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18


ωμέγα φεγγάρι

Sus manitos estaban llenas de bayas, mascando ruidosamente y con el jugo de las frutas manchando su rostro y ropas.

Amagó llorar cuando vio que su abuela apartó el tazón con bayas de sus pequeñas manos, le tomó el rostro y con un trapo húmedo limpió los restos de fruta de su piel.

Ya comiste mucho por hoy, ahora necesitamos lavarte.

Su abuela le tomó por debajo de los brazos y le levantó fácilmente, él se afirmó a la cadera y cuello de la mayor y sonrió hasta que sus ojos desaparecieron por las cosquillas que le ocasionaban los largos mechones de cabello castaño al rozar su piel.

Debía de admitir que no le gustaban tomar baños solo, pero cuando se unía su abuela con él a la bañera los disfrutaba. Amaba como la mujer le lavaba su espalda y cabello, hacía que se viera bonito. Muy bonito.

Abuela, ¿hoy podemos ir a ver las luciérnagas?— La mujer le sacó de la bañera limpio y le envolvió con un trapo para secar con devoción su piel.

No, hoy iremos juntos al pueblo a celebrar, pequeño.— El castaño formó un puchero y se quejó bajito, mientras era cambiado de ropas.

¿Por qué?

Porque hoy es el solsticio de invierno  JiMinnie, vamos a cantar y a dejarle una ofrenda a la Diosa Luna.

Formó una "o" con sus labios y le sonrió a la mayor que le calzaba sus zapatos gastados. Abuela...

¿Qué pasa, JiMinnie?

Uhm... me siento raro.Sus manos se alzaron por encima de su cabeza y las sacudió fuerte, buscando sacar el extraño cosquilleo que sentía de su pequeño cuerpo.

¿Cómo?— La mujer castaña se quedó quieta viendo como el menor se despabilaba.

Siento como si mis manos cosquillearan, y mis... ojos, mis ojos... me duelen.

Confundido vio a su abuela algo desesperada sacarle del cuello aquel collar que nunca se quitaba de encima. Su ceño se frunció al sentir que sus manos dejaban de cosquillear.

Se fue.— Abrió y cerró sus manos frente a su abuela.

Su abuela suspiró y dejó caer los hombros, cerró los ojos y negó con la cabeza. Susurró algo que no alcanzó a escuchar correctamente y ladeó su cabeza al ver que su collar fue guardado en una caja.

Mi collar..— JiMin señaló el collar con un mohín en labios.

Mañana te lo pondré de nuevo, está sucio, hay que limpiarlo.

Nunca volvió a ver ese collar que tanto le gustaba. Era un niño inocente, nunca había terminado de entender el porqué de muchas cosas. No entendía por qué no tenía a sus papás como los demás niños de su edad que conocía, o el por qué su abuela a veces se quejaba de los "impuestos".

Su abuela le cargó y le dio un beso en su nariz. JiMin se rió ante el cariño.

Abuela, te quiero mucho.

Yo también, pequeño. 

Sus orbes tintados de un suave azul miraron con brillo y amor a la mayor que le calzó un gorro peludo que le encantaba, le bajó al suelo y abrió la puerta de la pequeña cabaña, dejando entrar el frío del comienzo del invierno. JiMin chilló emocionado cuando su abuela plantó en sus manos una pequeña manzana roja y una vela delgada.

Vamos al pueblo.

Abrió los ojos cuando escuchó a un cuervo cantar cerca de él, sacudió su cabello seco y miró a su alrededor algo consternado por su sueño. Vio el balcón de su habitación abierto, el ave negra posada sobre el barandal, viéndole fijamente a través de sus orbes oscuros.

Se levantó lentamente, cojeando apenitas llegó hasta las puertas del balcón, sacudió sus manos para que el cuervo se fuera lejos y lo cerró. Miró al exterior, notando en seguida que era aún de tarde, dejó caer sus hombros y estiró su cuerpo.

Cambió el pijama que el príncipe le había dado por sus ropas del día y se peinó frente al espejo del tocador. A veces se sentía ajeno a tales pertenencias, nunca había tenido un espejo en casa porque era sumamente caro, nunca había tenido un dosel que le cubriera de insectos o del frío, jamás se imaginó que tendría la oportunidad de comer carne...

Se exaltó cuando un aleteo se dejó escuchar en el balcón, como si un ave buscara entrar a la habitación. Se levantó del balcón con el corazón en la mano y frunció el ceño confundido cuando volvió a ver al mismo cuervo de antes golpeando con sus patas y alas la puerta del balcón.

—¡Vete!— abrió la puerta para asustar al animal que al verle se volvió a posar sobre el barandal. JiMin se congeló en su lugar al unir miradas con el cuervo, sus ojos profundos le escrutaron en silencio y de su pico salió un quejido que lastimó los oídos del omega, después aleteó lejos, dejando confundido a JiMin.

Cerró rápidamente el balcón y salió de su pieza, demasiado confundido por lo anterior. Bajó a pasos pequeños las largas escaleras, llegando hasta la puerta trasera de la cocina que conducía al pueblo. Salió del castillo con unas sirvientas que le habían pedido apoyo, ayudándoles a acarrear flores para el festival que se llevaría a cabo al día siguiente.

Sus dedos manchados de tierra cortaban los tallos largos de las margaritas, para después acomodarlas en los grandes jarrones del salón principal. Demasiado absorto en su labor, brincó en su lugar cuando una omega con la que tenía buena relación, llegó a hablarle.

—JiMin-ah, vamos a que nos tomen medidas.

—¿Medidas...?— Su compañera quitó de sus dedos las pocas flores que le quedaban y le ayudó a levantarse. Le jaló de la manga de su camisola delgada y fue arrastrado por el castillo hasta que llegaron al ala de servicio, en donde los sastres del castillo trabajaban. Su boca se abrió al entrar en la habitación en donde confeccionaban la vestimenta de la realeza, quedando cautivado con las hermosas y caras telas que se mostraban acomodadas pulcramente sobre estantes.

—Doyoung-nim se ofreció a confeccionarlos nuestros atuendos para mañana.

JiMin miró a los sastres cosiendo pesadas telas, confeccionando un hermoso vestido dorado. La voz de mujeres le trajeron de vuelta a su realidad, miró a las sirvientas que estaban siendo medidas y sonrió al ver a Taemin entrar acompañado de otros dos sirvientes.

—JiMin, por favor acérquese para que pueda medirle.

Acercó su anatomía al beta que con una cinta comenzó a medirle, Taemin se acercó y le pellizcó levemente su brazo, haciendo que el otro omega riera levemente.

—¿Usará blanco?— preguntó el beta mientras se detenía a anotar sobre un papel.

—Uh...yo- — Se vio interrumpido por Taemin que le ganó al hablar.

—Irá de blanco.

El sastre asintió y con las medidas tomadas se alejó unos momentos. Instante que aprovechó JiMin para mirar con las mejillas coloradas y con el ceño fruncido a su amigo que le sonreía.

—No repliques. Al que dices llamar tu alpha está lejos y además yo no veo ninguna marca en tu cuello. Para mí estas soltero.

—¡No digas esas cosas! Taehyung es mi alpha. Se molestaría si me viera usando blanco.

—Shhh, en vez de quejarte aprovecha la noche y disfruta de tu juventud.

El castaño viró los ojos y negó con la cabeza. Lo que sucedería definitivamente iba a ser un desastre.

Se quejó cuando MinSeo amarró el cuello pomposo de su camisa blanca, se sentía en demasía hostigado por la tela que le cubría el cuello. Estiró su brazo para que le calzaran el chaleco blanco y suspiró cansado.

—Deja de ser tan cascarrabias y sonríe.

YoonGi gruñó y se quejó cuando a fuerzas le sentaron en un banco para comenzar a peinar su hebras oscuras. Con el rostro serio vio a las sirvientas y a MinSeo manipular objetos que no entendía; le apartaron el cabello de su frente y lo acomodaron pulcramente para que todo su rostro pálido quedara a la vista.

—Te ves guapo así, YoonGi-ah.

Pasó el tiempo que le quedaba siendo arreglado por su servidumbre. Estaba hambriento y molesto, odiaba usar cuellos demasiado altos.

—Su alteza. El rey le espera en el salón central para dar comienzo a la ceremonia.— YoonGi miró al sirviente y asintió, para después salir de la habitación y caminar por entre los pasillos con MinSeo a un lado.

—Cambia esa cara de asco, el pueblo te verá.— MinSeo le reprendió por enésima vez en el día.

YoonGi reverenció cuando vio a su hermano mayor siendo acompañado de su esposa, les sonrió levemente y JinHoo asintió brevemente.

—El Caudillo saldrá a anunciarnos, prepárate.

El azabache se colocó a la derecha de su hermano, suspiró fuerte cuando las trompetas y los aplausos se dejaron escuchar para darle la bienvenida a la familia real. Las luces de los candelabros le cegó un poco la vista al entrar, cuando se plantó en su lugar la garganta se le cerró al ver a todas las personas en el salón reverenciar profundamente. Aspiró el aire del salón y se quejó bajo cuando percibió cientos de aromas combinados.

Miró en silencio a su hermano dar un largo discurso de inauguración. Tomó una copa de vino que un hombre se encargó de extenderles en una charola de plata y la extendió cuando el rey a su lado dio por comenzado el festival. El bullicio llegó a sus oídos, seguido de la música que alegraba el grande salón.

En esos momentos maldecía no poder salir a comer al banquete, porque tenía que saludar a cada persona que se acercase a saludar a la realeza. Sonrió y saludó a todos hasta que dejaron de acercase, suspiró cuando no hubo nadie cerca, estaba demasiado cansado de sonreír.

—Su alteza, el pueblo le espera en el jardín principal.— espetó un sirviente, dirigiéndose al rey.

YoonGi siguió a su hermano en silencio hacia las puertas abiertas del castillo que dejaban ver a cientos de personas comiendo y riendo. Buscó con sus orbes grisáceos cierta presencia que no había logrado ver en días, no percatando cuando le ofrecieron un bocadillo, torpemente tomó el dulce y siguió en su búsqueda silenciosa.

—¿Buscas a alguien?— parpadeó confundido cuando escuchó la voz de SeulGi a un lado, le miró algo sonrojado y negó rápido.

—No mientas, pareces desesperado buscando a alguien. Después de cenar podrás irte a donde plazcas, aguanta un poco, YoonGi-ah.

Se mordió el labio fuerte, bajó la mirada unos instantes y después junto con su nuera fue colocado en una mesa especial para ellos en donde cenarían. Con algo de recelo comió en silencio, mirando apenas a su hermano cuando arribó a la mesa y se sentó junto a su mujer.

YoonGi disfrutó de la música animada y entrecerró sus orbes al ver cómo en el centro del jardín abrían un círculo para bailar. Vio a parejas revolotear de aquí para allá danzando y a algunas personas que permanecían en grupos moviendo sus cuerpo al compás del violín.

Su corazón dio un vuelco al verle, ahí bailando animadamente con su cabello castaño crecido viéndose brilloso bajo la corona de flores que le adornaba y con esa sonrisa hermosa. Riendo fuerte con sus amigos y con el ocaso otorgándole una luz de encanto.

A duras penas terminó su comida y salió disparado de su asiento para acercase al grupo de músicos que tocaban, le susurró algo al violinista y él asintió eufórico. Entonces el azabache se acercó al círculo en donde todos bailaban emotivamente, sonrió en grande cuando escuchó el ritmo cambiar.

Las personas gritaron emocionadas cuando vieron al príncipe incorporarse a la danza, una omega le tomó de la mano para formar pareja rápidamente. Él sonrió incómodo, pero se dejó hacer por el compás de la melodía.

La omega le sonrió grande y después le dio las gracias, el cambio de pareja sucedió y un omega pelirrojo se le unió como pareja. Debía admitir que se estaba divirtiendo en demasía, sentía a su corazón galopar fuerte bajo su pecho, sus mejillas tornándose rosadas por el calor corporal en aumento y con una sonrisa sutil plantada en sus labios delgados.

Cambió de pareja unas cuantas veces más hasta que llegó hasta él.

El omega castaño le sonrió amplio con la corona de flores en su cabeza. —Es un honor bailar con usted, su alteza.

—Digo lo mismo, JiMin-ssi.

YoonGi perdió un poquito la cordura cuando el omega apoyó las manos sobre sus hombros y se acercó tal vez más de lo debido hacia su persona. Él dejó sus manos quietas en la espalda alta del omega y le sorprendió en demasía cuando JiMin tuvo el atrevimiento de tomar su mano izquierda y dirigirla a su cintura.

—Así estamos más cómodos.

JiMin justificó su accionar y YoonGi no pudo evitar perderse en cómo lucia el omega esa noche, con aquella gruesa corona de flores sobre su cabeza, vistiendo prendas blancas que se ceñían a su delgada anatomía y con un leve maquillaje que acentuaba sus rasgos. Su pecho se apretó al ver los orbes del omega, que extrañamente esa fresca noche lucían más claros, tal vez con destellos que asemejaban a galaxias. 

El alpha rió al ver al omega gesticular con sus ojos expresivos. Dieron una vuelta en conjunto y YoonGi en un momento de valentía tomó la mano en alto del omega, entrelazando los falanges y sintiendo el calor corporal mutuo. Acercaron sus cuerpos hasta que chocaron, con las caras demasiado cerca y con el retumbar de la música en sus oídos.

JiMin cerró levemente sus orbes, dejándose embriagar por las sensaciones que el alpha frente a él y su alrededor le proporcionaban. Sintiendo sus cuerpos moverse en repetidos pasos, sintiendo y embriagándose del aroma y esencia del alpha. Cuando abrió nuevamente sus orbes, atrapó al azabache viéndole.

Dios.

La melodía acabó y todos celebraron emocionados, después de unos segundos una nueva melodía se dejó escuchar. YoonGi dejó ir su mano de la cintura de JiMin y él se separó un poco del alpha, demasiado avergonzado y cansado.

—¿Estás bien?— YoonGi le miró algo preocupado al ver que el omega se echaba aire con una de sus pequeñas manos con una ligera mueca, tratando de recuperar el ritmo normal de su corazón que bombeaba fuertemente y sintiendo a su tobillo aún recuperándose doler ligeramente.

JiMin asintió torpemente y se dejó llevar por YoonGi fuera del círculo en donde aún bailaban las personas. El alpha acogió entre su mano una copa de una charola y se la extendió al omega.

—Ten. Debes de tener sed.

—Gracias.— JiMin tomó de la copa, sintiendo la frescura descender por su garganta de una bebida que no conocía. YoonGi le miró detenidamente, demasiado encantado con el omega.

El azabache tomó la copa vacía del omega y la dejó encima de una mesa con platillos. No dándole demasiada importancia.

JiMin se coloreó cuando vio que aún sus manos seguían entrelazadas, perdiendo la voz de repente ante la vergüenza que sintió bañarle. YoonGi se acercó en demasía a su oído, sintiendo la acelerada respiración contra su piel y la voz grave sonando demasiada tentadora para su pobre ser.

—Ven, sígueme...

Sintió a su lobo aullar cuando el alpha acarició la piel se su mano, antes de volverle a jalar por entre la gente demasiado ensimismada. La boca de JiMin se entreabrió cuando fue guiado por entre los grandes jardines, viendo apenas los grandes rósales que tanto le gustaba admirar; siguió el andar del alpha hasta que llegaron a unos grandes muros, con una puerta en medio. El alpha le soltó unos momentos para abrir la puerta, se asomó unos segundos y después sus ojos grises volvieron al omega.

—Ven.

Su mano pálida se extendió al omega que se coloreó, tímido le tomó y se dejó guiar por el príncipe en su terreno. YoonGi le dejo pasar por delante de sí, sólo con el afán de deleitarse con las expresiones que el omega le regaló, sólo a él, todo para él.

JiMin se sintió desfallecer cuando vio cientos de florales siendo iluminados por la imponente Luna llena, extendiéndose grandes y ostentosos por sobre el verde pasto crecido. Con flores en las ramas y viéndose aún fuertes a pesar del inicio del invierno. Jadeó cuando pequeñas luces cálidas se alzaron del pasto, cientos de luciérnagas se levantaron para darle la bienvenida. Sus ojos brillaron anhelantes.

Volteó hacia YoonGi que le miró de una forma bonita, sintiéndose extrañamente cómodo con él, sintiendo a su pecho y vientre arder en sensaciones que nunca había experimentado. Admirando como la luz del astro alumbraba al alpha delante de él y todo a su alrededor... luciendo todo tan ajeno e irreal.

Vio como el alpha cerró la puerta detrás de sí, dejándoles enclaustrados del mundo exterior, sólo ellos dos en ese espacio abierto que lucia sumamente mágico.

—Este lugar es hermoso.— YoonGi le miró en todo su esplendor, la camisa con holanes meneándose levemente ante sus movimientos, el pantalón de tiro alto remarcando sus curvas. Vestía todo de blanco y eso le quemaba el pecho, porque sabía mejor que nadie que ese omega era de otro alpha.

—Es mi lugar favorito de todo el castillo... Nadie visita ese lugar.— El castaño le escuchó en silencio, demasiado absorto en las luciérnagas como para notar como el alpha se acercaba lentamente a él.

—En Seúl había una pradera... siempre iba con mi abuela de niño a ver las luciérnagas levantarse. Era hermoso.

JiMin alzó su mirada hacia la Luna, viéndole grande, brillante e imponente, ahí espiándole, viendo todo lo que hacía.

Suspiró cuando sintió un cosquilleo nacer nuevamente de su cuello, no ardía, no dolía, sólo sentía la piel erizársele. Volteó cuando sintió una presencia a sus espaldas, su rostro se encontró con el alpha azabache viéndole, con flores recién cortadas en su mano.

"Hoy es una noche sumamente romántica. Si algún alpha o beta te regalan una flor es porque les has gustado."

Recordó las palabras de su amiga omega que se la pasó hablando toda la tarde mientras se arreglaban.

Oh, Dios.

El príncipe... ¿él le estaba-?

—Nunca terminaré de encontrar el momento para pedirte disculpas.

Sus dedos se estiraron lentamente hacia el ramillete de flores, tomó entre sus dedos las flores, entreabrió los labios, no pudiendo formular una respuesta verbal. JiMin levantó la mirada al alpha, sus orbes se analizaron mutuamente en silencio, sintió a su lobo chillar cuando vio al azabache desviar la mirada grisácea a sus labios, tragó cuando sintió tirar su vientre.

Dios, alpha.

—Tus ojos... se ven diferentes...—YoonGi se acercó poquito al omega. Tal vez pidiendo permiso en silencio.

—¿Sí?— La voz del omega salió suspirada, admirando en silencio al alpha asentir.

YoonGi no quería ser paranoico en cuanto a lo que presenciaba, pero el ver la mirada que siempre estaba tintada de un caoba adictivo transformarse a un azul zafiro que encajaba tan bien con él.

Todo pareció detenerse al alrededor de JiMin cuando el mayor tomó suavemente su quijada, dejándole quieto a su merced. Suspiró bajito cuando el grueso aroma hogareño llenó su ser, deteniéndose unos instantes para ver los bonitos rasgos del alpha.

El azabache se deshizo asombrado cuando vio los orbes de JiMin brillar, como estrellas, como si ese par de ojos azulados le iluminara la oscura y fría noche. Definitivamente los ojos del omega lucían distintos...

JiMin sintió los ojos picar, a su cuerpo sacudirse y a su mente nublarse cuando el alpha rozó la nariz con su mejilla, sintiendo la profunda respiración del hombre en primera instancia. Cerró los orbes extasiado cuando la mano ajena acarició suavemente su rostro, quedándose quieta justo debajo de su oreja, en donde más sensible era.

No pudo evitar soltar un pequeño suspiro cuando sintió a su lobo salir.

Este alpha... este hombre le revolvía la mente y él no sabía el porqué.

Sintió la frente del azabache recargarse en su hombro levemente, restregando de a poco las fauces por sobre la tela de su camisa, buscando piel, buscando aquel punto dulce que sabía que haría al omega suspirar por él. Subió su rostro un tanto, llegando al lugar que quería. Su nariz rozó la piel expuesta de la hendidura de su cuello, sintiendo a la misma erizaste bajo su tacto; sus sentidos se fundieron como caramelo cuando escuchó al castaño jalar aire fuerte.

—Hueles exquisito...— YoonGi habló lento, tan lento que cada sílaba era saboreada antes de ser soltada; sus labios recorrieron un vasto camino, rozando con la piel que tenía a su paso, hasta que encontró hogar en la mejilla del omega, susurrándole bonito con aquella voz grave que tenía. La saliva sabiéndole al omega; su aroma siendo más denso y acogedor.

La nariz del azabache se movió al sur nuevamente, encontrando hogar en donde la glándula de olor del omega se encontraba, con las pupilas dilatadas y los orbes tintados de rojo, se despegó poquito del rostro ajeno cuando se sintió desfallecer por el aroma. JiMin buscando su mirada ladeó un poco su rostro al alpha y ronroneó cuando sus narices rozaron.

YoonGi remojó sus labios con su lengua y gruñó bajo cuando sintió los brazos del omega posarse en sus hombros, tal vez invitándole a algo más...

Estaban tan cerca, YoonGi era más que consciente de que si se movía unos milímetros más podría tener al menos un roce delicado de labios. Pero entonces, algo se removió dentro de él, recordándole y bajándole a su realidad.

Sólo atinó a darle un pequeño toque con los labios sobre su mejilla para después separarse del omega que le veía con los ojos entrecerrados demasiado brillantes. Le sonrió levemente y con su mano aún ahuecando su mejilla le acarició suave, sus dedos repasando la piel de la que pronto se despegó. Recorrió su costado y acogió la mano del omega que seguía reposando en su hombro.

Acarició con sus falanges el dorso de la pequeña mano y plantó un beso en los nudillos ajenos. JiMin ahogó un suspiro al morderse su belfo nervioso.

—Sígueme.

Sus dedos volvieron a entrelazarse, su calor corporal contrastando con el gélido frío de su alrededor. El corazón galopeó impasible sobre el pecho de JiMin, con los sentidos alerta y con su lobo moviendo la cola por el alpha.

El castaño bufó divertido cuando YoonGi le incitó a tomar asiento en una banca de mármol, justo debajo de un gran roble. JiMin se sentó, vio al alpha colocarse a su lado y sintió la voz ahogarse en su garganta cuando esos ojos tintados de destellos rubí le escrutaron.

—¿En dónde te habías metido todo este tiempo?— JiMin ladeó la cabeza un tanto confundido.

—Es extraño... no te conozco en lo absoluto, pero cuando no te veo, te extraño.

JiMin siseó y apartó su mirada aborchonado. Sus mejillas se tornaron rosas al escuchar una pequeña risotada del alpha.

—¿Qué cosas dice?

—Sólo digo que quiero conocerte... Pienso que eres interesante.

El castaño mordió su labio y apretó las piernas cuando escuchó la voz pastosa alterar sus pobres sentidos, haciendo papilla su conciencia y dejando a su instinto queriendo más. Miró el ramo de flores en su diestra y lo posó en el mármol de la banca, sólo para encarar al hombre que le veía con ojos encendidos en brazas.

Con la voz susurrante que a penas y pudo salir de su garganta, habló, dando el primer impulso a que el azabache le siguiera. Y como esperó YoonGi continuó hablando, ambos realizando preguntas intercaladas, preguntándose hasta lo más simple.

Dos lobos tratando de buscar una vaga excusa para conocerse.

Ambos perdieron la noción del tiempo entre sutiles miradas, reconfortantes anécdotas y qué decir de ese fuego que les consumía las entrañas, ardiendo pasionalmente, acelerándoles el pulso y dejándoles tan expuestos. Tan fuerte que JiMin juraba que podía escuchar el palpitar del corazón ajeno en sus oídos, tan intenso que YoonGi pudo ver el alma del omega a través de sus ojos.

Dios, esto era tan bueno que se sentía irreal.

El omega rió ante las ocurrencias del alpha, tapó su boca con su mano, tal vez por costumbre o con afán de que el alpha no viera sus defectos. YoonGi frunció el ceño confundido, negó con un suave puchero en sus labios y apartó la mano que se esmeraba en cubrir la sonrisa en el rostro.

—Tu sonrisa es demasiado hermosa como para que la tapes.

Su mano fue cubierta nuevamente por los largos falanges pálidos. Ese calor ajeno era tan jodidamente adictivo que dolía.

JiMin sólo pudo atinar a apartar el rostro y a fruncir sus hombros, iba a quejarse, pero tan pronto evitó la mirada rubí, sintió al alpha acariciarle el dorso de su mano. Volvió su vista al azabache cuando escuchó su voz cambiar un poco, sonando en demasía dulce y suave.

—Tus manos son pequeñas.

El menor sólo pudo atinar a asentir divertido. —Siempre he tenido manos pequeñas y dedos rechonchos.— YoonGi estiró la mano ajena, viendo sus cortas uñas, sus dedos tintados de rosa en las puntas por el frío. Sonrió grande cuando vio el dedo meñique.

YoonGi comparó sus manos, sintiendo algo extraño acumularse en su pecho al ver el gran contraste. —Sus manos son bonitas, tiene dedos largos y afilados.— JiMin le susurró apenas, viendo en silencio las acciones del alpha.

—Mi madre solía decirme que tenía manos de pianista.— YoonGi suspiró levemente y sonrió apenas, ante el recuerdo de su madre.

—¿Sabe tocar el piano?— El azabache asintió un poco energético y le sonrió al omega.

—Puedo tocarte algo si quieres.— los orbes azules brillaron emocionados y asintió energético.

—¡Sí! Por favor.

—Vamos a dentro.— por enésima vez en la noche siguió al alpha, tomados de la mano volvieron a pasar por entre puertas y largos pasillos.

JiMin quedó absorto cuando hubieron llegado a una habitación que no conocía. Con un piano gigante posado en el medio de la sala, con una chimenea en la esquina, con oro bañando ostentosos arreglos que brillaban bajo las suaves luces de los candelabros, con una alfombra que se explayaba en todo el pulcro suelo, con un largo diván descansando al lado del piano y con un pomposo sillón repleto de cojines.

YoonGi tocó para él, las teclas del piano emitiendo sonido ante la presión ejercida, volviéndose notas y después explotando en sus oídos en una hermosa sonata. Creando e instaurando revoluciones en el cuerpo de JiMin, regocijándose entre el compás suave de la pieza que era tocada.

Por un mínimo momento pensó qué tal vez ahí era donde pertenecía, con ese alpha que meneaba la melena oscura siguiendo el ritmo. Con el corazón en la mano, se acercó al alpha que se quedó quieto esperando una reacción cuando la sonata terminó. Ambos cuerpos sentados en el taburete del piano volvieron a conocerse en esa noche, sus piernas y hombros chocaron cuando el omega se acercó en demasía al alpha.

Se sintió de gelatina cuando sus labios pomposos llegaron hasta la mejilla de YoonGi, demasiado embriagado por su aroma, demasiado perdido en este alpha, sin pensarlo mucho junto sus labios en un suave toque le que derritió la conciencia y lo hizo instinto.

Los belfos se rozaron suavemente, se separaron unos segundos y después el alpha volvió a unirlos queriendo más, más, más. Y JiMin no pudo negarse al suave compás del beso, disfrutando el sabor y la esencia ajena. 

Olvidando por completo que había hecho una promesa.

Era demasiado para él...

Hago mucho énfasis en este capítulo, tiene varias claves para la historia ;))

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