XXXVIII. ¿Estás preparada?
*pequeñísima aclaración: el capítulo que leyeron al comienzo de esta historia, no es el final, solo es el preámbulo para algo más grande.
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La mirada de Mina no se despegó ni un segundo del cuerpo desnudo que descansaba sobre la gran cama, envuelto en sábanas y con una fina capa de sudor que lo hacía brillar ante la luz de la luna que se filtraba entre las cortinas. Su mente estaba empecinada en rememorar una y otra vez lo sucedido unas horas atrás. Si se concentraba lo suficiente todavía podía sentir la suave piel de NaYeon rozando sus palmas, podía escucharla jadear, sentir sus labios... podía ver la lágrima que se deslizó en la mejilla de su coreana mientras le repetía una y otra vez que la amaba.
La japonesa cerró los ojos y apretó los puños deseando con todo su corazón que los primeros rayos solares jamás llegaran.
Con su ropa puesta se giró sobre sus talones y salió por la puerta de vidrio corrediza que la llevaba al balcón.
La fría brisa golpeó su cuerpo y se vio con la obligación de abrazarse a sí misma.
— Si te atreves a mirar por esa puerta, juro que te mataré. — Amenazó Mina sin apartar la mirada del bello paisaje que esa isla le ofrecía.
Hades, que se encontraba sentado sobre el barandal sin ningún miedo a caer, sonrió. — Recién llego, y no me atrevería a hacerlo. — Exhaló con fuerza y logró ver el vaho escapando de su boca. — Vengo por ti.
— Cuando ella despierte, nos iremos.
— Mina...
— No la dejaré. — La japonesa por fin dirigió su mirada al dios, seria y decidida.
— Me recuerdas mucho a tu padre. — Comentó para luego encogerse de hombros. — Como tú quieras. Creí que se quedarían solo unas horas, parece que me equivoqué. ¿Encontraron algo mejor que hacer?
— Cállate. — Pidió girando su rostro avergonzada.
Hades volvió a reír, estirando su brazo alcanzó la cabellera de la menor y la despeinó. — Pronto volverás con esa chica. Así que te quiero motivada para cuando nos vayamos.— Dicho eso, el dios desapareció de allí dejando un rastro de humo negro que hizo toser a la chica.
— En serio debe dejar de hacer eso...
Sin poder evitarlo, Mina se giró para comprobar que NaYeon siguiera durmiendo, al hacerlo su corazón se estrujó. Su novia permanecía sentada, con la sábana cubriendo su torso desnudo y con una mirada que le resultó difícil de descifrar. La japonesa suavizó su expresión y sin pensarlo ingresó de nuevo solo para acercarse preocupada hasta la cama.
—No quise despertarte.
—Hacía mucho frío sin ti.— Susurró NaYeon mientras estiraba su mano y la invitaba a acostarse. Mina no pudo negarse, todavía le quedaban varias horas.
En silencio, ambas volvieron a ocupar sus sitios. La coreana abrazó con fuerza el cuerpo de la mayor y cerró sus ojos intentando recuperar el sueño perdido, fallando en su intento. A pesar de no poder dormir ninguna, no hallaban las palabras necesarias para romper el silencio que las envolvía.
Al parecer, la compañía mutua era suficiente.
Cuando los primeros rayos solares llegaron, Mina y NaYeon tuvieron que despedirse a pesar de no querer hacerlo.
«Te amo.»
Después de que la japonesa se asegurara de que su novia llegara sana y salva a su casa, tomó la mochila que había preparado antes de su cita con NaYeon y partió junto con Hades, Lisa y Tzuyu.
El destino, como de costumbre, era Ítaca para poder afinar los últimos detalles. Hades se había encargado de repetir varias veces las opciones que tenían, vías de escape por si algo fallaba y los lugares que cada una debía ocupar. Estaba orgulloso de Mina porque, a pesar de verla muy distraída las primeras horas, poco a poco iba tomando la importancia que debía a la situación actual.
Mirando hacia Tzuyu, el dios entrecerró los ojos. — Si algo sale mal, quiero que entres, tomes a Mina y huyan. No mires hacia atrás, solo vete. Te daré el tiempo necesario, estoy seguro que Tristán podrá llevarlas fuera de peligro sin ninguna complicación. ¿Entendido? — Después de esa última aclaración, Hades caminó lejos de allí dejando a todas en silencio.
El dios todavía tenía una última reunión.
A medida que se iba alejando, sus pisadas se hacían más pesadas gracias a la arena que cubría el lugar. Tener un as bajo la manga podría ser crucial para él, pero no podía confiarse del todo hasta tener una respuesta clara por parte de la persona a la que visitaba.
Hades se detuvo una vez divisó una silueta parada a orillas del mar, el hombre que lo esperaba siempre había poseído una figura imponente, aunque, tal vez, el tridente que siempre llevaba en su mano derecha era lo que generaba el temor y respeto.
— Viniste. — Dijo con una sonrisa mientras se acercaba. — Creí que me dejarías plantado.
Poseidón no apartó la mirada de su territorio, el mar. — Llegas tarde. No me gusta esperar.
— Sí, pero... — Hades sobó su cuello sin poder encontrar una buena excusa para evitar que su hermano se enojara. — ¿Has escuchado que lo bueno siempre se hace esperar?
El castaño bufó y dejó ver una pequeña sonrisa. — ¿Ahora en qué problema te has metido? — Cuestionó. — Sabes que no siempre puedo interceder por ti ante Zeus, ¿verdad?
— Justamente vengo a hablarte de nuestro hermanito.
— Ya estoy aquí, ¿no? Mejor empieza a hablar.
•••
Cuando la noche cayó sobre el pequeño grupo, una fogata fue suficiente para que se reunieran, para esta ocasión, las ninfas que siempre habían sido una gran distracción cada vez que iban a entrenar, ahora se comportaban más tranquilas y hasta incluso preocupadas por lo que podría pasar.
—¿Están nerviosas? — Fue Lisa quien rompió el silencio. Incluso si su voz era suave, gracias a los nervios acumulados pareció que gritaba, haciéndolas sobresaltarse.
—Como nunca. — Respondió Tzuyu mientras acercaba sus manos al fuego para poder calentarlas un poco, nunca había sentido tanto frío. — Se supone que yo solo participaré si las cosas salen mal. — Tzuyu bajó la mirada recordando perfectamente las palabras del dios. — ¿Cómo crees que salga?
Lisa guardó silencio mientras miraba a Mina que, como siempre, se había refugiado en el tronco de un árbol. El carisma y el rostro alegre que la japonesa siempre llevaba consigo había desaparecido por completo.
—Confiemos en ella. — Dijo con una sonrisa mientras se dejaba caer sobre el césped y reposaba sus manos sobre su abdomen. — Tengo un buen presentimiento sobre esto.
Mina casi tiritaba y no sabía con exactitud si era el frío de esa noche o su miedo al fracaso. No era propio de ella querer levantarse y pedir más tiempo para prepararse mentalmente, pero realmente quería hacerlo y hasta imaginó la posibilidad de huir de allí para evitarse tantos problemas. Soltó un bajo suspiro y dejó caer su cabeza hacia atrás mientras cerraba los ojos.
Cuando su padre alzó su espada y amenazó con herirla, una Mina de seis años se cubrió el rostro con sus pequeñas manos esperando el golpe. Sin embargo, este nunca llegó, por el contrario, sintió las pesadas manos de su padre sobre sus hombros sacudiéndola ligeramente intentando ganar su atención.
Al descubrir sus ojos se encontró con Ares arrodillado frente a ella.
—Si no puedes ver, no puedes defenderte. Creo que te lo he dicho varias veces.
Mina apretó los labios, no quería llorar por haberlo decepcionado.
—¿Por qué te ocultaste?
—P-porque tuve miedo... — Rápidamente se irguió al darse cuenta de sus propias palabras. — L-lo siento mucho, papá, n-no volveré a tener miedo.
Ares ladeó su cabeza confundido por la repentina conclusión de su pequeña hija. — Está bien tener miedo, sabes, cuando lo enfrentas, te vuelves en una persona valiente. No cualquiera lucha con sus propios temores. — Su índice señaló el pecho de su hija y sonrió. — Te felicito por no haber huido, te quedaste esperando el golpe, pero a la próxima... no cierres los ojos.
— Te convertirás en una gran guerrera. — Una voz femenina se había colado en ese recuerdo porque, definitivamente, ninguna mujer -además de Afrodita- había presenciado los entrenamientos junto a su padre desde que tenía memoria.
Mina seguía viéndose como una niña, sin embargo, ahora no solo tenía a su padre, sino también a una bella mujer frente a ella sonriéndole con dulzura.
— ¿Quién es usted? — Preguntó la japonesa con cierto temor.
— Una vieja amiga de él. — Señaló la mujer, ¿por qué se le hacía tan conocida? Mina no tardó en inclinarse hacia adelante, intentando reconocerla, fallando en su intento. — Una vieja amiga tuya también.
— ¿Mía? — La pequeña negó. — Yo no la conozco.
— Tal vez no me recuerdes, pero yo estuve en tu nacimiento. — Respondió mientras se ponía de cuclillas para estar a la altura de la menor. — Vine a visitarte y a darte un obsequio.
— O-oh. Gracias señora. — La pequeña se ruborizó ante la dulce mirada que la mujer le dedicaba. — ¿Es que me porte bien?
— Digamos que en unos años, tú me ayudarás.
Completamente confundida, Mina retrocedió. — ¿Puede mirar el futuro?
— Algo así. — La mujer hizo aparecer un pequeño cuadernillo sobre la palma de su mano, sin embargo, justo antes de que pudiera entregárselo, todo se oscureció.
Mina abrió los ojos de golpe y al hacerlo se encontró con Hades apareciendo entre los árboles. Completamente confundida por ese sueño miró a su alrededor en busca de una respuesta que claramente no llegaría.
— Ustedes dos, síganme. —Señaló a Tzuyu y Mina. — Y tú descansa. — Aconsejó a Lisa que movió su mano de forma despreocupada mientras llevaba un brazo bajo su cabeza para que le sirviera como almohada.
Las dos requeridas se miraron mutuamente y sin reclamar nada se levantaron de sus cómodo lugares solo para seguir al dios. Fueron aproximadamente quince minutos lo que caminaron para alejarse del improvisado campamento hasta que Hades se detuvo.
— Necesito hablar con ustedes y además, darles un regalo.
Tzuyu alzó ambas cejas sorprendida y maravillada con lo que Hades sacaba tras un árbol. A simple vista, el arco que sostenía el dios lucía pesado pero cuando se lo entregó a la chica esta comprobó que era ligero, muy ligero, tanto que llegó a pensar que este se rompería en cualquier momento.
— Es fibra de madera, ébano. No es algo diseñado por Hefesto, pero te ayudará bastante. — Explicó él. — Oh, esto también... — Y solo para terminar de sorprender a la joven, le entregó varias flechas de plata perfectamente agrupadas en su aljaba* de madera.
Tzuyu, con una sonrisa, agradeció el detalle del dios mientras se colgaba sus nuevos instrumentos. Aunque esperaba no tener que usarlos, le emocionaba tener algo como eso entre sus pertenencias.
Por otro lado, la japonesa se agachó para poder tomar unas cuántas hojas esparcidas por el césped y las sacudió frente a Tzuyu. — ¿Lo probamos? — Cuestionó, ganándose un rápido asentimiento por parte de la taiwanesa.
Hades se hizo a un lado y Mina lanzó la primera hoja, esta rápidamente fue atravesada por una flecha que terminó clavada sobre la dura corteza de un árbol. La segunda hoja tuvo el mismo resultado, tanto como la tercera y la cuarta. Todo en menos de siete segundos.
— Sorprendente. — Halagó la japonesa. — Creo que ya no debemos preocuparnos de nada, eh. — Dijo dándole un sutil codazo a Hades que no tardó en darle la razón.
— Ahora tu regalo. — Dijo el dios mientras buscaba en su bolsillo lo que había preparado para Mina. — Quiero que lo tengas tú, tal vez le encuentres más sentido que yo. — Explicó.
Mina entrecerró los ojos y dando las gracias, recibió el pequeño cuadernillo que Hades le daba. — Me parece haberlo visto antes.— Unos minutos atrás para ser exactos, y también...
Tzuyu se asomó tras la japonesa y miró la portada, reconociéndola de inmediato. — Es el diario. — Dijo, para luego dirigir su mirada a Hades. — ¿El diario de Gea?
— Oh, pequeña, lo recuerdas muy bien. — Complacido el varón, sonrió. — Lo es. Lo he leído tantas veces y aun así no le encuentro ningún significado a varios de los párrafos. De repente sentí que Mina podría encontrarle sentido.
— Siempre habla de acciones y nunca da nombres. — Completó Tzuyu sabiendo un par de frases con las que muchas veces había soñado.
— No sería divertido si nos da todas las respuestas en bandeja de plata. — Comentó Mina mientras lo guardaba celosamente entre sus joggers y su abdomen, bajó su camiseta y palmeó esa misma zona. — Gracias. — Dijo. — Cuando regrese a casa lo leeré con calma.
Hades asintió y, la sonrisa que había estado llevando los últimos minutos desapareció. — En unas horas nos pondremos en marcha. Y todavía hay algo que tengo que discutir con ustedes.
A principio, las dos chicas creyeron firmemente que Hades explicaría por milésima vez todos los planes preparados, sin embargo, a medida que el dios iba hablando, comprobaron que era algo más grave. La duda surgió "¿Y si no lo logramos...'" Obviamente, esa pequeñísima posibilidad existía y la solución que el dios sugirió no le gustó para nada a Tzuyu.
Una vez terminada la reunión, los tres regresaron al campamento en completo silencio.
—Hey. —Saludó Lisa al verlos llegar, la rubia terminaba de poner algo de leña al fuego para evitar que este se apagara. — Ya casi es hora.
—Lo sé. — Hades asintió y se dirigió a la japonesa que había mantenido la cabeza gacha todo el camino de regreso. — Mina, ¿estás preparada?
•••
*Aljaba: es el estuche donde se guardan las flechas.
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