Un
Hacía frío, mucho mucho frío. Ese invierno prometía ser el más gélido en décadas. Los noticieros, matinales y periódicos hablaban al respecto todos los días, invitando a paneles de expertos, meteorólogos e incluso médicos broncopulmonares y otros relacionados al área respiratoria y esa última parte era la que más le interesaba a Park JiMin de veintitrés años.
Estaba ya cursando su cuarto año de kinesiología, amaba su carrera tanto como amaba a su madre, Park SuJi, su única familia. Ella lo había instado a estudiar y convertirse en un buen profesional, no quería que su hijo sufriera ni mucho menos se dedicara a lo que hacían los chicos jóvenes donde trabajaba ella como costurera.
Porque sí, la joven SuJi desde los 17 años trabajaba en la confección de vestuario en La Bohème, una "casa de entretención" (o derechamente para muchos, un burdel), lo que quería decir que Park JiMin nació y se crió en ese lugar, aprendiendo y experienciando cosas que nunca debió presenciar a temprana edad. Aún así, su madre jamás le permitió desviar su camino e hizo hasta lo imposible para que su cachorro estudiara y no pisara nunca ninguna de las habitaciones de ese maldito lugar, no importando de la casta de su retoño.
Porque sí, JiMin además era un omega, aunque no fue sorpresa para nadie cuando se presentó puesto que el chico era precioso desde pequeño.
Sus ojos eran de un bonito color pardo, su piel era blanca y nívea. Su cabello rubio caía como cascada dorada hasta alcanzar su barbilla. Sus proporciones anatómicas eran precisas, tanto que era envidiado por hombres y mujeres, omegas o betas. El chico ostentaba una nariz pequeña y por sobre todo unos labios que cualquier ser pensaste quisiera probar aunque sea una vez en su miserable y triste vida.
Sin embargo, su madre era estricta con él y era lo más lógico, puesto que muchos alfas de dudosa reputación le habían ofrecido cuantiosas sumas por él y debido a esto tenía a todo el lugar vigilándolo, incluídos los omegas que trabajaban como acompañantes y a los guardias de seguridad y escoltas, especialmente el señor Ahn, quien lo quería como a un hijo (y quien estaba secretamente enamorado de Madame Park, como era llamada en el lugar).
Era finales de noviembre y la nieve caía copiosa sobre Seúl. JiMin ya no sentía sus dedos, estaban entumecidos y se había prometido comprar un par de guantes esta vez, aunque le costara un almuerzo. Podía vivir sin comer un día, pero necesitaba sus manos, aunque pequeñas, ya que con ellas él curaba y rehabilitaba.
Aún recordaba con pesadumbre cuando uno de sus profesores se burló de él durante un año entero por ese detalle, diciéndole cosas como "con esas manos dudo que llegues a segundo año" o "pero miren, por favor, esas manitos de bebé". No obstante, ya estaba en cuarto año y el profesor Kang se tuvo que tragar sus palabras y pedirle unas disculpas, bastante insípidas para su gusto después de todo el bullying que recibió, pero bueno, el profesor Kang ahora lo tenía dentro de su equipo de trabajo y se sentía conforme.
JiMin había demostrado que, aunque era omega, no era débil ni tonto. El rubio era bastante admirado por sus pares y un ejemplo para muchos omegas que estudiaban la misma carrera, solo destinada para betas y alfas. Se requería fuerza y el sí era bastante fuerte para su contextura.
--JiMin-ah. ¿Cómo estuvo tu día? --lo saludó un alfa al llegar a la gran casona "La Bohème".
--Buenas tardes, señor Ahn. Estuvo perfecto. La señora Ong ya se encuentra mucho mejor y me evaluaron bien por eso. --informó con una pronunciada sonrisa.
--Me alegro mucho muchacho, eres muy capaz. Tu madre te espera en casa. --le informó el hombre dentro de la caseta de seguridad.
--Muchas gracias. Le veo después. --se despidió inclinándose un poco.
Entró a la gran casona. El lugar donde había crecido.
Para él ese lugar significaba muchas cosas. Mientras que otros niños crecían en casas comunes y corrientes, él se crió entre personal de seguridad y bueno... omegas y betas de compañía, de esos que trabajaban en el oficio más antiguo del mundo, la prostitución, por ende estaba acostumbrado a ver ciertas cosas, como cuerpos desnudos, había visto cientos de ellos, de diversas formas, tamaños, colores y olores, tanto así que al verlos no le provocaban nada.
Habían muchas casas de entretención en el país. Muchas de ellas habían sido clausuradas por diversos crímenes, como trata de blancas, prostitución ilegal y tráfico de drogas, etc., pero no donde él vivía.
Allí cada quién ejercía su trabajo libremente. Solo se les prestaba las habitaciones y seguridad a cambio de alguna comisión y eso era lo que la había hecho perdurar tanto a través de los años y es que además esta casa en especial servía de ayuda para alfas y omegas en período de celo, puesto que se les ofrecía seguridad y ningún prejuicio.
Su madre llegó a ese lugar buscando asilo, cargándolo en su vientre, sin saber que se quedaría a vivir ahí por tanto tiempo y es que JiMin ya era adulto y no tenía intención de abandonar ese sitio. Su mamá había encontrado un refugio y libertad ahí, mismo que le dió su primer y único trabajo y con él pudo pagar el primer año de universidad de su hijo, ya que JiMin en segundo año y con mucho esfuerzo, había obtenido una beca que cubría la totalidad de las mensualidades y aranceles.
Y claro, su madre hizo todo lo posible por darle una vida normal, pero la vida del chico fue muy díficil.
Sobre todo después de ver tantas cosas que no debió cuando era apenas un cachorro. Ese lugar no era adecuado para criar a un niño, pero "mucho peor era la calle" pensó su madre y por todo lo que JiMin había visto allí, se negaba a cualquier tipo de relación amorosa, pues temía vivir a costa de un alfa.
Una marca no garantizaba nada. A ese lugar acudían muchos alfas enlazados y sin ningún tipo de culpa o remordimiento, tomaban omegas o betas todas las semanas sin falfa, para luego regresar a sus hogares como si nada hubiese pasado, volviendo a sus felices a los brazos de sus enlazados.
A él su madre lo había preparado para ayudar a los que trabajaban ahí, haciéndoles curaciones o primeros auxilios desde los 12 años, sin saber su casta aún. Y claro, al principio solo fue alguna ceja rota o algún labio partido, pero luego de eso vinieron un par de costillas, algunos dedos fracturados y finalmente marcas de violencia sexual como desgarros o mordidas en zonas íntimas.
Sí, JiMin estaba traumatizado y se juró nunca ser tomado por un alfa desalmado, prefería quedarse soltero y llenarse de gatitos.
Hacía ingreso a la pequeña cabañita dentro del mismo terreno la cual durante toda su vida llamó "hogar". Se quitó los zapatos, se vistió los pies con unas grandes pantuflas de corderito y colgó su mochila y chaqueta en el roído perchero. Le alegraba sentir calor proveniente de una humilde caldera a leña.
--¡Eomma! --llamó a su madre, quitándose el gorrito de lana y rascándose la cabeza. Caminó hacia la cocina, hasta que escuchó unos pasos provenir del baño.
JiMin sonrió al notar su presencia, dejó el gorro a un lado y abrió la nevera esperando encontrar su almuerzo.
--¡Bingo! --dijo al ver un tupper con arroz y luego comenzó a buscar las guarniciones. --¡Eomma! --repetía.
Escuchó sus pasos a sus espaldas.
--¿Vas a comer también? Así caliento todo y-
Se giró y alzó la vista hacia su madre y esta le devolvió la mirada con ojos rojos y llorosos.
--¿Eomma, qué pasa? --dijo JiMin cerrando la puerta de la nevera para acercarse a su madre y tomarle sus manos.
--Tengo una recurrencia... --susurraba con voz temblorosa. --El cáncer volvió, cachorro.
JiMin sintió su alma caer a sus pies, tanto así que sus piernas flaquearon y tuvo que afirmarse de la encimera para no desfallecer.
--No... no... eomma. Estabas sana... yo-
--Acabo de regresar del oncólogo. --le interrumpió. --Tengo cáncer de pulmón otra vez, lo más probable es que tenga que probar otros medicamentos, incluso más caros, aún no hemos corroborado una metástasis y todavía no hemos terminado de pagar el primer tratamiento.
--¡No, eomma!. Mañana... mañana iremos juntos a ver al doctor, yo... buscaré la manera de ayudarte, vamos a luchar otra vez, ¿sí? --dijo apretando fuerte las pálidas manos de su madre y sin poder evitar derramar lágrimas de angustia y desesperación.
--Minnie, no sé si quiera volver a luchar, estoy cansada. --confesó mirando a su hijo a los ojos.
--No puedes dejarme, eomma. No puedes abandonarme, no me hagas esto. ¿Qué voy a hacer sin ti? ¿Cómo se supone que voy a seguir ahora? ¿A quién le pediré consejos? ¿Quién me va a decir que mi ropa no combina o... que debo comer más verduras? ¿Quién me va a cuidar en mis celos o cuando me enferme? ¿Quién me va a llevar al altar cuando me case y me cuidará cuando tenga cachorros...? --interrogó totalmente abatido. Sus lágrimas inundaban sus ojos, lágrimas que jamás pensó que volvería a derramar por el mismo motivo que hace tres años.
--Cachorro, ya eres todo un adulto. Estás a punto de convertirte en todo un profesional. --Dijo su madre acariciando su rubia cabellera. --Tienes que seguir adelante sin mi esta vez.
--¡No! Eomma, no puedo. No podré hacerlo, eres... todo lo que tengo... --Dijo entre hipidos. Sus manos temblaron, había pánico en su voz.
SuJi lo acurrucó, como hacía cuando era apenas un cachorro de cinco años y se había caído, lastimando así sus rodillas. Besó sus mejillas y le cantó una suave melodía, mientras liberaba su débil aroma a caramelo, opacando el agrio aroma de su hijo a rosas.
--¿Por qué a nosotros, eomma? ¿Qué tiene la madre Luna contra nosotros, ah? --preguntaba con esa amargura que solo los que han atravesado situaciones difíciles una tras otra conocen.
--Créeme que he sido bendecida con solo tenerte conmigo, hijo. No me quejo. Mi vida pudo haber sido incluso mucho peor, pero estás aquí. Verte así, tan hermoso, tan realizado me hace sentir en paz. --La mujer secó las lágrimas que derramó sin querer y volvió a besar las mejillas húmedas de su hijo. --Escúchame bien, cachorrito mío, no quiero que hagas una locura. Te conozco. Esta vez dejaremos las cosas como están y tú seguirás tu vida. Serás un gran profesional, no te dejarás humillar por ningún alfa. ¿Me oíste?
Pero JiMin no le hacía caso, él ya estaba determinado, buscaría qué podía hacer para salvar a su joven madre otra vez.
--... Y como te comentaba, es bastante difícil. Hay medicina experimental, pero desafortunadamente su costo es altísimo. --informó el oncólogo a un testarudo JiMin.
--¿Cuánto? --preguntó sabiendo que el dinero era lo único que importaba en estos casos
--Un tratamiento completo... Alrededor de los cincuenta mil dólares. Lo siento. --dijo el médico haciendo una mueca, sabiendo que con sus palabras se hacía más real la sentencia sobre su madre.
JiMin sintió su pecho oprimirse al oír la cifra.
«Imposible»
Totalmente fuera de su alcance. ¿De dónde podría siquiera imaginar sacar tal cantidad?
Ni vendiendo su cuerpo lograría reunir esa suma, a menos que...
No. No lo haría. Lo máximo que habían pagado los alfas en una subasta era treinta mil dólares y si no lograba entrar en la subasta a lo máximo que podría venderse por una noche era en quince mil como mucho.
Se sabía que los vírgenes eran los más cotizados, pero no pagarían tanto por él. ¿Y si lo ahorraba?
--Si lograra reunir parte del dinero, ¿podría acceder a la medicación? ¿Existe esa posibilidad? --preguntó, tratando de aferrarse a la esperanza con uñas y dientes.
--Mmm... Tendría que consultarlo, pero tengo entendido que sí. Hay muchas familias que así lo hacen. --volvió a informar y el rostro del omega se iluminó.
--¿Podría ponernos en la lista, entonces? --pidió con una sonrisa.
Por su eomma haría lo que sea.
--Jimin-ah, cariño. ¿Para qué querías reunirte conmigo?
El señor Jung era el administrador de La Bohème. Por él pasaban todas las decisiones y quién podía ofrecerse a un alfa y quien no. Era él quien destinaba y quien ofrecía al mejor postor a los omegas y betas bajo su alero.
--Voy a entrar a la zona de cristal. --avisó. No, él no estaba pidiendo permiso, él estaba dando aviso. Sabía que muchos alfas preguntaban por él.
El hombre tosió el contenido de su taza al escuchar lo que dijo el rubio.
--¿De qué estás hablando, jovencito? --cuestionó el elegante hombre, creyendo que había oído mal.
--Mi eomma tiene una recurrencia. Sus pulmones no aguantarán el mismo tratamiento. El médico expresó que existe un tratamiento experimental. Su costo es demasiado alto para nosotros, no tengo otra alternativa.
--Aaah... Cachorro. Lamento mucho oír eso, pero lo que me pides es difícil. No porque no tengas potencial, si no porque eres como un hijo para mi y tu madre me asesinará si te dejo entrar ahí. --el señor Jung, como casi todos los que trabajaban ahí, quería mucho al rubio, lo había visto crecer y lo había defendido de decenas de alfas acosadores. No podía creer lo que estaba pidiendo en ese momento.
--Soy un adulto, señor Jung. Solo necesito una oportunidad. Haré lo que sea por mi madre. No tiene que contarle nada, es eso o iré a otro burdel y ya saben como son en otros lugares, ya estoy decidido.
--Ay, pequeño. Está bien, está bien, tú ganas. --aceptaba, sabiendo que en otro lugar el trato sería horrible, sin contar los peligros a los que podía arriesgarse. --El viernes a las 10 de la noche. La lista de clientes es más larga los viernes y solo tenemos dos vírgenes además de ti. Escúchame bien, será difícil y estará el alfa Kang.
JiMin tragó saliva con dificultad. El alfa Kang era el terror de los omegas vírgenes. Era sádico y amaba desgarrarlos y devolverlos en total inconsciencia. Nadie hacía nada, puesto que él era el que más pagaba por los omegas castos y estos firmaban un acuerdo, sabiendo a lo que se atenían con él.
--¿Sabes cómo funciona esa habitación? --agregó el hombre, tratando asustar al joven para que se arrepintiera.
--Algo. --respondió dudoso. No quería saberlo la verdad, pero era necesario.
--El viernes deberás entrar a la zona de cristal. Se llama así porque estarás en el centro mientras eres observado por tus "compradores". Una vez ahí debes mostrar tus atributos. Tu precio por ser virgen será de quince mil dólares. Pero si más de tres alfas te desean comprar, serás subastado al mejor postor.
--¿Cuánto es lo máximo que han pagado por un omega en una subasta? --preguntó con verdadera curiosidad.
--Ese fue el omega Song WooRi, en treinta y cinco mil dolares, comprado por Kang, para variar. --informó, nuevamente tratando de infundirle miedo al rubio. --Bien, luego de que seas vendido. Nosotros nos quedaremos con el 20% del dinero y tú con el resto. Si eres comprado por una noche, firmarás el acuerdo y el alfa o beta harán lo que quieran contigo, excepto asesinarte, lógicamente. Lamento si soy crudo, pero espero que lo entiendas.
--Lo entiendo. Después de todo he sido yo quien brinda los primeros auxilios y curaciones a esos omegas al día siguiente. --respondió, tratando de no pensar mucho en esa parte.
--Bien. Si llegaras a ser subastado, el trato sería diferente. Ahí podrías llegar a vivir bajo el alero de ese alfa por hasta dos años.
--¿Dos años?
--Dos años. Pero eso ya sería en caso de que te subasten. No hemos llegado a subastar a ningún omega en casi cinco años.
--Pero si llegaran a subastarme podría alcanzar una mayor suma de dinero ¿no? --insistió, queriendo llegar al asunto que más le interesaba, el vil y sucio dinero.
--Claro que sí, pero serías prácticamente un sirviente, un... esclavo.
--Lo entiendo, señor Jung, Sin embargo por eomma haré lo que sea necesario. Gracias señor Jung, ponga mi nombre en la lista del viernes, por favor, mañana me haré el examen de castidad. --se inclinaba ante el alfa y se retiraba.
Sus manos y piernas temblaban, pero no se iba a acobardar.
Y en un abrir y cerrar de ojos ya era el dichoso viernes. La madre de JiMin no estaba enterada de los planes de su hijo. Eran ocho omegas los que entrarían a la zona de cristal. De ellos tres eran vírgenes, incluyendo a Park JiMin y a los otros se les consideraba "omegas de lujo". Eran omegas que habían sido entrenados, que tenían estudios o se movían muy bien dentro de la alta sociedad. Eran hermosos y por eso tenían el privilegio de ser vendidos a mayor costo. El resto se vendían a precios más bajos en la gran casona.
--Lo lamento chicos, pero el alfa Kang ya llegó. --dijo uno de los "omegas de lujo" con diversión.
--Hoy correrá sangre --dijo otro omega entre risas.
JiMin temblaba. Se acercó a la zona de los cocktail y bebió sin dudar un poco de whisky.
Todos los omegas iban vestidos de manera provocativa, incluso los vírgenes, mostrando sus dotes y proporciones. No así JiMin, quien iba cubierto por una camisola holgada, blanca y algo transparente que llegaba a mostrar sus muslos. No iba a mostrarse tanto, solo lo suficiente.
--Sabía que el estudioso Park llegaría aquí algún día. Todos los que pretenden subir llegan aquí. --agregó otro omega.
JiMin no dijo nada, no porque no quisiera, si no porque sabía que si decía algo su voz se quebraría.
El primer omega salía temblando. Kang lo había comprado.
«Mierda»
Luego entró el segundo quien también fue comprado por el mismo sádico alfa.
--Park JiMin, es tu turno. --anunció la voz del beta encargado.
JiMin se puso de pie con rigidez. Respiró hondo y revisó por última vez su sutil maquillaje. Sus labios eran de un bonito color durazno, al igual que el sombreado de sus ojos. Asintió a su propio reflejo pensando en su madre como objetivo de esa noche. Caminó descalzo, al contrario de todos los otros omegas y hacía ingreso a la habitación.
Alzó su cabeza y miró a su alrededor. Solo veía paredes de vidrio todos polarizados. No podía ver a nadie detrás de los cristales, solo su propio tenue reflejo, mas sabía que él era visto. Anduvo con gracia por el lugar, mirando con seguridad. Arriba de cada ventana habían unos focos, mismos que se fueron encendiendo uno a uno en tonos verdes. Una voz lo llamó.
--Park, sal ahora. --dijo la voz del mismo beta que lo hizo entrar a la habitación.
JiMin no entendió, pero obedeció y salió con movimientos suaves y gráciles del lugar.
La habitación de preparación estaba en silencio y todas las miradas se posaron en él.
--¿Ocurrió algo? --preguntó con el ceño fruncido y algo de confusión.
--Felicidades Park. Estás siendo subastado. --dijo uno de los omegas de lujo con algo de envidia.
JiMin no pudo evitar esbozar una dolorosa sonrisa.
Sabía lo que significaba y estaba aterrado, pero feliz por su madre. La esperanza se abrió paso dentro de su pecho.
Los minutos pasaban y nadie daba información de lo que ocurría, hasta que luego de treinta minutos salió el alfa Jung buscando a JiMin con la mirada.
--Cachorro, fuiste subastado. --le informó el hombre, poniendo sus manos en los bolsillos de su elegante y costoso traje.
--¿Podría decirme en cuánto...?
--Ciento dieciocho mil dólares, muchacho. El precio más alto hasta ahora. Mierda, necesito un cigarrillo...--le anunció y JiMin cayó de rodillas al piso mientras un jadeo de asombró recorrió el lugar.
El hombre se acercaba tocando su hombro.
--Te debes ir ahora. Tu alfa te espera.
«Tu alfa...»
--¿Puedo saber quién me...?
--El señor Kim te compró. Es primera vez que viene a este lugar. Todos ellos querían tenerte, fue todo un revuelo, pero... estarás un año con él.
JiMin asintió aún temblando. Se puso de pie con dificultad siendo ayudado por el señor Jung.
--Gracias. --susurró de manera débil.
Fue hasta los camerinos y se vistió con ropa sencilla, pero de buen gusto. Una camisa blanca, unos pantalones marrones algo holgados y unos sencillos zapatos. Dejó su maquillaje de la misma manera. Estaba nervioso y asustado. No sabía a qué se enfrentaría. Tomó su teléfono y algunas cosas personales y salió del lugar sin mirar atrás.
Caminó hacia la salida y al cruzar el umbral el gélido viento invernal lo hizo estremecerse.
El señor Jung le había asegurado que sus cosas llegarían al día siguiente a la mansión de los Kim. Afuera lo esperaba un auto lujoso y un chofer abría la puerta, entraba y al fin veía cara a cara a su comprador.
El alfa que lo había comprado era un señor de unos cincuenta años. Vestía un traje elegante y un sombrero negro. Fumaba un puro y en su mano tenía un vaso con algún licor amarillento.
--S-señor Kim. Soy Park JiMin. Mucho gusto. --saludó con una inclinación, tratando de sonar seguro y fracasando completamente en el intento.
El hombre le sonrió.
--Señor Park. Un gusto. Eres perfecto para lo que necesito. --aseguraba, asustando aún más al joven omega. --Vamos. --indicó el hombre a su chofer quien obedeció inmediatamente, encendiendo el vehículo.
JiMin permaneció callado todo el trayecto hacia su nuevo destino, pero siendo observado detenidamente por el alfa a su lado.
Treinta minutos después, llegaron a la mansión Kim y el omega creyó que su corazón se saldría de su pecho de lo fuerte que latía. Aún así al llegar, descendió del vehículo.
--Sígueme. --Indicó el mayor y JiMin obedeció sumiso.
Caminaron dentro de la gran casa por algunos pasillos, nadie se acercó, parecía como si en la casa no habitara nadie.
El hombre detuvo sus pasos, sacó una llave y abrió una puerta --Entra. --demandó.
JiMin entró a la habitación y notó que era una oficina. --Siéntate. --ordenó y el menor lo hizo.
El mayor se puso sus gafas y abrió una carpeta, JiMin notó que era su expediente.
--Bien. Eres Park Jimin, omega de 23 años, nacido el 13 de octubre, virgen. Hijo de Park SuJi, madre soltera. Estudias kinesiólogía y has vivido toda tu vida en la casona de la cual te saqué, ¿es así?
--A-así es, señor Kim. Todo eso es cierto.
--Bien. --El hombre se quitó las gafas y se puso en pie. Caminó rodeando el escritorio y se sentó en este, cruzando sus brazos. Se detuvo a mirar al omega quien le devolvió la mirada con algo de recelo. --Ponte en pie. --demandó de repente y el chico obedeció de inmediato. --Desnúdate. --exigió y a JiMin le temblaron las piernas.
--S-señor... ¿a-aquí? --preguntó con algo de ansiedad escurriéndose por su voz.
--Sí. Hazlo. Desnúdate. No tengo toda la noche. --exigió nuevamente.
JiMin asintió y aún con algo de miedo lo hizo. Lentamente, fue quitándose prenda por prenda hasta quedar solo vestido de su propia piel.
Él hombre lo rodeó y analizó con cuidado, notando que el chico además de algunas pequeñas cicatrices y lunares poseía una piel casi perfecta.
--Bien. Eres perfecto. Vístete. --ordenó y JiMin no entendía nada, pero obedeció otra vez, aún completamente ruborizado. Rápidamente se vistió. --Ahora sígueme.
Y JiMin estaba mareado con tantas instrucciones, pero no quería equivocarse, no en su primera noche.
Salieron de la oficina y se encaminaron escaleras arriba.
--Por aquí. --señaló el mayor, abriendo una puerta. El omega entró a la habitación y jadeó al ver a un hombre en una cama conectado a un montón de máquinas, solo iluminado por una luz tenue de una lámpara.
--Te presento a mi hijo, Kim SeokJin. Te he comprado para él. --Anunció el alfa.
Y JiMin volvió a fijar su mirada en el hombre que yacía en la cama, inconsciente y totalmente comatoso.
***Hola, amistades. Este es mi primer JinMin y lo quise estrenar hoy, 13 de octubre, para conmemorar el cumpleaños del omega más perfecto que existe, Park JiMin.
Feliz cumpleaños, JiMin precioso 💕
13/10/2024.-
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