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33|👑|Almas quebradas

Océano alrededor de Hayang

Atrapado en un silencio atormentado, Jeon Jungkook observó a su hermano mayor luchando y gruñendo en la arena como un animal que sufre la tortura. Frente al cuerpo tendido de Jung Hoseok, Yoongi estaba perdido en su propia irracionalidad, sufriendo una tormenta de sentimientos y pensamientos incontrolables después de lo que le había hecho al amor de su vida.

Jungkook jadeó al ver que de los ojos de su hermano brotaban lágrimas y que un pozo de tristeza cubría su semblante. Era una reacción humana, la primera que había visto en Yoongi desde el día en que lo encontró muerto en la parte trasera del castillo de Adwan.

Se quedó aún más perplejo cuando se dio cuenta de que el mayor se esforzaba de repente por acercarse a uno de los troncos de árbol rotos por la pelea y coger una afilada vara de madera. Luego continuó luchando, pero esta vez para introducir la punta en su propia garganta. Era una batalla contra su propio cuerpo, contra la bestia que residía en él.

Jeon Jungkook vio que el mundo se detuvo en ese instante. El tiempo ya no existía en su mente, sólo la escena de Yoongi a punto de suicidarse.

Después de eso, su hermano estaría muerto, junto con su maldición. ¿No era eso lo que más querían todos? ¿No fue por eso por lo que ocurrió la pelea en la playa? ¿Para que puedan encontrar un final definitivo a todo eso?

Pero sin darse cuenta, Jungkook volvió a su forma humana y se dirigió por su cuenta hacia Yoongi, entonces sostuvo la vara en su mano.

El jóven Jeon no sabía realmente cómo había llegado a esa situación, simplemente parpadeó y se encontró sosteniendo la mano de su hermano mayor. Sus siguientes palabras, que brotaron en un susurro avergonzado, también salieron sin que el chico lo pensara mucho:

—Jung Hoseok no está muerto. Escucha los latidos de su corazón. —dijo, como en un suspiro, lleno de una solidaridad que no le era extraña, pero que tampoco debería existir en ese momento y mucho menos con esa persona, no después de todo lo que le había hecho.

Petrificado, pero atento, Yoongi miraba fijamente el cuerpo de Hoseok y se permitió escuchar los sonidos a su alrededor. El rítmico latido en el pecho del alquimista hizo que sus manos temblaran y que cayera otro torrente de lágrimas.

Sin embargo, poco después apartó bruscamente el toque de Jungkook y volvió a colocar la vara en su propia garganta. Estaba decidido a empujarla.

—E-en algún momento lo mataré, así como te maté a ti. —dijo tragando con fuerza. —Tengo que hacerlo. —la sangre que he derramado tiene que terminar en mí y por mi propia mano.

Su discurso fue como lanzar el alma de Jungkook por un acantilado. Tragando en seco, el joven parpadeó, ahuyentando unas cuantas lágrimas, e intentó de nuevo sujetar la vara. Yoongi se alejó de un salto, temblando como una convulsión.

—No puedo... no puedo permitir que mi hermano pequeño sea manchado por mis demonios internos. —dijo el rey rubio, el príncipe muerto. Sus ojos dorados eran el sol del más triste amanecer.

"Así que es consciente de lo que puede pasar..." pensó Jungkook, con el pecho roto. "Sabe que si lo mato, heredaré la maldición, así que quiere evitarme eso... y, quizás, otras cosas más", concluyó, sumiéndose en un silencio mortal.

Pero las palabras que Yoongi soltó a continuación fueron lo más bajo para él:

—Lo siento mucho, Jungkook.

Y se preparó para empujar el extremo de madera a su garganta.

Habría sido el final que todos anhelaban y necesitaban urgentemente. La caída de una dinastía fracasada, el resultado de un odio hereditario y una plaga que no pudo ser detenida con simple magia. Con el fin de Min Yoongi, Adaman no tendría más confusiones relacionadas con la realeza, las cosas volverían a la linealidad de antes de que Wang Nara permitiera la existencia de un harén inestable, y todo volvería a ser pacífico.

Y tampoco habría juicios para condenar a los culpables de tanto dolor, sólo la rápida condena que ofrecía la muerte.

Pero Jeon Jungkook siempre había odiado la muerte. La odiaba mucho más de lo que llegó a odiar a su hermano mayor, así que ¿cómo iba a darle ese poder de decisión?

No... El único que tenía derecho a decidir y condenar era Jungkook, de todas las personas. La carga estaba en sus manos, pues había sido una de las mayores víctimas. Perdió a sus seres queridos y sufrió las consecuencias de algo que no eligió.

"¿Pero... al final quién de nosotros dos eligió algo, Yoongi?", pensó, sintiéndose amargado.

"¿Qué debo hacer con nosotros, Yoongi?", quiso gritar.

En lugar de gritar, rompió en mil pedazos la vara que sostenía su hermano y lo agarró por el cuello, levantándolo en el aire. Entonces le miró fijamente con ojos ardientes.

—T-tengo que... morir... antes de que sea demasiado tarde. —balbuceó Yoongi. Su cuerpo ya se retorcía de nuevo, cediendo a la bestia que llevaba dentro.

—Hay que evitar las muertes innecesarias. —Jungkook recitó un viejo mantra que siempre oía murmurar a su madre alfa. —No te dejaré morir de nuevo. Es suficiente para mí. Ya basta.

—P-pero hay que hacer las muertes necesarias. —en su vivida cordura, Yoongi reconoció y completó la cita pronunciada por el más jóven. —Nara me habría d-dejado morir.

—Está muerta. Todas ellas lo están, junto con sus desacuerdos. Se terminó, Yoongi.

Con un golpe brutal, Jungkook golpeó la cabeza de su hermano mayor en la pared de roca. Por una ligera diferencia de fuerza, no le rompió el cráneo, sólo lo dejó atrapado en la más profunda inconsciencia de todas. Un K.O directo que noquearia y eliminaría al monstruo que aún residía en su interior durante bastante tiempo.

Después de eso, Jungkook se apartó y cayó en la arena, de rodillas. Cabizbajo y tembloroso, intentó respirar profundamente, pero tenía un incómodo nudo en la garganta.

Luego miró a su hermano desmayado junto al alquimista Jung, a las suaves facciones
dolorosamente familiares.

¿Había tomado la decisión correcta? En su vida como príncipe y rey había tomado innumerables decisiones por el bien de los que le rodeaban. Esta vez no sería diferente, pero esta parecía mil veces más difícil.

Ahora sólo le quedaba una opción, la misma que tenía en mente mucho antes de empezar a luchar contra Yoongi: encarcelar a su hermano en un lugar donde no pudiera volver a hacer daño a nadie, tal y como había sido encarcelado el portador original de la maldición. El mayor no tendría una vida digna, pero tampoco moriría. Jung Hoseok estaría agradecido y las cosas podrían volver a la normalidad en Adaman.

Sin embargo, Jungkook volvió a sentirse vacío al pensar en esa opción. Un malestar creciente que probablemente le acompañaría el resto de su vida.

Luego miró a los pájaros por encima de los cocoteros de la playa y, como si percibieran su atención, pronto le devolvieron la mirada. Después murmuró:

—Tráiganme al Omega de Plata. Su esposo lo llama.

Los pájaros batieron sus alas y alzaron el vuelo en el mismo instante.

🌘🌔👑🌒🌖

Park Jimin tuvo que agarrarse con fuerza y cantar unas cuantas estrofas de Back in Black de AC/DC para no perder la cabeza y arrancarle a Seokjin cada una de sus nueve colas doradas y peludas, ya que sus instintos de padre omega pitaban en su mente.

Se acercó lentamente al montón de tallos que rodeaban al mago zorro y lo miró con los ojos entrecerrados, evaluándolo.

Seokjin le devolvió la mirada, con el ojo que le quedaba, y dijo, sarcásticamente:

—Por fin apareció el protagonista que quería.

Los ojos de Jimin se estrecharon aún más.

—Parece que Hana acabó con tu ojo. —habló, soltando una risita sádica.

—Puedo recuperarlo con mi magia. —el mago agitó la mano con despreocupación. —¿Hana es el nombre de ese pájaro violento?

—Sí, ¿te gusta? Le di ese nombre por la abuela Min, quien me ayudó a escapar de Hayang cuando estaba muy... muy mal. —Jimin dio un paso adelante y tocó el tallo. Con eso, la madera se abrió y liberó a Seokjin. —Estaba muy mal por las cosas que hiciste. Y Min Hana se sacrificó para protegerme de esas cosas.

Extrañado por su nueva libertad, Seokjin se apartó de su pequeña prisión y frunció el ceño hacia Jimin.

El otro chico siguió hablando:

—No tienes que mirarme así, no te liberé de verdad. Sólo te estoy dando tiempo para que hagas lo que dices y sanes tu ojo lastimado.

El hombre-zorro parpadeó de nuevo, sin entender el extraño acto de piedad de Jimin, pero aprovechó la ocasión para recomponerse. Invocó su magia interna -o lo poco que quedaba de ella- y dejó que fluyera hacia los miembros que más necesitaban curarse en ese momento, ya que no tenía suficiente poder para restaurar las numerosas heridas que llevaba.

Concentró su fuerza en el ojo lacerado, y al cabo de un minuto pudo volver a ver a través de él.

Cuando la magia terminó, Seokjin se volvió hacia Jimin.

—¿Terminaste? —quiso saber.

—Digamos que sí. —el mago arqueó una ceja y volvió a su habitual tono cortante. —Hm, no fue tan difícil conseguir una audiencia con...

No tuvo tiempo de terminar su discurso, ya que pronto fue golpeado por el puño de Jimin y vio grandes estrellas.

—No quería mirarte a los ojos y tener piedad a la hora de romperte la cara.

Sus iris parpadearon, llenos de ira, y justo en ese momento brotaron tallos de madera del suelo bajo Seokjin, empujándolo hacia arriba y enviándolo a volar por el cielo del bosque.

A lo lejos, el grito del hombre zorro se escuchó atravesando las nubes. Antes de que volviera a tocar el suelo, una nube de pájaros lo capturó en el aire o, mejor dicho, capturó sus colas y lo mantuvo suspendido sobre las copas de los árboles, boca abajo, como un animal sacrificado.

—¡Para! —Seokjin sintió que toda la sangre se dirigía a su cerebro: —¡no vine a pelear contra ti!

—Por supuesto que no has venido a pelear. —Jimin salió de entre los árboles, siendo levantado por uno que había nacido sólo para levantarlo del suelo.

Cuando se acercó lo suficiente al mago, sonrió, con picardía, y se inclinó para mirarle profundamente a los ojos.

—No eres idiota, lo entiendo. Al menos no eres estratégicamente estúpido. Así que obviamente no vendrías hasta aquí sin magia ni refuerzos para arriesgarte a una pelea conmigo. —gruñó entre dientes apretados. —Lo sé bien que hasta dejé refuerzos, aunque ya me encargué de cada uno de esos soldados que enviaste al campamento de mis hijos.

—¿Tus... hijos? —Seokjin se rió, lleno de burla.

El brillo rojo en los ojos de Jimin se hizo más fuerte.

—Sí, exactamente. Mis hijos.

—Bien. ¿Y qué más? Eres un rey que gobierna a gente de fantasía en un reino de fantasía... —el obstinado moratón en la comisura de la boca del mago no le impidió esbozar una enorme y sádica sonrisa.

Pero la sonrisa de Jimin era aún mayor.

—En este mundo, no soy sólo un rey. Soy un dios. Y tú eres solo un monstruito fracasado. —dio palmaditas al rostro de Seokjin. —Y, como dije antes, no eres estratégicamente estúpido. Pero eres muy estúpido en otros aspectos. Mucho. Un idiota por no aceptar que este lugar es real, que estás hiriendo a gente real, y que estás destruyendo la mayor creación de alguien que realmente te amaba cuando tu vida era miserable.

El semblante de Seokjin se bloqueó y perdió completamente el color.

—¿Q-qué?

—Kang Song, ¿conoces ese nombre? Te sacudiré un poco el cerebro para ayudarte a recordar.

Jimin silbó, y como si hubiera sido una orden, los pájaros que sostenían las colas de Seokjin lo lanzaron de nuevo al suelo, no sin antes hacerlo girar en el aire.

Intentó agarrarse a las ramas de los árboles, pero a causa de la velocidad de su caída, acabó estrellándose entero contra los troncos, contra las finas hojas y, finalmente, contra la dura tierra.

Con el cuerpo dolorido, el mago intentó sentarse y recuperar el equilibrio. Sus ojos observaron a Jimin mientras bajaba del árbol que lo sostenía, pero no lo vió realmente, pues su mente viajó a otro plano.

—¿Esto es una broma? —preguntó en un murmullo seco cuando el otro chico se acercó unos pasos.

—No, tú eres el único que cree que estamos bromeando aquí. —Jimin se agachó frente a él. —De hecho, quieres creer que sólo estamos bromeando, que este lugar es sólo una gran actuación o lo que sea. Estás desesperado porque crees que fuiste lo suficientemente tonto durante tu vida en el otro mundo como para ser condenado a vivir en un lugar creado por el tipo que amabas, donde aparentemente no existes. O, si lo haces, eres un pequeño monstruo sin pasado, presente y futuro.

Nervioso y confundido, Seokjin se arrastró hacia atrás, tratando de alejarse, pero su espalda golpeó el tronco de un árbol.

—Cállate, no hay manera de que puedas saber eso... —su voz falló.

Jimin no se calló.

—Te aterra no existir en la creación de la persona más cercana que has tenido en tu vida, y tienes envidia de todos los que viven aquí, especialmente de los supuestos protagonistas de este mundo. Seokjin, eres un miserable ridículo porque cuando llegaste aquí, hiciste la peor elección por un gran malentendido. Un malentendido causado por ti mismo, por nunca ser honesto con él, con Kang Song.

Con los dientes apretados y los ojos llorosos, Seokjin respiró repetidamente para intentar calmarse.

—¿De qué mierda estás hablando? —gruñó. —¡Cómo conoces a Kang Song!

—Oh, hablé con él hace un tiempo. —Jimin se encogió de hombros.

Seokjin parpadeó, completamente conmocionado, y empezó a temblar. Su rostro perdió todo el color.

—¿Qué demonios estás diciendo? Él está muerto. —las lágrimas empezaron a correr por su cara. —Yo estaba allí cuando murió. Fui tras él después de discutir en la universidad y encontré su coche volcado en medio de la carretera. Vi su cuerpo, fui al funeral, vi toda esa la mierda, así que ¿¡CÓMO CARAJOS!?

Su voz vaciló y fue tomada por un grito ahogado de alguien que parecía estar perdiendo el aliento.

Jimin bajó la mirada y, por primera vez desde que había aparecido allí, decidió ceder un poco a la ira y respirar profundamente.

—Está aquí, en este mundo. Kang Song vino aquí igual que tú, y vio todo lo que pasó. Sabe lo que te pasó allá fuera y también aquí dentro, y está muy triste, ¿sabes?

—¡MENTIRA! ¿Qué mierda es esa? —Seokjin comenzó a reírse, incrédulo y miserable. Sus lágrimas no dejaban de caer. —¿Qué quieres con todo esto, ah? ¿Quieres que me sienta mal y, ya sé, que me rinda?¿Pues sabes qué? Te atraje aquí porque ya tuve suficiente. Al diablo con todo, ya no me importa lo que me pase a mí o a este lugar. Conseguí lo que quería, moví lo que quería mover, ahora sólo quiero morir de una vez. Quiero. morir. ¡Já!

Ensanchó sus ojos inyectados y húmedos y amplió su sonrisa. Parecía haber perdido parte de su cordura en ese momento.

—Pero no quiero morir a manos un maldito personaje —añadió. —,quiero que sea por alguien real. Sé que me odias por las cosas que he hecho, y también eres fuerte, así que puedes matarme en un instante. ¡Vamos! —se arrodilló y abrió los brazos, exponiéndose por completo.

Jimin lo observó en silencio y se levantó. Había una sombra en su rostro, que borraba el brillo etéreo que ahora era inherente a él.

Después de retroceder un poco, murmuró:

—He visto la historia de ustedes dos, y al contrario de lo que piensa ese lento pensamiento tuyo, Song te quería mucho. Construyó la idea de este mundo con la intención de refugiarse de alguna manera, de ocultar ese tipo de sentimientos que sólo la gente como nosotros sabe lo difícil que es tener, mantener, experimentar.

El mago tragó en seco.

—Deja de perder el tiempo con historias y mátame.

—Deberían haber sido tú y él en lugar de Jungkook y yo.

Seokjin apretó los labios.

—B-basta ya. Deja de decir tonterías...

—No quieres escucharme porque sabes que has cometido demasiados errores, sabes que si te digo la verdad, todo lo que has hecho hasta ahora no ha sido más que un gran auto-sabotaje sin sentido que ha hecho daño a la persona que amas.

Los brazos de Seokjin bajaron, suspendidos, y se inclinó hacia delante mientras reprimía otro torrente de lágrimas.

—¿Por qué iba a hablar contigo, después de todo? ¿Por qué Song no me habló cuando aparecí aquí? ¿O cuando fui capturado, vendido y violado? Cuando toda esa gente murió después de que me desesperara y lo hiciera volar todo... —su voz no era más que un balbuceo tembloroso. —Me odia tanto, por eso no quiso... ¿no quiso venir a mí?

—Apareció, sólo que no sabías que era él. —Jimin sintió un gran peso en el pecho cuando añadió: Song fue el primer Omega de Plata, antes que yo.

El mago tardó un momento en atar cabos y recibir el golpe de comprensión. Cuando ocurrió, sintió que su corazón se desvanecía y su alma se fragmentaba. Se inclinó aún más y se abrazó a su propio torso.

—¿Estás diciendo... que lo maté dos veces?
Primero, cuando peleamos en la universidad —dijo. —y después, en ese prado... Ese lobo... —empezó a sollozar. Su cuerpo parecía a punto de romperse.

—Pero... pero dijiste que habías hablado con él hace poco, y... ¿cómo...? No tiene sentido. Nada de esto.

Jimin apartó la mirada porque, por mucho que le guardara rencor por las cosas que había sufrido a manos de Seokjin, se compadecía de lo que había pasado en su vida. También sintió la necesidad de arreglar la raíz del problema, así que cerró los ojos e intentó conectar con las voces que ocasionalmente murmuraban a su alrededor.

—Kang Song, ¿estás ahí? —sus pensamientos reverberaban a lo lejos, conquistando distancias sobrenaturales.

Recibió ecos como respuesta:

<<Lo esoy. Siempre estoy aquí>>.

"¿Sabes quién está aquí? Tu amigo problemático".

Una risa débil y asediada en el fondo, como si Song estuviera llorando.

<<Me gustaría hablar con él... Pero nunca he encontrado la manera>>.

"Voy a probar algo".

Jimin se arrodilló frente a Seokiin y, después de que el mago permitiera su completa aproximación, colocó sus manos a los lados de su cabeza. Entonces cerró los ojos y trató de transmitirle algo, cualquier vibración que pudiera fluir.

Mientras tanto, unas ramas de marfil brotaron y se envolvieron alrededor de sus brazos, atraídas por el poder que flotaba en ese acto, y viajaron hasta el rostro de Seokjin convirtiéndose en hilos conductores que llevaron al hombre-zorro a otro plano.

Cuando parpadeó, Seokjin ya no estaba en el bosque, al menos no su conciencia. A su alrededor, sólo había un amplio campo abierto con un ojo de agua en el centro y el sol brillaba con fuerza, pero el calor era sólo cálido y bastante armonioso con la calma del entorno.

—Hola. —escuchó una voz familiar que recorría la hierba del campo, envolviéndole como la brisa serena.

Se giró y vio la figura de un joven que estaba cerca, con ropa ligera y holgada, y que le observaba con semblante nervioso.

Seokjin sintió que sus piernas se debilitaban y su pecho se enfriaba al reconocer el rostro que no había visto en tanto, tanto, tanto tiempo.

—¿Lo que ha dicho es cierto? —fue lo único que pudo salir de su boca en ese momento.

—Cada palabra, Jin. —susurró Kang Song. Esbozó una pequeña sonrisa. —Te he echado de menos.

El mago se atragantó con un sollozo y extendió sus manos temblorosas, como si intentara alcanzar al otro chico desde la distancia.

Al notar esto, Song trató de acercarse, dando un paso hacia él. Sin embargo, para su total sorpresa, Seokjin saltó hacia atrás y comenzó a alejarse una y otra vez, hasta que se dio la vuelta y huyó a gran velocidad.

El hombre-zorro, que en aquel lugar ya no tenía sus nueve colas, se dio cuenta de que cruzaba el campo y se adentraba en el bosque. Sin detenerse y sin mirar atrás, siguió corriendo sin rumbo, esquivando árboles y obstáculos naturales. Subió colinas empinadas, escaló una pendiente con las manos y los pies desnudos, volvió a correr cuando llegó a un terreno recto, corrió y corrió durante lo que parecieron horas, volvió a entrar en los bosques y finalmente llegó a otro campo abierto.

Pero no era otro campo abierto. Era el mismo campo de antes, con la misma hierba y la misma charca.
Kang Song estaba sentado en la orilla del pequeño estanque, abrazando sus rodillas dobladas y observando el horizonte.

Seokjin se dio cuenta de que el lugar le había jugado una mala pasada.

—El primero que vino intentó golpearme con piedras y ramitas, y el segundo huyó desesperado después de verme. Me pregunto qué pasaría si viene una tercera persona. —dijo Song con una pequeña risa que le hizo temblar los hombros.

Miró a Seokjin y le llamó con un gesto de la mano.

—Deja de huir y ven a hablar conmigo, idiota.

Dudando, el mago obedeció la llamada y se dirigió hacia él. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, Song se levantó y acarició la frente del chico.

—Eras tan arrogante y confiado en Adaman, mientras hacías todas esas cosas, ¿por qué eres tan cobarde ahora? —murmuró, y vio que la cara de Seokjin se nublaba.

Sus ojos, que ya no llevaban el oro mágico de antes, se volvieron repentinamente inyectados y pesados, llenos de lágrimas. La nuez de Adán del mago subía y bajaba, nerviosa, revelando un nudo suelto en su garganta que estaba a punto de romperse.

—¿En verdad... e-en verdad eres tú, Kang Song? —tartamudeó, temblando y pálido. Volvió a levantar las manos en dirección a Song, pero no pudo tocarlo. Fue el otro chico el que tuvo la actitud de acercarse y colocar su mejilla contra la palma de su mano.

El toque hizo que el cuerpo de Seokjin se estremeciera. Entonces rompió a llorar.

—Pensé que todo había terminado. Cuando vi tu coche en la carretera, yo...

—No hablemos de ello ahora... —el rostro de Song se ensombreció. Había dolor y vergüenza detrás de su mirada. - Tenemos otras cosas que resolver aquí, ¿no crees?

—¿Qué es este lugar? ¿Estamos en el cielo? ¿O tal vez en el infierno?

Song se rió a carcajadas.

—No lo sé, pero me gustaría que fuera mi cielo. —se encogió de hombros y se apartó del otro, luego, con un gesto, lo invitó a dar un paseo. Mientras caminaban uno al lado del otro, Song dijo: —Tal vez esto sea un retiro espiritual, o una ruptura entre una realidad y otra. O quizás sólo existe en mi mente, o en la tuya, o en la del chico que me está ayudando.

—¿Park Jimin?

—Sí, es un personaje. No me sorprendería que todo esto sea algo de su cabeza, y no de la mía.

—Si estuviera en su cabeza, ya me habría evaporado.

—Hm, tienes un punto.

Llegaron a una zona del campo en la que la hierba estaba baja y se podía ver el cuerpo decapitado de un lobo plateado caído, rodeado de ramas de marfil llenas de hojas rojizas. Seokjin tragó en seco y se congeló al reconocer al animal muerto.

Song se dio cuenta de su sobresalto, pero siguió caminando hasta que se agachó en un parche de hierba y recogió dos palas escondidas entre la hierba alta. A continuación, le entregó una de ellos al otro chico.

—Ayúdame a enterrar esto, por favor. —preguntó señalando el cuerpo del lobo.

Un poco indeciso, Seokjin sostuvo el objeto y asintió, luego siguió a Song y comenzó a cavar un agujero en el suelo.

Los dos trabajaron en silencio durante largos minutos. El mago se sintió incómodo por aquel reencuentro, sin embargo, por dentro, le brotaba una profusión de felicidad y emoción. Ahora, Song estaba vivo. No vivo vivo, pero vivo de alguna manera, en algún lugar. Pero no sabía muy bien cómo actuar, ni qué decirle, ni cómo expresar la vergüenza y la culpa que llevaba arrastrando durante tanto tiempo.

La verdad es que Seokjin se sentía como ese lobo: muerto, frío y con una parte esencial perdida. ¿Debería disculparse? ¿Será suficiente? ¿Cómo podía explicar sus actitudes desde que había entrado en ese mundo? Había actuado como un psicópata, descargando sus inestables sentimientos y sus diversos rencores, por razones aparentemente equivocadas, en algo que sólo era de Kang Song

Al final, volver al lado de Park Jimin y pedir de nuevo ser destruido por él sería la mejor opción.

—Estás pensando en tonterías otra vez, ¿no? —la voz de Song rompió su ensoñación y le hizo resbalar en el pequeño agujero que ya habían hecho, cayendo justo en la tierra.

—Ah...

-¿Qué te ha pasado? ¿Dónde está mi amigo súper atlético, físicamente apto y hábil?

—Le faltan sus nueve colas. Esas cositas ayudan a mantener el equilibrio. —explicó Seokjin, limpiándose los pantalones.

Song se rió

—Parece que te gusta bastante ser un zorro mágico.

—Parece que disfrutas bastante siendo un zorro mágico.

—Al principio lo odié, pero luego vi que ser una criatura así es muy... útil. —los ojos de Seokjin se estrecharon, recordando todas las veces que usó y abusó de esa magia.

Por el semblante que apareció en la cara de Kang Song, el otro chico también pensó lo mismo.

Volvieron a trabajar en silencio, pero ahora el rostro entristecido de su amigo palpitaba en la mente de Seokjin. Al mago se le empezó a nublar la vista por las lágrimas y sus manos perdieron parte de su firmeza.

Al cabo de un rato, no pudo soportar más el tortuoso silencio y dejó caer la pala.

—¿Por qué? —balbuceó, tratando de reprimir un sollozo. —¿Por qué no dijiste que el lobo eras tú? ¿Por qué no intentaste evitar hacer... hacer esto? ¿Por qué sólo te dejaste morir?

—¿Y tú? ¿Por qué te dejaste morir, Jin? —Song siguió cavando y tirando tierra.

Seokjin permaneció estático a su lado, sólo
escuchándolo y mirándolo fijamente.

Song finalmente dejó de cavar y lo miró.

—Tenía miedo de cómo reaccionarías, y también estaba confundido por lo que te había pasado. A nosotros. En ese momento, no tenía ni idea de lo que había ocurrido en el otro mundo. —suspiró profundamente, clavando la pala en el suelo y dejándose llevar. —Siempre hubo una barrera entre nosotros. Después de venir aquí, se convirtió en algo físico y metafísico. No podía acceder a ti, no podía hacer nada excepto mirar...

—Viste... —Seokjin cambió su mirada hacia el suelo. De repente pensó en enterrarse él en lugar del lobo.

—Jin, mírame. —pidió el otro chico, pero no recibió respuesta. Entonces decidió saltar el agujero para acercarse a él y levantar su rostro con ambas manos. —Mirame... —murmuró, muy cerca.

Esta era la única manera de hacer que su amigo levantara los ojos de nuevo. —Lo siento. Me gustaría haber estado allí en varios momentos, y haber detenido varias cosas, incluso a ti mismo.

—No tiene sentido. —tartamudeó Seokjin, sus lágrimas comenzaron a acumularse en las manos de Song.

—¿Q-qué?

—No tiene sentido que me digas que lo sientes, como si no debieras odiarme por las cosas que he hecho. —resopló, sollozando. —Siempre supe que este mundo era real en cierto modo, que estaba haciendo daño a gente real, pero no quería pensar así, no quería preocuparme por nada más, porque nada más debía importarme. Manipulé, maté y torturé tu creación, Soso. También he estado mintiendo, desde que te conocí, siempre te mentí sobre... sobre...

—Lo sé. —Song dejó escapar un fuerte suspiro y se tragó unas cuantas lágrimas. —No estoy diciendo que te perdono por lo que le has hecho a los demás, porque sus vidas no son asunto mío. Mi perdón no podría hablar por ellos. —limpió con el pulgar el lado de la mejilla húmeda de Seokjin. —Mi propósito con este encuentro es dejar las cosas claras, y decir basta... ¿Lo entiendes? Es suficiente, Jin. Sabes que lo es. Nuestras almas necesitan descansar, y no hacer daño a los demás.

Seokjin sacudió la cabeza como un niño desolado que comprendía sus acciones equivocadas.

—Y también basta de que andes por ahí solo, sintiéndote desubicado como si no debieras existir en mi mundo. —una pequeña sonrisa se formó en los labios de Song. Acarició el cabello de su amigo con ternura: —Es la primera vez que puedo verte y tocarte así desde la universidad. No debemos desperdiciar la segunda vida que hemos ganado.

Entonces Song redujo la distancia entre ellos
y besó los labios de Seokjin. El sabor salado de las lágrimas de ambos se mezcló con el de sus bocas. En ese instante se dieron cuenta de que era la primera vez que se permitían ser así y no temían las posibles consecuencias. Eran libres.

Después de unos momentos, se separaron unos centímetros. Todavía estaban tan cerca que sus respiraciones se mezclaban.

—Nunca dejaste de ser malo con los números. —murmuró Seokjin. —Esta es tu tercera vida, no la segunda.

Song se rió y puso los ojos en blanco.

—Qué tipo más molesto. —dijo él como respuesta, y los dos sintieron una dulce ligereza en el pecho.

Pero Seokjin sabía que aún no había terminado.

—¿Qué voy a hacer ahora? No me queda nada allí en nuestro mundo original, ni en el mundo que tú creaste, salvo asumir la responsabilidad de los crímenes que cometí al entregarme. —se miró las manos y su rostro adoptó un semblante resignado que no era muy habitual en él, pero que podía llegar a serlo.—Creo que acabo de responder a mi propia pregunta... Y, eso es todo...

Song bajó la mirada, entristecido, pero aún mantenía una sonrisa.

—Me quedaré aquí, esperándote, mientras termino de cavar este agujero. —el chico volvió a tomar la pala y se la mostró a Seokjin.

El escenario que rodeaba al mago empezó a volverse translúcido y borroso, y la imagen de Kang Song se convirtió de repente en un sueño lejano.

—¡¿Cómo voy a volver a verte?! —gritó Seokjin antes de que todo desapareciera.

—Todo lo que sé es que cuando una historia termina, otra comienza en otro lugar. Así fue conmigo... así será contigo también, creo.

Lo último que vio Seokjin fue la sonrisa nerviosa de Kang Song y luego todo se oscureció.

🌔🌘👑🌒🌖

—¡Dijiste que no lo matarías! —la voz baja y jovial de Taehyung reverberó en la distancia, delatando el miedo del chico.

—No lo maté, maldición. —dijo Jimin, en respuesta a su amigo.

Las dos voces se acercaron a los oídos de Kim Seokjin, que se estaba despertando tras su reencuentro con Kang Song.

—¿Entonces por qué está así, cubierto de sangre y estático como un cadáver? —insistió Taehyung.

Se pudo escuchar un largo suspiro ser exhalado por Jimin.

—Está en una especie de cosa espiritual tipo Avatar, donde Aang va y habla con los avatares anteriores, ¿sabes?

—Ah, sí.

—Taehyung... —Seokjin abrió los ojos y vio al chico de pie junto a él, observándolo con una mezcla de miedo y preocupación.

Sintiendo cierta dificultad, movió su cuerpo para sentarse apoyado en un árbol cercano.

—¿Ves? Te dije que no había matado al loco. —dijo Jimin, dando un codazo a su amigo.

Tras algunos murmullos, la conversación entre los dos chicos terminó y todos se sumieron en un silencio aprensivo.

Seokjin vio a Taehyung inclinar los hombros y alejarse, evitando a toda costa el contacto visual. Se sintió mal por él y, por primera vez, se permitió aceptar que había lamentado amargamente perder su confianza y su compañía.

Se giró para mirar a Jimin. Éste no podía apartar los ojos de él, calculando cada movimiento de Seokjin sin disimular su total falta de confianza.

El hombre del zorro curvó sus labios en una débil y resignada sonrisa. Sí, sabía que se merecía lo que le esperaba.

Así que relajó los hombros, apoyó la cabeza en el tronco del árbol y, con un semblante apático, entregó ambas manos unidas a Park Jimin.

—Me rindo. —dijo.

—¿Ah? —Jimin arqueó una ceja hacia él.

—Arrestenme y llevenme para que me condenen por lo que he hecho.

Jimin y Taehyung fruncieron el ceño el uno al otro.

—Dejen de mirarme como si me hubiera vuelto loco.
—Seokjin refunfuñó.

Jimin se volvió hacia él, inclinó la cabeza y dejó escapar una risa seca.

—Está bien, Tae. Ya entiendo lo que pasó...

Se acercó, inclinando su cuerpo hacia el mago. —Hehe, Kang Song te dio un tirón de orejas, ¿no? ¿Y qué? ¿Te golpeó? ¿Utilizó una rama o piedras?

Seokjin giró la cara hacia el otro lado y se encogió. Sus colas, que antes serpenteaban vigorosamente, ahora yacían tiradas en el suelo a su alrededor, apagadas y sin vida. No dio una respuesta con palabras, pero estaba ahí, en su rostro culpable y avergonzado, en la tristeza palpable y en la actitud ansiosa por querer entregarse para recibir su debido castigo.

Tras un rato de seria quietud, vio que el omega se agachaba frente a él, lo analizaba con ojos intensamente enrojecidos y luego decía:

—No te quiero como prisionero, Kim Seokjin. Si lo hiciera, no te habría ayudado a hablar con Song.

El mago parpadeó, perplejo por las palabras que había escuchado. Sin entender realmente por qué Jimin había dicho eso, murmuró:

—La gente de este lugar querrá que me condenen. Tú y Jeon Jungkook deberían concederles eso a ellos y a ustedes mismos.

—La gente de este lugar necesita comida, paz y el fin del invierno. Y Jungkook y yo también tenemos planes más interesantes que torturar a un zorro perturbado. —el Omega golpeó a Seokjin en el hombro.

Con un semblante totalmente confuso, el mago lo miró como si Jimin estuviera diciendo tonterías. El chico se dio cuenta y suspiró profundamente, luego añadió:

—No tienes que quedarte aquí en Adaman para pagar algo. Le prometí a Song que le devolvería el paraíso que creó, y lo haré. Con los poderes que tengo, no necesito torturar o matar a nadie para hacerlo... Sólo quiero que todo vuelva a la paz de antes y, por mucho que no tengamos ningún vínculo, también quiero que te liberes de una vez por todas de tu propio infierno.

Seokjin sacudió la cabeza y se miró las manos. Su visión estaba borrosa.

—¿Cómo puedes hablarme tan amistosamente? —se rió secamente. —Casi destruyo la vida de las personas que amas. Intenté reducir su existencia a la nada.

—Lo sé. —los ojos de Jimin brillaron, afilados. Tomó el cuello de la camisa del mago y lo empujó.

En ese momento, la naturaleza que los rodeaba guardó un profundo silencio.

—Sé muy bien lo que hiciste y, sinceramente, todavía me duele recordar varios acontecimientos, ¿está bien? —los caninos del Omega de alargaron levemente. —No creas que me he olvidado de nada. Todavía siento cada cosa que tú y tus planes provocaron en ese entonces. Si quieres que te trate como te mereces, te lo puedo poner fácil.

Con un poco de brutalidad, Jimin lo soltó, lanzándolo contra el tronco de un árbol cercano. Seokjin se estremeció por el dolor del impacto, pero lo aceptó con tranquilidad.

—Pero yo no quiero eso. —completó el omega, echando la cabeza hacia atrás. —Simplemente... no quiero nada más. No tiene sentido seguir luchando. ¿Aún no lo entiendes?

El mago miró al suelo y apretó los labios.

—Pensé mucho en lo que haría contigo cuando nos encontraramos nuevamente. —Jimin se pasó la mano por la cara y se apretó las sienes: —A decir verdad, no estaba seguro de adónde iba esto, así que esperaba lo peor. Pero viniste con esa charla sobre entregarte y querer que te destruyera, y luego recordé lo que me mostró Kang Song cuando lo conocí, así que supongo que me decidí. —con un tono cortante, murmuró: —No es como si te merecieras recibir el perdón, pero, siento decirlo, para ti ya ha terminado, así que esta pelea nuestra nunca tuvo sentido, para empezar.

El mago se encogió de hombros y se cubrió la cabeza con las manos.

—No puedo... No puedo volver a ver a Song sin al menos...

—Oh, sí lo harás. —murmurando, Jimin lo agarró por el brazo y lo arrastró hasta ponerse a su lado.
—Vamos, dime cómo enviarte allí de una vez por todas.

Seokjin parpadeó, aturdido.

—Después de toda esta charla... Tengo la impresión de que sólo quieres deshacerte de mí.

—Tómalo como quieras. Ahora escúpelo. —Jimin lo empujó.

Cuando recuperó el equilibrio, el mago reflexionó sobre todo ello y llenó sus pulmones de aire para oxigenar su cerebro. Tras comprimir los labios, finalmente respondió:

—... Song dijo algo sobre una historia que comienza en un lugar y termina en otra, como le ocurrió a él.

Park Jimin dobló un dedo índice sobre su barbilla y adquirió un semblante pensativo.

Su rostro se quedó estático al concluir algo.

—Entonces... ¿tienes que morir?

—¿Qué? —Taehyung, que estaba escuchando todo lo que pasaba cerca porque no quería intervenir y arriesgarse a proteger al bando equivocado, se adelantó por un impulso nervioso.

—Sí. Morir. ¿No es así como Kang Song llegó a vivir a ese lugar? Él era el Omega de Plata, luego "puff" murió y sólo entonces llegó ahí. —explicó Jimin.

La comprensión llegó a la mente de todos y dejó sus rostros pálidos.

Todavía pensativo, el omega se cruzó de brazos y entrecerró los ojos. Algo martilleaba en su mente mientras miraba fijamente al hombre zorro. Al notar esto, su amigo lo interrogó:

—Jimin, ¿qué pasa? —Taehyung era aprensivo.

—Sólo me pregunto qué significa que una historia termine en un lugar y comience en otro. —Jimin lo fulminó con la mirada. —Nosotros dos, Taehyung, no dejamos nuestro mundo por haber muerto. Solo fuimos arrastrados hasta aquí, así que todavía tenemos una vida allá. —se volvió entonces hacia el mago y, sintiendo un incómodo nudo en la garganta, añadió: —Pero Kim Seokjin y Kang Song no tienen una vida a la que regresar, así que permanecen en este mundo de otra manera...

Los ojos dorados de Seokjin se abrieron de par en par y luego miraron las nubes grises del cielo. La sombra de una sonrisa se formó en sus carnosos labios.

—Y pensar que incluso le pregunté si este lugar era el cielo o el infierno... —murmuró más para sí mismo que para Jimin. Luego volvió a arrodillarse como antes y extendió los brazos, exponiéndose de nuevo como un condenado a ser ejecutado. —De una forma u otra, acabaría así frente de ti. Tómate tu tiempo...

Jimin lo observó en silencio durante unos momentos, su mente trabajando en una idea que lentamente hizo que su habitual mirada brillante se desvaneciera.

—Pero, ¿y si no funciona? —dijo de repente. —¿Y si nuestras teorías están equivocadas y este mundo no te trata igual que a Song? Kang creó este lugar, pero tú... —paró, pues todos allí sabían muy bien lo que había hecho Seokjin. —Si eso ocurre, puedes desaparecer para siempre.

Pero el hombre-zorro no parecía asustado por esa posibilidad.

Su rostro estaba casi sereno cuando, en respuesta, murmuró:

—Entonces sólo lamentaré no haber tenido mucho tiempo para disculparme con él.

—...

Viendo que esto iba a ser la conclusión de todo, Park Jimin se acercó al mago lentamente y levantó la mano hacia él. Vacilante, le puso los dedos en la frente, que temblaba ligeramente debido a la incertidumbre que rodeaba la situación.

Lo que iba a hacer a continuación, sin embargo, fue rápidamente interrumpido por la exclamación desesperada de Taehyung?

—¡Jimin, detente! Espera un segundo, por favor...

El otro chico se colocó entre el omega y el mago, y resopló. Su rostro estaba tenso, sus ojos, rojos y un poco perdidos. Se enfrentó a Seokjin con pesar, sintiendo una fuerte opresión en el pecho.

Con voz entrecortada, tartamudeó:

—No he olvidado la dirección que me diste, ni la promesa que te hice.

Esto destrozó a Kim Seokjin por completo. Si quedaba alguna pizca de firmeza u orgullo en su interior, se deshizo en cenizas al igual que el conmovedor nudo en su garganta. Recordar la dulzura de Taehyung en ese momento era el mayor castigo que podía recibir en su acto de despedida.

—En otro tiempo y en otras circunstancias menos difíciles y abusivas, habríamos sido mucho más que esto, Taehyung. —dijo en un tono relajado que podría haber sonado como una broma, pero el latido de su corazón y el de Taehyung expresaban otro sentimiento, y era silenciosamente doloroso.

Intercambiaron miradas una última vez, antes de que Seokjin volviera la cara y murmurara:

—Lo... lo siento.

No era necesario decir nada más, pues Taehyung ya lo había entendido. El chico entonces le dio a Jimin espacio para hacer lo que tenía que hacer. Se alejó arrastrándose y se escondió entre los árboles para no ver lo que sucedería después.

Cuando sólo quedaban Jimin y Seokjin en ese punto del bosque, este último asintió con la cabeza y cerró los ojos, rindiéndose a su incierto destino.

Respirando profundamente, Jimin le tocó en la frente de nuevo.

—Será rápido. No sentirás nada. —musitó, y una lágrima tenaz se deslizó por un lado de su cara.

Seokjin abrió los ojos, miró fijamente a Jimin y a esa lágrima lastimera -alguien que no podía ser cruel ni siquiera con los más crueles- y vio algo en el chico que seguía siendo un misterio, pues justo entonces, en el último momento, murmuró

—Ya veo... Tú y él son muy parecidos.

Entonces surgieron pequeñas raíces como un rayo que se abre paso entre las nubes, y todo se desvaneció en la mente del mago.

Su cuerpo yacía paralizado en esa misma posición, con los ojos cerrados y con la sombra de un semblante tranquilo.

Temblando, Jimin dio unos pasos hacia atrás hasta chocar con Taehyung, que había vuelto. La cara del otro chico estaba toda roja y mojada por las lágrimas.

—¿Crees que ha funcionado? —preguntó en un siseo.

—No sé... —se interrumpió Jimin al ver que el cuerpo inerte de Seokjin empezaba a irradiar una luz pálida.

Entonces, procedente de todos los lados, una brisa atravesó el bosque y se arremolinó alrededor de todos ellos, para luego centrarse sólo en el mago. Sus extremidades comenzaron a romperse en fragmentos translúcidos, que fueron arrastrados por el sereno vendaval hasta desaparecer en algún lugar de la atmósfera.

Los murmullos reverberaban en los oídos de Jimin. El omega cerró los ojos, tratando de distinguir algo, pero en lugar de recibir un mensaje vocalizado, sintió que alguien le enviaba un agradecimiento a distancia.

Tras respirar profundamente, puso la mano en el hombro de su mejor amigo y, a modo de consuelo, le dijo:

—Funcionó.

Taehyung se relajó a su lado y moqueó, limpiándose la cara con el dorso de la mano.

Se quedó en silencio durante unos instantes, antes de murmurar:

—¿Qué va a pasar ahora? Si Seokjin se ha ido, entonces la magia ha terminado. La guerra también ha terminado, ¿no?

Los ojos de Jimin pasaron de Taehyung a las copas de los árboles circundantes, ya que había visto un movimiento. El omega observó con ansiedad cómo un enorme pájaro amarillo planeaba entre el follaje y se posaba en una gruesa rama cercana.

Era Hana, su cóndor del desierto favorito. Probablemente se había alejado para recuperarse de los moratones que había recibido al luchar contra el mago antes.

Jimin se dio cuenta de que Hana estaba allí con algún propósito, podía sentirlo.

—Jungkook... —murmuró, recibiendo la llamada de su marido procedente del bosque.

Intentó sentirlo por la conexión del vínculo, y cuando lo hizo, fue arrojado contra una pared de hielo, como si el alfa se hubiera encerrado en su propio dolor.

Luchar contra su propio hermano debe haberle afectado más de lo que esperaba, pensó Jimin, con el pecho pesado.

—Todavía no, Tae. Tengo que irme. —dijo el omega, tragando en seco. —¿Puedes velar por la seguridad de los niños durante un tiempo más?

—Claro que sí.

Jimin asintió agradecido, pero antes de girarse para ir con Jungkook, recordó que tenía algo importante que hacer.

—Taehyung, ahora que hemos terminado aquí, necesito probar algo en ti.

🌔🌘👑🌒🌖

Océano en los alrededores de Hayang

Cuando Jimin llegó a la playa, lo primero que notó fue la destrucción. En los árboles caídos, la arena revuelta, el extremo agrietado del acantilado y las inmensas rocas rotas al borde del mar. Entonces sus ojos se posaron en la figura arrodillada e inclinada de Jeon Jungkook ante los cuerpos inertes e inconscientes de Min Yoongi y Jung Hoseok.

En su forma lobuna, el omega corrió hacia su marido a toda velocidad.

Aquella había sido una pelea fea y brutal. Cuanto más se acercaba a Jungkook, más podía oler la sangre de sus magulladuras y los restos de las feromonas violentas que lo rodeaban.

Deteniéndose un poco detrás del alfa, volvió a su forma humana y lo observó con pesar. Jungkook seguramente había sentido su acercamiento, pero no se movió ni demostró nada. Sus ojos, rojos y húmedos, se clavaron en su hermano dormido y magullado, y su cuerpo se estremeció ligeramente bajo la túnica desgarrada.

Jimin se quitó su propia camisa y la usó para cubrir la espalda de su marido, luego lo abrazó con cariño y cuidado, evitando presionar sus heridas. Sus manos peinaron su desordenado cabello, apartando algunos mechones de la parte delantera de su cansado rostro. Justo entonces, Jungkook entrelazó sus dedos con los de Omega.

—Jungkook... —murmuró Jimin

El alfa lo miró fijamente y le besó la mano durante un largo minuto.

—No sé si he tomado la decisión correcta. —dijo en un débil susurro. —Por primera vez... —su voz casi se quiebra. —Por primera vez lo vi recuperar la conciencia, y cuando lo hizo, actuó para destruirse a sí mismo. Pero lo detuve... Lo mantuve vivo.

Jimin estrechó su abrazo, mostrando su apoyo. Sabía que Jungkook aún tenía cosas que decir, así que se quedó callado y escuchó con atención.

—Todavía quiero que vuelva, incluso a pesar de todo. No volveríamos a ser hermanos, porque no es posible borrar todo lo que pasó entre nosotros, pero si quiero que viva bien en algún lugar del mundo... —Jungkook jadeó y contrajo la mandíbula. Sus ojos estaban apagados, como la vegetación seca y sin vida.

—Así que esa fue tu elección, ¿no? Tener a Yoongi de vuelta. —Jimin rodeó al alfa y lo besó en la frente, luego, sosteniendo su rostro y mirándolo intensamente, dijo: —Ahora es momento de decir que puedo hacer eso.

Jungkook parpadeó, aturdido y sin voz.

El omega se levantó y caminó hacia donde Yoongi y Hoseok estaban acostados uno al lado del otro, y se arrodilló entre los dos.

En primer lugar, colocó su mano en el pecho del alquimista y se concentró en las profundas heridas que portaba, luego cerró los ojos y accedió a la vitalidad contenida en la tierra bajo él. Con sus poderes, Jimin hizo que brotes de marfil se enroscaran en Jung Hoseok, y a través de ellos, transfirió esa vitalidad a las células heridas del alquimista. Fue un proceso de curación similar a lo que le había sucedido a Jungkook, pero a una escala mucho menor.

Resultó que había descubierto muchas cosas sobre sus habilidades después de haber despertado todo su poder. No sólo su conexión con los animales, con el bosque y las voces que susurraban en sus oídos, sino también con la vida que existía en todo aquello.

Había mucha vida en ese mundo, concluyó con una mezcla de emoción que le hizo gracia.

¿Lo sabía Kang Song?

De todos modos, cuando empezó a pensar en estos detalles, comenzó a preguntarse si sería capaz de curar a personas malditas como Yoongi y Taehyung. Esta hipótesis se planteó durante el viaje a Hayang, unas semanas antes de la batalla en el puerto.

Comentó la idea con Jungkook y trató de obtener una respuesta entrando en contacto con los susurros dispersos que escuchaba de forma constante e insistente, ya que no siempre podía acceder al lado sobrenatural de ese mundo, era necesario que ambas partes lo quisieran.

Al final, la única certeza que contaba era que ninguna magia oscura podía superar el poder de una divinidad. Jimin ya tenía teorías que llevaban a esa misma conclusión, como el hecho de que la hipnosis de Seokjin nunca funcionó en él y en la gente que llevaba la sangre del ancestral Omega de Plata. Cosas más malignas podrían afectar a poblaciones como el clan Jeon, pero una entidad con poderes sería otra cosa.

Siendo así, el Omega se sintió aliviado ante la conclusión afirmativa de su hipótesis, pero aún no era suficiente, pues quería saber sobre la capacidad de curar, y no sólo sobre la superación de alguien que está maldito.

Ahora sabía que era capaz de destruir a Min Yoongi sin contaminarse con la sombra maligna que portaba su cuñado, pero no podía separarlo de ella como curaría una herida común.

Fue entonces cuando pensó en Taehyung y en la pequeña parte de la maldición que aún existía en el chico. Ella seguía ahí, dentro de él, latente como una enfermedad controlada.

Podría usar a su amigo para probar sus teorías. ¡Ah, eran tantas! Pero Jimin también tenía ciertas incertidumbres.

¿Y si no funcionara y acabara dañando gravemente a su mejor amigo en el proceso? En ese momento, el omega aún no estaba seguro de lo que le ocurriría a Taehyung si el chico moría en ese mundo. Así que, Jimin esperó el momento en que estuviera seguro de poder usarlo como su conejillo de indias.

Ese momento llegó justo después de resolver sus problemas con Seokjin.

Con las respuestas en la mano, sólo quedaba responder a la última y más vital pregunta. Y, con la ayuda de su amigo, lo hizo.

En la playa, después de notar que los latidos del corazón y la respiración de Jung Hoseok ya se habían normalizado, Jimin se giró completamente hacia el cuerpo inconsciente de Min Yoongi y puso ambas manos en su cara.

Después de eso, hizo lo que había hecho antes con Taehyung, pero con mucha más intensidad. Cerró los ojos y trató de sacar el lado oscuro del interior de Yoongi, liberando su presencia omega para atraer primero la capa bestial de rostro maldito que se agitaba en su interior, y luego absorberla profundamente hacia la tierra.

El olor de las feromonas de la bestia despertó y explotó a través de la playa, aturdiendo ligeramente los sentidos de Jimin y activando una alerta en la mente de Jungkook.

Hasta ese momento, el alfa observaba a su omega concentrado en lo que hacía, y notaba cómo todo a su alrededor -el viento, el agua del mar y los pájaros- lo rodeaba, sumisos, atraídos por su presencia y su energía.

Con esa violenta oleada de feromonas exhaladas. Jungkook se transformó inmediatamente en un lobo negro, clavó sus garras en el suelo y cambió el foco de su atención hacia su hermano aún dormido.

Pronto su mente se llenó de una profusión de miedo e ira. Ah, no debería haber permitido que la situación llegara a ese punto, casi se sintió retroceder al día de su noche de luna, cuando había dejado al omega vulnerable bajo las garras de la bestia que había aparecido en el castillo. Si Yoongi hacía un movimiento en dirección a Jimin, por pequeño que fuera, lo atacaría, seguro que lo haría y...

—¡Para! —exclamó Jimin. El omega temblaba, porque el olor era fuerte, muy fuerte. Sus instintos gritaban puro terror, pero necesitaba ser más fuerte que todo eso. —Puedo hacerlo. Jungkook, puedo hacerlo. —se giró y miró a su esposo. Le brillaban los ojos, rojos e inyectados en sangre. —Confía en mí ahora, ¿vale?

La pareja intercambió miradas intensas llenas de palabras no dichas.

Vacilante, Jungkook agachó la cabeza y escondió sus garras, pero no bajó la guardia. Confiaba en las habilidades de Jimin con toda su existencia, pero lo amaba mucho más que a nada, así que no podía relajarse hasta que esto terminara.

Inmerso en una tensión controlada y temblando de ansiedad, observó cómo el vendaval oceánico cambiaba de dirección y borraba todo aquel aroma que se cocía a fuego lento en el aire. Un resplandor nacido en Jimin eclipsó al del sol, que apenas se dejaba ver debido a las nubes de tormenta que había sobre ellos. Finalmente, la lluvia se adentró en el mar, dejando tras de sí sólo la clara atmósfera.

Jungkook avanzó cuando notó que Jimin se apartaba de Yoongi y se tambaleaba hacia atrás. Volvió a su forma humana y lo agarró antes de que el omega cayera al suelo.

Jimin parpadeó, un poco mareado, y levantó la vista hacia él, luego sonrió, juntando sus carnosos labios de forma que contrajo las mejillas y entrecerró los ojos.

—Creo que ha funcionado. —murmuró.

Unas gotas de lluvia gotearon del cabello de Jungkook y cayeron sobre su cara. El alfa se las limpió con el pulgar y lo miró con ternura.

Luego, con expresión aprensiva, volvió a levantar los ojos hacia su hermano y esperó.

La playa se quedó en silencio cuando Yoongi dio las primeras señales de que iba a despertar.

Contrajo la cara y movió los dedos, luego apretó los ojos y parpadeó, alborotando las pestañas rubias que se mantenían unidas por el agua de lluvia. Cuando abrió los ojos del todo, reveló pupilas negras, iris amarillos y un familiar brillo humano.

Yoongi se incorporó, un poco avergonzado, y se miró las manos. Lentamente, su semblante se aclaró, como si estuviera asimilando la idea de que había vuelto. Temblando, respiró hondo y rápido, tan rápido que tosió.

—¿C-cómo? —tartamudeó, girando ligeramente la cabeza hasta que vio a Hoseok tumbado a su lado.

Atónito, y con un nudo en la garganta, sacudió al alquimista en busca de cualquier señal de vida. Sus oídos recién despertados tardaron un momento en darse cuenta del vigoroso corazón que latía en su pecho.

Más calmado ahora, miró hacia arriba y vio a Jeon Jungkook. Fue entonces cuando empezó a llorar.

Con la mente libre y recuperada, todos los recuerdos afloraron y lo invadieron conmovedoramente, recordándole lo que le había hecho a su hermano menor.

La sangre derramada, las palabras crueles, las acusaciones injustas, tantas acciones y decisiones equivocadas lanzadas contra la espalda de un chico que sólo lo quería a él, su única familia de sangre que una vez lo había considerado más que a cualquier cosa.

—Y-yo l-lo siento muc... —se interrumpió al darse cuenta de que ninguna palabra de perdón podría solucionar lo que había entre ellos en ese momento. Así que se arrodilló, inclinó el cuerpo, se apoyó con ambas manos en la arena húmeda e inclinó la cabeza de forma vulnerable. Luego esperó su sentencia.

Escuchó los pasos de Jungkook acercándose y sintió su presencia revolotear con más fuerza a su alrededor.

El hermano menor se detuvo frente a él, quedando en silencio, y así permaneció durante largos e interminables segundos. Hasta que llegó su voz, profunda y lánguida:

—Min Yoongi, hijo primogénito de la Gran Reina de Adaman, príncipe representante del clan del Alba, regicida y fratricida, usurpador del trono real, genocida responsable del exterminio de Rangkee y los Lobos de la Noche, y cómplice de numerosos crímenes, te condeno... —una pausa. Una respiración decisiva. —al exilio eterno y a la completa eliminación de su legitimidad como noble, príncipe y heredero de Adaman. Se le desvinculará formalmente de su clan, de su residencia y de los miembros de su familia para siempre.

Jungkook le dio la espalda y observó el horizonte oceánico. Luego, en un ronco susurro, añadió:

—Para Adaman, estarás muerto. Para mí, serás un extraño. Esa es tu sentencia.

Yoongi se quedó mirando el suelo y las lágrimas silenciosas que goteaban de sus ojos formando círculos húmedos en la arena. No caían porque se sintiera agraviado ni nada por el estilo. En absoluto. Jeon Jungkook podría haberlo condenado a algo mucho peor, pero su hermano estaba allí, dándole la oportunidad de vivir en otro lugar, y al mismo tiempo se ocupaba del equilibrio del reino eliminando a la figura del rey que los destruyó.

Sus lágrimas fueron entonces de orgullo por el menor, y también de tristeza, pues no tenía derecho a levantarse y abrazarlo, ni siquiera a agradecerle el gesto misericordioso, pues un exiliado sin nombre no podía tocar al rey de Adaman.

Siendo así, Yoongi aceptó en silencio su sentencia con una profunda reverencia, y también reverenció a Park Jimin, tanto por protocolo real como también porque sospechaba que el omega había sido el responsable de romper su maldición. Llegó a la conclusión de que ésta sería otra de las docenas de cosas por las que le debía gratitud a su cuñado, pero que nunca podría devolverle.

Después de eso, se volvió hacia Hoseok y lo observó con pesar...

De todos los recuerdos que tenía de la época en que estuvo fuera de control, los que contenían al alquimista eran los más vívidos y estaban entre los más difíciles de recordar. El corazón le dolía en el pecho mientras miraba su cara dormida y pensaba en ellos.

Le tocó la mejilla con dos tiernos dedos a modo de caricia y balbuceó suavemente:

—Hoseok, necesito irme... —tenía la voz entrecortada, pero contuvo la nueva oleada de lágrimas. —No sé si tengo derecho a llevarte conmigo.

Mientras posicionaba su cuerpo para alejarse, sintió el
la mano del alquimista apretando ligeramente el dobladillo de su camisa. Su cara se crispaba y parecía luchar por despertarse. Probablemente había oído las palabras de Yoongi, incluso inmerso en un sueño, y ahora estaba enfadado con ellas y con la estúpida idea de permanecer separados cuando por fin podían estar juntos.

Por un segundo, el alfa casi consiguió sonreír.

—Perdóneme... —acercó su frente a la de él y suspiró profundamente. —no me atreveré a dejarlo otra vez...

Después de decir eso, Yoongi se apartó un poco y colocó sus brazos alrededor del cuerpo de Jung Hoseok. En ese momento, vio aparecer una sonrisa leve en los labios del alquimista.

Después de decir eso, Yoongi retrocedió un poco y colocó sus brazos alrededor del cuerpo de Jung Hoseok. En ese momento, vio aparecer una sonrisa malvada en los labios del alquimista.

—En verdad no te perdonaría que te fueras solo. —murmuró en voz baja, su voz ronca y amargada. Sus ojos parpadearon, tórpidos y húmedos por las lágrimas y la lluvia, y luego miraron fijamente a Yoongi con un brillo recuperado que no había aparecido en mucho tiempo. —Mi amor, mi príncipe, te tengo de vuelta... Por fin te tengo.

Con manos débiles, Hoseok tiró de él por los hombros y lo envolvió en el abrazo más fuerte que pudo darle en ese momento.

Tembloroso, Yoongi hundió la cara en la curva de su cuello y se abrazó a él también. En un susurro, dijo:

—Ya no soy un príncipe. Ni un Min. Por mi propio bien, no podré proporcionarte lo que antes podía. ¿Estás seguro de que le darás la espalda así a tu vida en Adaman?

Todavía abrazado, Hoseok levantó la mirada hacia la figura de Jimin y Jungkook, de pie en la distancia. Jimin lo observaba con una mirada triste pero serena y aliviada, y Jungkook miraba al mar, evitando mostrar su profunda tristeza.

El alquimista no necesitó preguntar para entender lo que había pasado: mientras dormía, la vida de Yoongi se había salvado a un alto precio.

Luego respiró hondo, se soltó de los brazos del otro alfa, arrastró su cuerpo por la arena para estar más cerca de la pareja real y se arrodilló...

—¿Señor Jung...? —Jimin se sobresaltó por su actitud.

—Me gustaría pedirle a sus majestades que se me destituya del cargo de Alquimista Real y se me reemplace por mi excelente y competente discípulo, Lu Keran. El muchacho ha aprendido muchas cosas de mí y es un genio por sí mismo, aunque no lleve la sangre del clan Jung. —Hoseok juntó las manos delante de su rostro y las bajó a la arena en una profunda reverencia: —También pido que mi marcha del reino no se interprete como una actitud de traición o desprecio, y que no sea a espaldas de mi familia. Por favor...

Los ojos de Jimin pasaron de él a Jungkook, que aún mantenía su atención en el mar y trataba de mantener las distancias para no volver a mirar o dirigirse a su hermano. Así que, tras un suspiro, el omega decidió encargarse de esa situación por su cuenta. Se agachó frente a Hoseok y le ofreció una sonrisa amistosa.

—No hay necesidad de preocuparse por esas cosas, señor Jung. —dijo, luego hundió los dedos en la arena, frunció el ceño, ahuecó las manos y sacó algo del suelo. —Esto es para cuando encuentre un buen sitio donde vivir. —sonrió satisfecho y le entregó el contenido de sus manos a Hoseok.

El alquimista miró el regalo y se dio cuenta de que eran semillas.

—¿E-esto...?

—Son semillas de las plantas que cultivas en tu invernadero. O al menos algunas de ellas. —Jimin se rascó la nuca y esbozó una sonrisa nerviosa. —Lo siento, señor Jung, no recuerdo todas, sólo esas... pero espero que sean un buen recuerdo.

Hoseok parpadeó, atónito, y apretó las semillas contra su pecho mientras se tragaba unas lágrimas. Su cara era pura felicidad.

—Será el mejor recuerdo de todos, Señor Park. Muchas gracias, amigo mío. —balbuceó.

Inmediatamente se vio atrapado en un repentino y apretado abrazo de Jimin, que ignoró todos los límites sociales entre alfas y omegas para dar ese último gesto de despedida.

—Lo echaré de menos, señor. Mucho. —dijo sollozando.

Hoseok contuvo un nudo en la garganta mientras le palmeaba la espalda.

Cuando se separaron, el alquimista se inclinó una vez más ante la pareja real e intentó equilibrar su cuerpo para mantenerse en pie. Cuando le fallaron las rodillas, Yoongi apareció a su lado y evitó que cayera. Se tomaron de la mano, entrelazaron sus dedos y se encararon.

—Vendrás conmigo, pero que sepas que siempre serás libre de marcharte. —murmuró Yoongi, sus orbes dorados nunca parecieron tan sinceros, amables y sobrios.

Colocó a Hoseok a su espalda, apoyándolo de forma segura y cómoda, y se alejó, caminando, sin rumbo fijo. Pero antes de alejarse mucho más, pasó junto al casco que yacía en la arena -el casco de su madre omega que había desechado junto con el resto de su armadura-, lo recogió como recuerdo de su vida en Adaman y se volvió hacia Jungkook, que aún mantenía la vista fija en el paisaje a lo lejos, para echarle una última mirada.

Tras un instante de silenciosa despedida, el Príncipe Min Yoongi desapareció de todo y para siempre.

🐾

Hola jJajajja. Después de mucho tiempo y de muchas recaídas logré terminar de traducir este capítulo y el capítulo final. Así que tranquis, que ahora no volveré a desaparecer tanto tiempo.

La verdad estuve y estoy muy mal, sobre todo por la escuela. El hecho de que ya casi me graduo me tiene bastante estresada y sinceramente no creo terminar ahora, tal vez me quede más tiempo ahí jsjs. Ahora solo tengo que buscar la ocasión para decirle a mi mamá xd. Pero bueno, sigo mal eso sí, pero ya estoy en terapia, así que espero poder ir mejorando.

Voy a borrar esta nota cuando mi hermana comience a leer esta historia jsjsjs.

Nos vemos en el final. Solo dejen que termine de editarlo. 💓

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