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Capitulo 8: Luz Contra Oscuridad

11 De Marzo / Hora - 5 :12 pm

Dentro de la fabrica, Zaigor y el humanoide Keizer, se ven cara a cara listo para pelear. Si bien el humanoide de 2,30 metros, estaba claramente sorprendido al principio, no perdió el tiempo en desafiar a la bestia. El momento llego, los dos luchan en el almacén en una lucha que parece poder ir en cualquier dirección.

Ambos miden fuerzas forcejeando intentando tumbarse el uno al otro. La bestia golpea en el pecho y lo tumba al suelo para luego golpearlo con ambos manos y darle una patada, pero Keizer no se queda atrás y le devuelve doble patada en el pecho que lo hace retroceder unos metros. Este corre con golpes en la cara y pecho consecutivos. La bestia evade algunos golpes, Sin embargo, el humanoide pateó fuertemente al monstruo y lo envió volando hacia la pared.

Desafortunadamente, vio a Sara que estaba oculta e intentó aplastarla con su larga cola. El humanoide se movió rápidamente y la protegió con su propio cuerpo para su sorpresa. Sin embargo, la bestia ahora tenía la ventaja, después de azotarlo con la cola varias veces, Zaigor lo envolvió, tratando de estrangular a su victima. Keizer luchó en vano por liberarse, sin embargo descubrió un nuevo poder. La hoja de su brazo comenzó a brillar mientras se concentraba, dándose la vuelta rápidamente, cortó el extremo de la cola del monstruo y se quitó una parte de la cola alrededor de su cuello.

El sonido de los golpes y los gritos llenaba el almacén mientras Zaigor y Keizer continuaban luchando. La bestia estaba furiosa por el corte en su cola y se abalanzó sobre el humanoide con ferocidad. Keizer se movió con rapidez para evitar los ataques y lanzó varios golpes a la bestia, pero esta parecía no sentir el dolor.

La bestia lanzó un rugido ensordecedor y comenzó a aumentar su masa muscular aún mayor y sus ojos se volvieron rojos como la sangre. Keizer sabía que estaba en problemas y decidió concentrarse en defenderse, bloqueando los ataques de la bestia con su hoja brillante.

Keizer cargó hacia adelante, golpeándolo a la bestia consecutivamente para después embistiéndolo contra las paredes. Luego carga a la bestia hacia sus hombros y lo tira al suelo con fuerza dejando un cráter. El esta Listo para terminar la pelea solo para que sucediera algo inesperado.

El núcleo de energía en forma de ave de Keizer, comenzó a latir cuando su cuerpo se sintió sacudido por el dolor y su fuerza comenzó a desvanecerse poco a poco. El núcleo de su pecho parpadea en amarillo y emite un ruido similar al de un latido del corazón. Keizer se arrodilla parece que esta llegando a sus limites físicos.

—Estas sufriendo... ya entiendo. Tu fusión con el humano no fue completada declaro la bestia.

La bestia comentó sobre la fusión incompleta de Keizer y lo ataco golpeándolo varias veces en el cuerpo. Keizer se defendió con las fuerzas que le quedaban, y sujeta sus brazos de la bestia por unos momentos para después empujar al monstruo, y luego cargó su brazalete nuevamente y se giró disparando una ráfaga de energía en forma de flecha que abrió el torso del monstruo hiriéndolo gravemente y abrió un agujero en la pared detrás de él.

Keizer quería seguir luchando cargando sus brazalete de energía, pero cae de rodillas otra vez. La bestia se va de la fabrica, sabiendo que moriría si continuaba luchando y Keizer estaba demasiado débil para perseguirlo.

Este se pone de pie, pero después se derrumbó en el suelo, su núcleo de energía dejo de parpadear, dejando de emitir el sonido de un latido y volvió a su forma humana a través de una luz verde similar a la que se transformó por primera vez. Himeya queda inconsciente en suelo dejando el escenario en escombros y destrucción a su alrededor.

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Belen de Escobar, Argentina

El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos dorados y naranjas que contrastaban con la oscuridad que se cernía sobre el pueblo. Las calles adoquinadas, antes animadas por el bullicio cotidiano, estaban ahora desiertas y sumidas en un silencio opresivo. En medio de la tranquilidad aparente, la sombra de la amenaza se alzaba sigilosa.

En el centro del pueblo, una figura imponente emergió de las sombras. Era Aazgalor, un temido líder terrorista conocido por su crueldad y sed de poder. Su rostro marcado por cicatrices y sus ojos fríos como el hielo reflejaban la determinación despiadada que latía en su interior.

A su alrededor, un ejército leal de fanáticos uniformados se extendía en formación, armados hasta los dientes y listos para ejecutar las órdenes de su líder. La tensión en el aire era palpable, cargada de anticipación y miedo.

Azgalor levantó la mano, y el silencio se quebró con el rugir de los motores de los vehículos blindados que avanzaban hacia el pueblo. El estruendo ensordecedor inundó el ambiente, llenándolo de una sensación ominosa.

Las puertas de los vehículos se abrieron, y las tropas de Azgalor emergieron como una marea negra que se extendía por las calles. No había compasión en sus ojos, solo sed de caos y destrucción. Las armas resonaban en la noche, disparos que rasgaban el aire y llevaban consigo el eco del terror.

Las casas, antes refugios de familias inocentes, se convertían en escombros bajo el impacto de las explosiones. Los gritos desgarradores se mezclaban con el crujir de los edificios derrumbándose, creando una sinfonía macabra que resonaba en los corazones de los sobrevivientes.

En medio del caos, Azgalor permanecía impasible, observando con satisfacción cómo su ejército sembraba el terror y la desesperación en aquel pueblo. Cada acto de violencia, cada vida arrebatada, era un paso más hacia su objetivo de someter a aquellos que se oponían a su régimen de crueldad.

El pueblo se consumía en llamas, y las calles se volvían ríos de sangre. La oscuridad se había apoderado por completo de ese rincón olvidado, y la esperanza parecía extinguirse bajo la sombra del terror.

El jefe terrorista, satisfecho con el caos que había desatado, emitió una risa retorcida que se elevó por encima del estruendo de la destrucción. Era el sonido de la maldad desatada, de la tragedia en pleno apogeo.

El pueblo había sucumbido ante el poderío del enemigo, y el terror se había instalado en cada rincón. Era un recordatorio brutal de la fragilidad de la humanidad y de la capacidad destructiva que anidaba en algunos corazones.

En aquel pueblo, la noche se tiñó de sangre y lágrimas, dejando tras de sí un panorama desolador. Era una herida abierta en la memoria colectiva, una cicatriz imborrable que recordaría para siempre el horror perpetrado por aquel jefe terrorista y su despiadado ejército.

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Himeya abrió los ojos lentamente, sintiendo una extraña sensación recorrer su cuerpo. Al escuchar su nombre, se dio cuenta de que había regresado al túnel de luz en el que había flotado anteriormente.

Mientras observaba a su alrededor, notó una esfera verde de luz acercándose lentamente hacia él. De repente, la esfera explotó y las partículas verdes comenzaron a tomar forma frente a Himeya, creando la figura de un humanoide hecho completamente de partículas verdes.

—¡Haruki! —llamó el Humanoide.

—¿Quién... quién eres tú? —preguntó Himeya, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad.

—Vengo de una constelación diferente al de los terrícolas. Soy Delta Victory, ¿me recuerdas?

—¿Victory? —se preguntó Himeya, sorprendido, pero el nombre le resultaba familiar—. Tú eres el victoriano que me salvó la vida hace 7 años. Lo recuerdo muy bien, pero ahora te ves distinto.

—Si, ha pasado mucho tiempo. Lamento mucho haber destruido tu avión días atrás. Necesitaba unirme contigo nuevamente para poder sobrevivir.

—Lo entiendo, pero ¿qué le sucedió a tu cuerpo? —preguntó Himeya, mostrando un genuino interés.

—Una abominable bestia se acercaba a la Tierra. Tuve que arrojarla al sol y se generó una tormenta solar. Fue un error mío, por eso tuve que absorberla para evitar que destruyera la Tierra. Eso agotó mi poder, pero mi alma sobrevivió y ahora está hecho de estas extrañas partículas.

—Esa tormenta solar causó un gran caos en mi país. Debemos actuar rápidamente para evitar más daños —afirmó Himeya, su voz cargada de determinación.

—Por eso tú y Keizer se unirán de nuevo para vencer a nuestros enemigos. También necesito restaurar mi poder, por eso necesito tu ayuda. Por favor, ¿entiendes lo que te digo?

—Sí, entiendo, aunque debo admitir que tu forma de hablar es algo peculiar.

—¿De verdad? Es algo perturbador... el idioma terrestre es muy complicado —opinó Victory, mostrando un dejo de frustración.

—Bueno, olvídalo. Hay otra cosa que quiero saber, ¿Por qué...? ¿Por qué me elegiste a mí? Siempre me lo he preguntado.

—Cuando me despertaste hace años, vi algo en ti que resonó conmigo. Vi tu valentía al enfrentar a tus enemigos. Keizer, El halcón blanco, ahora es tu guardián, Así que se uniran en cuerpo y alma para crear a Omega-Keizer, pero solo puede estar activo en tu planeta durante un tiempo limitado.

Himeya reflexionó por un momento, sintiendo una extraña conexión con Victory, un lazo que trascendía las barreras del tiempo y el espacio.

—En ese caso, te ayudaré... ¡Lo haré! —declaró Himeya, su voz rebosante de convicción y compromiso.

Luego, Victory transformó su cuerpo de partículas en una bola de luz y se trasladó dentro del brazalete derecho de Himeya. Este observó el brazalete y notó cómo la luz verde se agitaba dentro del cristal. Tratando de comprender lo que estaba sucediendo, tocó su brazalete y Victory respondió, emitiendo una luz brillante. Himeya quedó impresionado y confundido al mismo tiempo, sin saber muy bien cómo reaccionar ante esta nueva situación.

Himeya quedó impresionado y, al mismo tiempo, confundido ante la magnitud de lo que estaba presenciando. Las emociones se agolparon en su interior, una mezcla de asombro, incertidumbre y determinación.

Estoy dentro del cristal de tu brazalete. Cuando no puedas enfrentar a tus enemigos por ti solo, puedes convocarme y nos uniremos.

—Suena interesante, pero... ¿te quedarás ahí dentro? —preguntó Himeya, con cierta incertidumbre.

Mi cuerpo está compuesto de partículas de energía. Es como estar flotando en el espacio. Aquí, dentro del cristal, estoy cómodo. Estaré cerca cuando me necesites —expresó Victory, iluminando el brazalete de Himeya con intensidad.

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Hora - 7 :23 pm

Horas más tarde, Himeya despierta con sus iris enrojecidos, volviendo luego a su color marrón habitual. Se incorpora en la cama, sintiendo una mezcla de confusión y miedo al encontrarse en una habitación desconocida. Viste una bata de paciente y nota la presencia de Sara, sentada frente a una laptop, mirando las noticias.

—Finalmente has despertado, teniente —dice Sara con tono serio.

—¿Dónde estoy? —pregunta Himeya, tratando de recordar lo sucedido.

—¿No lo recuerdas? Hace horas tuviste una transformación durante el ataque de Zaigor.

—Entonces no fue un mal sueño —afirma Himeya, mirando sus manos con cierta inquietud.

—¿Asustado? —cuestiona Sara, notando la preocupación en el rostro de Himeya—. Te has convertido en un ser sobrehumano, algo que nunca había presenciado antes, y no era una simple bestia espacial. Debe ser algo realmente aterrador. Pero recuerda que el temor solo desaparece con la muerte.

—Usted ya sabía todo esto, ¿verdad? Sabía que vendría tras de mí. Me utilizaron como cebo para atraerlo —expresa Himeya, sintiendo una mezcla de indignación y frustración.

—Exactamente, lo adivino. De hecho, cuando fue capturado en el laboratorio en la provincia de Entre Ríos, el capitán Dylan, o mejor dicho, Zaigor, predijo que una nueva amenaza aparecería.

Sara muestra a Himeya un video donde se ve el interrogatorio a Zaigor en uno de los laboratorios. La tensión en el ambiente se hace palpable mientras Himeya procesa la información y las emociones que lo embargan.

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—¿Quien eres? ¿Que has hecho con el humano Dylan? —pregunto Sara.

—Yo soy Zaigor, y el humano ya no existe, toda su humanidad... ha muerto.

Sara sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. La presencia de Zaigor era intimidante, y su tono de voz dejaba claro que no había lugar para la compasión.

—¿A que se debe tu visita en este planeta?

—Cyberex esta muerto... ahora Este es mi territorio y ustedes mis enemigos. Pero desde el cielo, una luz verde vendrá a buscarme.

—¿Otra luz? —repitió Sara.

—El halcón Keizer vendrá... se cree el muy fuerte. Sin portadores, es muy vulnerable —comento Zaigor para luego reírse a carcajadas.

—Zaigor, ¿qué hay de gracioso en todo esto? —preguntó Sara, tratando de comprender la retorcida lógica del enemigo.

—Él estará en mi camino y por eso debo matarlo. Es una amenaza para mí —sentenció Zaigor con una sonrisa siniestra, dejando claro que no tenía intenciones de detenerse ante nada.

El corazón de Sara se aceleró. El enfrentamiento con Zaigor se avecinaba, y la magnitud de la amenaza se hacía cada vez más evidente. Sabía que debían prepararse para lo peor y encontrar una forma de enfrentar a este enemigo despiadado antes de que fuera demasiado tarde.

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Al terminar el video, Himeya soltó una carcajada nerviosa, un eco de incredulidad y comprensión se mezclaba en su risa.

—Entonces, me convertí en un monstruo, como dijiste. ¿Significa que me matarán? —preguntó Himeya, su voz temblaba con una mezcla de miedo y aceptación.

—Todavía no. Necesitamos observarlo más —respondió Sara, con una seriedad profunda en su mirada.

—¿Por qué? —cuestionó Himeya, tratando de entender el significado de todo esto.

—Porque salvaste mi vida, y eso fue una gran sorpresa. A diferencia de Dylan, que adoptó un carácter salvaje, agresivo y hostil, tú pareces controlar tu origen humano. Tal vez Keizer no posea una naturaleza que nos obligue a ejecutarlo, al menos por ahora —explicó Sara, con una mezcla de esperanza y precaución en su voz.

Himeya se quedó en silencio, procesando la información que acababa de recibir. Se dio cuenta de que su existencia, aunque cambiada, aún podía tener un propósito en esta lucha. Un sentimiento contradictorio de aceptación y responsabilidad se apoderó de él.

—Entonces, ¿me he convertido en un monstruo útil? —inquirió Himeya, su voz reflejando una mezcla de sarcasmo y resignación.

—Solo quiero que nos ayudes. Con tu poder, podríamos destruir al ejército de Hifflon y a Zaigor de una vez por todas —respondió Sara, su tono lleno de determinación y esperanza.

Himeya reflexionó durante un instante, sopesando las consecuencias de su decisión. La carga de la responsabilidad recaía sobre sus hombros, y el destino de su familia y su ciudad estaba en juego.

—Y si me negara... —susurró Himeya, su voz apenas audible.

—Sucedería lo obvio: habría miles de muertes y los terroristas tomarían la ciudad de Buenos Aires como su base. Ya lo hicieron hace tres años en Sao Paulo, Brasil. Fue una masacre. ¿Quieres que ocurra lo mismo en la ciudad donde vive tu familia? —respondió Sara, con un tono cargado de urgencia y preocupación.

Himeya sintió un nudo en su estómago. El peso de la responsabilidad se hizo aún más evidente, y se dio cuenta de que no podía dar la espalda a esta lucha. Sabía que debía aceptar su destino, no solo por su propio bienestar, sino por el bienestar de aquellos a quienes amaba.

Luego se fue a cambiar de ropa, mirando una foto de su familia, recordó la primera vez que Zhera estuvo enferma y tuvo que correr bajo la lluvia hasta el hospital. Su madre estaba en la sala de espera y dijo que Zhera estaba bien, pero su hermana necesitaba que el estuviera cerca, dijo también que la niña seguía llamando a su hermano incluso cuando estaba inconsciente.

—Y bien... ¿qué es lo que ha decidido? —preguntó Sara, su voz cargada de expectativa y urgencia.

—¿Por qué tengo que ser yo? —respondió Himeya, su tono reflejando frustración y confusión.

—Himeya, por favor, entra en razón. Hay algo especial en ti. Has sido elegido. Tienes el poder para derrotar a Zaigor —insistió Sara, su voz mezclando determinación y esperanza.

—Yo solo soy un soldado. Solo quería dejar todo atrás y estar con mi familia. No tengo nada de especial, solo soy un simple y frágil ser humano. Dime, ¡¿por qué tengo que luchar contra ese monstruo?! —exclamó Himeya, su voz temblorosa con emociones encontradas.

—Lamento que las circunstancias sean así, pero déjame decirte que la situación es crítica y necesitamos desesperadamente tu ayuda —comentó Sara mientras encendía el televisor para observar las noticias, creando un ambiente de tensión.

Atención, nos informan de un gas venenoso al norte de Buenos Aires. Se están llevando a cabo tareas de prevención y los operativos aún continúan en el túnel. La policía y los bomberos desconocen la causa. Los servicios de transporte se verán interrumpidos —informó el reportero en la pantalla.

Himeya se quedó atónito, sintiendo cómo la pesadilla se apoderaba de su ser.

—No puede ser, esto es una pesadilla —murmuró Himeya, su voz llena de temor y desesperación.

—Los terroristas no son la única amenaza. Por eso necesitamos tu ayuda para derrotarlos. Es un enfrentamiento entre la luz y la oscuridad —explicó Sara, su voz cargada de determinación y responsabilidad.

—Es que no puedo controlarlo. No sé si volveré a transformarme. No sé qué se necesita —confesó Himeya, su voz reflejando confusión y miedo.

—Entonces, descansa por hoy. El comandante te hablará sobre la otra misión que llevarás a cabo mañana —anunció Sara, ofreciendo una pausa momentánea en medio de la tormenta.

—Está bien. Por cierto, el comandante mencionó que eliminan en secreto a las bestias, ¿cómo lo hacen? —preguntó Himeya, buscando respuestas en un mundo lleno de misterios.

—Después de la muerte de Cyber, las bestias comenzaron a aparecer en Sudamérica. La A.M.S. tiene un escuadrón militar encargado de eliminarlas. No puedo revelar más información al respecto. —Descansa por hoy, Himeya. El general te informará sobre la siguiente misión que realizarás mañana. Necesitas recargar tus energías y encontrar la calma en medio de esta tormenta —aconsejó Sara, antes de retirarse de la habitación.

Tras escuchar sobre el escuadrón militar encargado de eliminar las bestias, Himeya sintió una creciente curiosidad y fascinación. Se dejó caer pesadamente en su cama, sintiendo el agotamiento acumulado, fruto de no haber descansado adecuadamente en días. A pesar de la fatiga, su mente seguía activa, ansiosa por explorar nuevas posibilidades y desafíos.

Dirigió su mirada hacia los dos brazaletes que reposaban en la mesita de noche. Eran de un color azul intenso combinado con detalles en plata, y en el centro de cada uno de ellos se encontraba incrustado un cristal dorado de forma circular. Eran objetos misteriosos, cuyo origen y propósito exacto aún desconocía. Sin embargo, había llegado el momento de enfrentar a sus enemigos y estaba decidido a hacerlo.

Himeya tomó los brazaletes entre sus manos. El tacto fresco del metal y la suavidad del cristal le transmitieron una extraña sensación de poder. A pesar de no comprender del todo su funcionamiento, estaba dispuesto a confiar en ellos y en sus habilidades innatas. Después de todo, desde niño había sido entrenado en las artes marciales con el propósito de enfrentar a las bestias espaciales.

Próximo Capitulo: (CAPITULO 9: "El Orgullo de un Guerrero")

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