Capitulo 15: Ultimo Caído
Ciudad De Buenos Aires
12 de Marzo / Hora 7:22 pm
Himeya se levantó con dificultad, su cuerpo temblando por el esfuerzo, sus brazaletes están desactivados, pero su voluntad inquebrantable lo impulsaba a seguir adelante. La ciudad estaba en peligro, y él era la última línea de defensa contra la oscuridad que amenazaba con devorarlos.
El caminaba por las calles de la ciudad, su cuerpo aún adolorido y agotado por la intensa batalla que había librado en el aire. A medida que avanzaba, podía ver los estragos causados por la bestia Zaigor en su paso destructivo. Edificios destruidos, calles desoladas y el miedo en los ojos de los pocos ciudadanos que aún se atrevían a asomarse.
Sin embargo, su determinación seguía inquebrantable, y su mente estaba enfocada en detener a la bestia y proteger a su ciudad. Cuando levantó la mirada al cielo, una sensación de esperanza lo inundó al ver cómo los aviones se acercaban rápidamente para enfrentar a la bestia por los aires.
Los aviones de la base militar, liderados por el sargento Morales y su equipo, surcaron los cielos con precisión y valentía. Himeya sintió un profundo agradecimiento hacia ellos, sabiendo que no estaba solo en su lucha contra la oscuridad.
La bestia Zaigor respondía con ferocidad, lanzando rayos y explosiones desde sus enormes alas, desafiando a los aviones y esquivando sus ataques. La batalla en el aire era intensa y desafiante, pero Himeya sabía que no podía quedarse de brazos cruzados mientras su ciudad estaba en peligro.
Sin perder tiempo, Zaigor se movió hacia la dirección del norte, mientras volaba hacia un hospital cercano. Himeya se llenó de angustia al pensar en los pacientes y el personal que podrían estar en peligro.
El hospital estaba en su trayectoria, y el joven no podía permitir que la bestia sembrara más destrucción y muerte en su camino.
Al llegar al hospital, Himeya se encontró con un panorama devastador. La bestia Zaigor estaba en un frenesí de destrucción, lanzando rayos y embistiendo contra el edificio, reduciendo todo a escombros y esparciendo el caos a su alrededor.
La visión de la destrucción y el sufrimiento desató una mezcla de furia y tristeza en el corazón de Himeya. Su ciudad estaba siendo desgarrada, y él era la última esperanza para detener la devastación.
La bestia Zaigor rugió triunfante mientras sostenía a varios rehenes, entre ellos el padre de Keizer, Marcus. Himeya se encontraba exhausto, pero su mirada ardía con rabia al ver a su ser querido en peligro. La angustia le apretaba el pecho, y un nudo de impotencia se formaba en su garganta mientras sus emociones se mezclaban en un torbellino.
—¡Llegas tarde! ¿Ves esto? —comentó la bestia, mostrando una sonrisa retorcida—. La naturaleza es así, la supervivencia del más fuerte, la ley del más despiadado.
La ira burbujeó dentro de Himeya, pero también se mezcló con una profunda tristeza por los inocentes atrapados en esa situación. Su mente luchaba por encontrar una solución mientras su corazón latía con desesperación.
—¿Qué fue lo que hiciste? —preguntó Himeya con voz tensa.
—Más bien, lo que voy a hacer. Este hombre que ves no es tan víctima como tú crees. Este sujeto es un asesino —agregó la bestia, su voz llenándose de rabia y crueldad.
Himeya se acercó a la bestia con cautela, pero sin retroceder ante sus palabras. Su preocupación por su padre se mezclaba con la determinación de enfrentar a aquel ser monstruoso.
—¿Y eso te da permiso para secuestrar personas? —cuestionó Himeya, su voz temblando ligeramente por la emoción.
—Ah, no... eso es otra historia —respondió Zaigor con una sonrisa macabra—. El motivo por el que tengo a estas personas aquí, es porque he estado estudiándote durante un tiempo.
Himeya sintió una combinación de intriga y miedo ante esa revelación. Su mente se esforzaba por entender el propósito de la bestia y cómo rescatar a los rehenes.
—Tú eres un mentiroso, al igual que este hombre... ¡los dos son unos mentirosos! Tu padre no sabe que eres un victoriano, y tú no sabes que él es un asesino —proclamó Zaigor con furia en sus palabras.
Las palabras de la bestia causaron un torbellino de emociones en Himeya. Sentimientos de traición y confusión lo embargaron, pero también surgió una chispa de esperanza, esperando que pudiera salvar a su padre y demostrar la verdad.
Mientras buscaba una forma de rescatar a los rehenes, Himeya miró a todos los lados posibles. La preocupación por su seguridad y la de los demás lo hacía temblar internamente, pero se obligó a mantener la calma.
—Eso no es cierto, mi padre solo protege a las personas, y si tiene que matar será en defensa propia —respondió Himeya con una mezcla de enojo y convicción.
—Los humanos se creen superiores, pero solo son parásitos que explotan y destruyen todo a su paso —comentó Zaigor, despreciando a la humanidad y provocando un torrente de emociones negativas en Himeya.
La tristeza y la indignación se entrelazaron en el corazón de Himeya. Quería probarle a la bestia que no todos los humanos eran iguales, que había bondad y luz en ellos también.
—¿Crees que puedes cambiar el curso de la naturaleza? Eres un ingenuo, un débil. No importa cuánto te esfuerces, siempre serás insignificante ante la grandeza de la oscuridad —comentó Zaigor con desprecio.
La herida en el orgullo de Himeya provocó una mezcla de rabia y tristeza, pero también encendió una llama de valentía. No dejaría que la bestia lo menospreciara o lo redujera a meras sombras.
—La grandeza no se mide por la oscuridad que llevamos dentro, sino por la luz que podemos emanar —dijo Himeya con voz firme, recordando las palabras sabias de su padre—. Mi poder no proviene solo de mí, sino también de la fuerza de los lazos que tengo con quienes amo y protejo.
La determinación y el amor que sentía por su padre y los rehenes lo impulsaron a enfrentar a la bestia, desafiando sus palabras cargadas de odio y resentimiento. Himeya sabía que sus emociones eran su fuerza, y con ellas, enfrentaría cualquier desafío que se interpusiera en su camino para salvar a quienes amaba.
—Oh, eso crees. Tus poderes están debilitados, en esa forma no puedes ganarme —dijo sonriendo—. Ahora me siento más poderoso, y sabes que las personas como tu pueden caer en la oscuridad.
—¡No hagas esto! —suplicó Himeya.— ¡No arruines la vida de los inocentes!
—¿Qué te hace pensar que me importan sus vidas? —preguntó golpeando a su padre—. Ahora que tengo este poder, no me importa nada más. Tus palabras son irrelevantes. Mira a tu alrededor, mira el caos que los humanos han generado en esta ciudad. Su destino es la destrucción, y no puedes cambiar eso.
Himeya miró a su alrededor, viendo la devastación que la bestia había causado. La ciudad estaba en llamas y la gente estaba aterrada, pero también vio la valentía de aquellos que luchaban por proteger a los demás.
Una alarma comenzó a sonar ya que varios aviones llegan a destruir el satelite StarLink, y las carcajadas de Zaigor se dieron a conocer como si hubiera ganado la pelea. Himeya le preguntó qué era lo que había hecho, a lo que él contestó que, tras activar su protocolo, dos partes que había separado de su cuerpo funcionarían como epicentro de sismo en dos puntos de la ciudad.
Suplicándole que no lo hiciera, Zaigor se acercó lentamente a Marcus, quien parecía estar despertando de su inconsciencia. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de él, miró a Himeya con una mirada llena de maldad y sonrió diciendo que no había forma de que lo detuviera. Mientras Marcus intentaba zafarse de sus ataduras, notó la presencia de su hijo.
Le suplicó que lo ayudara a salir de ahí, puesto que su hijo debía de estar muy preocupada y lo único que quería era encontrarse con el para abrazarlo. Cuando una pequeña lágrima se asomó por uno de los ojos del joven, sintió una enorme pena al pensar en todas las cosas que le había dicho en su momento.
Pero las cosas avanzaban para peor, puesto que Zaigor transformando su mano en una gran cuchilla de tierra, la había endurecido tanto que parecía tener un filo tremendo y la apuntó directo hacia el pecho de Marcus.
Sonriendo de forma malévola, Zaigor se quedó mirando a Himeya como esperando a que se atreviera a hacer algo. Mientras que Marcus contemplaba aterrado el cómo había transformado su mano, con la disposición de asesinar a todos.
—Esto no terminará aquí, Zaigor —dijo Himeya con una determinación inquebrantable—. Haré todo lo que esté en mi poder para detenerte y proteger a todos.
—Si no te diste cuenta, tomaste una decisión, quisiste luchar conmigo en vez de destruir el satélite que esta destruyendo la otra parte de tu ciudad. Lo se por que Entre en tu mente y estas sufriendo.
Eran lugares muy lejanos entre sí y Himeya no podría acudir al mismo tiempo, debía tomar una decisión, puesto que uno de esos lugares estaba el satélite StarLink donde los militares estaban luchando.
Himeya apretó los puños, sintiendo la desesperación y el coraje ardiendo dentro de él. Miró a Marcus, su padre, y supo que debía hacer algo, debía encontrar una forma de detener a la bestia y proteger a los rehenes.
—Por favor, no lo hagas.
Lamentablemente, la situación se tornó aún más sombría. Antes de que Himeya pudiera hacer algo para salvar a su padre, Zaigor, con sus garras afiladas, atacó sin piedad a Marcus, hiriéndolo gravemente en el torso y lo lanzo hacia los escombros.
No pudiéndolo creer, Himeya soltó un grito lleno de furia junto con un montón de lágrimas que emergieron de sus ojos. Mientras que el joven corría para desatar las cuerdas que sostenían a su padre herido, Zaigor se elevo con sus alas por que los aviones del equipo del sargento Morales realizaron un ataque coordinado hacia la bestia.
Soltando las piedras, Himeya sostuvo a Marcus lo mejor posible hasta dejarlo caer en el suelo. Sus lagrimas recorrían sus mejillas, contemplando la pronta muerte de su ser más amado en el mundo.
—¡Papá! —gritó desesperado. —¡Padre! ¡No no te vayas, por favor!
Luego de toser, Marcus giró lento su cabeza para mirar el rostro de su hijo; quien parecía estar lo suficientemente triste como para llorar por el daño que había recibido en el estómago.
—Hijo nunca... pierdas... la esperanza... —dijo con dificultad, cada palabra pronunciada con un esfuerzo sobrehumano—. Eres más fuerte de lo que crees y siempre estaré... contigo.
Las palabras de Marcus resonaron en el corazón de Himeya, recordándole el valor y la valentía que siempre había visto en su padre. A pesar del dolor y la angustia, Marcus encontró fuerzas para dar un débil pero cálido gesto de despedida.
—¡Perdóname Padre! —suplicó Himeya llorando.
El caos se hizo presente en la ciudad, el satélite se acercaba al centro de la ciudad y el siniestro era tan poderoso que la estructura de algunos edificios comenzaba a ceder hasta desplomarse. Parecía el mismísimo apocalipsis para la gente de buenos aires, los vehículos que transitaban empezaron a chocarse y un montón de accidentes se dieron en aumento.
—Por favor, ve. —susurró Marcus.— Salva a la ciudad... yo ya estoy acabado. Confío en ti siempre lo he hecho sé que harás... lo correcto —susurró con cariño.
—¡Por favor, no me dejes papá! —suplicó el—. ¡Padre!
Cuando Marcus soltó su último aliento, Himeya se rompió en llanto sosteniendo la cabeza de su padre contra su pecho. No podía soportar todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento, parecía como si se estuviera quemando por dentro.
Las lágrimas se desbordaron de los ojos de Keizer, y su corazón se llenó de dolor y pérdida. Se aferró a la memoria de su padre, prometiendo llevar su legado y proteger a la ciudad con todas sus fuerzas.
Sintió tanta ira consigo mismo, que recordó todo el tiempo que no pasó junto con él por lo que había pasado. Pensó que había sido su culpa por no proteger a la gente, si tan sólo hubiera matado a la bestia, nada de esto habría ocurrido y él seguiría con vida.
Se sentía como una completa inútil, tonto por haberse dejado llevar por sus impulsos ante una situación como esa. Sin embargo, la sonrisa que le brindó al final significó que debía convertirse en un verdadero meteoro de plata que siempre deseó ser.
Secándose las lágrimas, Himeya se puso de pie con la decisión de que debía detener a Zaigor como fuera. El monstruo que había asesinado a su padre permanecía luchando con los aviones como si estuviera disfrutando lo que había provocado.
Himeya choca sus puños para activar sus brazaletes luego desliza su mano sobre el cristal hacia el codo de su brazalete derecho. Luego el cristal libera partícula de luz que convoca la medalla verde de un halcón grabado en su interior.
El joven presiona la medalla verde, y una voz masculina emerge de la medalla, resonando con autoridad y misterio mientras declara las palabras:
— "¡Keizer Dimensión!"
La medalla fue colocada cuidadosamente sobre el cristal del brazalete derecho, permitiendo que este capturara su esencia y desencadenara el proceso de transformación.
—"¡Dimensión Load! ¡Falcón Suprenimal!" —una voz vibrante anunció, llevando consigo un sentimiento de emoción y poder.
Himeya desliza su mano izquierda hacia el brazalete derecho, preparándose para la transformación que estaba por venir.
—¡Keizer! —El grito de Himeya resonó en el aire, lleno de ira, mientras elevaba su brazo derecho hacia el cielo.
El cuerpo de Himeya se ilumina y la forma brillante de un Halcón blanco se aleja volando, el joven lo sigue en forma de una esfera de luz, fusionándose ambos seres. La escena muestra a Keizer elevándose hacia una túnel de luz verde.
—"Ultimate Rising: Omega-Keizer" —la voz declara la forma del humanoide.
Con el dolor ardiendo en su interior, Keizer se elevó al aire con un grito de guerra. Sus ojos brillaban con una luz ardiente, una luz que reflejaba la valentía y la determinación que había heredado de su padre. Aunque la pérdida era abrumadora, su espíritu de lucha seguía intacto, impulsado por el deseo de proteger a su ciudad y honrar la memoria de Marcus.
El rugido de la bestia resonó en los cielos mientras Zaigor giraba en dirección a Keizer, listo para enfrentarlo nuevamente. El guerrero se preparó para el encuentro, canalizando la energía de su núcleo rojo y sintiendo cómo sus poderes se renovaban.
—Este es el final, Keizer — dijo Zaigor—. No hay modo de que detengas esto.
— Tal vez no pueda detener la destrucción, pero a ti... a ti te voy a matar por lo que hiciste, ¡maldito!
Apretando sus manos, Keizer se impulsó para lanzarse directo contra a la bestia. Elevándose por la tierra, se alzó por los cielos para golpearle la cara un par de veces, hasta que el monstruos comenzó a defenderse. Como podía usar la electricidad a su favor, creó un remolino eléctrico con sus alas, lanzando todo el poder que podía, Keizer intentaba esquivar el poder de la bestia, quien reía a carcajadas como un verdadero lunático.
Creando escudos de energía, bloqueando cada ataque que llegaba hacia el para evitar salir herido. Pero los esfuerzos fueron en vano cuando Zaigor se acercó con toda su fuerza para golpearle en la cara, lanzando a Keizer directo contra el suelo.
El fuerte sismo se sentía desde aquel lugar y con terror, Zaigor contempló la plena destrucción que producía el satélite chocando contra un estadio de futbol. Los gritos de la gente que corría despavorida buscando un refugio, parecían ser un néctar para sus oídos.
Mientras Keizer volvía a ponerse de pie para enfrentar a su enemigo con el propósito de derrotarlo. Las cosas no estaban resultando para nada bien y el no hallaba una manera de detener las horribles cosas que estaban sucediendo.
Con un nuevo salto, Keizer se dirigió para enfrentar a Zaigor en lo que sería su batalla final. Ya no tenía nada que perder, puesto que las buscaría un refugio lejos de allí y su padre Marcus, permanecía muerto tras el cobarde ataque del monstruo.
Pensó en los movimientos que le había enseñado para esquivar los golpes de su rival, así que comenzó a usarlos a medida que compartía puñetazos con él. El asunto no era para nada fácil, puesto que, tras cada golpe, el cuerpo de la bestia le salen mas espinas.
Sujetándolo con firmeza, creo fuegos artificiales alrededor del monstruo le lanzó para ver si conseguía detenerlo un momento. Pero después, Zaigor volvía a aparecer como si nada le hubiera pasado. Los puños de Keizer no funcionaban es como si cada minuto su poder estaba disminuyendo. ¿No había acaso alguna manera de detenerlo?
Cuando se dio cuenta de lo que sucedía en las calles, Keizer descubrió que Sarah y con un equipo de soldados estaban llegando con armas congelantes, observo una oportunidad, se agrupó junto a ellos. En su mente pensó, eso funcionaría lo suficiente como para detenerlo, aunque claro, podría existir la probabilidad de que se convierta en un poderoso hombre de hielo.
Keizer se dedicó a provocar a Zaigor, quien parecía volverse loco tras sufrir poco a poco una metamorfosis. La persiguió mientras volaba en todas direcciones, hasta que vio que volaba muy cerca de una torre. Cuando pasó por ahí, Keizer lanza disparos hacia la torre destruyéndolo y haciendo que potente chorro de agua lo lanzó al piso a la bestia.
Sarah y los soldados aprovecharon la oportunidad para lanzar balas gélido y lograr congelar su cuerpo ahora que estaba mojado. Los gritos de la bestia se oyeron con fuerza, mientras se quejaba tras los enormes disparos que recibía. Era sólo cuestión de tiempo para que el individuo se quedara atrapado, y así parecía ser cuando los temblores se detuvieron.
Entre celebraciones, los hombres chocaban sus palmas en señal de victoria, mientras que Sarah prefería no celebrar aún hasta comprobar que el sujeto había sido derrotado por completo.
Dando pasos muy lentos, se acercó para vigilar la situación. Le ordenó a los demás que no se acercaran, puesto que podía ser peligroso para ellos. Sarah ontinuó con su avance hasta quedar justo al lado de un la bestia absolutamente congelado.
Luego de pasados unos segundos, ella soltó un suspiro, considerando que ya habían ganado la pelea. Las cosas podían volver a la normalidad, los bomberos llegaron por la ciudad, se acercaron corriendo para ayudar a la personajes atrapadas en los edificios.
Himeya en el cuerpo de Keizer, recordó que su padre había fallecido en el acto. Recordó la última sonrisa que le entregó antes de morir, sus últimos susurros y aquel te amo que le rompió el corazón en mil pedazos.
El dolor agónico que no podía eliminar por más que quisiera, pues lo llevaría dentro de sí durante el resto de su vida. No pudo evitar sentirse triste, había perdido a quien más quería. Luego de pensar en tantas cosas, sintió que nunca le dio el amor que tenía para entregarle.
Pero las cosas cambiaron de un momento a otro, la bestia rompe el bloque de hielo y se estaba poniendo de pie nuevamente.
Las personas que se habían acercado para comprobar la situación comenzaron a correr llenas de terror. La bestia disparo un rayo de energía, Keizer apenas lo evadió, pero rápidamente fue atrapado con la cola del monstruo que podía estirarse. Lo electrocuto por un minuto y lo aventó hacia los edificios.
Tirado en entre los escombros, Nuevamente el núcleo de Kiezer comenzó a parpadear y hace un ruido similar al latido de un corazón. Luego en su mente, le pareció escuchar una voz tenue que poco a poco se volvió más nítida. En ese momento de oscuridad, una voz tenue resonó en su mente, casi como un susurro en la brisa, pero poco a poco se hizo más clara y definida. Era la voz de un hombre, alguien a quien Himeya conocía muy bien.
—¡Levántate, la pelea aún no termina! —Dijo una voz.
—No puedo... ese sujeto ya me derrotó... y estoy muy malherido —respondió Himeya, su voz entrecortada por la fatiga y el desaliento.
—No digas eso, aún te quedan muchas energías. ¿O acaso vas a dejar que ese sujeto se salga con la suya?
En su mente abrumada por el peso del cansancio y la devastación que lo rodeaba. Sin embargo, la mención de su padre fallecido provocó una oleada de dolor y determinación en su interior.
—No tiene caso, ya todo se terminó —susurró Himeya.
—¿Entonces la muerte de tu padre fue en vano? —preguntó la voz con una mezcla de dolor y enojo—. ¡Levántate y pelea, demuéstrale que puedes ganarle!
—Padre...
Las palabras resonaron en lo más profundo de su ser, recordándole su propósito y el legado de su padre. Himeya sintió cómo algo en su interior se revolvía y una nueva determinación se apoderaba de él.
El brazalete derecho que siempre llevaba consigo comenzó a brillar, y una medalla plateada flotó en el aire frente a él. La sorpresa se reflejó en su rostro mientras se preguntaba qué significaba ese objeto desconocido.
—¿Qué es esto? —inquirió Himeya, sintiendo una mezcla de curiosidad y esperanza en su corazón.
—Esta medalla puede absorber el poder de la bestia, solo tienes una oportunidad. Himeya, aún hay vidas que proteger —explicó Victory, transmitiendo una sensación de urgencia y responsabilidad.
Kiezer sintió cómo las palabras resonaban en su interior, despertando una nueva fuerza que lo impulsó a intentar ponerse de pie una vez más.
Agachando al cabeza descubrió la gran herida que le había quedado en el costado izquierdo de su tronco. Le dolía e incomodaba bastante al dar sus pasos, pero tras oír la voz de su padre en el interior de su mente, sintió una motivación tan enorme que poco a poco comenzó a recuperar la confianza y se elevo una vez mas.
El dolor que sentía iba disminuyendo hasta tal punto en el que dejó de pensar en ello. Tenía que alcanzar a Zaigor y derrotarlo de una buena vez, antes de que les hiciera más daño a las personas de la ciudad.
Riendo a carcajadas, Zaigor lastimaba a las personas arrojándoles rayos desde sus manos, haciendo que cayeran muertas al suelo. Pero su diversión se acabó cuando Kiezer le ordenó que se detuviera, puesto que ya estaba acabado.
Al dar media vuelta, Zaigor se echó a reír de manera burlesca por lo que había escuchado. No podía estar acabado, siendo que el misma estaba muy mal herido y no había manera de derrotarlo, puesto que era un ser poderoso.
Sin importarle nada, Keizer se lanzó en su último intento por derrotar a su enemigo. Voló como pudo contra él para asestarle un par de puñetazos que logró propinarle con éxito. No contento con ello, Zaigor recurrió a un contraataque de poderosos golpes que le dio directo en su herida, provocando que Keizer regresara al suelo a quejarse del dolor que aparecía nuevamente.
—¡No puedes detenerme! ¡Nadie puede! —gritó Zaigor con arrogancia, alimentando la rabia y el coraje de Keizer.
A pesar del dolor y la debilidad, Keizer se negó a ceder ante las provocaciones de su enemigo. La determinación ardía en sus ojos, su mirada fija en el rostro desafiante de Zaigor.
—Te vas... ¡arrepentir por esto! —respondió Keizer, su voz ronca y entrecortada por la tensión y la angustia.
Mientras Zaigor regresaba a lo suyo, destruyendo todo a su paso, Keizer volvió a ponerse de pie con lo que parecían ser sus últimos esfuerzos. Sujetó un vehículo y lo azotó contra la bestia con todas sus fuerzas, dejándolo caer en el suelo junto con una gran explosión.
Las piernas de Zaigor se habían destrozado, intentaba regenerase, pero Keizer dispara balas de energía una patada circular desde cualquier pierna. La técnica se realiza cuando él toca su pierna de ataque con la otra, después de lo cual puede dispararlas una tras otra para que todo el proceso de regeneración se había detenido por completo. Lo que le impidió que a la bestia seguir recuperándose del daño recibido.
En ese momento, los mismos soldados que anteriormente habían huido, volvieron con sus armas y la lista para disparar balas gélidas. Intentaron repetir el mismo plan de antes, sólo que esta vez sería de una manera distinta, porque Keizer tenía un plan que debía asegurar la derrota de la bestia de una vez por todas.
Keizer destruyo otras torres de agua que sepultan a la bestia, luego el carga con energía a través de la concentración sus brazaletes y dispara arcos mucho más grandes usando ambas manos cortando las alas de la bestia.
Uniendo el chorro de agua y las balas gélidas de los soldados, Zaigor volvió a quedarse congelado como si de un cubo de hielo se tratara. Ahora era cuando la segunda parte del plan se debía llevar a cabo, así que, al acercarse más, Keizer sujetó el trozo helado, lo cargó en su hombro y como pudo se elevó por los aires.
Poco a poco comenzó a volar por sobre la ciudad con su carga, mientras que la gente se dedicaba a observar a Keizer llevándose al poderoso enemigo lo más lejos posible.
Sin nada más que hacer, los ciudadanos contemplaron el cielo hasta que la figura de los dos había desaparecido por completo entre las nubes en la oscuridad de la noche.
Las llamas de fuego por las explosiones de los potentes sismos que hacia el satélite que esta apunto de ser destruido por los aviones y helicópteros parte del sector, los sistemas eléctricos funcionaban a duras penas y la gente permanecía aún, mirando a los cielos buscando alguna señal de Keizer.
Más allá, en las alturas de los cielos, Keizer se quejaba por el terrible dolor que sentía en su cuerpo. Mientras cargaba a bestia convertido en un cubo de hielo, esperaba tener la suerte de que no se liberara mientras volaba con él.
En su mente, le pedía a su padre que le diera más fuerzas para seguir adelante. Sentía como poco a poco se le iban acaban las energías, temiendo que podría dejar de volar y caer con la bestia de regreso a la ciudad. Pero sabiendo en el resultado que eso ocasionaría, intentaba dar más de el mismo para no perder esa batalla interna que sentía para que su cuerpo soportara un poco más.
Ya habían llegado a lo más alto del planeta Tierra, Keizer comenzaba a percibir que su nivel de energía estaba disminuyendo lo suficiente como para desmayarse, sin embargo, su convicción por terminar el trabajo le permitía seguir ascendiendo para encargarse de la bestia de una vez por todas.
Cuando descubrió que un crujido rompió una parte del hielo, se atemorizó pensando que Zaigor se podría liberar en cualquier momento. Poco a poco la grieta se hizo más grande, hasta que luego de un rato, la bestia se zafó para regenerarse nuevamente.
A pesar de que estaban a gran altura, la bestia sintió que no podía liberar rayos de su boca. Intentó absorber la energía de Keizer, puesto que no conseguir adquirir la energía necesaria para darle vida a su cuerpo.
Pero el continuó su viaje, a pesar que la bestia intentaba golpear su cuerpo de todas las formas posibles, aprovechando la situación, Keizer introduce la medalla de plata dentro del pecho de la bestia.
—Le hiciste un gran daño a la ciudad. Mataste a mucha gente inocente y a mi padre a sangre fría. Y eso no te lo voy a perdonar nunca. No puedo permitir que un monstruo como tú siga viviendo, la gente merece seguir con sus vidas. Espero que con esto entiendas, que el mal nunca va a ganar si tienes la convicción para vencerlas. Muchas veces cometemos errores por tomar las decisiones equivocadas, eso lo aprendí de mi padre —dijo Keizer, soltando el cuerpo de Zaigor que poco a poco había dejado de moverse.
El Cuerpo de la bestia yacía suspendido en el vacío del espacio, alejándose poco a poco de la órbita terrestre. Keizer concentró, sintiendo la energía del núcleo rojo en su interior. Con un movimiento de sus brazos formando una V de energía verde en el aire. La luz brillante se arremolinó a su alrededor, creando un espectáculo impresionante en medio del caos que los rodeaba.
La energía verde se conectó con sus Cristales de sus brazaletes, y el destello de luz verde rodea sus brazos. Keizer se sintió fortalecido, como si una poderosa corriente de esperanza y valentía fluyera a través de él.
Con decisión, adoptó una posición "X", con sus brazos, liberando un rayo deslumbrante surgió con una fuerza impresionante. La energía se disparó hacia la bestia Zaigor, como una demostración de poder que residía en el corazón de Keizer.
El rayo verde impactó directamente en la bestia, envolviéndola en un resplandor fulgurante. Los cielos se iluminaron con la magnitud del ataque, y un silencio momentáneo invadió la ciudad mientras todos observaban el resultado de la épica batalla.
La bestia Zaigor luchó contra el poder del rayo, pero fue en vano. La luz verde y amarilla se arremolinaba alrededor de el, consumiendo la oscuridad que la había dominado durante tanto tiempo. Keizer mantuvo su posición, sin ceder ante la ferocidad de la bestia, y con determinación, mantuvo el rayo en su lugar.
Finalmente, Una fuerte explosión se produce, el cuerpo de bestia Zaigor se evaporo desapareciendo.
Ese monstruo había muerto ese día, el que amenazó a la ciudad con ser destruida. Ya era el fin del combate y Keizer había logrado vencer, de no ser por la ayuda de los soldados que se acercaron para auxiliarle aún en el peor de los momentos.
Por efecto de la gravedad, el cuerpo sin energías de Keizer comenzaba a caer lento, hasta que poco a poco, fue tomando una velocidad más alta. El núcleo dejo de parpadear y sus extremidades no se movían, dejándose caer de regreso a la ciudad.
Cuando la gente pudo vislumbrar la estela de luz que emanaba Keizer, se asustaron tanto al darse cuenta caía rápido. La velocidad a la que iba era tan alta, que resultaba ser bastante peligroso para los ciudadanos.
Entre los edificios se podía contemplar, tal y como si fuera un meteorito que caía desde el espacio, con un potente estruendo, chocaba con el suelo de la ciudad, muy cerca a un parque.
Keizer Se derrumbó en el suelo y volvió a su forma humana a través de una luz azul similar a la que se transformó por primera vez.
Las personas que miraban el momento en total silencio decidieron correr en dirección al lugar en el que cayó. Muchos de ellos habían sido salvados anteriormente por Keizer, y ahora había evitado que la ciudad fuera completamente destruida por un peligroso villano.
No sabían si seguiría con vida, el cuerpo de Himeya había caído en seco sin ninguna señal de movimiento por parte de ella. Sentían la necesidad de verlo, aunque fuera una última vez, por eso usaron todas sus energías para llegar pronto hasta el lugar.
Próximo Capitulo: (CAPITULO 16: "Un Amigo Del Cielo")
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