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ωμέγα φεγγάρι


Sus pequeños pies se movieron rápido por la alfombra, corrió a la habitación más cercana y metió su delgado cuerpo bajo la cama, puso sus pálidas manos sobre su boca para evitar emitir algún sonido y aguantó las lágrimas cuando escuchó la voz de su padre a lo lejos gritar su nombre. Pudo oír la voz de su madre peleando con su padre, escuchó golpes y pasos.

Apretó sus orbes claros y recordó a su madre decirle que no saliera de su escondite hasta que fuera la cena. Su cuerpo estaba siendo apretado y sentía el aire faltarle, sin embargo aguantó lo más que pudo, aguantó el dolor hasta que sus piernas y brazos se cansaron, hasta que su espalda ardió y hasta que el poder respirar se le hizo imposible. Su cuerpo se arrastró por el suelo y salió de su escondite adolorido, caminó devuelta a su habitación lentamente, viendo los pasillos desolados en busca de alguna amenaza; sentía sus piernas largas temblar del miedo, cuando por fin llegó a su habitación la encontró tirada y destrozada, a sus pies quedó aquel bonito libro que su madre solía leerle en las noches y que ahora estaba destrozado.

Sollozó fuertemente y espesas lágrimas comenzaron a caer por sus orbes, se abrazó a sí mismo y jadeó cuando escuchó la voz de su madre a sus espaldas. Su madre tenía un feo moretón debajo del ojo izquierdo y de sus labios delgados salía un pequeño hilo de sangre, su vestido estaba roto y su largo cabello azabache estaba revuelto. El niño apretó sus labios y abrazó torpemente a su madre mientras su rostro se llenaba de lágrimas saladas, su madre le susurró suaves palabras y le acarició su corta melena.

Pa... papá está muy enojado.

Tranquilo mi niño, todo estará bien. Tu padre se enojó por algo tonto que yo hice, no deberías sufrir por esto...

La mujer limpió y cambió las sucias prendas de su cachorro que le veía asustado. Ella también cambió su vestido roto, se maquilló y peinó sus largos cabellos buscando ocultar y borrar aquella horrible escena.

Acarició por sobre su corset su abdomen y miró a su hijo mirar la puerta aterrado, aquel príncipe le temía a su padre...

Pronto ambas almas bajaron a cenar en el salón principal, el rey a la cabeza de la mesa y ella a su lado acompañándole, su hijo al lado opuesto de su padre comiendo en silencio con la cabeza gacha. El salón en completo silencio, y aquella incomodidad plasmada en el ambiente.

Mamá, ya acabe.— El niño azabache habló, su made asintió y le dejó retirarse del recinto a hacer quien sabe qué.

Los reyes se quedaron solos, sumidos en una incómoda molestia. Una sirvienta entró al salón con una charola en manos, dejó una taza con un líquido verdoso frente al rey e hizo una reverencia para después volver a dejar solos a los reyes.

¿Eso qué es?— La reina miró confundida el líquido que se le fue acercado, alzó sus orbes grises al alpha que le miró profundamente, tratando de mover algo por medio de su lazo.

Tómatelo.

No lo hare hasta que me digas qué es.—Yuna frunció su ceño y apretó los labios cuando su esposo rió.

Es para eliminar los errores que cometiste mujer.— Los ojos grises de la omega se empañaron en lágrimas, su lobo cubrió instintivamente su vientre y negó frenéticamente. Su marca ardió al ver como su esposo golpeó la mesa y le mostró los colmillos.

¡Min Yuna ¿Cómo te atreves a desobedecer al rey y a tu alpha?!— El hombre le ladró y la mujer se encogió en su asiento.

Ese niño no es mío, yo no deseo tener más desendencia y lo sabes, con el idiota de JinHoo me basta. Si decides tener a ese bebé yo no veré por él, tú lo criaras sola.

La mujer presa de la furia se levantó de la silla y bramó entre gritos y lágrimas.—¡Bien! Yo cuidaré a mi bebé sola. Ni siquiera pienses que me tomaré esa mierda.— Yuna tomó rápidamente entre sus dedos la taza y la aventó sobre las ropas y el rostro del alpha. El hombre se levantó de su silla y jaló a la mujer hacia su cuerpo, apretando la carne bajo su tacto.

¡Déjame! ¡Me estás lastimando!

Sun hizo caso omiso y le gruñó cuando la mujer se zarandeó. —¡Deja de moverte maldita zorra!— Un violento golpe fue a descender a la mejilla de la omega que gritó ante el golpe. El hombre aventó el delgado cuerpo contra la mesa, los platos, recipientes y comida cayendo sobre el suelo y ella, un vaso roto cortando su cutis ante el choque.

Entre suspiros de dolor vio como al que se hacía llamar su esposo le dejó tendida en el suelo sucio y manchado. Cerró sus orbes grises al escuchar la puerta del salón ser azotada, después de unos instantes escuchó pasos apresurados de sirvientes que pronto le ayudaron.

Su corazón se quebró al escuchar la suave voz de su hijo gritar asustado al verle. No tenía porque verle así.

Aquel recuerdo de pronto bañando a su aturdida mente, dejando un mal sabor de boca al recordar a su madre tendida sobre el suelo, sangrando.

Apretó sus dientes al recordar a un niño con el que solía pasar sus tardes jugando en los jardines para olvidar los malos tiempos. Recordó entonces que su padre quería más a aquel crío que a sus propios hijos, aquellos ojos oscuros que siempre le veían impasibles. Y ahora le volvía a ver, ahí frente a él, mostrándole sus afilados y grandes colmillos en forma lobuna, aquel lobo que en un pasado fue dócil y amable, ahora retándole a muerte.

JinHoo encrespó su pelaje oscuro con apices de sangre y volvió a atacar con fuerza al lobo que se esmeraba en matarlo, el lobo contrario clavando sus colmillos en sus patas traseras desgarrando sus músculos. El lobo negro chilló adolorido cuando sintió la sangre escapar de su sistema, gruñó y ágilmente arañó y mordió la carne del lomo, jadeó cuando el sabor a sangre se instaló en su hocico, sin embargo siguió aparentando la mandíbula apresando a su enemigo, pronto su mandíbula dolió ante la presión y soltó la piel sólo para volver a atacar al lobo atrigado que le gruñó.

Sentía que iba a desfallecer en cualquier momento, su vista estaba nublada y sus patas ensangrentadas temblaban fuertemente ante el esfuerzo por mantenerse de pie. No había dormido ni descansado en días y su cabeza daba vueltas.

No eres el JinHoo que conozco, el que conozco peleaba mejor que esto. Definitivamente podría matarte, seria grandioso si Daegu quedara bajo mi mando y aún más si tu omega me perteneciera, aquella mujer que es hermosa.

El lobo negro gruñó desde la garganta hacia el contrario, volvió a atacarle y se sorprendió cuando su enemigo logró volcarlo y tirarlo sobre la alfombra. Las fauces del atrigado pasaron por el cuello del lobo negro, buscando su yugular para matarle.

Realmente me sorprende lo fácil que será matarte. Incluso puedo saborear tu sangre hyung...Mordisqueó el pelaje y la piel anticipando el cáliz rojo.

Será muy divertido ver a YoonGi como mi hermano, él siempre me quiso más que a ti ¿no? Si te mato apuesto que el príncipe estará muy feliz...El lobo atrigado lambió el pelaje negro y abrió su hocico para después apresar la carne del cuello entre sus dientes. El lobo negro chilló y apretó sus ojos rojos con fuerza ante el dolor, abrió los mismos cuando sintió su cuello ser liberado y cuando un chillido azotó sus tímpanos.

Ahí detrás del lobo atrigado, estaba su omega clavando una espada pequeña en el lomo del lobo, con guardias y el príncipe llegando por el pasillo. Los ojos rubí y los oscuros conectaron miradas, SeulGi gritó cuando el lobo que había apuñalado se abalanzó sobre ella, apresándola entre su tosco cuerpo y el suelo. Le gruñó a la mujer y después se fue corriendo sobre sus patas por el pasillo, evadiendo a los guardias y huyendo por un ventanal.

La omega jadeó asustada con la adrenalina aún en su sistema, brincando en su lugar cuando el príncipe de Busan le tocó su hombro preguntándole su estado, a duras penas asintió ida y después posó su mirada en el cuerpo inherente del lobo negro, gateó rápido hacia el cuerpo y miró la sangre salir del cuello y patas, la desesperación y las ganas de romper en llanto bañando su sistema ante la sangrienta vista, rápidamente rompió la falda de su ropón e hizo un torniquete en el cuello, apoyó la cabeza peluda en sus piernas y gritó el nombre de su esposo al no sentirle por su lazo.

—Omega SeulGi, debemos llevar al rey con un médico.— La mujer asintió ida ante la voz del príncipe. Acarició el pelaje negro y le susurró al lobo.

—JinHoo... amor, transfórmate, por favor... — El lobo sacudió su cuerpo ante la voz de la mujer y ella soltó lágrimas al ver que el lobo lentamente se transformaba en humano nuevamente, la herida de su cuello notándose más en su cuerpo humano, y sus pantorrillas mostrándose destruidas, los guardias taparon el cuerpo del rey y lo llevaron a la habitación más cercana a esperar por la atención médica. La omega no se despegó en ningún momento del alpha e incluso permaneció a su lado cuando el médico de cabecilla llegó a suturar las heridas sangrantes.

La mujer acariciaba el azabache cabello de su esposo que seguía inconsciente postrado en aquella cama grande, apretó sus labios al sentir el aroma del alpha débil. Cerró sus ojos y un escalofrío se instaló en su sistema cuando recordó lo pasado; había despertado por no sentir a su alpha, la puerta estaba entrecerrada y escuchó sonidos que la hicieron tensarse, salió de la habitación y caminó por los pasillos hasta que vió grandes sombras de lobos pelear en medio del camino, jadeó al sentir un tirón en su marca que le hizo temblar, caminó de vuelta y corrió hacia donde recordaba que estaban los guardias, pero en el camino empató con el príncipe que le miró en busca de respuestas, ella balbuceó lo que vió al príncipe castaño que le miró extrañado. El hombre le ordenó que se quedara en su habitación, el alpha corrió por sus hombres para combatir a los lobos, dejando sola a la mujer que se comía las uñas nerviosa en la habitación, jadeó cuando sintió a su alpha llamarle por su lazo.

"Omega"

Su lobo chilló y se removió al sentir el llamado, impulsando a la mujer a correr de vuelta a su alpha que peleaba, siendo llevada por su instinto corrió hasta los dos alphas que peleaban arduamente. Abrió sus orbes asombrada al ver al lobo negro que conocía perfectamente tendido bajo un lobo atrigado que trataba de morder cerca de su cuello, la mujer se mantuvo callada y miró a los costados en busca de algo que le sirviera, sus orbes pronto captando a una armadura que adornaba el pasillo desolado, se acercó y hurtó la pequeña espada que formaba parte de la misma y encaminó sus pasos decidida a clavarla en el lomo del lobo, alzó sus brazos con fuerza y la clavó lo más hondo que pudo. Sus manos temblando ante la adrenalina, y por unos segundos conectó sus orbes con los de su alpha que le miraron con destellos.

La mujer brincó en su lugar al escuchar la puerta ser tocada, interrumpiendo sus recuerdos abruptamente, con una voz baja aceptó la entrada y entreabrió sus labios al ver nuevamente al príncipe siendo acompañado por la reina. Se sorprendió al ver como la realeza se inclinó ante ella en forma de disculpa.
—Les ofrecemos nuestras más sinceras disculpas. Son nuestros invitados y no tomamos la seguridad necesaria.— La reina habló con voz temblorosa.

—Por favor, no hagan eso... Me siento mal al verles así.— La reina arrugó su rostro y negó, el príncipe habló, buscando reparar aquel silencio incómodo.

—Mi madre y yo lamentamos que mi padre el rey no esté presente, él ha ido en busca del responsable.

SeulGi bajó la mirada unos segundos y después volvió a hablar. —No se preocupe por eso príncipe JongIn, estoy segura que el rey se encargará de esto.

La reina miró al hombre inconsciente en la cama y después desvió sus orbes avellana a la mujer que estaba a su lado, con su rostro hinchado y con restos de lágrimas en sus marcados pómulos. —Omega SeulGi, siéntase en la libertad de permanecer más tiempo en Busan, la recuperación y el bienestar del rey son de suma importancia.

La omega alzó las cejas y asintió mientras musitaba un bajo gracias, inconscientemente buscó la mano pálida de su esposo y la tomó. Apretó sus labios hinchados y habló bajo. —Su majestad, me gustaría pedirle papel y tinta para poder escribirle una carta al príncipe y al consejo, necesito informarles sobre esto. Regresaremos a Daegu cuando mi esposo despierte.

La reina asintió y salió de la habitación apurada por conseguir lo que la mujer delgada había pedido, dejando solo en la pieza al príncipe y a la esposa del rey vecino. JongIn abrió sus labios y vaciló en hablar hasta que se vio interrumpido por la voz de la omega.

—Hacia bastante que no veía a JinHoo pelear y ser derrotado de esa manera... podía sentir su pánico y dolor por el lazo.— La mujer tomó un extremo de la manta que cubría el cuerpo del alpha y la subió hasta casi cubrir todo su cuello. —Estoy más que segura que mi esposo sabe quien es el responsable de todo esto.

Azotó su mano en la gruesa madera del escritorio a la vez que vociferó molesto. Sus sentidos estaban a flote y sus rasgados orbes mostraban líneas delgadas rubi dejando salir a ratos a su parte animal. El guardia frente a el brincó asustado ante la voz gruesa del alpha azabache.

—Principe, tranquilícese. El general Han pronto vendrá a darnos informes.— Un anciano del consejo tomó el hombro del alpha y le apretó buscando captar la atención del joven que respiraba ansioso. El alpha apartó bruscamente la mano de su hombro y gruñó molesto, para después dejarse caer en su silla rendido, sus dedos acogieron su sienes y apretó los labios harto al volver a escuchar la voz del anciano que trataba de calmarle los humos.

—Su majestad, el general Han ha llegado.— YoonGi soltó el aire de sus pulmones cuando escuchó la voz de una sirvienta detrás de la puerta y permitió la entrada del hombre a la sala del consejo en donde estaban todos los altos mandos del reino.

Todos reverenciaron ante el hombre cuando entro al salón, YoonGi lo analizó con sus orbes grises y pasó su vista a Suho que permanecía a su lado con un semblante serio. Volvió su mirada al general Han, el hombre comenzó a hablar al ver que el príncipe le miraba ansioso.

—Su majestad, lamento informarle que no hemos encontrado al omega. Sin embargo, un soldado pudo capturar a un sospechoso, el hombre ahora está en el calabozo, trataremos de hacerle hablar.

YoonGi siseó molesto, sus ojos brillaron en rubí al escuchar las noticias. —Dudo que aquel hombre hable, llevo dos días torturando al alpha que atrapamos en la primera misión. Y no ha dicho nada, estoy pensando seriamente en arrancarle la cabeza del cuerpo.

La sala se llenó de voces acotando y opinando lo que se debía de hacer. Suho permanecía en silencio mirando a los demás, giró su rostro al príncipe que parecía sumido en sus pensamientos y suspiró al ver el bazo vendado del príncipe que parecía enojado con el mundo.

—Torturen al hombre hasta que hable, si no dice nada útil mátenlo.

Suho abrió los ojos al escuchar la grave voz del príncipe, y es que se sorprendía de ver así al alpha. Jamás le había visto tan desesperado y enojado, era realmente una osadía hacer enojar a ese punto al joven azabache que usualmente era tranquilo y callado.

No se sorprendió al verle salir de la sala más que molesto, azotando tras de sí la puerta, dejando al consejo sorprendido y curioso. Y como era su deber tuvo que intervenir para enmendar los errores de los hermanos Min.

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