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ωμέγα φεγγάρι

Comenzaba a creer que estar oculto del ojo de sus padres y hermano era más que cómodo, quizás era porque el tiempo libre que lograba obtener después de trabajar lo gastaba en el omega castaño, era divertido y meloso en cierto punto.

Y últimamente lo era más porque ejem, estaba tratando a toda costa de conquistarle a base de experiencias nuevas y regalos pequeños que lograba conseguir a escondidas.  Deleitándose con las bonitas reacciones que lograba sacarle al castaño cada que ambos se veían envueltos en algo, encontraba un ápice de felicidad incomparable.

Ahí estaba, tratando pobremente de acomodar en una canastilla una especie de regalo en la que se había esforzado en demasía. No era por presumir, pero era bastante bueno en la cocina, y aunque no era común que estuviera metido ahí, con ayuda de MinSeo y también la discreción de algunos sirvientes logró aprender y sacar varias recetas de algunos platillos sencillos, oh y claro, de varios postres que amaba.

A veces odiaba tener que aparentar verse inafectado cuando comentarios pasados de tono haciendo referencia a que cocinar no era cosa de alphas, y mucho menos de la realeza se le eran dichos con saña. Quería pensar que era esa una ambigua forma de pensar, y siendo sinceros, en silencio rogaba por el día en que dejara de ser juzgado por su actuar.

Sus manos se suspendieron en el aire cuando no supo utilizarlas correctamente debido al nerviosismo con el que se vio atacado cuando oyó la voz de su madre llamarle detrás de la puerta de su pieza.

Mierda, mierda.

—En un momento voy.— Apenas y pudo formular con las manos temblorosas sobre la canastilla que pretendía ser embalaje de su mísero regalo. Miró a su alrededor buscando un lugar en donde posar la canasta para que pasara desapercibida, y con movimientos bastantes rápidos le colocó dentro del armario.

Sacudió sus manos cuando cerró las puertas de madera del mueble y con ojos grandes se dirigió a atender a su madre que lucía bastante harta de esperarle unos instantes.

Era la primera vez que le veía en días.

—Madre, buenos días...— Yuna levantó su ceja delgada cuando vio al alpha con las orejas coloradas en la parte superior y amagó bufar cuando YoonGi reverenció poquito en forma de respeto. El menor tragó nervioso al notar por entre la tela gruesa del vestido un vendaje en el cuello delgado de su madre.

La omega se abrió paso por la habitación sin ser consiente del rostro ajeno que se contorneó en incomodad. —Vine a verte porque no te he visto en varios días. Lo último que sobre ti fue que discutiste con tu hermano.— YoonGi permaneció quieto en su lugar mientras veía a su madre observar lentamente las pertenencias del alpha. Quizás buscando algo.

La vista de la mayor se detuvo en una camisola un tanto pequeña de seda que estaba medianamente doblada sobre la extensión de la cama. —Gracias por la consideración, supongo.

YoonGi tensó los hombros cuando la mujer se acercó a la cama y se sentó sobre el colchón viéndole expectante con esos ojos afilados.

—¿Qué has hecho estos días? Es bastante triste no poder convivir contigo.— Si bien las palabras no pretendían ser groseras ni mucho menos, pero el hecho de que YoonGi sabía que su madre nunca se esforzaba por acercarse a él, sonaba bastante hipócrita.

Sería exagerar si dijera que veía a su madre más de una hora al día cuando no estaba bajo ese "régimen estricto" impuesto por su hermano. Intercambiar más allá de un saludo de buenos días y unas palabras vagas con la fémina era más que extraño para él.

Y verle ahí, sentada sobre su lecho queriendo intentar entablar alguna especie de conversación le aterraba.

—Nada interesante... sólo limpiar los establos y ayudar en esas cosas, ya sabes...—Yuna asintió ante las palabras, relamió sus labios antes de mirar más de cerca esa prenda desconocida.

YoonGi estaba nervioso, podría jurar que ya habría gritado de no ser porque la simple idea de alzarle la voz a su madre le aterraba. Y tratando de pobremente persuadirle vociferó con un tono de voz que sonó algo extraño.

—¿Y tú... qué has hecho estos días madre?¿Ya estás mejor?— El alpha rascó levemente su oreja aún tintada de carmín y su madre ladeó su rostro.

—Nada interesante... había permanecido en cama hasta hace dos días. Ya estoy mejor, tu padre no logró matarme del todo.

Con el rostro monótono y esas palabras tajantes YoonGi fue preso del pánico (aún más). Y es que ver cómo levantaba la camisa que evidentemente no era suya le hizo ponerse alerta. Dios, Dios.

La mujer dobló la camisa pulcramente, tratando de afilar su sentido del olfato para trata de captar algún atisbo de algún aroma extraño, mas por más que se esforzó no encontró nada.—Te noto un tanto extraño YoonGi-ah.— El alpha sonrió levemente y negó con la cabeza.

—Me resulta extraño que estes aquí conmigo.

Yuna se levantó de su asiento y caminó levemente por la pieza, le sonrió a YoonGi y abrió la puerta de la habitación para buscar al cúmulo de sirvientas que siempre estaba detrás de sí. Pidió aperitivos y volvió al interior de la habitación cuando su acometido fue cumplido.

—Quiero pasar tiempo de caridad con mi hijo, ¿Eso es malo?— YoonGi negó con orbes grandes y en definitiva se sacudió un tanto al sentir las manos delgadas de su madre acunar su rostro. Le acarició con cuidado sus mejillas y apartó parte del copete espeso de la frente pálida.

—Has crecido mucho...— Murmuró la omega luciendo de repente algo turbada. Y YoonGi pareció notarlo porque al instante siguiente se encontró sentado abrazando a su madre sobre aquel sillón carmín que estaba cerca del balcón.

Yuna hundió su rostro en el cuello de su hijo, tal vez buscando en el joven alpha esa esencia  y ese lazo que poseía con él. Después de todo era su retoño.

Frunció las cejas cuando al aspirar sobre la tela que cubría el cuello ajeno encontró levemente impregnado un aroma distinto, uno un tanto dulce y picoso que en definitiva era desconocido para ella. Si no fuera supersticiosa nunca habría llegado a la conclusión de que el aroma impregnado en el alpha era de un omega.

No mencionó nada al respecto, sin embargo su interior se removió ansioso al pensar que YoonGi estaba metiéndose con alguien. Claro, ya no era como tal un niño y estaba comenzando a crecer en todos los aspectos, pero la índole era el cómo y con quién.

YoonGi jactaba de ser una persona un tanto sentimental, si bien muchos a su alrededor decían que él no tenía corazón ni sentimientos por mantener siempre un rostro monótono, era más que equivocado. Porque en realidad era dulce en demasía con sus cercanos, nunca se negaba a lo que se le era pedido (a menos que fuera malo) y admitía ser un poco protector. No lo culpen eso último en parte era su instinto de alpha.

Y su madre era su punto débil. Por más que la fémina a veces fuera tosca y reacia, el siempre hecho de poseer un lazo sanguíneo con ella le cegaba los sentidos. Sentía el pecho apretársele dolorido ante el dolor y el ácido aroma ajeno que ciertamente aún se percibía bastante débil, justo como si el suave aroma anunciara lo moribundo que se hallaba su lobo; con las manos sobre la espalda delgada de su madre se encontró recapitulando aquellos momentos que apenas y recordaba de infante.

Desconocía el motivo por el cuál la omega estaba ahí realmente, y tal vez no quería saberlo porque siendo sinceros... quería disfrutar un poquito de su madre.

YoonGi separó el emotivo abrazo con la fémina, le miró con ojos brillosos y Yuna sonrió algo enternecida ante su hijo menor. —Por más que crezcas esa mirada abrumadora tuya nunca se irá.— Susurró la mayor.

La lengua de Yuna quería soltar algo que hería un tanto a su orgullo, una pequeña frase que se le había quedado impresa desde que reposó en cama y recapacitó sobre toda su vida. Y quizás lo que estaba a punto de decir no terminaba por justificar y perdonar todo lo dicho y hecho en el pasado, sin embargo era un avance considerando lo hostil que era, acunó el rostro pálido entre manos nuevamente decidida a volcar su discurso, mas se vio interrumpida por algunas sirvientas y cierto omega que irrumpieron en la habitación con lo que había solicitado anteriormente.

YoonGi levantó las cejas un poco asustado cuando vio a JiMin quedarse quieto en el umbral de la puerta con cosas en sus manos. Oh, y sabía, sabía que él le había pedido al omega reunirse ahí, sin embargo nunca se esperó que su madre arribara en busca de una especie extraña de consuelo.

Y el omega castaño no pasó desapercibido para los ojos de Yuna que frunció el ceño algo extrañada al verle. Obviamente aquel omega no formaba parte de sus eunucos.

—¿Él quién es?— Yuna le murmuró al alpha que rascó su oreja nervioso. —Es un sirviente, le pedí que viniera a dejarme unas cosas.

YoonGi se levantó del sillón mullido y se acercó al omega que permanecía quieto demasiado asustado. YoonGi tomó lo primero que vio en las manos ajenas, acogió un pequeño librillo de las manos del omega y le susurró demasiado bajito sólo para que el castaño le escuchara.

—Déjame el libro y vete, cuando se haya ido mi madre iré a buscarte a tu habitación.— JiMin miró con orbes grandes al alpha y asintió rápido, se inclinó ante YoonGi y huyó despavorido de la habitación.

Mientras YoonGi trataba de correr al omega Yuna le escrutaba en silencio, recordando levemente aquel día que también se había cruzado con el alpha cerca de la sala del piano, de la mano de ese mismo omega. Y sabía que era un omega por el olor suave que se logró colar levemente entre la habitación. Tenía un aroma bastante fuerte para ser un omega.

—Ese sirviente y tú son bastante cercanos ¿no?— Masculló la mayor antes de tomar el té recién servido, YoonGi tensó los hombros notablemente ante las palabras.

—¿Por qué lo dices?— El alpha dejó el libro de JiMin sobre un mueble y se acercó a su madre tratando de lucir normal. Los ojos similares a los de él le miraron de una forma extraña, quizás tratando de leerle.

—No es la primera vez que te veo andando con él. ¿MinSeo lo asignó especialmente para tu servicio?— Las cortas uñas se enterraron sobre las palmas de las manos de YoonGi en una forma desesperada de gastar ese nerviosismo albergado en su sistema. Si decía algo mal sus palabras podrían ser mal interpretadas y entonces-

Joder.

—Algo así... es bastante bueno en lo que hace y es de confianza. Empatizamos bien.

—Oh... espero que esa confianza que le tienes no se vea arruinada. Ya sabes, los plebeyos siempre se terminan aprovechando.

YoonGi bajó la mirada y asintió levemente ante la mujer. Al menos no terminó en malos entendidos...

Y quizás Yuna seguía a su instinto demasiadas veces, porque después de haber pasado un rato con su hijo y de haber dejado la habitación, mandó a una de sus sirvientas de confianza  a observar al alpha. No debía de hacer eso, pero no podía controlar ese sentido que le gritaba una advertencia sobre el azabache.

Y YoonGi tal vez tuvo demasiada suerte, porque en una buena parte de la tarde no salió de la habitación, tomándose el tiempo de preparar su regalo y retomando valentía para ver al bonito omega que robaba sus suspiros.

Entrada la noche por entre la oscuridad de los pasillos YoonGi se sumergió en su aventura cotidiana de ir a donde JiMin, juraba que debía de verse bastante estupido cargando una pequeña canastilla y un libro grueso, pero ahí estaba. Mirando a su alrededor cuidando que nadie le viera.

Fue cuestión de tiempo para notar que alguien no muy ágil le seguía, YoonGi lo notó cuando por entre el silencio se escuchó el crujir de la madera por el peso de alguien. Apresuró su peso y con el corazón bombeando rápido se escondió buscando pasar desapercibido.

Con los sentidos alerta vio pasar a una de las sirvientas buscando algo, frunció su ceño al reconocer que esa mujer formaba parte de las sirvientas de sus madre por el broche que portaba en el pecho. Sintió a su estómago revolverse ante la mísera idea de su madre espiándole para tratar de ver qué hacía.

¿Acaso la omega sospechaba de lo que mantenía con JiMin?

Joder, de tan sólo pensarlo la sangre se le helaba.

Tragó nervioso y con un cuidado extremo logró arribar a la habitación del omega castaño, tocó con sus nudillos la madera de la puerta tosca y aguardó sólo unos segundos antes de entrar al interior de la pieza. Sus orbes brillosos se posaron sobre JiMin que le miró en silencio tal vez notando lo nervioso y agitado que venía. Incluso estaba transpirando y aquel sudor hacia a su aroma un tanto más... picosa.

—¿Se encuentra bien?— YoonGi negó con la cabeza a la par de que dejaba las cosas que traía en manos sobre la encimera del tocador y con orbes grandes luciendo demasiado turbado tomó de los hombros al omega que se quedó quieto ante su toque un poco brusco y torpe.

—JiMinie, me estaban siguiendo. Yo- Dios, fue mera suerte que me diera cuenta.— JiMin boqueó asustado y tensó notablemente su anatomía. —¿Qué?

—No te preocupes, no me siguió hasta aquí, pero yo sé... yo sé que mi madre está detrás de todo esto. Probablemente comienza a sospechar de esto y yo-

Los pulgares del alpha acariciaron por sobre la tela de la ropa los hombros tensos del más joven en una forma de consuelo mutuo silencioso que no pretendía mucho, mas lograba calmar el ritual dramático que llevaban a cabo el par de lobos chillones ansiosos. Y aunque YoonGi se atoró con sus propias palabras, después de unos míseros segundos de silencio que le supieron eternos pudo volver a vociferar en un tono de voz algo titubeante. —Yo... sólo quiero que no salgas más lastimado. Te prometí que te protegería y eso voy a hacer.— Una de las manos delgadas de YoonGi recorrió camino hasta ahuecar el rostro coloreado del omega que apenas y se inmutó ante el toque suave, y quizás JiMin sabía fingir demasiado bien lo que sentía, porque su interior en esos momentos se sentía como lava ardiente que le hacía burbujear el vientre en miles de sensaciones que no terminaba de asimilar.

—Créeme que esto... tú... nosotros... me es importante. Quiero que sepas que esto es enserio, y yo nos protegeré a toda costa. Aunque eso implique renunciar a lo que somos.

No se consideraba bonito.

Mucho menos atractivo, más bien era... carismático a su punto de vista.

Porque siendo sinceros a donde sea que fuera terminaba haciendo más de un amigo, y aludía eso a su personalidad extrovertida altruista  que cautivaba a los demás con su encanto. Tal vez también era esa mala manía de poner a los demás antes que a sí mismo que siempre le provocaba terminar con más de una persona involucrado.

Con sus manos algo temblantes se aguantó el ardor que le recorrió la oreja cuando la aguja fue atravesada por la piel, se mordió el labio inferior algo fuerte ante el ardor que le siguió cuando sintió al metal del arete instalarse en la perfora recién hecha.

—Ya está.— Le murmuró su amigo después de haberle perforado el lóbulo de su oreja izquierda, JiMin sonrió poquito cuando al ver su reflejo en el espejo del baño vio a unos pequeños aretes adornar sus orejas. Taemin le acomodó el cabello de la frente y achicó sus ojos enternecido al omega.

—Te ves muy lindo.— JiMin negó con la cabeza  no estando acostumbrado a recibir halagos.

—Los aretes son lindos, yo no.

Taemin formó un puchero con sus labios y plantó un leve empujón en el hombro del omega que permanecía sentado en un banco frente al tocador. —No digas eso, eres realmente hermoso.

El menor frunció los hombros levemente y tocó la pieza de plata colgante que adornaba su oreja. —Enserio tienes suerte con los alphas, ese joyero no te regaló un juego de alajas sólo por que sí. Estoy seguro que le llamaste la atención.

—Uhm... después de darme los aretes me invitó a salir; le dije que tenía alpha y huyó despavorido. Sé que sólo me buscan porque creen que soy fácil de llevar a la cama.— Taemin levantó las cejas y frunció el ceño algo molesto.

—¿Tuviste sexo con él sólo por unos aretes?— JiMin golpeó el brazo del rubio y negó rápidamente tratando de pobremente recobrar estabilidad. —Diosa Luna, ¿Qué dices? Sabes que yo no haría eso.

—Entonces... ¿sólo te invitó a salir? ¿Seguro de que no te hizo algo más?— El rubio le miró con orbes grandes y JiMin sonrió levemente. —Tranquilo, no me hizo nada.

—Deberías de tener más cuidado con ese tipo de alphas JiMinie.— El omega suspiró y asintió poquito. —Lo tendré.

Y como si diera por terminada la corta conversación, JiMin se puso de pie y acogió de la mano al rubio que le miró expectante. —Debemos de ir con el tutor, vamos. No perdamos más tiempo hyung.

JiMin trataba de evitar a toda costa hablar de ese tipo de temas, más allá de incomodarle un poco le hacían sentir bastante mal con respecto a lo que era, más en específico su personalidad, él consideraba que tal vez era demasiado dócil y extrovertido para su propio bien.

Toda la tarde se empeñó en tratar de pobremente prestar atención a su clase de literatura, pero por más que intentaba concentrarse terminaba pensando cosas que no eran consideradas correctas para la ocasión y el lugar. Y es que comenzaba a creer que eran sus hormonas alocadas las que le provocaban aquello, porque Dios no encontraba más cabeza que para pensar en YoonGi.

Joder, se sentía más que nervioso cada que arribaba el ocaso, las manos le sudaban y su lobo se removía emocionado, porque JiMin por entre la penumbra había acogido el mal hábito de pecar un poquito a escondidas. Y aunque sabía que estaba mal, no podía no volverse adicto a ese sentimiento que le nublaba la cabeza, una clase de extasis que tenía nombre y apellido.

No sabía si llamarle menester o instinto, pero juraba que todo de él se volvía sediento y necesitado de ese alpha delgado cuando no le veía, y tal vez era un tanto exagerado el hecho de tener que verle a diario, pero Dios, JiMin podría afirmar que esa necesidad desenfrenada de estar con él se volvía cada vez más fuerte con el pasar de los días.

No queriendo admitir lo que sentía, se cambió y se puso bonito para poder tener la atención que quería, se calzó la piyama que él le había regalado, abotonó la camisa de seda en su delgado torso y con una sonrisa algo coqueta dejó sin abotonar los últimos ojales con el afán de dejar un poco descubierto su cuello, tintó sus labios gruesos de un bonito carmín que resaltaba gratamente en su rostro. Acomodó y peinó su cabello castaño frente al espejo y sonrió inevitablemente ante ese conocido calor que le recorrió el cuello, expectante de una presencia en particular.

Y es que se había familiarizado tanto con ese particular cosquilleo en su cuello.

Miró el cielo por la ventana y consideró que ya era lo suficientemente tarde para poder ir a donde el alpha le esperaba. Estaba un poquito emocionado, porque sabía que quizás podría fugarse más tiempo con YoonGi. Habían planeado esto por varios días.

Con el corazón y los pies acelerados caminó rápido por los pasillos hasta la habitación del alpha, pero detuvo su andar al arribar al pasillo correspondiente y toparse con varias personas fuera de la puerta, eran sirvientes, claro estaba, sin embargo... esos rostros no eran reconocibles para él. Quedó mudo al ver que portaban ese broche de bronce que anunciaba su pertenencia al cóctel exclusivo de sirvientes reales.

Oh.

La garganta se le cerró un poquito y sus pies vacilaron nerviosos ante la idea de que alguien estaba ahí adentro con YoonGi. Y su intento por pasar desapercibido se fue por completo a la mierda cuando vio arribar a más sirvientes con bandejas de bocadillos en manos.

Apretó el libro bajo su tacto cuando la pesada puerta de madera se abrió y dejó ver a su alpha y a aquella mujer que se le había sido introducida como la madre de YoonGi. Los ojos grisáceos de aspecto algo cansado se posaron sobre su anatomía, JiMin se quedó tieso en su lugar a espera de algo que le diera la oportunidad de huir, mas no pudo realizar movimiento alguno antes de ver a YoonGi acercase a él con una expresión algo extraña en su rostro. Con los labios delgados fruncidos le susurró que se fuera, casi rogándole en silencio que huyera de ahí.

Y eso hizo.

Regresó al frío de su propia habitación que no había terminado de calentarse apropiadamente durante el día, frotó sus manos pequeñas ansiosas y con orbes grandes escrutó a la Luna llena que se comenzaba a fugar por entre los últimos atisbos de ocaso.

Se sentía renovado cada que veía a la Luna.

Era algo vago... pero a sus ojos lucía como la más pura muestra de admiración. El simple acto de mirar al astro parecía ser una adicción desde crío, porque juraba que desde que tenía memoria recordaba ver a la Luna constantemente en busca de algo, algo que hasta el día de hoy no lograba comprender... o más bien descifrar.

La piel se le erizó levemente al salir al balcón de la habitación por el frío, a ese pequeño espacio que resultaba ser el escenario de varios episodios extraños. Y aunque no debió de haber salido al exterior con nada más que su piyama cubriendo su anatomía, no pudo controlar lo que catalogó como instinto, esa pequeña voz que le vociferaba por algo de cercanía y algo más que no entendía del todo.

Se quedó ahí contemplando a la Luna por varios minutos a pesar del frío, luciendo demasiado embelesado por el brillo peculiar que esa noche de invierno irradiaba. JiMin relamió sus belfos cuando tuvo un impulso mundano que fue impulsado por el leve sonido de una campanilla que le despertó los instintos, mas aquella necesidad se vio interrumpida cuando sintió a su cuello vibrar en fuego para después oír a la puerta de su habitación ser tocada rápidamente.

Cualquier atisbo de instinto se fue a la borda al abrir la puerta y ver a YoonGi detrás de ella luciendo algo exaltado. Con los ojos abiertos de más recibió al alpha que terminó de voltearle el mundo de cabeza con lo que dijo. Y cómo no sentirse afectado ante las palabras que hicieron lagunas de miedos en su mente, porque más allá de lo indebido, le carcomía un poquito el que disfrutara de YoonGi.

Con su instinto sintiéndose más despierto que de costumbre se aferró al alpha azabache que le prometió más que el mundo y las estrellas en una corta oración, quizás su lobo chillón fue lo que le inspiró principalmente a abrazar a YoonGi como si fuera el final del mundo, quizás era esa adictiva sensación que le recorría el cuerpo cada vez que tenía contacto con el alpha o quizás era él tratando de distraer su mente de ese suave tintineo de campanas que alcanzaba a oír.

JiMin no sabía si era demasiado transparente con lo que sentía o era YoonGi el que le sabía leer impresionantemente a pesar de no conocerse de años, pero sin duda se quedó un poquito asombrado cuando el mayor le habló bajito, como si supiera lo que le sucedía y tratara de reconfortarle. —Te siento tenso, tranquilo dulzura, estoy aquí contigo.— JiMin ocultó su rostro en el cuello del alpha cuando un escalofrío le recorrió la espina, y YoonGi pareció notar el cambio en su cuerpo porque al instante siguiente se encontró acariciando la espalda y las hebras castañas en forma de mimo.

—¿Estas bien JiMinnie?— le susurró el alpha, JiMin no queriendo responder realmente salió de su escondite y le miró con los iris tintados de un suave azul. —¿Escuchó eso?

YoonGi frunció el ceño confundido y la mano que aún reposaba sobre la espalda delgada terminó acogiendo el rostro del menor. —¿El qué?— JiMin miró hacia la puerta y tensó sus hombros un tanto cuando volvió a escuchar las campanillas.

—Eso... —YoonGi siguió con la vista a donde veía el omega, mas no encontró nada o algo que produjera ruido alguno. —Ahí está otra vez... es un sonido algo agudo... como- como si fueran campanas pequeñas.

Las delgadas cejas de YoonGi se levantaron algo curiosas, no supo qué decirle al omega, porque siendo sinceros no oía ni percibía absolutamente nada. Relamió sus labios delgados y cuando estuvo a punto de decir algo, instantáneamente recordó aquel día.

"Llévale a la biblioteca la noche de Luna llena."

Abrió los ojos tratando de darle sentido a lo que pensaba, mientas JiMin volvía a mirarle algo turbado. —Está sonando muy fuerte.

YoonGi habría tachado de loco al omega de no haber sido porque después de unos segundos también escuchó aquel suave tintineo que no cesaba. Y quizás alcanzó a escucharle porque acogió la mano algo fría de JiMin, brincando un poquito ante el pitido y ante una extraña sensación de picor que le quemó la extensión de piel que alcanzó a tener contacto con los falanges pequeños, más en específico con ese dedo que estaba forrado por el anillo que siempre portaba el omega. Quedó absorto en la argolla que parecía encenderse y parpadear al mismo tiempo que el tintineo se dejaba escuchar.

Su lobo inexperto se removía incómodo buscando apaciguar aquella notable inquietud en su omega que al instante siguiente se soltó de su agarre con el instinto a flor de piel, dirigiéndose a la puerta de la habitación volvió a susurrar algo perdido. —Viene de afuera.

YoonGi tenía miedo. No era la primera vez que sucedía algo parecido con JiMin, y juraba que si él no fuera creyente de la existencia de lo paranormal, ya hubiera desfallecido desde hacía bastante tiempo. Sin embargo, una parte de él, se negaba a aceptar rotundamente lo que venía sospechando desde varias semanas atrás, era como un sexto sentido que dudaba y se cuestionaba sobre el actuar del omega.

Mas ese miedo y confusión eran más pequeños que su corazón galopante enamorado, esa necesidad desenfrenada por proteger al menor era más fuerte que ese protocolo absurdo que todos debían de seguir ante la presencia de una bruja o un brujo. Y esto iba más allá del simple hecho de estar enamorado y de lo que YoonGi consideraba un brujo, porque sabía que si alguien llegara a ver a JiMin realizando ese tipo de menesteres sería quemado y expulsado del reino por herejía. Tal vez si no estuviera tan enamorado de aquel bonito omega él mismo se hubiera encargado de quemarle en la hoguera, pero siendo sinceros lo creía imposible; tenía un corazón demasiado blando como para realizar eso, además... su lobo se despabilaba ansioso al ver a JiMin sufrir.

JiMin relamió sus labios y con los ojos abiertos de más siguió al sonido que no le dejaba la conciencia en paz, el corazón le brincó dentro de su caja torácica cuando pudo cruzar el umbral de la puerta de su habitación, con la compañía de YoonGi detrás suspiró poquito y caminó con los pies descalzos sobre esa suave alfombra que recubría los pisos. Sus sentidos se sentían más vivos que nunca, quizá un poco más que cuando su lobo estaba en calor, su cuerpo delgado se sentía como un faro de luz en medio de la penumbra...

YoonGi no pudo musitar absolutamente nada, prefirió gastar su tiempo en ver al omega desenvolverse por los pasillos del castillo siguiendo al tintineo que dejó de escuchar en el instante mismo que soltó la mano ajena. De vez en cuando miraba a los alrededores en busca de alguien que les pudiera ver por entre la penumbra, y aunque sabía que casi nadie deambulaba por entre los pasillos a tales horas de la madrugada, no podía evitar sentirse algo alarmado después de lo que acababa de ocurrir unas horas atrás.

El alpha demasiado distraído casi amaga chocar contra la espalda de JiMin, cuando el mismo se paró en seco y volteó su rostro demasiado rápido a la izquierda, en dirección a uno de los pasillos. —Viene de ahí.— Bisbiseo bajito el omega antes de caminar demasiado rápido con sus pies ligeros. YoonGi le siguió de cerca, con ese recuerdo en particular tomando sentido. Era más que obvio que JiMin estaba terminando por dirigirles a la biblioteca.

YoonGi acogió de la mano nuevamente al omega para tratar de frenar pobremente su andar, iba demasiado rápido y estaba seguro que no estaban siendo discretos en su andar. Pero por más que intento tratar de frenar al omega no pudo, arribaron a la biblioteca en un tiempo récord; YoonGi volvió a acoger la mano ajena cuando JiMin intentó abrir la puerta cerrada. La madera rechinó ante el movimiento brusco y tosco que hizo el omega, tratando de forzar su apertura.

YoonGi detuvo a JiMin de seguir forzando la puerta que siguió crujiendo un poco después del toque y con el corazón brincando en su esternón giró su rostro en busca de alguien que les hubiera podido ver o escuchar, y aunque la luz de los candelabros apenas y alumbraban el pasillo, YoonGi pudo suspirar en paz al notar que no había nadie.

—Las puertas exteriores, las de los comedores y bibliotecas son cerradas en la noche por seguridad.— Le susurró YoonGi bastante bajito al omega que seguía con la mirada clavada en la manija delgada de la puerta, parpadeó lento y subió su mirada inyectada en azul al alpha que subió sus cejas. —Las llaves... ¿dónde podemos conseguirlas?— YoonGi boqueó y miró por detrás de JiMin tratando de pensar algo. Acarició el dorso de la mano pequeña del omega y asintió poquito para sí mismo.

—Uno de los jefes principales de los sirvientes y los guardias tienen las llaves. La servidumbre debe de estar durmiendo ahora, es más fácil acudir con el jefe de los guardias. Podría decirle una mentira y así podremos entrar.— JiMin sólo pudo mirarle con orbes grandes.

—Iré solo, tú quédate aquí y ocúltate. No es seguro que vengas conmigo.— YoonGi depositó un suave beso en la mejilla del omega que casi ni se inmutó ante el toque.

JiMin vio partir al alpha que corrió por entre la penumbra del pasillo desolado. Mordió su labio fuerte al sentir un nuevo escalofrío recorrerle los sentidos y suspiró fuerte cuando sintió a su lobo terminar de apoderarse de su conciencia. Oh dioses, las manos le volvieron a picar y los ojos se le volvieron radioactivos en un azul tóxico que le cegó.

Simplemente no pudo detenerse y quedarse ahí a esperar; miró a su alrededor y sus pies se movieron rápido por entre la alfombra. Y es que realmente no sabía a dónde se dirigía, mas no podía frenarse y parar ese instinto que le gritaba acudir a ese otro lugar. Bendito el día en que se aprendió el camino de tanto pasar sus tardes prohibidas ahí, porque no se le fue nada complicado arribar a esa sala abandonada que era cómplice de sus aventuras.

Curvó la comisura de sus labios al abrir la puerta de madera pintada y agradeció que la habitación careciera de cortinas decentes, porque gracias a la luz que se alcanzaba a entrometer pudo cuidar su andar por entre el piso desgastado y el nuevo comienzo de una alfombra vieja.

Las sábanas que cubrían diversos muebles fueron removidas y tiradas al suelo, dejando al descubierto lo que alguna vez fue parte de una habitación funcional. JiMin hurgó por entre los muebles en busca de lo que buscaba, cuando no le halló por la superficie se hincó en la alfombra y buscó por debajo de los muebles. Chasqueó la lengua algo molesto al no encontrar nada, mas no se rindió.

Era la probablemente la última vez en mucho tiempo en que su omega podía salir a luz lunar, y esta vez no iba a perder el tiempo. Necesitaba encontrar lo que le correspondía.

No supo de dónde, pero consiguió una fuerza para poder mover aquella cajonera de aspecto tosco que estaba cerca de la cama, tosió levemente por el polvo y volvió a fruncir su ceño cuando no le halló detrás del mueble, volteó su mirada e inspeccionó la habitación. Con los brazos tensos empujó apenas la cama cubierta a un lado, alzó las cejas al oír que algo cayó, buscó por el suelo y cuando no vio nada volvió a hincarse en la alfombra a buscar debajo de la cama. Tanteó por entre la oscuridad y se quedó quieto cuando palpó una pequeña cajita.

La acogió entre su mano y le jalo. Sacudió la capa de polvo que no había terminado de caerse y le observó con ojos atentos, viendo que a pesar de lo vieja de la madera un tanto húmeda aún mantenía el color blanco coral de la pintura y un atisbo de un sello de color azul que le adornaban. Vio el broche que mantenía cerrada la caja y con sus dedos hábiles le abrió rápidamente.

El interior de la caja se dejó ver y JiMin agrandó sus orbes consternado, la tapa de madera poseía una marca con tinta carmín, un pequeño hanja adornaba la pureza de la madera. Sus dedos se pasaron por la marca y después de unos segundos acogió el objeto delgado que la caja resguardaba. Apoyó su peso sobre sus pantorrillas y dejó la caja vacía en el suelo y con sumo cuidado apreció el dije brillante que colgaba de la cadena de oro blanco.

Un collar algo antiguo colgó de las manos delgadas del omega que no paró de escrutar en silencio a la hermosa piedra en forma de Luna que brillaba por entre la oscuridad. Acarició la piedra blanquizca y cerró sus ojos embelesado ante la energía que le recorrió el organismo, aquella ráfaga provocando cambios físicos bastante notables. —Al fin...—Apretó el collar contra su pecho y sonrió poquito aún con su omega gobernando en su mente. Suspiró al ponerse de pie nuevamente, sintiendo las piernas levemente dormidas por la incómoda posición se estiró buscando mermar esa sensación de hormigueo.

Su cabello oscuro comenzó a adquirir suaves pinceladas rubias y sus iris ultra mar se iluminaron expectantes cuando se acercó al ventanal, el dije en la palma de su mano brilló, justo como la pierda en la sortija que portaba fue como un faro de luz entre la oscuridad; ambas piedras alumbraron la penumbra como estelas impasibles.

La energía contenida salió.

JiMin cerró un momento los ojos ante la conexión que sintió con su lobo, podría jurar que el omega en él experimentó una clase de metamorfosis; abrió sus orbes azules lentamente y con sumo cuidado abrió el broche de la cadena gruesa, para después calzársela con un cúmulo de sensaciones en su estómago. Cuando al fin tuvo el collar rodeándole el cuello volvió a acariciar lentamente la piedra encendida en luz, levantó un tanto el dije y con sus labios besó superficialmente la piedra.

—¿JiMin?...— La puerta de la habitación se abrió y el omega giró levemente su rostro al alpha que se dejó ver. YoonGi suspiró sonoramente y dejo caer sus hombros tensos.

Vaya, no había sentido su presencia...

—Dios, me tenías bastante asustado. Regresé a la biblioteca y no te vi; pensé que algo malo pudo haberte sucedido y yo-

YoonGi bajó la mirada con los pómulos superiores sonrosados y mordió su labio fuerte cuando notó que JiMin seguía sumido en esa extraña clase de trance y lucía bastante distinto a como le había dejado. Cerró la puerta detrás de sí cuando vio al omega ladear su rostro viéndole fijo, no pudiendo controlar esa inquietud se acercó a JiMin y le abrazó fuerte contra sí aunque el omega se quedó quieto en su lugar un tanto... turbado.

—No vuelvas a hacer eso... joder, yo realmente pensé lo peor.— Murmuró YoonGi cerca del lóbulo de la oreja del menor y se separó tantito para poder apreciar el rostro inexpresivo.

—¿Sucede algo?— El alpha subió sus cejas algo asombrado cuando el omega acuñó su rostro entre manos y habló bajito.

Tú... tú enserio amas a JiMin ¿verdad?

Ay, bueno él-

Puedo ver un lazo que te une a él aunque no exista marca alguna. Algo bastante inusual para dos lobos destinados.— YoonGi parpadeó confundido ante la voz suave que no pretendía causar estragos.

Y cuando quiso hablar se vio interrumpido nuevamente por lo que aparentaba ser JiMin. —Sé suave con él; ha pasado por demasiado y no quisiera que se quedara sin su mate.

—¡Espera! ¿Tú... tú quién eres?— El omega amagó surcar sus labios y negó con la cabeza antes de besar levemente a piel suave de la mejilla ajena. —Soy viento, instinto, lo prohibido y aquello que ilumina la vida. Soy parte de JiMin. No puedo decirte más, no me corresponde a mí volverme consciente, eso es trabajo de JiMin. Pero algo que sí puedo decirte es que necesitas protegernos a toda costa cuando la verdad sea expuesta, de lo contrario esto podría extinguirse.

YoonGi se quedó tieso en su lugar. —Ahora... ayúdame a buscar lo que es mío.— Y realmente el alpha no pudo objetar nada porque en serio sentía esa necedad de obedecer y complacer en todos los sentidos al omega que levantó la caja en donde anteriormente residía el collar del suelo. YoonGi suspiró algo fuerte y caminó detrás del omega con miles de preguntas en mente; ambos salieron en un silencio bastante extraño de la habitación abandonada y cruzarlo el mismo camino por donde llegaron.

JiMin miró con sus orbes azules al impaciente alpha que buscaba la llave de la puerta por entre el llavero repleto, mordió su labio impaciente a la oír el click de la chapa que se abrió, YoonGi empujó la puerta pesada y dejó pasar primero al omega que volvió a acoger entre dedos la piedra sobre el dije inconscientemente. El azabache relamió sus belfos en un signo de nerviosismo al ver a JiMin quedarse quieto en el recibidor.

La lengua del mayor picaba por preguntar el qué quería buscar, mas se quedó mudo al ver cómo la piedra pequeña incrustada en el anillo volvía a brillar, formando un camino de luz suave que apenas y era visible por entre los estantes de libros.

JiMin siguió el camino de luz mientras YoonGi se quedaba indeciso en si seguir al omega o no, y es que tenia demasiado miedo de ver algo que pudiera destruirle. Sin embargo después de un debate mental que duró apenas unos segundos, emprendió camino detrás del castaño ensimismado en seguir la luz.

Caminaron por la biblioteca, sumergiéndose de lleno entre el espacio amplio llegaron casi al final del recinto, en donde se hallaban los tomos más viejos. JiMin se detuvo abruptamente cuando el anillo apuntó a cierto libro en uno de los estantes, sonrió levemente y suspiró fuerte. —Ahí está...— JiMin acogió el libro grueso entre manos y le abrió rápidamente luciendo levemente desesperado. YoonGi se acercó al castaño cuando le llamó suavemente. —YoonGi-ssi, cuida de este libro. Les dará la respuesta cuando sea el momento indicado.— El omega le tendió el tomo y YoonGi lo recibió con algo de duda, levantó la mirada al castaño que le sonrió nuevamente.

Gracias por cuidar de nosotros. Mi madre está muy orgullosa de ti. Tengo que irme ahora, o de lo contrario nos encontrarán; espero volveremos a ver pronto mi alpha.

—E-Espera..—YoonGi se tensó y lanzó el libro al suelo cuando el omega cerró sus ojos y se dejó caer, justo como si hubiera desmayado. Alcanzó a evitar que un golpe se instalara en la anatomía ajena y jadeó con el cuerpo tenso cuando se hincó sobre el piso de madera con el omega inconsciente en brazos.

Parecía que la escena se volvía a repetir.

Sólo que esta vez YoonGi no pareció desesperado por trata de reanimar al omega, sólo pudo limitarse a acariciar el cabello delgado con puntas rubias y susurrar bajito para él mismo. —¿Qué clase de omega eres?

Sólo paso a decirles que me voy a cambiar el user pq ya no me gusta y ajá. Así que no se asusten y no se confundan cuando haga el cambio jeje

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