4. La lista de desgracias de Cinco Hargrevees
➖ Número seis ➖
El descontrol
Cinco odio su primer celo; odio el momento en que sucedió, la sensación caliente en su interior y el miedo que le recorría el cuerpo al sentirse indefenso y débil.
Sin embargo, la aparición de su primer celo no encabezaba su lista de desgracias por dos razones. Una, la lista iba en orden cronológico, y dos, Diego le había demostrado que pasará lo que pasará él estaría ahí.
Nunca lo tocó, nunca se aprovechó, nunca lo abandonó y tampoco le hizo sentir incómodo; simplemente se quedó a su lado haciéndole saber que no lo dejaría solo y que lo cuidaría hasta que el dolor terminara.
Después de eso Danna, la madre del pelinegro se encargó de prepararle una rica comida y de consentirlo en todo lo que quisiera, al igual que Grace quien le explicó todo lo que sus padres jamás le explicaron y le ayudó a sentirse mejor durante el resto del día.
Si había sobrevivido a esa horroriza experiencia había sido gracias a esas tres personas, nada más.
Y aunque no lo crean, hay algo que Cinco odio más que su celo, y eso era el descontrol hormonal que vino justo después de él.
Grace lo había acompañado a su cita médica para confirmar toda duda sobre sus ciclos y cuidados, ya que habían llegado a la teoría que ser hijo de un alfa y un beta poco compatibles había causado una alteración significativa en su celo; y después de un sin fin de preguntas y análisis confirmaron sus hipótesis dando como resultado un inestable y singular celo.
Uno que Cinco odiaba mucho.
Porque no solo debería vivir con un calor superior a los de otros omegas, sino que también debería de soportar el desastre de hormonas que corrían por su cuerpo después de cada ciclo.
Porque si, su estabilidad mental se iba al carajo cada vez que su celo aparecía, o mejor dicho, desaparecía.
Lloraba por todo y nada. Gritaba por todo y nada. Reía por todo y nada.
Se convertía en una bolita de sentimientos que comía yogurt y veía The Walking Dead abrazado de su pony favorito (Rainbow Dash para ser más precisos).
— Eso es asqueroso. —comentó Diego, tomando otra cucharada de yogurt sin apartar la vista del zombie que se partía a la mitad en la televisión.
Y Five cree fielmente que eso es el amor. Ver The Walking Dead mientras comes yogurt con un omega sensible hasta la médula que llora cada dos minutos porque "los zombies también merecen amor" y se limpia las lágrimas con un peluche de un pony azul.
Si, para él, el amor se veía justo así.
Justo como el alfa que estaba su lado, abrazándolo y sosteniendo el segundo bote de yogurt del día.
Para Cinco, el amor era cálido, callado y tenía dos ojos profundos y lindos. Era un amor que no le decía que debía comer menos, que no se molestaba por sus repentinos cambios de humor y que no lo dejaba llorando aún cuando lo hiciera por las cosas más tontas del mundo.
— Tranquilo Five; te aseguro que a las tortugas ninjas no les molesta no tener mamá. —intentó calmarlo, acariciando el cabello castaño y sintiendo como las lágrimas del menor mojaban su camiseta—. Splinter es un buen padre, no necesitan nada más.
— ¡Es que tú no lo entiendes! ¡Solo lo dices para hacerme sentir mejor!
Y si, cuando decía "cambios de humor drásticos", eran realmente drásticos.
— Por favor dime que nunca hice algo parecido. —pidió Grace en un susurro viendo desde lo lejos como su hijo intentaba explicarle a su omega porque las tortugas ninjas no tenían mamá.
— Pues...
Fulminó con la mirada a su esposa.
— Yo nunca hice algo así.
— Amor, una vez me arrojaste un florero porque estabas enojada con el asteroide que mató a los dinosaurios.
Las mejillas de la rubia se sonrojaron y la más alta intentó ocultar su risa. Aquella escena había pasado durante su etapa de embarazo, sin embargo , aún podía escuchar los gritos furiosos de laomega porque los dinosaurios no merecían morir por un "estupido y cobarde asteroide" .
— Fue culpa de las hormonas. —masculló Grace, en un intento de excusarse.
A lo lejos, Five pasaba de gritarle a Diego que era un insensible con las tortugas ninjas a llorar desconsoladamente porque recordó el final de los power rangers.
El mayor en ese punto ya no sabía como demonios actuar.
— ¡Has algo!
— ¿¡Que quieres que haga!?
El puchero del castaño se acentuó y su labio inferior tembló.
— N-No me grites.
Y otra vez estaba llorando.
— No, Five, lo siento, lo siento.
Las adultas al otro lado de la habitación rieron bajito. Danna tomó la mano de su esposa y con un susurrado: "hay que dejarlos sufrir a solas" salieron de ahí.
Mientras tanto, Cinco entre los brazos del pelinegro que se deshacía en disculpas una y otra vez por gritarle; pensaba en lo mucho que odiaba el no poder tener control de sus emociones.
No podía evitar llorar aún cuando sintiera que se quedaría seco; tampoco podía evitar que hasta la cosa más absurda lo pusiera triste o lo hiciera enojar. No quería causarle problemas a Diego y sabía que el chico no sabía ni siquiera como respirar para no alterar más sus sentimientos; sin embargo Diego se había mantenido a su lado en todo momento, en cada lagrima, gritó y risa había estado ahí, soportándolo y abrazándolo si hacía falta.
Diego estaba dando su mejor esfuerzo y él estaba llorando por los power rangers.
Dios, debería parecer un loco.
Algo así como el sombrerero de Alicia en el país de las maravillas.
Bueno, en realidad a él no le iban los sombreros así que sería un sombrerero sin sombrero.
Un sombrerero sin sombrero.
— Pfff .—intentó ocultar su risa, pero en menos de un par de segundos una carcajada rompía el silencio de la habitación; de pronto se sentía más ligero.
El chico frente a él lo miró con confusión, seguramente cansado de tener que adivinar cual era la emoción que dominaba en el cuerpo del menor.
— ¿Te estás riendo? —preguntó, como si no fuera demasiado evidente.
— E-es que... es que soy un sombrerero... ¡un sombrerero sin sombrero!
Y volvió a reír, porque en su mente era realmente divertido.
Muy, muy divertido.
— Un sombrerero sin... ¿sombrero?
El mayor ladeó la cabeza cual gato, buscando el chiste que causaba las carcajadas del menor.
Y al final no lo pudo encontrar, pero igualmente sonrió, porque Cinco estaba sonriendo y no llorando y esa era suficiente razón para sonreír.
Five odiaba su celo, odiaba el desastre de sentimientos que venían con él y odiaba llorar, gritar y reír por cosas tan absurdas; pero amaba cuando Diego lo acurrucaba en sus brazos, le murmuraba cosas lindas y se reía con el.
Otra vez, una de sus desgracias era un poco menos dolorosa gracias a Diego Hargreeves.
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