23|👑|Sangrado de Plata
Gritó hasta perder todo el aire de sus pulmones.
Completamente sacudido y debilitado, su cuerpo cedió a un estado de profunda inconsciencia
El tiempo pasó rápidamente. Los días en ese globo se convirtieron en horas, y las horas se convirtieron en minutos bajo los ojos plateados de Jimin.
Cuando se despertó, era como si todavía estuviera dormido.
Sentado en la cesta, cobijado y alimentado por las matriarcas Choi y Min, se movía ajeno a todo, sedado por el dolor de su pecho y sin voz. Era prácticamente un muñeco vacío hecho de carne.
A veces Yoojung necesitaba comprobar el pulso del chico para asegurarse de que seguía vivo. Cuando sentía la débil palpitación, suspiraba aliviada, pero luego lanzaba una mirada triste a los demás, consciente de que en cualquier momento el Omega de Plata podía abandonarlos.
La joven matriarca perdería un amigo, los demás perderían la esperanza y la fe en muchas cosas.
Soobin nunca lo dejó, siempre se mantuvo
en sus brazos, abrazándole con su pequeño cuerpo y transmitiéndole calor y ánimo. El niño, incluso tan pequeño como era, podía ver la tristeza en Jimin, así que se negó a dejarlo ir.
Mientras el olor salino del océano formaba parte de los vientos que los rodeaban, Yoojung exclamó:
—¡Hemos llegado a Hayang! —y así, los conductores de los globos comenzaron a organizarse para aterrizar en una playa vacía cerca de las fortalezas costeras del clan Choi, los Lobos de mar.
El invierno allí no era tan intenso como en Adwan, tal vez porque estaban en el extremo norte del reino, pero las olas del mar se sentían como vidrios rotos debido a la congelación, y la arena era una mezcla de nieve y arcilla húmeda borrosa bajo los pies de los recién llegados.
El desembarco fue tranquilo, incluso con la típica presencia del vendaval oceánico que a veces amenazaba con arrastrar todo a su paso. Ese día hasta la brisa parecía tranquila, o más bien, demasiado tranquila. Amortiguada de alguna manera.
No tardó en aparecer un séquito de gente de Choi para dar la bienvenida a los fugitivos de la capital.
—Matriarca Choi, bienvenida de nuevo. —dijo el líder de la comitiva al detenerse frente a Yoojung.
La voz familiar hizo que Jimin levantara ligeramente la mirada para ver de quién se trataba, aún sin salir de su estado de adormecimiento.
Reconoció a Choi Baekho, el alfa alto y fornido que le había visitado en el castillo meses atrás con otros miembros del clan de los Lobos de Mar para darle regalos y felicitaciones por su embarazo. Era el chico que le había dado a Jimin el bote de crema de ballena.
Baekho iba vestido con un grueso abrigo de pieles blancas que ensanchaba aún más sus hombros. Debajo, un uniforme azul oscuro lleno de insignias de plata llenas de zafiros.
—Almirante Baekho, gracias por la bienvenida. Necesito que me ayudes a acomodar a nuestros invitados en las torres residenciales. Especialmente a él... deberíamos conseguirle la habitación más cómoda. —Yoojung miró a Jimin con pesar.
Baekho frunció el ceño, extrañado por el rostro apático del omega.
—Todavía no hemos recibido ninguna información sobre lo que está pasando en Adwan.—dijo, en una sugerencia implícita para que la matriarca se explicara.
—Sí, claro, la carta que envié a través de un cuervo mientras viajábamos en los globos no era lo suficientemente explicativa. Informaré lo antes posible, pero por ahora tenemos que garantizar la máxima comodidad para el Omega de Plata.
—Sí, señora. —incluso mientras decía eso, la inquietud seguía sobre la comitiva de Choi. Podían sentir el peso alrededor de Jimin. —Matriarca, ¿qué le pasa?
Yoojung comprimió sus labios. Su expresión era sombría.
—Todavía no hay confirmaciones, pero por el aspecto del señor Park y las circunstancias que nos han traído hasta aquí... creemos que el rey ha fallecido.
Un frío silencio se apoderó de todos, y no era por la baja temperatura que los envolvía. La comitiva se miró con ojos vidriosos y semblantes sombríos. Baekho se limitó a inclinar la cabeza para que sus pensamientos no quedaran al descubierto.
—Hemos traído una silla. Transportaremos al Omega de Plata a la seguridad de la fortaleza. —dijo el alfa,
se dio la vuelta y se alejó.
Después de ser arrojado al estrecho transporte de madera, Jimin se encontró siendo llevado al castillo
por el mar por cuatro soldados Choi. Detrás de él, los recién llegados le acompañaban, y a su lado, Yoojung le cogía de la mano. Una calidez amistosa y bienvenida que, por desgracia, no cambió mucho.
El grupo fue recibido por los ciudadanos de Hayang justo antes de la entrada a la fortaleza. La cultura local los diferenciaba de los residentes de otros rincones del reino, no se emocionaban al ver a los visitantes y ni siquiera al Omega de Plata. En su lugar, levantaron pancartas y tararearon canciones de bienvenida.
Jimin, en su profunda quietud, escuchó el coro de voces como si oyera ecos lejanos. Tal vez fuera su percepción actualmente perturbada, pero parecía que la música tenía un trasfondo melancólico, muy adecuado para lo que estaba sucediendo dentro de su corazón.
De repente recordó la suave voz de Jungkook
tarareando la melodía de Send Me An Angel, y entonces ese recuerdo anuló todo el canto que lo rodeaba.
Era la segunda vez que lloraba desde el día en que sintió que todo había terminado.
🌔🌘👑🌖🌒
El castillo del clan de los Lobos de Mar era alto, y como estaba situado en un acantilado frente al mar, sus torres atravesaban las nubes. Comparado con el castillo de Adwan, éste era mucho más pequeño, pero su tamaño no lo hacía más sencillo, no con una construcción tan bien hecha y una decoración llena de lujo.
El azul era el color que reinaba allí, desde las alfombras tejida con mil hilos hasta las arañas de cristal añil sujetas al techo. Había muchos cuadros de personas llenando las salas, rostros de antiguas matriarcas y patriarcas, notables almirantes y líderes de manada; incluso el clan Choi no se especializaba mucho en la caza de tierras.
En otros tiempos, Jimin habría visto toda esa riqueza y habría entendido las razones de Jungkook para aguantar el desparpajo y la picardía del ex patriarca Choi en las reuniones de la Mesa de Plata. Los Choi eran demasiado poderosos para ignorarlos.
El abuelo llamó a Yoojung en cuanto el grupo de recién llegados entró en la sala principal de la fortaleza y se encontró con un grupo de nobles residentes. Las joyas y las túnicas azules de sus cuerpos se balanceaban con el vendaval que entraba por las decenas de ventanas repartidas por el recinto.
El antiguo Patriarca Choi hizo sentir su presencia, con su arrugado ceño y su arrogante mirada azul.
—Yoojung, querida... O más bien, Matriarca Choi. —tomó la mano de su nieta y le ofreció una sonrisa. —El Almirante Baekho ya me ha notificado tu solicitud.
Las habitaciones se están organizando en este momento, hemos separado las mejores para los líderes de otros clanes que llegaron con ustedes, y, por supuesto, lo mejor de lo mejor para el Omega de Plata.
La cordialidad del anciano no parecía falsa, pero tampoco era absolutamente convincente, al menos no para quienes conocían su personalidad rencorosa y afectada. La última vez que Jimin y él habían intercambiado palabras, cuando el chico le había condenado al exilio, el anciano tenía odio en los ojos y la promesa de que las cosas no acabarían así.
Pero todos estaban demasiado cansados para pensar en ello en ese momento. Los días de viaje por los cielos habían dejado al grupo exhausto y ojeroso. Y Jimin... no tenía ganas de pensar en maquinaciones o sospechas. El omega se limitó a mirar lánguidamente a cada uno de los nobles vestidos de azul hasta que se detuvo en la figura de un joven delgado y apuesto que apoyaba una mano en su vientre relativamente alto.
Aquel joven, que también era un omega, le había mirado fijamente desde el principio. Los familiares ojos azules de zafiro lo analizaron. Su rostro transmitía tensión y un sutil nerviosismo, que quedaban disimulados por los mechones de pelo negro azulado que caían a los lados de su rostro delgado y sonrojado.
—Ren... —Yoojung se acercó vacilante, mirando fijamente la barriga de Ren, sorprendida. —Por los dioses, ¿tendré un sobrino? ¿Por qué no se me informó?
Como si acabara de salir de un trance, el chico giró la cabeza hacia su hermana y trató de mostrarle una sonrisa.
—Tenía la intención de enviarte una carta, pero pasaron algunas cosas y... —Choi Ren miró rápidamente a su abuelo y luego parpadeó, bajando la cabeza. Intentó disimularlo acariciando su vientre. _Lo siento, todo pasó demasiado rápido.
—¡De verdad! Ni siquiera tuve tiempo de visitar Hayang para presenciar tu boda con el almirante Baekho. Fue una gran sorpresa para mí cuando recibí tu invitación. —Yoojung acarició la cabeza de su hermano con ternura. -Me alegro por ti, en verdad.
Los labios rosados del omega se inclinaron en una media sonrisa insegura pero sincera. Entonces sus ojos buscaron los de Baekho, que estaba de pie cerca de una de las ventanas, observando todo en silencio. El almirante se sonrojó ligeramente cuando su nombre fue mencionado en la conversación de los hermanos Choi y cuando fue el centro de atención de Ren.
Mientras tanto, Jimin, cuya mente vagaba por todas partes, captando estímulos sin necesariamente procesarlos o interiorizarlos, observaba la extraña forma en que se comportaba Choi Ren. Estaba bastante seguro de que en el pasado, aquel omega tan guapo y de nariz respingona era tan arrogante que nunca habría agachado la cabeza ni se habría reído con tanta timidez y nerviosismo. Había algo diferente. Quizás fue la presencia del alfa Baekho, o quizás era algo más...
—Las habitaciones están listas, matriarca.n—murmuró un criado mientras se acercaba a Yoojung.
—Genial. —se volvió hacia el grupo que la había acompañado hasta allí. —Han sido unos días duros y agotadores. Por favor, pónganse cómodos en las habitaciones que les hemos proporcionado. Nuestro personal estará al servicio de nuestros huéspedes, por si necesitan algo... Después del desayuno de mañana, me gustaría invitarlos a una reunión en esta sala. La situación actual nos obliga a discutir sobre el futuro.
—De hecho, la joven matriarca Choi tiene razón. Tenemos que debatir sobre... —dijo un señor de un clan occidental. Los demás asintieron con murmullos y gestos.
—Nuestras posiciones en la Mesa de Plata y las tierras de nuestro clan pueden estar en juego. Debemos saber si Min Yoongi realmente ganó el duelo real. Si el rey ha sido... asesinado. —murmuró una noble, su tono de voz no fue más que un siseo al decir la última palabra.
Otro miembro de la nobleza dijo a continuación:
—La única manera de estar seguros de lo que pasó es si... Interrumpió su propio discurso y se giró para mirar a Jimin. —La única forma de estar seguros de lo que ha pasado es que él nos confirme la muerte del rey.
De repente, todos los ojos de la sala se volvieron hacia el omega sentado en la camilla, con el rostro abatido y la mirada perdida.
Dentro, Jimin se retorcía de dolor.
Si se viera obligado a poner en palabras lo que su corazón sabía y sentía, la información que su alma luchaba por no admitir como cierta, probablemente se derrumbaría allí en lágrimas, en sangre y en espíritu. Estaba al límite, incluso hablar era difícil.
Al notar la angustia contenida en su mirada, Yoojung se apresuró a interrumpir cualquier tipo de interrogatorio que pudiera ocurrir a continuación.
—Ya sabemos bastante. Más respeto, señores... No estamos tratando con cualquier persona aquí. —aunque sólo fuera una beta, el tono de su voz acalló todas las sugerencias e hizo que los atrevidos se sintieran avergonzados, poniéndolos en el lugar que les correspondía.
Jimin no dijo nada, pero le hubiera gustado dar las gracias.
—En fin... —añadió la matriarca Choi con un suspiro: —Los sirvientes entregarán las comidas en sus habitaciones esta noche. Nos reuniremos aquí mañana. Que descansen hasta entonces.
Los murmullos volvieron, pero esta vez fue una masa de despedidas temporales y agradecimientos por la cálida hospitalidad. Sólo una voz destacaba sobre las demás, llena de desconfianza y tono acusador:
—¿Qué pasa con ella? —el noble señaló a la vieja Min, que había estado casi tan callada como Park Jimin desde el instante en que pisaron suelo de Choi. —Es la abuela del usurpador y la líder del clan Min, así que ¿por qué la anciana vino con nosotros de todos modos?
El aire de la gran sala se volvió de repente pesado. Todos la miraban como si se fijaran en ella por primera vez. Su presencia había pasado desapercibida durante la huida del castillo de Adwan, nadie había tenido tiempo de cuestionar la entrada de una anciana en uno de los globos, ya que estaban más preocupados por salvar su propio pellejo.
Y durante el viaje por los cielos, nadie se atrevió a pensar en iniciar un conflicto en torno a este ser a miles de metros del suelo. Sólo ahora estaban lo suficientemente seguros como para apuntar sus dedos en su dirección.
Por primera vez la anciana dijo algo:
—Mi posición como Matriarca Min y como abuela de Min Yoongi me fue dada por la naturaleza de circunstancias de mi vida. Mi papel aquí no debería estar influenciado por eso... —su serenidad contrastaba con el ambiente de desconfianza que se cernía sobre los demás.
—¿Qué papel, Matriarca Min? —Yoojung levantó una ceja hacia ella.
—Estar al lado del Omega de Plata y cumplir con mi deber.
Sonó otro torrente de murmullos y exclamaciones, y de las esquinas brotaron varias frases sobre lo absurdo del asunto.
—¿Y cuál sería su deber, Matriarca? Matar al único salvador que nos queda... —las burlas en la voz de un líder encendieron el malestar y la ira en el resto del grupo.
—Debería ser puesta en custodia hasta que descubramos sus intenciones... _sugirió otro noble. Varios aceptaron la propuesta, incluso Yoojung se inclinó por ella.
Sin embargo, un segundo antes de que llamaran a los guardias para que arrestaran a la anciana, vieron que Jimin le cogía la mano en un acto urgente y enérgico, el primero después de días de actuar como una marioneta sin vida.
Si el chico estuviera en disposición de hablar, diría que confiaba en aquella señora y que los espíritus, cuando se acercaba, se relajaban con seguridad. La matriarca Min siempre tuvo un aura diferente a la de los demás y un comportamiento muy parecido al de los sacerdotes que rezaban a los dioses de Adaman. Pensando en ello, sus palabras no parecían tan absurdas.
Entonces Choi Yoojung tomó una decisión.
—No la arrestaremos. —suspiró. —Estará bajo mi cuidado. No la dejaré sola con el Omega de Plata ni por un segundo.
Algunos intentaron persuadir a la joven matriarca, pero al final lo que se había decidido era válido. Al poco tiempo, cada uno se dirigió a sus respectivas habitaciones para descansar y recibir la comida prometida. A Jimin le asignaron una habitación en lo alto de una torre que daba al mar. El paisaje a través de la ventana era hermoso, incluso con el hielo y la niebla invernal cubriéndolo todo. La infinitud del cielo oceánico simplemente arrancaba suspiros.
El chico se sentó cerca del parapeto para observar el horizonte mientras todo era organizado por otras personas. Entre él y los sirvientes que arreglaban la ropa de cama y preparaban la mesa para poner la cena, y Choi Yoojung que vigilaba a la vieja Min que le había seguido hasta allí, había una especie de muro imaginario de cristal esmerilado que amortiguaba los sonidos y las imágenes. El adormecimiento de sus sentidos siguió cada vez con más firmeza, distanciándolo de todo. Por ejemplo, sabía que estaba hambriento y cansado por el viaje, pero el dolor del hambre se mezclaba con el dolor latente en su pecho, y el cansancio con el vacío en su espíritu.
Su única forma de volver a la realidad en ese momento acabó siendo Soobin y Jina, que le cogieron las manos y le estrecharon los dedos. Los niños trataban de captar su atención mediante esos estímulos. No sabían que ese pequeño acto era bastante efectivo.
Una vez terminado el orden en la habitación, Yoojung se acercó, se agachó a su lado y murmuró:
—Señor Park, com un poco. Los sirvientes trajeron sopa...
Jimin no respondió, siguió mirando el interminable paisaje a través de la ventana. La mujer insistió:
—La comida reseca que comimos durante el viaje no es lo suficientemente nutritiva para alguien en su estado.
Pasaron unos segundos de silencio. Mientras tanto, sólo la brisa del final del día rozaba sus oídos
—¿A dónde van los muertos de este mundo?
Yoojung cerró la boca conmocionado, su pecho se marchitó.
Jimin continuó:
Entonces Jimin susurró, su voz ronca y lánguida:
—Creo que nunca le pregunté sobre eso a Jungkook...
La joven matriarca bajó la cara. Sintiendo la desolación en esas preguntas, sus ojos se volvieron pesados. Abrió y cerró la boca mientras intentaba buscar alguna respuesta feliz, cualquier cosa... Al final, eligió una distracción.
—Le diré si Tu Magnificencia se come la sopa.
Una ganga, como si Park Jimin fuera un niño que necesitaba cuidados especiales.
La idea funcionó. El omega movió la cabeza para observar la sopa y luego la sacudió en una afirmación silenciosa. Yoojung se apresuró a coger el plato caliente y nutritivo, y le dio unas cuantas cucharadas para que se alimentara. Jimin tragó todo tan tranquilamente que ni siquiera pareció probar las especias.
Cuando el contenido fue ingerido en su totalidad, sus ojos rojos se volvieron hacia su amiga, pidiendo una respuesta a su pregunta.
—A dónde van los muertos. Bueno... —Yoojung suspiró y calculó las palabras que diría a continuación. Pero antes de que pudiera hacerlo, alguien lo dijo por ella:
—La carne es absorbida por las raíces del Árbol Sagrado, que se esparcen por el suelo que pisamos. El alma va al cielo y se convierte en una estrella, nos vigila desde arriba. En las noches de luna llena, algunas almas nos visitan, etc. Son cosas que dicen nuestros ancianos y sacerdotes. No sé si son reales, pero esta es la respuesta que podemos ofrecerte, Omega de Plata.
Choi Ren estaba de pie cerca de la puerta con los brazos cruzados sobre su vientre ligeramente hinchado. Sus ojos miraron fijamente a Jimin con una mirada cortante y poco amistosa. Parecía estar enfadado por algo. Probablemente le guardaba rencor por los viejos acontecimientos.
Los pasos del Omega vestido de azul se dirigieron hacia el otro, acercándose lentamente como un lobo que descubre a su presa en medio de una cacería.
—Quien debe darnos respuestas a preguntas como esa eres tú, el Omega de Plata. El dios del Árbol Sagrado, del bosque y de los espíritus. El dios de la profecía, nuestro salvador... —si fuera un poco menos educado, Ren escupiría en el suelo junto a Jimin. La burla en su voz era palpable. —Pero al final, Su Magnificencia demostró ser buena sólo para dar habladurías y huir.
—¡Ren, retírate ahora! —gruñó Yoojung, furiosa. Si su hermano no hubiera llevado un cachorro, ya lo habría echado de la habitación.
—No, no. Le diré lo que necesita oír. —Ren se inclinó para mirar fijamente a los ojos de Jimin. —¿Qué quieres decir con que el rey ha muerto? ¿Qué clase de situación absurda es esa? No me trago ningún trozo de esta historia de que eres demasiado débil para salvar a nadie.
—¡Ren!
—Llevar un cachorro no hace que un omega sea débil. De hecho, es lo contrario. Deberías ser fuerte como un alfa normal, fuerte como una bestia... Entonces, ¿qué pasó con Su Magnificencia, ah? —sus ojos azules eran un mar turbulento. —Eres un fraude, Park Jimin. El rey murió a manos de ese zorro maldito por tu culpa.
Jimin lo tomó como si le hubieran apuñalado en el pecho. Lágrimas silenciosas rodaron por sus mejillas y malos pensamientos pasaron por su mente.
Ren tenía razón, y el dolor de esa constatación fue tan absurdamente intenso que casi distrajo al omega de un detalle que nunca dejaría pasar.
Mientras tanto, enfadada por el comportamiento grosero de su hermano, Yoojung lo agarró por la muñeca y empezó a arrastrarlo para sacarlo de allí.
—¡Suficiente! _gritó.
Habría echado a Choi Ren por la puerta si el almirante Baekho no hubiera dado la cara y hubiera cerrado el pomo de la puerta, bloqueando la única salida.
Algo no estaba bien allí, y el primero en darse cuenta fue Jimin.
—"Maldito zorro", dijiste. —balbuceó el chico, su voz sonaba tan baja y débil que sólo el repentino silencio de la habitación permitía escucharla. —¿Cómo sabes que fue ese zorro? El almirante lo dijo.... Todavía no sabían lo que pasó en Adwan...
La claridad llegó finalmente a la mente de Yoojung. Frunció el ceño y se enfrentó a Baekho y Ren.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó ella, endureciendo su cuerpo.
El matrimonio Choi se miró, la tensión aumentó en la habitación.
—Ren. —el almirante parecía preocupado por algo, su voz tenía un tono de advertencia.
—Sigamos con el plan. Sin discusiones de nuevo, por favor, Baekho. —pidió el omega. Parecía cansado, como si se hubieran peleado varias veces con el otro por el asunto que guardaban en sus gargantas.
Baekho cedió, volvió su rostro sombrío y apretó los dientes.
Ren se puso entonces a explicar:
—Es una trampa. Hayang es una trampa para capturar al Omega de Plata.
—¿Qué? —a Yoojung se le revolvió el estómago.
—Nuestro abuelo traicionó al rey poco después de ser exiliado. Recibió una propuesta de un hombre llamado Seokjin, un hechicero con nueve colas de zorro que prometió devolvernos el poder que teníamos antes del reinado de la Gran Reina. No teníamos mucha fe en eso, pero fuimos a verlo de todos modos, ya sabes cómo es el abuelo... —Ren suspiró. —Al final, el hombre zorro resultó ser bastante convincente y aquí estamos... Rey muerto, Omega de Plata debilitado y todos sus planes funcionando.
Todos los presentes parpadearon asombrados, incluso los niños se dieron cuenta de la gravedad de aquella historia.
—Los del clan Choi que no estaban de acuerdo con el exilio de nuestro abuelo y el cambio forzado de liderazgo formaron una alianza y finalmente decidieron ayudar a Seokjin cuando los necesitó. No sabíamos cuándo tendríamos que actuar, sólo nos dijo que si un día Park Jimin se refugiaba en nuestra tierra, debíamos capturarlo. —Ren ya no se preocupaba por las normas de la corte que impedían pronunciar el nombre del rey. —No sé cómo el zorro predijo incluso esta vía de escape suya...
—Hayang es la región más segura del Norte, que además es la más cercana a la capital. Si la corte tuviera que huir a algún punto, tendría que ser aquí. Es una cuestión de estrategia. —el corazón de Yoojung se aceleró en su pecho
—Eso lo explica. —Ren se encogió de hombros y luego se dirigió a Park Jimin. —En cualquier caso, nuestro abuelo tiene la intención de mantenerlo aquí hasta que obtenga respuestas de Seokjin. La entrega del Omega de Plata es aparentemente vital para él. Park Jimin es nuestra moneda de cambio para recuperar el poder y el cese del exilio. El mío y el del abuelo.
Yoojung palideció.
—Tú... ¡¿Quieres actuar como un desertor?!
—Ambos somos desertores, hermanita. Yo traicioné al antiguo rey y tú estás traicionando al actual. Ahora te pregunto... ¿Qué lado vale más la pena?
La joven sacudió la cabeza en señal de negación y caminó hacia atrás, colocándose entre él y Jimin, como si tratara de proteger al apático muchacho. Esa reacción ya era una respuesta.
—Sabía que actuarías así. —extrañamente, todo el cuerpo de Ren temblaba. Había un miedo sincero en su mirada. _Nuestro abuelo no piensa perdonarte si te vuelves contra él, Yoojung. Te matará en el caso de que sea necesario para recuperar el puesto de patriarca.... No quiero que eso ocurra.
Yoojung frunció el ceño, sin entender muy bien a dónde quería llegar su hermano menor con esa conversación.
Tras un rápido intercambio de miradas entre Ren y Baekho, el omega dijo:
—Tienen que salir de aquí esta noche. Baekho ha atracado el barco más rápido que tenemos en el puerto junto a la fortaleza. Navegará a contracorriente del río que desemboca en el mar y seguirá el afluente del norte, que en cierto punto cambia la dirección de la corriente. Cuando lo haga, se dirigirá a tierras extranjeras hasta que se desvíe y descienda al extremo norte de Adaman, donde está el clan Wang. El camino es largo y hostil, pero sigue siendo una mejor opción que quedarse aquí, porque allá siguen siendo leales a Jeon Jungkook.
—¿Q-qué? ¿Nos estás ayudando a escapar?
—Sí. -Escucha... Hay suficiente comida y bebida para dos meses de viaje, para una tripulación de veinte personas. Hay mapas y ropa para frío en la bodega del barco. Baekho te acompañará también, es el mejor navegante que tenemos.
—¡Ren, un momento! —Yoojung sujetó el hombro de su hermano. —Te olvidas de un detalle. Muy bien, el puerto está en un río que desemboca en la playa y es
y está bañada por un afluente del norte. Tengo entendido que seguiremos el curso del afluente, porque su corriente es más débil, menos ventajosa para la navegación; pero allí hay un puente que impide el libre paso de barcos y botes. Necesitamos que alguien active los mecanismos y nos abra el camino.
—No he olvidado este detalle. Voy a activar el
mecanismos.
—¿Cómo? ¡No! ¡No! Cuando se levante el puente, se darán cuenta de la fuga, así que no habrá tiempo para que subas al barco. Tendremos que escapar lo más rápido posible.
—No tengo intención de abordar, Yoojung. —la mano de Ren agarró la derecha de su hermana. —Sólo Baekho y yo sabemos de este plan. No confío en nadie más. Además, cualquiera que se quede atrás, excepto yo, será castigado a muerte por el abuelo. Por eso Baekho se va. Por eso no voy a ir contigo.
—¡No digas tonterías! Nuestro abuelo te favorece, eso lo sé, pero no te favorece tanto... No te perdonaría nada, Ren. —la voz de la joven matriarca estaba entrecortada.
—Me perdonará porque llevo al próximo heredero del clan. —la mano del omega alcanzó el vientre redondeado. —Hasta su nacimiento estaré a salvo.
La comprensión golpeó a la joven matriarca. Yoojung tuvo que controlarse para evitar que las lágrimas cayeran de sus ojos.
—E-eso... no...
—Yoojung, —el Omega llenó sus pulmones de aire y luego exhaló. También sintió un nudo en la garganta. —Cuando la luna esté en su punto más alto en el cielo esta noche, tú y los demás deben tomar los pasajes de los sirvientes para salir de la fortaleza. Baekho se ocupará de los vigilantes nocturnos en la salida oeste y se reunirá contigo allí. Los veré en el puerto.
Después de repasar el plan unas cuantas veces más, puntuando detalles adicionales aquí y allá, se despidieron y esperaron a que cayera la noche.
🌔🌘👑🌖🌒
Yoojung conocía los pasillos del castillo y sabía que en aquella época el personal sólo aparecía si era llamado por algún huésped o residente, así que fue relativamente sencillo hacer pasar a un grupo de unas diecinueve personas por el ala vacía de los aposentos y dirigirse hacia las escaleras de servicio.
No todos los que habían llegado a Hayang a través de los globos estaban presentes en ese momento, ya que las existencias del barco que dejó Baekho no podían atender a tantas bocas. Así que quienes serían llamados a huir de las tierras del clan Choi fueron elegidos a dedo: niños y adultos cuyas familias tenían enemistades con los Lobos de Mar, gente que si se quedaba atrás sufriría definitivamente cuando el viejo Choi se quitara su máscara llena de hospitalidad.
Y una vez más se hacían sacrificios, pensó Jimin mientras era arrastrado por los demás. Su rostro no delataba nada, pero en su interior la culpa le quemaba profundamente.
El grupo llegó a la salida de empleados situada en la zona oeste de la torre. En el exterior, el ruido del vendaval y de los árboles meciéndose con la brisa era fuerte, ideal para ocultar los pasos de los fugitivos. Esperaron la aparición de Baekho bajo el cielo nocturno, con un sudor frío que les recorría las sienes.
"¿Y si de repente deciden entregarnos al viejo Choi?" pensamientos como ese se cernían sobre la mente de todos, e incluso Yoojung se tensó un poco ante la posibilidad. Ella conocía a Ren y confiaba en sus palabras hasta cierto punto, pero Baekho... Baekho era el almirante de los Lobos de Mar, si los ayudaba, sólo sufriría pérdidas. Se separaría de su marido, de su hijo no nacido y perdería su posición como líder de las tropas marítimas del reino.
—El camino está libre. —la figura del almirante surgió de las sombras de un cocotero congelado. Por la expresión de la cara de Baekho, Yoojung estaba segura de que sabía que sacrificaría muchas cosas. Eso no la tranquilizó.
—Vamos al puerto. Ren ya nos está esperando allí. —dijo el alfa, girándose y mostrando al grupo la dirección. Al no tener otra opción, todos le siguieron rápidamente.
Para evitar retrasos e imprevistos, el propio almirante llevó a Jimin hasta donde estaba atracado el barco, llevándolo en brazos mientras corría por los atajos cubiertos de arena y grava. El omega se sintió incómodo con eso, con la presencia de otro alfa mientras sufría la ausencia del de Jungkook, pero se mantuvo callado y quieto todo el camino. Su mente estaba cómo la de un paciente sedado, después de todo.
En el puerto, vieron el barco. Era más pequeño que otros amarrados en los alrededores, pero ese pequeño tamaño y la forma aerodinámica de la proa eran probablemente los detalles que lo hacían el más rápido de todo el arsenal de los Lobos de Mar.
Ren estaba esperando al grupo frente a la tabla de escalada, sosteniendo una bolsa visiblemente pesada. No había nadie más, el puerto parecía vacío como un cementerio en los días felices.
—No fueron vistos, ¿verdad? ¿Y ni siquiera los han seguido? —preguntó agitado el Omega de mirada azul. Entrecerró los ojos cuando vio a Jimin en los brazos de Baekho, pero no hizo ningún comentario al respecto.
—No, dejamos el castillo tranquilamente. —dijo Yoojung.
—Tampoco he olido a nadie en el camino. —añadió Baekho, y luego dejó a Jimin en el suelo. —Todos suban a bordo. Iré en seguida.
—Vamos. —la matriarca Choi puso el brazo de Jimin sobre sus hombros para ayudarle a cruzar la tabla. La vieja Min, que había insistido en quedarse junto al omega hasta el final, también se ofreció a ayudar en la empinada y difícil subida.
Sólo antes de que empezaran a caminar, el chico agarró un trozo de la capa de Choi Ren y frenó su paso.
—... ¿Por qué? —murmuró Jimin, de repente.
—¿"Por qué" qué? —el ceño de Ren se frunció.
—¿Por qué... me ayudas?
—Ya he explicado mis razones. Deja de hacernos perder el tiempo y date prisa.
—Mentira. —por primera vez la voz de Jimin no salió baja como un susurro. La ronquera en su garganta podía ser escuchada por todos. Estaba temblando, esforzándose al máximo. —Si sólo quisieras salvar a tu hermana, sería suficiente... sería suficiente enviarla a un lugar lejos de Hayang. Lo que te pone en riesgo en esta fuga es el hecho de que me estás ayudando a escapar de tu abuelo. Entonces... ¿por qué?
Se miraron en silencio, el azul frío y nítido contra el rojo opaco y casi sin calor. Ren puso los ojos en blanco y suspiró.
—Mi abuelo es un hombre demasiado ambicioso, tan ambicioso que incluso es un tonto. Fue un tonto egoísta cuando me obligó a .... —yragó en seco, recordando a la perfección la noche de luna de Jeon Jungkook, su falta de control cuando el celo llamó a la puerta. —¡En fin! Hacer ese trato con ese zorro... No me gusta. No me gusta el golpe que se ha planeado, tampoco me gusta lo que puede pasar en el futuro. Nada nos asegura que estemos seguros en este nuevo reino. Mi única certeza eres tú.
Jimin parpadeó, aturdido. Ren continuó:
—Tú eres el Omega de Plata, eres el que se supone que debe ayudarnos en los momentos difíciles... No te creo, pero quiero mantener mi fe en las profecías, en lo que mi pueblo cree. Además, —el omega dejó escapar un suspiro. —sé que me salvaste la vida en ese entonces. Me habrían ejecutado, pero en su lugar sólo recibí el exilio. Mi abuelo no se dio cuenta, mientras que yo sí.
La comprensión pasó por la mente del joven Park.
Abrió y cerró la boca, sintiendo la necesidad de dar las gracias, pero nada le parecía correcto ni suficiente. Entonces, en el fnal, su mano soltó la capa de Ren y tocó su vientre ligeramente hinchado, luego tocó su propio vientre en alto.
—Con suerte, algún día se harán amigos. —susurró, y se giró para cruzar la plancha con Yoojung y el viejo Min a su lado.
Ren se quedó quieto en el suelo del puerto, estático y con los ojos pesados. No sabía por qué se le empezaba a hacer un nudo en la garganta.
Sintió la mano de Baekho acariciando el lado de su cara. Ahora sólo quedaban ellos dos allí.
—¿Por qué sigues aquí? Tienes que darte prisa. —dijo Baek en un balbuceo.
—No quiero separarme de ti.
—Hiciste una promesa. Vete antes de que me arrepienta.
—Entonces arrepiéntete luego.
El Omega inclinó la cabeza y la sacudió en una vehemente negación. Las sombras de las lágrimas brillaban a la pálida luz de la luna.
—Voy a mover los mecanismos del puente. —se giró para correr hacia la torre que controlaba el puente tributario del norte, pero antes de que pudiera dar un paso, las manos de Baekho le hicieron retroceder.
El alfa le sujetó la cara y juntó sus frentes. Respirando profundamente, absorbiendo el aroma de Choi Ren y apretando los dientes, Baekho dijo:
—Volveré antes de que nazca ese niño. Vendré por él, sin importar el costo... Y mi otra promesa, ¿entiendes?
_Entendido.
Las lágrimas nublaron la visión de Ren.
—Mantente vivo y sano hasta mi regreso.
—Lo haré. Sube pronto al barco, Baek. Me tengo que ir.
Los dos se despidieron con un rápido pero intenso beso lleno de sentimientos. Choi Baekho subió a bordo a regañadientes y ocupó su puesto de capitán del barco, organizando las velas y dirigiendo el puente, Choi Ren subió corriendo a la torre y se recompuso para hacer su parte en el plan.
Antes de que el grupo llegara al puerto, Ren ya había visitado el interior del anexo del puente para arrojar somníferos en los salones de los vigilantes y dejarlos inconscientes. Puso buenas cantidades de líquido somnífero en bombas de humo y las lanzó dentro. Tres minutos después, el movimiento dentro de la torre cesó.
Ahora, con la certeza de que el barco estaba listo para zarpar, Ren debía volver al lugar para activar los mecanismos que hacían subir el puente. Tenía que ser en ese momento, pues en el instante en que el afluente del norte quedara libre para navegar, todos los vigías de Hayang serían alertados, y el viejo Choi seguramente vendría a su encuentro.
Con un pañuelo sobre la cara para que no le afectaran los restos del humo, Ren abrió la puerta de la torre y subió la escalera hasta el salón principal. En cuanto hubiera girado las manivelas y completado su parte del plan, el omega arrojaría el contenido de la bolsa que llevaba -piedras y varillas metálicas bastante resistentes- justo donde se enroscaban las cadenas que sostenían el puente, impidiendo que nadie intentara revertir lo que había hecho.
Sin embargo, justo después de llegar a lo alto de la escalera, fue sorprendido por los soldados del clan que aparecieron de entre las sombras y lo inmovilizaron, obligándole a caer de rodillas en el suelo mientras le sujetaban los brazos a la espalda.
—¡Sueltenme! ¡Cómo se atreven! ¿Han olvidado quién soy? —su corazón se aceleró, previendo lo peor.
—Eres mi nieto, Ren. Mi nieto. Deberías pensarlo bien. —la voz chirriante que sonó a continuación hizo que todos los pelos del cuerpo del omega se estremecieran.
El antiguo Patriarca Choi apareció bajo la luz de la luna que entraba por la ventana de una torre.
—¿Qué creías que ibas a hacer, muchacho? —preguntó el anciano, entrecerrando los ojos. —¿Ibas a erguir el puente para que nuestro trofeo pudiera escapar? ¿Tenías la intención de perderlo todo así como así?
Ren no dijo nada, se limitó a mirar a su abuelo con enfado mientras éste parloteaba.
—Muy bien... De todos modos, me las arreglé para averiguar lo que estaban haciendo a tiempo para detenerlos. Nuestros soldados ya están tomando posición. Nadie se escapará.
—¿Q-qué?
Afuera, sobre el barco que partía, a la espera de que el puente se levantara, Jimin escuchó murmullos provenientes del agua oscurecida por la noche. Susurros etéreos que se mueven con la corriente que se dirige hacia el mar justo delante. El chico siguió estos ruidos hasta que divisó algo que flotaba en las sombras del río.
—¡Estamos rodeados! —exclamó Baekho, apretando la mandíbula. La aguda vista del alfa captó la visión de
la docena de pequeñas embarcaciones que ocupaban la salida del puerto que conducía al océano. Más allá, el único otro camino accesible era el afluente que tenían delante, pero el puente seguía bajado, impidiendo el paso.
—No me digas que Ren... —Yoojung se volvió hacia la torre y la miró con ojos vidriosos, esperando alguna señal. Tragó en seco tras un instante de anormal quietud.
—Vamos, Ren, sal... Sal, por favor. —murmuró Baekho, dando palmadas ansiosas en el timón. La preocupación desbordaba sus ojos claros.
Jimin, en su silencio, observó todo y se dio cuenta de que cada vez salían más soldados de las cubiertas, y que pronto el puerto se llenaría de lobos del clan Choi dispuestos a detener al grupo de fugitivos. No había salida, ni a través del afluente ni hacia el mar. El único paso libre era el que iba a contracorriente del río principal, pero la fuerza de las aguas pronto les sucumbiría, los dejaría demasiado lentos para escapar y así serían atrapados en medio del camino por las embarcaciones más pequeñas, con menos peso.
No había escapatoria.
O al menos eso pensaba.
Mientras todos sus pensamientos se retorcían bajo el fantasma de la retirada, una pequeña figura blanca subió al parapeto del barco. Puso los ojos en blanco y contempló con asombro a la vieja matriarca Min de pie en aquel estrecho espacio.
La anciana ciega parecía observar algo más allá de la oscuridad de la noche.
—¿Q-qué estás haciendo, abuela Min? —la voz del omega era apenas más que un siseo.
—Mi joven dios, espero que no te culpes por lo que voy a hacer ahora. Sabes que wste ha sido siempre mi destino... —dijo, y fue como si le cantara al viento. Una lágrima cayó de su ojo. —Antes de irme, me disculpo en nombre de mi nieto por los actos que cometió. En verdad... lo siento.
La anciana se lanzó entonces al río y fue abrazada por las aguas ennegrecidas.
Jimin apenas tuvo tiempo de asomar su cuerpo fuera de la nave y gritar pidiendo ayuda antes de que la presión atmosférica a su alrededor cambiara y la sangre de sus venas hirviera.
Los demás también captaron algo diferente a su alrededor. El frío, por ejemplo, fue sustituido momentáneamente por una brisa de calor de la nada. Entonces sintieron que el barco se movía, pero Baekho no controlaba el timón en ese momento. Jimin fue el único que entendió al principio lo que estaba ocurriendo, pues escuchó los espíritus del río, los murmullos y su intenso movimiento.
Resultó que la vieja Min, con sus habilidades espirituales casi tan fuertes como las del omega, se había entregado a las entidades del río para formar parte de él, a cambio de ayuda, de una huida para todos. Ahora esas aguas empezaban a moverse para cumplir su deseo.
Primero, un muro de agua se levantó entre el barco y los botes de los Choi. Una inmensa, maravillosa y aterradora cortina translúcida atravesaba todo el ancho del río. La luna reflejada en su superficie bailaba entre las cascadas.
Entonces, en una maniobra milagrosa, la corriente cambió de dirección, impulsando el barco lejos del puerto y del océano que bañaba la parte oriental del reino. Todo el río había cambiado su caudal para que pudieran navegar hacia el oeste en dirección contraria, dejando al viejo Choi y a todos sus subordinados aturdidos y perdidos, con las manos atadas.
Antes de que su tripulación se alejara aún más de Hayang, Baekho miró hacia la torre del puente tributario. Pudo ver a Choi Ren inmovilizado por dos soldados junto a su abuelo, pero el omega sonreía lleno de desenfreno a su manera habitual.
Jimin escuchó al almirante murmurar "Mantente vivo..." con un semblante atormentado que se cernía sobre su rostro. En ese momento, el muchacho repasó mentalmente las últimas palabras de la anciana Min, sintiendo que el dolor en la cercanía empeoraba y que su respiración era pesada mientras todo su cuerpo era arrastrado por el viento del viaje.
"Espero que no te culpes por lo que voy a hacer ahora", los susurros de los espíritus imitaban la voz de la anciana. Pero, ¿cómo podría Jimin no culparse a sí mismo, si a cada instante que pasaba una nueva persona se sacrificaba por su vida? ¿Y no pudo hacer nada para ayudar o recompensar? Sentía que cuanto más tiempo vivía en ese mundo, mayor era su carga de responsabilidad. Al igual que en los primeros días en Adaman, cuando despertó lejos de su hogar, Jimin era un personaje sin fuerza, incapaz de lograr sus propósitos.
Después de todo, ¿qué estaba haciendo allí? ¿Qué le retenía todavía en ese lugar? Si simplemente desapareciera, nadie tendría que seguir luchando por algo tan insignificante como él. Todo el dolor de su espíritu, la añoranza que sentía por Jungkook y el vacío asfixiante... todo tiraba de él hacia una despedida.
Pero todavía había algo que hacía que su corazón siguiera latiendo. Una pequeña cosa, una cálida promesa dentro de él.
Jimin mantuvo ese sentimiento durante todo el camino d
el río.
El barco atravesó el norte de Adaman, pasó entre montañas y bosques helados, y llegó a la zona salvaje del oeste en la que los montones de nieve caían por las suaves dunas. Con la gran velocidad del flujo de agua, los miembros de la tripulación tardaron algo menos de una semana en divisar nuevos signos de civilización.
—¡Los templos de arena del clan Wang! _Baekho, de pie en el puente de mando, señaló el horizonte tras las dunas, donde se extendía una ciudad casi tan grande como la que rodeaba la fortaleza del clan Choi, llena de casas construidas junto a dos grandes templos con altas y centenarias columnas, y enormes estatuas de lobos repartidas por el perímetro.
Park Jimin había leído sobre ese lugar no hace mucho tiempo. Todavía podía oler a Jungkook a su lado mientras lo veía hojear el libro de la biblioteca del palacio que hablaba del lugar de nacimiento de la Gran Reina.
—¿Tu madre nació aquí? —preguntó entonces el chico, señalando un cuadro en el papel que representaba uno de los templos.
El joven rey le besó el cuello antes de responder:
—Sí...
—Hm, bonito. Es bonito. —Jimin había pensado en lo similar que era ese templo a las imágenes de Roma y Grecia. ¿Has estado alguna vez allí?
—Sí. —Jungkook estaba más interesado en seguir besando el cuello del omega, pero seguía esforzándose por responder a sus preguntas sin demora.
Al notar esto, Jimin se sonrojó y sonrió, pero no cedió a la tentación.
—Oh, por supuesto que fuiste. Eres el rey, tienes que visitar todo el reino, ¿no?
—Sí.
—¿Sólo tienes palabras monosilábicas en esa desvergonzada boca tuya?
Jungkook se rió y apoyó la frente en el hombro de su amante.
—Disculpame. Hm, sí, tuve que visitar todas las ciudades importantes después de mi coronación. Sin embargo, viajé a los Templos de Arena mucho antes. ¿Recuerdas que una vez te conté que acompañaba a Wang Nara en sus campañas militares? —después de que el omega asintiera, confirmando que recordaba haber tenido esa conversación, el alfa continuó: —Entonces... empecé a hacerlo cuando tenía doce años. Era la primera vez que viajaba tan al norte del reino. En ese momento la frontera no estaba todavía tan bien establecida.
—¿Qué hiciste en ese lugar? Eras muy joven...
—Sólo observé los pasos de mi madre y conocí a su gente. Nara no me dejó entrar en una pelea hasta los catorce años.
—Ah, sí. —murmuró Jimin, aliviado. —¿Y cómo es allí?
—Lleno de arena, seco, excepto por el río que pasa cerca, y caliente. —Jungkook se aseguró de murmurar la última palabra en la nuca de Jimin, esparciendo su cálido aliento por su piel. El Omega sintió un escalofrío y mucho calor.
—¿Caliente? ¿No tienes nada bueno que contar sobre la ciudad natal de tu madre?
—Pero ser caliente no lo descalifica, hm. —las manos del joven rey se metieron bajo el manto que mantenía a Jimin caliente en ese momento. El chico volvió a temblar bajo el toque. —Nien, estoy exagerando. En los templos de arena del clan Wang no todo es calor, arena y aridez. La ciudad está llena de hermosos edificios y el comercio de especias, telas y joyas es rico. Un día te traeré ópalos de allí.
—A-ah, sí... —en ese momento, sin embargo, a Jimin ya no le importaba lo que había en la región del clan Lobos de Tierra, ya que las manos de Jungkook ocupaban toda su atención.
Finalmente, el libro que estaba leyendo fue arrojado a un lado, y los sonidos de besos y gemidos resonaron en las paredes de esa parte del palacio.
Jimin parpadeó, volviendo al presente, mirando el imponente templo que se alzaba a pocos metros del puerto, tan alto que su sombra alcanzaba al barco recién llegado.
Tal como Jungkook le había dicho, el calor allí era notable. Ni siquiera las nubes que llevaban el frío pudieron cubrir de nieve toda la región. En lugar de nieve, las lluvias torrenciales los cubrieron y convirtieron el suelo arenoso en un piso de arcilla y barro. Todas las estructuras amarillas estaban decorados con tapices exóticos y diseños tallados en las superficies. Sus habitantes tenían la piel bronceada, el pelo castaño y los ojos verdes como los del bosque más vivo, y vestían con pocas ropas, llevando sólo telas verdosas que cubrían las partes esenciales del cuerpo, accesorios como togas y turbantes y adornos con piedras preciosas.
Aquel lugar era muy diferente a todas las demás partes de Adaman.
Jimin deseó haber hecho esa visita antes, con Jungkook, para conocer su entorno y escuchar las historias del alfa de cuando aún era un príncipe preadolescente escalando dunas por primera vez. Deseó haberse puesto un turbante de Wang como hicieron ellos dos una vez hace varios meses, después de que los cuernos aparecieran en su cabeza y su mundo se pusiera patas arriba.
Quería tantas cosas, y al mismo tiempo se arrepentía de ello y de tener lo que tenía, porque era simplemente un inmenso error. Un error de cálculo del libro, de ese lugar. Eligieron al hombre equivocado para desempeñar un papel demasiado importante.
Un zumbido comenzó a llenar la mente de Jimin en el momento en que el barco atracó.
—Patriarca Wang, su familia nos da la bienvenida.
El mensaje de nuestra llegada debe haber sido recibido. —dijo alguien, tal vez Yoojung u otra mujer del grupo de fugitivos, el omega no podía decirlo.
—Vamos al templo principal. Todos necesitamos un descanso decente antes de una reunión seria, especialmente él. —la voz profunda y robusta debía de ser la del varón beta de mediana edad que les acompañaba desde su huida de la capital, Adwan. Probablemente se refería a Jimin con su última palabra.
—¿¡Qué pasa con el Omega de Plata!? —exclamó una tercera persona, acercándose al Omega.
Jimin vio todo borroso, pareciendo absolutamente entumecido.
—¡Señor Park!
No había suelo, sólo una caída interminable.
Las manos lo tocaron, pero fue como sentir astillas de madera en su piel.
Se encogió y optó por desaparecer.
Cerró los ojos con fuerza, o se imaginó que los cerraba. No podía separar la realidad de la ilusión.
Cuando volvió a abrir los párpados, estaba en otro lugar, tumbado en una cama, quizás. No estaba seguro... el mal presentimiento aún permanecía. Sombras de personas caminaban a su alrededor, las voces resonaban, pero Jimin no podía entender nada.
Dolor. Dolor. Dolor.
Estaba como embriagado, con los sentidos adormecidos por heridas invisibles.
Alguien intentó hablarle, unos ojos azules familiares y amistosos que, por unos instantes, fueron sustituidos por un espejismo negro lleno de estrellas.
Dolor. Dolor.
Y luego un alivio momentáneo.
Un grito infantil acompañado de una cálida ola que abrazó el pecho del omega, restaurando ligeramente ese insoportable vacío.
Finalmente, la oscuridad de la inconsciencia lo absorbió.
🌔🌘👑🌖🌒
Jimin se despertó lentamente, parpadeando con sueño y con la mente completamente vacía. Estaba tumbado boca abajo en aquella cama desconocida pero cómoda, y la luz del día entraba por una ventana arqueada, irritando sus sensibles pupilas.
Movió la cabeza, presionando su mejilla contra el colchón, despertando sus sentidos a medida que pasaban los segundos. Pronto se arrepintió de haberse despertado, ya que el malestar en el pecho volvió a aparecer poco después.
Hasta que sintió un suave toque en una de sus manos.
—¿Hm? —Jimin frunció el ceño y trató de enfocar su visión en algo cerca de él y en la cama. Eran dos pequeños figuras humanas.
El más grande y distante era Soobin. Dormía profundamente, su pecho subía y bajaba con el suave ritmo del sueño. Su ropa se había cambiado por una túnica clara y verdosa del clan Wang que iba bien con su pelo negro.
La figura más pequeña que yacía justo al lado de la cara de Jimin era un pequeño bebé que no conocía. O pensó que no, al principio. Pero bastó la pequeña, pálida y delicada mano que sostenía el dedo meñique del omega para que todo cobrara sentido. Ese olor familiar y joven le dio rápidamente todas las respuestas.
La visión de Jimin se volvió a nublar, sin embargo, esta vez se debió a las lágrimas que se habían acumulado.
—¿E-eres Yeonjun? —susurró con labios temblorosos. Tratando de luchar contra el pesado cuerpo en el martirio, se arrastró hasta quedar agachado frente al bebé y lo analizó de pies a cabeza con una débil sonrisa en su rostro.
Yeonjun estaba despierto y se balanceaba, retorciéndose los diminutos dedos de sus manos y moviendo sus pequeñas piernas. Sus hinchados ojos de recién nacido se abrían y cerraban, observando todo lo que le rodeaba. Eran rojos como los de Park Jimin y brillaban curiosamente como los de Jungkook.
¿El cabello? Pequeñas hebras cuyas raíces llevaban el tono más negro del tinte y que terminaban del color platino más puro. Otra marca de la mezcla de sus padres.
—¿E-eres de verdad? —la voz de Jimin se quebró por la mitad.
Acarició la pequeña cara de su hijo con dos dedos temblorosos. Cuando sintió la suave textura de la piel de Yeonjun, el omega rompió a llorar.
—Es real. Es de verdad...
Esta realización no se refería sólo al pequeño Yeonjun, sino a absolutamente todo lo que había experimentado en ese mundo. No es que no se haya dado cuenta antes decenas de veces, tras largas crisis existenciales y confusiones sentimentales, de que su vida allí dentro no era sólo un gran espejismo. Pero de alguna manera, estar frente a ese bebé fue la conclusión de todo.
El final, el principio y el final de nuevo.
Esto lo dejó aterrorizado, porque al igual que Yeonjun,,
La existencia y la muerte de Jeon Jungkook también eran absolutamente reales, mucho más de lo que su mente dopada podía asimilar. Y todo lo que Jimin había perdido, desde los amigos hasta el hombre que más amaba en la vida, no podía ser superado o recuperado como si fuera una simple ilusión. Eso estaba simplemente fuera de lugar.
El Omega acunó al bebé con cuidado mientras sollozaba suavemente. Su corazón estaba en ruinas.
—Jungkook, n-nuestro Yeonjun es muy bonito. —acarició los suaves mechones del cabello del bebé. —Pero creo que... no puedo...
Besó la frente de Yeonjun durante largos minutos, empapándose del perfume infanto-juvenil y de la dulce calidez del niño para recuperar algo de fuerza de voluntad. Entonces, llamó a Soobin con una caricia en su cabello negro.
—¿Binbin?
—Hm... ¿Pah? —el niño abrió los ojos lentamente, somnoliento.
—¿Puedes venir aquí? Necesito tu ayuda.
Soobin se arrastró para acostarse al lado de Yeonjun, abrazándolo.
—Binbin, t-tengo que salir. ¿Prometes que cuidarás a Yeonjun?
—¿Irte? Papá... ¿Volverás pronto? —tartamudeó el chico, luchando contra las ganas de dormir.
Jimin se tragó el nudo en la garganta.
—Prometelo, ¿vale?
—... Lo prometo. —después de decir esto, Soobin se sumergió de nuevo en un sueño profundo.
El chico se inclinó hacia el niño dormida y le dio un tierno beso en la frente, acariciando la suavidad de su cabello con una mano mientras lo hacía. Luego repitió el acto con Yeonjun. Sus lágrimas seguían cayendo.
Jimin se levantó y movió su cuerpo lentamente fuera de la cama, cada parte de él parecía un cristal roto que podía romperse en un millón de pedazos en cualquier momento. Se tambaleó hasta una puerta que daba a un balcón, y desde el balcón caminó hasta un camino de arena que terminaba en la cima de una duna.
Cuando lo alcanzó, sus rodillas cedieron. Sentado en el suelo húmedo por la lluvia torrencial, Jimin contempló el horizonte interminable y sin vida del desierto, sintiendo un ligero déjà vu, como si hubiera visto ese paisaje en algún viejo sueño.
"¿Quieres irte?", la brisa tranquila trajo un susurro etéreo.
—¿Puedo?
"Bueno, ¿lo deseas?"
—No sé... Estoy cansado.
"Bien.
Ven y descansa"
—Espera... —Jimin quiso levantar la mano, como si estuviera llamando a alguien. ¿Pero a quién? —¿A dónde van los muertos de este mundo?
Necesitaba respuestas concretas, y creía que el origen de esa voz podría revelarle la verdad. Lo sintió en lo más profundo de su ser.
Pero el susurro que le llegó a continuación sonó como un lamento, una disculpa implícita en palabras repetidas:
"Ven y descansa".
Como si estuviera convencido por la voz y el doloroso vacío en su espíritu, Jimin cerró los ojos y se rindió a la brisa. En una reacción en cadena, su cuerpo arrodillado en la tierra húmeda se cubrió de tallos que brotaron del suelo bajo él. Tallos de color marfil que crecieron y se envolvieron alrededor del pobre omega, como una segunda piel, transformándolo en una escultura hecha por la naturaleza, embalsamándolo en reposo.
Un ataúd eterno.
Antes de que la escultura tomara la forma de un árbol y adquiriera hojas tan rojizas como los tonos del cielo de la mañana, Jimin susurró: "Quería sentirlo por última vez".
Fue su último aliento antes de que todo quedara en un silencio sepulcral.
La ligera lluvia que había estado cayendo se detuvo y fue sustituida por una fuerte nevada, algo que nunca había ocurrido en esa región. El catastrófico cambio climático no fue un mero mal presagio, sino la consagración del peor de los acontecimientos: La profecía del Árbol Sagrado se había roto.
El Rey y el Omega de Plata estaban muertos. Y sus almas, separadas.
🐾
Otro capítulo más para que sigan sufriendo 🤧
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro