido que se arrepintiera después y que quizá... Bueno, eso ya no importa ahora.
Wakasa se fijó en el semblante alicaído del alfa, decorado por la resignación pero también por una sonrisa manchada de matices tristes mientras miraba a la personita envuelta en mantas pegada a su pecho.
-Ahora seremos solo los dos -exhaló, ensanchando su sonrisa sin apartar la mirada de su bebé-. Seremos los nuevos chicos Gilmore.
Wakasa arrugó las cejas consternado por el comentario final fuera de lugar, pero al instante se le escapó un resoplido ante una risa amortiguada. Tuvo que presionar los dedos de su mano libre sobre su mano suprimir la sonrisa que quedó.
-Seguro que estarán bien -decretó acomodándose la camisa cuando sintió que se liberaba del bebé ahora satisfecho-. Disculpa, no recuerdo bien tu nombre...
-¡Ah! Shinichiro Sano. El niño glotón es Manjiro -Los destellos adornando su sonrisa casi eran visibles-. Tú eres Wakasa. La enfermera me lo dijo.
-Así es. Wakasa Imaushi -respondió acercándose para devolver al bebé a los brazos del alfa, que ahora estaba tranquilamente durmiendo.
-La situación no es muy buena, pero... O sea, sí es buena en este momento, quiero decir no, estás pasando por un mal momento, pero me refiero a este preciso momento es bueno, aunque igual la estás pasando mal, ah... -Shinichiro tropezó y balbuceó sus propias palabras continuamente ante la mirada confusa del omega-. ¡Lo que quiero decir es...! Me da gusto haberte conocido.
Wakasa terminó suspirando ostentando una sutil sonrisa divertida, olvidándose por una fracción de segundo de su pena anterior.
-También me da gusto haberte conocido, Shin.
Mantuvieron la mirada un par de segundos, sonriéndose tímidamente. Shinichiro sintió emerger una incertidumbre pesada al darse cuenta de que su encuentro estaba llegando a su fin, pero se forzó a mantener su sonrisa.
-Debo irme. Mi amigo debe estar impaciente por mí.
-Sí, sí, claro. Gracias nuevamente y espero que estés bien -claramente lo pronunció nervioso y sin saber exactamente qué palabras formular. Se avergonzó cuando se dio cuenta.
Logró sacarle al omega otra sonrisa legitima, al menos.
-Mmh... Te sonará atrevido, quizá, pero quisiera saber si... -murmuró intercalando su dudosa mirada entre el alfa y el bebé que sostenía-, si podría visitar a Manjiro un par de veces a la semana... y darle de comer, si quieres.
El semblante de Shinichiro volvió a iluminarse.
-¡Sí, sí, sí, claro que sí! -respondió de inmediato con exceso de entusiasmo y rápidamente se retractó-. Quiero decir... sí, de seguro a Manjiro le gustará mucho volver a verte. Parece que se encariñó más contigo que conmigo.
Wakasa se permitió sonreír una vez más por el comentario y lo hizo de nuevo mientras salía del hospital contemplando el papelito dónde el alfa había escrito su dirección y número de celular junto a una carita feliz deforme.
No se preocupen. En otra dimensión Sayuri es feliz con padres que la aman <3 Ella es de otra historia mía jajajajajja
Ya no puedo escribir en las noches y es por eso que estoy tardando en actualizar. Ese era mi momento más inspirador por el silencio y la calma.
¡Gracias por leer! ❤
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