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XVI. El corazón de Mina.



•••


— ¿Puedes atravesar paredes?

Mina se quedó en silencio tras la pregunta y aunque sabía que no podía hacer tal cosa miró la pared de su cuarto con detenimiento. No era posible pero la idea no le desagradó.

— Ahm... puedo destruir paredes. Después de eso entonces sí, sí puedo. — Respondió haciendo énfasis en "destruir". La risa de la coreana invadió la habitación y Mina no pudo evitar sonreír ante ese agradable y escandaloso sonido.

Todo había vuelto a la normalidad, bueno, casi todo.

Cuando la salud de DaHyun mejoró, tanto Mina como Chronos se aseguraron de eliminar los recuerdos de JeongYeon, JiHyo y la menor de las Im. Tal y como la japonesa lo prometió solo las hizo olvidar lo que habían vivido los dos últimos días y permitió que NaYeon se inmiscuyera en su mundo.

Al regresar a casa se encontraron con todo desordenado, tanto Tzuyu como Sana dormían en un sillón mientras los esperaban. La taiwanesa tenía varios hematomas esparcidos por su rostro y un gran enfado hacia Mina y el dios por haberse ausentado sin avisar.

Mina se lamentó el no haber estado presente, sin embargo, agradeció que Tzuyu lograra defender a su mejor amiga.

Tras todo lo ocurrido empezó a estar alerta, dividía su tiempo en entrenar para no perder su buen estado físico, en cuidar de sus amigas y, sobretodo, en enseñarle algunas cosas que le servirían a NaYeon para protegerse.

— Debo irme. — La voz de la castaña la hizo girar su rostro algo desorientada.

Ambas habían permanecido acostadas sobre la cama de la mayor mientras conversaban. NaYeon todavía tenía responsabilidades y aunque a Mina no le agradaba cuando la menor tenía que irse, la animaba. Poco a poco aprendía sobre lo que una amiga de verdad es. Y le gustaba.

— Te acompaño. — Mina quiso levantarse pero NaYeon se lo impidió.

— Date un descanso. — Dijo con suavidad. — Puedo caminar hasta mi trabajo sin meterme en problemas.

— Lo siento, debo parecer una paranoica. — La mayor cerró sus ojos por unos segundos y al abrirlos se encontró con NaYeon inclinada en su dirección. Su rostro estaba lo suficientemente cerca como para sentir la respiración ajena. Deseó alejarse pero la almohada bajo su cabeza se lo impedía.

— Confía en mí, puedo defenderme sola. — Guiño y se alejó para tomar su bolsa y colgarla en su hombro izquierdo. — Nos vemos.

Mina se mareó cuando se levantó de un salto de su cama para acompañar a la chica hasta la salida, por lo que tuvo que apoyarse en la pared intentando recomponerse. Para cuando se sintió capaz de volver a caminar escuchó a Sana despedirse en voz alta seguida de la puerta principal cerrándose.

— Ella me agrada. — Su amiga se apareció con un bote de helado en una mano y una cuchara en la otra. — ¿Te casarás con ella?

— ¿Qué? — Mina rió pasando cerca de la pelirrosa para ir hasta la cocina. — No me casaré con ella.

— ¿Por qué no? Es bonita.

La japonesa se detuvo a mitad del pasillo y miró de reojo a su amiga que le seguía. — Tú también eres bonita, ¿no te quieres casar conmigo? — Cuestionó retomando su camino.

— ¡Yah! Mina, lo que quiero decir es que NaYeon parece ser tu tipo de persona.

— ¿Ah, sí? — Cuando ambas llegaron a la cocina Mina abrió la nevera esperando encontrar más helado, sin embargo, el último que quedaba lo tenía su amiga y ese sabor en particular no le gustaba. Apoyó su brazo sobre la puerta y se quedó inspeccionando algo que pudiese calmar su apetito.

— ¡Sí! Es amable, bonita, inteligente y... y bonita.

— Oh... — Mina solo podía pensar que esa era una locura por lo que decidió restarle importancia.

— Es en serio, te gusta pasar tiempo con ella. — Volvió a decir esperando que su amiga por fin se diera cuenta que NaYeon era perfecta para ella. Tras escuchar lo comprensiva que había sido la coreana y las ganas de apoyar a su amiga en todo, prácticamente la amó. — Niégalo.

— No lo niego. — Mina extendió su brazo y se conformó con la caja de leche que allí había. — Pero eso no quiere decir nada. — Cerró la puerta de la nevera y al girarse se encontró muy cerca al rostro de la pelirrosa. Rápidamente la evadió y su sonrisa se esfumó al darse cuenta que Sana hablaba en serio. — Escucha, sé que eres una romántica de primera, pero lo que hay entre NaYeon y yo solo es amistad.

— Te faltan ver películas. — Dijo Sana cruzándose de brazos enfadada. — Tzuyu me dejó varias mientras ella está en sus clases para no aburrirme. Quizá mirándolas logres tener un corazón. — Le mostró la lengua de forma infantil y se giró para ir directamente a la sala a retomar su maratón de películas.

Mina giró los ojos y al asegurarse de que Sana no estuviese mirándola llevó una mano a su pecho sintiendo sus latidos. — Pero si yo tengo corazón... — Susurró.

— Hora de irnos, ¡a entrenar!

La menor se sobresaltó, necesitaba acostumbrarse a las repentinas apariciones de DongHae o pronto tendría un ataque al corazón.

— Tal vez te entrene para tener un corazón. — Molestó el mayor mientras le lanzaba una mochila.

— ¡Hey!

Salieron de casa y el dios se encargó de llevarlos a un lugar lejano donde solo estuvieran ellos dos. Mina miró a su alrededor mareada por el rápido viaje, el bosque en el que se encontraban no era muy diferente a otros que había visitado en el pasado.

El mayor se cruzó de brazos y arrugó su nariz cuando Mina pasó corriendo por su lado. — Todavía no te acostumbras, ¿verdad? — la respuesta que recibió fue el sonido de la joven vomitando cerca de ahí. — A los animales no les gustará.

Al recomponerse se apoyó en el tronco de un árbol y respiró hondo antes de quitarse la mochila que cargaba en sus hombros en busca de una botella de agua.

— Perdón. — Dijo en voz baja.

— ¿Segura que estás bien? — Cuestionó mientras se acercaba y posaba una mano sobre la frente de la menor. Sin fiebre. Mina asintió.

— Solo me marea tanto movimiento.

— No es el único problema, desde que regresamos tu desempeño ha disminuido considerablemente.

— Tal vez me excedí con la fuerza cuando luché con Apolo, pero iré recuperándome poco a poco. No deberíamos preocuparnos por eso.

Chronos calló y le hizo una señal para que se sentara, en menos de un minuto ambos terminaron bajo la sombra del gran árbol. — ¿Qué te parece un ejercicio sencillo?

Mina alzó una ceja con cierta duda, no deseaba que su entrenamiento sea tan fácil pero el mayor tenía razón, desde que regresaron de esa isla se había sentido diferente, con menos fuerza a la que solía tener.

— ¿Sabes dónde estamos?

— Definitivamente no en Corea.

— Qué observadora. — Sonrió él mientras se estiraba para tomar una rama. — Estamos en el monte Mikasa, lejos de donde los hombres comunes están permitidos estar. — Explicó mientras intentaba dibujar un pequeño mapa. — Hay una historia muy interesante de este lugar. — Dijo trazando varias curvas, y sobre estas lo que parecían ser dos animales.

— ¿Y esos perros? — Preguntó Mina ganándose una pesada mirada por parte del dios.

— Son caballos. — aclaró.

— Oh... — Ocultó una sonrisa y dejó que el hombre siguiera explicándole. — ¿Entonces cuál es la historia?

Chronos carraspeó la garganta. — Se dice que hace cientos de años, en la madrugada, dos jinetes se disputaban una importante carrera, pero quien llevaba la delantera fue derribado de una sola flecha por el que parecía ser el perdedor.

— Eso es jugar sucio.

— Ni que lo digas. — Dejó la rama sobre sus muslos y, a cambio, tomó una pequeña porción de tierra para dejarla caer lentamente sobre su dibujo improvisado. — En fin, algunos monjes cuentan que la sangre divina de ese hombre se esparció por todo el lugar mientras intentaba retomar su camino y algunas deidades acudieron en su rescate.

— ¿Era muy importante ese hombre?

— Tal vez. — Respondió. — Eso quiero que descubras.

—¿Yo? Eso es imposible... no puedo ver el pasado.

Chronos alzó la cabeza, solo podía ver las hojas de los árboles y pequeños pedazos de cielo entre estas. — Puedes ver en los recuerdos de las personas. Intentemos con lugares con historias detrás.

— Incluso si pudiese hacer eso, dudo que algo como eso pasara. Las personas inventan muchas cosas.

— ¿Así como los que escribieron sus obras basándose en nosotros? No son del todo inventos.

— Touché. — Mina sonrió torpemente y miró con curiosidad al dios. — ¿Entonces qué es lo que debo hacer?

— Concéntrate. Medita. Cualquier cosa que te ayude a ver la historia tras este lugar.

— Okay... — La joven se acomodó sobre su lugar sentándose con las piernas cruzadas. irguió su espalda y apoyó la palma de sus manos sobre los muslos. Respiró hondo e intentó seguir los consejos del dios, cerró sus ojos tratando de concentrarse. Mientras los segundos pasaban y su mente se adentraba más al estado de meditación, los ruidos que la envolvían fueron desapareciendo, el canto de las aves, la respiración de Chronos y el soplido del viento pasaron a segundo plano cuando sintió que todo a su alrededor se oscurecía.

Fue entonces que, como si estuviese viendo los recuerdos de un humano, se trasladó al pasado de ese monte.

Desde su sitio, sentada y concentrada, podía escuchar el fuerte galope de los caballos muy cerca a su posición; el clima era frío y la lluvia se encargaba de que la carrera de esos dos jinetes se complicara. Mina se quedó quieta cuando el primer caballo pasó justo delante de ella. Su mirada analizó al equino. Con oscuro pelaje y, como si de la época medieval se tratara, llevaba un cabezal dorado que se unía a las cuerdas del mismo color; su dueño se escondía bajo una enorme túnica negra que probablamente ya estaba empapada. Escuchó su rápida respiración y vio cómo se las ingeniaba para controlar al animal con un solo brazo, ya que el otro lo usaba para cargar algún bolso importante que iba muy bien escondido bajo sus ropas.

El segundo caballo era opuesto al primero, con pelaje blanco y accesorios plateados. Su jinete también iba cubierto de cabeza a los pies pero las flechas doradas colgadas en su espalda eran lo que llamó la atención de Mina.

Quiso impedir el transcurso de esa historia y advertirle al que parecía ser el ganador que estaba por ser derribado por una flecha, pero no pudo. Sus piernas no respondieron y nada más que balbuceos salían de su boca.

El recuerdo acabó justo en el segundo que el primer caballo se levantó y botó a su dueño.

Mina abrió sus ojos de par en par, su cabeza dolía ante el esfuerzo que había hecho y miró a Chronos que permanecía atento.

— ¿Y? — Preguntó él.

— Esos monjes no mintieron. — Mina aguardó un par de segundos en su misma posición y después fue ayudada por el dios a levantarse. El cálido lugar que la recibió ahora era oscuro y frío. — ¿Cuánto tiempo estuve ausente?

— Tres horas y media.

— ¿Por qué tanto?

— No estás acostumbrada a este tipo de ejercicios. Si te soy sincero, creí que no lo lograrías a la primera.

— Gracias por la sinceridad.

Chronos sonrió inclinándose para tomar la mochila y colgarla sonre sus hombros. — Hora de regresar.

— ¿Volveremos a hacer este tipo de cosas?

— Probablemente. — Extendió su mano y ella la tomó de inmediato. — ¿Lista?

— ¿Puedo pedirte un favor? — El dios asintió.

Si la ida había sido mala, cuando regresaron a Seúl fue peor. Por suerte logró controlarse y no terminó vomitando a mitad de la calle. Tras pedirle que tuviera cuidado y felicitarla por su trabajo, Chronos se despidió.

Ya sola se terminó la botella de agua que dejó a la mitad esa tarde y miró el local que estaba cruzando la pista, Mina se mantuvo quieta observando a través del gran ventanal cómo una bella muchacha atendía a sus clientes. Ladeó una sonrisa ante la forma tan animada en la que NaYeon trataba a todos, moviéndose de aquí para allá alegremente, definitivamente la coreana era como un energizante.

En momentos como ese se arrepintió de no aceptar tener un teléfono, ella sabía que la salida de NaYeon era quince minutos antes de medianoche pero no estaba segura de la hora en la que se encontraba.

Relamió sus labios y dudó en si debía entrar o no. ¿Y si la interrumpía? Avanzó pero a mitad de la pista se regresó. «No tengo dinero.» Pensó nerviosa. No podía llegar y mirar a todos los comensales, tampoco deseaba parecer una indigente.

Rendida decidió sentarse al borde de la acera mientras se cruzaba de brazos en un intento por protegerse del frío. Ella era paciente, podía esperar a la coreana y acompañarla a casa. No tenía las ganas suficientes para inventar una excusa, por lo que diría la verdad: deseaba hablar con ella, saber sobre su tarde en el trabajo y a la misma vez contarle sobre lo que había logrado.

No supo cuánto esperó, pero el sueño que llegó a sentir se desvaneció cuando leyó "cerrado" en el cartel colgado en la puerta. Rápidamente se levantó de su incómodo sitio y se acercó hasta el local. Miró a las personas que salían, algunos clientes que se quedaron hasta el final y otros que eran los camareros.

Sonrió y alzó su mano cuando por fin vio a NaYeon aparecerse.

La coreana no la esperaba en lo absoluto, le fue imposible controlar su sonrisa al momento de ver a Mina parada frente a su trabajo esperando por ella. Se despidió de sus compañeros y se acercó hasta la mayor rápidamente.

Ambas se quedaron en silencio esperando que la otra diese el primera paso de hablar.

— Nay...

— Mina.

Rieron torpemente y fue la coreana quien extendió su mano para cubrir la boca de la más alta. — ¿Y esta visita? — Preguntó divertida antes de bajar su brazo para permitirle hablar.

— Oh. No sabía que trabajabas aquí. — Se hizo la desentendida. — Simplemente paseaba y quise comer algo, pero claro, llegué tarde, todos se van.

NaYeon dejó escapar una risita y negó mientras tomaba el brazo de Mina para jalarla consigo. — Eres tan mala mintiendo.

— Es que yo... creí qué tal vez querrías que te acompañara a casa.

— Creíste bien.

— A-además, quería hablarte de muchas cosas y preguntarte por tu tarde en el trabajo. ¿Te fue bien?

Era demasiado tierna, y para NaYeon le resultaba increíble que Mina se comportara de esa manera. Se conmovió ante sus palabras y no pudo evitar apoyar su cabeza sobre el hombro ajeno mientras caminaban.

— Hoy me fue bien. — Respondió con una sonrisa. — Las propinas que me dejaron son muy buenas, lo suficiente como para comprarme un auto nuevo.

Mina sonrió. — ¿Puedo tener uno también? Veo que las propinas son generosas.

La coreana tuvo que separarse y reprimir una carcajada, habían avanzado considerablemente. Las primeras semanas que ella intentaba bromear con la mayor esta siempre creía en todo lo que decía y no captaba por completo su intento por hacerla reír. Mina se adaptaba poco a poco y eso le emocionaba.

— Si te portas bien... tal vez.

—Puedo portarme bien.

NaYeon alzó el rostro y entorno los ojos. — Tzuyu me contó que tú y Sana rompieron varios floreros intentando llevarlos en su cabeza.

— Eso fue un error. Le dije que no se podía llevarlos ahí, pero me convenció...

— ¿Le echaras la culpa a ella?

— ¿Igual tendré mi propio auto?

Ambas rieron ante el rumbo que había tomado su conversación y NaYeon rápidamente volvió a ver el camino que las conducía a su casa.

— Gracias por acompañarme. — Dijo rompiendo el cómodo silencio que se había formado.

— Gracias por dejarme acompañarte.

— ¿Cuándo empezaste a ser tan buena como las palabras?

— Pasar mucho tiempo con Sana te ayuda un poco. — Rascó su nuca y se detuvo en el lugar habitual donde NaYeon esperaba el bus. — Ella cree que debería ver más películas románticas.

— ¿Por qué quiere eso?

Mina se encogió de hombros fingiendo no saberlo, no deseaba decir que la verdadera razón era la coreana y el deseo de su amiga por casarlas.

— Dice que lo tengo corazón. — Se quejó.

— ¿No lo tienes? — Alzó las cejas divertida. — Lo sabía, algo me decía que carecías de eso.

— ¡Hey! Yo sí lo tengo...

Mina se quedó con las palabras en la boca cuando NaYeon dio un paso más cerca de ella y se agachó lo suficiente para apoyar la cabeza a la altura de su pecho. Sus latidos –a diferencia de otras veces– eran más rápidos ante la cercanía de la menor.

— Oh... qué extraño. — Dijo la coreana. — Sí posees corazón.

La japonesa no dijo nada ya que si hablaba probablemente se enredaría con sus propias palabras. Se limitó a quedarse quieta sin intenciones de separarse.

NaYeon, por su parte, sonrió ante la reacción que Mina había tenido. Cerró sus ojos disfrutando de ese sonido tan apresurado. ¿Ella lo había causado? Realmente deseó que la mayor también pudiese escuchar el acelerado palpitar de su corazón pero no podía arriesgarse a incomodarla todavía más.

Sin embargo, la magia se acabó cuando las fuertes luces del autobús que esperaban las hizo separarse. Esos largos minutos habían parecido solo segundos.

Mina fue la primera en reaccionar cuando miró al conductor esperar a que subieran, rápidamente tomó la mano de la coreana y la jaló consigo.

— ¿No es raro? — Susurró la japonesa una vez se sentaron en los últimos asientos desocupados. NaYeon la miró con atención esperando sus siguientes palabras. — Al parecer tú descubriste que hay algo aquí. — Sonrió señalando su pecho logrando que las mejillas de NaYeon se acaloraran y adoptaran un suave color carmesí.

— No seas boba... — NaYeon golpeó el dorso de la mano contraria y en todo el camino no pudo borrar la tonta sonrisa que Mina había provocado con esas palabras.



•••

» No pasen desapercibida la historia que Chronos contó. Jejeje.

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