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Capítulo 4
El aire del bosque se llenó con el rugido dominante de Jungkook al transformarse. Su figura, ahora la de un tigre descomunal, destacaba entre los árboles. Su tamaño y la fuerza que emanaba lo convertían en una presencia imponente, incluso para otros alfas de su manada. Sin perder tiempo, lanzó una última mirada hacia donde Yoongi lideraba a los demás alfas para la cacería.
-Vayan ustedes, yo tengo otros pendientes que hacer -ordenó con autoridad.
Yoongi frunció el ceño, evidentemente dudoso, pero no se atrevió a cuestionar al líder. Con un asentimiento, tomó el mando del grupo y se alejó, dejando a Jungkook solo.
El alfa tigre se internó en el bosque, sus patas enormes apenas rozaban el suelo mientras avanzaba con rapidez y precisión. Cada paso lo llevaba más cerca de su destino. El bosque se volvía más denso y oscuro, los aromas cambiaban, y el territorio conocido daba paso al de los híbridos de gama baja. Jungkook no dudó en seguir avanzando, su determinación era clara: saber la verdad sobre Minnie.
Al cruzar el límite entre territorios, su cuerpo volvió a su forma humana. Ahora, con la ventaja de pasar más desapercibido, se acercó a la aldea de los conejos. El lugar era modesto, con pequeñas casas construidas de materiales básicos, reflejo de la simplicidad y vulnerabilidad de los híbridos que vivían allí.
Pero su llegada no pasó desapercibida. El aroma del alfa invadió el aire, y su presencia desató un caos inmediato. Algunos híbridos se transformaron en sus formas animales y corrieron a esconderse, mientras otros gritaban y buscaban refugio. Las puertas se cerraron con fuerza, y las ventanas fueron bloqueadas apresuradamente.
Jungkook no se inmutó. Caminó por la aldea con paso firme, su mirada dorada escaneando cada rincón, buscando cualquier pista que lo llevara a entender lo que le había pasado a su omega.
-¡Tú! ¿Qué haces aquí? -gritó un conejo en forma humana, visiblemente nervioso, pero tratando de mantenerse firme ante el alfa que tenía frente a él.
-Busco respuestas -respondió Jungkook, su voz grave y llena de autoridad. Dio un paso hacia el híbrido, quien retrocedió automáticamente-. Minnie. Su nombre te debe sonar muy bien.
El conejo tembló, sus ojos reflejaban miedo, pero también sorpresa al escuchar el nombre.
-Yo... yo no sé de qué hablas. Él no pertenece a nuestra manada desde hace... -Se calló, como si hubiera dicho más de lo que debía.
Jungkook entrecerró los ojos, cruzando los brazos frente a su pecho.
-Entonces explícame por qué lo desterraron. ¿Qué hizo para merecer eso? -Su tono era bajo, pero cada palabra cargaba una amenaza implícita.
El híbrido conejo tragó saliva, incapaz de sostenerle la mirada.
-Fue... fue una decisión de los ancianos. Yo no tuve nada que ver... -balbuceó, retrocediendo lentamente.
-Llévame con ellos. Ahora. -Jungkook no dio lugar a objeciones.
El híbrido asintió tembloroso y comenzó a guiarlo hacia el centro de la aldea. A medida que avanzaban, los murmullos de los habitantes escondidos en las casas crecían. Jungkook no necesitaba escuchar para saber que su presencia generaba terror, pero no le importaba. Su único objetivo era proteger y comprender mejor a su omega, y no se detendría hasta lograrlo.
ᐢ..ᐢ
La luz del sol se filtraba entre las ramas de los árboles, llenando el lugar con un resplandor cálido y agradable. Por primera vez desde que había llegado a la manada de tigres, Minnie se aventuró a salir de la cabaña. Su corazón latía rápidamente, pero no por miedo, sino por los nervios de estar fuera de la protección que representaba la presencia de Jungkook.
Con una pequeña bolsa de tela colgada sobre su hombro, llena de hojas vegetales que había recogido en la despensa del alfa, Minnie caminó con cuidado, observando a su alrededor. Cada paso lo acercaba más al corazón del territorio de los tigres. Su andar nervioso no pasó desapercibido para los miembros de la manada; varios híbridos lo miraron, algunos con curiosidad, otros con una mezcla de sorpresa y respeto.
Algunos alfas y betas inclinaban ligeramente la cabeza al verlo, un gesto de saludo que Minnie no esperaba y que lo hizo sentir un poco menos fuera de lugar. Sin embargo, la sensación de ser observado con tanta atención no desaparecía.
"Respira hondo, Minnie," se recordó a sí mismo.
Su paseo lo llevó a un área donde los alfas y betas trabajaban construyendo muebles y decoraciones de madera. Las herramientas resonaban en el aire, y el omega no pudo evitar admirar la destreza con la que moldeaban cada pieza. Era un arte, cada mueble parecía único y cuidadosamente diseñado.
Pasando de largo, se encontró con otro espectáculo impresionante: híbridos en su forma animal. Los tigres que había visto en los alrededores eran enormes, majestuosos. Sus músculos se movían con gracia bajo el brillante pelaje rayado, y Minnie no pudo evitar sentirse diminuto en comparación. Su propia especie, aunque tierna, nunca había tenido la fuerza o el porte que los tigres mostraban con tanta naturalidad.
Mientras seguía explorando, el sonido de risas llamó su atención. Intrigado, caminó hacia una zona abierta donde había una estructura de juegos hecha de madera y soga. Era un lugar encantador, con toboganes, columpios y áreas para escalar, todo diseñado con detalle para los cachorros de la manada.
Los pequeños híbridos corrían y jugaban, sus risas llenando el aire. Minnie sonrió al verlos tan felices, revolcándose por el suelo, jalándose las colas unos a otros o persiguiéndose en círculos. Buscó un lugar tranquilo donde sentarse y terminó en una banca de madera al borde del área de juegos, observándolos con una suave sonrisa.
Uno de los cachorros, un pequeño tigre de rayas claras, lo notó y se le acercó con timidez.
-¿Puedo tocar tus orejitas? -preguntó el cachorrito, mirando a Minnie con ojos brillantes llenos de curiosidad.
El omega soltó una risa suave y se inclinó hacia él.
-Claro, adelante.
Las pequeñas manos del cachorro tocaron las orejas del conejo con cuidado, acariciándolas con asombro.
-Eres suavecito -dijo el pequeño, maravillado.
Minnie le devolvió la sonrisa.
-Y tú eres un cachorro muy bonito -respondió, sacando una hoja de su bolsa y entregándosela al pequeño-. Aquí, prueba esto.
El tigre tomó la hoja y le dio un mordisco pequeño. Su cara cambió al instante, haciendo una mueca de asco.
-¡Guácala! -exclamó, sacudiendo la cabeza.
Minnie no pudo evitar soltar una carcajada.
-Es comida para conejos, no de tigres -bromeó, acariciándole la cabeza.
-¿Tú eres el omega del señor Kookoo? -preguntó el pequeño de repente, inclinando la cabeza con curiosidad.
-¿Señor Kookoo? -repitió Minnie, reprimiendo una risa ante el peculiar apodo que le habían puesto al alfa.
-¡Sí! El líder de nuestra manada. ¡Él nos hizo estos juegos! -dijo el cachorro con orgullo, señalando las estructuras de madera.
Antes de que Minnie pudiera responder, los otros cachorros notaron la conversación y corrieron hacia él, rodeándolo rápidamente.
-¡Conejito! -gritaron emocionados. Todos se inclinaron en una pequeña reverencia que había sido claramente aprendida de sus padres.
-¡Oh, no, no! -dijo Minnie, agitando las manos, incómodo con tanta formalidad-. No necesitan hacer eso. Mejor... uhm...
Los cachorros lo miraron expectantes, sus pequeñas orejas paradas y sus colas moviéndose con entusiasmo.
Uno de ellos, más atrevido, habló primero:
-Conejito, mi mami dijo que tú no eres como nosotros.
Minnie sintió que el corazón se le encogía un poco. Mordió su labio inferior, sin saber cómo responder.
-Eso es cierto -admitió con suavidad-. Soy diferente. Pero, ¿saben qué? Creo que las diferencias también nos pueden hacer especiales.
Los cachorros parpadearon, procesando sus palabras. Minnie cambió de tema rápidamente para evitar que lo llenaran de preguntas.
-¿Quieren que les cuente una historia? -ofreció, cambiando su expresión a una sonrisa amable.
Los pequeños asintieron vigorosamente, emocionados. Se sentaron en una media luna frente a él, con las orejas bien erguidas y las colas agitándose mientras esperaban ansiosamente.
Minnie se sentó más cómodamente, pensando en qué historia contarles. Eligió una sencilla, una que su madre le había contado cuando era pequeño. Comenzó a relatarla con calma, utilizando su voz suave y cálida, capturando la atención de los cachorros que lo miraban fascinados.
Desde la distancia, Jungkook observaba la escena. Había regresado antes de lo previsto y lo primero que había notado al llegar al claro fue a Minnie, rodeado de cachorros y con una expresión serena que no había visto antes. El omega se veía en paz, su sonrisa iluminando el área mientras contaba su historia con un toque de ternura.
El alfa sonrió para sí mismo. Minnie no solo había salido de la cabaña, sino que había comenzado a formar un vínculo con la manada. Era algo que no esperaba tan pronto, pero verlo interactuar con los pequeños y recibir su aceptación llenó a Jungkook de una calidez inesperada.
"Este pequeño omega sigue sorprendiéndome," pensó Jungkook mientras se quedaba a la distancia, dejando que Minnie disfrutara de su momento.
ᐢ..ᐢ
La calidez del día se desvanecía, dando paso a un atardecer que teñía el cielo de tonos naranjas y rosados. Minnie se despidió de los cachorros con una sonrisa y palabras amables, agradeciendo por el rato compartido. Pero a medida que se alejaba del área de juegos y veía a los alfas regresar de la cacería, una inquietud lo invadió.
El aire se llenó con el olor metálico de la sangre fresca mezclado con las feromonas intensas de los tigres en su forma animal. Aunque nadie le dirigió una mirada amenazante, Minnie apresuró el paso, regresando rápidamente a la cabaña. Cerró la puerta detrás de él, respirando hondo.
"Estás a salvo aquí," se recordó, aunque su corazón todavía latía con fuerza.
Al entrar, su nariz detectó de inmediato un aroma familiar: Incienso. Ese olor amaderado y calmante siempre lo relajaba, pero esta vez también hizo que sus mejillas se sonrojaran. Sus pasos lo llevaron directo a la habitación, donde se encontró con el alfa saliendo del baño, con solo una toalla atada alrededor de su cintura.
-Omega. -La voz grave de Jungkook lo sacudió, firme pero con una calidez que hacía que Minnie sintiera un cosquilleo en su pecho.
Minnie no sabía a dónde mirar: los ojos dorados que lo observaban, el cuerpo fuerte del alfa o la cicatriz que cruzaba su abdomen, un recordatorio de las batallas que había enfrentado.
-H-Hola -balbuceó, sintiéndose torpe por los nervios que aún le causaba estar cerca de Jungkook en situaciones tan... íntimas. Intentó desviar la conversación hacia algo más ligero-. Hoy salí y conviví con los cachorros. Fue divertido, los acaricié y... ¡Oh! Dijeron que el líder Kookoo les hizo sus juegos.
La risa de Jungkook resonó en la habitación, profunda y contagiosa.
-¿"Kookoo"? Ese apodo ridículo... -murmuró, mientras se acercaba a Minnie y le acariciaba detrás de las orejas. El omega cerró los ojos, disfrutando el gesto que parecía derretir toda la tensión de su cuerpo.
-Me vestiré. Luego hablamos, omega.
Minnie asintió rápidamente y se dirigió a la cocina. Mientras revisaba las provisiones, notó algunas presas frescas que los alfas habían traído. Solo mirarlas hizo que un escalofrío recorriera su cuerpo; su instinto de herbívoro lo alejaba de esas cosas. Sacudió la cabeza y decidió preparar una cena más acorde a sus gustos: una ensalada generosa con los vegetales disponibles.
Cuando Jungkook se sentó a la mesa, su plato frente a él, el rugido de su estómago fue evidente. Minnie levantó la vista con una expresión traviesa.
-Hoy harás dieta -anunció, mientras colocaba su propio plato en la mesa y tomaba asiento frente a él.
Jungkook rió, divertido por la determinación del omega.
-Entonces... ¿Cómo te fue hoy? -preguntó Minnie, mientras comenzaba a comer.
Jungkook tomó un bocado de la ensalada antes de responder.
-Indagué sobre tu manada.
El cubierto que Minnie sostenía cayó de su mano, chocando contra el plato con un sonido seco. Sus ojos se abrieron con sorpresa y miedo.
-Sé la verdadera razón del porqué no estás con ellos -continuó el alfa con calma, pero sus palabras cargaban un peso que hizo que Minnie se tensara.
El omega apartó la mirada, su voz temblando.
-No me resistiré si eliges eliminarme de tu manada.
Jungkook frunció el ceño, dejando su tenedor sobre la mesa.
-No. No pienso hacer eso. No estaría dispuesto a alejarme de mi omega y tampoco permitiré que lo hagan.
El corazón de Minnie dio un vuelco al escuchar esas palabras. "Mi omega." Esa simple declaración, dicha con tanta convicción, hacía que todo en su interior se agitara.
-Para mi familia, yo soy un omega imperfecto. -Las palabras salieron apresuradas, como si temiera no tener suficiente tiempo para decirlo todo-. No presenté mi aroma ni la marca que las escrituras de nuestros antepasados predecían. Fui aislado de mi propia manada, y ellos mismos se encargaron de alejarme de la aldea.
Minnie apretó las manos sobre su regazo, su respiración acelerándose.
-No tengo a nadie. Para mi manada, yo no existo. No soy uno de ellos y... mis padres... creo que ellos están bien sin mí.
-Omega. -La voz de Jungkook cortó su monólogo, demandante pero sin perder la calidez. Minnie levantó la vista tímidamente, sus orejas bajando por reflejo.
-Estás aquí ahora. Esta es tu familia. Eres mi familia.
Las palabras del alfa llenaron el silencio, pesadas y sinceras. Minnie sintió un nudo en la garganta; quería creerlo, pero la inseguridad aún lo atormentaba.
-Todo esto es muy... extraño. -Su voz era un susurro-. Confío en ti, sé que eres mi alfa. Mi omega me lo repite una y otra vez, pero... tengo mucho miedo.
Jungkook extendió su mano sobre la mesa, sus ojos fijos en los de Minnie.
-Te lo he prometido. Nada ni nadie te hará daño.
-Lo sé, creo en tu palabra. -Minnie tomó aire antes de continuar-. En quien realmente no confío es en mí. En ser un error de nuevo y quedarme solo... o que me eliminen.
El alfa sostuvo su mirada, firme pero lleno de ternura.
-Permíteme, omega. -Jungkook tomó las manos de Minnie con cuidado, acercándolas a sus labios-. Permíteme demostrarte que te quiero para mí. Permíteme cortejarte, tal como un omega como tú se lo merece.
El contacto, el calor de las manos del alfa y el tono protector en su voz hicieron que Minnie sintiera una mezcla de emoción y temor. Era extraño, aterrador, pero también hermoso.
Y, por primera vez, el omega pensó que tal vez no estaba tan solo como había creído.
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