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Capítulo 9

La cabaña de Taehyung estaba iluminada tenuemente por la luz de las velas, creando un ambiente cálido y tranquilo. Sin embargo, Minnie no podía calmarse. Sentado en el mullido sillón de la sala, sus piernas temblaban levemente, y sus pequeñas manos jugaban nerviosas con los bordes de su túnica.

—Tranquilo, Minnie, Jungkook no hará nada que tú no quieras, —dijo Taehyung con suavidad, sentado a su lado. Con un gesto experto, comenzó a rascar las orejas del omega, tratando de relajar su tensión.

Minnie cerró los ojos momentáneamente, disfrutando de la caricia, pero su mente no podía dejar de divagar.

—¿Y si no le gusto, Tae? —murmuró con un hilo de voz, sin abrir los ojos—. ¿Y si no soy suficiente para él?

Su voz temblaba, y era evidente que las lágrimas estaban al borde de desbordarse. Minnie sentía su pecho apretado, como si la presión de sus propios pensamientos lo ahogara. El alfa lo había tratado siempre con paciencia y amor, pero este último paso del cortejo lo hacía dudar.

Taehyung se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos fijos en el omega.

—Minnie, todos en la manada hemos sido testigos de su relación, —dijo con un tono firme pero cariñoso—. Jungkook te ama como no tienes idea, ¿no lo has visto en sus ojos cada vez que te mira?

El omega levantó la vista, sus grandes ojos llorosos encontrándose con los del tigre.

—¿Y si no soy lo que él necesita? —preguntó de nuevo, su voz quebrándose.

Taehyung negó con la cabeza, suspirando con ternura.

—Minnie, no hay un "si no". Tú ya eres lo que él necesita. Eres lo que él ha buscado, lo que su alma eligió. El fuego puede ser intenso, puede quemar, pero también puede dar calor y vida. Esta última semana no es para que demuestres si eres suficiente, porque ya lo eres. Es para consolidar lo que ambos han construido.

Minnie sorbió por la nariz, tratando de mantener las lágrimas a raya. Las palabras de Taehyung tenían sentido, pero aún era difícil luchar contra la inseguridad que lo invadía.

—¿Qué tengo que hacer? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Taehyung sonrió y tomó sus manos entre las suyas.

—Confía, Minnie. Confía en ti mismo, en tu omega, y en Jungkook. Esta noche no se trata de perfección, sino de entrega mutua. El fuego simboliza tanto la creación como la destrucción, y ambos tienen que aceptarse completamente, con virtudes y defectos.

El omega asintió lentamente, sintiendo cómo las palabras de su amigo comenzaban a calar en su interior.

—¿Crees que él estará nervioso? —preguntó, queriendo desviar un poco el foco de sí mismo.

Taehyung soltó una pequeña risa.

—Oh, seguro que sí. ¿Sabes cuánto ha esperado Jungkook por este momento? No te imaginas lo nervioso que debe estar ahora.

La imagen del alfa, siempre tan confiado, tambaleándose por los nervios, logró arrancarle una pequeña sonrisa a Minnie.

—Gracias, Tae, —murmuró con un poco más de seguridad.

Taehyung se levantó y le dio una última caricia en las orejas antes de dirigirse a la puerta.

—Ve a prepararte. La ceremonia comenzará pronto, y tu alfa te está esperando.

Minnie asintió, respirando profundamente para calmar su corazón acelerado. Era el momento de enfrentar el último paso del cortejo, y aunque los nervios aún estaban presentes, las palabras de Taehyung habían encendido una chispa de confianza en su interior.

Mientras la luna comenzaba a ascender en el cielo nocturno, Minnie sabía que esta noche sería decisiva para su futuro junto a Jungkook.

ᐢ..ᐢ

El fuego era el centro de todo. Sus llamas parpadeaban como si compartieran el mismo ritmo que los corazones de Minnie y Jungkook, iluminando sus figuras desnudas con una calidez que parecía trascender lo físico. La cabaña estaba envuelta en una atmósfera íntima, donde cada rincón parecía bendecido por la presencia de la luna y la tierra misma.

Jungkook observó a su omega con admiración. Minnie estaba sentado en medio de la suave manta extendida en el suelo, sus orejitas temblando ligeramente, pero con los ojos llenos de confianza y amor.

—¿Estás listo? —preguntó Jungkook con una voz baja y grave, mientras tendía una mano hacia él.

El omega asintió lentamente, entrelazando sus dedos con los del alfa. El contacto envió un escalofrío cálido a través de ambos. Jungkook lo guió al centro de la cabaña, donde las velas parecían formar un círculo protector alrededor de ellos.

Sin decir una palabra, el alfa comenzó a moverse, llevando a Minnie a un baile lento y sincronizado. No había música, pero no la necesitaban. Sus corazones marcaban el ritmo, y sus almas tejían una melodía que sólo ellos podían oír.

El omega siguió los pasos de su alfa con delicadeza, sus pies deslizándose con gracia sobre la manta mientras sus cuerpos se movían en perfecta armonía. Cada movimiento era un diálogo silencioso: Te amo. Te respeto. Te elijo.

La intensidad del momento los envolvía, pero pronto las risas suaves rompieron la solemnidad. Minnie tropezó ligeramente, y Jungkook lo sostuvo antes de que pudiera perder el equilibrio.

—Eres torpe, conejito, —murmuró con una sonrisa mientras rozaba su nariz con la de él.

—Y tú eres un alfa demasiado protector, —respondió Minnie entre risas, su mirada brillante.

El baile terminó en un torbellino de besos y caricias. Jungkook tomó la mano de su omega, depositando un beso en el dorso antes de guiarlo nuevamente hacia la manta. Con delicadeza, lo recostó sobre la superficie acolchada, sus ojos oscuros recorriendo cada rincón del cuerpo del omega como si fuera un tesoro sagrado.

—Omega… —murmuró, su voz teñida de reverencia—. Eres precioso.

Se inclinó y besó la punta de la nariz de Minnie, luego sus labios, tomando su tiempo para saborear el momento. Minnie respondió al beso con pasión contenida, tomando el rostro del alfa entre sus manos y juntando sus frentes.

—Alfa… —susurró el omega, su voz apenas audible por la emoción—. Quiero que me tomes. Quiero que me proclames como tuyo.

Jungkook cerró los ojos, su pecho subiendo y bajando con intensidad. Había esperado tanto por esas palabras que ahora que las oía, sentía que todo su ser ardía con una mezcla de amor y deseo.

—Minnie, —murmuró, sus labios rozando la frente del omega—. Mi omega, mi vida.

El alfa comenzó a trazar un camino de besos desde el cuello de Minnie, descendiendo lentamente. Cada beso era una declaración de amor, cada caricia una promesa eterna. Minnie cerró los ojos, dejándose llevar por la intensidad del momento, sus manos aferrándose a los hombros de Jungkook mientras su cuerpo reaccionaba ante cada toque.

Cuando Jungkook llegó a los pies del omega, besó cada uno con cuidado, como si rindiera homenaje a cada parte de su amado. Minnie soltó un pequeño gemido, su piel sensible reaccionando al contacto.

—Eres un ángel, —susurró el alfa, su mirada cargada de devoción.

El omega sonrió tímidamente, pero su cuerpo hablaba más fuerte que sus palabras. Estaba completamente entregado, sus mejillas teñidas de un rubor intenso mientras sus piernas temblaban ligeramente.

Jungkook volvió a subir, deteniéndose en el pecho de Minnie, donde comenzó a juguetear con uno de sus pezones. Minnie soltó un jadeo desesperado, su espalda arqueándose levemente mientras el alfa lo estimulaba.

—Tranquilo, omega, —murmuró Jungkook, dejando un beso tranquilizador en su hombro.

Sus manos grandes y cálidas descendieron aún más, deteniéndose en la entrada del omega. Minnie había liberado sus fluidos, su cuerpo preparándose instintivamente para recibir a su alfa. El aroma a lavanda se intensificó, inundando el espacio y embriagando a Jungkook.

—Eres perfecto, —dijo con una voz ronca, su mirada fija en el rostro del omega.

Minnie no podía responder. Su respiración era pesada, su mente nublada por las sensaciones que recorrían su cuerpo. Todo lo que podía hacer era aferrarse a Jungkook, confiando plenamente en que su alfa cuidaría de él en este momento tan íntimo.

El fuego seguía ardiendo a su alrededor, testigo del amor que compartían. La última fase del cortejo no era simplemente una prueba; era una confirmación de que ambos estaban destinados a ser uno solo.

Jungkook inhaló profundamente, sus pupilas dilatándose como reflejo de la necesidad que lo dominaba. El aroma de Minnie llenaba cada rincón de su ser, nublando su mente y avivando el fuego en su interior. Con sus manos grandes y firmes, acarició los muslos suaves del omega, admirando cómo temblaban bajo su toque.

Sus dedos exploraron con cuidado la entrada húmeda de Minnie, probando la esencia que su cuerpo liberaba naturalmente para él. Jungkook cerró los ojos, deleitándose con el sabor que le ofrecía.

—Delicioso, —murmuró con una voz ronca que parecía provenir de lo más profundo de su pecho—. Jodidamente húmedo para mí.

El omega gimió, un sonido quebrado que hizo vibrar a Jungkook. Minnie intentó levantar las caderas, buscando desesperadamente más contacto, más conexión, mientras los dedos del alfa lo exploraban.

Jungkook añadió dos dedos más, provocando que Minnie arqueara la espalda y emitiera un sonido agudo. Las paredes de su entrada apretaron los dedos del alfa con fuerza, como si quisieran retenerlo.

El alfa detuvo sus movimientos, observando con fascinación cómo el cuerpo de Minnie respondía a él. Era hermoso, puro y completamente suyo. Las caderas del omega se movían instintivamente, buscando profundizar la conexión que tanto deseaba.

—Alfa… por favor… —Su voz era un susurro cargado de anhelo, sus palabras quebrándose al final.

Jungkook cerró los ojos y tragó con dificultad, tratando de contenerse un poco más. La forma en que su omega lo llamaba era su perdición. No había sonido más dulce, más tentador, que ese.

Se inclinó sobre él, alineando su miembro con la entrada de Minnie. Se tomó su tiempo, presionando con suavidad mientras observaba cada expresión en el rostro del omega. Cuando finalmente entró, lo hizo con un movimiento lento y deliberado, dejando que las paredes cálidas y húmedas de Minnie se ajustaran a su tamaño.

—Eres perfecto, omega, —murmuró mientras lo llenaba por completo, su voz cargada de amor y deseo.

El omega dejó escapar un grito suave, sus manos aferrándose a los brazos de Jungkook mientras sus cuerpos se unían. Había una mezcla de emociones en sus ojos: sorpresa, deleite y un amor incondicional que lo envolvía por completo.

Las llamas de las velas parecían aumentar en intensidad, reflejando la pasión que ambos compartían. Jungkook comenzó a moverse con cuidado, sus caderas marcando un ritmo que buscaba complacer a su omega en todos los sentidos. Cada movimiento era certero, golpeando el punto dulce de Minnie con precisión.

El cuerpo de Minnie reaccionó instantáneamente, su espalda arqueándose mientras gemidos llenaban el aire. Su aroma se intensificó, envolviendo a Jungkook en una nube de lavanda y pureza que lo llevó al borde de la locura.

—Dioses, Minnie… —jadeó Jungkook, inclinándose para besar los labios entreabiertos del omega.

Minnie respondió al beso con desesperación, sus manos deslizándose por la espalda del alfa mientras sus caderas se movían instintivamente al ritmo que este marcaba.

—Más… —susurró el omega, sus mejillas sonrojadas mientras buscaba profundizar la conexión entre ambos—. Por favor, alfa… más.

Jungkook aceleró sus movimientos, sus caderas golpeando con más fuerza mientras el sonido de sus cuerpos llenaba la cabaña. Cada embestida arrancaba un gemido más fuerte del omega, quien se aferraba a él como si fuera su ancla en medio de un océano de sensaciones.

El alfa bajó la mirada, observando cómo Minnie se retorcía bajo él, su cuerpo temblando con cada embestida. Era la imagen más hermosa que había visto en su vida, su omega completamente entregado, lleno de confianza y amor.

—Eres mío, omega, —gruñó el alfa, su voz cargada de posesión—. Sólo mío.

—Siempre tuyo, alfa, —respondió el omega, sus palabras entrecortadas por los gemidos que no podía contener.

El calor en la cabaña alcanzó su punto máximo, las velas parpadeando como si reconocieran el momento culminante. Sus movimientos se volvieron más rápidos, más desesperados, mientras ambos se acercaban al límite de sus emociones y cuerpos.

Jungkook inclinó su cabeza, mordiendo suavemente el cuello de Minnie, marcándolo con una promesa de pertenencia eterna. Minnie soltó un grito ahogado, su cuerpo convulsionando mientras el placer lo arrasaba como una ola.

La conexión entre ambos no era sólo física; era espiritual, emocional. En ese momento, sabían que no había vuelta atrás. Eran uno solo, unidos por el fuego del amor y la pasión.

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