01
ωμέγα φεγγάρι
El lobo chilló cuando sus patas tocaron el agua del frío río que sufría las consecuencias del otoño. Bajó su cabeza y tomó agua para refrescarse después de una larga caminata en el bosque.
Después de beber dio unos pasos lentos y se echó bajo un viejo roble que soltaba de a poco hojas al suelo que se encontraba a la orilla del río, lamió sus patas y se limpió el pelaje con su larga lengua. Gruñó cuando sintió el aroma de menta y té de su amigo.
—Mierda, debes de dejar de desaparecerte así. Un día JinHoo me matará.
El lobo negro se sentó y miró al lobo pinto que se acercaba a paso lento hacia el.
—Él no termina de entender que quiero estar solo. Joder, a veces me molesta que haga eso.
El lobo se posó al lado del más grande y lo miró.
—¿Hacer qué?
—Protegerme. Suho, sabes mejor que nadie que soy fuerte.
—Lo eres, pero tu familia parece no darse cuenta. YoonGi sabes como es tu hermano con ese tema. Te ve como el hermano pequeño que debe de proteger y no lo culpo, es un alpha líder que busca proteger a su manada.
—No lo justifiques.
YoonGi gruñó y terminó por levantarse en sus cuatro patas harto, dispuesto a irse del río. Gruñó bajo cuando vió a Suho pisarle los talones.
El alpha quería unos momentos de paz, pero parecía que los dioses no estaban de su lado.
El lobo negro comenzó a apresurar su paso, tratando de llegar más lejos.
—¡YoonGi deja de correr! Mierda entiende que me matarán si no llego con tu pellejo al castillo.
—Que te maten entonces. Aullaré si necesito ayuda. Déjame solo.
Fueron las últimas palabras que dijo el pelinegro antes de correr por entre los árboles. Suho le gritó, mas su voz parecía hacerse pequeña con forme avanzaba.
Sus largas extremidades se movían rápido sobre el terreno. Cada vez acelerando su paso. Podía escuchar a su corazón bombear sangre ansioso mientras corría por el tupido bosque.
No se detuvo hasta que llegó a una cabaña abandonada. Sus patas temblaban ante el esfuerzo hecho anteriormente, pero eso no lo detuvo de cerciorarse si no había nadie. Avanzó lento cuando no vió a nadie; su nariz sensible se pasó por la madera podrida de las paredes. Pudo percibir el fétido olor de la sangre y la humedad aún presentes.
Se detuvo en seco cuando escuchó en el interior voces. Trató de agudizar su oído y de encogerse para no ser atrapado.
—Mierda, hemos perdido a todos. Se llevaron a esas perras y mataron a todos los imbeciles.
—No importa. Podemos conseguir más después.— Pudo escuchar golpes y a alguien jadear por aire.
—¿Sabes los valiosos que eran esos hijos de puta? En especial aquel niñato que era hijo del duque y la perra del castaño ¿sabes cuánto abrían pagado por esos omegas? No digas que podemos conseguir más, cuando lo que necesitamos es traerlos de vuelta.
Un silencio momentáneo le hizo ponerse nervioso. —Sabes que si intentamos entrar al castillo nos aniquilarán. No tenemos opción más que esperar jefe.— Escuchó como un cuerpo cayó al suelo en seco. Se tensó en demasía cuando escuchó como alguien salía por la puerta del frente, se ocultó detrás de una pila de madera y esperó a que aquellos extraños se fueran de la cabaña en sus caballos.
El lobo negro miró el camino por el que partieron los alphas, soltó el aire que retenía y volvió por donde vino después de husmear en la cabaña.
—Omega SeulGi, gracias por venir a ayudarnos.— Una omega delgada con una cicatriz en la mejilla corrió e hizo una reverencia agradecida con la presencia de la mayor.
SeulGi sonreía mientras tomaba las maltratadas manos de la menor —Es un placer para mi poder ayudarles. Dime preciosa, ¿cuál es tu nombre?—La castaña trató de alentar a la chica pálida con su aroma dulce.
—Mi nombre es JiSoo, es un placer.
—Vaya que nombre tan lindo. Realmente eres una omega muy hermosa.
La pálida se sonrojó y se apartó para que la omega mayor pudiera seguir su andar en el gran salón que había sido adaptado por los sirvientes para que los omegas rescatados pudieran residir cómodos en lo que las habitaciones eran limpiadas y ordenadas.
La esposa del rey miró a los pocos omegas que yacían en sus camas reposando. Se les miraba mejor desde su estadía en el palacio, tan sólo llevaban 5 días de recuperación y ya se notaban más animados.
Miró a un círculo de omegas hablar entre ellos, mientras sus manos tejían y bordaban, reían y sus calmados aromas hacían más ameno aquel salón. Siguió su camino hasta que llegó al final del salón en donde residían los dos omegas más graves. Se acercó a las sirvientas que limpiaban los cuerpos mallugados.
—Omega SeulGi, ¿se le ofrece algo?— Las sirvientas pararon su labor e hicieron una reverencia ante la presencia.
—Dame un trapo por favor, deseo ayudar. —La beta boqueó sin saber qué decir. Le tendió un trapo húmedo y la omega volvió a agradecer.
SeulGi comenzó a limpiar las clavículas delicadamente del omega que permanecía inconsciente. Susurró unas palabras de aliento al castaño y le apartó los mechones de cabello que impedían la visibilidad de sus párpados hinchados que permanecían cerrados.
Suspiró mientras seguía limpiando su rostro moreteado. Realmente estaba triste por esos omegas, no se quería ni imaginar lo horrible que debieron de pasarla encerrados y siendo abusados constantemente.
Pegó un brinco asustada cuando alguien tomó su hombro. Aspiró el aroma del alpha y se rió.
—YoonGi-ah deberías de dejar de hacer eso, un día me matarás de un susto mocoso.— El azabache soltó una risa nasal mientras veía a la nuera de su padre limpiar al omega inconsciente. Formó una mueca al ver al chico, se acercó a la cama y corrió la manta que cubría sus piernas, deshizo el vendaje y analizó las puntadas en su pierna lastimada, limpió la herida e hizo un nuevo vendaje con ayuda de una sirvienta.
—Su herida ya no se nota tan grave. Espero que pronto JiMin-ah se mejore.— La omega asintió pero boqueó en busca de palabras.
—Él... él y la otra chica son los únicos que parecen en el limbo. La otra niña está tan pálida que parece fantasma, a pesar de que le han dado de comer y que ha recibido medicina no parece haber mejorado mucho.
Y este niño, joder... nunca había visto a alguien tan golpeado. Escuche que llegó abortando y con una hemorragia. Tuvo suerte de no haber muerto desangrado. Es el único que no está despierto y eso me preocupa, han pasado días y aún permanece inconsciente.
YoonGi volvió a tapar al delgado, inconscientemente liberó un poco de su aroma para que el castaño le pudiera oler y subió su mirada a la omega que le veía angustiada.
—Estoy seguro que saldrá vivo, solo necesita tiempo para sanar. Apuesto que su lobo está lastimado por perder a su cachorro y por todo lo demás...
SeulGi miró al alpha unos segundos para volver su atención al omega —Escuché que saliste al bosque ayer por la noche. Si se puede saber ¿a qué fuiste YoonGi-ah?
—Uhm... sólo quería tiempo solo...— La omega levantó la mirada molesta y negó mientras suspiraba.
—No me mientas YoonGi, no sales del castillo a menos que tengas algo importante que hacer y menos al bosque, odias andar en esa parte del reino.
En esos momentos el alpha se arrepentía de ser tan cercano a su cuñada, mierda aquella mujer sabía todo de él que a veces daba miedo. —Si te lo digo me mataras y probablemente me acuses con el rey.— La omega levantó una ceja divertida mientras acomodaba la cabeza del castaño en la almohada.
—¿Cómo puedes asegurarlo? Sabes que yo no digo información de más. No soy idiota Yonnie.—El alpha negó rendido, le dio el balde con agua que utilizaron a la sirvienta para que se lo llevara.
—Déjame adivinar... fuiste al bosque a conseguir una bruja.— El pelinegro rió —¿Cómo para qué querría una bruja? Eso es absurdo.
—Uhm... no lo sé, probablemente podrías tener un secreto que no quieras decir. Aunque lo dudo, eres muy malo aparentando y mintiendo.
El alpha tomó la mano del omega castaño y le acarició el dorso de la misma, sólo con el afán de evitar la mirada penetrante de la omega. Fue entonces que sin querer, notó que tenía algo en la muñeca.
—¿Trece?— SeulGi miró a YoonGi con el ceño fruncido confundida, alzó el mentón para tratar de ver lo que veía el menor pero no percibió nada. —¿Qué?—preguntó curiosa.
—Tiene una marca con el número 13.— YoonGi sostuvo el brazo del omega y lo levantó para que SeulGi le viera. —Parece un sello, no es muy grande pero está bien hecho. — Susurró YoonGi mientras inspeccionaba la marca.
Una sirvienta que permanecía limpiando al menor habló. —Príncipe... perdón por interrumpir, pero pienso que esto es importante... todos los omegas están marcados con números mi señor.
SeulGi abrió los ojos, miró a su alrededor a todos los omegas, se paró de la cama mullida del joven inconsciente.
—Soo, quiero encargaste algo.— La sirvienta bajó la cabeza y respondió al instante —Si mi señora, ¿qué desea?—La castaña miró a YoonGi y habló.
—Quiero que ordenes a todos los omegas por números. Debemos de empezar a recolectar datos.
—JinHoo, soy yo. Ábreme tengo algo importante que decirte.— La omega tocó la puerta del estudio de su esposo ansiando una respuesta.
El alpha le abrió la puerta, SeulGi le sonrió y le dio un beso en la mejilla a su esposo. JinHoo volvió a sentarse y miró a su esposa.
—¿Está todo bien? Pareces un poco asustada amor.
La castaña tomó asiento en uno de los sillones frente los grandes ventanales, admiró la vista desde la habitación y habló sin mirar al hombre que le miraba de reojo.
—Tu hermano y yo descubrimos marcas en los omegas.
SeulGi miró a su esposo y suspiró al verle hojear papeles del reino.
—En la muñeca izquierda todos tienen un número, los marcaron como si fueran ganado. Y ¿sabes qué es lo peor? No están todos.
El ojiazul miró confundido a su omega, se levantó de su escritorio y se sentó al lado de su pareja. La castaña reposó su cabeza en el hombro del alpha y aspiró su aroma para tranquilizarse.
—¿A qué te refieres?
—La numeración va del 1 al 18. Sin embargo no están los números 3 y 6, los omegas con esos números no están.
Tu hermano se quedó en el salón con las sirvientas para poder contactar a sus familias. Espero que le tengan confianza y hablen.
El delgado frunció el ceño y alzó la cabeza para poder pensar. —YoonGi es bueno con las palabras, podrá hacerles hablar. En cuanto a las marcas lo más factible es hacer hablar a ese alpha que se niega a contestar nuestras preguntas.
—Honnie amor, no has pensado en que esos alphas pueden volver a llevarse a todos esos omegas... no por nada les marcaron. Sabes que una marca es para siempre, aunque la ocultes ahí estará y si alguien llegase a verla te cuestionaran sobre ella.
El alpha posó una mano sobre el vestido carmín de su pareja. —Protegeremos a esos omegas. Soy su líder.
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