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21|👑|El ejército dorado

Jimin no le esperó en la sala del trono, ni se quedó callado mientras todos los demás parecían tan agitados e inseguros de las noticias que el cuervo posado en su brazo había traído.

—Oye, amigo, vuelve con tu cuidador. Necesito hacer algo. —murmuró al pájaro, que, tras la petición, se deslizó hasta el hombro del entrenador. Entonces, el chico se dirigió a los sirvientes que siempre andaban cerca de él. —¿Podría ayudarme a llegar a mi habitación, por favor?

No necesitaba pedirlo, pues los sirvientes del palacio estaban allí exclusivamente para ayudarle, pero no le gustaba dar órdenes a la gente, así que siempre decía "por favor" incluso en las situaciones más urgentes.

Y esta era ciertamente una situación urgente.

Tenía que ver algo. Intentaría una vez más obtener alguna respuesta o ayuda del bendito libro que se mantenía oculto en el fondo del armario.

Desde el funeral de Min Yoongi el chico no había vuelto a abrir esas páginas. Al fin y al cabo, era inútil. Todo parecía confuso porque, al no tener Jungkook ni idea de lo que pasaba en el Sur, y al ser él el protagonista, la historia que se contaba también parecía superficial y sin sentido. Había una gran mancha invisible que impedía que los hechos se contaran por completo.

Jimin sospechó que estaba relacionado con lo que los espíritus le habían dicho.

"Los destinos se están cambiando", le gritaban al oído.

Sin embargo, el omega se dirigió a su habitación, y cuando llegó allí, pidió estar solo y buscó el libro. Pasó las páginas con el corazón acelerado en el pecho y se detuvo en la última donde había palabras escritas.

—Ah, qué gran mierda... —refunfuñó al leer el contenido. No había nada nuevo que no supiera ya. El último registro era sobre la llegada del cuervo y el asombro que produjo el mensaje del Sur.

Nada nuevo, nada... Hasta que la página vacía de al lado empezó a rellenarse sola con tinta mágica.

"¿Jungkook descubrió algo?" pensó, y tuvo la respuesta a continuación, cuando leyó que el ataúd del Príncipe Min estaba vacío.

Sintió que se le helaba la sangre y le bajaba la presión. Le faltó el aliento cuando, justo debajo del nuevo registro, surgió una ilustración, y era abstracta como un recuerdo o un pensamiento, como si hubiera sido creada por las pinceladas de un borracho.

En el centro de la imagen, la personificación de un chico rubio. A su alrededor, flamas naranjas con tonos rojos. En el fondo del fuego, la silueta borrosa de lo que podría ser un hombre, o algo humanoide con colas. Jimin no podía estar seguro. Tampoco sabía si eso era una advertencia del libro, una ayuda después de que el objeto hubiera pasado tanto tiempo inútil, o si Jungkook había visto algo más que el ataúd vacío de su hermano. No sabía muchas cosas y eso le preocupaba demasiado.

Fue entonces cuando volvieron las voces de los espíritus, chirriando contra sus tímpanos de repente.

—¡Esperen! ¡Esperen! ¡No puedo entenderlos así! - —Jimin se tapó los oídos con las manos, tratando de ocultar parte del incesante ruido. Por la forma en que se habían comunicado, las pequeñas criaturas estaban cada vez más desesperadas, y eso le ponía nervioso.

El chico devolvió entonces el libro al fondo del armario, se dirigió a la ventana del dormitorio, tambaleándose con su pesado cuerpo, y trató de respirar el aire fresco que el viento traía del bosque helado que rodeaba el castillo. Entrar en contacto con la naturaleza a veces le ayudaba a entender mejor las pequeñas voces, y también le hacía estar más tranquilo. Sin embargo, cuando miró al horizonte con la aguda visión de un omega, divisó humo coronando las montañas.

Jimin podría jurar, después de semanas de leer y releer mapas de Adaman, que en ese punto se encontraba una pequeña ciudad. Una de las más cercanos a la capital

"No pueden estar tan cerca... ¿verdad?", el pensamiento le aturdió, ya que simplemente no tenía sentido. Aunque ese mundo sólo existiera en los moldes de un libro, los acontecimientos no deberían ser tan rápidos. Era como si una avalancha de eventos se acercara a él.

Entonces volvieron los chillidos, gritos etéreos que hervían a su alrededor. Jimin apretó los ojos y frunció el ceño, luego se encogió al sentir un dolor en los lados de su estómago.

—No, no... Quédate quieto, Yeonjun. Estoy en un momento muy crítico. —pidió, tocándose el vientre con fuerza, pero el dolor volvió a palpitar. No era muy fuerte, pero estaba ahí y hacía que su corazón se acelerara aún más.

—¡Dios, no, no, no! —sus manos comenzaron a temblar de miedo. Ese no podía ser el maldito momento del parto, ¡no podía ser el maldito momento de nada!
Necesitaba hablar con Jungkook y discutir lo que harían. Necesitaba llegar a él antes de que el testarudo rey de Adaman decidiera volver a actuar en solitario.

Intentó ponerse de pie, pero el nerviosismo y todas las demás sensaciones hicieron que le flaquearan las piernas. El dolor palpitó por tercera vez.

—Q-que alguien me ayude. —balbuceó angustiado. No fue lo suficientemente fuerte, así que reunió su aliento para gritar: —¡Ayuda!

Y justo en ese momento los sirvientes entraron en los aposentos del omega.

🌔🌘👑🌖🌒

Jeon Jungkook regresó al castillo con la sangre hirviendo en sus ojos, como un volcán a punto de entrar en erupción. Sus feromonas eran el epítome de la ira, y ahuyentaban a todos los que se cruzaban en su camino.

En su interior estalló una profusión de tristeza y rabia.

—¿Dónde está Soobin? —fue la primera pregunta que se hizo nada más pisar de nuevo el suelo del castillo. Se dirigía a un miembro de la guardia real. El soldado alfa intentó no temblar ante la presencia del rey.

—El niño está con los otros niños de la corte.
Su Majestad. Jugando en el jardín central de invierno.

—Bien. A partir de ahora ni él ni ningún otro niño podrá circular fuera de la seguridad del castillo.

—Sí, señor.

—Se llevaron el cuerpo del Príncipe Min delante de nuestras narices, justo al lado de donde dormimos. —Jungkook sintió que los colmillos se volvían puntiagudos en su boca. —Intensifiquen sus patrullajes y la vigilancia. Este tipo de error no puede pasar desapercibido.

—Sí, Su Majestad. —el soldado inclinó la cabeza, sintiendo el peso de la responsabilidad. Sus compañeros de guardia, que escuchaban a su lado, hicieron lo mismo.

Jeon Jungkook continuó su camino de vuelta a la sala del trono, con Jung Hoseok y algunos miembros de la nobleza siguiéndole justo detrás. Sería un día largo, tortuoso y agotador, podía sentirlo.

Y nunca había estado más seguro.

Apenas atravesó el portal que conducía a la gran sala, fue recibido por la matriarca del clan Choi, que corrió hacia él a la velocidad del viento.

Yoojung estaba pálida y nerviosa.

—¡Su Majestad! El señor Park... El omega de Olata, tuvo una recaída y-

A mitad del discurso de la joven, Jungkook ya se había transformado en el gran lobo negro y salió disparado hacia las escaleras, sus instintos le guiaron hacia los aposentos de Jimin.

En el último paso sintió una leve agonía, algo enviado a través del vínculo. Sus patas aceleraron el paso, avanzando por el largo pasillo hasta que divisó un grupo de nobles y sirvientes frente a la sala omega. Al rey no le gustaba eso, ese amontonamiento sofocante encima de Jimin.

—¡Denle espacio al rey! —gritó alguien cuando una mirada le llamó la atención al acercarse. Rápidamente abrieron paso al enorme lobo y se encogieron ante las agresivas feromonas que exudaba.

Lo primero que vio Jungkook al entrar
la habitación fue a Jimin medio tumbado en la cama, bebiendo algo que le había dado uno de los curanderos. El hecho de que estuviera despierto y aparentemente bien le quitó algo de peso al pecho del joven rey.

—Majestad. —saludo otro sanador, era el que lideraba su grupo ya que Jung Hoseok no estaba presente. El Alquimista se había quedado atrás, inmerso en un shock del que difícilmente saldría.

—Dime que pasó.

—Tuvo contracciones, pero fue una falsa alarma causada por algo de estrés. Todavía no es el momento del nacimiento, mi señor.

—¿Estrés? —los ojos lobunos se estrecharon.

—¡Jungkook! —Jimin llamó al notar que estaba parado en la puerta. Era evidente, por la forma en que el omega giró su rostro hacia él, que un ligero mareo estaba alterando sus sentidos.

Jungkook volvió a su forma humana y se acercó a sentarse junto al chico en la cama. Fue recibido con un fuerte abrazo, no tan fuerte como debería.

—El ataúd está vacío. —Jimin tartamudeó.

La agonía de antes volvió al núcleo del rey.

—¿Te lo han dicho?

—Lo he oído. —el omega lo miró con un semblante ligeramente ebrio. El olor de las hierbas medicinales se extendió por su aliento. —Jungkook, tu madre, tus parientes.

El rey podía sentir que Jimin trataba de abrazarlo aún más fuerte que él. Quería darle las gracias por ello, y aprisionarse en el abrazo del otro hasta que toda la amargura que subía a su garganta se desvaneciera, hasta que el nudo en la parte posterior de su boca desapareciera y el dolor dejara de hacer que sus ojos pesasen tanto.

Sin embargo, se limitó a acariciar el rostro de su compañero y a apoyar su frente en la de él.

—Todavía no estamos seguros. Tal vez ella... tal vez alguien aún está vivo. No pienses en eso, que no te afecte esta noticia, por favor. —dijo, forzando algo de estabilidad en su voz.

—¿Afecte? —Jimin lo miró fijamente como diciendo: "Tú eres el más afectado aquí. Sacudió la cabeza y tiró de las cadenas de la capa de Jungkook, luego dijo, nervioso. —Vi humo a través de la ventana. Humo cerca de las montañas. Hay un pueblo allí, ¿verdad?

—Jimin, tranquilo.

—¡No, no! ¡Escucha! —los dedos de Jimin se hundieron en los hombros de Jungkook. —Creo que son ellos. Creo que ya se están acercando aquí.

—Jimin, mi amor, eso es casi imposible. Puede que hayan derrocado a Rangkee, pero les llevaría semanas avanzar desde el sur hasta aquí.

—No sabemos desde cuándo cayeron las Fortalezas de Piedra. Ni siquiera sabemos cuándo llegó la noticia a la gente que envió el cuervo aquí.

—Aun así, tendrían que hacer frente al ataque del general Kim y las tropas bajo su mando. Tendrían que atravesar pueblos y ciudades con nuestro ejército haciendo guardia. Ya estaríamos recibiendo noticias.

—¿Pero qué pasa si se desvían de esos lugares? ¿Y si toman una ruta lejos de todo? —la sugerencia de Jimin era un poco absurda, pero Jungkook era lo suficientemente inteligente como para darle una oportunidad.

—¡Tráiganme un mapa! —ordenó a sus sirvientes.

—¡Y muñecos! —añadió Jimin. Aunque era extraño, nadie lo cuestionó.

Minutos después, un gran mapa y pequeños soldados de madera se colocaron frente a ellos. Jimin tomó el conjunto de muñecos y los arrojó sobre el enorme dibujo, luego los dispuso en la región donde se encontraba el clan de los Lobos Nocturnos.

—La única ruta distante y que podría hacer que un ejército pasara desapercibido para las patrullas adamantinas sería la que atraviesa este corredor montañoso. —Jungkook movió los soldados de madera a lo largo de la cordillera dibujada. —Separan las partes sur y central del reino del alcance del océano y terminan muy al norte, donde comienza la región del clan Choi. Es una zona peligrosa de atravesar, con pantanos helados y montañas similares entre sí que confunden incluso al viajero más experimentado. Allí se producen tormentas y avalanchas a diario. Es como un muro que nos rodea, que nos protege y también nos aprisiona. Un ejército no podría salir de allí en una sola pieza, más aún uno que no esté acostumbrado a nuestro terreno.

—Pero sigue siendo una ruta. —Jimin insistió.

—Sí, es una ruta.

—Entonces aquí está la respuesta.

—Jimin...

—Piensa conmigo, Jungkook. El asedio en Gwang, los zorros, los soldados hipnotizados... Todo estaba dirigido a nosotros dos, y era mágico. Después de mucho tiempo no pasó nada, y entonces nos enteramos de que se llevaron el cuerpo de tu hermano. Ahora mismo alguien anda con él, con su rostro, y viene aquí con un ejército enemigo, pretendiendo tomar el trono. Y como si...

—Como si la persona que está detrás de todo cambiara sus planes para llegar a nosotros de una manera u otra. Un individuo con formidables habilidades que no tendría muchos problemas para atravesar un ejército en una cordillera hostil. —la claridad rondaba la mente de Jungkook.

—Así es. —los ojos rojos de Jimin brillaron, y los de Jungkook ardieron.

—Tengo que hacer los preparativos. Descansa aquí.  —se levantó de la cama, su capa se balanceó sobre su espalda con el impulso.

Jimin agarró la tela roja.

—Promete que no tomarás decisiones solo ni harás nada arriesgado.

Jungkook se acarició el costado de la cara y lo miró con las cejas y los labios fruncidos, un semblante tenso que decía muchas cosas. El rey no podía mentir a Jimin, pero tampoco podía hacer tal promesa, no con la destrucción en su pecho, con la pena que alentaba pensamientos impulsivos sedientos de un amargo deseo de venganza que le era ajeno pero que estaba ahí, carcomiéndolo. Así que lo único que le quedaba era guardar silencio, besar al omega en la frente y darse la vuelta para abandonar la sala, siendo acompañado por los líderes de los clanes.

En el pasillo, mientras caminaba con pasos firmes como si a partir de ese momento ya se estuviera preparando para la batalla, comenzó a dar órdenes:

—Quiero que le hagan saber a los ciudadanos lo que está por venir. Denles a elegir: Evacuar al lejano norte o refugiarse dentro de las murallas de Adwan. Háganlo rápido, probablemente sólo tengamos unas horas.

—Sí, señor. Enviaré mensajeros inmediatamente. —dijo el representante sustituto del clan Wang, un primo lejano del rey que había llegado a palacio hace unas semanas.

—Envíe también una pequeña patrulla para comprobar la situación en la ciudad de la montaña. El humo visto por Jimin podría ser un mensaje para nosotros. Una provocación, quizás. Necesito información sobre el enemigo para establecer una estrategia.

—Lo haré, señor.

El representante y sus asistentes cambiaron
ruta para seguir las órdenes del rey, los otros líderes permanecieron a su lado porque sabían que pronto tendrían sus propias tareas que realizar.

—Su Majestad, su armadura está lista. —dijo un siervo al acercarse.

Jungkook asintió, en un rápido gesto de agradecimiento. Luego se volvió hacia el grupo que le seguía y alcanzó a la joven beta cubierta de ropa azul.

—Matriarca Choi, quiero discutir algo con usted.

La frase fue suficiente para que todos se quedaran en ese punto del pasillo mientras el rey y Choi Yoojung se dirigían a una de las ventanas para mantener una conversación privada sin oyentes.

—¿Qué desea, Su Majestad? —la chica no tenía ni idea de lo que pasaba por la mente actualmente caótica de Jungkook.

—Quiero elaborar un plan de escape con usted, ya que involucra al clan Choi. Tu amistad con Jimin y nuestros lazos políticos hacen que deposite en ti una confianza que valoro mucho, Choi Yoojung.

—Es un honor, señor. —hizo una rápida reverencia.—¿Pero un plan de escape para quién?

—Para mis principales aliados en la corte, pues en caso de que me ocurra algo, ellos sufrirán mucho. Por los niños y los inválidos, que estarán en peligro si el castillo llega a ser tomado. —Jungkook suspiró profundamente, pues su último discurso le exigiría un alto costo. —Y también para él.

🌔🌘👑🌖🌒

Dos soldados fueron enviados en dirección al humo, una espía experimentado y un explorador que le doblaba en tamaño. Esa tarde sólo tenían dos deberes: analizar el perímetro y el ejército enemigo, y volver con información útil. Tenían que ser rápidos, objetivos, pasar desapercibidos y evitar un encuentro con su oponente.

Corrieron en sus formas lobunas durante dos horas, sin detenerse, hasta llegar al inicio de la cordillera helada. Subieron a una montaña muy baja, casi un brote junto a sus hermanas que llenaban la cordillera, y entonces divisaron la ciudad y las nubes grises que se cernían justo encima.

Se dieron cuenta de que sólo una torre ardía bajo un fuego naranja, el resto -como las casas, las tiendas y los establecimientos militares de la corona- estaban casi intacto. Incluso con los soldados adamantinos encadenados en las afueras de la pequeña ciudad, mantenidos como prisioneros de guerra, no había señales de enfrentamientos a gran escala. Por la forma en que el ejército enemigo se estableció allí, caminando en flechas por las estrechas calles que se veían fácilmente desde lo alto de la colina, colonizando el perímetro fríamente, su llegada había sido meticulosamente calculada para que no hubiera pérdida de tiempo. Sin bajas, sin enfrentamientos innecesarios. Como sombras que llegan en medio de la noche, oscurecidas por la negrura intrínseca a la oscuridad.

Sólo las llamas de la torre contradecían esta metáfora, iluminando la pálida escena con un oro letal, gritando al mundo lo que estaba ocurriendo en ese momento. Y en el centro de ellos, saliendo del interior de la torre como si el excesivo calor no lo sacudiera, surgió un chico rubio.

Lanzó una mirada amarilla hacia la cima de la pequeña montaña, hacia los soldados enviados allí por Jeon Jungkook.

La espía y el rastreador sintieron un extraño hervor en su interior. ¿Los habían visto? ¿Se habían captado sus presencias y olores, incluso a esa distancia? ¿Será posible?

—He conseguido calcular sus números. Volvamos. El rey tenía razón, las llamas son una provocación, un aviso de la llegada de Eliah. —dijo el soldado, ya dándose la vuelta.

El otro accedió, dispuesto a seguirla, pero sus instintos silbaron y enviaron electricidad a todo su cuerpo de lobo.

—¡Espera!

En ese momento, la figura de un hombre salió de detrás de los árboles. Un hombre con nueve colas y un olor que gritaba peligro.

—Eso es. Corran a avisar a Jeon Jungkook.

—El REY ya ha sido muy bien advertido por nuestro General, extraña criatura. —se crispó el explorador ante la falta de respeto que desprendía el tono de voz del desconocido.

Las nueve colas se movieron mientras el hombre sonreía. Sus labios carnosos se extendían por su rostro perfecto.

—Ah, debes estar hablando del mensaje enviado por el cuervo.... Siento romper sus ilusiones, pero fui yo quien permitió que ese pájaro llegara hasta aquí. Incluso se lo he puesto fácil trayéndolo a este punto de Adaman y soltándolo muy cerca de la capital. Sería tedioso llegar aquí de sopetón con ustedes completamente ignorantes de lo que ocurre en el Sur.

Los dos soldados se pusieron rígidos y se miraron.

—En fin, basta de hablar. Quiero que envíen un mensaje a Jeon Jungkook. Díganle que el verdadero rey de Adaman exigirá un duelo por la corona.

Eso conmocionó a los lobos hasta la médula, la incredulidad atravesó la mirada salvaje de ambos.

—¡Un farsante no tiene derecho al duelo real! —la soldado mostró sus afilados dientes.

—Min Yoongi demostrará ser real una vez que pise su mediocre capital. —el hombre agitó una mano, indiferente a la amenazante agresión de la loba. —Será mejor que hagas lo que te digo, no hace mucho que visité a la mano derecha de Jeon Jungkook en la frontera. Tuve que dejarlo allí por razones de desplazamiento y practicidad, pero no pasará mucho tiempo antes de que Kim Namjoon atraviese las puertas de Adwan, atrapado bajo nuestras cadenas. Y si su pequeño rey se niega a reunirse al menos con Min Yoongi, desafortunadamente el General no se salvará...

Los dos enviados se miraron de nuevo. Si estuvieran en sus formas humanas, mostrarían rostros tensos y pálidos.

—¿Hablas en nombre del farsante?

—¿No es obvio? —el hombre puso los ojos en blanco.

Dudando, los lupinos se alejaron de él y de su extraña presencia, y luego corrieron a toda velocidad de vuelta al castillo de Adwan. Llevarían esa noticia al rey lo antes posible.

No pasó ni un minuto antes de que una voz grave y profunda vibrara en la cima de la colina, bajo la brisa helada que convertía los ecos en susurros etéreos.

—No sólo hablas, sino que planificas, calculas e incluso piensas por el "farsante". ¿No es así, Seokjin? —Taehyung pisó el suelo nevado con los pies descalzos y apenas llevaba pantalones y una capa oscura, que dejaba ver muy bien las venas cicatrizadas de su cuello. No sentía frío, como la bestia que una vez fue, pero tampoco era un monstruo. Su lado humano se manifestó bien en sus ademanes, su aspecto, su forma de hablar y también, para desgracia del hombre zorro, en su razonamiento.

—No podría haber logrado nada de esto sin mí. Sin mis poderes. Min Yoongi debería estar agradecido. —Seokjin arqueó una ceja, mirando fijamente a Taehyung desde arriba, a pesar de que sólo era uno o dos centímetros más alto que el chico.

—¿Agradecido por ser una marioneta? —el otro respondió, acercándose.

—¡Oh, por el amor de Dios, Taehyung! —Seokjin levantó la cola, molesto. —Tú también deberías estar agradecido, ya que eres un villano en este lugar. Sin todo eso, estarías en la mierda como ese principito, antes de tener el cuerpo que tiene ahora.

—Sin todo esto estaría en casa, y no experimentaría esta locura.

—Créeme, traer a alguien como tú aquí nunca estuvo en mis planes. —apenas terminó de hablar se dio cuenta de que había destilado más sorna de la necesaria en su tono de voz, dando la falsa impresión de que despreciaba a Kim Taehyung. Pero por más que corrigiera la exageración, apenas lanzó una mirada culpable y arrepentida al otro porque estaba cansado. Sentía que si abría la boca, jadearía.

"Parece que mis habilidades tienen un límite, y estoy cerca de alcanzarlo", pensó, cerrando el puño.

—Vamos a ese maldito castillo. —murmuró, moviendo su cuerpo.

Justo entonces, el cuello de su camisa fue agarrado por la fuerte mano de Taehyung. Si se hubiera desviado unos centímetros, podría haber agarrado el cuello del hombre zorro.

—Mi amigo está en ese castillo. Te advierto...
Si dejas que le pase algo... —el chico estrechó la mirada, afilándola como lo haría con una espada.

—Prometí que no le haría daño físicamente, y realmente no tengo intención de hacerlo. —la calma de Seokjin dejó a Taehyung desprevenido para su avance al segundo siguiente, cuando también lo sujetó por la tela de su ropa superior. Con ojos dorados como el fuego divino, el zorro advirtió: —Pero cuando lleguemos, haz que tu noviecito coopere con nosotros, porque me estoy cansando y sólo quiero terminar todo esto pronto.

Lo soltó y se puso de espaldas para mirar al horizonte.

Taehyung, estático y con el ceño fruncido, tartamudeó:

—¿¡Novio!? —se veía incrédulo. No podía creer que la discusión hubiera llegado a este punto, convirtiéndose en esta clase de pelea, más aún en un momento tan crítico. —Seokjin, vete al infierno. ¡Mi preocupación es sincera y constante sólo porque eres un maldito loco que me miente! No confundas las cosas aquí. Tampoco es momento para eso.

—No te miento. Yo sólo... oculto detalles. Detalles frívolos e irrelevantes.

—Precisamente por esa falta de detalles fue lo que me hizo alejarme de ti.

"Estarías mucho más lejos si te hubiera dicho cada uno de ellos", reflexionó Seokjin.

Cruzaron miradas, en un intercambio silencioso lleno de frialdad y lamento, con la brisa golpeando sus cuerpos, tratando de moverlos, pero sólo consiguiendo mecer sus ropas y cabellos, pues eran como estatuas en ese instante.

Tras un suspiro que rompió el silencio, y una mirada en dirección al fuego, el hombre-zorro susurró:

—Nuestro pequeño rey está llegando. Marchemonos Discutiremos más tarde.

🌔🌘👑🌖🌒

El sol se ponía en el horizonte cuando la corte adamantina recibió la información de los dos soldados. La presión inundó la sala del trono cuando Jeon Jungkook y los miembros de la Mesa de Plata ordenaron que se cerraran las puertas de la capital y convirtieron la ciudad en un granero militar, con soldados fuertemente armados esparcidos por cada esquina. Por encima de las murallas, los lobos estratégicamente colocados aullaban en previsión de la llegada del enemigo y se preparaban para lanzar un
ataque desde arriba.

Las murallas que rodeaban Adwan eran las más gruesas y altas de todo el reino, por lo que las batallas corporales serían el último recurso para los que estuvieran dentro de ellas. En otras palabras, una gran ventaja.

Pero Jungkook sabía que eso no era suficiente. Un ejército que se ha enfrentado a una peligrosa cadena montañosa no se vería impedido por una gran muralla. Otro que compartía la preocupación del rey era Jung Hoseok, que veía pasar las horas mientras sentía los nervios. Los pensamientos del Alquimista Real se arremolinaban en su mente, temerosos y ansiosos, asustados y llenos de una esperanza que él mismo consideraba absurdamente tonta.

En poco tiempo descubriría si ese Min Yoongi era en realidad un farsante o no.

—¡Las tropas enemigas se han detenido frente a las puertas! —Hoseok casi sintió que su alma abandonaba su cuerpo cuando escuchó el grito del mensajero después de cruzar las puertas de la sala.

La presión atmosférica aumentó. Todos miraron al rey, que estaba sentado en el trono con su brillante armadura negra y plateada.

Se levantó de su asiento.

—El llamado al duelo, la afirmación de que mi hermano está vivo y dirigiendo estas tropas, y la información de que Kim Namjoon está bajo las manos de Eliah son asuntos demasiado serios para que yo trate esta situación con simplicidad... —Jeon Jungkook se comportó con la misma frialdad que una afilada espada envainada, listo para la lucha pero esperando el momento adecuado para pelear. —Entonces, antes de moverme, daré paso a los que se han ofrecido para verificar la identidad del farsante.

Esa fue la señal de Jung Hoseok. Él y la matriarca Min se adelantaron, destacando entre el grupo de nobles. Los dos habían sido los primeros en aceptar el papel de testigos y también los más propensos a realizar la tarea por su proximidad al príncipe Min.

El Alquimista sabía la importancia de eso y definitivamente no se dejaría llevar por las emociones cuando mirara el rostro del impostor, aunque fuera idéntico a Min Yoongi. Hoseok no se emocionaría, pero podría matar al mentiroso allí mismo.

El rey continuó hablando:

—Mi guardia los seguirá hasta las puertas y los mantendrá a salvo. —aseguró Jungkook, y en el mismo momento los soldados rodearon a Hoseok y a la vieja Min. —Las llamas azules arderán sobre los braseros de la pared cuando nuestros testigos demuestren que es sólo un impostor, y entonces comenzaremos los ataques desde arriba. Pero si descubren que es realmente Min Yoongi, —los ojos rojos del rey perdieron momentáneamente su tono intenso. —las llamas rojas arderán, y entonces habré aceptado el duelo.

Exclamaciones sorprendidas y murmullos perplejos recorrieron la sala, la mayoría de los líderes estaban disgustados por la decisión de Jungkook, y al menos tres líderes intentaron convencerle de que se lo replanteara. Hoseok era uno de los que no apoyaba la idea, pero entendía que era el camino más racional para el rey de Adaman, porque si se demostraba que Min Yoongi estaba vivo y que pretendía ascender al trono que, técnicamente, le correspondía por derecho de nacimiento, por ser el primogénito de la anterior reina, la corte se dividiría y se cuestionaría la posición y el poder de Jeon Jungkook.

Aunque el príncipe del clan de los Lobos del Alba dirigía las tropas de Eliahnas, y por tanto actuaba como un traidor, no se podía ignorar la verdad sobre quién era. Y habría quienes alabarían a Min Yoongi por domar a un ejército extranjero. "Un valiente príncipe que conquistó el Sur para recuperar sus derechos como heredero al trono", se crearían historias a partir de esto y seguramente causarían una tensión en la corte.

"Ya se han iniciado guerras por muy poco", Jung Hoseok recordó esa frase.

Poco sabía el alquimista que, además de todo eso, el rey deseaba ver a su "hermano" de cerca y analizarlo con sus propios ojos, para ver cuánto quedaba aún de Yoongi y si realmente sería necesario un duelo para resolver esa situación. Jungkook quería entender lo que estaba pasando, de una vez por todas.

—Nos vamos. —dijo Hoseok, con su voz superando el sonido de la conmoción. El alquimista ofreció una mano para que la Matriarca Min lo utilizara como soporte. Entonces los dos salieron juntos del castillo, hacia las puertas de la muralla.

Mientras desaparecían tras las puertas del vestíbulo, Jungkook miró a la figura femenina vestida de azul que esperaba en un rincón de la sala. Choi Yoojung entendió el mensaje, hizo una reverencia y se dirigió al ala de los aposentos reales, donde Park Jimin estaba descansando.

🌔🌘👑🌖🌒

Jung Hoseok se sentía entumecido, era como si el suelo bajo sus pies no existiera y el aire en sus pulmones fuera una solución gaseosa inodora, algo que ocupara el receptáculo hueco que era su pecho. Podía hacerse pasar fácilmente por un ebrio, disociándose y trotando mientras avanzaba en automático por la calle principal de Adwan hasta las puertas de la inmensa muralla.

A su lado, la vieja Min guardaba silencio como siempre, pero sin su típica serenidad. Sus ojos blancos por la ceguera miraban al más allá, un horizonte imposible de alcanzar, pero todo su cuerpo estaba allí y mantenía una tensión palpable.

Justo antes de que se acercaran a las puertas, eliminó su momentáneo mutismo:

—Una semilla arrojada puede brotar en el inframundo y volver como rosas o como espinas

—Pero las rosas también tienen espinas. —Hoseok no entendía muy bien qué quería decir con esa metáfora.

—Sí, pero son hermosas y las amamos demasiado, aunque nos perjudique. Es difícil eliminarlas de nuestros jardines.

El sonido de las bisagras de las grandes puertas de metal y madera vibró en sus oídos, abriendo un diminuto y cauteloso paso que sólo unos pocos elegidos podían atravesar. Los guardias del rey se adelantaron, preparando el terreno para proteger a los testigos. En los pisos superiores de la muralla, un batallón de arqueros se preparaba para disparar al primer movimiento extraño procedente del enemigo.

Un minuto después, les tocó a la mujer mayor y al alquimista salir al exterior. Y cuando eso sucedió, el tiempo se detuvo en la mente de Jung Hoseok.

El primer rostro que vieron sus ojos fue el de él.

Había muchas cosas que ver en ese momento, como las interminables filas de soldados, los estandartes con los símbolos del clan Min en lugar del escudo de Eliah -aunque la armadura de las tropas era la típica del reino extranjero-, un pomposo séquito que llevaba sirvientes y gente extraña, como un hombre con nueve colas en la espalda y un chico cubierto por una capa que intentaba ocultar las venas de su cuello. Pero Jung Hoseok ignoró todo esto y se concentró sólo en el joven que estaba en el centro, el pelo rubio que caía hasta su pálida mandíbula como hebras de oro en la porcelana, la mirada amarilla, estrecha y caída, y los labios finos y tensos.

Él estaba diferente, por supuesto. Más alto, más robusto y con los músculos marcando la tela de su ropa. Y su presencia también había cambiado, antes era tímida como el silbido matutino de un pájaro, ahora vibraba como las trompetas que despiertan un campamento militar. Sin embargo, nada de esto cambió lo que claramente era.

Con un breve análisis, Jung Hoseok lo supo. Con un guiño y una media sonrisa de él, el alquimista sintió que su pecho se ahogaba y un sollozo surgía.

—Hoseok... —la voz. La maldita voz, el mismo ambiente, hasta la forma en que su lengua se aferró al final del nombre entonado.

El alquimista dio un paso vacilante hacia él, luego otro y otro, reduciendo poco a poco la distancia, como si aún tuviera miedo, miedo de alcanzarlo y descubrir que no era más que una ilusión.

Impaciente, el joven rubio también se dirigió hacia él, pero su movimiento fue tan brusco que un arquero de la pared le lanzó una flecha.

Min Yoongi agarró la punta en el aire, como si no fuera más que un simple insecto volando hacia él a cámara lenta, y luego avanzó hacia Hoseok y lo abrazó, levantándolo del suelo con su nueva fuerza.

Jung le devolvió el abrazo, sintiendo con las yemas de los dedos la extensión de los hombros y la espalda del príncipe, la dureza de aquel cuerpo extraño y tan extrañamente familiar, la suavidad que contrastaba con la sensación de aspereza. Apretó los dientes y lloró.

Alivio y gratitud. El miedo y el temor. Felicidad extrema y tormento por el futuro. Sus lágrimas eran el epítome del caos.

—¿C-cómo es posible? _balbuceó, tratando de tragarse el nudo en la garganta. Se giró de nuevo hacia él, le tocó la cara y tanteó cada centímetro de su piel. Cada toque le hacía estar más seguro de su identidad, y le sacudía en igual progresión.

—Me han dado una segunda oportunidad. —los iris del príncipe brillaron un poco más. De repente, Hoseok notó algo en esos orbes amarillos que hizo que su lóbulo interno se encogiera ligeramente. —Quédate a mi lado y mira cómo cambio las cosas.

—¿Q-qué?

No obtuvo ninguna explicación, ya que sus labios fueron sellados por los de él en un beso urgente e intenso, casi áspero, muy diferente de los cautelosos y delicados que ambos estaban acostumbrados a intercambiar entre sí, pero definitivamente tan o más apasionados que los anteriores. El acto se prolongó durante largos minutos, en un fervor constante que ofrecía ánimo y calor al magullado corazón de Jung Hoseok. Lloró mientras disfrutaba del tacto, y agradeció en silencio poder sentirlo de nuevo.

Se separaron al cabo de un rato, en una parada repentina que hizo que los sentidos del alquimista se confundieran momentáneamente. El príncipe abrió los ojos y frunció el ceño, aturdido y medio incómodo, y luego se enfrentó a Hoseok con una mirada vacía y distante

Extraño.

Después de que Yoongi volviera a la normalidad -si es que sus nuevos gestos pueden considerarse normales- se volvió hacia la matriarca Min y le tendió la mano.

—Abuela. —había algo malo en él, el alquimista notó la forma en que giraba su brazo y contenía un temblor muscular. —Abuela, tu nieto te extrañó.

De alguna manera, la anciana parecía encararlo. No como lo haría una persona normal si viera a otra, sino de la forma peculiar en que lo hacía siempre una loba sensible como ella.

La matriarca Min se quedó mirando el alma, la presencia y quizás incluso el lobo escondido en el cuerpo de alguien. Podía sentir las feromonas y analizarlas, y eso era lo que estaba haciendo en ese instante.

El silencio de la anciana rescató la baja temperatura del medio que los rodeaba y suavizó el fervor creado por la reunión de la pareja alfa.

—¿Matriarca Min...? —Hoseok se preguntaba qué la mantenía tan callada. Todavía estaba demasiado aturdido para darse cuenta de las cosas raras de este
nuevo Min Yoongi.

Tardó otro segundo en hablar por fin:

—El príncipe Min ha regresado. —la anciana juntó las manos frente a su cuerpo y bajó la cara. El alquimista podría jurar que estaba temblando, pero no era de felicidad.

Yoongi sonrió. Luego estrechó su abrazo alrededor de Hoseok en una especie de afecto tosco que hizo que el alquimista estuviera medio mareado.

—Ahora diles, mi amor. Diles que soy yo... —murmuró contra el oído de su amante, su aliento caliente despertó las llamas que hacía tiempo se habían extinguido de su pecho.

Temblando, Jung Hoseok susurró:

—¿Qué estás haciendo, Yoongi? Si les digo. Cuando confirme tu identidad, tú y tu hermano...

—Sólo dilo. —el repentino tono irritado y grosero llenó la boca del príncipe. Por un segundo, sus caninos y ojos parecieron más brillantes, como los de un depredador enfurecido.

Pero esa extraña actitud se desvaneció tan rápido como llegó. Miró a Hoseok un poco apenado y murmuró:

—Dilo, por favor. No te preocupes por esos asuntos.
Deja que yo me ocupe de todo.

La ternura en esa petición no pudo quitar por completo el estado de shock en Hoseok causado por la reacción anterior de Min Yoongi. Pasó un segundo antes de que el alquimista sacudiera la cabeza, girara su cuerpo tambaleante hacia la guardia real y dijera:

—Es él. En efecto, es el Príncipe Min.

Sintió que se le helaba la sangre cuando los soldados se movieron para avisar a los que estaban sobre el muro, sintió un extraño peso en el pecho y también pavor ante el futuro incierto. Hoseok observó el movimiento por encima del inmenso muro sin despegarse de Min Yoongi.

Su Min Yoongi, en carne y hueso, vivo y sano.

Apenas podía creer que fuera real, y estaba tan sorprendido y feliz que ni siquiera pensó en cuestionarlo. Sólo se concentró en mantener su brazo alrededor del príncipe y una mano entrelazada con la suya, sólo para evitar que desapareciera de su vista, que se evaporara como el agua.

Sin embargo, cuando vio las llamas rojas que ardían en los gigantescos braseros sobre la parte superior de la muralla, el Alquimista Real comenzó a cuestionarse muchas cosas sobre sí mismo, sobre Yoongi y sobre a qué rey serviría a partir de entonces.

🐾

Se me olvidaba que hoy tenía que actualizar jaja salu2

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