1. La lista de desgracias de Cinco Hargreeves
NÚMERO UNO
➖NACER➖
Debíamos empezar esta lista de desgracia conforme fueron sucediendo ¿no?
Si es así, no podíamos dejar de lado la primera gran desgracia de Cinco Hargreeves.
Nacer.
Vivir ya era un fastidio, pero vivir como omega era aún peor.
Su casta era clasificada como débil, sumisa y dependiente; seres que no pueden hacer nada por sí solos y solo sirven para poblar el mundo de alfas poderosos y -en el peor de los casos- otros omega con su mismo propósito.
Así que si, nacer como omega fue la primera gran desgracia en su vida; lamentablemente no tardó en descubrirlo.
La primera vez que se percató de la maldición que significaba ser un omega fue un mes exactamente después de que se anunciara su casta. Se encontraba jugando en el patio del complejo de apartamentos donde vivía con sus padres cuando un niño un par de años mayor que él se abalanzó sobre su pequeño cuerpo para atacarlo.
Por fortuna el ataque fue impedido por una mujer que vivía en el mismo complejo y salía a regar las flores, sin embargo cuando la mujer llegó la sangre ya corría por el cuello del castaño y el dolor lo mareaba.
No fue una mordida, afortunadamente solo fue un rasguño demasiado profundo que le dejó una cicatriz que tardó varios meses en desaparecer.
Lo que nunca desapareció fue el miedo en su pecho.
Saber que era clasificado como un ser inferior era una cosa, vivirlo en primera persona fue otra completamente diferente.
Escuchar los comentarios sobre los débiles e inútiles que eran los omegas era diferente a ser perseguido en su camino a casa por alfas ebrios o egocéntricos que pensaban que por ser de una casta diferente lo podían tratar como una prostituta.
Porque al parecer, nacer omega fue su primera desgracia.
NÚMERO DOS
➖CRECER➖
Con la vida vienen el tiempo y con el tiempo el desarrollo; para ser más específico, un desarrollo omega.
Un horrible, detestable y asqueroso desarrollo omega.
Todos sabían que las castas tenían diferente formas de desarrollo, eso no era secreto, Cinco sabía que algún día pasaría, pero no por eso estaba más listo para afrontarlo.
Crecer como omega significaba que durante su adolescencia comenzaría a presentar ciertos cambios -muy diferentes a los de los alfas- donde sus feromonas comenzarían a intensificarse aún más, su cuerpo comenzaría a tomar forma y seguramente sufriría de su primer celo.
Estaba consciente que los omegas desarrollaban un cuerpo "lindo" e inclusive delicado, a comparación de los alfas quienes recibían más masa muscular y altura.
Después de todo esos eran sus papeles ¿no?
El dominante y el dominado.
El alfa y él omega.
Definitivamente, el crecer fue otra de las desgracias en la vida de Five.
A su edad muchos de los omegas estaban preocupados por obtener un cuerpo bonito y llamativo que pudieran usar como arma de persuasión, mientras él estaba preocupado porque los cambios no se vieran de verdad reflejados en su físico y fueran lo más discretos posibles.
Pero claro, era Cinco Hargreeves y nada le salía bien.
A sus casi dieciséis años ya contaba con un bonito físico de complexión delgada y estatura bajita, con una cintura delgada y piernas pálidas y largas que llamaban la atención de más de uno durante las clases de educación física.
Muchos lo felicitaban por ser un omega bonito y lo elogiaban diciéndole que seguro un buen alfa lo elegiría.
Por favor, ¿en qué mundo eso era un alago?
Él no quería ser bonito si eso significaba ser devorado con la mirada en cada paso que daba.
Él no quería tener un cuerpo lindo si eso significaba escuchar las vulgaridades que le gritaban por la calle.
Tampoco quería tener una complexión perfecta si no podía usar la ropa que le gustaba por sentirse incómodo bajo la perversa mirada de un montón de desconocidos.
En pocas palabras, prefería ser un beta con un cuerpo normal y aburrido que un omega con un cuerpo "bonito".
— Idiotas. –murmuro pateando la lata de soda vacía que se encontraba en el piso.
Se encontraba bajo el techo de la escuela, intentando refugiarse de la intensa lluvia que le impedía regresar a su casa y esconderse entre las sábanas de su cómoda cama.
Pero ese no era el problema, en realidad le gustaba mucho ver la lluvia.
El problema era el grupo de idiotas que no le quitaban la vista de encima. Estaban justo al otro lado de donde se encontraba, todos bajo sus paraguas pero sin intenciones de irse.
— Ni siquiera se molestan en disimular. —murmuró con enfado, observando como por vigésima vez uno de ellos le murmuraba algo a sus compañeros mientras todos lo recorrían con la mirada.
Ahora se arrepentía de no haberse cambiado el uniforme deportivo, tampoco lo pueden culpar, había sido una tarde calurosa y ese short azul acompañado con la camiseta blanca había sido una buena opción para no morir de calor durante la jornada escolar; de ninguna manera él habría podido adivinar que un grupo de idiotas descarados lo estarían acosando mientras se encontraba acorralado entre la tormentosa lluvia o su ropa seca.
— Idiotas. —repitió.
— ¿Debería tomármelo a mal?
Se paralizó al escuchar una respuesta a sus espaldas; intentó girarse pero un peso sobre sus hombros lo hizo volver a quedar estático.
— Deberías cubrirte, podrías pescar un resfriado.
— Deje mi ropa en los vestidores. —respondió, sintiendo como el suéter que Diego le había colocado sobre los hombros le trasmitía un calor que no sabía que necesitaba—. Gracias...
— Descuida. —hizo un gesto vago y miró hacia al frente, topándose con el grupo de chicos que ahora los miraban a ambos—. ¿Se te han acercado?
— No, pero hasta aquí me llega su estupidez.
— ¿Te molestaron?
Five bufo.
— No les prestes atención, he lidiado con idiotas peores.
Diego lo miró y luego regresó la vista a los desconocidos.
Cinco pudo ver como uno de ellos temblaba.
Diego Hargreeves. Había sido transferido a su curso al inicio del año; ni siquiera era necesario preguntarle para saber que era un alfa en todo su esplendor, y no cualquier alfa, uno muy intimidante; no solo por su altura, su lenguaje cortante, su actitud desinteresada o sus ojos impresionantemente profundos, sino por el estrago que causaba en tu mente con su sola presencia.
Diego era un alfa solitario, pero tenerlo enfrente te hacía querer seguirlo.
Era imponente como el solo y todos eran capaces de reconocer a un alfa de esa magnitud.
Por eso no fue sorpresa para ninguno que el grupo de chicos se fuera corriendo apenas el mayor apareció.
Para su desgracia Diego y el compartían el mismo apellido aun cuando no compartieran sangre ni lazos familiares, pero estaba claro que nadie saldría corriendo ante el pobre omega desamparado bajo la lluvia a comparación del imponente alfa.
— ¿Cómo haces eso? —preguntó.
— No sé de lo que hablas. —respondió, fingiendo no entender mientras llevaba su mano a su nuca y observaba la lluvia caer.
— Como sea, gracias por alejarlos de aquí.
— No sé de lo que hablar. —repitió.
Five miró a Diego mientras este seguía con la vista perdida en las gotas de agua.
Era muy alto, mucho más que él al menos.
Malditos genes alfa, pensó.
Su piel tenía un tono muy bonito; sus hipnotizantes ojos eran profundos y misteriosos y su rostro era serio y – a su parecer- muy atractivo.
Un alfa en todo su esplendor.
Hubiera querido tener un desarrollo como el del pelinegro y no quedarse estancado en su enana estatura.
Hubiera querido nacer alfa y tener un desarrollo así de cool.
— Creo que se detendrá pronto.
— ¿Ah?
— La lluvia, creo que pronto parara.
— Oh, sí, eso parece. —contestó, fijándose por primera vez que las gotas habían disminuido.
— ¿Quieres que te lleve a tu casa?
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