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Capítulo 3
El sol se colaba tenuemente por las cortinas de la cabaña del alfa, marcando el tercer día desde la llegada de Minnie a la manada de los tigres. Aunque el pequeño conejo no había salido ni un solo paso fuera del refugio, su presencia ya había dado pie a una marea de rumores entre los híbridos. Los murmullos se deslizaban como serpientes entre las hogueras y los corredores de la aldea:
-¿Por qué sigue aquí?
-Un omega herbívoro en nuestro territorio...
-El alfa debe estar perdiendo la cabeza.
Sin embargo, nadie se atrevía a preguntar directamente a Jungkook. Su autoridad era incuestionable, y cualquier intento de desafiarlo podía terminar mal.
Dentro de la cabaña, Minnie asomaba tímidamente la cabeza por la ventana. Sus grandes orejas se mantenían alertas, apenas dejando entrever su curiosidad mientras sus ojos observaban la vida en la aldea. Híbridos tigres iban y venían. Algunos alfas llevaban leña en sus hombros, otros traían presas recién cazadas; las omegas cuidaban de sus cachorros, y algunos jóvenes corrían por el lugar, jugando entre risas. Todo parecía tan diferente a la estricta y rígida vida de su manada.
-¿Todo bien?
Minnie dio un respingo y retrocedió rápidamente. Su mirada asustada encontró a Jungkook, quien acababa de entrar llevando un ramo de hojas verdes y otros alimentos. La mera presencia del alfa llenó el aire de calma, un efecto que Minnie comenzaba a reconocer cada vez con más claridad.
-Sí... -respondió en un susurro, apenas audible.
El alfa dejó los alimentos sobre la mesa, mientras Minnie, tímidamente, se acercaba a olfatear las hojas vegetales. Sus ojos se iluminaron, como un pequeño destello de felicidad en medio de su timidez.
-¿Eso es para mí?
-Así es -respondió Jungkook con una pequeña sonrisa-. Revisé las provisiones, y no creo que quieras alimentarte de carne...
El omega abrió los ojos con horror y sacudió la cabeza rápidamente, negando con vehemencia. La reacción fue tan genuina que Jungkook dejó escapar una risa suave, su pecho relajándose ante lo tierno que se veía.
-Hoy me reuniré con mi manada, omega.
Minnie alzó la cabeza, sus orejas moviéndose hacia atrás, reflejando su creciente nerviosismo.
-Hablaré con ellos sobre tu estadía -continuó el alfa, observando con cuidado cómo el pequeño conejo bajaba la mirada y sus orejitas se plegaban hacia abajo, llenas de temor-. Te prometo que no te irás de mi lado.
Minnie levantó ligeramente la mirada, y su corazón latió con fuerza ante las palabras del alfa. Había algo en su tono, en su mirada firme y decidida, que le daba un pequeño rayo de esperanza. Una corriente cálida recorrió su cuerpo, haciéndolo sentir extrañamente seguro.
-Minnie... -Jungkook comenzó, inclinándose un poco hacia él.
Pero el agudo silbido de la tetera en la cocina lo interrumpió. Minnie dio un pequeño salto y corrió hacia la cocina para apagarla. Su lado omega se activó casi de manera automática, vertiendo con cuidado agua caliente sobre las hierbas secas que había preparado en un par de tazas. El aroma del té llenó la habitación, calmando el ambiente.
Minutos después, Jungkook entró en la cocina y se detuvo en seco. Sobre la mesa, Minnie había dispuesto cuidadosamente un pequeño almuerzo para ambos. Aunque el conejo no era un cocinero experto, había puesto todo su empeño en preparar algo que pudiera disfrutar con el alfa: un plato sencillo de vegetales frescos y sopa tibia. Claro, para Jungkook, acostumbrado a dietas de carne y proteínas pesadas, el menú parecía un tanto peculiar, pero la intención detrás de ello lo desarmó por completo.
-Espero que te guste -dijo Minnie con voz suave, evitando mirarlo directamente.
Jungkook se quedó mirándolo fijamente por unos segundos, sus labios curvándose en una sonrisa involuntaria. La imagen frente a él era una de las cosas más tiernas que había visto en mucho tiempo: Minnie con sus orejitas ligeramente caídas, mirándolo expectante, esperando aprobación.
-Es perfecto -respondió el alfa, sentándose frente a él.
El conejo levantó un poco la mirada, y su rostro se iluminó con una pequeña sonrisa.
Ambos comenzaron a comer en un silencio cómodo. Minnie era meticuloso y ordenado, mientras que Jungkook, aunque acostumbrado a comidas más toscas, hizo un esfuerzo por probar cada bocado. Notó la dedicación que el omega había puesto en los detalles, desde la forma en que los vegetales estaban cortados hasta el cuidado en la presentación de la sopa.
-¿Te quedaste todo el día aquí dentro? -preguntó el alfa de repente.
-Sí... -respondió Minnie, jugando con la cuchara entre sus manos-. No quiero causar problemas.
Jungkook frunció ligeramente el ceño. Había notado la forma en que el omega se retraía constantemente, como si temiera ser una carga o una molestia. Era evidente que los traumas de su pasado aún lo perseguían.
-No eres un problema -dijo Jungkook con firmeza, atrayendo la mirada del omega hacia él-. Eres mi responsabilidad ahora, y nadie aquí te hará daño.
Minnie bajó la cabeza, pero no pudo evitar que una lágrima solitaria rodara por su mejilla. Las palabras del alfa resonaban profundamente dentro de él, como un bálsamo que comenzaba a sanar heridas que llevaba cargando por años.
Jungkook se inclinó hacia él, limpiando la lágrima con el pulgar antes de que el omega pudiera esconderse.
-Confía en mí, Minnie.
El pequeño conejo asintió lentamente, sintiendo cómo el calor de la mano del alfa contra su mejilla le transmitía una paz que nunca antes había experimentado.
ᐢ..ᐢ
La noche era fresca, pero la tensión en el aire se sentía pesada. Los miembros de la manada se habían reunido en el claro central del territorio, donde las reuniones importantes siempre tenían lugar. Jungkook, con su postura imponente y su mirada severa, se encontraba en el centro, irradiando una autoridad que no admitía cuestionamientos.
-¡Todos hagan silencio! -rugió, su voz resonando como un trueno que cortó cualquier conversación al instante. Sus ojos dorados destellaban con intensidad, dejando claro que no toleraría interrupciones.
La manada obedeció de inmediato, bajando la cabeza en señal de respeto. Jungkook no era un líder que dejara pasar la desobediencia; cuando hablaba, sus palabras eran ley, y nadie se atrevería a contradecirlo sin enfrentar las consecuencias.
-Hace tres días llegó un híbrido conejo a nuestra manada -empezó con un tono firme y autoritario, dejando que sus palabras calaran en cada uno de los presentes-. He tomado una decisión.
A su lado, Yoongi permanecía en silencio, con los brazos cruzados y una expresión seria, vigilando atentamente a los miembros de la manada para asegurarse de que ninguno interrumpiera.
Sin embargo, los murmullos comenzaron a surgir entre el grupo. Aunque los tigres eran depredadores, no cazaban híbridos herbívoros por respeto a las leyes de la naturaleza que regían a su especie. Aun así, la idea de tener a un conejo viviendo entre ellos desafiaba sus instintos más básicos.
Jungkook gruñó, un sonido bajo y gutural que se transformó en un rugido que hizo eco en el claro. El silencio volvió a reinar al instante, los murmullos extinguidos y las cabezas agachadas.
-Me haré cargo de él -anunció con un tono cargado de determinación-. Nadie tendrá el atrevimiento de tocarlo ni de lastimarlo. Cualquiera, sea omega, alfa o beta, que desobedezca mi mandato no será desterrado. Me encargaré personalmente de desaparecerlo con mis propias garras.
Un escalofrío recorrió a los presentes. La amenaza era clara, y no había duda de que el alfa cumpliría su palabra si alguien desafiaba su autoridad.
-Sé que están confundidos -continuó Jungkook, suavizando ligeramente su tono sin perder la firmeza-. Yo también lo estaría en su lugar. Este acontecimiento ha llevado a que tome decisiones que ni siquiera yo mismo pensaba tomar.
El silencio fue total mientras todos esperaban las siguientes palabras de su líder.
-Pero sé que cualquiera haría lo mismo si se tratara de su omega.
El asombro fue inmediato, reflejado en las miradas de todos los presentes. El alfa no esperó a escuchar sus reacciones. Sin dar explicaciones adicionales, se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia su cabaña, dejando atrás a una manada sumida en el desconcierto.
Al acercarse a su refugio, vio una pequeña figura blanca corriendo hacia dentro con rapidez. Frunció ligeramente el ceño, reconociendo de inmediato al omega. Minnie, al parecer, había desobedecido sus órdenes y se había escabullido para escuchar la reunión.
Jungkook abrió la puerta de la cabaña y entró, cerrándola tras de sí. Sus pasos resonaron en el piso de madera mientras se dirigía a la habitación. Allí estaba Minnie, en su forma humana, sentado en la cama con un libro apoyado en sus piernas. Sin embargo, el alfa no tardó en notar que el libro estaba al revés.
-Así que... escuchaste -dijo Jungkook con una sonrisa divertida mientras cruzaba los brazos.
Minnie fingió confusión, mirando rápidamente el libro antes de negarlo con una expresión nerviosa.
-¿Escuchar qué? Yo... estuve aquí leyendo sobre... -intentó justificar, hojeando rápidamente el libro y leyendo su título en voz alta-. La importancia del celo y...
Las palabras murieron en sus labios mientras sus mejillas se encendían de un rojo intenso. Bajó el libro rápidamente y soltó una risita nerviosa.
Jungkook negó con la cabeza, divertido, y se acercó a él. Sentándose en la cama a su lado, tomó el libro de sus manos y lo dejó en la mesita de noche.
-¿Escuchaste todo, omega? -preguntó, esta vez en un tono más suave.
Minnie bajó la cabeza, sus orejitas cayendo con timidez, y asintió lentamente.
-Entonces... -Jungkook lo animó a continuar.
-Eres mi alfa -susurró Minnie, abrazando sus piernas con más fuerza, como si necesitara protegerse de lo que acababa de confesar-. Yo... también lo sentí, Jungkook.
El corazón del alfa se detuvo por un momento ante esas palabras. Sin decir nada, levantó una mano y acarició con ternura la mejilla del omega. Minnie, sin siquiera darse cuenta, liberó feromonas; su aroma a lavanda llenó la habitación, envolviendo a Jungkook en una cálida nube que hizo que su lado animal ronroneara de satisfacción.
-Tú... ¿tú sentiste mi aroma? -preguntó Minnie con incredulidad, su voz temblando ligeramente.
Jungkook asintió, su mirada fija en los ojos del omega.
-P-Pero cómo... Yo no... -Minnie balbuceó, confundido, casi como si dudara de sí mismo.
-Creo que soy el único que puede notarlo -dijo Jungkook, su tono lleno de convicción-. No lo sé con certeza. Yoongi pensó que no tenías uno, pero yo lo siento. Siento tu aroma a lavanda, Minnie, y... -se inclinó un poco más hacia él-. Creo que será mi debilidad de ahora en adelante.
Sin darle tiempo a procesar sus palabras, Jungkook cerró la distancia entre ambos y unió sus labios en un beso lento y suave. Minnie se quedó inmóvil al principio, sus ojos abiertos por la sorpresa, pero pronto los cerró mientras su corazón latía descontrolado. Una chispa cálida recorrió su cuerpo, haciendo que su lado animal chillara de alegría en su interior.
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