Capitulo 5: Ruinas Misteriosas
10 de marzo - 05:34 am
El escenario se presentaba como un paisaje desolador y macabro. Los cuerpos mutilados yacían esparcidos por doquier, un recordatorio grotesco de la violencia que había sucedido. En medio de aquel caos dantesco, una pareja joven se encontraba en una lucha desesperada por sobrevivir. Los ingenieros, quienes antes eran personas normales, ahora se comportaban de manera inhumana. Sostenían palos de metal y piedras como armas improvisadas, mientras emitían gruñidos salvajes, más propios de bestias salvajes que de seres humanos. Implacablemente, perseguían a la pareja, alimentados por una ferocidad desconocida hasta entonces.
La pareja, acorralada y agotada, se abrió paso entre los escombros hasta llegar a una autopista en busca de ayuda. Sin embargo, sus esperanzas se desvanecieron rápidamente cuando los ingenieros los cercaron, rodeándolos por completo. Los rostros de sus perseguidores estaban distorsionados por la furia descontrolada, y no había rastro de humanidad en sus ojos. Lanzaron sus armas improvisadas contra la pareja indefensa, desatando una violencia despiadada.
Mientras tanto, en una fábrica en ruinas, una criatura monstruosa se ocultaba entre la densa niebla. Con sus ojos ardientes de color rojo intenso, acechaba en las sombras, esperando el momento adecuado para atacar. Esta bestia, de una altura imponente de tres metros, poseía una habilidad aterradora: la capacidad de hipnotizar a las personas y transformarlas en criaturas despiadadas, que actuarían bajo su mando y sembrarían el caos y la destrucción a su paso. Era evidente que el objetivo de esta criatura era sembrar el mayor caos posible, sumiendo a un pueblo en un estado de terror y desesperación.
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Con determinación, Himeya avanza con paso firme a través del denso bosque, adentrándose cada vez más en la impenetrable jungla. A medida que progresa, sus sentidos se agudizan y se percata de cómo el cielo comienza a teñirse de un naranja oscuro, lo que lo lleva a detenerse y contemplar el espectáculo natural que se despliega ante sus ojos. En ese preciso instante, su atención es capturada por la majestuosa figura de un halcón blanco que surca el aire con libertad, una visión que resulta tanto fascinante como intrigante.
Continuando su travesía, Himeya atraviesa un terreno casi desértico, aunque algunas escasas plantas aún logran aferrarse a la tierra. Sus pasos lo llevan hacia unas ruinas imponentes que se yerguen en medio de la jungla, castillos ahora destruidos pero que conservan su grandeza pasada. A medida que se acerca, observa con asombro las estatuas y tallas de animales que adornan los alrededores, destacando en especial la figura de un gorila, lo cual le genera una sensación extraña y perturbadora.
Deteniéndose al borde de un acantilado, Himeya contempla las escaleras de piedra que conducen hacia el castillo, como si fueran un puente hacia un destino desconocido. En ese preciso momento, el halcón blanco, con su pecho adornado por un símbolo amarillo en forma de V, se posa majestuosamente sobre el castillo, brindándole al joven un enigmático signo de guía.
Una sonrisa se dibuja en el rostro de Himeya mientras se dispone a descender por las escaleras de piedra, pero antes de que pueda dar un solo paso, sus oídos captan un sonido inquietante. Se voltea y se encuentra con una enjambre de murciélagos que se abalanza hacia él, aleteando frenéticamente en una demostración de fuerza colectiva. Rodeado por estos seres alados, Himeya se ve inmerso en una lucha por su supervivencia, mientras el miedo y la incertidumbre se apoderan de su ser. Con los brazos en alto, intenta defenderse de los ataques implacables de los murciélagos, pero su número es abrumador y la oscuridad comienza a cerrarse a su alrededor, sumiéndolo en una lucha desesperada por sobrevivir en medio de esta emboscada inesperada.
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Al despertar por la mañana, Himeya se encuentra sumido en un estado de profundo temor. Sus ojos, por un instante, muestran un inquietante destello carmesí para luego volver a su tonalidad habitual, marrón. Su pecho se agita en una sucesión rítmica, elevándose y descendiendo en repetidas ocasiones. Sudor frío cubre su frente, y una sensación de angustia le invade por completo. Con dificultad, logra controlar su respiración y poco a poco recupera la calma. Se levanta confundido, como si una densa niebla de desconcierto envolviera su mente.
No había previsto que esos recuerdos regresarían. Después de haberse adaptado al mundo en el que ahora se encontraba, no había considerado que aquel tormento nocturno, esa pesadilla que lo perseguía, pudiera volver a aflorar. Él y sus amigos habían pasado por un infierno hace mucho tiempo, y Himeya había intentado mantener esos recuerdos en el olvido, enterrados en lo más profundo de su ser. Sin embargo, las punzadas en su espalda, que ahora volvían a confundirlo, le recordaban que revivir una y otra vez aquellos momentos de pesadilla era una posibilidad real, una experiencia en la que el límite entre la realidad y el horror se desvanecía.
"Dejando atrás mis dudas, decidí continuar con este trabajo. Continuare luchando contra los terroristas. Esto es para que nadie más sufra. Mientras continué en esto... seguiré buscando respuestas"
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Montevideo, Uruguay
La luz se filtra a través de los orificios de la pared de la oscura camioneta, mientras la respiración del profesor Gregor Martínez se vuelve cada vez más agitada. Voces amortiguadas llegan desde el exterior, añadiendo una capa de tensión al ambiente. Un grupo de soldados abre bruscamente la puerta de la camioneta y arrastra a Martínez hacia afuera, obligándolo a sentarse en una silla en una habitación sombría.
La venda que cubre los ojos del profesor es retirada por uno de los soldados, revelando la figura imponente del presidente Scott Salazar, quien entra en la sala con paso decidido. Ordena a sus hombres que se retiren, dejando a ambos hombres solos.
—Buenos días, profesor —saluda el presidente con un tono gélido que envuelve la habitación—. Siempre he deseado conocerlo en persona.
Las palabras del presidente resuenan en el aire, cargadas de una frialdad inquietante que despierta un escalofrío en la espalda del profesor Martínez. Una mirada de cautela y desconfianza se dibuja en su rostro mientras observa al hombre frente a él.
—¿Qué quiere de mí, presidente? —inquiere Martínez, intentando mantener la compostura y ocultar el nerviosismo que se agita en su interior.
—Necesito recuperar el control de StarLink. El proyecto que mi padre y usted crearon hace años. Tú eres el único que puede activarlo —responde el presidente, su voz manteniendo su tono glacial.
El profesor Martínez frunce el ceño, sus ojos se entrecierran ligeramente, tratando de asimilar las palabras del presidente. La sorpresa y la incredulidad se mezclan en su rostro mientras procesa la información.
—¿Su padre? ¿Se refiere a Máximo Salazar? —pregunta Martínez, tratando de encontrar respuestas en aquel enigmático encuentro.
—Así es. Sé que trabajó con muchas personas en este proyecto, pero están muertos. Ahora, el único con vida es usted —responde el presidente, su voz revelando una amargura contenida.
La noticia cae como una losa sobre los hombros del profesor Martínez. El recuerdo de aquellos colaboradores perdidos en el pasado resurge, trayendo consigo un cúmulo de emociones complejas. La tristeza y la nostalgia se entrelazan en su mirada, mientras su mente se sumerge en un mar de pensamientos y recuerdos.
—Eso es imposible. Los hijos de Máximo están muertos, víctimas de ataques terroristas —argumenta Martínez, tratando de encontrar sentido en el relato del presidente.
El presidente Salazar se mantiene imperturbable, su expresión revelando la carga de un pasado turbio y lleno de venganza.
—No lo traje aquí para contarle mi historia. Quiero hacer un trato y estoy seguro de que ambos saldremos beneficiados —proclama el presidente con determinación.
Martínez se sumerge en un silencio reflexivo, su mente llena de conflictos y decisiones difíciles. La mirada perdida en el vacío, lucha por encontrar una solución que satisfaga su conciencia y sus propios intereses. El presidente Salazar espera pacientemente, consciente de la enorme presión que ejerce sobre el profesor.
—Si le entrego el control de StarLink, ¿qué obtendré a cambio? —pregunta Martínez, su voz revelando un atisbo de interés.
El presidente Salazar sonríe sutilmente, consciente de que ha logrado captar la atención del profesor.
—Usted escribió un libro, "Australia: El continente del futuro". Su proyecto está en pausa, ¿verdad? —interroga el presidente, inclinándose hacia adelante.
Un brillo de expectación ilumina los ojos del profesor Martínez. La oportunidad de retomar su proyecto de robótica, de explorar nuevas tecnologías, se abre ante él como un camino hacia un futuro prometedor.
—Si le entrego la tecnología Hevenziana, tendrá los recursos necesarios para perfeccionar su proyecto. Además, si desea algo más, solo tiene que decírmelo —ofrece el presidente, sabiendo que ha despertado el interés del profesor.
Martínez se sumerge en una tormenta interna de dudas y anhelos. ¿Qué futuro le aguarda si accede a las demandas del presidente Salazar? ¿Podrá confiar en él? Las emociones se entrelazan en su interior, mientras el peso de la decisión recae sobre sus hombros.
—Sé que Hifflon buscan presidentes para sobornarlos y manipularlos a su antojo. ¿Está usted dispuesto a hacer todo lo que le ordenen? —cuestiona Martínez, su voz temblorosa.
El presidente Salazar sostiene la mirada del profesor, sus ojos reflejando una determinación férrea.
—No me interesan sus objetivos ni sus extraños rituales. Mi única meta es eliminar a mis enemigos. Para lograrlo, necesito recuperar el control de StarLink. El proyecto que mi padre y usted crearon. Tienes los códigos, las contraseñas y toda la información necesaria —afirma el presidente, sin titubear.
El profesor Martínez se sumerge una vez más en una tormenta interna de dudas y anhelos. ¿Qué futuro le aguarda si accede a las demandas del presidente Salazar? ¿Podrá confiar en él? Las emociones se entrelazan en su interior, mientras el peso de la decisión recae sobre sus hombros.
—Dios mío... Antes de tomar una decisión, quiero ver su tecnología. Quiero ver todo lo que tiene —exclama Martínez, una mezcla de curiosidad y desconfianza tejiéndose en su voz.
A continuación, el presidente Salazar lleva al profesor a una base donde observan un inmenso hangar donde se encuentran en mantenimiento varios aviones y portaaviones de última generación.
—Los hemos colocado aquí para protegerlos de las inclemencias del clima y la luz solar. El alcalde de Montevideo nos está brindando su apoyo en esto. Por cierto, la llamarada solar del mes pasado ha elevado ligeramente la temperatura aquí —comenta el presidente.
—Y pensar que ese evento desencadenó todos estos problemas. Es como si nos hubiera llegado una maldición desde el espacio exterior.
—Para mí es una oportunidad. No solo debo eliminara León, también a su ejército y sus bases. Así que le preguntare una vez más, ¿Aceptas mi propuesta, profesor?
—Supongo que no tengo otra opción para salir de aquí. Pero no me interesa formar parte del Ejército de Hifflon.
—Esos malditos tienen el control del mercado negro en Brasil y nadie puede detenerlos. Pero con el proyecto StarLink en mis manos, no podrán conmigo. Si algo sale mal... asumiré la responsabilidad y nadie sabrá que estuviste aquí, tú podrás estar tranquilo con tu familia en Australia.
—Está bien. Si te entrego el control del satélite, ¿me darás todo lo que quiero? Entonces acepto.
—Recuerda, profesor, juntos podemos lograr cosas increíbles. Ya creo algo asombroso con mi padre, ahora con su ayuda, seguiremos avanzando —declara el presidente con una sonrisa, mientras observa sus avanzados aviones.
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11 De Marzo / Hora 12 :23 Pm
Casa Rosada Buenos Aires, Argentina
Dentro de la misma se encuentra el despacho del presidente, quien está preocupado e investigando acerca del atentado de ayer. Mientras un congresista entra en su despacho para comunicarle algo.
—Señor presidente, le tengo malas noticias, no solo la academia Inter Global ha sido destruida, también la plaza de mayo, sitio fundacional de la ciudad, fue destruida, y lo peor es que el alcalde de buenos aires, Horario Rodríguez, ha sido asesinado. El general de la fuerza armada espera ordenes suyas para atacar.
—Ya cállate. No puedo creer esto, los terroristas han llegado demasiado lejos esta vez, ya fue suficiente. Reúneme una rueda de prensa para esta tarde.
—En seguida presidente.
—Sabía que los de Hifflon iban atacar, lo que no sabía, es que tuvieran tecnología de nuestra empresa de la robótica. No se cómo la obtuvieron, pero tendré la oportunidad de poner aprueba el proyecto StarLink, esta vez no se saldrán con la suya —advirtió el presidente León.
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En las noticias
—Desgraciadamente una tragedia sucedió ayer en Buenos aires donde más de 40 personas murieron en la academia Inter Global, entre ellos el director. También han sido destruidas dos bases aéreas. Y en la plaza de mayo, asesinaron al alcalde. El hecho sucedió en la mañana. Hubo testigos que vieron varios vehículos militares salir del estacionamiento de autos. Hasta el motivo de los atentados, son desconocidos.
—Íbamos pasando por las veredas, hasta que las paredes del mercado del estacionamiento fueron destruidas y ahí salieron varios vehículos militares blindados. Supuse que era del ejército argentino por los colores blanco y celeste.
—Yo estaba estudiando en el instituto, cerca de la academia, hasta que escuche una gran explosión en las calles. Fue una masacre. Destruyeron todo el edificio central de la academia. Todo nuestro trabajo en años desapareció. Después comenzaron a venir investigadores y todo eso.
—Mientras tanto, el consejo de los gobernantes del ejercito militar de la nación, esperan la orden del presidente para intervenir. Llevaremos la transmisión para presenciar el discurso del presidente.
—Entiendo cómo se sienten. Sé que esto ha llegado demasiado lejos. No permitiré que esos terroristas extranjeros sigan matando a inocentes en este país. Y no crean los rumores que ellos son parte de nuestro ejército militar, porque es mentira.
"Por eso mi primera acción es iniciar el operativo antiterrorista. Los combatiremos con todo lo que tenemos. No vamos a dejar que estas cosas vuelan van a suceder. Todo esto es por el bien de los ciudadanos. Por favor les pido que no salgan de sus casas cuando empieza la Primera Oleada".
"La marina de guerra estará lista en unos días para combatir. La fuerza armada y aérea de elites cambien se unirán a la guerra. Les aviso que cometieron un grave error de venir aquí. Mis satélites están vigilando la capital, y se quiénes son los responsables. Lo atraparemos y los juzgaremos, y si ponen resistencia, los mataremos. Le invito al presidente de Uruguay a declarar sobre esta invasión. Porque esto también lo involucra a usted".
Por la tarde, en la ciudad de buenos aires, el ejército militar recorre por toda la capital enfrentando a los delincuentes, bandidos y criminales que también acechan las calles. La noticia llega a todo el país y a la prensa internacional.
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Pueblo Villa del Mar / Hora - 2 :34 pm
Himeya se encontraba inmerso en los preparativos para su próxima misión, ordenando meticulosamente sus pertenencias en su habitación. Al descender las escaleras, sus ojos se posaron en su hermana, quien se encontraba absorta en el acto de dibujar aviones en hojas de papel.
—¿Qué estás haciendo? —inquirió Himeya con curiosidad, acercándose a su hermana.
—Estoy dibujando aviones, mira... este es igual al tuyo, un F-16. El meteoro de plata —respondió Zhera con entusiasmo, mostrando el dibujo con orgullo.
Un brillo nostálgico se reflejó en los ojos de Himeya al observar el dibujo. Aquel avión, el F-16, había sido su inspiración para embarcarse en esa peligrosa profesión.
—Sí, el avión que vi cuando tenia 17 años. Fue lo que me motivó a tomar este trabajo. ¿Te conté alguna vez sobre eso, verdad? —dijo Himeya, dejando escapar una pequeña sonrisa cargada de recuerdos.
Zhera negó con la cabeza, mostrando interés por las historias de su hermano. Pero su mirada se desvió hacia la cicatriz que adornaba el rostro de Himeya, sus ojos revelando una mezcla de curiosidad y preocupación.
—Tampoco me cuentas cómo te hiciste esa cicatriz. Te ves diferente con ella —comentó Zhera, sin apartar la mirada de la marca en la mejilla de su hermano.
Himeya sintió una oleada de emociones encontradas invadir su interior. La cicatriz representaba un momento oscuro en su vida, algo que prefería dejar en silencio y ocultar bajo una aparente fortaleza.
—No se lo he contado a nadie, ni siquiera yo sé cómo explicarlo. Fue solo un momento extraño, algo que me marcó para siempre y que nunca podré olvidar —confesó Himeya en un susurro, permitiendo que un rastro de vulnerabilidad se filtrara en su voz.
Zhera asintió comprensiva, captando la carga emocional que envolvía aquel tema para su hermano. Aunque su curiosidad persistía, sabía que había ciertos secretos que no debían ser revelados.
—Pero, ¿te marcharás de nuevo? —preguntó Zhera con un dejo de tristeza en su voz—. ¿Dejarás a nuestros padres y a mí otra vez?
Himeya se detuvo por un instante, sintiendo el peso de la responsabilidad y el conflicto que habitaba en su interior. La mirada de la niña, esta llena de afecto y anhelo, le recordaba lo que tenía en juego.
—Zhera, debo completar esta misión. Debo terminar con los terroristas, eliminarlos para asegurar la seguridad de todos. Pero volveré pronto. Tu madre llegará mas tarde, y espero que estés aquí cuando ella llegue. Cuídate y cuídala a ella también —aseguró Himeya, con una mezcla de determinación y cariño en sus palabras.
Zhera asintió con tristeza, comprendiendo la necesidad de la misión de su hermano, pero anhelando su pronta vuelta. Sus ojos se llenaron de promesas silenciosas mientras se despedían, conscientes de que el tiempo separados sería un desafío para ambos.
Himeya se prepara para salir de su casa, ansioso por cumplir su deber como soldado y acabar con los terroristas que han causado tanto dolor y destrucción. Pero antes de que pueda salir, su padre David Hubnner aparece y lo llama, aparentemente para charlar un momento. Himeya se preocupa por su padre, ya que sufrió algunos golpes en un accidente reciente, pero David insiste en que está bien. Sin embargo, pronto se da cuenta de que lo que realmente quería hablar con su hijo es que no se ha sentido un padre atento y no ha podido enseñarle mucho sobre la vida.
—¿Padre, estás bien? —preguntó Himeya con preocupación al ver a su padre, quien se encontraba dolorido por los golpes del accidente.
—Sí, solo fueron unos golpes del accidente —respondió el padre con un tono adolorido—. Pero lo que quería decir es que no he sido un padre atento. No te he enseñado mucho sobre la vida. Pensé que entenderías que ser un soldado tiene un significado.
Himeya se acercó a su padre, buscando transmitirle seguridad y determinación.
—Papá, estoy bien. Sé que no quieres que me vaya, pero debo hacerlo. Es mi trabajo poner fin a esto. Tengo la oportunidad de acabar con todo.
El padre miró a su hijo con una mezcla de amor y preocupación.
—Tu hermana te necesita, Himeya.
—Pero ustedes están con ella, padre... Hace mucho tiempo querías que estuviera en el ejército. Ahora he cumplido nuestro sueño. No puedes quejarte.
El padre suspiró, una sombra de preocupación en sus ojos.
—En 2015, desapareciste durante varios días cuando los terroristas intentaron invadirnos. Luego apareciste con esa cicatriz y no me dijiste quién te la hizo. Desde ese momento, pareces pensar de manera distinta.
Himeya frunció el ceño, tratando de entender las palabras de su padre.
—¿A qué te refieres?
—¿Crees que al estar en el ejército podrás matar terroristas sin consecuencias? —cuestionó el padre, con un tono cargado de preocupación.
—No puedo seguir viendo cómo se burlan de nosotros. Nadie puede llevar una vida normal. La consecuencia de mi acción es que salvaré muchas vidas, eso es todo —respondió Himeya, con convicción en su voz.
El padre miró fijamente a su hijo, con una mezcla de tristeza y sabiduría en sus ojos.
—Representas a tu país, a una institución. No debes perder tu esencia. Persigues a los terroristas como si fuera una venganza personal. Pero así no estás defendiendo a las personas, Himeya. No eres un asesino.
Himeya bajó las escaleras, sintiendo una tormenta de emociones en su interior. Su determinación chocaba con las palabras de su padre, pero su convicción no flaqueaba.
—Papá, ellos son más que simples hombres. Poseen un poder abrumador. No puedo apartar de mi mente todo lo que han hecho. Solo al eliminarlos puedo sentirme más vivo —expresó Himeya, mientras salía a la calle con sus pertenencias, dejando atrás a su padre en la entrada de la casa, quien lo observaba impotente, incapaz de hacer nada para cambiar su decisión.
La conversación termina con Himeya bajando las escaleras para salir de la casa, mientras su padre lo mira desde la entrada, impotente. Himeya está decidido a cumplir con su deber y defender a su país, pero su padre está preocupado por las consecuencias de sus acciones. La tensión entre los dos es palpable, ya que ambos tienen puntos de vista muy diferentes sobre lo que significa ser un soldado y cómo se debe luchar contra el terrorismo.
En su mente pasaba la idea de que quizás su hijo sólo estaba pensando en una venganza, pero en alguna parte, sabía que tal vez no era tan fácil como eso. Prefirió volver a entrar a su casa a pesar de que sentía que se había roto en mil pedazos, sólo por discutir con su hijo de esa manera.
Próximo Capitulo: ("CAPITULO 6: Agencia Militar Secreta")
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