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22


ωμέγα φεγγάρι

Todo el día se había empeñado en mantenerse a raya, tratando de que su instinto no saliera tan a la luz, la piel le ardía y se sentía más que sensible, y es que después de aquel sueño su cordura parecía haber sido remplazada por su instinto. Mientras fregaba una olla en la cocina acompañado de varios sirvientes, ocultaba a su lobo y escuchaba atento lo que decían y hablaban.

—Escuché que el anterior rey Min vendrá pronto. Mi amiga me dijo que oyó a la omega real pelear por eso con el rey.— Dentro del  castillo siempre se iban vociferando chismes de todo tipo, inclusive JiMin había sido parte de uno que aún seguía en auge, y aunque él había explicado y tal vez mentido un poco a su conveniencia, le seguían señalando o criticando a sus espaldas. 

—Si llega a venir el castillo será un infierno.

JiMin frunció las cejas ante el comentario, y queriendo enterarse de todo preguntó bajito a la chica que limpiaba la encimera. —¿Por qué un infierno?

La mujer arremangó su camisa y chasqueó la lengua. —La mejor persona para contar eso es sin duda NamHyuk Oppa.—La azabache señaló con la cabeza a un hombre algo mayor que horneaba arduamente pan en un horno de piedra.

—¡Oppa! Cuéntanos cómo era el castillo con el anterior rey.— Un muchacho alto le calló mientras vaciaba una mezcla lechosa en una olla. —Cállate idiota, si alguien de alto rango nos llega a oír será nuestro fin. Habla más bajo.

Todos rieron al ver como la beta le pegó al más alto con un trapucho húmedo. —Ten más respeto por tus mayores mocoso. Deja hablar a NamHyuk Oppa.

La risa del hombre mayor resonó por la cocina, acarició su barba canosa y con una mano se limpió el sudor de su frente por el horrible calor del horno. —El rey Sun no se tentaba el corazón, probablemente si siguiera en este castillo y supiera que estamos hablado de él vendría sin dudar a reprendernos. Era un hombre de guerra muy serio. — El hombre mayor interrumpió su relato cuando necesitó sacar del horno un bizcocho para comprobar su cocción.

—Desde joven fue comprometido a la fuerza con la omega Yuna, sólo con el afán de establecer buenas relaciones con un reino; puedo decir que él nunca le quiso realmente. Fui espectador de las horribles golpizas y humillaciones que le hizo pasar.

La cocina se sumió en un silencio incómodo ante el relato del hombre que trabajaba arduamente, la voz del alpha era lo suficientemente baja como para pasar desapercibida por gente que no estuviera lo relativamente cerca. —¿Alguna vez viste cómo trataba a sus hijos? He escuchado que era horrible con la crianza.

NamHyuk asintió de acuerdo antes de vociferar. —Lo era, recuerdo que siempre tallaba con fuerza la piel de nuestro señor JimHoo por ser levemente más moreno que él. Al príncipe siempre le gritaba por todo, y que decir de las golpizas que llegaba a darle al rey por cubrir y defender a su madre.— El estómago de JiMin se revolvió de tan solo imaginar tales imágenes. Dios, sonaba tan horrible.

—Realmente me sorprende que ninguno de sus hijos sea tan agresivo como él.— Una de las cocineras habló, interrumpiendo el relato para aportar su vivencia.

—En mis años jóvenes tenía que servir y atender de cerca a la reina, siempre tenía que brindarle todo lo que necesitaba. Era devastador cuando me pedía con manos temblorosas que le maquillara para encubrir los golpes.— NamHyuk afirmó y con una sonrisa algo extraña se tocó la barba.

—Alguna vez escuche que la reina volvió a embarazarse después del príncipe, pero lamentablemente el embarazo terminó en aborto. Les mentiría si supiera el porqué el cachorro no nació, lo más razonable que puedo pensar son las golpizas que le dio. Supongo que un golpe terminó por matar al cachorro.— El hombre mayor vació el horno y después analizó la reacción de todos los que se hallaban ahí, preparando lo que sería la cena de todos. 

La misma cocinera que había hablado antes chasqueó la lengua y negó con la cabeza. —Lo único que dijo la reina de ese embarazo fue que había abortado porque era demasiado mayor como para concebir hijos.— La mujer formó una mueca en sus hinchados labios y rió de una forma extraña. —No tiene sentido eso, aún era joven, no pasaba de los 35.

JiMin siguió escuchando en silencio todas esas historias que habían vivido los mayores dentro del castillo. Siempre terminando en hacer énfasis que el hombre era en demasía mundano, arrogante y violento; JiMin no supo qué hacer ni cómo actuar cuando después de bastante tiempo tuvo que despedirse y salir de la cocina, encontrándose en el camino con la omega real que se veía un tanto exaltada mientras miraba a sus alrededores, buscando a algo o alguien.

JiMin vio a un cúmulo de sirvientes acoplarse al alrededor de la hermosa mujer mientras murmuraban en voz baja. La omega refunfuñó y viró los ojos luciendo algo hostigada, JiMin sintió un vuelco en la boca del estómago cuando por unos segundos sus miradas conectaron. Dios, la mujer lucia tan intimidante  dentro de ese ceñido vestido azulado, con una tiara adornando su peinado y ese rostro serio suyo que derrochaba poder.

JiMin no pudo evitar bajar la mirada avergonzado y algo intimidado, la omega le miró un momento más y después de verle algo tosco siguió su andar por el pasillo con sus sirvientes detrás pisándole los talones. JiMin exhaló fuerte y con ojos grandes vio a varios sirvientes y guardias moverse apurados.

—JiMin-ah, necesito un favor. ¿Podrías llevar esto al comedor principal?— El omega asintió mientras recibía en brazos una bandeja de plata llena de aperitivos. —Gracias. Trata de apresurarte, el antiguo monarca y su cónyuge acaban de llegar, la comida ya debe de estar servida para cuando entren.

Las piernas de JiMin vacilaron nerviosas ante la noticia, joder, definitivamente había sido una mala idea hablar sobre lo que había hecho ese hombre estando al mando del pueblo, porque los relatos hicieron que una semilla de miedo se implantara en su ser.

Con manos nerviosas y la cabeza maquilando ideas descabelladas dejó y acomodó la bandeja de plata sobre la larga mesa llena de alimentos y ostentosos adornos. Una mesa en la que nunca podría estar.

Bajó la cabeza y salió del recinto miedoso, tenía pánico y él ni siquiera le recibiría o le atendería, pero la simple idea de que aquel antiguo monarca no tuviera algún tipo de piedad contra sus compañeros le hacía achicarse.

Y casi se siente desvanecer cuando oyó a lo lejos las trompetas del castillo anunciando una llegada, vió a varios presentes moverse como locos y desaparecer tras las puertas. No dudando en seguirles el paso demasiado ansioso como para prestar atención en su andar.

Los instantes siguientes fueron bastante tensos, entre la intangible incomodidad, el espeso silencio y la nieve que seguía cayendo necia afuera, hacían sentir al ambiente del castillo pesado. JiMin no se había atrevido a cruzar por los lugares en donde podía suponer que la realeza haría acto presencia.

Y realmente maldijo en el momento en el que una de sus amigas le pidió acompañarle a adornar el salón principal, porque mientras rellenaban los ostentosos floreros de porcelana escuchó a lo lejos un golpe seguido de algo romperse contra el suelo. Quiso voltear a ver qué sucedía, pero la voz susurrante de una señora mayor que recortaba los tallos de las flores al su lado le hizo detener ese movimiento. —No volteen, sigan con lo suyo.— JiMin tragó grueso cuando sintió a su cuello cosquillear, casi anunciando la cercanía de una presencia en particular. Cerró sus orbes cuando escuchó pasos pesados romper ese denso silencio.

—Ustedes tres, levántese. Vayan a limpiar a esa habitación.— La voz gruesa del alpha hizo tensarse cada una de sus fibras, no supo de dónde fue que obtuvo esa rapidez para reverenciar profundamente y casi correr para atender la orden del hombre. JiMin apenas y pudo ver al antiguo monarca antes de volver a bajar la mirada nervioso.

Con la mirada gacha entraron a limpiar la habitación paralela al salón principal, sorprendiéndose un poco al ver a toda la familia real ahí reunida. JiMin volvió a reverenciar profundamente y evitando unos ojos en particular se hizo pequeño al lado de la mujer mayor que habló bajito.

—Sana, ve por una escoba, un trapo y un balde. JiMin-ah ayúdame por favor.— El cuerpo delgado del omega tembló cuando tuvo que hincarse a recoger una vajilla rota, el té regado en el suelo manchando parte de la alfombra. Con manos temblorosas y con sumo cuidado comenzó a levantar los pedazos de vajilla.

Relamió sus labios cuando oyó una voz desconocida hablar. —No debiste de haber dicho eso JinHoo, pídele perdón a tu padre y deja de ser tan malditamente insolente.— JiMin suspiró lentamente cuando Sana arribó con lo necesario para limpiar correctamente. Tratando de controlar esas horribles ganas de voltear comenzó a limpiar el piso.

—Siempre parece que estás de su puto lado. Ya les dije que me dejen en paz, parece que desde que llegaron no paran de repetir lo mismo como idiotas.— Y JiMin brincó en su lugar cuando una cachetada resonó en la habitación.

—Ten más respeto.

—Gánatelo entonces.— La puerta se azotó después de que JinHoo saliera. El castaño subió unos instantes la mirada, viendo como la omega real reverenciaba profundamente en forma de disculpa. Y después viendo al menor de los Min salir de la habitación antes de hablar al aire. —Iré a buscarle.

El omega castaño tragó nervioso y Sana le sonrió en forma de compasión mientras limpiaban arduamente. —Perdón por haberte metido en esto.— La beta habló bajito y JiMin negó mientras terminaba de secar el piso.

Las dos sirvientas y JiMin quedaron solos en aquella inmensa habitación que servía de sala de estar. Con las manos mojadas y algo de nerviosismo JiMin se ofreció para llevar de regreso lo que habían ocupado, y de paso tirar apropiadamente los pedazos de porcelana.

Salió con sus extremidades ocupadas y con la mente demasiado sumida en pensamientos como para notar que alguien le miraba, le analizaba su extensión con una sonrisa lasciva. Llegó hasta donde guardaban los instrumentos de limpieza y casi amaga tirar lo que llevaba cuando sintió una presencia desconocida a sus espaldas.

Le tomaron de la cintura y la voz se le fue al sentir una respiración demasiado pesada en su oído. —Eres muy lindo como para ser un simple sirviente.

Apretó su mandíbula ante la impotencia, no podía hacer nada porque ese hombre detrás de él tenía poder, joder que lo tenía. —Si vienes conmigo te daré lo que quieras... sólo te pido que no le digas a nadie, será nuestro pequeño secreto.

JiMin se quedó congelado en su lugar, tratando de contener aquel maldito deseo de golpearle las bolas al alpha que se atrevía descaradamente a apegarse y frotarse contra él. Aparentando la piel de su cadera para mantenerle quieto.

Mordió su belfo cuando sintió a su cuello nuevamente cosquillear levemente. —Padre...
¿Qué está haciendo? Es el único que falta en la mesa. Todos le están esperando.— El castaño sintió al hombre despegarse de él y sonreír cínicamente a su hijo menor.

—Le estaba dando indicaciones a este sirviente. No te preocupes, vamos juntos al comedor. Tenemos tanto de que hablar.— JiMin sintió la bilis en la garganta al ver como el hombre robusto le dio la espalda para tomar del hombro al otro alpha azabache que le miró unos instantes algo preocupado por el rabillo de sus ojos. Los orbes de YoonGi se tiñeron unos segundos en fuego, no alcanzando el color rubí que les caracterizaba ante la rapidez con la que suprimió a su lobo.

Jodidos alphas.

Con algo de coraje en su sistema dejó las cosas que habían utilizado para limpiar y caminó hacia el comedor en donde tomaban sus alimentos toda la servidumbre. Se sirvió la cena y apresuró su paso para sentarse al lado de Taemin que le saludó alegremente.

El rubio dejó caer su sonrisa cuando vio al otro omega con el ceño fruncido, refunfuñando en silencio y con su aroma algo agrio. —¿Sucedió algo?— JiMin levantó sus cejas y mordió su labio nervioso, cuchareó la sopa de algas y negó con la cabeza. Guardándose el asunto para él, porque aunque no lo admitiera ese hombre mayor le daba miedo.

—La llegada del antiguo rey me pone ansioso.

Taemin suspiró cuando notó que el omega no iba a hablar de lo que sentía realmente. Le siguió la corriente en voz baja y después de la presencia mágica de Taemin que reponía a JiMin, el castaño salió del castillo a despejar un poco su mente.

A pesar del gélido frío que le hacía sisear se hincó sobre la nieve y dejó una rosa sobre la lápida en donde su difunta amiga descansaba. Cerró sus ojos y por medio de lo que considero telepatía habló al aire, simulando que ella le escuchaba atenta con esos ojos bonitos suyos.

"—Noona, perdón por no haber venido antes, a veces pierdo la noción del tiempo...—" Sacudió y apartó las hojas secas y la nieve del concreto con el nombre de Suran grabado.  Sus manos pequeñas se frotaron por encima de su pantalón para subir un poco la temperatura en sus muslos y frunció el ceño con algo de resentimiento. "—El monarca anterior vino de visita al castillo y todos están nerviosos, incluyéndome. Esta tarde me tocó limpiar el desastre que hizo, pareciera que los relatos que escuché en la cocina sobre él son ciertos. El viejo rabo verde se aprovechó para tocarme mientras llevaba las cosas de limpieza a su lugar. No pude hacer absolutamente nada... tenía miedo y sabía que si actuaba en falso podría costarme la vida...—" Suspiró y acomodó pobremente su bufanda grisácea.

"—Odio cuando la gente me ve así... como si fuera sencillo obtener algo de mi. Como si mi existencia estuviera plenamente para complacer a otros, también repudio cuando me señalan y se atreven a gritarme cosas horribles... a veces me gustaría poder volver en el tiempo para rehacer una vida buena y basta, pero... es imposible ¿no? No puedes cambiar lo que eres y tú pasado, sólo queda seguir adelante...—" Apretó sus dientes y bufó cuando la nevada comenzaba a tornarse tupida.

"—A veces cuando veo a las personas del castillo siento un poco de envidia... tienen un techo y comida buena que comer. Aunque los platillos no sean tan aparatoso y exóticos como los que le sirven a la realeza son buenos. Siempre había soñando de pequeño con lo que se sentía tener baños en una tina... y ahora que puedo bañarme así, tengo miedo de acostumbrarme a lujos. Porque sé que este estilo de vida no me corresponde.—"

Pasó varios momentos hincando frente a la lápida, importándole poco el que la nieve le mojara y se volviera cada vez más espesa a su alrededor, porque tanta era su necesidad de desahogarse que aunque se estuviera congelando bajo la nevada seguía ahí. Y después de que sus piernas se entumieron y las puntas de sus dedos se tornaron rojas se dictó a volver al interior del castillo.


Debía de admitir que estar ahí cenando como hacía años le hacía sentir ajeno. No se sentía efímero ni pleno, por más que se esforzara no encontraba ni un atisbo de ese calor familiar que debía de haber.

El bizcocho que usualmente le sabía exquisito esa noche le supo insípido, justo como si la compañía de sus padres hiciera estragos en todo a su alrededor.

—Deberías dejar de comer tanto, pareces un cerdo.— Bajó su cuchara cuando la voz de su madre se levantó por sobre el silencio que parecía persistir. —Das asco así, te ves tan gordo. Dios, deberías bajar de peso.

Sintió la mirada de SeulGi posarse sobre sí, a la expectativa de que hiciera algo al respecto  y aunque hubiera deseado afrontar a su madre acalló, porque había algo que no podía hacer aunque quisiera... no podía renegar o ir en contra de su madre porque le dolía, era como si aquella mujer con rostro enseriado que tenía una personalidad de doble filo fuera su talón de Aquiles. Amaba a su madre a pesar de lo despectiva que podría llegar a ser a veces. Y tal vez justificando sus comentarios hirientes, pensó en que la omega podía seguir resentida por lo sucedido hacía apenas... por eso su accionar... uh ujum.

Inconsistentemente acotó a los comentarios de la mujer, dejando de lado el bizcocho y sólo centrándose en terminar su café. Que por cierto no acostumbraba a tomar, sin embargo una de las pocas cosas buenas que había obtenido de la visita de sus progenitores eran aquellos granos exóticos que eran en exceso caros y que su hermano se privaba de poner en la mesa porque decía que el líquido le hacía daño.

—El café está muy bueno...— SeulGi trató de hacer un poco más ameno el ambiente, haciendo un esfuerzo inhumano en que la familia Min tratara de no insultarse o verse de forma grosera por un momento.

—Claro, Sun lo trae del extranjero. Es selecto para nosotros, ninguna otra persona podrá tener el mismo café con esta calidad.— La omega más joven sonrió levemente un tanto incómoda.

—Veo que gusta mucho de tomar café.— SeulGi apretó la taza bajó su tacto cuando vio a su suegra sonreír algo extraño y asentir.

—Solía odiarlo, pero con el embarazo de YoonGi me resultaba adictivo, probablemente por eso uno de los olores de su aroma natural sea el café.

YoonGi infló sus mejillas algo avergonzado, viendo apenas a su padre bufar y levantarse de la silla, dispuesto a dejar el basto comedor. El hombre mayor murmuró con recelo un "buenas noches" y salió demasiado rápido a su gusto del salón.

Permaneció ahí sentado un rato más hasta que todos se dispusieron a levantarse. No quería ir a su habitación todavía, sentía que la noche aún era demasiado joven y él se sentía demasiado incómodo como para estar encerrado, necesitaba caminar un poco.

Se sumergió por los pasillos alumbrados por velas, caminando hasta que llegó a los arcos que daban la bienvenida a una de las plazas pequeñas que servían como mini jardines y respiraderos. Y aunque la nieve seguía cayendo con fervor se sentía aquel pequeño espacio sumamente encantador.

Exhaló fuerte y el vaho salió de su boca, perdiéndose en el gélido frío que se encargaba de teñirle los pómulos altos de un suave rosa. Parpadeó lento con la mente algo dispersa viendo a los infinitos copos de nieve descender, pensando apenas que aquella larga tormenta llevaba instaurada más de 2 días. Ocultó sus manos bajo su capa, su lobo chilló cuando sintió algo recorrerle el cuello, algo parecido a una caricia y como si hubiera sido un aviso giró su rostro cuando oyó pasos apresurados bajar de las escaleras, justo como si alguien estuviera huyendo de algo.

Sus orbes salieron de su órbita cuando vio que el responsable de ese apresurado andar era JiMin, ese bonito omega que se veía abrumado con lágrimas amenazando caer por su rostro. Y YoonGi era muy débil, no podía simplemente inmutarse ante el omega que jadeó cansado cuando el piso firme estuvo debajo de sus pies, con las palmas de sus manos recargándose en sus rodillas buscando recuperarse de lo que sea que le hizo correr.

—¿Ji-JiMin?— Se odio poquito cuando tartamudeó un poco indeciso de si acercarse o no al castaño que en el instante que le oyó levantó su mirada afligido, luciendo sumamente asustado. Y no se esperó que el omega casi corriera en su dirección, deteniéndose a centímetros de su anatomía con su mano en el aire queriendo encontrar hogar en el pecho ajeno, justo como si realizara que no podía mantener este tipo de contacto físico con él.

YoonGi vio al omega boquear y evadir su mirada, con un nudo en la garganta miró como el omega encogió su mano y la apegó a su propio torso. —Yo... lo siento, debí de haberle asustado...— JiMin se tensó cuando el alpha posó su mano en el hombro ajeno.

—¿Estás bien? ¿Por qué lloras?— Tal vez no era de su incumbencia, pero el verle perdido y algo abrumado le quemaba.

—Ah... yo-

JiMin pensó en ese momento si podría vociferar lo que hacía nada acababa de suceder, y es que temblaba en demasía cuando volvió a recordar el tacto indebido del padre de ese príncipe postrado delante de él, ese azabache que le miraba con sus ojos pequeños interrogante, luciendo sumamente preocupado. ¿Era correcto decirle al azabache que su padre le había encerrado en una habitación con disposición de hacerle cosas?

No lo creía.

—No es nada... sólo- sólo son tonterías.

YoonGi le miró con ojos brillosos cuando el omega frotó sus brazos tratando de consolarse a sí mismo o tal vez buscando entrar en calor. —Puedes hablar conmigo de lo que gustes.— Votó el broche de su capa y se la colocó al omega que se quedó estático ante la acción inesperada del alpha. JiMin se sonrojó aún más cuando sintió al aroma impregnada del alpha cubrirle y abrazarle.

Sintiéndome extrañamente protegido bajo ese rico aroma que le supo a hogar, y mentiría si dijera que la esencia impregnada no le calmó los sentidos, porque sintió algo removerse dentro suyo, justo como si su lobo reaccionara gratamente. Y se sintió aún mejor bajo la tela afelpada aún teniendo el calor ajeno y desempeñando su función con rapidez. YoonGi le sonrió con aquella bonita sonrisa gomosa y tocó sus hombros por encima de la gruesa capa.

—Úsala, tú la necesitas más que yo.— JiMin no pudo decir nada cuando el alpha juntó sus manos, notando la diferencia de temperaturas en sus cuerpos. —No me imaginé verte por aquí, es bastante tarde como para que andes deambulando por el castillo.

JiMin rió de forma algo amarga, achicando sus ojos un poco ante el comentario. —¿Quieres deambular un rato conmigo?Podríamos perdernos entre los pasillos y descubrir algo oculto, o quién sabe igual y podríamos toparnos con algo impresionante.

El omega parpadeó y entreabrió sus esponjosos labios. —¿No es demasiado tarde para que usted esté despierto?

YoonGi encogió sus hombros y sonrió levemente. —Tal vez, pero siéndote sincero no tengo sueño.  Me siento un tanto ansioso esta noche.

JiMin bajó la mirada cuando no pudo sostener la contraria por mucho tiempo. Con el corazón galopando fuerte en su pecho aceptó la pequeña propuesta de perderse entre el castillo.

Entre murmullos y miradas cómplices caminaron por la inmensidad del castillo, JiMin siendo guiado a una área que desconocía en absoluto, arribando a una habitación algo oculta a la vista, era bastante amplia con grandes ventanales y con una sala jocosa enfrente de una gran chimenea apagada. La luz de la pequeña vela que habían hurtado de una de las encimeras haciendo más visible los detalles ornamentales.

Dios, ese castillo era inmenso.

—Este es uno de mis tantos lugares favoritos, esta habitación la descubrí un día que seguí a mi nana. Nadie la utiliza porque según había un fantasma. — YoonGi rió bobamente cuando el omega a su lado se le pegó como garrapata y apretó su brazo fuerte.

—¿Enserio hay algo aquí?— El alpha frunció sus hombros, ladeando la cabeza un poco antes de hablar.

—Las veces que estuve solo aquí nunca pasó nada, lo más seguro es que sean falsos rumores y chismes.

JiMin bajó la mirada un tanto avergonzado y miedoso, dejando ir el brazo ajeno y formando un bonito puchero. YoonGi no fue del todo consiente cuando posó una de sus manos en el hombro ajeno, se encontró subiendo su mano delicadamente para después acariciar la piel descubierta del cuello que la capa no alcanzaba a tapar completamente. Sintiendo a sus dedos cosquillear ansiosos cuando el omega no rechazó su tacto.

—Si llegará a aparecer algo, no te preocupes... yo te cuido.— Su falange se paseó por la marcada unión del cuello con la mandíbula, viendo al omega estremecerse bajo su toque cuando su mano pálida ahuecó parte de su rostro para después subir su mentón. Miró completamente perdido esas mejillas de pan que parecían estar recuperando volumen, esos labios hinchados que sabía eran su camino a la perdición y esos bonitos ojos que asemejaban lunas cada que una sonrisa se dejaba ver.

Dios.

Era tan bonito.

Tan malditamente bonito y prohibido que dolía.

JiMin relamió sus labios y sonrió levemente cuando intentó apartar ciertas cosas que estaba sintiendo. El alpha se apartó algo acongojado cuando su racionalismo volvió completamente y con una voz extraña habló mientras veía las cenizas de leña quemada en la chimenea sucia.

—No le digas a nadie, pero a veces vengo aquí cuando quiero pasar tiempo solo. Encenderé la chimenea y las velas. Hace bastante frío aquí y no me gustaría que enfermaras por mi culpa.

JiMin alzó las cejas curioso mientras jalaba un poco la capa para que cubriera más de su cuerpo. —¿Puedo preguntarle algo?— YoonGi apenas y le miró mientras encendía las velas gastadas que residían erguidas en los candelabros.

—Quisiera saber... ¿qué es lo hace estando aquí solo?— JiMin se acercó a ayudar al azabache a encender y acercar levemente algunas velas para alumbrar su alrededor.

—Uhm, pues no hago bastante a decir verdad. Vengo a dormir un rato en los sillones, o a ver la vista del bosque por los ventanales, también vengo a estudiar o a leer.— Entre ambos encendieron el fuego de la chimenea que se avivaba de a poco, brindado una luz más fuerte y prominente a la habitación.

YoonGi incitó a que ambos se sentaran relativamente cerca del fuego, ahí postrados sobre la alfombra, con cojines de los sillones a los lados y sobre unas mantas largas garigoleadas que hacían de soporte para no ensuciarse y para estar más cómodos tendidos sobre el suelo.

Hablando de todo y a la vez de nada, con JiMin recostado sobre su estómago, con sus manos siendo un descanso para su cabeza y YoonGi sentado frente a él viéndole mientras hablaba de su amor por la naturaleza. Mirándose mutuamente con ojos brillantes y con una sonrisa que era imposible de ocultar.

Ambos encontraban un particular confort estando juntos. Como si estuvieran enclaustrados en una pequeñita burbuja que les hacía olvidar todo a su alrededor.

Eran sólo ellos.

YoonGi amaba como el omega se desenvolvía con él, con respeto y con ese ligero picor que le volvía la mente estragos. Y aunque le había dicho con anterioridad al castaño que reía tenuemente que le llamara por su nombre, parecía no hacer caso porque siempre le llamaba por el título de "su majestad" y aunque todos usaban esas palabras en su persona en forma de respeto, con JiMin se sentía distinto.

El azabache no supo de qué momento brincaron de estar hablando de cosas bobas y sus pasatiempos a estar hablando de su familia. No era incómodo, sin embargo se sentía un poco raro el hablar con alguien que no fuera Suho de su familia.

—Mamá se casó bastante joven con mi padre, recuerdo que a veces me decía que se sentía extraña al estar con un hombre que le doblaba la edad.— YoonGi mordió su uña del dedo índice mientras relataba, como si hablar de ellos le diera ansiedad.

—¿Cuántos años tenia su padre cuando se casaron?— JiMin le miró atento y se sentó sobre sus pantorrillas para estar a la altura del alpha que carraspeó.

—Creo que tenía 30 años.— El castaño subió sus cejas y boqueó algo sorprendido.

—Al año de contraer matrimonio mi madre quedó embarazada de mi hermano, tan sólo tenía 19.— YoonGi dejó ir su dedo y suspiró bastante fuerte.

—Básicamente perdió su juventud entre muros gruesos y protocolos huecos.— Y realmente el omega no se esperó que el pálido soltara todo lo que traía carcomiéndole la mente, quejándose en demasía del comportamiento irracional y agresivo de su padre, de la sumisión interminable de su madre y de lo cerrado que llegaba a ser su hermano.

Se desahogó sin considerar o contemplar si el omega frente a él era así de cercano como para abrirse.

YoonGi agradeció infinitamente que el castaño le escuchó en silencio, sólo comentando o dando ligeros asentimientos cuando lo ameritaba. Y cuando ese horrible y pesado dolor se había disipado un poco se calló, tal vez deseando un poco que el omega hablara y se abriera así como él.

JiMin ladeó su rostro cuando el alpha preguntó por su familia. —Nunca he escuchado que hables de tus padres.

Oh.

El delgado tragó y paseó su falange por las figuras estampadas en la cobija debajo suyo.

—Nunca los conocí. Lo único que sé es que mi padre murió mientras trabajaba. Y mi madre después de parirme y sufrir por la pérdida de su esposo no aguantó mucho. Murió cuando tenía alrededor de 2 años.

YoonGi vio a JiMin fruncir sus hombros, como si buscara apartar esos feos sentimientos que le hacían fruncir sus facciones. —Yo... lo siento, no debí haberte preguntado.— JiMin negó y sonrió amargamente.

—No se preocupe.

El alpha rascó el borde del lóbulo de su oreja un tanto nervioso y movió sus ojos pequeños algo ansiosos tratando de formular algo en su cabeza para aminorar esa incomodidad que había hecho.

—Y... ¿Cómo es tu abuela?— Fue lo único decente que se le ocurrió, bueno, al menos no había propuesto un abrazo que probablemente habría sido rechazado porque ejem, incomodidad.

—Ouh, bueno... es bastante amable, es algo bajita, sonríe mucho y cocina riquísimo; gracias a ella he aprendido infinidad de cosas. También siempre se preocupa mucho por las personas que ama, es muy amorosa y siempre da buenos consejos.— YoonGi notó que no la había cagado tanto cuando el omega recobró esa bonita sonrisa en su rostro al hablar de su abuela.

—Suena a que es muy dulce

JiMin asintió eufórico. —Lo es. Es muy especial para mí... es mi única familia y enserio la amo demasiado.

—Yo lo más cercano que tengo a una abuela es MinSeo. Ella me ha cuidado desde bebé y siempre anda reprendiéndome por lo que hago.

—¿MinSeo?— YoonGi recordó que JiMin no conocía a la mujer mayor y rió algo nervioso cuando la imagen de ese día en particular vino a su mente.

—Es una mujer mayor que siempre está a mi lado o vigilándome. Es canosa y risueña.

JiMin entrecerró sus orbes tratando de recordar a alguien con esas características y la imagen de la mujer apareció en sus recuerdos cuando el alpha habló. —Es la mujer que casi amagó jalonearte el día que fuiste a mi habitación.

—Oh, ya recuerdo.— Los labios hinchados del menor se contornearon y YoonGi rió ante la voz extraña de JiMin. —No creo que sea muy amable considerando como me trató ese día.

—Tiene su carácter. Es gruñona cuando algo le molesta.

Ambos volvieron a sumirse en pláticas interminables después de haber reído un rato, entre palabras y anécdotas ambos se conocían de a poco. Y YoonGi después de bastante tiempo hablando fue presente de como el omega se quedó quieto en su lugar, interrumpiendo uno de sus relatos y girando su rostro afligido hacia la puerta.

¿Uh?

El omega sacudió su melena y le sonrió al alpha tratando de darle un poco de confianza. —¿Ocurre algo?— El omega negó rápido y su mano cubrió la piel de su cuello.

—No... yo sólo creí haber escuchado algo.— El lobo de YoonGi soltó un chillido frustrado cuando el omega frente a él se inquietó un poco, viéndole removerse entre las mantas y retorciendo el gesto como si le doliera algo.

Los ojos de YoonGi se encendieron en carmín cuando vio a los del omega arder en un azul casi irreal. Justo como si su lobo despertara y atendiera el llamado de su omega que pedía en silencio ayuda.

Con sus dedos ansiosos atrapó el cuerpo del castaño que cayó casi inconsciente mientras se quejaba fuertemente, YoonGi frunció las cejas confundido cuando sus orbes conectaron con los del omega que brillaban impasibles e imponentes. Justo como dos faroles alumbrando a millas de distancia.

—Mierda, iré a pedir ayuda. Aguanta un poco ¿sí? En un segundo vuelvo.— YoonGi amenazó con ponerse de pie, pero JiMin negó fuerte y alcanzó a hablar bajo con el aire que sus pulmones alcanzaron a obtener.

—No, no me deje aquí. No se vaya.— El omega jadeó por aire y tembló en los brazos ajenos que le sostuvieron hasta que se calmó notablemente. Y aunque después de cierto tiempo podía respirar coordinadamente y podía sostener su peso, algo dentro de sí se rehusó a alejarse del alpha que le acariciaba la espalda y le arrullaba con su grave y suave voz se que sentía como suaves plumas acariciando sus tímpanos.

—¿Ya estás mejor?— El alpha inquirió después de notar al azul intenso comenzar a disiparse de los ojos contrarios. JiMin permaneció quieto un rato y asintió demasiado despacio, como si la energía que lo caracterizaba hubiera sido robada de su cuerpo.

YoonGi se sonrojó un poco ante el pensamiento de que tal vez el omega en brazos había entrado en celo, pero lo dudaba. Se veía notablemente cuerdo y su aroma no era fuerte o empalagosa, al contrario, se había disipado sorpresivamente. Como si apenas y fuera perceptible.

—Te llevaré a tu habitación para que puedas descansar.— YoonGi ayudó al omega a levantarse del suelo. Y JiMin abrió sus orbes en demasía cuando una imagen apareció en su mente, haciendo que sus piernas volvieran a flaquear. YoonGi le sostuvo como buenamente pudo, optando por tomarle de la cintura y pasar un brazo del omega por encima de su hombro.

¿Qué mierda le sucedía?

No...

YoonGi se tensó cuando la voz del omega a su lado sonó tan diferente, como si una mujer hubiera hablado en vez él. Su lobo movió la cola extasiado cuando volvió a ver a los orbes azules aparecer en JiMin, y oh, un nudo de confusión le impidió tragar correctamente cuando juró ver al cabello castaño del omega tornarse casi rubio.

—Llévame a la biblioteca alpha... por favor.

Vayan a votar por los tannies en los billboard.
Los amo. ❤️

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