[Extra 2] 👑 |Sintonía de almas
Park Jimin amaba los otoños de Adaman. Debido a que era la estación de la cosecha y la noche de luna del pequeño Príncipe Yeonjun, la gente celebraba animados festivales llenos de abundantes banquetes, y estas celebraciones se prolongaban durante al menos un mes ininterrumpidamente.
Jimin también se deleitaba en esta estación porque a través de las ventanas del palacio podía ver el resultado del suave frío sobre los bosques que rodeaban la capital. Kilómetros y kilómetros de bosques enrojecidos por las bajas temperaturas, convirtiéndolo todo en un infinito manto rojo.
"Rojo como tus ojos", le había dicho Jungkook aquella noche, justo después de cenar en el salón con sus hijos y la nobleza invitada, durante una visita al balcón y una breve mirada al estruendoso paisaje de la capital. Al rey le encantaba comparar cosas magníficas con detalles del cuerpo de su divino esposo.
Minutos antes, la pareja se había despedido formalmente de sus compañeros de cena y dado las buenas noches a los niños, que fueron entregados al maravilloso cuidado del grupo de niñeras que los acostaría en sus aposentos. Ahora Jungkook y Jimin paseaban de la mano por los terrenos del castillo, intercambiando comentarios, besos y caricias. El fuego resplandeciente de los candelabros, las brazaderas, y la serena atmósfera de aquel momento sonaban aún más románticos que la primavera.
En medio de la conversación casual sobre las ventajas del otoño y el cumpleaños de tres años de Yeonjun dentro de dos días, Jimin pensó en algo que lo animó.
—¡Hagámosle una fiesta temática de Halloween! —dijo, saltando. Los hilos plateados de su ropa brillaron con el movimiento.
Jungkook sonrió y tiró de él para acercarlo.
—Su Magnificencia, ¿podría explicarle a este simple mortal qué es eso de Hallow... Qué es eso?
—¡Día de brujas! De donde yo vengo, en esta época la gente celebra fiestas macabras y se disfraza de monstruos o personajes de cuentos de miedo. Y en algunos lugares, los niños van por ahí recibiendo caramelos. Es divertido. —mientras explicaba, Jimin apretó la mano que sostenía la de su esposo.
Jungkook pensó en sus palabras por un momento antes de decir:
—Pero... ¿por qué lo hacen? ¿No es aterrador?
—Sí, es por eso que es genial.
—Y vamos a hacer una fiesta de miedo para nuestro bebé?
—No va a ser de miedo, sólo nos disfrazaremos y prepararemos una fiesta con comidas un poco diferentes. Por ejemplo, a Yeonjun le encanta la mermelada de cereza. El color del dulce recuerda a la sangre, así que en la fiesta podemos fingir que es algo lleno de sangre. ¿Captaste la idea?
El alfa contuvo una carcajada y sacudió la cabeza, comprensivo.
—Bueno, entre nuestros hijos, Yeonjun es el que más se parece a ti cuando se trata de que le gusten las cosas peculiares, así que creo que tu idea podría ser buena para él.
—¡Eso es! -Jimin chasqueó sus dedos y sostuvo su barbilla. —Pero tenemos que pensar en los disfraces. No sé qué monstruos son famosos en el folklore de Adaman.... ¿Hay algún libro en la biblioteca que hable de leyendas bien conocidas por los ciudadanos?
—Hm, ven conmigo.
Los dos recorrieron las alas del castillo hasta llegar a la enorme biblioteca. Allí, se infiltraron en las altas estanterías, sosteniendo pequeñas lámparas para poder leer mejor los lomos de los libros forrados.
Jungkook guió a Jimin hasta la parte más profunda y desierta del recinto, un lugar al que casi ninguno de los eruditos y sanadores reales acudía, y al que el omega no había prestado mucha atención todavía porque prefería husmear en la zona de enciclopedias y pergaminos sobre alquimia situada en otra sección.
—Esto está muy oscuro. —murmuró Jimin, temblando. —Ya recordé por qué evitaba venir aquí.
—¿Por qué? —puntos de luz destellaron en los ojos oscuros de Jungkook.
—Es sólo que toda esta oscuridad y aislamiento me hacen pensar en aquella noche tuya iluminada por la luna, cuando la bestia apareció en el castillo y me atrajo a la parte trasera del jardín. Allí también estaba oscuro y desierto. —explicó el omega, paseando la mirada por los libros.
Inmediatamente después sintió un cálido apretón en la mano.
—Encontraremos el libro, y luego saldremos de aquí de inmediato. —murmuró el alfa, apresurando el paso.
Se detuvieron más adelante, al final de una hilera cerca de la pared. Allí había algunas antorchas encendidas, que suavizaban las sombras entre las estanterías.
—Debe estar por aquí. —dijo Jungkook, agachándose, cubriendo el suelo con su larga capa negra. Levantó la antorcha y pasó el dedo por los lomos de los libros. —Hace unos años que no lo toml para leerlo, pero recuerdo haberlo puesto aquí, junto con los otros libros de mitos e historias de campesinos.
—Espera. ¿Entonces esto de aquí es mitología adamantina? —los ojos de Jimin se abrieron de par en par mientras miraba las dos enormes estanterías que lo rodeaban. Había una cantidad de libros que saciaría a las próximas dos generaciones del clan Park.
—Sí. Quiero decir, técnicamente sí, —dijo el rey, todavía haciendo su búsqueda visual. —antes de que Adaman fuera Adaman, el continente estaba lleno de pueblos y ciudades separadas. Era un lugar muy diferente de lo que conocemos hoy. Por eso hay tantas cosas escritas. Están aquí para recordarnos el pasado, pero no estamos seguros de que todas sean reales, así que se quedan en el ámbito de los mitos.
—Wow... —Jimin se agachó a su lado.
Jungkook le dedicó una suave sonrisa.
—Nuestras tierras son muy antiguas, mi amor.
—Sí, es cierto. —murmuró el omega, pensativo. A veces le asombraba la extensión de aquel mundo.
Mientras el alfa hacía su búsqueda, él decidió ojear el resto de las estanterías. Tal vez se llevaría más de un libro esa noche, porque todo parecía muy interesante.
Sus ojos se posaron entonces en un pálido resplandor al final de aquel pasillo, oculto tras una alta pila de libros sobre un taburete de madera. Con una peculiar curiosidad encendida en su pecho, avanzó hacia él.
—Jimin. —escuchó que Jungkook lo llamaba, pero no se detuvo.
Aquella luz lo estaba invitando...
El omega se acercó a la zona de la pared cubierta por el resplandor, y la miró fijamente, notando que la luminosidad dibujaba una especie de puerta en la superficie de piedra.
—¿Ves eso? —murmuró, asombrado.
Jungkook se levantó y caminó hasta detenerse detrás de él.
—¿Qué ves? —preguntó, frunciendo el ceño.
—Ese resplandor. —Jimin deslizó su dedo índice a lo largo de la línea de luz. —¿No lo ves?
—No... No hay ningún resplandor. —el rey entonces levantó su mano hasta tocar la de su cónyuge, para tratar de percibir algo inusual en esa parte de la pared.
Con ese toque, Jimin vio como el resplandor se intensificaba y sus ojos se abrieron de par en par, sintiendo la piel de gallina. Un instante después, la pared se abrió sola, arrastrándose mágicamente hacia atrás.
Esto lo vio Jungkook, y le sorprendió.
—Por los dioses, —murmuró, parpadeando, y luego miró a Jimin. —nunca me habían dicho que había un pasadizo secreto en la biblioteca. Es la primera vez que lo veo.
—¿Por qué apareció esta puerta recién ahora?
—Tal vez te estaba esperando, Omega de Plata. —Jungkook esbozó una sonrisa con la comisura de los labios.
El Omega negó con la cabeza y cogió su mano.
—A nosotros. Nos estaba esperando a los dos. Esta puerta se abrió después de que tocaras la pared conmigo. —dijo con énfasis y esbozó una sonrisa emocionada. —Entremos a ver qué es... Las voces me cantan en los oídos. Seguro que hay algo interesante ahí dentro....
—Vamos. —Jungkook cogió la antorcha, entrelazó los dedos de su mano con la de Jimin y lo guió a través de la oscuridad del pasadizo.
Primero, atravesaron un estrecho pasillo que terminaba en un pequeño tramo de escaleras. A través de ellas, la pareja descendió más profundamente en el sótano y se encontró con un espacio más abierto lleno de paredes antiguas llenas de telarañas.
En un momento dado, Jungkook notó algo garabateado en las superficies de piedra y levantó su linterna para mirar más de cerca. Suspiró al darse cuenta de lo que era.
—Jimin, encontramos un tesoro. —dijo, radiante.
—¿Qué? —el omega se centró en los dibujos tallados en la piedra y se dio cuenta de que contaban una historia. Debajo de ellos había líneas de jeroglíficos de lo que probablemente parecía un idioma antiguo.
—¿Sabes qué es esto?
—Creo que es la Balada de los Primeros Reyes. ¿Recuerdas la Oda Alfa que bailamos en nuestros bailes?
—Sí, ¿qué pasa con ella?
—Fue creada a causa del final de esta historia. —Jungkook golpeó la pared con un dedo doblado. —Los primeros reyes de Adaman.
—¡Ah! ¿Es la historia del primer Omega de Plata que existió y el alfa que unificó el continente y fundó el reino?
—Exactamente. —el rey sonrió y levantó un poco más la linterna para que se iluminaran todos los dibujos de la pared. —Tenemos pocos registros de esta historia, porque ocurrió hace miles de años, mucho antes de que nacieran el clan Jeon y todos los demás.
El Omega suspiró, asombrado.
—Oh. —Jimin avanzó, pasando junto a los murales que narraban, con imágenes, escenas de guerras entre lobos, tragedias naturales y un océano en tormenta, y dos figuras masculinas encontrándose en diversos momentos.
El omega utilizó la punta del índice para delinear la muesca de la piedra que representaba los cuernos de uno de los personajes de aquella historia. Sintió que una chispa se encendía en su pecho.
—¿Puedes hablarme un poco de esta historia, amor? —preguntó a su esposo, sin apartar la mano de la pared. Algo tiraba de él hacia aquel mural, y su mente también estaba un poco mareada.
—Claro. —Jungkook parecía haberse dado cuenta de la extrañeza de su rey consorte, porque le tendió la mano libre como si quisiera devolverlo a tierra firme. —Antes me habías pedido un libro con historias sobre algunos monstruos de nuestras leyendas. Esta es una oportunidad perfecta para contarte que, al principio, la entidad Omega de Plata no era nada... acogedora. Era como un monstruo temido que representaba toda la ira de la naturaleza en este mundo. Los humanos rezaban para que no les hiciera la vida aún más difícil, en lugar de rezar por su protección.
Jimin lo miró con expresión de sorpresa.
—Así que quieres decir... —infló su pecho y esbozó una sonrisa. —¿Quieres decir que tengo espíritu de villano dentro de mí? ¡haha! ¡Qué genial!
Jungkook rió, divertido por la forma de pensar de su esposo.
—Si. En cierto modo, sí que tienes un lado villano. —su mano acarició su mejilla sonrojada y pensó, mirando aquel rostro suave y hermoso, que nunca podría encontrar allí una bestia temible, aunque Jimin a veces intentara sonar intimidante para otras personas o para sus hijos cuando hacían algo mal.
Luego avanzaron por el pasillo de murales, pasando las manos por los viejos dibujos para sentir los desniveles. Mientras tanto, Jungkook decidió empezar a narrar la historia:
—Los pergaminos cuentan que en aquella época, este continente vivía sumido en un caos lacerante. No había paz real, pues la mayoría de los dioses habían abandonado a su suerte al mundo humano, que sufría las disputas por las escasas zonas cultivables de tierra y las impredecibles fuerzas de la naturaleza que dificultaban la supervivencia. Pero, a pesar de que el panorama era desesperanzador, había un hombre alfa decidido a salvar a su pueblo por todos los medios posibles. —hizo una pausa cuando pasaron junto a un mural en el que estaba dibujada la figura del alfa de la historia.
Era un hombre corpulento vestido con lo que parecía una armadura de cuero y piel. El cabello le caía hasta la base del cuello, sus manos enguantadas sostenían una espada, y sus ojos miraban a Jimin y Jungkook con una serenidad intrigante
—Se parece un poco a ti. —murmuró Jimin analizando los ángulos del rostro dibujado.
El rey se quedó pensativo un momento antes de murmurar:
—Tal vez porque es un antepasado directo de mi familia.... El clan Jeon no se ha mezclado mucho con otras comunidades desde su creación, sólo con las más parecidas a ellos, por lo que han conservado varios rasgos del pasado.
—Oh...
Jungkook acarició la superficie de la piedra y miró fijamente los ojos tallados.
—Su nombre se perdió, así que simplemente lo llamamos el Primer Rey. Consiguió unir a las comunidades rivales y encontró la manera de que cooperaran entre sí para cultivar las tierras fértiles. También las fortaleció para que supieran enfrentarse a enemigos desinteresados con ideales de unidad. Sin embargo, se dice que su mayor logro fue haber llegado a acuerdos con los marineros, porque el mar ofrecía muchos alimentos y tesoros. —alejó su mano de la pared y volvió a tomar la de Jimin. —Pero aún había un problema que les impedía prosperar y ser felices.
Luego procedieron a caminar por el pasillo de murales, pasando por dibujos de tierras que parecían muertas, con árboles secos y espinas que se apoderaban de ellas.
—Los lobos necesitamos la tierra, bosques y la luna sobre nuestras cabezas. Pocos podíamos acostumbrarnos del todo a la vida en el mar. La mayoría de nosotros aún necesitábamos sentir la tierra bajo nuestras patas, pero el continente era un lugar demasiado inhóspito. La única deidad que podía cambiar algo era el Omega de Plata, el dios de los bosques, pero, como dije antes, su existencia causaba temor en la humanidad.
La pareja se detuvo frente a un dibujo que representaba una figura humanoide con enormes cuernos de ciervo, tan grandes que caían por los costados, siguiendo el curso del larguísimo cabello que cubría la mayor parte de su cuerpo y rostro.
Jimin se acercó a la imagen del primer Omega de Plata de todos y lo admiró en silencio. Tenía unos ojos afilados e intimidantes. No parecía amistoso, aunque era hermoso y etéreo.
Por un segundo, el omega juró que vio un pálido resplandor que emanaba de aquella muesca en la piedra. El corazón le latía con fuerza.
—¿Qué pasó después para que todo cambiara? ¿Cómo... cómo se conocieron el Primer Rey y él? —preguntó, ansioso.
—Teniendo en cuenta la traducción de la letra de la Oda Alfa y la historia, se cree que el Primer Rey viajó hasta donde estaba aislado el Omega de Plata e insistió en acercarse a él. Lo que al principio fue una búsqueda de la misericordia divina, acabó convirtiéndose en un romance. Los bosques del continente se salvaron después de que se unieran, y cuando el Primer Rey murió de vejez, la deidad omega renunció a su inmortalidad y descansó con él. Se dice que ese fue el primer vínculo lobuno que surgió en este mundo.
—Wow...
Jungkook y Jimin intercambiaron pequeñas sonrisas mientras reflexionaban sobre el final de esa historia.
El apretón de manos entre ellos se hizo más fuerte, cálido y ferviente.
—¿Todavía deseas continuar el paseo? —preguntó Jungkook, mirando hacia un portal que se abría al fondo del pasillo.
Le preocupaba que Jimin volviera a tener pensamientos aterradores sobre la bestia del pasado, pues en ese momento el tono parecía aún más fuerte, incluso para sus ojos extremadamente adaptados a la profunda oscuridad.
Pero Jimin sonrió y movió la cabeza afirmativamente.
—¡Vamos! —tiró de él y los dos cruzaron el oscuro pasadizo en un instante.
Después de otro tramo de escaleras y varios metros por un antiguo pasillo, la pareja llegó a un gran espacio con un techo alto y pilares que sostenían las paredes de piedra. Tras utilizar el fuego de la linterna de aceite para encender las antiguas antorchas dispuestas alrededor del lugar -que sorprendentemente aún ardían como si fueran nuevas-, se quedaron inmóviles ante la grandiosidad de lo que habían descubierto.
El lugar era muy parecido al salón del trono del castillo, sólo que un poco más pequeño y más marcado por la acción del tiempo y la naturaleza. Las paredes estaban cubiertas de infinidad de dibujos y jeroglíficos, y en el centro del espacio había un trono gris, todo retorcido, como si hubiera surgido del suelo. Pero lo más sorprendente era el enorme tronco de árbol que había frente al trono, que atravesaba el techo de roca como una lanza, dando la impresión de que su frondosa copa debía de estar en algún lugar de allí arriba.
Jimin tocó su superficie y notó el color marfil, la peculiar textura, algo de agua goteando por la irregularidad de la madera, y los susurros sobrenaturales flotando en la atmósfera.
—¡Esta es la base del Árbol Sagrado que está bajo el castillo, Jungkook! —exclamó el omega, sonriendo de oreja a oreja. —Entonces, en realidad, su raíz nace de aquí...
—Eso significa que estamos casi bajo nuestro nido. —dijo el alfa, también sonriendo.
—¡Ah, claro! —el Omega miró hacia arriba, como intentando ver a través del techo y las muchas capas de suelo que había sobre ellos.
Mientras tanto, Jungkook puso los ojos ante el tronco abandonado, y se acercó distraídamente a él para analizarlo mejor.
Pasó la mano por la superficie, que no parecía de plata pura como el trono real, sino de una mezcla más burda de minerales grises que desconocía. Sus dedos encontraron jeroglíficos grabados en los bordes del tronco y se aventuraron sobre ellos, anhelando descifrarlos. Estaba tan concentrado en ello que tardó un momento en percatarse del repentino silencio en el lugar.
—¿Jimin? —levantó el rostro en dirección al lugar donde antes había estado su esposo, pero no pudo encontrarlo. Intentó una búsqueda visual por el lugar, que resultó infructuosa. Su lobo interior y su olfato detectaron a Jimin en los alrededores, pero algo parecía... extraño.
De repente, las luces de las antorchas se apagaron, y todo se volvió profundamente oscuro de nuevo.
Los orbes negros de Jungkook se convirtieron en dos faros rojos, más poderosos, y siguieron buscando a Jimin.
Él podía sentirlo. Estaba justo a su lado, pero ¿dónde?
—¡Jimin! —gritó, tenso y temeroso por la ausencia del omega.
Fue entonces cuando divisó un molde humano que brillaba translúcido en el fondo del recinto.
El molde tenía cuernos, así que al principio Jungkook se relajó pensando que era Jimin, pero luego tragó en seco cuando aquella figura argéntea flotó por el espacio, formando un rastro de espinas tras de sí.
Pronto se vio envuelto por unas manos fantasmales, que le sujetaban la cara con tanta firmeza como lo habrían hecho las manos de su esposo omega.
Dos ojos familiares pero de un rojo oscuro lo miraban fijamente, como si vieran su alma.
—Como en los viejos tiempos, estamos aquí de nuevo —susurró la entidad plateada, seductora y feroz.
En seguida, Jungkook recibió un fuerte empujón que lo hizo caer de bruces sobre el trono que tenía detrás. Atónito, vio como la criatura tan inquietantemente parecida a Jimin se montaba en su regazo y le lamía todo el cuello.
Como si ese acto hubiera absorbido instantáneamente las energías de su cuerpo, el joven rey fue arrastrado a un largo sueño en otra era de ese mundo.
🌔🌘🌑🌗🌖
Cuando Jungkook volvió a abrir los ojos, ya no era el rey de Adaman, hijo de Jeon Haerin y Wang Nara, y miembro del clan de los Lobos Nocturnos.
Su cuerpo seguía siendo prácticamente el mismo, salvo por la barba sin afeitar, las cicatrices que le cubrían los brazos de arriba abajo, el cabello negro rebelde que le caía hasta la clavícula y el corazón palpitante en el pecho. Sin embargo, no era él, sino una versión antigua, de una época antigua.
Era el Primer Rey, un hombre alfa que, en ese momento, acababa de despejar un bosque fúnebre para alcanzar su mayor objetivo: la guarida del temido dios del bosque, el Omega de Plata.
Estaba sentado en una roca frente a la entrada de la cueva. A su alrededor, todo era seco y frío, un cuadro mórbido en tonos grises. Incluso el paso al hogar de la deidad no era más que una grieta áspera en la ladera de una montaña. Nada parecía acogedor, ni siquiera el olor del lugar, que le producía escalofríos constantes.
Jungkook suspiró profundamente y, tras pensarlo unos minutos, se dispuso a entrar en la guarida. Entró sin la funda de su espada e incluso la abandonó, un objeto tan valioso para él, sólo porque quería transmitir una imagen de sumisión a la entidad con la que pronto se encontraría.
Pero Jungkook no se sentía más vulnerable sin esas armas, porque al fin y al cabo, si el Omega de Olata lo quería muerto, simplemente iba a morir y ninguna espada humana podría impedirlo.
Ya dentro del estrecho pasadizo del interior de la montaña, el alfa caminó por los huecos entre las rocas, guiándose por un rastro único y endulzante que no se parecía al de un lupino humano hasta llegar a un amplio espacio iluminado por rocas azuladas bioluminiscentes.
Sintió un escalofrío al notar una presencia peligrosa cerca, como si hubiera una bestia oculta ahí fuera, esperando su aproximación, su próxima presa tonta.
Los instintos de Jungkook ya silbaban enloquecidos antes de divisar un círculo formado por hileras de huesos humanos sostenidos por espinas que brotaban de las piedras del suelo, y crecían en lo alto de los cráneos de los esqueletos para dar forma a unos cuernos aterradores.
"Qué sadismo...", pensó, tensandose.
Cerró los ojos y respiró hondo. Había afrontado muchas situaciones críticas en su vida, y se había arriesgado para conseguir la ayuda y el apoyo de grupos que, en otras ocasiones, lo matarían a la primera oportunidad. Pero aún así, nada comparado con este momento.
Nunca antes había hablado con una deidad, y mucho menos con una como aquella, que parecía tan cruel. Pero era su última esperanza de salvar la vida de la gente que le seguía, así que estaba dispuesto a morir por ello.
—Por las conversaciones de mi gente, se rumorea que la deidad de plata reside aquí. —dijo en voz alta. —Si Su Magnificencia me está escuchando, le ruego humildemente que me conceda un momento de su atención...
Jungkook esperó una respuesta, pero durante largos minutos lo único que obtuvo fue silencio. Esta quietud se prolongó tanto que llegó a pensar en la posibilidad de que hubiera sido ignorado por la entidad allí oculta.
Sin embargo, un momento después las luces de las rocas parpadearon y el ambiente se llenó de un aroma dulce y embriagador.
Finalmente, una risa aguda resonó desde el fondo, tan sobrenatural que hizo que el joven alfa contuviera la respiración.
—Creo que han pasado unos cincuenta años desde la última vez que un lobo mortal tuvo la temeridad de venir aquí. —dijo el dueño de la risa. Su voz era suave y etérea. Demasiado hermosa para algo que debería ser tan temible.
Tras parpadear una vez más, Jungkook vio dos estrechos ojos rojos que brillaban en la oscuridad distante. A continuación, vio el molde del cuerpo de la entidad que había aparecido. Era esbelto, algo pequeño y daba la falsa impresión de ser frágil. Estaba sentado sobre una roca que parecía un trono mal pulido, y abrazaba sus rodillas dobladas cubiertas por una larga capa de tela gris.
El Omega de Plata lo miró con curiosidad y malicia. Su sonrisa era a la vez lo más hermoso y lo más intimidante que Jungkook había visto jamás.
El alfa inclinó la cabeza en señal de respeto en cuanto salió del trance del primer contacto.
—Gracias por aparecer ante mí, Su Magnificencia. —dijo, tratando de sonar confiado y relajado a pesar de que sus instintos le indicaban que aquella criatura que tenía delante era totalmente impredecible.
—Hm... —la deidad se levantó de su asiento y se acercó al círculo de esqueletos expuestos, arrastrando tras de sí metros de una capa blanca traslúcida y largos cabellos plateados adornados por pequeñas ramas puntiagudas clavadas en sus cuernos de marfil.
Con gesto frío e indiferente, el omega se abrió paso entre los primeros huesos que cruzó, tocando sus cráneos huecos y sus cuernos con púas. Dejó de caminar un poco después y se apoyó en un hombro huesudo, luego lanzó otra mirada en dirección al mortal.
—Huelo en ti a un alfa de las tierras del sur. —dijo aburrido.
—Es correcto.
—Me han visitado unos cuatro de tu especie. Creo que éste era uno de ellos. —el dios señaló el esqueleto en el que se apoyaba. —Si hubieras invadido mi lugar de descanso hace unas décadas, ni siquiera te habría dicho una palabra. Tu cadáver ya estaría aquí, convertido en decoración.
Mirando al suelo, Jungkook intentó controlar su respiración. Mostrar miedo sólo lo pondría en mayor desventaja frente a esa sádica criatura.
—¿Qué hizo que Su Magnificencia cambiara su... hospitalidad? —preguntó con un ligero e insolente sarcasmo en la voz.
La entidad frunció una comisura de los labios en una sonrisa cortante.
—Me aburro. Es un efecto secundario de la inmortalidad... —el omega rozó con el dedo índice el lateral del cráneo liso, su larga uña arañó la superficie. —Veamos qué ha venido a preguntar el nuevo intruso... Hm, ¿deseas ganar una guerra?
—No.
—Entonces... —pasó al siguiente esqueleto y acarició los pálidos huesos. —¿Vienes trás riquezas?
—No, yo...
—¿Quieres que mate a alguien que es un estorbo para tus ambiciones? —sugirió mientras se aproximaba a otros dos esqueletos.
—No...
—Ah, ¡ya sé! —el omega se acercó al alfa y se detuvo frente a él. Jungkook aún tenía la cabeza gacha cuando lo escuchó hablar: —Anhelas unirte a mí carnalmente, para poder convertirte en el lobo alfa más poderoso de este mundo.
Esto sorprendió al mortal, que reaccionó levantando la cabeza y frunciendo el ceño, dispuesto a negarlo con vehemencia.
Pero fue desarmado por la mirada penetrante del Omega de Plata, y su belleza inhumana. Tuvo que atragantarse para recuperar la voz.
—Yo... Esa opción es demasiado absurda y arrogante para existir en mi mente, Su Magnificencia. De hecho, para existir en la mente de cualquier humano...
—¿En serio? —se rió el dios. —Curiosamente, la gran mayoría de estos esqueletos son insolentes alfas que vinieron aquí creyendo en la existencia de esa opción.
Pasó a rodear al humano, evaluándolo de arriba abajo
—Si no quieres riquezas, poder o gloria, ¿qué te ha traído a una muerte segura? —susurros espeluznantes brotaron de su voz.
Jungkook apretó discretamente un puño para reprimir un escalofrío.
—De Norte a Sur guío a grupos de personas hacia lugares más pacíficos y menos difíciles para vivir. El deseo de supervivencia es lo que nos permite ganar nuestras luchas diarias, no la ambición de poder o riquezas... Y no se puede ganar la gloria en un mundo como éste, abandonado desde hace tanto tiempo. —dijo el humano.
—Abandonado por los dioses, dices... —los dientes del omega brillaron, afilados como cuchillas.
Jungkook lo miró sin pestañear. Todos los años que había pasado defendiendo a los suyos le habían ofrecido una determinación audaz para aquel momento concreto.
—Lo que he venido a pedir no tiene que ver con logros o acumulación de ego, sino con la vida de gente desesperada. Fuera hace frío, reina el hambre, la tierra está seca y no da frutos. Los lobos ya no pueden cazar, los bosques están llenos de espinas y el número de animales disminuye constantemente. Sé que nada de esto es su deber, y que la vida de criaturas como nosotros, los humanos, es para usted tan efímera como la de las hormigas bajo mis pies...
—Sí... Tan efímera que me repugna. —el omega sopló, y su dulce aliento recorrió el cabello de Jungkook como una brisa cálida y primaveral. —Sólo vives un soplo de vida, pero crees que mereces toda la misericordia de este mundo.
La frialdad en el discurso del inmortal silenció cualquier atisbo de primavera que hubiera surgido en ese momento. Para Jungkook, fue como ver un árbol marchitarse ante sus ojos. Tuvo que respirar hondo para controlar su angustia y no sonar insolente al pronunciar sus siguientes palabras:
—En mis cruzadas, he descubierto muchas cosas. He aprendido que, hace muchas eras, este mundo era hermoso. Hay dibujos en las rocas y pergaminos antiguos que hablan de tiempos de paz y buenos bosques, y todos destacan que el paraíso existía gracias a su influencia. Así que, antes, no todo era tan efímero para usted, Su Magnificencia. Merecía la pena vivir y cuidar la vida mortal. Por desgracia, no he encontrado la razón que lo hizo cambiar sus acciones hacia este mundo... —el mortal inclinó la cabeza y, en un necesario acto de sumisión, dobló las rodillas hasta el suelo en señal de reverencia. —¿Hay algo que pueda hacer para que se recupere un poco del paraíso que existió?
El omega lo miraba en silencio desde lo alto.
Mientras tanto, sus carnosos labios se movieron en una risa burlona, como preguntándose qué podía hacer un simple humano para cambiar las cosas.
Entonces se agachó, quedando un palmo más bajo que el mortal, e inclinó la cabeza para mirarlo.
—Veamos qué se puede hacer... —la voz del inmortal reveló toda su fría indiferencia. —Hm, el mar. Dame el mar. Si haces eso, te devolveré el paraíso con el que sueñan los humanos.
Jungkook parpadeó, mirando el suelo de piedra.
Esa era claramente una proposición imposible,
una broma de mal gusto de un dios al que no le importaba, pero los pensamientos del humano, en lugar de alterarse, volaron hacia algo que había dentro de su bolsa de viaje.
Se la quitó de la espalda con cautela y tiró de la hebilla de cuero para abrirla. Luego, en un movimiento que dejó el semblante del Omega de Plata ligeramente perplejo, sacó una concha marina del tamaño de su mano. Era amarilla, del color de la arena de playa, y tenía incrustados en su superficie fragmentos irregulares de joyas azules.
—La obtuve justo antes de venir aquí, cuando viajé a las playas del norte en busca de un trato con los pescadores. Se me apareció después de salvar a un niño de morir ahogado, así que decidí conservarla conmigo como un amuleto precioso.
Jungkook se lo ofreció al Inmortal, levantándolo con ambas manos: —Su Magnificencia me pidió que le regalara el mar. No soy capaz de hacer tal cosa, pero puedo ofrecerle algo que lo conecte con él. Si acerca la concha a su oído, podrá escuchar el romper de las olas y la brisa marina. Es como si estuviera en el mismo océano.
La deidad miró el objeto con semblante apático, y su mano llena de largas uñas se cernió sobre él como si estuviera decidiendo si tomarlo o no. Acabó recogiéndolo y acercándoselo a la cara. Lo analizó con ojos estrechos y enrojecidos. Por un segundo, su rostro se volvió aún más pálido, bastante lívido.
—Vete, humano. —declaró en un frío susurro. Su mano se tensó alrededor del caparazón, podría romperlo en un abrir y cerrar de ojos. —Vete mientras aún te permita salir de aquí con vida.
Jungkook se quedó quieto, lleno de determinación.
—Vine aquí consciente de los riesgos. Estoy dispuesto a arriesgar mi vida a cambio de cualquier ayuda suya, así que no puedo.
—¡SAL DE AQUÍ!
Un tifón estalló con el grito del Omega Plateado, y golpeó a Jungkook como un látigo violento, lanzándolo hacia la entrada de la cueva. El humano consiguió protegerse a tiempo de un encuentro fatal con las rocas, ya que se transformó en lobo en el último segundo. Cuando se recompuso, volvió su rostro animal hacia la deidad, pero era demasiado tarde, ya que se había formado una barrera de espinas entre los dos.
Derrotado, Jungkook dio la espalda a la guarida y salió trotando de la montaña. De vuelta al exterior, posó su cuerpo cuadrúpedo sobre el suelo seco sin importarle las espinas que lo rodeaban, pues lo único que le molestaba en ese momento era la sensación de impotencia y frustración. ¿Qué sería de su pueblo a partir de entonces, ya que no había más alternativas para la esperanza?
No imaginaba, sin embargo, que recibiría una respuesta a su pregunta poco después, cuando sintió que unas cálidas gotas de lluvia goteaban sobre su hocico.
Levantó la cabeza y miró al cielo, entonces vio cómo se acumulaban pesadas nubes en el horizonte, listas para derramar agua fresca sobre el suelo. Al mismo tiempo, observó cómo la tierra se tragaba las espinas cercanas, dejando tras de sí un rastro verde recién nacido de lo que podría convertirse en una alfombra de hierba y, en el futuro, en un rico bosque.
Jungkook jadeó al darse cuenta de que su petición -o al menos parte de ella- había sido concedida. Volvió a mirar hacia la montaña del Omega Plateada e inclinó la cabeza en un rápido y alegre gesto de gratitud.
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—No hace falta que nos pagues nada, joven líder. Conocemos tu reputación, así que nos sentimos un poco más seguros con tu presencia aquí. —dijo un chico omega de una comunidad nómada que Jungkook había encontrado acampando cerca mientras hacía el camino de vuelta a casa.
—Por desgracia, sin la ayuda de mis hermanos, no estoy seguro de poder ofrecer tanta seguridad. Pero, gracias. —dijo, esbozando una amable sonrisa que hizo sonrojar al anfitrión.
—Puedes descansar en la tienda de mis abuelos. Es grande y cómoda, y no volverán hasta mañana de su cacería.
—Se lo agradezco. Diles que no estaré aquí mucho tiempo, pues tengo intención de volver pronto con mi gente.
—¿Has venido hasta aquí para otra negociación, joven líder?
—Digamos que sí...
—Espero que todo haya salido bien.
—Parece que he tenido éxito. —dijo, un poco exultante, sintiendo la tierra húmeda y rica bajo sus botas.
Los dos llegaron a la tienda donde iba a pasar la noche.
Por humilde que fuera, era grande y realmente acogedora, con colchones cubiertos de almohadas y mantas de piel, y algunos tótems religiosos colgados del techo por trenzas de colores.
La atención de Jungkook se fijó en uno de esos tótems. El pequeño artefacto de madera moldeaba la imagen de un lobo de pelo claro y cuernos en lo alto de la cabeza, y el extremo izquierdo de su cuerpo estaba conectado a otro tótem, que también era un lobo, pero éste tenía el pelo oscuro y azulado y no tenía cuernos en lo alto de la cabeza.
—¿Estás admirando la artesanía de mi abuelo alfa, joven líder? —preguntó el anfitrión.
—Es hermoso, y también interesante... Supongo que ese lobo con cuernos es la deidad de plata. —dijo Jungkook dubitativo.
—Así es.
—Entonces, ¿quién es el lobo azul pegado a él?
—Es de una vieja historia que les gusta contar a mis abuelos. —el jóven soltó una risita.
—Me sentiría halagado si la compartieras conmigo.
La petición provocó otra oleada de rubor en el rostro del omega. A veces, Jungkook sonaba encantador sin darse cuenta.
—Bueno... —el chico se aclaró la garganta. —Mi abuelo dice que la luna dio sus hijos gemelos a la tierra.
Uno de ellos dio vida a los bosques y el otro a las aguas. Eran inseparables, casi siameses, por eso estos tótems se hicieron así, conectados entre sí.
El joven alfa reflexionó un rato sobre esta historia sin precedentes, antes de preguntar.
—¿Qué fue del gemelo que dio vida a las aguas?
—Sólo conocemos el paradero del Omega de Plata...
Mis abuelos creen que se fue a vivir a los océanos, y por eso allá es más rico y está más lleno de vida que esta tierra.
Jungkook tocó los tótems y los observó en silencio durante largos segundos.
—¿Entonces dejó solo a su hermano? —murmuró, recordando a la criatura que vivía aislada en la guarida de la montaña.
—Es sólo un cuento, jóven líder. No tienes que pensar mucho en ello... —el omega apartó la mano de Jungkook de los tótems con una caricia. —De hecho, ¿te gustaría dormir ahora? Afuera ya está oscuro y hace frío. Puedo calentarte.
Una sugerencia sensual flotaba en el aire.
Hacía meses que Jungkook no se acostaba con un omega. Sus constantes viajes y migraciones habían ocupado su mente y su cuerpo durante demasiado tiempo. Así que su lobo interior acabó inclinándose por aquella invitación, porque sentir un poco de placer después de haber pasado por tantas tormentas parecía una idea agradable. Así que se relajó y se entregó al deseo carnal.
Colocó a su joven anfitrión sobre el colchón y le arrancó la ropa interior sin mucho reparo. Tras tocarse y liberar feromonas calientes, giró el cuerpo del omega para penetrarlo por detrás. Le oyó gemir en un gruñido mientras empujaba dentro de él y procedió a follárselo a un ritmo rápido y sin sentimentalismos, equilibrando la caballerosidad educada con los instintos más crudos.
El cálido aliento le empañó los ojos y le mareó un poco la mente. En un momento dado, mientras movía las caderas, Jungkook se quedó mirando el tótem del lobo claro y se sorprendió a sí mismo pensando en lo que había ocurrido dentro de la guarida de la montaña.
La concha. El mar. La inexplicable soledad de un dios frío.
Cuando el sexo llegó a su fin y el omega se durmió bajo su cuerpo, abandonó la tienda y huyó en forma de lobo, recorriendo la escena del amanecer hasta que divisó de nuevo la ladera de la montaña y la grieta en ella.
Pasó un rato observando aquel lugar sin estar seguro de lo que había ido a hacer allí. No podía dejar de pensar en la historia que había escuchado...
Se replanteó volver al campamento, porque su trabajo en aquella región ya había concluido, e incluso se dio la vuelta para hacerlo, pero en ese momento divisó un manzano lleno de frutos rojos y plenos. Admiró aquel espectáculo raro y milagroso con la boca echa agua, antes de coger algunas manzanas y partir hacia la montaña del dios aislado.
Cuando entró en la guarida, utilizó su espada para abrirse paso a través de la barrera de espinas. Ignoró los esqueletos expuestos y siguió un pasadizo al fondo, entre las rocas, guiado por el aroma dulce y único grabado en la atmósfera.
Jungkook dejó de caminar en cuanto divisó una cueva con un estanque lleno de bioluminiscencia azul, sus orillas bordeadas por una alfombra sobrenatural de hierba plateada y arbustos llenos de flores rojas.
En el centro de todo, entre el agua brillante y transparente, yacía el Omega de Plata. La entidad estaba desnuda, con la piel tan brillante como las perlas. Su larga y húmeda cabellera flotaba sobre la superficie líquida como ramas de platino y se enredaba delicadamente en las puntas de sus cuernos.
El alfa contuvo la respiración ante aquella visión. Era como ver el paraíso de los dioses en persona.
—De verdad no le tienes miedo a la muerte. Empiezo a estar impresionado. —la voz del dios reverberó a través de las paredes de roca. —¿Cómo te atreves a venir aquí?
El omega no parecía enfadado. Su pregunta expresaba más curiosidad que enfado.
El humano tomó las manzanas que había recogido y las colocó en la orilla del estanque.
—De ayer para hoy, un manzano creció y dio frutos cerca de la entrada de este lugar. Creo que fue gracias a su influencia... Quería darle las gracias por haber accedido a algunas de mis peticiones.
—¿Has venido a darme las gracias ofreciéndome las manzanas que yo mismo cultivé?
Los labios de Jungkook se curvaron en una pequeña sonrisa.
—Mi objetivo es mostrarle cómo Sy Magnificencia es capaz de transformar este mundo en un paraíso, si usted estás dispuesto. —explicó, sin miedo a sonar insolente. Luego tomó una manzana y mordió un jugoso trozo. El dulce sabor le hizo suspirar: —Hacía meses que no veía una manzana, y creo que no he probado nada tan delicioso en mi vida.
Con semblante indiferente, el dios cogió una de aquellas frutas y la analizó. Luego silbó melódicamente, atrayendo a una docena de pájaros que estaban escondidos en algún lugar del techo de la cueva. Los animalitos se acercaron planeando a las manzanas y empezaron a devorarlas. La única fruta que quedaba era la que estaba en la mano del omega.
Mientras tanto, Jungkook se debatía entre admirar el grupo de pájaros de colores que nunca antes había visto y fijarse en que la concha que había regalado a la deidad estaba en la otra orilla del estanque, decorando un arbusto como si fuera una especie de altar natural.
—Creo que ahora entiendo por qué Su Magnificencia exigió el mar a cambio de acceder a mi petición. He descubierto que el señor de los océanos es su hermano. —dijo, sin apartar los ojos de la concha.
El Omega de Plata le dio la espalda y arrojó la última manzana a los pájaros.
—¿Qué puede entender un simple mortal sobre este tema? —se rió, nadando más profundamente en el estanque.
—Yo también he perdido a un querido hermano, y me hace mucha falta.
Un gruñido de la deidad hizo vibrar el suelo de piedra.
—Yo no he perdido al mío. Él tomó una decisión por su cuenta y se entregó al océano para formar parte de él —dijo el omega. Ahora sólo su rostro permanecía en la superficie del estanque y miraba a Jungkook. —Hizo lo que todos los demás hicieron. Yo era el único inmortal que quedaba en un cuerpo sensible. ¿Cómo puedes siquiera imaginar cómo es eso?
—Puedo imaginar que lo extraña, porque conservó la concha que le di. —Jungkook señaló el objeto en el arbusto. —Al menos eso soy capaz de entender.
El Omega entrecerró los ojos y se zambulló de lleno en el agua.
A través de la clara transparencia del estanque y del resplandor azul, su cuerpo pudo ser visto por el humano, que lo observó nadar hasta la orilla y emerger justo delante de él.
—¿Los esqueletos de ahí fuera no te sirven de advertencia, mortal? —mostró la hilera de dientes que contenían afilados caninos. Su cabello caía delante de su pecho desnudo y húmedo y goteaba agua sobre la ropa de Jungkook. —Estás cruzando algunos límites.
—Los esqueletos eran de individuos que lo trataban como algo que debía servirles. No tienen ninguna relación conmigo. Pero creo que si Su Magnificencia realmente quisiera añadir mis huesos a su colección, ya lo habría hecho...
El humano deseaba apartar la mirada de los intensos orbes rojos del dios, pero no podía mirar al techo, o sonaría cobarde y sus palabras no transmitirían confianza; tampoco podía bajar la cabeza, o su campo de visión se centraría en algo... bello y desconcertante. Así que se mantuvo firme mientras lo miraba fijamente a tan pocos centímetros de distancia.
Ante su respuesta, el semblante del Omega de Plata se convirtió en una profusión de incredulidad y diversión, y sus afilados dientes desaparecieron bajo sus labios curvados en una sonrisa menos intimidante.
—Como sea, desaparece de mi vista. El olor a omega impregnado en ti es nauseabundo y ya ha consumido mis fosas nasales. Ya no deseo que me molestes con tu presencia. —habló, volviendo al fondo del estanque.
Jungkook se sorprendió ante esto. No se había dado cuenta de que en su cuerpo aún quedaban rastros del joven nómada con el que se había acostado esa misma noche, así que la vergüenza lo golpeó de lleno.
—Yo... No había ríos de agua en medio del camino aquí, así que no pude limpiarme tan bien.... Lo siento.
—Hm... —el Omega pensó un poco. —Entonces te permitiré sumergirte.
—¿Qué?
—Sumérgete en el agua y deshazte de ese molesto olor.
La frase sonó como una orden. Un poco vacilante, el humano empezó a despojarse de su ropa. Se quitó la funda, las botas, la armadura de cuero, la camisa y los pantalones, luego hundió su cuerpo desnudo en el estanque y sintió un delicioso escalofrío por la cálida temperatura del agua. Se mojó la cara y se pasó las manos por el cabello húmedo, luego se frotó la piel para limpiarse rápidamente.
En ese momento, se fijó en la mirada curiosa del Omega de Plata.
—¿Por qué tienes la cara roja? —le preguntó la deidad.
Jungkook sintió que la vergüenza cobraba fuerza.
—Es que esta situación es inusual. Y desconcertante estar desnudo delante de un dios.
—¿Y eso por qué? Es sólo un cuerpo desnudo... —el dios Omega arqueó una ceja. —¿O debo suponer que mi desnudez en este momento también te desconcierta?
Jungkook tanteó y apartó la mirada. Le ardía la cara.
—No tendría la osadez. —dijo con la mayor neutralidad posible.
El dios se percató de su actitud nerviosa y lo observó en silencio durante un momento, luego puso los ojos en blanco hacia otro rincón de la cueva y cambió el tema de la conversación con una pregunta:
—¿Cómo perdiste a tu hermano?
El cuestionamiento ayudó a Jungkook a relajarse un poco, sin embargo la respuesta que tuvo que dar no fue feliz.
—En una disputa por territorio. La manada en la que
él estaba fue masacrada. —explicó con un suspiro, recostándose contra el banco. —No quería que mi hermano se fuera. Pudimos haber huido con los demás.
El dios reflexionó sobre aquello y murmuró para sí:
—¿Por qué son siempre tan egoístas?
Sus palabras fueron escuchadas por el humano, y dejó escapar una risa nasal que contagió una simple sonrisa en el rostro del inmortal.
Los dos intercambiaron miradas de comprensión y complicidad, pues, al fin y al cabo, eran un par de abandonados.
—Vuelve con tu gente, humano. Yo seguiré proporcionándote lluvia y tierra fértil, así que ya no necesitas estar aquí. —dijo el Omega de Plata, arrastrándose fuera del agua. Su larga cabellera se pegó rápidamente a su espalda, formando una capa que le llegaba hasta el pliegue de la rodilla.
Jungkook decidió acatar aquella orden de despedida.
Tras ponerse la túnica, se dirigió a la salida de la cueva.
Antes de salir, se volvió hacia el dios y pronunció:
—Por cierto, Su Magnificencia, mi nombre es Jungkook. —Luego se inclinó en señal de reverencia y salió de la guarida.
La deidad creyó que por fin se había quedado sola en su eterno y confortable aislamiento en la montaña, sin que nadie interrumpiera sus tranquilos y silenciosos días. Pero a medida que pasaba el tiempo, la calma de su corazón le resultaba muy tediosa, y casi deseaba que se rompiera de nuevo.
No esperaba que dos días después, el humano llamado Jungkook volvería a invadir la guarida con una sonrisa decidida en el rostro.
—Otra vez aquí, como una mala hierba que insiste en emerger. —siseó el Omega mientras desenredaba unos mechones de cabello que se habían enredado en la curvatura de sus cuernos. —Pensaba que ibas a volver con los tuyos.
—Bueno, he tenido un ligero cambio de planes. —el humano sacudió los hombros.
—Eso no es asunto mío. Sal de mi casa, garrapata molesta.
Incluso con la orden, Jungkook se quedó allí.
—He venido a hacerle otra petición, con algo a cambio. Algo del mar que le gustará a Su Magnificencia. —dijo, acercándose unos pasos a él.
Dos ojos rojos lo miraron con cierto interés.
—¿Y qué podría ser?
—Se lo revelaré después de que cumplas mi petición.
—Jungkook le dedicó una sonrisa pícara.
El omega se soltó el cabello y entrecerró los ojos en dirección al mortal.
—Hm, muy bien... Mi curiosidad supera mis ganas de acabar contigo.
—Se lo agradezco. —dijo, estrechando la distancia entre ambos, dando otro paso al frente. —Mi petición es que Su Magnificencia me acompañe a dar un paseo al exterior.
Tras decir eso, ofreció su mano derecha al dios y esperó su reacción.
El omega se quedó mirando aquella mano alzada y pensó un rato en aquella propuesta. Su mirada se desvió hacia la entrada de la montaña y se detuvo allí durante un largo momento, casi insinuando que iba a rechazar el paseo.
Pero al final aceptó el trato.
Echó un vistazo más a la mano de Jungkook antes de tocarla. Sintió su calor mortal, su temblor nervioso y sus cicatrices de batalla, cosas que una deidad nunca tendría y por eso le impresionaron.
Los dos salieron entonces, y fuera fueron inmediatamente abrazados por el resplandor de la luz del día.
El Omega de Plata tardó un poco en acostumbrarse a aquella intensa luminosidad, porque hacía mucho tiempo que no salía de su guarida, pero cuando lo hizo, palideció ante el espectáculo que encontró.
Fue testigo del resultado de los años que pasó dando la espalda a aquel mundo, notó el suelo seco, el aire frío y las espinas que se apoderaron del bosque. Incluso con los cambios de los últimos días que permitieron el regreso de los campos verdes y los bosques frondosos, aún eran bastante observables algunos restos del abandono que probablemente durarían mucho tiempo.
Habría permanecido paralizado y profundamente inmóvil si el humano no hubiera tirado de su mano para que empezaran a caminar.
—¿Qué quieres exactamente con esta... caminata?
—Quiero sacarlo de esa montaña y enseñarle algunas cosas. El mundo debe de haber cambiado mucho desde que quedó aislado. —explicó Jungkook, mientras lo guiaba por el bosque.
Intentó no perder la concentración mientras se fijaba en los pequeños animales que empezaban a seguirlos, y en la forma en que los árboles inclinaban sus copas en su dirección, todo debido a la influencia de la deidad.
—Si... En efecto, este mundo ha cambiado. —murmuró el omega, ignorando todo lo que ocurría a su alrededor, como si ya estuviera acostumbrado. —Pero creo que ya he visto suficiente. No estoy tan dispuesto a dar un paseo innecesario. Quiero volver.
Quitó su mano de la de Jungkook y se dio la vuelta para marcharse. El humano fue más rápido y se interpuso en su camino.
—Si está indispuesto, le ofrezco la opción de continuar conmigo. —Jungkook respiró hondo y dejó que su lobo interior aflorara en una metamorfosis. En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo se convirtió en lobo. Se arrodilló sobre sus patas delanteras antes de ofrecerse: —Mi espalda es suya. Mónteme y deje que lo lleve.
El dios reflexionó y miró a su alrededor con el ceño fruncido. La verdad era que enfrentarse a aquella triste escena le molestaba. Pero el humano tenía el don de ser insistente...
Entonces pensó en la propuesta que había aceptado, en el objeto marino que recibiría a cambio. Se sostuvo a esa idea y luego montó el lomo del alfa que tenía delante.
—¿A dónde pretendes llevarme?
Su montura, en lugar de ofrecer una respuesta verbal, gruñó satisfecha y echó a correr hacia el bosque.
Jungkook cruzó los bosques renovados de árboles altos, los campos abiertos que ahora estaban llenos de hierba robusta, los bonitos claros en el centro de las colinas, los arroyos limpios y frescos que nacían en lo alto de las montañas y los jardines naturales en los que las flores brotaban silvestres por primera vez en mucho tiempo. Mostró al Omega de Plata toda aquella belleza obstinada que se empeñaba en aflorar con toda su fuerza tras recibir un simple soplo de primavera de la entidad, y al final corrió hasta una comunidad humana que divisó en su recorrido cercano.
A lo lejos, señaló a personas que sonreían y compartían una comida, a niños que jugaban y a una zona de siembra que ahora, con las cálidas lluvias y la tierra productiva, ya daba señales de que daría lugar a una buena cosecha en el futuro.
Interrumpieron su paseo en ese punto y descansaron entre la hierba. El sol ya caía en el horizonte, oscureciendo el lado opuesto del cielo y ofreciendo reflejos de una cortina carmesí. A lo lejos, podían ver los farolillos y las hogueras que empezaban a encenderse en aquella comunidad de mortales. La efervescencia allí no cesaría ni siquiera bajo la oscuridad.
Mientras tanto, Jungkook, de vuelta en su forma humana, observó al omega, y se fijó en la mirada reflexiva de su rostro mientras sus ojos rojos enfocaban el paisaje.
El cabello plateado se mecía con la brisa, y los cuernos se iluminaban con los rayos rojos del sol poniente. Aquella figura divina robó un suspiro al humano y lo dejó paralizado durante largos segundos.
—Jungkook...
Se sobresaltó al ver su nombre perfilado por los carnosos labios del dios. Estuvo a un paso de sonrojarse.
—¿Hm, sí, Su Magnificencia?
—Es Jimin. —murmuró el otro, girando su perfecto rostro hacia él. —Mi hermano dijo que un día me llamarían Jimin, así que a veces se refería a mí con ese extraño nombre. Me terminé acostumbrando a él...
—Jimin... —Jungkook probó el nombre en su boca, verbalizando cada sílaba lentamente.
Esto hizo que el dios se contonease sobre la hierba.
—¿Cuál era exactamente tu intención al mostrarme todo esto, Jungkook? —preguntó, señalando con la barbilla la escena que tenían ante ellos.
El humano esbozó una pequeña sonrisa.
—Pretendía convencerlo de que merece la pena dedicarse a criaturas que sólo viven un soplo de vida. Y no me refiero sólo a los humanos... —exhaló un largo suspiro. —Es por todo esto por lo que no tuve miedo de arriesgarme a entrar a su montaña para hablar con usted.
El omega lo miró fijamente con las cejas alzadas.
—Pareces ser un buen líder, humano. —murmuró en voz baja, y luego se levantó. —Bueno... Ya es hora de volver.
—Ah, por supuesto. Lo llevaré de vuelta a su hogar.
—Me refiero a otro regreso. —el Omega de Plata dio un paso adelante y hundió los pies en el suelo. Luego juntó las manos delante de su cuerpo y cerró los ojos.
Cuando volvió a abrirlos, sus iris rojos brillaban como dos estrellas de sangre, y todo su cuerpo tenía un pálido resplandor lunar. Parecía un espectro de luz divina, un cuerpo celestial en medio de la tierra ordinaria que, incluso estando quieto, emanaba a través de la atmósfera algo así como varias ondas de vibración.
Jungkook se dio cuenta de que aquel púlsar tenía como foco el suelo y todo lo que nacía en él. La hierba bajo sus pies crecía, los cultivos de la comunidad de humanos daban frutos casi de inmediato, las espinas desaparecían de la vista, el suelo se aglutinaba en riqueza y se veía formarse a lo lejos un nuevo río que cortaba los campos secos y se dirigía hacia el sur. En cuestión de minutos, aquella tierra se transformó en un paraíso sólo visto en sueños.
El humano estaba tan deslumbrado que sólo en el último segundo se dio cuenta de que el cuerpo de Jimin se inclinaba a un lado.
Corrió para atraparlo antes de que cayera al suelo.
—¿Su Magnificencia? —lo llamó, sacudiéndolo suavemente al notar la flacidez de su cuerpo. El pálido resplandor que le rodeaba se estaba desvaneciendo.
—No grites... Es sólo agotamiento. Estaré bien después de hibernar un rato. —la voz del dios sonaba arrastrada y distante, sus ojos rojizos también parecían opacos mientras se enfocaban en el rostro asustado de Jungkook.
Con una media sonrisa, susurró:
—Soy inmortal, ¿lo olvidas?
—Temo que se desmorone o desaparezca, como todos los demás inmortales.
El omega sacudió lentamente la cabeza, negando.
—Cuando nací, me condenaron a este cuerpo para siempre, a vagar entre los lobos... No creo que sea capaz de marcharme o eliminarme.
Jungkook reprimió un suspiro aliviado y levantó a Jimin en sus brazos. Notó que era la primera vez que tocaba su cuerpo tan de cerca y se sorprendió de la ligereza y suavidad que encontró. También le estremeció íntimamente el dulce olor que le rodeaba. Parecía mucho más fuerte tan cerca, y con más poder para sacudir sus estructuras.
—Lo llevaré de vuelta a la montaña para que descanse.
Tras decir esto, el humano se puso en marcha por el camino por el que habían venido.
Cuando llegó allí, sentó al dios en su trono de piedra, en medio del círculo de esqueletos. En cuanto se cercioró de que estaba bien acomodado, lo reverenció y le confesó lo siguiente:
—La verdad es que aún no tengo conmigo el objeto que prometí darle después de que caminara a mi lado. Le ruego que me disculpe...
El Omega de Plata rió en silencio. No parecía importarle.
Pero Jungkook continuó:
—Cumplo mis promesas. Ahora viajaré a la costa para cobrar el pago que le debo.
Inclinó el cuerpo en una profunda reverencia de gratitud por el milagro que se había obrado aquel día, pero cuando se dió la vuelta para marcharse, su mano fue sujetada por la del omega.
Aunque estaba débil, aún había una firmeza divina en los dedos de aquel dios.
—¿Irás al mar? —preguntó con voz cansada.
—Sí, Su Magnificencia. Lo que quiero darle es una cosa muy rara de allí.
—El mar no es acogedor para todos los lobos.
—Lo sé, pero espero que sea acogedor para mí.
El agarre alrededor de la mano de Jungkook se hizo más fuerte, más urgente, como si no quisiera permitirle marcharse.
Finalmente, sin embargo, se soltó y Jimin apartó su pesada mirada, como si quisiera dormirse.
En el momento en que la respiración del dios se hizo profunda como la de un bebé vagando por el mundo de los sueños, el humano inclinó su rostro y depositó un pequeño beso en su frente. Luego partió de la montaña y continuó su viaje hacia las costas del norte.
🌔🌘👑🌗🌖
Había pasado casi un semestre entero y Jungkook seguía sin volver.
Mientras tanto, el Omega de Plata hibernaba como lo haría un oso o un castor, y recuperaba fuerzas para salir a vagar por los bosques. Estar atrapado dentro de la montaña de repente le parecía irritante, sobre todo con la ausencia de aquel humano del que nunca más se había vuelto a saber.
"Probablemente murió. Se lo habrá tragado alguna ola", llegó a pensar, e intentó tratar la idea con indiferencia y diversión, pero en lugar de eso sintió un profundo malestar en el pecho.
Ignoró estas extrañas sensaciones y siguió insistiendo en la ilusión de que seguía prefiriendo estar solo.
Sólo que la soledad ya se había convertido en soledad para él, y todo parecía fuera de lugar.
Fue entonces cuando un día el dios sintió algo extraño. Dentro de su pecho, el lobo divino gruñó, débil y lleno de dolor.
Extraño. Anormal.
Sin saber cómo, captó que algo iba mal en algún lugar del mundo. En algún lugar donde estaba Jungkook. Así que, sin pensarlo mucho, se dirigió hacia allí en su magnífica forma lobuna.
Jimin cruzó kilómetros de distancia, sin detenerse, a una velocidad que era comparable a la del viento, hasta que llegó a una comunidad pesquera costera.
Cuando la gente de allí le vio, se oyeron exclamaciones de asombro y los cuerpos temblorosos se inclinaron rápidamente para inclinarse en señal de reverencia. El terror se apoderó de los mortales, que sólo conocían al Omega de Plata por los rumores de sus actos sádicos. La admiración por su hermosa figura divina también estaba presente, lo que dejó a los cientos de miradas mortales atónitas, sin saber cómo comportarse.
Jimin las ignoró, ya que su mente seguía con esa molesta sensación en el pecho.
Avanzó a través de la comunidad y caminó alrededor de las pequeñas casas de madera, buscando con urgencia. Ningún humano se atrevió a detenerlo.
Cuando finalmente olió el aroma único de Jungkook, atravesó una puerta y se encontró con la figura del humano tumbado en una cama raída, protegido por una gruesa manta.
Desde la distancia era posible ver el deplorable estado en que se encontraba. El joven alfa tosía y fruncía el ceño con dolor, y su cuerpo estaba cubierto de sudor febril. Un humano al borde de la muerte, quien observó Jimin con la boca seca.
—¿Qué le pasa? —preguntó el dios a una mujer que pasaba con un cubo de agua fría y trapos.
Estuvo a punto de derramar el agua cuando se percató de la presencia de la deidad.
—¡Su Magnificencia!
—Dilo de una vez. ¡Qué le pasa! —Jimin estaba impaciente. Su lobo se tambaleaba en agonía. Tal vez volaría esa playa de pinchos.
—Es una enfermedad pulmonar, Su Magnificencia. —la mujer se estremeció de pies a cabeza. —El joven líder pasó muchas semanas en el mar con nuestros marineros y se aventuró bajo tormentas para encontrar tesoros en el océano. Es un alfa muy fuerte, por lo que está luchando muy duro contra la enfermedad, pero no sabemos si se mantendrá tan firme durante los próximos días... —explicó ella.
El Omega cerró los párpados y se apretó las sienes con los dedos. Su visión se había vuelto borrosa de repente.
Con un movimiento de mano despidió a la mujer, que salió corriendo en ese mismo instante.
Luego se acercó a la cama donde Jungkook luchaba por su vida y se sentó en el borde, justo al lado de su cuerpo.
El silencio se cernió entre ambos durante unos segundos Fue el tiempo que tardó el humano en ser capaz de distinguir el rostro de Jimin de sus febriles desvaríos.
—Su... Magnificencia.
—¿Por qué hiciste eso? ¿No te asusta la muerte?
—el tono de voz del dios sonaba frío, pero esa frialdad fue superada por la melancolía.
—Hm... —respiró el alfa con dificultad. —valió la pena.
Pude pagar mi deuda. —su mano sacó algo metido bajo la manta y lo colocó en el regazo de Jimin.
El dios vio que era una ostra gris, y en su interior había una hermosa perla pálida que reflejaba un sutil brillo rosáceo.
—Es una perla rara que brilla igual que su piel, Jimin. Jungkook explicó con una débil sonrisa. —Pocos marineros han encontrado una igual. Seguí sus instrucciones hasta que tuve éxito en mi búsqueda.
Su sonrisa fue reemplazada por una tos profunda y dolorosa.
Jimin sintió cada pedacito de ese dolor en su interior.
—Sé que no es más que una simple joya para un inmortal que ha visto todas las bellezas de este mundo, y es responsable de la mayoría de ellas. Pero espero... Espero que le agrade un poco. —murmuró el humano, aún luchando por hablar.
—Tonto... Tu estupidez me ha asustado. —el omega apretó los labios. —Casi muero por una tontería.
—C-creo que aún estoy en riesgo de morir. —Jungkook rió como si nada. —No pasa nada. Mi gente está a salvo y logré sacar a Su Magnificencia de esa oscura guarida. Estoy satisfecho con la vida que he llevado.
Jimin sacudió su cabeza en profunda negación. Estaba tan frustrado que si no se controlaba, iba a destruir el techo sobre ellos en un abrir y cerrar de ojos.
—No permitiré que mueras. —dijo imperiosamente-. —He llegado hasta aquí para rescatarte de tu propia impetuosidad...
Los ojos del humano parpadearon lentamente, siguiendo el ritmo de sus pensamientos sedados por su enfermedad
—Cómo supo que me encontraba así. —preguntó.
—Lo sentí.
—Entonces los dioses también son capaces de eso...
—No. No es eso. —el omega giró la cabeza, sintiendo que la cara le ardía como si fuera un niño mortal avergonzado. —Te sentí a tí. Mi lobo sintió el tuyo y me guió hasta aquí como si estuviéramos conectados de algún modo.
La mano de Jungkook buscó la suya.
—¿C-cómo es posible?
—No lo sé. Sólo sé que no puedo dejarte morir. —un brillo triste surgió en los ojos de Jimin, un mero porcentaje de la agonía y la desesperación que latían en su corazón.
Sujetó el rostro del joven alfa con ambas manos,
y se acercó para apoyar su frente contra la suya. Sintió la fiebre, el sudor y los temblores, y luego procedió a absorberlos. También absorbió la amalgama enfermiza que residía en los pulmones del humano, y la arrancó como lo haría con una mala hierba.
El dios lo aspiró todo hasta que sintió la enfermedad en su propio cuerpo, y luego lo liberó en las profundidades de la tierra, donde se convertiría en rocas para el inframundo...
Con alivio, Jungkook se relajó y respiró hondo. Su cuerpo le pedía una larga noche de sueño después de tanto luchar. Pero aún quería permanecer despierto para dar gracias y mirar el rostro de aquel dios. La había echado tanto de menos.
—Descansa. —murmuró Jimin, acariciando su mejilla. —Cuando te hayas recuperado, habla con tu gente. Afuera, un mar de pueblerinos espera ansiosa tu recuperación.
Tras decir eso, cogió la ostra con la perla que había obtenido y se levantó de la cama.
—¿Adónde va? —Jungkook intentó sostenerlo, pero no pudo debido a su debilidad.
—Vuelvo a mi montaña. No quiero estar entre tantos mortales, ellos... Me tienen miedo, y con razón. He sido negligente y he actuado como una bestia furiosa durante los últimos siglos.
Su decisión hizo que el humano empleara todas las fuerzas que tenía para incorporarse de golpe y sujetarlo por la tela de sus ropas.
—Entonces yo iré a buscarlo de nuevo y lo sacaré de esa guarida de nuevo. —declaró Jungkook.
Los labios de Jimin formaron una conmovedora sonrisa.
—Qué mortal más descarado.
Volvió a acariciar la mejilla del humano y, mientras tanto, se quedó mirando sus labios, que ahora parecían sanos, sonrojados y suaves, y que yacían entreabiertos, un poco sedientos de algo.
Se inclinó un poco, sintiendo el cálido aliento de Jungkook en su cabello y su intensa mirada en su rostro.
Las feromonas de ese alfa querían envolverlo y consumirlo, Jimin podía notarlo. Jimin incluso deseaba que sucediera, pero no le ofreció ningún permiso. Aún no lo haría.
En su lugar, dejó una burla. Colocó su boca contra aquellos labios y depositó un cálido beso. Luego se marchó antes de que la profusión de sentimientos que le eran ajenos salieran a la superficie y se revelaran a través de las flores rojas que brotaban en sus cuernos.
🌔🌘👑🌗🌖
Incluso después de semanas, la perla seguía llevando el aroma de Jungkook.
Quizás era porque ella había estado con el humano, reteniendo su esencia mientras la vida se drenaba de su cuerpo debido a su enfermedad. O quizás era porque los pensamientos del Omega de Plata siempre viajaban a él cuando miraba esa pequeña joya...
Un día, aquel olor inundó toda la guarida del inmortal, informándole de que su dueño se acercaba. El dios lo había estado esperando, sentado en el trono de piedra en el centro de lo que antes había sido una mórbida sala llena de esqueletos expuestos.
Ahora ya no había esqueletos, todos habían sido enterrados, y en su lugar yacían rosales blancos floreciendo como en plena primavera...
Así que esta fue la visión que tuvo Jungkook cuando regresó a la montaña: la deidad plateada rodeada de un mar de flores blancas. Casi pierde el aliento.
—La demora es un lujo que los mortales no deben derrochar. Tu vida es demasiado corta para eso. —dijo Jimin con un tono de voz profundo. Su mano sostenía una rosa arrancada, y sus pétalos empezaban a adquirir el mismo color rojo brillante que sus ojos.
Ojos que miraban al alfa con anhelo.
Jungkook se quedó parado en la entrada de la guarida sólo un instante, antes de salir por la alfombra de arbustos. En medio de la belleza blanca, encontró espinas que representaban una barrera que aún existía alrededor del corazón del Omega de Plata. El humano la superó, por supuesto. Ignoró el dolor de los pequeños arañazos que se iba haciendo por el camino, y se acercó sin vacilar al trono donde estaba sentado el dios.
Los dos se miraron en silencio. Un aroma embriagador inundaba la atmósfera.
—Los vientos y los pájaros me han dicho que has viajado al norte y al sur y que has unificado las comunidades que has conocido. Parece que ahora te has convertido en rey. —dijo Jimin, arqueando una ceja. —El primer rey humano de este mundo...
El intercambio de miradas fue ferviente. Las pupilas del humano estaban dilatadas y se centraban en los labios carnosos del dios, su cuello desnudo y la forma en que su cabello plateado caía por un lado, atrevido.
Jimin se inclinó hacia delante y levantó la rosa que acababa de teñir, luego la convirtió en una corona roja, con ramas incrustadas y pétalos petrificados.
—Yo te corono. —dijo provocativamente, con un timbre etéreo de divinidad.
Jungkook toml el regalo, lo miró y lo apretó.
Llevado por el ardor que brotaba dentro de su cuerpo, colocó la corona sobre el reposabrazos y, en un gesto ansioso, sujetó los hombros de Jimin, haciendo que se colocara tan cerca que sus labios casi se tocaban.
Abrió y cerró la boca. Le corría el sudor por la sien, pero no porque estuviera nervioso. Era sólo que había un deseo irrefrenable latiendo dentro de su pecho.
—Tal vez ahora cruce la línea. Tal vez me vuelva tan ridículo como los dueños de esos esqueletos que vinieron hasta aquí a atormentarlo... Pero ya no puedo ignorar los anhelos que me consumen. —llenó sus pulmones de aire y miró fijamente al omega como si tratara de alcanzar su núcleo. —Hagame suyo. Reine a mi lado. Déjeme envejecer tomado de su mano.
Los ojos de Jimin se abrieron de par en par y parpadeó.
Jungkook siguió hablando, soltando a borbotones las palabras que se le habían ido acumulando en la garganta durante todo el viaje de vuelta a la montaña:
—Sinceramente intenté no incomodarlo con esta impetuosidad humana mía, y busqué otros medios, otras alternativas... —tragó en seco. Sus manos sobre los hombros de Jimin, acariciandolo.—Pero no hubo un día, mientras vagaba de Norte a Sur, que no pasara pensando en su rostro, en su voz e incluso en su olor. Ese aroma, que ahora yace ante mí, atormentándome, se ha apoderado de mis sueños y ha derribado mi razón. N-no sé qué hacer. Así que renuncié.
—¿Renunciar a qué? —un escalofrío recorrió los ojos rojos de Jimin.
—A fingir que no he perdido la razón por Su Magnificencia.
Habiendo dicho eso, hundió sus dedos en el cabello del omega y lo atrajo para besarlo ardientemente.
Juntó sus labios y sintió la suavidad divina, el calor sobrenatural, las feromonas únicas. Intentó interiorizar todas aquellas sensaciones para que, cuando fuera castigado por su osadía, muriera con el mejor de los recuerdos.
Pero no fue castigado ni expulsado. Ni siquiera escuchó un gruñido de enfado. En lugar de eso, fue atraído al trono, que era lo suficientemente ancho como para que cupieran dos cuerpos adultos.
Jimin pronto lo lanzó contra el asiento y se montó en su regazo. Lo sujetó por el cuello, como una fiera, y le chupó la boca hasta llegar a su lengua.
—Acepto. —murmuró contra los labios de Jungkook, y ésas fueron las únicas palabras inteligibles que verbalizó antes de empezar a gemir bajo las caricias del joven alfa.
Las manos de Jungkook recorrieron su cuerpo, despojándolo de la ligera túnica, de la suave tela, y alcanzaron sus miembros desnudos, que no tardaron en sensibilizarse. Su boca bajó por el cuello del otro, recorrió la clavícula derecha y alcanzó uno de los pezones sonrosados. Chupó ese capullo hasta hincharlo mientras apretaba el otro con los dedos, y cerró los ojos para escuchar los jadeos de placer que Jimin soltaba al hacerlo.
Ahora, libre de vacilaciones, dejó fluir un movimiento de sus caderas contra la húmeda región situada entre las piernas del omega. Hizo esto hasta provocarlo hasta el interior, lo que lo llevó a despojarse de toda la ropa que le quedaba para tomar las riendas de la situación.
Ahora Jimin estaba completamente desnudo sobre el regazo del humano, cubierto únicamente por cascadas de dos plateados y esbeltos cuernos que parecían ramas de un árbol fantástico. Él era todo nacarado, sonrosado y platino; una pieza divina teñida en tonos análogos de gris, blanco y rojo.
Jungkook tragó en seco, embelesado. Se sentía como en un sueño imposible. Su mano buscó inmediatamente aquel cuerpo inmortal y lo apretó contra sí. Besó los labios de Jimin con urgencia mientras sus manos se aventuraban bajo su pubis, sintiendo la creciente humedad y las ansiosas palpitaciones.
Deslizó los dedos en la estrecha entrada, de uno en uno, para preparar al omega, y le robó más gemidos sonoros, más espasmos de placer.
Esto impacientó al omega. En un gesto apresurado, arrancó la ropa del alfa y liberó su endurecido pene. Frotó el palpitante glande con un vigor que dejó atónito a Jungkook, y después se levantó para encajarse en él.
La penetración vino después, profunda, intensa y caliente. Incendiaria. Los arbustos que los rodeaban casi estallaron en llamas, reflejando el calor del Omega de Plata.
Jimin se movía arriba y abajo, cabalgando como si Jungkook fuera su montura perfecta, hecha exclusivamente para él. Todo era húmedo, ardiente y sobrenatural. La sensación de sus nalgas contra su entrepierna en un rápido movimiento, los fuertes gemidos que hacían temblar la montaña y el fuerte aroma a feromonas sexuales que probablemente envenenarían a cualquiera que no estuviera preparado para recibir la intensidad de aquel dios...
La mente del alfa fue consumida por innumerables sensaciones. Agarró los muslos de Jimin y comenzó a dar estocadas más fuertes y más profundas, las cuales eran recibidas como si quisieran atraparlo allí, en ese maravilloso cuerpo omega.
Pero la verdad era que ya estaba atrapado. Ambos lo estaban, y ya no había vuelta atrás. Con un intercambio de miradas, los dos supieron que aquel sería un vínculo eterno. No eterno para un humano, cuya eternidad duraba como mucho un siglo de vida. Era algo que iba más allá del breve tiempo mortal. Era un vínculo de almas.
Y así surgió el primer reino de aquel continente, una semilla de lo que llegaría a ser Adaman. Alrededor de aquella montaña se fundó una ciudad y surgieron varias más de este a oeste. La población creció y nació el primer clan, formado por príncipes y princesas que llevaban en sus venas la sangre de los reyes de aquel nuevo mundo.
Cuando la vejez llegó para el primer rey y, con ella, la insistente sombra de la muerte, el Omega de Plata profetizó:
—A partir de hoy, seré tierra, hoja y vida. Formaré parte de este mundo y también de otros mundos, si en ellos hay alguien que anhele el paraíso que me ayudaste a recuperar... —dijo en el lecho de muerte del alfa con el que vivió las décadas más largas y, al mismo tiempo, las más breves que tuvo jamás. —En piedra, madera y papel se contará nuestra historia. Hasta entonces, mi amor.
Al final de su discurso, ya no se oían respiraciones ni otros signos de vida, sólo el temblor del suelo y los brotes de marfil que surgían alrededor de los dos cuerpos vacíos. Estos brotes se unieron y crecieron hasta ser altos y llenos de hojas rojas. Las raíces se extendieron por las paredes rocosas, abriendo enormes grietas que provocaron el derrumbe de lo que una vez había sido la guarida de la deidad de Plata. Al final del día, ya no quedaba ninguna montaña, sólo la copa de un árbol de color rojo pálido -con una profecía tallada en tablillas adheridas a su superficie- que se erguía entre las ruinas de piedra en el centro de una gran y próspera ciudad.
Fue con esta imagen en mente que Jeon Jungkook, el rey de la profecía, despertó en ese sótano, sentado en el antiguo trono del primer Omega de Plata que existió, y con sus brazos alrededor de un dormido Park Jimin.
—¿Hmm, amor? —llamó en un susurro.
Jimin se removió en su regazo y murmuró algunas palabras inconexas como "despertador" y "hora de comer". Al cabo de un minuto, abrió los ojos lentamente y miró fijamente a su esposo.
—Soñé que tenías el cabello más largo. —murmuró, aturdido.
—Creo que tuvimos el mismo sueño. —el alfa esbozó una sonrisa.
Jimin reflexionó un poco y se incorporó.
—¿En verdad era un sueño? —preguntó, frunciendo el ceño.
—No lo creo. Creo que fue un recuerdo.
—Entonces... Entonces estamos en el lugar donde empezó todo.
—Sí. De echo... —Jungkook adquirió un semblante pensativo. —puede que así acabe todo.
El Omega lo miró y ambos se tomaron de la mano. Sus dedos entrelazados se estrecharon.
Justo entonces, un grito infantil reverberó desde algún lugar en la distancia, probablemente proveniente de la biblioteca. Era un grito muy familiar que conocían bien.
Guiado por instintos sobreprotectores, Jimin saltó y corrió en forma lobuna, y Jungkook le siguió justo detrás. Rápidamente se abrieron paso por el oscuro sendero hasta llegar al portal que los devolvía a la biblioteca. En cuanto atravesaron la abertura de la pared, ésta se cerró y fue como si nunca hubiera existido.
Otro grito llegó a oídos de sus padres, ahora más lloroso y llevado por una palpable somnolencia.
Pronto emergió la figura de Yeonjun corriendo sin gracia hacia Jimin y Jungkook. La cara del bebé de casi tres años estaba toda roja y húmeda por las lágrimas. Cuando sus pequeños brazos alcanzaron los brazos de su padre omega, Soobin apareció al final de un pasillo de estanterías. Su semblante infantil mostraba preocupación.
—¡Papá Jimin! ¡Papá Jungkook! —se acercó corriendo. A los seis años, sus piernas comenzaban a volverse largas.
—¿Qué pasó? —preguntó Jungkook, acariciando la cabeza de Yeonjun. El bebé seguía moqueando en el regazo del omega.
—Empezó a llover con relámpagos y truenos. —explicó Soobin.
Ahora que estaban en la superficie del castillo, podían escuchar claramente cómo el cielo se rompía y el vendaval húmedo golpeaba las ventanas y las paredes.
—Ah... —la pareja de reyes intercambiaron miradas de comprensión.
A Yeonjun le aterrorizaban las tormentas y la lluvia en general, siempre dormía con sus padres en noches así.
—Los sirvientes informaron que estaban aquí en la biblioteca, así que traje a Yeonjun, porque no paraba de... uah... no paraba de gritar. —Soobin continuó hablando mientras su boca se abría en un bostezo soñoliento. —Yeji y Hyunjin se despertaron por su grito... Y yo también... Niki era la única que siguió... durmiendo.
Jungkook y Jimin contuvieron una risita.
—Está bien, durmamos todos juntos esta noche. —el rey alfa colocó a Soobin en sus brazos y lo acomodó suavemente.
Ese movimiento fue todo lo que necesitó el niño para caer en un profundo sueño.
En los brazos de Jimin, Yeonjun también se había rendido al mundo de los sueños.
—Jungkook... —susurró el omega, sus ojos se volvieron hacia la pared detrás de ellos en la que había aparecido el portal. —¿Qué vamos a hacer con lo que hemos descubierto ahí abajo?
—Creo que deberíamos escribir sobre ello como si fuera una historia.
—¿Estás hablando de que hagamos un libro? —Jimin esbozó una sonrisa. La idea de que la primera pareja de reyes tuviera un registro de su romance, tal como Jungkook y él lo tenían, lo emocionó e hizo que su corazón se calentara.
—Sí. Podemos empezar a escribir en invierno, que es cuando pasamos más tiempo dentro del castillo. —Jungkook acarició la barbilla de su esposo.
—Oh, ¡eso me gusta!
El alfa se regocijó.
—¿Qué hay de la noche de luna de Yeonjun? ¿Todavía tendremos una fiesta con el tema de Halloween?
—Eso sería divertido, ¿no? —Jimin señaló con su barbilla las filas de libros que los rodeaban. —Aún nos quedan unos días, así que podemos seguir buscando monstruos adamantinos o los personajes más memorables de los cuentos populares.
—Entonces, técnicamente, no hace falta que nos disfracemos. —sonrió Jungkook enigmáticamente. —Acabamos de descubrir que, por una curiosa coincidencia, los primeros reyes eran bastante parecidos a nosotros dos.
—Así es. Sólo necesito que mis cuernos sean más grandes. —Jimin fingió una mueca de disgusto. Su pareja rió suavemente para no despertar a los niños.
—De echo, yo necesito conseguir una peluca larga. Así seremos como ellos, como los personajes del libro que aún no hemos escrito.
Ante las palabras de Jungkook, los labios de Jimin se abrieron en una sonrisa serena y ligeramente emocionada.
—Sí. —murmuró. —Seremos como la pareja protagonista de nuestro propio libro.
🐾
Voy a volver con las traducciones. Supongo que el traducir me ayudaba a distraerme de todo lo que me pasa por la cabeza.
Creo que funcionará como un tipo de distracción en los que encuentro un psicólogo/psiquiatra.
Así que lxs invito a leer "Black Swan" (temática omegaverse y de piratas) en mi perfil. Seguiré traduciendo esa obra.
Espero que les haya gustado el extra. 💓
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