2. La lista de desgracias de Cinco Hargreeves
NÚMERO TRES
➖LA NEGACIÓN➖
Una de las desgracias que había ocurrido en la vida de Cinco Hargreeves fue entrar en una "etapa de negación".
Una etapa donde negaba ser un omega.
Es decir, tuvo que haber un error, su padre era beta, su madre alfa, él debería de haber nacido con alguna de esa casta.
Era un simple error... ¿cierto?
— ¿A qué viene todo esto? —preguntó Diego, viendo toda la información que su amigo castaño había impreso sobre la falsificación de castas, cambio de bebés en hospitales, errores en las pruebas de rangos, etc, etc.
— Ya te lo había explicado. —bufo—. Ni mi padre, ni mi madre son omegas, lo cual significa qué hay una posibilidad de que....
— Una posibilidad de que no hayas dormido bien por tomar tanto café y ahora estés alucinando.
— ¡Escucha, Diego!
El mayor suspiro pero igual se terminó sentando en la cama del menor mientras este le exponía su teoría.
No saben como terminaron siendo tan unidos, ni siquiera saben cómo terminaron siendo amigos; pero aprovechando que Cinco se encontraba en una etapa de negación, negaría que había desarrollado un pequeño crush con el alfa.
Ahora bien; Diego conocía bien esa parte dramática y paranoica de su amigo, pero esta vez parecía ir más allá de eso.
Esta vez parecía ir enserio.
— ...entonces si hacemos la prueba podemos detectar dos de estas posibilidades.
— ¿Hablas enserio, Five?
— No arme todo este plan como para bromear, Diego.
El mayor suspiro. Se recostó y se mantuvo en silencio mientras pensaba cual sería la forma correcta de expresarle su punto de vista a su amigo.
Pero antes de poder decir algo el castaño ya estaba sobre él con un puchero en los labios.
— No me mires así. —le reclamo el menor—. No estoy loco.
— Lo se, Five, solo que... —tomó su cintura evitando así que escapara de la conversación—. Escucha. —pidió—. Se que ser omega tiene muchas desventajas y que como todas las castas tienen un estereotipo que cumplir y normas que seguir, y no me malinterpretes, no pretendo ignorar todo el abuso que sufren; pero intentar negarte a lo que eres no está bien; negar esta parte de ti e intentar enterrarla no es lo correcto, Five.
El castaño lo miró, con el puchero más acentuado y los ojos tristes.
Ahora se sentía culpable; sabía que los alfas también tenían desventajas por su rango y que muchas veces era más difícil para ellos seguir con los estereotipos asignados; después de todo, a un alfa no se le permitía mostrar sus debilidades, debían de ser siempre firmes y fuertes y conseguir buenos trabajos para mantener una familia.
Pero aun así Diego nunca se había quejado de ser uno.
— No debes intentar encajar en los estereotipos ni seguir él odiosos plan que les imponen a los omegas, pero tampoco debes ocultarte, no está bien negarte a ti mismo.
Five sabía que Hargreeves tenía razón, pero aceptarlo le costaba un poco.
Así que cuando sintió la primera lagrima resbalar por su mejilla se aferró al cuerpo más alto y se ocultó en el hueco de su cuello.
El mayor no lo apartó y Cinco se sintió seguro rodeado de su aroma.
Los aromas alfas no le gustaban, había tenido malas experiencias con alfas molestos que intentaban usar sus feromonas para su beneficio, sin embargo, el olor de Diego le fascinaba.
Una mezcla de canela y manzanas verdes. Un poco inusual, otro poco embriagador; un olor suave pero a su vez intenso; un aroma que podía enloqueces a Five como calmarlo.
Un olor muy a la Diego Hargreeves.
Da igual, Cinco estaba en su desgraciada etapa de negación, así que la aprovecharía y negaría su naturaleza omega y su crush con su mejor amigo.
NÚMERO CUATRO
➖EL DIVORCIO➖
La cuarta desgracia en la vida de Cinco Hargreeves fue protagonizada por sus padres y un acta de divorcio.
No le sorprendió; después de todo las peleas eran cada vez más constantes, el silencio más profundo, las miradas más apagadas, los corazones más alejados y la familia más destruida; sabían que era cuestión de tiempo para que uno de ellos decidiera terminar con esto de una vez por todas.
Tampoco le sorprendió que el proceso fuera rápido; sabía que su madre tenía mayor posibilidad de ganar por su posición como alfa, pero también sabía que su padre no se esforzaría mucho en luchar por su custodia.
Lo que sí le sorprendió fue el pasar del tiempo.
Ingenuamente creyó que al estar separados el uno del otro las cosas mejorarían, cada uno reconstruiría sus vidas y volverían a sentirse en una nube color de rosa.
Pero nada de eso pasó.
Su padre se mudó lo más lejos posible, cortando toda comunicación con ellos y desapareciendo de un día para otro; mientras su madre cubría su vacío con exceso de trabajo y tabaco.
No les hacía falta el dinero, pero su madre apenas si salía de su oficina, incluso había días enteros en los que no la veía y semanas completas en las que no hablaban.
Sabía que su madre no era feliz, ni con su vida, ni con el.
Así que se alejó, intentado estorbarle lo menos posible y fingiendo que el rechazo de la mujer no le afectaba en lo más mínimo.
Sobreviviendo así hasta su cumpleaños número dieciséis, el cual fue celebrado un día antes en una banca del parque junto a sus mejores amigos y un pastel preparado por la madre de Klaus.
Entre risas, felicitaciones y abrazos le desearon un feliz cumpleaños y bajo el soleado cielo sopló las velas deseando un futuro más feliz y colorido.
Y aunque el pastel estuvo delicioso y el momento lo atesoraría por siempre, su momento favorito de aquel día fue el caer de la noche.
Para ser más específicos, el momento donde Diego tocó su puerta.
— Perdón por no venir antes, las cosas se complicaron un poco.
Five sabía que una de las madres de Diego se encontraba hospitalizada por una complicación médica y que el chico se había mantenido en el hospital día y noche sin descansar; pero el hecho de que se tomara un descanso para ir hasta su casa para felicitarlo calentaba su pecho de una forma inexplicable.
— ¿Cómo van las cosas?
— Todo fue mal por la mañana, pero el doctor nos dijo hace unas horas que la recuperación ha sido rápida y tal vez en unos días den el alta.
— Oh, esas son buenas noticias.
El pelinergo sonrió y asintió.
Ambos se encontraban sentados en las escaleras de la entrada de la casa Hargreeves, comiendo los cupcakes que Diego le había llevado como regalo y viendo las calles oscuras, frías y desiertas.
Como aquella primera vez, el mayor le había dado su chaqueta para protegerlo del clima aun cuando no hubiera alfas cerca ni una lluvia desastrosa al otro lado.
Aún con el frío calando sus huesos y el silencio sepulcral de la noche, Cinco podía catalogar ese momento como perfecto.
Su madre aún se encontraba en su trabajo nocturno; su padre no se había molestado en enviarle ninguna postal de felicitaciones y seguro terminaría pescando un resfriado por la baja temperatura.
Pero Diego estaba a su lado.
Y eso lo hacía perfecto.
— Un minuto.
— ¿Uhm?
— Falta un minuto para que cumplas oficialmente dieciséis años —señaló su reloj.
— Oh, no lo había notado.
Diego se acercó y buscó algo en el bolsillo de su chaqueta -la cual se encontraba sobre los hombros del castaño- hasta sacar un paquete de fósforos.
Abrió la caja, tomó uno y lo encendió.
— No es una vela, pero un deseo de cumpleaños es un deseo de cumpleaños.
Acercó el fósforo hacia él, iluminando su rostro con la tenue luz y pidiéndole de forma silenciosa que lo apagara.
— Pide tu deseo, Five.
— Mi deseo...
Miró la luz.
¿Qué era lo que deseaba?
¿Una familia feliz?
¿Una casta diferente?
¿Un mundo más colorido?
No lo sabe, pero si sabe que no desperdiciara su deseo de cumpleaños número dieciséis con una petición imposible como lo era cambiar su rango omega o pedir que su madre lo quisiera.
No. Si pediría un deseo sería uno completamente posible.
Es más, él se encargaría de eso.
Cerró los ojos, mentalizo su deseo y luego tomó la mano que sostenía el fósforo.
Y la apartó.
Con su mano libre tomó la mejilla del mayor y besó sus labios.
Cuando Diego le correspondió el beso, el viento sopló y apagó la luz del fósforo, dando como cumplido el deseo de cumpleaños de Cinco Hargreeves.
Y fue así como vivió los primeros minutos de sus recién cumplidos dieciséis años; con una familia rota, un resfriado futuro, y un alfa besándolo en la entrada de su destruido hogar.
Tal vez no toda su vida era una desgracia.
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