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XXV. Sentimientos no tan ocultos.

» amo estos fanarts.
»¿alguien recuerda la fruta favorita de Mina aquí?

📌


NaYeon tuvo que detenerse a mitad del pasillo y girarse para poder tomar otro camino hacia la cafetería, así podía evitar al muchacho que se encontraba al otro extremo. Desde que empezó a conocer más sobre la vida de Mina y las personas que conformaban un mundo diferente al suyo, había comprendido que YoonGi representaba una amenaza. Y aunque no había visto al chico por un par de semanas en la universidad, ese día al parecer se había dignado a regresar a sus clases, cosa que todavía no comprendía ya que él no necesitaba de esa educación.

Apretó los libros contra su pecho y avanzó.

— Hey.

NaYeon se llevó un gran susto cuando lo vio parado frente a ella. Admiraba la rapidez que él tenía.

YoonGi alzó sus cejas inspeccionando a la más baja. — ¿te comieron la lengua los ratones? — Cuestionó mientras entrecerraba los ojos. Hasta donde él sabía, la memoria de todos los que habían estado presentes cuando Apolo y Mina se enfrentaron había sido modificada para que olvidaran el incidente.

La coreana fingió una sonrisa y negó. — Estaba algo apurada. — Respondió tranquila. Mina le había pedido alejarse de él, no llamar su atención y fingir que desconocía todo. — No te he visto por mucho tiempo. — Dijo señalándolo.

— Tuve que viajar. — Mintió fácilmente mientras se encogía de hombros y llevaba las manos a sus bolsillos. — ¿Adónde ibas? — Preguntó.

— A comer algo.

— ¡Genial! — YoonGi sacó una de sus manos y la extendió para tomar los libros que la chica tenía. — Iba al mismo lugar. — Sonrió ante la expresión atónita de la menor y avanzó. — Vamos.

A NaYeon no le quedó más remedio que seguirlo, mientras no hablara de más todo estaría bien. Alzó la mirada y se concentró en el perfil del muchacho, lucía relajado, a ella le hubiera encantando estar igual.

— ¿Tengo algo en el rostro o no puedes ocultar que te gusto?

La chica arrugó su nariz negando de inmediato, tuvo que morder su lengua para no reírse a carcajadas. La persona que le gustaba era otra, y precisamente, era una que ni mirándola con toda la admiración del universo podría darse cuenta de sus sentimientos. — Por favor. — Comentó con sarcasmo.

— Claro, claro. No te puedo gustar porque te lo impidió Mina, ¿no? — A YoonGi no le gustaba hablar de la japonesa, pero era necesario. Necesitaba ver la reacción de NaYeon y a la vez comprobar que esta no sabía nada.

NaYeon esta vez sí rió, sorprendiéndose de no haber sonado forzada. — Nadie puede prohibirme nada. Soy libre de elegir quién me gusta.

— ¿Entonces sí te gusto?

— Sueñas con eso, ¿no es así? — Cuando ambos llegaron, NaYeon se detuvo frente a la puerta de cristal y se giró para verlo directamente. — Gracias por la compañía. — Dijo con una sonrisa mientras le quitaba sus libros al muchacho. — Pero ¿ves para allá? — Señaló hacia una mesa donde se encontraba Jennie junto a su hermana. Felizmente. — Me están esperando.

YoonGi alzó una de sus cejas. — ¿No soy invitado?

— A menos que seas una chica, no. Nos gusta chismear sin interrupciones.

El mayor soltó una risa y alzó sus manos. — Puedo ponerme una peluca.

— No querrás ser la fea del grupo, ¿verdad? — Bromeó olvidándose por un momento que debía estar alejándose de él y no jugando como si fueran amigos.

Esta vez YoonGi rio ante la sinceridad de la muchacha. — Me agradas Im. — Sus manos tomaron el borde de su capucha y la lanzó sobre su cabeza. — A la próxima me sentaré allí, con peluca o sin ella. — Alzó su brazo y saludó hacia Jennie que los había pillado hablando, la morena miraba de forma divertida a su amiga imaginando que era un nuevo ligue. — Parece que ella sí me aceptaría.

— Bueno, adiós. — Se despidió rápidamente antes de que su amiga arruinara su tonta excusa de "solo chicas". No le dio tiempo al chico para que respondiera y se alejó de allí.

— Entonces cambias muy rápido a la linda Mina, buh. — Jennie habló apenas vio a su amiga acercarse. — Eso quiere decir que queda disponible para ti o para mí. — Esta vez se dirigió a JiHyo. — ¿Lanzamos una moneda o cómo decidimos?

NaYeon apretó sus labios y se sentó, apenas vio a su amiga sacar una moneda de la quitó y guardó en su bolsillo. — No harán eso.

Las dos chicas se quejaron.

— Hermana, no puedes acaparar todo tú sola. — JiHyo aprovechó su turno para molestarla. — Deja que Mina sea feliz con una de nosotras. — Movió sus cejas de arriba hacia abajo y apoyó su mentón en la palma de su mano, disfrutando de las muecas y sonidos que la mayor hacia.

NaYeon giró los ojos. — Déjenla. YoonGi es apenas un conocido y Mina es... — Se calló cuando tuvo la completa atención de las otras dos. — Mi amiga. — Se rindió, tampoco mentía.

— Jennie, ¿te conté lo que Mina una vez dijo de mí?

A NaYeon no le gustaba esa historia, no olvidaría la vez en la que Mina comentó que JiHyo parecía una diosa, que podría estar en el Olimpo y robarle el puesto a cualquiera que allí viviera. Para su hermana significó un lindo e inocente comentario que buscaba halagarla, pero para NaYeon esas palabras eran muy serias.

Jennie emitió sonidos raros que demostraban su admiración y emoción al escuchar a JiHyo contarle. — NaYeon, bebé, pasa de página. — Recomendó. — Mina ya eligió, y no fue a mí... ¿es que tengo algo de malo? — Se inclinó hacia adelante para que sus dos amigas la miraran. — Esa chica linda, ¿Lisa? Tampoco me llama.

— Y no lo harán. — NaYeon le sacó la lengua de forma infantil robándole la pequeña cajita de leche a su hermana.

«Porque no tienen teléfono...»

Pensó para sus adentros mientras escuchaba a Jennie cuestionarse sobre su belleza.

El resto del día se la pasó escuchando las burlas de su amiga y hermana, y como cereza del pastel, JeongYeon se les unió a través del grupo en KakaoTalk. Esas tres solo le recordaban la pésima suerte que tenía al estar constantemente en la friendzone.

@jenjen.
No se olviden de mi fiesta mañana. Las quiero bonitas. Pueden llevar compañía. ;)

Fue el último mensaje que miró antes de ingresar a su casa y distraerse con la presencia de Mina que se encontraba junto a DaHyun, ambas sentadas en el sofá jugando cartas. La japonesa la recibió con una linda sonrisa que la hizo corresponder al gesto.

— Me enseña a jugar póker. — Comentó Mina. — Al parecer le debo más dinero.

NaYeon alzó sus cejas y se dirigió a su pequeña hermana. — ¿Sabes jugar póker? — Preguntó llevando sus manos hasta su cintura. DaHyun asintió con una sonrisa que fingía inocencia. — ¿Cómo sabes jugarlo, señorita?

La menor se encogió de hombros. — Internet.

La coreana llevó su mirada hasta los billetes que se encontraban a un lado y los tomó para luego mirar hacia la japonesa. — Estoy segura que muchas veces te lo he dicho...

Mina bajó la mirada. — No debo darle dinero.

— ¿Y?

— No dejarme ganar. — En defensa de Mina, no conocía ni un poco sobre ese juego de cartas y esta vez no había dejado que la pequeña ganara a propósito.

A NaYeon solo le quedó controlar las ganas de abrazar a la chica y llenarla de besitos ante el mohín que hacía. Le devolvió los billetes mientras escuchaba a DaHyun quejarse sobre no dejarle hacer nada divertido. — Y usted, ¿no tiene tareas por hacer?

— Es viernes. — Respondió de inmediato. — Puedo hacerlas mañana. Déjame jugar con Mina unnie un poco más.

— Por mi está bien. — Mina acarició la cabeza de la menor. Y cuando NaYeon suspiró dándoles la espalda supo que el permiso de seguir jugando ya lo tenían.

Mina y DaHyun acordaron no molestar más a NaYeon ya que esta había acaparado la mesa para hacer los trabajos que le habían dejado y ambas ingresaron al cuarto de la menor para hacer una maratón de películas, a Mina le gustaban desde que NaYeon la sorprendió con un delicioso pastel.

Las horas pasaban y después de la cuarta película de princesas Mina perdió la cuenta. De hecho, había tenido un largo debate con DaHyun sobre quién era la mejor, la pequeña defendía a Elsa y Mina a Rapunzel, su favorita.

— Elsa ni siquiera es princesa. — Dijo de repente girándose en dirección de la menor. Sin embargo, su nuevo argumento quedó olvidado cuando la vio dormir cómodamente abrazando a su peluche favorito.

Se levantó de su silla y se acercó solo para poder cubrirla con una de las frazadas. Salió de esa habitación y cerró la puerta con cuidado, extendió sus brazos hacia arriba y los estiró, había pasado mucho tiempo en el mismo lugar que hasta dejó de sentir sus piernas por un largo rato. Era hora de irse. Aunque le hubiese gustado hablar por un rato con NaYeon, esta parecía muy ocupada con sus deberes y no deseaba interrumpirla.

Al llegar a la sala NaYeon se encontraba sentada ya con su pijama puesta y dándole la espalda, Mina quiso hacerle una broma por lo que se fue acercando lentamente, pero unos segundos antes de poder saltar para asustarla se dio cuenta que la menor se había quedado dormida con el mentón apoyado sobre su puño, eso explicaba el por qué había dejado de ir a la habitación con comida y bebidas. La japonesa fue rápida al estirar su brazo y evitar que la frente de NaYeon chocara con la mesa cuando esta resbaló.

La coreana se sobresaltó y miró con vergüenza a la chica, esperando no haber estado babeando todos sus libros.

— ¿Día pesado? — Preguntó con suavidad jalando la silla de al lado y tomar asiento.

— Un poco. — Su voz denotaba el cansancio que se había acumulado toda la semana. — Pero... — Señaló el libro abierto que tenía frente a ella. — Todavía hay mucho por estudiar.

Mina hizo una mueca y miró todo el texto impreso en las hojas, ni un solo dibujo, ¿es que todo lo relacionado a esa universidad era aburrido? — Mañana es sábado...

—Trabajo todo el día, y el domingo no creo acabarlo.

— Pero estás cansada. — Mina estiró su labio inferior demostrando su descontento.

NaYeon estuvo por responder pero su teléfono vibró por millonésima vez, sabía de quién se trataba por lo que giró los ojos y suspiró aburrida.

— ¿Quién te molesta?

— Jennie. Mañana tendrá una fiesta y trata de convencernos. — Decidió apagar el aparato y dejarlo de nuevo sobre la mesa.

— ¿No irás?

La coreana negó. — Solo a ella se le ocurre hacer una fiesta a inicio de los parciales.

— DaHyun me dijo que nunca te diviertes... c-creo que deberías de ir. — Animó, sin embargo, se imaginaba la respuesta que tendría. No deseaba insistirle, pero esa chica solo se la pasaba estudiando, trabajando y en sus ratos libres escuchando sus problemas.

— ¿Debería? — Se lo planteó por unos segundos pero terminó descartando la idea, aunque quisiera el tiempo no le alcanzaría. — Mina no creo que-

— Espera un momento. — Mina estiró su brazo y tomó un bolígrafo junto a una hoja en blanco, solo le tomó unos segundos escribir su nombre con una perfecta caligrafía. — Ten. — Sonrió hacia la menor.

— ¿Qué es esto?

— Mi firma. Mmm... ¡un contrato! Contrátame. — Al ver la expresión confundida de NaYeon arrastró la silla para poder acercarse a ella. — Deja que yo te cubra en tu trabajo. Podrás estudiar toda la mañana y por la noche ir con Jennie.

NaYeon tuvo que reprimir un grito ante la propuesta tan amable y linda de la japonesa, sonrió y alzó su mano para poder acariciar la mejilla ajena, dejándose perder por un momento en los brillantes ojos de Mina.

— No puedo pedirte que hagas esto.

— No me lo pides, yo me ofrezco.

— Tampoco creo que sea legal...

— Puedo decir que enfermaste y yo me ofrecí.— Mina atrapó la mano ajena y la apretó ligeramente. — ¿Podemos intentarlo?

¿Cómo negarse? NaYeon asintió completamente rendida antes los naturales encantos que Mina poseía.

— Perfecto.

NaYeon ocultó su disgusto cuando Mina se alejó, y se le quedó observando mientras esta discutía sobre las posibles excusas que diría al día siguiente. A la coreana le resultaba difícil creer que tenía a un ser tan lindo y a vez tan fuerte frente a ella. Apoyó su mentón sobre su puño y aunque se sentía culpable por no estarle prestando atención, no se arrepentía, admirarla en silencio era una trabajo que necesitaba dedicación porque solo así podía notar cada detalle en el rostro ajeno.

— ¿Estás bien?

La coreana asintió y su corazón volvió a latir como loco cuando Mina estiró los brazos solo para tomar sus mejillas, apretándolas ligeramente.

— Luces distraída.

— Te parece. — Respondió con una sonrisa.

¿Es que era malo pedir algo de valentía? Atrapar las manos de la mayor y probar esos labios ni en su imaginación era una tarea sencilla. JiHyo podía decirle una y mil veces que era la persona más confiada en el mundo, pero era imposible serlo si Mina acababa con todas esas defensas con una sola sonrisa.

— Debes descansar. — La escuchó decir. — Ya no hay razón para que te quedes hasta tarde.

Mina atrajo su rostro y NaYeon sintió que podía morir allí mismo. Perdió el aliento y miró en cámara lenta cómo se acercaba a la japonesa.

Grande fue su decepción cuando sintió los cálidos labios ajenos sobre su frente.

¡Era cruel!

Alzó la mirada para cuando Mina se levantó y caminó hasta el sofá tomando su chaqueta.

— Aguarda, Mina. — Le siguió el paso rápidamente e impidió que la joven se pusiera el abrigo. — E-es algo tarde y... yo pienso que deberías quedarte, tú sabes, es peligroso y...

— ¿Para mí? ¿Peligroso? — La mayor soltó una risita y se acercó a NaYeon que ahora trataba de evitar el contacto visual. — A ver, dime, ¿qué sucede?

— ¿Qué podría pasar?

Mina se encogió de hombros. — Es lo que trato de descubrir. ¿Te sientes mal?

— No, claro que no.

La japonesa inspeccionó a la menor en busca de un indicio pero no encontró nada. Sabía que NaYeon lo le había prestado ni un poco de atención, no le molestaba, pero sí le preocupaba, estaba distraída. Rápidamente llegó a una conclusión, una muy errada. — Juro que no arruinaré tu trabajo, leeré cómo debo servir-

— Mina, no. — NaYeon tuvo que callarla posando su mano sobre la boca de la más alta. — Lo harás bien. Lo que sucede es que estoy agradecida contigo. — Terminó diciendo, y aunque no era lo que en verdad deseaba expresar, tampoco mentía. — Mucho.

La expresión de la japonesa se relajó y NaYeon bajó su mano. — Entonces era eso. — Su preocupación fue reemplazada por una sonrisa, sus brazos rodearon a la menor para luego alzarla y moverla de un lado a otro de forma juguetona. — ¡Me tenías asustada! — Escuchar la risa de NaYeon fue un completo alivio.

— ¡Mina! — La coreana apoyó sus palmas sobre los hombros ajenos y el silencio las rodeó una vez sus pies tocaron de nuevo el suelo.

La forma en la que Mina la miraba era única, y eso era lo peor que podía pasarle en pleno debate mental sobre sus sentimientos. Porque la confundía. Porque la incitaba a querer gritarle todo lo que su corazón experimentaba con su sola presencia.

— Te quiero.

Esas palabras salieron con mucha naturalidad, y tomó por sorpresa a NaYeon. Se suponía que ella debía decirlo y ahora que tenía la oportunidad no fue capaz de responderle. ¿Qué sucedía con ella? Debía despabilarse o verse como una tonta sonriendo con esas dos única palabras.

— Déjame cuidarte así como tú cuidas de mí.

Era imposible no querer abrazarla en ese íntimo momento, ambas pensaban eso de la otra. Pero ninguna se atrevió a dar el primer paso.

— ¿Está bien si me quedo por hoy entonces?

— Estaría encantada.

Mina volvió a acomodar su chaqueta sobre el sofá y antes de que pudiera acomodarse sobre este NaYeon la detuvo.

— ¿Qué haces? — Negó ante la señal que la mayor hacía. — Puedes dormir en mi cama. Yo te invité, ¿crees que te dejaré pasar la noche aquí?

La japonesa sonrió. — Lo tendrás que hacer. Porque, uno, no deseo incomodar a JiHyo y dos, no te quitaré tu cama. — Apoyó una mano sobre el respaldo del sofá, dio un salto para poder cruzar sus piernas y terminó bien acomodada con sus brazos tras su cabeza. — Buenas noches.— Cerró sus ojos y fingió dormir mientras NaYeon refunfuñaba.

No pasó mucho cuando escuchó a la coreana alejarse, contó mentalmente y en menos de tres minutos la tenía de vuelta. Dejó escapar una risa cuando su rostro recibió una almohada y su abdomen varias frazadas.

— Increíble. — Dijo NaYeon dando toda la vuelta. — Increíble. — Repitió sacando la almohada y encontrándose con el rostro sonriente de la mayor.

— Soy increíble. Lo sé.

— Tú no, tu terquedad. — La coreana se puso de rodillas al lado de Mina. — Levanta. — Ordenó, siendo obedecida de inmediato. Sus manos acomodaron la almohada bajo la cabeza de Mina y no perdió la oportunidad para darle leves palmadas a su frente.

NaYeon estiró su brazo para tomar la frazada pero el siguiente movimiento de Mina la dejó estática.

La japonesa había abierto los ojos y girado su cuerpo en dirección de la castaña. Sus rostros estaban a pocos centímetros de distancia, lo suficiente como para escuchar sólo sus respiraciones.

— ¿Estás molesta? — Preguntó y NaYeon asintió. — No puedes molestarte conmigo.

— ¿Ah, no? ¿Entonces qué es lo que siento ahora mismo?

— También quisiera saberlo. — Mina susurró, la forma en la que su corazón latía no era normal y tuvo miedo a que NaYeon percibiera sus nervios, pero a pesar de saber que debía alejarse, se mantuvo en esa posición por el simple gusto de querer verla de cerca. — ¿Entonces? — Volvió a hablar.

— E-estoy molesta, ¿qué no se nota?

— No. Estás roja... — Hizo una pausa mientras la inspeccionaba. — Como una manzana.

— Cállate, Mina.

La japonesa volvió a girarse, cerró los ojos y reposó las manos sobre su abdomen.

— Me gustan las manzanas.

Odiaba a Mina porque la tomaba por sorpresa y le quitaba la capacidad de hablar. ¿Esa era una confesión o un simple halago? ¿Cómo debía responder? ¡¿Qué debía hacer?! Si no decía algo en los próximos segundos empezaría a hiperventilar.

— A mí me gustan los duraznos. — Respondió torpemente. Mina dejó escapar una risa.

— También. —  No supo cuánto tiempo estuvieron en silencio de nuevo, y podría haber pensando que NaYeon se había ido, pero su respiración delataba su presencia, además que podía sentir la mirada ajena clavada en su rostro.

Un brazo rodeando su cintura y una cabeza sobre su pecho de lado derecho la hizo tragar saliva. No eran necesarias muchas palabras en ese instante, algo le incitaba a hacerse a un lado, apegarse al respaldo y dejar que la coreana tomara sitio a su lado.

— También te quiero. — Dijo por fin, mejor tarde que nunca.

Mina besó la cabeza de la coreana y sonrió cuando esta, en respuesta, apretó el abrazo que mantenía alrededor de su cintura.

Ninguna se atrevió a pronunciar palabra alguna después de eso, y de una u otra forma ese limitado espacio se convirtió en su favorito toda la noche.

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