Capítulo 8
BaekHyun miró por quinta vez en menos de diez minutos hacia la puerta sondeada por dos guardias equivalentes a un refrigerador industrial, y suspiró. De verdad que no había forma de que él pudiera salir de esa ileso. Ni siquiera le habían dejado conservar los cordones de sus zapatillas o su cinturón, porque se habían asegurado de quitarle cualquier cosa con la que pudiera dañarlos mientras esperaba al Alfa DongHoon en aquella habitación que no tenía nada, ni siquiera una estúpida ventana. Se había tenido que sentar en el piso a esperar. Y viendo atrás, a lo bien que había sido jodido durante los últimos días, la verdad era que su trasero había visto mejores días como para andar sentado en un lugar tan incómodo. Aunque no es como si a esos tipos les importara realmente su bienestar, después de todo, él había sido secuestrado por el Alfa de su propia manada.
Alfa, sin embargo, no le quedaba a DongHoon. El tipo era un desgraciado dictador, y punto. Siempre había sido arbitrario y posesivo con él, queriendo tenerlo a su alrededor a toda costa, pero nunca había llegado a forzarlo a nada salvo a algunos trabajos que tuvo que hacer gratis. Jamás había tomado medidas tan extremas contra él como estas, pero como siempre, había una primera vez para todo.
Apenas había podido reaccionar cuando le dieron un golpe en la nuca en la casa de SeHun, mientras estaba cocinando la cena para los dos. Había estado tan distraído pensando en SeHun —últimamente era lo que hacía, como un colegial enamorado— que ni siquiera escuchó a los invasores. Había bajado la guardia por completo, y todo se volvió negro en un segundo.
Se preguntaba si la comida no se habría prendido fuego, o incluso la casa de SeHun, porque estaba seguro de que ninguno de los gorilas habría sido tan considerado como para apagar la hornalla antes de llevárselo a rastras. Y sería horrible que por su culpa SeHun se quedara sin casa. En verdad era muy bonita, espaciosa, llena de sol y con un jardín tan precioso y bien cuidado que daban ganas de tomar el té allí todas las tardes. Le gustaba tanto que a él le hubiera gustado vivir ahí para siempre.
Aunque claro que en el fondo de su cabeza sabía que la razón por la que le gustaría hacerlo no era porque la casa era bonita, sino por su maravilloso dueño.
SeHun era su tipo en todos los sentidos, y jamás creyó que tendría la oportunidad de estar con alguien como él, aunque fuera solo como amantes. Sí era cierto que su primer encuentro no fue el mejor, y que BaekHyun pensó que tan solo era un macho alfa cabeza de chorlito y por un momento quiso estrangularlo, pero poco a poco a medida que se fueron conociendo, SeHun le cambió la forma de verlo. Pronto descubrió lo dedicado que era a lo que hacía, su peculiar sentido del humor, su gran inteligencia, su habilidad para cocinar. Pero eso no era todo: también estaba lo mucho que se preocupaba por él siempre y la forma delicada en que lo trataba; lo delicioso que era su aroma, y algo que había sido imposible no notar: el amante apasionado que era entre las sábanas. Aunque, por sobre todo, BaekHyun notó la forma en que el hombre lo miraba. Era imposible no enamorarse cuando SeHun le dedicaba toda su atención, como si no existiera nada más en el mundo. Lo hacía desear que esos hermosos ojos oscuros no se apartasen nunca de él.
—Ponte de pie —dijo uno de los guardias de repente, llamando su atención. BaekHyun no podía recordar el nombre del Gamma, a pesar de que formaba parte de su manada; no se tomaba el tiempo en aprender los nombres de los imbéciles cabeza de chorlito—. ¡Muévete! El Alfa está esperando.
BaekHyun lo hizo lentamente, solo por el placer de ver a esos dos gorilas con el cuello grueso como una llanta de camión, ponerse rojos hasta la punta de su cabeza rapada. El Alfa DongHoon era muy presuntuoso como para pensar que BaekHyun colaboraría con él; ¡ni cagando lo haría! Primero, lo había secuestrado. Y segundo, si sus sospechas eran correctas, todo este alarmante movimiento de las últimas horas debía ser porque DongHoon estaba relacionado con el traidor que el Concejo estaba buscando. O era el traidor.
SeHun había hablado del tema con el líder de los Delta de su manada, ChanYeol, y BaekHyun al escucharlo había asociado de inmediato a su Alfa con ello, pero lo descartó pensando que el hombre no llegaría tan malditamente lejos. Pero al parecer sí podía y por esa razón lo quería a él. BaekHyun había encriptado meticulosamente todos sus dispositivos y prácticamente era una llave andante para acceder a toda la información que DongHoon tenía guardada. Así que había dos cosas para las que servía: vivo, para seguir trabajando para él y encriptando y protegiendo sus cosas hasta último momento; y muerto, para que su función como llave a toda su información se acabara para siempre.
BaekHyun esperaba que al menos DongHoon tuviera la decencia de inclinarse por la primera opción, porque estaba seguro de que vivo le era mucho más útil. El problema era, que si no colaboraba... entonces el tipo pensaría que quizás muerto sería más fácil lidiar con el problema que él representaba. Así que antes de llegar, tenía que decidir si era lo suficientemente valiente como para sacrificarse y dejar que lo mataran, antes de seguir trabajando a la fuerza para una persona tan malvada como él.
Mientras los gorilas lo llevaban hacia el estudio de DongHoon, se encontraron a varios tipos llevando cajas de un lado a otro en clara prisa. Estaban preparándose para una huida, supuso. Entonces BaekHyun tomó una decisión. No iba a colaborar. No haría nada para ayudar a una escoria como lo era DongHoon. Si eso le costaba un dedo, una mano, un brazo o su vida, le daba igual.
Incluso si aquello significaba no volver a ver nunca a SeHun.
Seguro el hombre lo entendería, pensó. ¿No haría él lo mismo? ¿Dejar que lo hirieran antes de ayudar a alguien a hacer un mal mayor? Aunque aquel pensamiento no lo dejó tranquilo, de hecho su corazón se hundió profundamente en su pecho. ¿Cómo podría no volver a ver jamás a SeHun?
Un dolor que jamás había sentido lo comenzó a desgarrar por dentro, y BaekHyun, de no haber estado siendo agarrado por los Gamma de DongHoon, se habría desplomado de rodillas sobre el piso para aguantar el dolor. Solo le quedó gritar mientras se retorcía sobre sí mismo en agonía.
—¿Qué te pasa? —preguntó uno de los gorilas, sin entender.
—Déjalo, seguro está haciendo algún tipo de show —rió el otro, apretándole más fuerte el brazo. BaekHyun volvió a gritar, sintiendo tanto dolor que pensó que se iba a partir en dos—. DongHoon dijo que esta mierdita es astuta y que seguro intentará algún truco para tratar de escaparse.
BaekHyun deseó que aquello fuera cierto, que su dolor solamente fuera una muy buena actuación. Lamentablemente, no era tan buen actor, y de hecho los lamentos que escapaban de sus labios eran genuinos, tanto como cada entrecortada respiración que era capaz de tomar en medio de la angustia. Todo su pecho quemaba, ardía, dolía como si le estuvieran clavando un cuchillo mil veces, y comenzó a llorar incontrolablemente. Sentía que se iba a morir, y con tal dolor atravesando su cuerpo como un rayo, probablemente lo haría.
—Eh, me parece que no está actuando —dijo uno tardíamente.
Su próximo grito fue inaudible, pero en su cabeza sonó tan fuerte que se sorprendió que las paredes de la casa no se hubieran tambaleado para caerse encima suyo. Y tras aquel sonido que solo estaba destinado a un par de oídos, sus ojos rodaron hacia arriba y se desmayó, todavía bajo el agarre de sus guardias.
El último pensamiento que pasó por su cabeza antes de caer en la inconsciencia, fue SeHun, estoy aquí.
*
BaekHyun frunció la nariz cuando lo invadió un fuerte olor a alcohol. Al abrir los ojos notó que estaba sentado en una silla. Bueno, al menos esta vez su anfitrión lo dejaba sentarse en un lugar más decente.
—Ya despertó —dijo alguien a su espalda—. Ve a decirle al Alfa.
Una puerta se abrió detrás suyo. BaekHyun no tuvo que mirar a su alrededor para saber dónde estaba: delante del escritorio de DongHoon. El hombre no estaba, pero por las respiraciones que se oían en la sala, habían dos guardias en la puerta. Probablemente los mismos con los que había compartido su celda improvisada antes.
—Ni se te ocurra hacer nada —le advirtió uno de los gorilas—. Él no quería atarte, pero a mí no me importa. En el instante que levantes los brazos, te clavaré un cuchillo en el hombro. ¿Queda claro?
BaekHyun asintió, viendo hacia la gran ventana tras el escritorio para localizar a los guardias detrás suyo. El reflejo le enseñó que afuera todavía era de noche, y al mismo tiempo a los tipos justo donde se los había imaginado. Él lucía como la mierda, pero el pecho ya no le dolía, y se preguntó qué demonios había sido todo eso del dolor en su pecho. Había sentido que se le iba a salir el corazón de la caja torácica, literalmente. Jamás había experimentado algo similar, ni siquiera su celo antes de que llegara SeHun le había dolido tanto.
Y así, una vez más se encontró pensando en el guapo hombre al que había conocido en una misión conjunta hacía unas semanas atrás. SeHun se había encargado de cuidar tan bien de él, todavía BaekHyun temía a veces que solo lo hubiera hecho porque se sentía en deuda. A pesar de todo el cariño y cuidado que SeHun tuvo con él, y la dulce y deliciosa forma que lo trató durante su celo, todavía tenía la inseguridad de que SeHun hubiera hecho todo eso solo porque se lo debía. Él había querido preguntarle al respecto antes, excepto que el Delta había tenido que marcharse al Concejo. Por eso, BaekHyun había querido confesar sus sentimientos esa misma noche a su regreso; decirle a SeHun que le gustaba y que jamás se había sentido tan querido, seguro y adorado como en sus brazos. Y claro, deseaba con todo su ser que SeHun le correspondiera, si esas dulces miradas que le daba BaekHyun no las había malinterpretado.
Pero su oportunidad de estar con él y hablar acerca de sus sentimientos había sido destruida por los idiotas que lo habían secuestrado, y ahora él tenía que ver si de verdad sería capaz de salir vivo de esa o si la última visión de SeHun que tendría iba a ser el hombre dándole un beso de despedida hasta una noche que nunca llegaría.
—Miren quién se dignó a traer su culo en mi presencia —dijo una voz inconfundible cuando la puerta se abrió. BaekHyun no se volteó, sabiendo quién había llegado, las feromonas a las que apestaba usualmente lo decían todo—. Ni siquiera fuiste capaz de venir a reportarte ante tu Alfa una sola vez desde que te marchaste. ¿Quién demonios crees que eres?
DongHoon siempre había sido desagradable y daba malas vibras. Lo que le solía indignar más era la manía del tipo en creer que sabía absolutamente todo de él. Y aún peor, que estaba en control sobre todo lo que sucedía con BaekHyun. De hecho, se había vuelto loco cuando él le había planteado que no quería ser un Gamma, sino que quería ser un Delta. Él había tenido deseos de salir de la manada y explorar el exterior. DongHoon había querido mantenerlo cerca. Antes no había mostrado sus verdaderos colores, y aunque fue extremadamente persistente en que no se convirtiera en Delta, al final se lo permitió. Solo que le costó meses y meses de insistencia y persuasión. BaekHyun casi había creído que al final DongHoon lo secuestraría y no lo dejaría ir, pero pensó que era un miedo sin fundamentos. Ahora sabía que debería haber confiado mejor en sus instintos. Tendría que haber investigado, arriesgado su pellejo para descubrir en qué mierda estaba metido. En ese momento ya era tarde y se arrepentiría para siempre de no haber sido más valiente al respecto.
Ahora le tocaba lidiar con esa desventajosa situación.
—Me habían herido en la última misión a la que fui —respondió sin ningún tipo de suavidad—. Estoy seguro de que JunMyeon hizo el reporte por mí.
—Yo te veo bastante sano para mi gusto.
Una oleada de bilis subió hacia la garganta de BaekHyun.
—Fui herido con un cuchillo de plata.
—¿Y dónde está esa herida, eh? —DongHoon apareció delante suyo, una figura alta e imponente—. Esas mierdas no se curan tan fácil, pero no pareces afectado.
—Estuve herido hasta hace poco, pero se curó rápidamente cuando tuve mi celo.
Los ojos de DongHoon se abrieron como dos platos y luego le dio una fuerte patada a su escritorio de madera. BaekHyun se sobresaltó de la sorpresa, no habiendo esperado que el tipo se pusiera así y no teniendo idea de la razón. Olía a molestia y algo peligroso.
—¿Tu celo? Tú nunca has tenido uno —dijo DongHoon, creyéndose dueño de la verdad—. No se supone que tengas celos.
—¿Y eso cómo lo sabes?
—¡Porque solo deberías tener uno cuando encuentres...! —Se calló de repente, como si hubiera hablado demás, y tomó una gran respiración—. No es para eso que te traje aquí.
BaekHyun se cruzó de brazos, esperando lo que sea que el imbécil le fuera a pedir. Él no iba a colaborar. Lo vio con ojos afilados cómo se sentaba en su asiento tras el escritorio y sacaba una muy buena computadora, de esas con las que BaekHyun solo podía soñar. La recordaba porque había tenido que encriptarla él mismo.
—Tengo que borrar mi huella de todas las transferencias bancarias que hice en estos últimos meses —dijo DongHoon tras abrir el portátil—, y necesito que me ayudes
—¿Por qué? —indagó, tratando de hacerse el idiota. A veces ese papel servía más que mostrar todas sus cartas directamente—. ¿Estás en problemas, Alfa?
—No es de tu incumbencia —escupió—. Tú solo tienes que hacer lo que digo.
—¿Acaso crees que soy tu marioneta o algo así? —carcajeó, sabiendo que estaba haciendo enojar al perro y que no le iba a salir barato—. No lo haré. La última vez ni siquiera me pagaste.
DongHoon apretó los puños sobre el escritorio, claramente molesto.
—Soy tu Alfa, cariño —dijo en un tono suave, contradictorio a su mirada y postura aterradora—, y vas a obedecerme.
—No.
El tipo comenzó a reír, una carcajada baja y escalofriante que hizo que BaekHyun se removiera en el asiento. Su corazón comenzó a latir como loco, presintiendo que no venía nada bueno. Él había visto suficientes películas hollywoodenses como para saber que había algo, un palito que acababa de pisar y que era una gran equivocación.
—Muy bien, vamos a hacerlo por las malas —dijo DongHoon extendiendo su teléfono celular—. ¿Por qué no llamas a tu amiguito JunMyeon y le preguntas cómo está?
BaekHyun recibió el móvil con desconfianza. No podía ser, ¿o sí? Hasta donde sabía, esa noche JunMyeon no tenía que hacer guardia.
—¿Le harías daño a uno de tus Gamma?
—Llámalo, cariño —lo ignoró—. Dejé el contacto abierto para facilitarte la tarea.
BaekHyun llamó, tratando de aplastar la oleada de asco que le dio el apodo. Sentía el pulso en los oídos y creyó que iba a vomitar cuando atendieron el teléfono. Ruido de pasos en la lejanía que iban y venían se oían de fondo, pero aún más fuerte se escucharon varios golpes que le hicieron dar un vuelco en el estómago.
—¿Jun? —preguntó, temeroso.
—Baek... —Su amigo sonaba demasiado débil y el corazón de BaekHyun se encogió. Él amaba a JunMyeon, pues era lo más cercano que tenía a una familia, y le dolía hasta físicamente la sola idea de pensar en su amigo herido.
—¿Dónde estás? ¿Qué te hicieron? ¡¿Estás bien?!
—Solo los imbéciles... de mis compañeros —rió el Gamma—. No te preocupes... por mí, BaekHyun. No... no lo ayudes... —Se escuchó un golpe fuerte, y un quejido de su amigo—. Hijo de...
—Pero si no lo ayudo te lastimarán.
—Yo estaré bien, BaekHyun... haz lo correc−... —otra vez un golpe no le permitió terminar de hablar.
—¡No lo lastimen! —gritó al teléfono, pero la llamada ya se había cortado.
BaekHyun apretó los dientes, sintiendo ganas de llorar y vomitar al mismo tiempo. Jamás había estado en una situación tan desventajosa, porque de cualquier manera alguien iba a sufrir por su culpa. Si ayudaba a DongHoon con su plan, porque estaba seguro de que luego el hombre iba a escapar, y quizás JunMyeon sí estaría bien. Sin embargo, si así era, más lobos morirían por su culpa en un futuro, porque tal vez DongHoon seguiría vendiendo información a los cazadores. Pero si no ayudaba ahora, JunMyeon...
—¿Y bien? —exigió DongHoon—. ¿Qué vas a hacer, BaekHyun? Piensa bien tu respuesta.
De solo pensar en lo que estaba por hacer, le tembló el labio inferior, pero miró al hombre tratando de verse más valiente de lo que se sentía.
—Te ayudaré.
Con una sonrisa de satisfacción, DongHoon se levantó de su silla y la señaló con una elegante y burlona reverencia. BaekHyun caminó hasta ella sintiendo que las piernas le fallaban. Cuando se sentó, el tipo se acercó a él, apoyando una mano en el respaldo y la otra en un lado de su cara.
—Si colaboras conmigo, todo será más fácil, cariño —susurró despacio. BaekHyun creyó que se iba a morir—. Y me alegra que lo estés entendiendo.
Sin responder nada, y tratando de ignorar la forma en que esa mano quemaba —porque no era SeHun, no era SeHun, no era SeHun—, BaekHyun se puso manos a la obra, deseando que lo que estaba a punto de hacer fuera lo correcto.
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