Capitulo 14: Lucha Por el Mañana
Ciudad De Buenos Aires
12 de Marzo / Hora 7:04 pm
Hospital Villa Sur
La situación dentro del hospital era caótica. Mientras la batalla se libraba en la ciudad, la familia de Himeya se encontraba en el epicentro de la lucha por la supervivencia. Nataly, desesperada por proteger a su hija Zhera, quien estaba enferma y vulnerable, sabía que debían salir del hospital lo antes posible.
—Marcus, no podemos quedarnos aquí. La ciudad está en peligro, y Zhera no puede estar expuesta a esto. Debemos salir de aquí ahora mismo —insistió Nataly, con los ojos llenos de temor y preocupación.
Marcus, padre de Zhera, era un hombre compasivo y dedicado a su labor como policía de la cuidad. Sabía que tenía la responsabilidad de cuidar a los pacientes del hospital, muchos de ellos en situaciones críticas. Pero también comprendía la urgencia de la situación y la necesidad de proteger a su familia.
—Nataly, entiendo tu preocupación, pero no puedo abandonar a los pacientes que necesitan atención médica. Mi deber es quedarme aquí y ayudar en lo que pueda —respondió Marcus, con una determinación serena en su voz.
Nataly miró a su hija, quien yacía débil en la cama del hospital, y luego a su esposo. Las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos, y luchó por mantener la calma mientras se enfrentaba a la difícil decisión que debía tomar.
—Zhera necesita estar a salvo. No podemos arriesgar su vida de esta manera. Sé que quieres ayudar, pero también tienes una responsabilidad como padre. Por favor, ven con nosotros y dejemos el hospital en manos de los demás médicos y enfermeras que pueden hacerse cargo —suplicó Nataly, buscando desesperadamente convencer a su esposo.
Marcus miró a su hija, sintiendo un profundo dilema entre su deber profesional y su amor paternal. Tomó la mano de Nataly con ternura y la miró a los ojos.
—Nataly, confío en mis colegas para cuidar de los pacientes. Pero sé que no puedo pedirte que arriesgues la vida de Zhera por mi decisión. Vamos a evacuar el hospital juntos y encontrar un lugar seguro para estar. Después de asegurarnos de que Zhera esté a salvo, regresaré y continuaré ayudando aquí —dijo Marcus, buscando un equilibrio entre sus deberes y su familia.
Ella asintió, agradecida por la comprensión y apoyo de su esposo. Juntos, tomaron a Zhera en brazos y se dirigieron hacia la salida del hospital. En el caos que reinaba en las calles, se encontraron con Sarah, quien también buscaba un lugar seguro para protegerse.
—Nataly, Marcus, tengo un refugio seguro al que podemos ir. Está fuera de la ciudad y lejos de la amenaza de la bestia. Vamos juntos y asegurémonos de mantenernos a salvo hasta que todo esto termine —dijo Sarah, extendiendo una mano amiga a la familia de Himeya.
Con la ayuda de Sarah, la familia de Himeya logró evacuar el hospital y se dirigieron al refugio seguro que ella les había ofrecido. En el camino, se encontraron con personas que necesitaban ayuda y, siempre solidarios, brindaron apoyo a quienes lo necesitaban.
Mientras tanto, Marcus se aseguró de informar a sus colegas en el hospital sobre la situación y de asegurar que los pacientes fueran evacuados y cuidados adecuadamente.
El refugio resultó ser un lugar seguro y alejado de la amenaza de Zaigor y su satélite. La familia de Himeya pudo encontrar algo de paz y seguridad temporal mientras la batalla continuaba en la ciudad.
En el refugio, Marcus y Nataly tomaron la difícil decisión de separarse por un tiempo. Marcus regresaría al hospital para continuar ayudando en lo que pudiera, mientras que Nataly se quedaría con Zhera y Sarah, manteniéndose a salvo y apoyándose mutuamente.
A pesar de la separación, el amor y la fortaleza de la familia de Himeya se mantenían intactos. Unidos en la lucha por la supervivencia y el bienestar de su ciudad, sabían que, pase lo que pase, siempre estarían ahí uno para el otro. En medio de la oscuridad y la adversidad, encontraron la fuerza y el coraje para enfrentar el desafío que se avecinaba, y mantuvieron la esperanza de que, al final, la luz prevalecería sobre las sombras.
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En el centro de Buenos Aires, Keizer y Zaigor continuaban su épica lucha cuerpo a cuerpo. Los golpes resonaban en el aire, y cada choque de fuerzas sobrenaturales enviaba ondas de energía que sacudían los edificios cercanos. La ciudad parecía temblar bajo la intensidad de la batalla entre estos dos poderosos seres.
La batalla entre Keizer y Zaigor alcanzó su punto álgido en medio de las calles de la ciudad devastada. Ambos luchaban con una ferocidad sobrehumana, sus cuerpos se movían con una agilidad y rapidez asombrosas mientras intercambiaban golpes y ataques.
Keizer sabía que debía aprovechar cada oportunidad para encontrar una apertura en las defensas de Zaigor. Esquivaba ágilmente los ataques del monstruo, buscando el momento preciso para contraatacar. Su corazón latía con fuerza, y la determinación ardía en su interior mientras luchaba por proteger a su ciudad y a quienes amaba.
Zaigor, por otro lado, no mostraba signos de cansancio. Su rabia y sed de poder lo impulsaban a seguir adelante, alimentado por la oscuridad que lo había corrompido. Cada vez que Keizer se acercaba, Zaigor respondía con golpes brutales y ataques despiadados.
Finalmente, Keizer encontró una abertura y se lanzó con un golpe certero hacia el punto vulnerable de Zaigor. Sin embargo, la bestia se movió rápidamente y contraatacó, enviando a Keizer hacia atrás. Ambos luchadores se miraron fijamente, midiendo sus fuerzas y buscando una ventaja sobre el otro.
Los transeúntes que aún se encontraban en las cercanías se habían refugiado, observando aterrados desde la distancia cómo los dos seres se enfrentaban en un enfrentamiento épico. La energía y la magia fluían entre ellos, generando explosiones y destellos que iluminaban la noche.
Keizer desplegó todas sus habilidades y poderes, canalizando la energía que fluía dentro de él. Rayos de luz y energía se disparaban desde sus manos, enfrentando la oscuridad que emanaba de Zaigor. Cada movimiento estaba lleno de intención, cada golpe buscaba debilitar a la bestia y proteger a su ciudad.
La tensión en el aire era palpable cuando Keizer y Zaigor canalizaron sus poderes. Chispas de energía comenzaron a rodearlos mientras liberaban sus habilidades sobrenaturales. Keizer manipulaba el poder de la luz, mientras que Zaigor controlaba la oscuridad que lo había consumido.
Los rayos de luz y sombra se entrelazaban en un espectáculo deslumbrante. Keizer lanzó ráfagas de energía luminosa hacia Zaigor, pero el monstruo se protegió con escudos oscuros. A su vez, Zaigor arremetía con ataques oscuros que Keizer evadía con agilidad.
La bestia, no se quedaba atrás. Utilizaba su fuerza y poderes oscuros para contraatacar con fiereza. Los destellos rojos y negros de sus ataques chocaban con la luz brillante de Keizer, creando una batalla visualmente impresionante y aterradora.
La lucha entre luz y oscuridad se desarrollaba en cada movimiento, y la ciudad observaba asombrada la magnitud de la batalla. Los ciudadanos encontraban coraje y esperanza en la valentía de Keizer, quien se enfrentaba a la oscuridad con una determinación inquebrantable.
El enfrentamiento cuerpo a cuerpo dio paso a una lucha de poderes mágicos. Keizer desató rayos de energía, mientras Zaigor lanzaba esferas oscuras que buscaban consumir la luz que había en su interior. La ciudad se llenó de luces y sombras en un enfrentamiento sobrenatural.
Keizer comenzó a sentir la fatiga, pero no se rindió. Sabía que la esperanza de la ciudad descansaba sobre sus hombros, y estaba dispuesto a darlo todo para protegerla.
La bestia disparaba rayos desde su boca, Keizer comenzó a evadirlos saltando de un lado a otro hasta que se elevo y desde el aire se cubría con ambos brazos. El se siente emocionado por volar, hasta llegar hacia las nubes.
—¡Puedo volar, volar como un halcón por los cielos! —exclamó Keizer con una mezcla de emoción y asombro en su voz. Se sentía como si hubiera sido liberado de las cadenas de la gravedad y ahora pudiera explorar los cielos como un ave majestuosa.
La bestia rabiosa, comenzó a emitir un fuerte sonido que hace que las ventanas de los edificios se rompan. Varias palomas, cuervos y aves vuelan por la ciudad. Las personas graban este momento con su celular. La bestia se ilumina de color azul, las miles de aves rodean a la bestia y esta las absorbe. El aura azul que lo envolvía creció aún más y las espinas en su espalda se transformaron en enormes alas. Era una visión aterradora, una abominación que desafiaba la naturaleza misma.
Las personas que observaban el enfrentamiento, asombradas por la escena que se desarrollaba ante sus ojos, grababan y transmitían la transformación de la bestia en tiempo real. El caos y el peligro eran evidentes, y Keizer sabía que debía actuar con rapidez para proteger a la ciudad y a sus habitantes.
—Esto es increíble, el monstruo devoro las aves y ahora tiene alas, de pronto le crecieron alas y ahora las esta desplegando, esto si es aterrador. No sabría como describirlo, es un monstruo terrible —comento un periodista que narraba lo que sucedía no podía ocultar la impresión y temor en su voz, al describir cómo la bestia sacudía sus alas.
La bestia con sus inmensas alas, comenzó a batirlas y elevarse hacia el cielo, dejando una estela de polvo en el aire. Keizer entendía que la criatura planeaba volar hacia la ciudad y sembrar más caos y destrucción desde las alturas.
El enfrentamiento alcanzó su punto culminante cuando Keizer y Zaigor se elevaron en el aire, enfrentándose en un duelo aéreo. Ambos canalizaban sus poderes al máximo, desatando una tormenta de energía que iluminaba el cielo nocturno.
El cielo se llenó de destellos y explosiones mientras Keizer y la bestia Zaigor se enfrentaban en un duelo épico. Rayos luminosos y oscuros se entrelazaban en un baile caótico mientras ambos luchadores esquivaban ágilmente los ataques del otro.
Keizer se movía con gracia y rapidez, utilizando sus habilidades sobrenaturales para esquivar los mortales rayos que la bestia disparaba desde su boca. Sus reflejos mejorados y su agilidad le permitían anticipar los movimientos de su adversario y contrarrestarlos con eficiencia.
Por su parte, la bestia Zaigor también demostraba una destreza impresionante, moviéndose con una agilidad sorprendente a pesar de su tamaño y sus nuevas alas. Sus ataques eran feroces y despiadados, y Keizer sabía que debía estar alerta en todo momento para evitar ser alcanzado.
El enfrentamiento era una sinfonía de luz y oscuridad, de poder y habilidad. Cada explosión enviaba ondas de energía que sacudían el aire y dejaban un rastro de destrucción en su camino.
La ciudad observaba con asombro y temor la batalla en el cielo, mientras las cámaras de televisión capturaban cada momento de la épica lucha. Los ciudadanos estaban divididos entre la esperanza de que Keizer prevaleciera y la incertidumbre de si serían capaces de enfrentar la descomunal amenaza que representaba la bestia.
Keizer se mantenía firme en su propósito, decidido a proteger a los inocentes y enfrentar la oscuridad que amenazaba su hogar. A pesar del cansancio y la lucha agotadora, se negaba a ceder ante la bestia, quien se elevaba cada vez más hacia la estratósfera. Keizer la seguía con determinación, sin apartar la vista de su objetivo, hasta que tuvo una visión.
En medio del caos y la batalla en el aire, Keizer vio a Himeya en su avión, concentrado y sereno, surcando los cielos entre las nubes. La visión pareció detener el tiempo por un instante, como si el destino quisiera recordarle la conexión que tenía con su amigo.
—Totalmente solo. Surcando los cielos. Me siento como... un meteoro de plata —comenzó Himeya, con una mezcla de nostalgia y emoción en su voz mientras miraba las nubes a su alrededor con una sonrisa en el rostro—. Cuando tenía 17 años, vi un avión plateado en los cielos, y desde ese momento soñé con ser ese meteoro de plata. Desde aquella mañana en la que buscaba un tesoro.
Las palabras de Himeya resonaron en la mente de Keizer, recordándole los lazos de amistad y aventura que habían compartido en el pasado. Un sentimiento de esperanza y coraje se apoderó de él mientras continuaba persiguiendo a la bestia.
La pelea en el aire se intensificó, y Keizer se movía con agilidad y determinación para esquivar los ataques de la bestia. La adrenalina corría por sus venas, y su corazón latía con fuerza mientras se enfrentaba a la amenaza que se cernía sobre la ciudad.
La bestia Zaigor, por su parte, mostraba una ferocidad implacable, lanzando rayos y explosiones en todas direcciones. Cada ataque era una muestra de su poderío y su sed de destrucción, pero Keizer se negaba a flaquear.
En medio de la lucha, Keizer recordó las palabras de Himeya y se sintió inspirado por la pasión que había sentido su amigo por volar. Sabía que no podía darse por vencido, que debía encontrar la fuerza para seguir adelante y proteger todo aquello que amaba.
—¡No te dejaré ganar, Zaigor! —gritó Keizer, con determinación y valentía en su voz.
La bestia respondió con un rugido desgarrador, un eco de su oscuridad interior. Sin embargo, Keizer no se inmutó y continuó enfrentándola con todas sus fuerzas.
La pelea aérea alcanzó un nivel de intensidad sin precedentes, con Keizer y la bestia intercambiando poderosos ataques y movimientos ágiles. Luego la bestia bajo velozmente directo a la ciudad y dispara rayos desde su boca destruyendo varios edificios, puentes y pistas.
—¡Ardan, malditos humanos! —rugió Zaigor, su voz llena de ira y odio, acompañado de una carcajada demoníaca que resonaba en el aire.
Keizer voló rápidamente hacia los rayos que la bestia disparaba consecutivamente hacia la ciudad. Su corazón latía con fuerza mientras intentaba detener los ataques usando su propio cuerpo, dejándolo cansado y abierto para un ataque directo. La determinación y valentía lo impulsaban a enfrentar la amenaza con todas sus fuerzas.
El enfrentamiento en el aire continuó, la bestia Zaigor mostraba una ferocidad despiadada, y Keizer luchaba con tenacidad para contenerla. Sin embargo, en un momento de distracción, la cola de Zaigor se enrolló alrededor de Keizer y lo electrocutó, haciéndolo sentir una agonía intensa. El intento de la bestia de entrar en su mente como una forma de tortura lo dejó vulnerable, y se vio obligado a revivir momentos de su pasado, incluyendo recuerdos con Himeya.
Acorralado, Keizer se encontró en una lucha interna mientras la bestia se regodeaba en su sufrimiento. Sin embargo, un aura de luz roja apareció alrededor de su cuerpo, y el núcleo rojo en su pecho se iluminó con intensidad. Keizer concentró su energía y disparó un poderoso haz de energía hacia la cola de la bestia, logrando destruirla momentáneamente, aunque esta se regeneró rápidamente.
La pelea se detuvo por un instante, ambos luchadores se miraron cara a cara, preparándose para el último asalto. Keizer se sentía exhausto, pero no se daba por vencido.
—¡¿Eso es todo lo que tienes?! —desafió la bestia con una risa burlona.
El núcleo de Keizer comenzó a parpadear, produciendo un sonido similar al latido de un corazón acelerado. La bestia aprovechó la debilidad aparente del guerrero y disparó rayos desde su boca y manos consecutivamente. Keizer se esforzaba por cubrirse de los ataques, pero su agilidad y resistencia se veían mermadas, como si hubiera alcanzado su límite.
—Oh no, mis poderes. ¡Se debilitan! —comentó Keizer, su voz reflejando preocupación y agotamiento.
—Tus poderes se van, porque tu fusión con el victoriano es imperfecta. Te lo hubieras comido como lo hice yo. Ya no tienes más energía para luchar —se burló Zaigor, disparando un poderoso rayo desde su cresta.
Keizer, en un último intento desesperado, se cubrió con ambos brazos y una explosión de energía se produjo. La fuerza del impacto sacudió el aire, y en medio del caos, Keizer luchaba por mantenerse en el aire, pero su cuerpo temblaba por el esfuerzo.
La ciudad observaba con angustia y esperanza, sin saber cómo terminaría el enfrentamiento entre el guerrero y la bestia.
Keizer caía lentamente hacia la ciudad, su cuerpo agotado y maltrecho por la intensa batalla contra la bestia Zaigor. Mientras descendía, su mente se llenó de pensamientos y emociones encontradas. La preocupación por la ciudad y sus seres queridos se mezclaba con la incertidumbre sobre su propia supervivencia.
Dentro de su mente Himeya y Victory hablan sobre la probabilidad de morir, mientras se escuchaba el sonido del núcleo de su pecho de Keizer de fondo.
—Himeya... —murmuró Victory, buscando la conexión con su amigo mientras descendiendo—. Si continuas peleando, tal vez tu cuerpo, no lo resista.
—Entonces, ¿que sucederá si yo muero?
—Yo probablemente, muera contigo.
—Victory, no te rindas... —susurró mentalmente Himeya, enviando sus palabras de aliento a su amigo.— Sé que la batalla es difícil y que las probabilidades pueden estar en contra nuestra. Pero hemos enfrentado desafíos imposibles antes, y siempre hemos encontrado una forma de superarlos. No podemos permitirnos dudar ahora, nuestra ciudad y nuestra gente necesitan que sigamos luchando.
—La situación es complicada, y las probabilidades de sobrevivir parecen escasas.
—No, no puedo caer. Debo matar a ese monstruo. Aun tengo una promesa que cumplir y muchas causas que defender.
La caída se aceleró y Keizer se preparó para el impacto contra el suelo. La ciudad parecía expandirse debajo de él, y la emoción de la batalla se mezclaba con la tristeza de pensar que podría ser la última vez que vería su hogar y a las personas que amaba.
Keizer Se derrumbó en el suelo y volvió a su forma humana a través de una luz azul similar a la que se transformó por primera vez.
La voz de Himeya resonó una vez más en su mente, trayendo consigo una chispa de esperanza en medio de la oscuridad.
—Victory, recuerda que siempre estaremos juntos en esta lucha, sin importar lo que pase. Confío en ti y en tus poderes, no te rindas ahora.
—La única forma de debilitar a la bestia, es usar una medalla de plata, para absorber los poderes del monstruo. Lo puedo convocar solo una vez.
—Antes de eso, debo recuperar mis poderes.
El impacto contra el suelo fue violento, sacudiendo la tierra y dejando una nube de polvo a su alrededor. Himeya yacía derrotado, sintiendo el dolor en cada parte de su cuerpo. La ciudad estaba en silencio, como si contuviera el aliento ante la caída de su defensor.
En su interior, Himeya se preparó para un último esfuerzo, una última muestra de resistencia contra la oscuridad. Su mente estaba llena de recuerdos de las batallas compartidas, las risas y los momentos de amistad que habían vivido juntos.
Con una fuerza sobrehumana, se puso de pie, mirando hacia el horizonte. A pesar del dolor y el agotamiento, su corazón aún latía con la determinación de proteger a su ciudad y a sus seres queridos.
—Esto aún no ha terminado... —murmuró Himeya con voz firme, preparándose para enfrentar a la bestia Zaigor una vez más, incluso en su estado debilitado.
Próximo Capitulo: (CAPITULO 15: "Ultimo Caído")
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