XIII. Antes de la tormenta.
•••
— Este va aquí. — Mina señaló una pieza del enorme rompecabezas y DaHyun no tardó en tomarla para ponerla en el lugar que la mayor le indicaba. — Creo que va tomando forma. — Dijo mientras extendía su brazo y tomaba la caja donde estaba impresa la imagen que debía quedarles al final. — Wow... — Miró a la princesa que estaba en la portada y luego a DaHyun. — Te pareces a ella. — Sonrió logrando que la pequeña se avergonzara y ocultara su rostro entre sus manos.
— NaYeon y yo decimos lo mismo. — Dijo JiHyo que llegaba de la cocina con una bandeja llena de galletas recién horneadas y le daba una rápida mirada al rompecabezas por acabar. — Pero creemos que si Dubu tuviese el cabello rubio sería aun más idéntica.
— ¿Me puedo teñir entonces? — Cuestionó la menor con diversión.
— Ni lo sueñes jovencita.
Mina rió y se cruzó de brazos mientras miraba a la menor sacarle la lengua y luego robarse dos galletas para seguir con su trabajo.
JiHyo tomó asiento a su lado y le sonrió. — Gracias de nuevo por venir. DaHyun se ha encariñado mucho contigo.
— No hay problema. Me gusta jugar con ella. — Y no mentía, la pequeña coreana poseía varios juguetes que a ella le resultaban entretenidos; como la vez que ambas se pusieron gorros en forma de conejo y movían sus orejas al ritmo de varias canciones, claro que al final se tuvo que aguantar una sesión de fotos casi interminable por parte de las dos hermanas de DaHyun; y aunque no le molestaba, se avergonzó de verse a sí misma jugando como una niña.
Todo iba relativamente bien, lentamente aprendía sobre sus habilidades y en cómo dominarlas; debía agradecer bastante a Tzuyu, a Chronos y, los últimos días, a "Sana" quien se había instalado en su habitación.
Su pelirrosa amiga era una preocupación constante. Con un ánimo muy elevado y cero vergüenza, pero con gran temperamento, la llevó a enfrentarse a su propio padre para defender su amistad con Mina. Apolo había escuchado sus dolorosas verdades y qué mejor de la boca de su hija, todo antes de que esta abandonara cualquier lujo y aceptara vivir en el mundo mortal hasta que el dios recapacitara y dejara en paz a Mina.
Un suave golpe en su cabeza con una pelota de plástico la distrajo.
— ¿En qué piensas, unnie? — Mina se dio cuenta que se había quedado callada por mucho tiempo, JiHyo había ido a la cocina por algo de beber y DaHyun la miraba con curiosidad.
— Nada en particular. — Sonrió la mayor mientras le devolvía la pelota a la pequeña. — ¿Por qué huele así?
— ¿La pelota? — Preguntó y Mina asintió. — Es fresa, depende del color tendrá un aroma diferente. — Explicó. — Es de los primeros regalos que NaYeon unnie me dio.
— Debe ser muy especial. — DaHyun no dudó en sonreírle cuando Mina posó su mano sobre su cabeza y la despeinó. — Espero que la cuides muy bien.
DaHyun asintió animada antes de escuchar que la puerta se abría y dejaba ver a su hermana mayor, no dudó en correr hasta ella y abalanzarse, había recordado todas las veces en las que NaYeon intentó regalarle lo que pedía, incluso si esto escapaba de sus posibilidades y las noches que llegaba más tarde de lo normal por las horas extra que tomaba para recibir la paga.
Mina sentía lo mismo que la pequeña, estaba conmovida y no supo si era porque tenía la capacidad de sentir lo mismo que la otra persona al ver sus recuerdos o era algo que NaYeon lograba causarle con todos los actos desinteresados que hacía.
Se levantó y se acercó hasta el par que se abrazaba cariñosamente. Era una escena adorable.
— ¿Se divirtieron? — Preguntó la coreana cuando se logró separar de DaHyun.
— Mina unnie me estaba ayudando a armarlo. — Señaló el rompecabezas sobre la mesa. — Y hablábamos de ti.
NaYeon alzó las cejas y miró a Mina. — ¿Tan rápido te fleché que hablas de mí todo el tiempo? — Preguntó en tono burlón.
— Por favor. — Mina dejó escapar una risa. — Estoy fuera de tus límites.
— Yo estoy fuera de los tuyos. — Contraatacó sacándole la lengua de forma infantil.
— Bueno... — DaHyun quiso aportar su comentario pero su hermana se apresuró en taparle la boca.
— No es necesario, Dubu. — Murmuró la mayor. Su hermana menor había sido testigo de las veces en las que ella llegaba de clases y discutía con sus peluches cada vez que no hablaba con la japonesa, tachándola de desinteresada y fría. — Fuera de tu amor platónico por mí, gracias por estar con ella. — Dijo con una sonrisa.
— JiHyo unnie no nos hizo caso y también estuvo con nosotras.
— ¿Tan rápido me delatas? — Preguntó la joven mientras regresaba con una taza en mano.
— Creí que descansarías. — NaYeon la miró preocupada, a JiHyo le tocaba trabajar toda la noche y no le gustaba que lo hiciera sin haber dormido lo necesario. Su hermana se encogió de hombros.
— Prometo hacerlo mañana mismo. Todo el día si quieres.
— Mañana es nuestro día familiar. — Recordó la menor, pero a pesar de sentirse un poco dolida con su hermana por no recordarlo, entendió las razones, se acercó hasta ella y la abrazó reposando su cabeza en su abdomen. — Podemos faltar si unnie está cansada.
Las tres mayores se miraron entre sí, Mina se sintió mal de ver el rostro decepcionado de DaHyun, le gustaba más cuando sonreía y sus brillosos ojos se ocultaban en dos medías lunas.
— No, no, cariño, dijimos que iríamos y así será. No importa lo que pase, allí estaremos, juntas.
NaYeon tragó saliva y se acercó hasta sus dos hermanas, poniéndose de cuclillas para estar a la altura de la menor. — Tú no te preocupes por nada, ¿okay? — DaHyun asintió más animada.
— ¿Podemos llevarla? — Señaló a Mina como si esta se tratara de su mascota y sus dos hermanas trataron de no reír. — Ella es como una hermana mayor para mí también. Juega conmigo y nos divertimos. Me siento mejor cuando ella está aquí. — Y aunque se podía considerar una perfecta excusa para convencerlas, en realidad no mentía, cada vez que la chica pasaba tiempo a su lado se sentía más animada y podía olvidar por unas horas que estaba enferma.
— Si ella quiere venir... — NaYeon miró a la mayor con las cejas alzadas y entre las tres Im ella era la más interesada por la respuesta de Mina. — ¿Vienes?
— ¿Qué se hace en un día familiar? — Además de entrenar hasta desfallecer, ella realmente no sabía lo que una familia podía hacer junta.
DaHyun rápidamente se separó de JiHyo y tomó la mano de la japonesa. — ¡Muchas cosas! Mi colegio organiza muchas actividades, podemos participar en la mayoría... menos en fútbol, ahí es de padres e hijas, ¡pero no importa! Contigo esta vez podríamos ganar en otros juegos, mis hermanas son algo flojas con el deporte... y ni mencionar a Jeong unnie, solo va a comer...
— ¡Oye! — Se quejaron las dos chicas mirando cómo su hermana menor llevaba a Mina hasta su habitación para seguir explicándole ignorándolas. Al verlas perderse en el pasillo borraron sus sonrisas, sintiéndose conmovidas con la emoción que su hermanita mostraba.
— La veo mejor...
— Lo está. — Asintió JiHyo. — Mina le hace bien.
— Quisiera agradecerle todo lo que hace por DaHyun.
— Creo que ella sabe que estamos muy agradecidas. — La menor dio unos golpecitos a la espalda de su hermana. — Pero tú deberías ser más disimulada.
— No sé de qué hablas. — NaYeon se alejó y empezó a ordenar todos los juguetes que habían dejado regados por la sala.
— Claro hermana. — JiHyo rió avanzando hasta la mesa con el rompecabezas, no deseaba desarmarlo, llegar hasta ese punto le había costado mucho a su hermanita por lo que decidió dejarlo ahí hasta que lo terminara y pudiese enmarcarlo.
Esa noche Mina regresó a casa con una sonrisa, al abrir la puerta se encontró con DongHae leyendo el periódico sentado en uno de los sillones, con las piernas cruzadas y anteojos que no supo de dónde sacó, si ella no supiera la verdadera naturaleza de él podría jurar que se trataba de un hombre común y corriente, jefe de casa a cargo de sus tres hijas.
— Hola pequeña. — Saludó dejando de lado su lectura. — Al parecer te fue bien.
Mina asintió y se acercó a la sala para dejarse caer sobre el sillón. — Me divertí mucho.
— Últimamente pasas mucho tiempo con esas tres chicas. — Señaló. El mayor dudó en seguir hablando ya que no deseaba tener una discusión con Mina, pero necesitaba aclararle ciertos puntos. — No te acostumbres a ellas.
— Están desprotegidas, yo solo...
— Está bien. — DongHae le sonrió y se inclinó hacia atrás para apoyarse en el respaldar. — Pero no siempre estarás en este mundo y lo sabes.
Por mucho que quisiera ignorarlo, Mina sabía que el dios tenía razón. — Lo resolveré, tú no te preocupes. — Se levantó con el único fin de irse a su habitación y dar por finalizada la conversación. — Buenas noches.
— Mina. — Llamó antes de que la chica se perdiera en el pasillo. — Sabes que te apoyo en lo que sea, ¿verdad?
La menor sonrió y asintió. — Lo sé a la perfección.
— Me alegra, espero que te diviertas mañana.
Esas palabras la reconfortaron y pudo respirar más tranquila. — Espero que ellas sean las que se diviertan. — Dijo. — El tiempo en familia es importante para esas tres.
— Es porque solo se tienen a ellas y al parecer poco a poco te estás incorporando.
— Tú también eres parte de mi familia. — Admitió. — Como un padre. — Ambos se sonrieron antes de que Mina moviera su mano en despedida y se encerrara en su habitación. Ciertamente pocas veces podía expresarse como quería y le hacía feliz que DongHae le ayudara a explayarse, sentimentalmente hablando.
•••
Tzuyu recibió la bolsa llena de pasteles, agradeció a quien le había atendido y se giró solo para encontrarse a Sana tratando de husmear en los pedidos de algunos clientes. La taiwanesa no sabía con exactitud cómo es que esa hiperactiva chica la había convencido de salir a recorrer las calles de Seúl, pero no le molestaba. Pocas veces –por no decir nunca– abandonaba la comodidad de su pieza para salir. Ella era más hogareña pero al parecer la pelirrosa no.
— Aquí están. — Llamó a Sana y le extendió lo que había comprado. — Chocolate, fresa, vainilla y todos los sabores que pediste.
Sana se acercó a ella con una sonrisa y rodeó su brazo mientras que con la mano desocupada tomaba su orden. — Gracias por todo, Tzuyu-ah.
— Nadie debe perderse de un buen postre. — Sonrió empujando la puerta para que ambas pudiesen salir. — Y aquí son expertos.
— No lo dudo, apenas ingresé me atacó el buen olor ¡delicioso! ¿crees que me enferme por tanto dulce? — Sana negó rápidamente. — Si me enfermo Mina se enojará, siempre me dice que tenga cuidado con lo que como, ¿pero cómo negarme a esto? Los dulces son mi debilidad.
A la taiwanesa todavía le faltaba acostumbrarse a lo mucho que podía hablar. — ¿Es posible enojarse contigo? — Cuestionó más para ella que para su acompañante al verla comer el cupcake como si de una niña se tratara.
— ¿Qué? — La mayor alzó la mirada antes de darle otra mordida al esponjoso bizcocho.
Tzuyu sonrió al notar el glaseado alrededor de los labios ajenos. — Nada, debes comer más lento. — Estiró su brazo y limpió cualquier rastro de azúcar en el rostro de la chica ganándose una tierna sonrisa por parte de ella.
— Papá se enojaría al verme comer todo esto.
— Pero él no está aquí. — Respondió encogiéndose de hombros. — Disfruta de todo lo que tú quieras.
— Me gusta como suena. — Confesó mientras estiraba su medio cupcake hasta los labios de la más alta. — Di "ahh".
Tzuyu tragó saliva y se alejó un poco. — Yo no... no me gusta el dulce. — Admitió con cierta vergüenza.
— ¡¿Cómo no?! — Preguntó alterada y preocupada. — ¿A quién no le gusta el dulce? Tú dijiste que todos merecemos de un buen postre.
— Bueno... eso no aplica para mí.
Sana entornó los ojos y alejó el postre del rostro de la taiwanesa. — No se quedará así, haré que te guste el dulce.
— Quisiera ver eso. — La mayor hizo un mohín y le dio la espalda. — Okay... — Se rindió rápidamente. — Tal vez en otra ocasión podría probarlo...
Esas palabras fueron suficientes para que Sana se girara nuevamente y asintiera feliz, volvió a tomar de su brazo y la jaló consigo para seguir caminando.
— Me aseguraré de que así sea. — El silencio las invadió y a ella le costaba un poco lidiar con el, no era fanática de estar callada por mucho tiempo. — Me siento cómoda contigo, ¿sabes? — Dijo con honestidad. — Pero es la primera vez que salimos solas.
Tzuyu se vio acorralada con esas palabras, muchas veces se había perdido en sus propios pensamientos mientras miraba a Sana hacer cualquier cosa en casa, siempre intentando recordar al menos un poco a la pelirrosa pero su cabeza se ganaba fuertes dolores de cabeza impidiéndoselo. ¿Y si solo la confundía con alguien más? Era probable, pero empezaba a preocuparse con ese rápido acercamiento que ambas tenían.
— ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti? — Volvió a tomar la palabra. — Por ejemplo... ¿cómo es que conoces tanto sobre nosotros?
— ¿Ustedes? — Al parecer a Sana no le habían contado toda su historia. — Solo lo sé. — Dijo intentando mostrarse poco interesada en ahondar en su propia vida, sin embargo, la mueca de la pelirrosa le indicó que ella sí quería saber más.
— No es lo que esperaba escuchar...
— Okay, okay. —Suspiró rendida. — Ciertamente yo... todavía sigo luchando con mi pasado, a veces creo que todo lo que veo en mis sueños son simplemente alucinaciones mías, pero luego caigo en cuenta que quizá esas "alucinaciones" —Hizo comillas con sus dedos para enfatizar su punto. — En realidad lo viví hace mucho tiempo.
Por primera vez Sana dejó de prestar atención a su comida y se concentró en el perfil de la más alta mientras hablaba. — ¿Cuándo eras más joven? — Tzuyu negó. — ¿Entonces?
— El primer mes que me mudé a Corea tuve un accidente y mientras estaba en la sala de urgencias conocí a Chronos. — Y las imágenes borrosas volvieron a su mente como rápidos flashbacks. — Pensé que me había golpeado muy fuerte como para imaginar a un hombre en toga...—La risa de Sana la hizo sonreír. — Pero luego descubrí que no era un simple delirio mío, él me explicó muchas cosas que necesitaba para poner en orden mi vida. Si debo ser sincera, mi única relación con tu mundo es mi padre.
— ¿Tu padre?
— Hefesto...— Dijo en un susurro pero su compañía fue capaz de escucharla. Sana se detuvo y la miró con sorpresa tratando de asimilar la información que recibía. — Bueno, fue mi padre hasta que bebí de... lo que sea que me dieron y acabé con lo que alguna vez fui. No sé qué hice, no sé qué pasó pero fue mi decisión acabar con esa vida.
— Me hubiese gustado conocerte. — Dijo la pelirrosa intentando no verse afectada por lo que acababa de escuchar, se sentía conmocionada y triste. "¿Por qué?" Se preguntó a sí misma. — Tal vez habría evitado que te fueras...
Tzuyu giró su rostro perdiéndose en la mirada tan brillante de la chica. — Tal vez. — Repitió antes de retomar su camino evitando cualquier contacto visual, no le gustaba ponerse nerviosa.
Cuando ambas llegaron a la casa de Tzuyu ninguna se atrevió a hablar y bastó solo un "buenas noches" por parte de la taiwanesa para que esa primera salida se viera finalizada. Sana se le quedó mirando hasta que esta se perdió en su habitación.
— ¿Problemas? — Preguntó DongHae quien se apoyaba en el marco de la puerta de la cocina.
— Ninguno.— Respondió, ella normalmente no estaba desanimada y quiso creer que esa larga caminata junto a tantos pasteles la habían cansado lo suficiente. — ¿Dónde está Mina? — Fue su turno de preguntar mientras alzaba la bolsa con dos o tres cupcakes que se evitó comer.— Traje uno par ti y otro para ella.
El mayor le sonrió y negó.— Dale el mío a ella, debería estar en su habitación... pero parece que no podía dormir y se fue a la azotea.
Sana asintió y se despidió con su mano para luego girarse en dirección de las escaleras. Al sentir el viento chocar suavemente contra su rostro frunció el entrecejo, muy frío para su gusto. — Puedes enfermar. — Dijo llamando la atención de Mina que había estaba más de veinte minutos apoyada en el barandal, el tiempo suficiente como para acostumbrarse a la fría brisa que le brindaba Seúl. — DongHae me dijo que no podías dormir, ¿todo bien?
Mina asintió girándose, esta vez apoyando su espalda en los barrotes que impedían una larga caída. — ¿Qué es eso? — Señaló la bolsa de papel que llevaba la mayor consigo.
— Oh, sí. — Sana sonrió extendiéndosela. — Son para ti, hice que Tzuyu comprara muchos pensando que le gustaban.
— No es admiradora del azúcar, prefiere el pan ante todo. — Explicó mirando hacia el interior de la bolsa, de esta retiró un cupcake y sonrió por el gesto amable de su amiga. — Gracias.
— Debí averiguarlo antes...— Susurró tomando el puesto al lado de la menor. — ¿Crees que fue buena idea invitarla a salir?
— Claro, si no está estudiando, me está ayudando... que se distraiga un poco me parece perfecto. — Cuando la pelirrosa no se lanzó hacia ella para abrazarla y llenarla de besos desde que la vio supo que algo no estaba bien, Sana y tranquilidad no encajaban en una misma oración. — ¿Qué pasa?
— Me contó un poco sobre ella...
— Entonces ya lo sabes.
— Sí y me siento extraña, incómoda, ¿crees que sufra?
— ¿Sufrir? ¿Tzuyu? — Mina le dio una mordida al postre y negó. — Ella no está sufriendo, pero está confundida y hasta cierto punto la ignorancia es peor... creo yo.
— Pero tú la ayudarás, ¿verdad? — Cuestionó con un tierno mohín, Mina alzó su mano y acarició su cabello con suavidad.
— Se lo debo. No te preocupes por ella, ¿sí? Ya no es una chica solitaria, ahora nos tiene a nosotras y a DongHae.
— ¿Cómo un familia?
Y esa palabra volvía haciendo que el estómago de la castaña se revolviera. —Sí, más o menos.
— ¿Ahora me dirás que pasó contigo?
— Todavía no conoces a NaYeon, ¿verdad? — Preguntó dejando sobre el suelo la bolsa, su apetito no era el mejor.
— No, pero me han contado mucho sobre ella. No creí tú podrías encariñarte con alguien después de... — Se calló mirando apenada a su amiga.
— Dilo, YooJin no es ningún tabú. Pero el cariño es diferente, no quiero que lo confundan. Ella y sus hermanas son especiales, han pasado por mucho, ¿crees que hago mal al relacionarme con ellas aun sabiendo que no me quedaré para siempre?
Sana ladeó su rostro. — ¿Qué harás cuando tu padre esté libre? ¿Crees que él pueda regresar al Olimpo junto a los demás? — Cuestionó sin querer sonar grosera.
— No... es decir... ¿tal vez? Ni siquiera estoy cerca de salvarlo.
— Pero cuando lo hagas, porque sé que lo harás ¿no crees que deberían empezar de nuevo? ¿Por qué no hacerlo aquí? — La mayor se movió al otro lado de Mina con emoción. — ¡Pueden hacer lo que quieran! Y si lo que tú quieres es permanecer aquí, ¿por qué no?
Mina le daba un gran punto a la pelirrosa por sus palabras, pero el verdadero problema residía en ella, ¿y si no sabía lo que quería?
•••
Ese domingo Mina acudió al hogar de las Im para poder partir al colegio de DaHyun. Tanto ella como JeongYeon se encontraron en la entrada y compartieron animados saludos antes de que la rubia llamara a su mejor amiga para que les abriera.
La japonesa parpadeó lentamente cuando el alegre rostro de NaYeon se asomó; si bien la coreana la mayor parte del tiempo tenía su cabello atado en una media cola, en esa ocasión se veía mucho más hermosa. — Me gusta, te ves bien. — Halagó señalando el peinado.
JeongYeon observó a su amiga y luego a la japonesa. — Se ve igual.
— Definitivamente no. — Respondió Mina. Entornó los ojos y escaneó a NaYeon por completo, pero no encontró nada diferente al día anterior. ¿Entonces era el maquillaje? Tal vez. No sabía con exactitud qué es lo que NaYeon tenía ese día en especial que la hacía ver diferente, pero decidió no hablar más; ya se había ganado la mirada acusadora de JeongYeon y no se sentía cómoda. — ¿Listas? — Preguntó.
NaYeon asintió de inmediato. — Espérennos aquí. — Dijo regresando a su hogar para anunciar la llegada de sus dos invitadas, pero antes de que pudiese ir a cada habitación se miró en el espejo que colgaba en la sala, arregló su peinado y sonrió notando cómo sus mejillas aún estaban acaloradas por las palabras y mirada que Mina le había dedicado.
YoonGi, quien se había encargado de vigilar cada paso que Mina daba, escogió la rama más alta de un árbol cerca del hogar de NaYeon para ver cómo ambas chicas se encontraban. El peso extra de alguien más tras él lo hizo sonreír. — Te tardaste. — Fingió molestia.
— Perdón— Dijo el otro varón mirando en dirección de YoonGi. — ¿Esa es la humana? — Señaló a JeongYeon.
— No, ella no es. Saldrá en unos minutos, pero recuerda a la rubia también.
— ¿Entonces cuál es el plan?
— Darle una pequeña advertencia a Mina. Quiero saber qué tan importante son esas chicas.
— ¿De qué nos sirve eso?
— Nos sirve de mucho, créeme. — Se levantó de inmediato cuando vio al grupo de chicas partir, listo para seguirlas y armar un pequeño alboroto. — Cuando nuestros padres se dignen a bajar a este asqueroso mundo necesitarán estar un paso adelante, necesitarán saber las debilidades de Mina.
— ¿Qué quieres que haga?
— Esperar a mi señal... y atacar.
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